Chapitre un
Chapitre I: Bitter Coffee
No hay mal que un café no pueda enmendar
Si alguien hace 5 años me hubiera dicho que terminaría con dos pequeños en mi hogar y siendo el hombre más feliz del mundo por haberme enamorado perdidamente de un chico tan dulce como la miel en ese largo pero memorable verano probablemente no le hubiera creído jamás.
Aún recuerdo que yendo a las reuniones discutía con Kirishima sobre esos temas irrelevantes. Muchas fueron las ocasiones en las que negaba la existencia de ese amor ideal para mi. Tanto así que, hasta el día de hoy recuerdo esas palabras salir de mi boca, tan secas y ásperas que en la actualidad me dan risa, admito que no era más que un joven jugando a ser adulto de la manera más tonta posible.
-¡Y una mierda Kirishima! ¡Esas son estupideces de niños bobos! -grité furioso mientras me dirigía a la puerta para salir del lugar e ir a mi hogar a descansar.
Ese día estaba molesto por todo, como siempre, realmente quería irme a casa y no me encontraba de humor para lidiar con las tontas conversaciones de ese idiota, probablemente no me hubiera molestado escucharlo si no hablara muy seguido de su enamoramiento. En ese entonces era algo que desconocía y odiaba.
Nunca me había enamorado de alguien en particular, ni siquiera me había interesado en conseguir alguna novia. Mi objetivo era ser el mejor empresario y líder de negocios en la empresa, tal y como lo fueron mis padres en su momento, tal y como lo fue él.
Tal vez si Kaminari y Kirishima no me hubiesen llevado a esa cafetería después del trabajo, jamás le hubiese conocido.
-¿Dices que esta mierda es muy buena?- preguntó molesto el rubio cenizo con una expresión incrédula en su rostro mientras volteaba su vista a la ventana del automóvil-. Es lo más marica que haz dicho en tu perra vida.
Estaba harto del trabajo, del estrés y de lo ruidosos que eran sus amigos cuando salían de trabajar. Lo único que deseaba hacer en esos instantes era llegar a su departamento tomar una ducha y poder acostarse a dormir hasta que se cansara de hacerlo. Nunca pensó que su amigo lo llevase casi a arrastras al local ese que tanto glorificaba durante el trayecto al mismo.
-¡Cállate de una puta vez!- exclamó molesto el rubio ante el fastidioso parloteo de su amigo.
Kirishima por su parte quedó estático al escuchar el grito de su amigo, en especial por ver como todos los presentes ahí en el auto también guardaban silencio.
-¿Bakugo?- preguntó confundido el rubio ante la desesperación de su amigo y jefe.
No obtuvo respuesta alguna ante el llamado, solo un suspiro frustrado y cansado que escuchó en respuesta. El silencio inundó el automóvil después de aquel suspiro, fue un viaje tortuoso e incómodo, no solo por el hecho de que su jefe estaba molesto en el asiento de a lado; si no también sentir ambiente pesado que se creó al saber que, si alguno comentaba una tontería, sería golpeado y recibiría la paliza de su vida, o recibiría un grito por parte del rubio.
-Bakugo, debes de...- fue interrumpido por el cenizo, quien solo chasqueo la lengua mientras dirigía una mirada asesina hacia ellos.
Denki comprendió milagrosamente que el haberle comentado sobre la cafetería no había sido la mejor idea de todas, pero no se les hacía justo que se perdiera de aquellas delicias que se vendían en la misma. Se podría decir que es un gusto culposo o incluso un pequeño egoísmo banal que debía ser considerado y juzgado por el rubio de ojos carmín.
-Sólo cállense, es una mierda tener que lidiar con tanto a la vez, hablen uno por uno o de lo contrario alguien morirá aquí- sus palabras salieron como navajas filosas que no dudarán en dañar a alguien en esos instantes.
Denki y los demás tragaron duro al ver que si hacían algún movimiento en falso saldrían perdiendo un par de dientes. El resto de camino hacia la dichosa cafetería fue silencioso y tedioso para todos los presentes en la limusina, ningún sonido, solo el motor trabajando.
Al llegar finalmente al lugar, Bakugo recorrió con la mirada al mismo, inspeccionando todo, como si de un crítico o inspector de higiene se tratase, buscando algún desperfecto. Sin embargo, y muy a su pesar, el lugar era acogedor, de gran tamaño, de tal modo que parecía más una casa con establecimiento, que una completa cafetería.
A las afueras del mismo se podían observar mesas acompañadas por paraguas y sillas hechas de bambú. Todo era decorado de un color verde pastel y leves toques de café oscuro o color crema. En su puerta y ventanas se miraban diversos tipos de flores como; azucenas, gardenias, tulipanes, amapolas y magnolias.
Algo dulce para su gusto, arriba de la puerta de entrada se veía un gran cartel hecho de madera con finas letras en cursiva anunciando el nombre de la dichosa cafetería: "Warm Cold"; en su vida había escuchado un nombre tan extraño y extravagante para una cafetería que, a juzgar por la clientela, era bastante conocida.
Un aroma delicioso y dulce muy leve se podía percibir en el aire, proveniente del interior del lugar. Además de ver cómo una joven de cachetes rechonchos y cabello corto castaño dejaba en el mostrador de las ventanas pastelillos y rollitos como muestras a los clientes de lo que vendían, era evidente que era una de las que ayudaba en la cocina. El aroma es gustoso y el lugar muy hogareño, lo único que esperaba era que la cafetería cumpliera con sus expectativas.
-¿Vas a entrar o vas a quedarte ahí parado mirando el lugar?- cuestionó alguien a sus espaldas; un joven de cabellos purpura con mirada severa y expresión inexpresiva.
Bakugo de mala manera volteó a verlo y le recorrió de pies a cabeza con la mirada, ¿quién se creía que era? Ni siquiera deseaba estar ahí, solo estaba ahí porque fue arrastrado por sus subordinados hasta ese sitio. Ahora que veía mejor al chico delante de él, no parecía que le gustase mucho el lugar, además de que sus vestimentas daban la impresión de que probablemente se trataba de un simple empleado o incluso un vagabundo. No le importo en lo más mínimo, simplemente sonrió socarronamente y tomó una postura más relajada.
-Eso a ti no debe importarte vagabundo, no creo que tu puta presencia aquí sea agradable- habló cortante y sarcástico mientras se dirigía a la entrada del lugar y era seguido por sus "amigos".
Kirishima miró al joven por unos segundos y al recordar quién era aquel chico, solo sonrió e intento seguirle el paso a su jefe.
-Mi presencia aquí es de poca importancia para ti- habló secamente, mientras se dirigía a una de las mesas del local y tomaba asiento-. Yo solo estoy esperando a alguien, me preocuparia más por ti que por mí.
Eso era un reto, algo que al rubio le desagradó completamente. Con pasos pesados se dirigió a la mesa, y se acercó para estar cara a cara con el chico.
-¿Y quién mierda decidirá eso?- cuestionó molesto y con un tono retador en su voz, no le gustaba y no le agradaba aquel sujeto en lo más mínimo. El contrario por su parte, solo le sonrió y como si de una burla se tratase contestó casi aguantando una ligera risa.
-Yo no lo haré, pero él sí que lo haría- estaba a punto de darle un puñetazo en la cara al supuesto causante de su cólera en esos instantes, de no ser por la mano de Kirishima sosteniendo la suya, intentando evitar una pelea.
Bakugo volteó a mirarlo con ira en sus ojos, eso no intimidó al pelirrojo, en respuesta solo recibió un suspiro cansado junto a una mirada desaprobatoria.
-Hermano, tiene razón, aquí la paz es algo muy preciado, ten algo de paciencia y entremos- un gruñido salió de sus labios en respuesta, tal vez tenía razón y debía contener su rabia. Con clara molestia, se soltó del agarre y encaró, al contrario, ambos se miraban molestos el uno al otro..
-Eres un hijo de... -fue interrumpido por el sonido de una campana y las voces de dos jóvenes.
Con clara molestia en sus adentros, y a punto de lanzar alguna blasfemia a aquellos hombres, se detuvo al sentir un aroma fuerte a vainilla y fresas salir del lugar.
-¿Qué pasa aquí? ¿otra vez peleando, Shinso?- cuestionó un joven rubio de ojos azules, voz serena y mirada apacible, dirigiéndola hacia el peli-morado.
El nombrado sonrió inocente en respuesta mientras se levantaba y tomaba en sus manos una extraña cajita de color rosado con un moño púrpura extravagante, aquel postre a pesar de estar dentro de la caja se podía percibir un extraño pero dulce aroma a chocolate con alguna clase de acompañamiento acaramelado. El rubio solo negó con la cabeza mientra se formaba una sonrisa modesta en sus labios, sabía que aquella naturaleza sarcástica en su pareja no se la quitaría por nada.
-Nunca va a cambiar Ojiro, ya es así- habló un joven de ojos esmeraldas y cabellos verdosos cual diópsido, mostrando una sonrisa cómplice por la escena-. Espero y te guste el pedido Shinso. Manda mis saludos y felicitaciones a Mirio; que me disculpe por no asistir, pero aún tengo trabajo que hacer aquí.
Shinso asintió levemente, mientras Ojiro abrazaba al chico con cariño en señal de despedida. Bakugo y los demás miraban la escena con normalidad, o bueno al menos, tres así la veían. El rubio cenizo miraba todo indiferente. No por el hecho de los abrazos o el cariño entre ambos hombres, sino porque recordó que aquella pequeña batalla entre los dos no había concluido y él no fue el ganador.
Observó como aquellos chicos se retiraron del lugar, dejando en aparente soledad al peli-verde, que sonreía gustoso y alegre de verlos irse juntos. Sin decir nada soltó un suspiro; casi podía jurar que parecía estar enamorado, justificando su argumento por la naturalidad y simpleza con la que suspiraba.
Sin cuidado alguno aquel chico de ojos esmeralda volteó a mirar de manera cálida al grupito de idiotas que acompañaban al rubio, sonriendo gustoso.
-Kirishima, Kaminari, Sero entren ya, los estábamos esperando- dijo el joven mientras se hacía a un lado y dejaba la puerta de entrada libre para que pasaran al interior del local-. Veo que traen un amigo, pasen, Ochako ya tiene todo listo.
No podía creerlo, aquel local era enorme, más de lo que había imaginado. Incluso daba un aspecto hogareño y único. Había algo en ese lugar que le llamaba la atención, además de el hecho de que podía detectar en el ambiente un particular aroma a esencia de vainilla, pastel de chocolate recién horneado y café con algún tipo de caramelo. Con esos simples pero dulces aromas, pudo imaginarse el delicioso sabor de cada uno, su aspecto probablemente sería apetecible, casi podía sentir como su paladar segregaba saliva y como sus papilas gustativas le exigían la probada de cada uno de esos manjares.
Muchas veces había escuchado a su padre hablar sobre lugares en donde te sentías como si de tu propio hogar se tratase, y este definitivamente sería un lugar que visitaría más a menudo. El chico los llevó a una mesa grande, como para 4 o 5 personas acomodadas perfectamente, eso lo alegró bastante, sin cuidado alguno se sentó en uno de esos pequeños pero cómodos sillones de bambú que estaban colocados alrededor de la mesa y esperó a que sus amigos lo hicieran también.
Una carta le fue otorgada por el joven de esmeraldas, mientras los demás simplemente platicaban de lo que debían pedir en esa ocasión.
-¿Les traigo lo de siempre muchachos o prefieren algo del menú de hoy?- preguntó el chico mientras que, de su delantal, sacaba una pequeña libreta y una pluma con adornos de algún superhéroe en particular.
Los tres chicos se miraron mutuamente y como si de cómplices se tratasen, comenzaron a hablar.
-Yo quiero lo mismo de siempre Izuku, ya sabes, poca azúcar y canela espolvoreada al final- habló Sero con alegría en su voz y dejaba hablar a los demás.
-Yo lo quiero con azúcar, leche deslactosada y la especialidad de la casa- pidió Denki con calma en su voz mientras veía como Izuku apuntaba todo en su ñoña libreta.
-¿Con doble cubierta de chocolate? ¿O sola una y cerezas?- preguntó dudoso el chico, mientras pensaba en los ingredientes del pastel.
-Solo una y pocas cerezas- Izuku asintió para después, voltear hacia el pelirrojo y mirarlo directo a los ojos.
-No necesitas preguntar Izuku-Kun, ya sabes lo que me gusta pedir los jueves- fue todo lo que dijo para después voltear a ver a su jefe, quién aún seguía leyendo la carta del restaurante.
Izuku de manera alegre y con aquel particular brillo en sus bellos y dulces esmeraldas, se acercó al susodicho para hablar con parsimonia.
-¿Usted que va a ordenar?- Bakugo se quedó atónito, se sentía extraño de que aquel chico le hablase con tanta familiaridad a sus compañeros, mientras que a él, le habló como si no fuera importante. Además del hecho que se sintió un tanto incómodo por la forma de hablar del chico, no entendía porque, pero así era.
-Solo un café negro cargado, sin azúcar y que esté caliente- habló un tanto frío pero con un ligero tono que delataba alegría y calma, algo poco común en su actitud; en especial, después de una mini pelea con un desconocido.
-Muy bien, ¿eso es todo?- preguntó anotando todo lo pedido. Katsuki asintió en modo de respuesta, haciendo que el pecoso sonriera.
-Bien, enseguida les traeremos sus órdenes, disfruten su estancia- dicho esto, hizo una pequeña reverencia y se dirigió hacia el mostrador para cruzar a la cocina. Dejando así a los cuatro chicos en espera de sus órdenes.
El silencio en la mesa, se hizo presente a partir de ese momento, al principio era un tanto incómodo para aquellos que usualmente hablaban hasta por los codos, pero poco después, la tensión se relajó, dando paso a una ligera risa por parte del pelirrojo. Dejando extrañados a los tres chicos que lo miraban, curiosos por su extraño comportamiento; su risa se detuvo cuando escuchó al pelinegro hablar.
-¿Qué es tan gracioso?- preguntó. Sin embargo, no recibió una respuesta clara, solo un simple suspiro cansado y unas cuantas lágrimas. Tal vez hubiera seguido riendo del asunto de no haber sido por la pregunta de su jefe.
-¿Cada cuánto frecuentan este lugar? -su modo de hablar era cortante y más seco de lo normal.
-Bastante seguido, nada más venimos a pasar el rato cuando salimos del trabajo, ya te he invitado varias veces y curiosamente siempre rechazas mi amable oferta con un "Y una mierda, pelos de mierda" o un "Y quién quiere ir a ese local tan marica"- imitó Kirishima desinteresado por la pregunta del rubio.
-El local no es malo, al contrario es extremadamente bueno para ser solo una cafetería local- contestó Sero de manera juguetona pero con un leve toque de desinterés en su voz.
Denki había detectado incomodidad en el ambiente, algo que no le agradaba mucho, en especial porque sabía que si seguía así la conversación podría acabar en otra pelea entre ellos y eso les afectaría. Intentó hablar para interrumpir aquella conversación y de no ser detenido por el delicioso aroma a dulce de sus órdenes listas lo habría conseguido con menor éxito.
Bakugo por su parte observó a un chico de ojos heterocromáticos acercarse hacia ellos con dos bandejas en sus manos. A sus ojos era extraño, de cabellos rojos del lado izquierdo y blancos del lado derecho, un poco más alto que él, de mirada apática y penetrante. Algo extraño a sus ojos.
-Aquí están sus órdenes- hablo de manera calmada y muy relajada, mientras entregaba a cada uno de los presentes sus respectivos pedidos.
Bakugo observó como este entregaba a cada uno de ellos lo que suponía eran sus pedidos. En la primer bandeja se encontraban un simple macchiato para Sero, cuando observó la bebida no le encontró nada espectacular, y un pastelito de chocolate con cerezas en la cima del mismo haciendo juego con un latte, no le sorprendió en lo más mínimo ese pedido por parte de Denki.
Mientras que en la segunda bandeja que llevaba en manos aquel extraño mesero, se encontraba un pastel de carne con un aroma delicioso acompañado con una limonada, ese en definitiva era de Kirishima, era bien sabido que le encantaba la carne y suponía que el local en ese día servía aquel platillo. Sin embargo algo le sorprendió, pues el chico le entregaba su café junto con un pequeño pastel de carne. No recordaba haber pedido algo más allá del café.
Con algo de molestia y reproche en su voz, tomó el platillo y lo devolvió al chico, el cual parece haber captado la indirecta y le rechazó.
-Yo no pedí el pastel de carne- el heterocromático guardó silencio por unos instantes mientras posaba su mirada en los ojos rubíes del rubio cenizo, al ver lo que pasaba simplemente atinó a negar ligeramente con la cabeza; lo había hecho de nuevo, ahora entendía el porqué le había mandado a él y no a Uraraka en su lugar. Soltó un suspiro casi monótono y con una ligera pero apenas perceptible sonrisa habló.
-Este va por la casa, disfrútelo- fue todo lo que dijo antes de tomar las bandejas en sus manos y dirigirse de nuevo a la cocina. Si seguía así, Tenya les llamaría la atención de nuevo.
Eso lo dejó bastante desconcertado ¿acaso no sabían quién era el? Eso sí era el colmo, no necesitaba la pena de alguien, bien podía comer donde quisiera sin importar qué pedía o con quién mierda estaba.
-Ya deja de pensar incoherencias y siéntate a comer. Ya fue suficiente por hoy- regañó cortante y decidido el pelirrojo, sabía que se estaba jugando la vida, pero queria comer tranquilo con los demás y no tener que aguantar los arranques de ira del rubio por un largo rato.
Aquel simple comentario dejó pálidos a los dos chicos, quienes vieron con los ojos abiertos al pelirrojo, esa actitud hacia el cenizo bien podría significar suicidio o también querer domar a un león imparable. Ambos esperaban alguna queja, gruñido o insulto por parte del rubio cenizo, pero en su lugar solo obtuvieron un simple chasquido de su lengua. Además de ver como se sentaba en la mesa, tomaba en sus manos los palillos y con algo de molestia cortaba un pedazo del mismo pastelillo.
Kirishima dejó de lado por unos momentos su comida para observar a su amigo probar el primer bocado de aquel delicioso pastel. Con algo de coraje y molestia por la incómoda mirada burlesca del pelirrojo sobre él, llevó el primer trozo a su boca. Lo que al principio parecía indiferencia en su mirada, cambio a una confusa y después a una neutra expresión. No podía creerlo, aquel trozo de pastel era sumamente delicioso.
Los ingredientes mezclados en perfecta armonía, la textura no era áspera o seca, tal y como se esperaría de cualquier pastel de carne, éste era especial, sus sabores y especias le daban un sabor único y singular. Nunca había probado algo tan delicioso en su vida, su paladar incluso saboreó hasta el aroma del mismo. Apetecible y curioso, esa sería la descripción a aquel manjar de los dioses, pero puede que esas palabras le queden cortas para describir el verdadero sabor.
Con algo de prisa tomó los palillos y devoró aquel pastel de carne. Eso dejó a Kirishima con una sonrisa pícara y realmente alegre en sus labios, tal vez el rubio ahora comprendería un poco lo que significa la expresión de "las delicias de la vida". Una vez finalizada su comida espero unos minutos para observar cómo sus amigos ya habían acabado sus respectivas órdenes y sólo le miraban expectantes por lo que acaban de presenciar.
Sin tomar importancia se limpio los restos de comida esparcidos en sus labios y con algo de curiosidad tomó aquella taza de fina porcelana en sus manos y sorbió el primer trago de la misma. Era increíble su sabor; amargo, con un toque ligeramente dulce no tan perceptible como lo esperaba, era un dulzor adictivo, no como el de azúcar que llegaba al punto de hostigar y dar asco. Equilibrio y adictivo al paladar, amargo con ligeros toques dulces; único e inigualable.
- ¿Y bien? ¿qué tienes que decir en tu defensa?- preguntó curioso el rubio al ver a su jefe fascinado por los sabores.
Kirishima, por su parte, estaba satisfecho con el resultado; su jefe, aquel chico gruñón y de temperamento explosivo había sido noqueado por un simple pastel de carne y un café de los que tanto solía tomar. El rubio cenizo permaneció callado ante la pregunta, mientras dirigía su vista hacia la cocina. Pasados unos 3 minutos, finalmente decidió soltar lo que tenía que decir.
-Eres un cabrón Kirishima- eso sólo provocó una estruendosa carcajada en los tres, que ya sabían qué tipo de respuesta les daría el rubio, pero no pensaron en que los tres tuvieran la razón desde un inicio.
Sin embargo, nunca notaron la mirada de un desconocido, y cómo ese desconocido sonreía de manera alegre y con algunos atisbos de satisfacción. Lo había logrado por hoy, podría estar calmado.
Un simple café amargo le había alegrado el día a un chico violento, claro con pastel incluido.
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