ANOTHER DAY IN PARADISE

DOS VUELTAS AL MUNDO

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel, Marvel Noir (Tierra 90214)

Parejas: Stony, Winterwidow.

Derechos: los que Santa me traiga.

Advertencias: una historia ambientada en el universo Noir, acción, angustia, complots, malos entendidos y todas esas cosillas que gustan.

Esta historia es un obsequio de Navidad para mi bella fgalaxy_0418 en el intercambio sorpresa del Special Stony Christmay Day de la Comunidad SteveTony.

¡Feliz Navidad!

Y gracias por leerme.

***



ANOTHER DAY IN PARADISE.

Londres, 1943



Steve sonrió mirando su pequeña como improvisada cena, acomodando de nuevo las únicas dos cucharas que había obtenido entre las utilerías del ejército británico, dos platos, dos vasos con una botella de brandy al lado de una bandeja con un poco de pastel de carne. No era precisamente lo que un millonario pudiera desear para ser halagado, pero el rubio ya había conocido un poco más a Tony Stark y estaba seguro que ese detalle iba a encantarle. Habían viajado hasta Londres hacia los laboratorios donde llevarían a cabo el Proyecto Ironman en el cual Tony se puso a trabajar desde el primer día. El empeño que había mostrado fue todo un impacto para el soldado que quiso entonces agradecerle, una noche antes del gran día, el que ese aventurero e inventor estuviera trabajando casi sin parar solamente para cumplirle su sueño. Steve tomó aire, esperando solamente porque el castaño apareciera por la puerta, ya había enviado su mensaje así que solo era cuestión de esperar.

—¿Steve? —Tony tardó solo unos minutos en aparecer, en sus ropas de trabajo, lleno de grasa, polvo y otras cosas— ¿Qué...?

—Te invito a cenar —el rubio se encogió de hombros— No es París, pero...

—¿Tu armaste todo esto solo?

—Sí.

—¿En serio?

—¿Tiene algo de malo? —Steve parpadeó confundido ante la cara de asombro del millonario.

—No, es perfecto... solo que... hacía mucho que nadie tenía un detalle así conmigo.

—¿Por favor?

Tony rió, tomando asiento frente a él y olfateando ese pastel de carne que probó como si no hubiera comido en días. Lo cual no estaba muy lejano de la realidad.

—No tenías por qué hacer esto, Steve. Es mi palabra dada el ayudarte con tu sueño.

—Por eso mismo quiero agradecerte, Tony. Mañana, pase lo que pase, quiero que sepas desde ahora que me has devuelto a la vida. Cuando estaba en ese desierto, ya pensaba en renunciar y aceptar mi suerte como un hombre inútil. Todo cambió cuando apareciste.

—Suenas como si te hubiera resucitado cual Lázaro.

—Es algo similar —el rubio le sonrió, levantando su vaso— Por Tony Stark y su asombroso Proyecto Ironman.

Stark suspiró, chocando su vaso que bebió antes de hablar. —Tengo que ser honesto contigo, Steve. No quisiera hacerlo.

—¿Lo dices por el Ojo de An?

—Sí —Tony asintió, dejando sus manos sobre la pequeña mesita— Vas a esclavizarte a esa cosa.

—¿Cómo tú con tu artefacto para el corazón?

El castaño chasqueó su lengua, negando un poco y cortando un trozo del pastel en su plato para comerlo en silencio.

—¿Hablaste con Rhodey o Pepper?

—No, fue simple observación. ¿Qué sucedió?

—Mmm, nada importante. Lo que importa es que por esa razón puedo hablar sobre los peligros de que lleves el Ojo de An para siempre en tu cuerpo.

—Tony, no tengo nada que perder.

—Tu vida es algo valioso que no puede perderse.

—Y está en las mejores manos.

—Si sigues diciendo esas cosas voy a comenzar a creer que eres un conquistador más que un adulador, Steve Rogers de Brooklyn.

—¿Habría un problema con ello?

Steve saboreó para sí mismo la reacción de Tony. Esos ojos atónitos, la quietud que antecedió al nerviosismo de sus manos con los cubiertos. La tos discreta y esa sonrisa que fue escondida por labios apretados mientras corrían segundos silenciosos que no pudieron ser llenados con ningún pretexto.

—Vaya...

—¿Te he ofendido, Tony?

—Para nada, es decir... bueno no digo nada en realidad. Es la segunda vez que me has dejado sin palabras, soldado.

No era tampoco que el rubio hubiera sido tan atrevido solamente porque sí, ese viaje por Francia hacia el Canal de la Mancha y luego el trayecto por mar había sido tiempo necesario para que ambos charlaran cada vez con mayor confianza hasta que Steve comenzó a notar algo. Primero lo atribuyó a las maneras siempre seguras, dinámicas del millonario por ser todo un aventurero experto y consumado en los escenarios del mundo como de sus actores. Sin embargo, en más de una ocasión se encontró con pequeños esbozos de gestos que no eran propios de una personalidad tan excéntrica. Una sonrisa, una mirada, a veces solamente un empujón o esa risita que tenía el castaño cuando algo le había complacido tanto. Y Steve no estaba siendo inmune tampoco a esas maneras. Jamás le hubiera pasado por la cabeza sentirse así, mucho menos siendo parte del ejército.

Pero ahí estaba, cenando con Tony Stark, quien no rechazó su gesto.

—De verdad, Steve, gracias por confiarme tu vida de esa manera.

—Hay mucho en juego, la vida de un solo hombre es apenas nada.

—Quisiera que no existiera la guerra para hacerte cambiar de opinión, que te unieras a mí. Después de todo, tienes una credencial auténtica que te califica como cronista del magazine.

—Lo mío es pelear.

—Y hacer dibujos en mi bitácora.

—Eso no lo puedo negar —rió Steve, mirándole.

Estaban al norte de Londres, lo más alejado posible de los objetivos de los bombarderos alemanes, metros bajo tierra en un laboratorio que a Rogers le parecieron muy bien montados para el poco tiempo que llevaba anunciado la realización del Proyecto Ironman. El general Preacher como el coronel Phillips estuvieron presentes junto con otros miembros del ejército norteamericano e inglés, protegidos tras un grueso cristal, mirando hacia el nivel inferior donde estaba ya lista la armadura que le pertenecería a Steve Rogers de sobrevivir al contacto con el Ojo de An. En un cuarto adjunto estaban Tony con el joven soldado, era una habitación aislada por la energía que pudiera desatar el artefacto una vez que el inventor lo activara a través de ese motor circular que lo envolvía.

—Dime que estás completamente seguro, Steve.

—No tengo miedo, Tony.

—Si sientes...

—Tony —el rubio le sonrió, recostado sobre una plancha metálica con su delgado torso desnudo— No voy a retractarme. Prefiero morir intentándolo que no hacer nada.

—De acuerdo, no digas que no te lo advertí.

—¿No confías en tus cálculos?

—Oh, ese golpe bajo —el castaño bufó apenas— Claro que confío.

—Entonces no hay nada qué temer... a menos que te intimide un pequeño chico de Brooklyn.

Stark le dedicó una mirada, ajustando los cinturones que sujetaban al soldado a la plancha para inmovilizarlo.

—Pues hasta donde puedo ver, no eres nada pequeño, Steve.

—No respondiste.

—Tenemos que comenzar, afuera están esperando. Las bandas metálicas se sentirán muy frías, pero una vez que el motor esté activado, no notarás la diferencia entre ellas y tu piel.

—Adelante.

El millonario quiso decir algo antes de bajar la palanca, pero calló, colocándose sus lentes de protección al momento de ver esas bandas en forma de X con el motor en el centro bajar lentamente hacia el pecho de Steve Rogers, quien le observó de reojo antes de cerrar los ojos. El Ojo de An brilló con fuerza, elevando la temperatura del cuarto y cegando por unos segundos a Tony, mismo que corrió a la plancha cuando la luz se apagó. Solo quedó ese tenue resplandor en el pecho de Steve, cerca de su corazón. El soldado no parecía respirar y el castaño estaba a punto de quitarle las bandas cuando lo vio removerse como quejándose de un mal sueño.

—¡Steve! ¿Me escuchas?

—Ouch...

—¿Estás bien?

Steve parpadeó, abriendo sus ojos y mirando su pecho. —Creí que dolería más.

—Espera a que uses la armadura.

La idea original era que el Ojo de An sería puesto en la armadura, donde originalmente estaba el motor que ahora lucía el rubio en su pecho. Pero el problema fue el cuerpo del joven soldado. No resistiría el impacto de aquella energía descargándose en su cuerpo cuando se activara la armadura, justo como Tony usaba su propia armadura. Tuvo que ser un mecanismo inverso, del cuerpo de Steve hacia el metal, pero ello significaba que debía usar el milenario artefacto para siempre, pues el contacto con la energía mantendría sano a Rogers y le permitiría usar la armadura en cualquier momento. Podría quitarse ese chaleco de bandas por tiempos cortos, pero no más de un par de horas so pena de que sufriera una descompensación y su corazón fallara. Un alto precio por buscar la libertad del mundo.

—¿Listo para la siguiente etapa, soldado?

—Señor, sí, señor.

Steve miró sus manos, estirando y encogiendo sus dedos al sentirse extraño. Fuerte, equilibrado, con sus sentidos alertas. Caminó detrás de Tony quien abrió la puerta, haciendo que todos en aquella sala en lo alto se levantaran para ver al soldado con su chaleco en X caminando a las escaleras que alcanzaban la enorme armadura. Mientras que la del millonario era ligeramente más alta que un hombre, la de Steve tenía un tamaño considerable. Hecha para la guerra. Steve se colocó su camisa sin cerrarla, dejando el motor brillante descubierto y entró en aquella enorme cosa, primero sus piernas, luego su torso y brazos que metió en las extremidades estiradas a lo alto. Stark fue cerrando cada parte, dejando al último la cabeza de Steve que sería cubierta por la parte alta del torso de la armadura y finalmente la cabeza que más bien fungiría de radar y visor, entre otras cosas.

—Activen a mi señal —ordenó Tony, conteniendo el aliento al levantar una mano— Tres... dos... ¡ahora!

Los ingenieros y científicos alrededor empujaron las palancas, presionaron los botones. Aquella figura humanoide de metal verde oscuro con una pequeña bandera de Estados Unidos en un costado se estremeció al recibir la energía eléctrica necesaria para activar los circuitos que hicieron contacto con el Ojo de An. Esta vez Steve gritó. Todos se quedaron quietos, algunos en el laboratorio mirando al castaño quien tragó saliva, apretando sus puños hasta que la armadura se enderezó y dio un par de pasos. Entonces todo fueron gritos de alegría. Tony subió por las escaleras, tocando la cabeza que se abrió igual que una escotilla de tanque y por la cual se asomó un sudoroso soldado con una enorme sonrisa.

—Esto sí dolió.

—Maldita sea, Steve, creí que ibas a morir. La reacción fue instantánea.

—Porque tú lo construiste.

—Oh, vamos —Tony desvió su mirada, tosiendo un poco.

—No miento, lo has hecho en un tiempo admirable. Mira que montar este laboratorio súper secreto...

—No es mío, ya estaba aquí mucho antes de que llegáramos.

—¡ROGERS! ¡HAY QUE CELEBRAR! —llamó el coronel Phillips al bajar para alcanzarlos.

Steve ya no pudo preguntarle al millonario a qué se refería con eso de que el laboratorio estuviera ya montado antes de que ellos llegaran. ¿Quién lo había usado? Las botellas de champán fueron destapadas y vaciadas en copas repartidas por diferentes manos que hicieron un brindis por el renacuajo Rogers. Aún faltaba una prueba, de vuelo, así que una vez que todos terminaron sus copas prepararon el techo que se abrió para que el rubio entrara de nuevo en su armadura y saliera volando. Esta vez fueron los pelotones alrededor de la base bajo la cual estaba el laboratorio, quienes vitorearon aquella enorme armadura que fue la promesa de un cambio en la guerra. Bucky dio un fuerte abrazo a su amigo cuando lo vio bajar de aquella armadura, invitando a los demás a una porra improvisada para él.

—¡ROGERS! ¡ROGERS! ¡ROGERS!

Más champán con algunos bocadillos fueron repartidos, la euforia de Steve duró lo suficiente para resistir su primer combate real cuando fueron al sur de Inglaterra donde grupos nazis ya tocaban las playas. El país ya había enviado bombarderos para volar los caminos principales de toda Francia con el objetivo de alentar el avance alemán, lo que ocasionó un contraataque por parte del Tercer Reich. La segunda pelea del rubio fue en costas francesas, abriendo paso a sus compañeros, entre ellos a Bucky Barnes quien era su mejor francotirador. Siempre tras él, luego de volver de la batalla, estaba Tony quien revisaba los daños que hubiera sufrido la armadura como el pecho de Rogers en busca de algún signo que indicara un síntoma adverso por el contacto con el Ojo de An.

—Tony, deja, estoy bien. ¿Por qué no puedes creer que lo has hecho bien?

—Porque es demasiado bueno para ser verdad.

—O quizá hay algo más.

—No entiendo.

—Simple —Steve alcanzó una mano del castaño que apretó antes de besar sus nudillos— Lo leí en tu bitácora y me lo dijiste después, el oricalco reacciona con el espíritu que lo porta. Tú usas parte del oricalco en tu pecho, no te ha hecho daño, todo lo contrario. El Ojo de An está hecho de lo mismo.

—Y ahora debería quemarte entero por vanidoso, soldado Rogers.

El rubio rió, sin soltarle todavía. —¿Sabes? Es una buena manera de mantenerme siempre haciendo lo correcto.

—Ellos van a atacar con algo igual, lo presiento.

—Tranquilo, podré con ello. Tengo la mejor armadura hecha por el mejor inventor.

—Cielos, Steve.

—¿Qué? ¿Pensabas que solo tú sabías adular para seducir?

—Me equivoqué al pensar que ese desmayado en la arena era un chico tímido.

—Dime que no te gusta y dejaré de hacerlo.

—Tramposo.

—No, sincero.

Tony le miró, rodando sus ojos. Algo estuvo por decirle, más una vez más fueron interrumpidos por Rhodey quien venía a decirles de una nueva misión. Habían dado con un grupo que llevaba un mensaje de Francia a Alemania con urgencia, pero estaban más protegidos que el mismo Hitler.

—Sea lo que sea, tiene que ser importante.

—¿A dónde sería el punto de extracción? —quiso saber el rubio.

—Polonia.

—No, no —Tony sacudió su cabeza, volviéndose a Steve siendo ahora él quien sujetara su mano— Ahí...

—Debo hacerlo.

—¡No habrá manera de darles apoyo si algo sale mal!

—Tampoco pienso quedarme de brazos cruzados viendo a otros hombres arriesgarse peor que yo por la misma causa, Tony. Son mis compañeros, mis soldados.

—Le haré a Bucky un arma especial. Si va a cuidarte el trasero, que sea con poder.

—Ese es mi genio aventurero.

—¿Pueden seguir su romance para otra ocasión? —bromeó Rhodey, haciendo que ambos se soltaran con un ligero sonrojo en sus rostros— Teniente Steve, el coronel Phillips te busca.

—Gracias, Rhodey.

Para Bucky fue igualmente una misión suicida. Polonia era dominio nazi y era como entrar a la madriguera de un oso en invierno. La aparición de Clint Barton en la junta con el coronel para confirmar que llevaban información ultra secreta terminó por decidir a Steve. Sí o sí debían interceptar aquel convoy nazi a toda costa, antes de que nuevos movimientos de los alemanes fuesen a ganarles más terreno como estaba sucediendo en Francia. Tony estaba dándole los últimos retoques a la armadura cuando el rubio fue a buscarle al taller que montaba conforme quedaban más cerca de la zona de peligro entre cada avance.

—Tony.

—¿Steve?

Este le miró fijamente y sin más tomó por la nuca al castaño para darle un beso. Quizá fue torpe al principio, pero nunca indeciso o tímido. Al principio, Stark se quedó de una pieza, tirando la llave que estaba sujetando en esos momentos, sentado en un banquillo mientras que Steve estaba de pie, ligeramente inclinado sobre él. Las manos del millonario supieron qué hacer antes que su dueño, correspondiendo al gesto que se convirtió en una secuencia de besos desesperados, más apasionados conforme ambos fueron gateando a ese catre que fue testigo del intercambio de caricias nerviosas, a veces arrebatadas. La ropa que cayó al suelo, los gemidos o jadeos de ambos que terminaron en susurros que murieron con la noche. Steve se dio cuenta que ya se había acostumbrado a despertar y ver siempre un techo diferente en un lugar diferente, solo por esa vez, al ver a Tony durmiendo boca abajo completamente perdido en el mundo de los sueños, quiso que luego de la guerra los techos que viera siempre fueran el mismo. Junto a ese hombre tan alocado como misterioso.

—Volveré —le susurró Steve antes de levantarse.

Los cielos azules fueron más grises conforme se acercaron a Polonia, esquivando los poderosos cañones nazis que intentaron derribar el avión donde iban sus Comandos Aulladores mientras que Steve se dio a la tarea de derribarlos. Por informes de Barton, solo tenían conocimiento de la última ubicación en la que estaría el convoy antes de que tomaran un avión y los perdieran en cielo alemán. Una zona devastada, llena de ruinas y cuerpos en las calles. El grupo del rubio descendió en sus paracaídas, sin que nadie viniera a darles la bienvenida con lluvias de balas. Rogers no se confió, mirando desde el cielo en busca de alguna amenaza. Un golpe en su pecho lo envió al suelo. Los cañones de largo alcance trataron de hacerlo trizas mientras corría a donde se habían refugiado los demás.

—¡Están cien metros adelante! —exclamó Bucky, cubriéndose de una explosión— ¡Si no los pescamos ahora no lo conseguiremos si cruzan detrás de esos jodidos cañones!

—¡A mi señal! —rugió Steve, olvidando ese dolor en un costado para correr.

Tony le había puesto unos cañones con fuerza de propulsión en sus manos igual que en el pecho, usando como fuerza la energía del Ojo de An. No tenían el largo alcance de aquellos cañones, pero su vuelo sí. Sin aquella amenaza sobre ellos, los Comandos Aulladores alcanzaron el convoy en un fuego cruzado al que luego se unió el rubio cuando el último cañón cayó. Un grupo de cuatro personas salieron del vehículo blindado buscando huir, todos usaban el mismo traje negro de la SS, pero los ojos de Steve notaron una silueta que supo no era de un hombre. De un salto los alcanzó, recibiendo de lleno los balazos de los soldados protegiendo aquel grupo. Su guantelete arrancó el casco y capucha que llevaba la curvilínea figura que reveló sus inigualables cabellos rojos.

—Tú... —siseó Rogers, rechinando sus dientes.

Los otros tres soldados fueron lanzados contra un muro cuando intentaron salvar a la rusa, quien abrió sus ojos al verse amenazada por aquella enorme armadura y ese cañón de una mano a punto de convertirla en cenizas.

—¡Espera! —Natalia levantó ambas manos en son de paz— Tengo información que puede servirles.

—Lo sabemos —gruñó el rubio.

—Pero lo que no sabes es que no me llevaban para protegerme, sino para ejecutarme. Esta información la robé para ustedes.

—¿Y crees que te voy a creer?

—¡UNA AVANZADA! —gritó uno de los Comandos.

Steve maldijo al mirar alrededor, estaban a la vista sin un refugio cercano. Un pelotón nazi estaba rodeándolos con tanques y ametralladoras. La pelirroja tiró de un brazo con fuerza para llamar su atención.

—Sé que no nos conocimos en la mejor forma. Pero no miento en esto, no ahora. Jamás estuve del lado del Führer, Rogers, siempre trabajé como agente doble.

—Lo que sabes te está salvando de que no te rompa el cuello ahora mismo.

—Entiendo por qué estás furioso, si tan solo supieras que es mi razón para haberme arriesgado tanto a robar lo que sé a costa de que me torturaran y ejecutaran.

Justo en esos momentos llegó Bucky, quien se quedó boquiabierto al ver a la espía. Dejaron reclamos como preguntas para después porque el ataque fue sin misericordia. Steve protegió a todos con su armadura, pensando en una manera de moverse sin que sus amigos y esa rusa no terminaran ejecutados por las balas que estaban lastimando el metal de su armadura. Hubo un silbido, que ellos conocían porque era el que usaban las fuerzas inglesas para dar su ubicación. Todos se volvieron a un costado, viendo un escudo danzar en el aire y romper los cañones de los tanques en círculo antes de volver a su dueña. Una mujer de cabellos castaños, alta, fuerte que llevaba un uniforme azul con la bandera de Gran Bretaña en su pecho.

—¿Necesitan una mano, chicos? —sonrió Peggy Carter.

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