Capítulo 36

--------------------------------------------------Dos semanas después-------------------------------------------------

Abrí los ojos de golpe al escuchar el llanto de Claudia, miré el reloj y bufé, domingo 15 de marzo de 2009, cinco quince de la madrugada, genial, una noche más sin dormir bien. Corrí hacia su habitación y encendí la luz, ahí estaba ella en su cuna, llorando y retorciéndose levemente, descargando todas sus fuerzas en su potente llanto. En cuanto la tomé en brazos lloró aún más fuerte, por lo que la dejé ahí mismo. Se paró apoyándose en el filo de la cuna y me miró desesperada, parecía que me quería decir algo.

—¿Qué te pasa? —susurré pero no hizo nada, y era obvio, no me iba a responder porque aún no sabía hablar

—Papá... Papá —decía con dificultad

—¿Qué tienes, hija? ¿Qué tienes? —ya me estaba preocupando, nunca antes había pasado esto

Toqué sus mejillas, estaba hirviendo, solté un sonido de asombro y de inmediato corrí al teléfono. Marqué el número de un doctor y le expliqué lo que Clau tenía, como respuesta me dijo que la llevara a su consultorio, por lo que rápidamente me coloqué un jean, una casaca negra y unos zapatos deportivos. Corrí de vuelta a la habitación de la bebé, guardé lo necesario en la pañalera y le puse un poncho a Claudia para el frío, no perdería el tiempo colocándole otra ropa. Nuevamente lloró más fuerte cuando la cargué, pero no tenía remedio, debía hacerlo así no quiera. Bajé rápidamente las escaleras y salí a la calle a buscar un taxi.

***

—Mírelo usted mismo —me dijo el doctor enseñándome los brazos de Claudia

—¿Qué cosa? —pregunté intentado descifrar a qué se refería

—Quemaduras

Abrí los ojos como platos y mi boca tomó la forma de una O, era verdad, sus brazos estaban teñidos en un ligero color rojo, mientras que parte de su hombro estaba blanca.

—Normalmente esto se da cuando a los niños se los expone mucho tiempo al sol sin ningún cuidado

—¡Pero siempre le pongo protector solar antes de salir! —exclamé y él continuó revisando a mi hija

—Entonces debe ser porque la piel de su niña es sensible, por lo general ocurre en los bebés de un año o dos, ¿cada cuánto tiempo sale con ella a la calle?

Todos los días, carajo.

—Amm, pues... no es una cosa que digan que bruto cuánto que sale a broncearse esta niña... mmm, yo diría que unas cuatro veces a la semana

—¿Lo ve? Imagínese si saliera todos los días —tragué saliva—. Debe evitar sacarla a la calle por lo menos por una semana, nada de salidas, nada de sol, nada de eso

—¿Y si no lo hago qué pasa? —pregunté con la voz temblorosa

—Puede experimentar quemaduras más graves, así que sea precavido que aún es pequeña, en el futuro podría experimentar problemas más graves

Asentí con la cabeza mientras acariciaba la cabeza de mi hija. Dios, ¿por qué a mí me pasa todo esto?

***

El timbre de una vídeo llamada proveniente de la computadora que se encontraba a mi lado interrumpió mis pensamientos, por lo que me levanté de golpe para contestar. Era Kaya.

—¡HOOOOOLAAAA! —escuché su grito y sonreí

—Hola Kaya, ¿cómo has estado?

—¡BIIIIEEEEN! —gritó mientras giraba en una silla con rueditas—. ¿Cómo vas con...? ¡AAAAAAH! —solté una carcajada al ver que se cayó de la silla—. ¡No te rías, tonto! ¿Cómo vas? ¿Ya conseguiste empleo?

—Sí, y es todo un desastre —dije tomando mi rostro

—¿Por qué?

—Porque trabajo sosteniendo un estúpido cartel que no atrae a ningún cliente, parado ocho horas, con un sueldo escaso, con mi pobre hija aburrida a mi lado y propensa a que le ocurra un accidente, primero casi le pisa un auto, después se quemó con el sol y tengo que ponerle una crema que me costó un ojo de la cara, y ahora que no tengo con quien dejarla para que se cuide del sol, pues estoy jodido

—Pero, ¿y Ki? Escuché que le cambiaron el turno en la carnicería

—¿No lo sabías? Regresó a Corea hace unos días

—¡No me ha contado nada! —exclamó indignada mientras colocaba su mano sobre su pecho, yo solté una risita

—Para que veas que ahora todos me abandonan

—No digas eso

—¡Es que estoy solo! —exclamé con la voz entrecortada

—Tranquilo Dylan —su cara de preocupación me ponía peor

—Tengo miedo, ¿sabías? Estoy en esto solo, soy joven y... y... y... —me quedé callado sin saber qué otra cosa decir

—Haré algo, ¿sí? Te lo prometo

—No te molestes, Kaya, ya has hecho mucho por nosotros

—No Dylan, los amo y haría cualquier cosa por ustedes, siempre que esté a mi alcance

Asentí con la cabeza con una sonrisa y continuamos hablando sobre cualquier estupidez, quería olvidar todo por lo menos hablando con ella, a veces cuando reías con las personas que más amabas, olvidabas por un momento todos los malditos problemas que atormentaban tu día a día. Y eso hacía Kaya en ese momento, siempre velaba por la felicidad de los demás, si estaba triste, buscaba la manera de sacarme una sonrisa y de que olvidara mis problemas.

Por lo menos por unos minutos, luego, cuando se iba, todo volvía a su normalidad, la soledad regresaba, por más que tuviera a Clau a mi lado, me sentía solo y odio decirlo, pero por más que lo odie en estos momentos, necesitaba a Thomas de regreso, o por lo menos saber que estaba bien.

***

—Hola Héctor, soy Dylan —dije por el teléfono en cuanto mi jefe contestó—. Mira, no puedo ir a trabajar hoy, mi hija...

—¡¿Cómo que no puedes venir?! —tuve que alejar el teléfono porque me había gritado muy fuerte, era increíble la capacidad que ese hombre tenía para enfadarse en un santiamén 

—Lo siento, pero mi bebé está enferma y...

—¡No has venido desde el lunes! ¡Llevas faltando cuatro días! ¡Déjala con una niñera y ya! —me interrumpió furioso—. ¡Tenemos una reunión importante!

—¡¿Y acaso yo soy importante?! ¡Sólo cargo una estúpida flecha!

—¡De igual manera te necesitamos!

—Lo siento Héctor, pero no puedo ir, mi hija es mi prioridad

—Entonces si es así, estás despedido —dicho esto colgó y me dejó con la boca abierta

—No... —susurré y volví a marcar—. No, no, no, no, Héctor no me hagas esto —de pronto sonó un tuuuu proveniente del  teléfono y de inmediato me envió al buzón de voz—. ¡Carajo! ¡Sólo es un jodido día! ¡No sé por qué exagera tanto! —dejé con furia el teléfono en su sitio y giré encontrándome a una Claudia con los ojos abiertos como platos observarme atenta

Suspiré y me senté en la cama, genial, otra vez desempleado.

Mi pequeña gateó hacia mí y me abrazó, como si hubiese adivinado que me encontraba mal y lo único que necesitaba era un abrazo de ella. Sonreí y besé su pequeña frente.

—Te amo hija —le susurré y ella me sonrió, mostrándome sus encías vacías y su único diente que crecía en ellas

Se sentó sobre mi regazo, quedando frente a mí y mirándome a los ojos, soltó un balbuceo mientras hacía un esfuerzo para tocar mi nariz, en lugar de ayudarla tomé sus cachetes y los aplasté ligeramente hasta que su cara se mostrara muy graciosa. Rió en esa posición mientras babeaba sobre mis dedos, provocando que una pequeña risita se escapara de mis labios, se veía muy cómica así.

En medio de nuestros juegos de padre e hija, las luces se apagaron, levanté mi cabeza y la giré hacia varias direcciones para averiguar qué había pasado. Solté a mi hija y la dejé sentada al lado de varias almohadas como fuerte para que no se cayera por lo oscuro que estaba. Corrí al interruptor y lo pulsé, la luz no se encendió, volví a pulsarlo, nada.

—¿Qué quieres de mí? —pregunté mirando el techo—. ¿Por qué me castigas así?

Automáticamente me sobresalté al sentir que algo se abrazaba a mi pierna, obviamente sabía que se trataba de Claudia, por lo que la cargué y salí del departamento con ella. Caminé hacia el departamento de Bruno -que es el más lujoso de todos los que hay aquí- y toqué su puerta. Segundos después salió alegre con unas gafas de sol y su típica sonrisa burlona.

—¿Hola? —me saludó extrañado bajando sus gafas—. ¿Puedo ayudarte en algo?

—Bruno, ¿cortaste la luz?

—No, ¿por qué?

—Porque no tengo luz en mi departamento

—Pues no, yo no toco esas cosas para nada, mi papi es el encargado de eso, de seguro la empresa eléctrica te cortó la luz porque no has pagado

Bajé la vista pensando, ¿me había olvidado de pagar la luz?

Carajo sí.

—Ya lo recordé, iré a pagar, gracias Bruno —le sonreí y él cerró la puerta

Puta madre, primero el trabajo, y ahora la luz.

—Bueno Clau, vayamos a pagar la luz

***

Regresé a casa cerca de las cinco de la tarde y automáticamente me llegó una sensación de alivio porque no estaba trabajando, ya sé que no debería sentirlo, pero joder, era demasiado cansado y a Claudia le afectaba. Caminé a la cocina y pulsé el botón para encender la luz, sin embargo ningún foco se encendió, bufé y me apoyé en el mesón, ¿por qué se demoran tanto en regresar la maldita luz?
Negué con la cabeza y busqué una vela entre todos los cajones. Lava platos, cucharas, jabones, toallas, había de todo excepto lo que necesitaba. Me encogí de hombros al encontrar un cirio, no importaba, de todos modos me proporcionaba luz. Dejé el cirio en el mesón y comencé a preparar la cena, pude notar como Claudia observaba atenta la mecha del cirio. Mientras picaba un tomate escuché el tin-tin de mi celular, sonido que me hacía saber que un nuevo mensaje había llegado. Me lavé las manos y corrí hacia él, lo desbloqueé y abrí el mensaje, maldije internamente al ver que el emisor era Amanda.

"Buenas tardes señor Dylan O'Brien, el motivo de mi mensaje es para comunicarle que mañana en la noche pasaré por su hogar para realizar la respectiva visita que le corresponde a su representada, Reina Claudia. No olvide lo que habíamos hablado la cita anterior, espero que el señor Sangster sea puntual. 

-Amanda"

Me pasé las manos por el cabello y solté un gran suspiro, las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos, sin embargo no quería llorar, no habían razones, bueno algo así, el estrés y la preocupación me consumían, sabía que me quitarían a Claudia al verme desempleado, sin Thomas y sin luz (si es que no regresa hasta mañana). Miré a Clau, quien jugaba alegremente sobre la alfombra de la sala con su unicornio de peluche, y no pude evitar sentir pena por ella, ¿a dónde iría? Era muy pequeña como para no vivir en un hogar en donde la mimen y la consientan como yo lo hago. Mordiendo mi labio me acerqué a ella y la abracé para después romper en llanto. La cargué y ella recostó su cabeza en mi hombro, un tanto preocupada por mi repentino cambio de humor. Pensaba y pensaba con la vista clavada en la nada, no quiero que me la quiten, no puedo dejar que se vaya, pero ¿qué podría hacer un chico como yo? No tengo nada, ni siquiera el apoyo de mis padres, por un momento quería que Thomas estuviera aquí, incluso estuve a punto de llamarlo para pedirle ayuda, pero no, no debo hacerlo.

Definitivamente necesito un milagro.

De pronto, el tono de llamada de mi celular me distrajo de mis pensamientos, ¿y ahora qué? Pensé. Me sentí un poco más tranquilo al ver que la dueña de la llamada era Kaya.

—¿Hola? —dije con cierto dejo de desánimo

—¡DYLAN! —tuve que alejar el celular de mi oreja debido a su grito

—¿Qué ocurre? ¿Por qué me gritas?

—¡¿Recuerdas que te dije hace unos días que te ayudaría?!

—Sí —por Dios, que sea lo que estoy pensando

—¡TE CONSEGUÍ EMPLEO!

DIOS, GRACIAS.

—¡¿DE VERDAD?! —ahora yo gritaba

—¡SÍ!

—¡¿DÓNDE?! ¡¿HACIENDO QUÉ?! ¡¿CUÁNTO ME PAGARÁN?!

—¡MILLONES, DYLAN, MILLONES!

—¿Qué? —mi tono de voz cambió repentinamente

—¡Te conseguí trabajo como actor! ¡Vas a actuar en una serie llamada Teen Wolf!

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¿A que no se la esperaban? Jsjs amo lo que sigue :')

Nos vemos en el próximo cap *c va en una almohada voladora*

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