Pizza time!
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Double DD
Capítulo 7: ¡Pizza time!
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Dina no podía creer su suerte, apenas iniciaba su negocio de repartidora traviesa de pizza, y ya recibía una orden y no una cualquiera.
«Cielos, este lugar en serio se ve glamoroso», pensó al ver la entrada de la mansión.
―Usted debe de ser la dulce señorita repartidora de pizza, sea bienvenida ―dijo un sujeto de rostro andrógino muy bien vestido.
«Que guapo, no creo que sea un mayordomo porque viste muy bien. ¿Quién podrá ser?».
―Muchas gracias, disculpe, ¿podría saber quién es el cliente?
―Es una persona muy importante y entenderá, señorita, que este servicio debe ser llevado con suma discreción.
―Sí, entiendo, entonces, ¿no sería mejor entrar por la puerta de servicio?
―Descuide, que el señor es conocido por su gusto por la pizza, así que no debe preocuparse de que algún paparazzi relacione su llegada con otra cosa que no sea entregar una pizza para el disfrute del señor.
Así, Dina accedió a la impresionante mansión guiada por el hombre quien se llamaba Ángel.
―Es aquí, por favor, pase. Déjeme la pizza a mí, la pondré en un buen lugar.
―Eh, sí.
Dina entró a la habitación y se sorprendió de ver al cliente. Era Donald Dane.
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«Ya es de noche, de seguro El Padre debe haber muerto», pensó Ángel y abrió las puertas dobles con disimulo, lo que vio lo dejó sin habla.
Dina y el anciano no estaban teniendo relaciones sexuales, solo jugaban a las inocentes cartas o algo parecido ya que ambos estaban semidesnudos, jugaban por prendas de vestir y se estaban divirtiendo de lo lindo.
―Ángel, no me di cuenta que ya era tan tarde.
―Señor, ¿qué está pasando?
―Pues que me estoy divirtiendo mucho jugando con la joven Dina, aquí presente, es una jovencita de lo más encantadora, me está contando anécdotas muy interesantes de Divine Dream.
―Usted, Padrecito, está exagerando, son sus historias las que son interesantes. Usted me ha cautivado.
―Que linda, ¿no es así, Ángel?
―Disculpe, Padre, pero ¿y la pizza?
―Oh, estuve tan entretenido hablando con Dina que no sentí hambre en absoluto.
―¿Quiere que se la caliente?
―Oh no, con Dina como mi invitada, quiero que ella me acompañe a cenar y se quede de huésped en una de las habitaciones.
―¡¿En verdad puedo, Padrecito?!
―Sí, no te preocupes. Ángel, prepara las cosas.
El hombre asintió y luego de dar una reverencia, tomó la pizza y salió de la habitación.
«Maldito viejo, se supone que comería la pizza y luego tendría sexo con la mocosa. El veneno que puse es indetectable y haría creer a todos que habría muerto por paro cardiaco producto de su deseo carnal».
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Otra noche transcurría y Dona se hallaba angustiada por no saber de su sobrina.
«Me preguntó dónde estará, tal vez no debí ser tan dura con ella, pero se estaba pasando de la raya».
Unos golpecitos en la puerta precedieron a su sobrina que entraba con carita de pedir perdón.
―¡Dina! ¡¿Se puede saber dónde estuviste todo este tiempo?! ―le gritó para luego abrazarla y después sostenerle el rostro con las manos para observarla con cuidado.
―Perdóname, no quería que las cosas llegasen a este extremo, por eso volví para no causarte más problemas.
―Tú y yo tenemos que hablar respecto a muchas cosas, siento que cada vez nos estamos distanciando más y más.
―Ves, joven Dina, te dije que no te preocupases por nada.
―¿Y este señor? ―dijo, pero todas sus dudas quedaron respondidas cuando el hombre se sacó el amplio sombrero blanco nacarado.
Al ver la expresión de su tía, Dina no pudo sino reírse.
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― ¡¿Me dice, Su Excelencia, que se escapó de la embajada?!
―A mi edad ya me cansa todo el aparato logístico necesario para mi desplazamiento de un lugar a otro, pero descuide, le dije a mi Ángel donde me dirigía.
Dona sintió que de nuevo le regresaban los dolores de cabeza y cuando se disponía a replicar, vino un corte de luz.
―¿Que sucede, tía?
―Es en toda la manzana. Rápido, debemos salir de aquí.
―¿Pero cuál es el apuro? Estoy contento de estar aquí.
―Deberían haberse prendido las luces de emergencia en el hotel. Saben que usted está aquí.
―¡Debemos bajar de inmediato! —gritó Dina.
―No por el ascensor, son trampas mortales.
―Entonces, ¿por dónde podríamos retirarnos, Dona, querida? ¿Las escaleras? ¿Las normales o las de emergencia?
―Esperen un poco ―dijo y fue a ponerse una armadura de combate de las DD.
Dona fue a una pared y abrió lo que parecía ser una entrada secreta que daba a un poste de esos de los que había en las estaciones de bomberos, pero esta parecía ser larguísima.
―Esta cosa va hasta el estacionamiento. Sujétense a mi espalda y doblen las rodillas, no toquen el poste o la fricción les va a arrancar la piel.
―¿Y tú, tía?
―Tengo estos guantes resistentes al calor y la fricción. Vamos, no tenemos tiempo.
Más y más cuadras de la ciudad se sumaban al apagón y la silueta de un helicóptero negro y sin identificación, se aproximaba al Desdemona & Diana. Una fuerte explosión hizo estallar todo el penthouse.
Una puerta oculta se abrió en el área de estacionamiento del edificio, siluetas varias podían notarse gracias a los lentes de visión nocturna.
«Son muchos y tengo poca munición para matarlos a todos, además, debo proteger a Dina y a El Padre. Lo mejor es salir evitando cualquier pelea».
Así se los hizo saber a los dos y comenzó una huida subrepticia que los llevaría a un callejón adyacente.
«Diablos, no escucho ninguna sirena de policía o de bomberos. La única explicación es que introdujeron un virus que neutralizó toda movilidad de la policía o cualquier otra fuerza que pueda ayudarnos, tampoco puedo comunicarme con alguien».
Una luz iluminó de repente a los tres. Era Ángel.
CONTINUARÁ...
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