Epílogo

Nunca creí que cuidar de una adolescente sería igual de duro y difícil que cuidar de una bebé. Y es que, el período, (que traía consigo cambios de humor), el cambio de niña a adolescente, la pubertad, el pudor, el "pas, ¿me compran maquillaje, por favor?" y luego el "quiero llevar mis juguetes al ático para guardar mi maquillaje en mis muebles" "pas, ¿puedo salir con mis amigas?" "¡Los odio, nunca me dejan hacer nada!" "¡Ya no soy una niña, dejen de controlarme!".

Uy no, ser padre es una responsabilidad tan grande incluso cuando creemos que su cuidado ya no está en nuestras manos.

El período de Clau no solo era una pesadilla para ella, oh no, Joe y yo también padecíamos, de hecho, teníamos un calendario colgado en el refrigerador, en el cual marcábamos mensualmente cuándo llegaría su período y de esa manera estar preparados física y psicológicamente. Clau era como una ardilla hibernando cuando el famoso Andrés la atacaba, lo único que hacía era encerrarse en su habitación y no salir nunca, el mal humor se apoderaba de su cuerpo el primer día y la obligaba a hacerse bolita con su cobija favorita sobre su cama y permanecer encerrada todo el tiempo. Joe y yo siempre solíamos llevarle su comida a la cama, para que se sintiera mejor por los molestosos cólicos que la ajetreaban, incluso acostumbrábamos a comprar un bote de Nutella para degustarlo junto a ella mientras veíamos televisión. Oh sí, esos tiempos jamás los olvidaré, lo más tedioso era escoger un paquete de esas toallas de entre todos los mil tamaños, colores y formas.

Ahora tenemos a la pubertad, aquella etapa donde llega la famosa "edad del burro" y debo decir que a Clau le pegó muy fuerte cuando esta inició. Las espinillas, Dios, fueron un dolor de cabeza a sus trece años, hasta que le conseguimos un buen dermatólogo. Lo peor fue cuando llegó con nosotros diciendo que sentía su pecho inflado, sin embargo, cuando quisimos ver qué le ocurría y de esta forma ayudarla, jamás quiso enseñarnos lo que había bajo su camiseta, y es que semanas antes había tomado la decisión de vestirse sola. Aquí entra nuestro queridísimo amigo: "el pudor", quien nos alejó un poco de mi hija a partir de sus trece años. Ya no quería dormir más con nosotros, no quería que la bañásemos, ni vistiéramos, era un cambio total que debíamos respetar.

"Ya no es una niña, Joe" le repetía constantemente a mi esposo.

Recuerdo cuando descubrimos que a Clau habían comenzado a crecerle sus pechos, Lucy nos acompañó al centro comercial para comprarle sus primeros brasieres a Claudia, quien no dejó que la acompañáramos a los vestidores para probárselos, sino pidió que su tía le ayudara y enseñara. Gracias al cielo teníamos a Lucy, Adria y Mel, de no ser por su ayuda, hubiésemos sufrido mucho con la pubertad.

Pero fue una tarde en la que Clau quiso ahorcarnos por haberla avergonzado, y es que ella tenía 13 años cuando esto pasó:

Ella y Sam se encontraban en el patio haciendo un trabajo de su colegio. Pintaban alegres mientras jugaban con Shaggy, quien no paraba de lamer su cara y molestarlos para que lo mimaran. En cambio, Joe y yo limpiábamos la planta alta al ritmo de una canción de Queen. Aunque debo especificar que el único que estaba limpiando era yo, porque Joe solamente se dedicaba a comer y bailar mientras me observaba hacer todo el trabajo.

-¡Joe, por Dios si vas a quedarte ahí parado por lo menos deja de ensuciar! -chillé en cuanto vi que tiró una envoltura de chicle de fresa detrás de un armario de Clau, una mala costumbre suya que hacía para no ir al basurero.

-Ups, perdón, Benny -sonrió tímidamente y se agachó para recoger su basura-. Ey, ¿y esto? -preguntó enseñándome un aro con forma de eclipse.

-No lo sé, será alguna de esas cosas raras de mujer que no sabes para qué sirven -respondí levantando una ceja.

-Quizá -susurró mientras colocaba el aro sobre su cabeza y lo movía de arriba hacia abajo.

-Vayamos a preguntarle, porque estoy a punto de tirarlo a la basura.

-Creo que es lo mejor, porque si lo tiras sin preguntar, te hará la tercera guerra Mundial.

Entonces tomó mi mano y juntos fuimos escaleras abajo para ir con nuestra hija e interrogarle sobre lo que habíamos encontrado en su habitación. En cuanto salimos al patio, Shaggy se nos acercó moviendo su colita, esperando ser acariciado por ambos.

-Hola, pas, ¿qué pasó? -preguntó Reina mirándonos.

-Tu papi trae puesto un delantal -escuché el susurro de Sam, quien guardó silencio en cuanto lo miré enfadado.

-¿Nos puedes explicar qué significa esto, jovencita? -le interrogó Joe enseñándole el aro-. ¿Es algún aparato que usan los milenials para autocomplacers...?

-¡Joe! -lo reprendí cubriendo su boca, Clau y Sam nos miraron raro-. Dinos, Clau, ¿qué es?

-Ah... no creo que pueda -habló nerviosa, su rostro comenzaba a tornarse rojo.

-¡Reina Claudia, en serio te mastu...!

-¡Joe, por Dios cállate! -le grité enfadado, no podía creer que pensara eso de nuestra hija-. Reina, solo queremos saber si tiene importancia o no para tirarlo a la basura.

Clau solo se acercó con la cara roja de la vergüenza y susurró: -Es el aro de uno de mis brasieres.

-¡¿El aro de tu brasier?! -chilló Joe y Clau colocó su índice sobre sus labios para que se callara-. ¡Creí que era de esas cosas que te quitaban el estrés! -y en seguida colocó el aro sobre su cabeza y lo movió verticalmente.

-¡Papá! -exclamó Reina roja como un tomate-. Les sugiero que la próxima tengan una duda sobre mis cosas me lo pregunten cuando Sam no esté aquí -nos susurró muy enojada.

-Perdón, cielito -se disculpó mi esposo aún con el aro moviéndose sobre su cabeza.

-¡Papá, basta, tira eso! -entonces se lo quitó de las manos y lo echó al bote de basura.

Sí, ese día Clau se enojó mucho con nosotros.

Desde sus catorce años Claudia comenzó a pedirnos permiso para salir con sus amigas del ballet. Claro que nos alegraba que por fin tuviese verdaderas amistades que no la juzgaban, pero... ¡Esa muchacha quería salir cada que respiraba! Y recuerden que Joe y yo juramos cuidarla con nuestra vida desde que su propia madre la secuestró en nuestra casa, así que no cedíamos tan fácil. Cada que le negábamos una salida, hacía berrinche y se encerraba en su habitación junto a Shaggy. Lucy, siempre venía a casa cada que se nos presentaba una situación como esta y hablaba con ella, puesto que entre mujeres se entendían mejor. Más tarde Clau salía de su cuarto y se disculpaba con ambos, diciendo cuán agradecida estaba de que la cuidáramos tanto.

Pero hubo un día que nunca olvidaría: Clau de quince años llegó del colegio muy emocionada para contarnos a medio almuerzo que sus amigos organizarían un viaje a la playa, y obviamente nos pidió permiso. Joe se negó por completo y yo imité su acción, nuestras excusas fueron que no la dejaríamos ir sola a menos que las autoridades de su academia organizaran el viaje. En ese momento Reina explotó, nunca la había visto tan enojada, recuerdo claramente que nos gritó cosas horribles como: "¡Son igual que mi mamá, no me dejan hacer nada!" "¡Los odio, ya no quiero vivir aquí!". Y mejor no sigo porque no quiero que la odien. Ese día la castigamos y no le permitimos salir durante dos meses ni ir a su famoso paseo al cual su querido amiguito Sam iría. Claudia no nos habló durante una semana, y el día siete a media cena salió el tema de aquel paseo, ante esto, ella soltó un: "Mis amigos regresaron sanos y salvos, no les pasó nada y sus papás les dejaron ir a todos. Y ustedes, par de paranoicos me negaron esa salida, no saben cuánto los odio." Después de eso la volvimos a castigar, un mes más sin salir, sin celular y sin Sam en la casa. Nuevamente, Reina no nos habló por más de una semana, pero su ley del hielo terminó hasta que un día me escuchó hablando con Joe sobre un viaje a Australia que debía hacer, porque me habían contratado para una serie de suspenso. Me quedaría seis meses ahí, o quizá más tiempo por lo complicado que a veces resultaba la grabación de una serie. Joe lo comprendió, pues él más que nadie, sabía lo que implicaba una oportunidad así, y no era egoísta como para pedirme que no me fuera, total, solo eran seis meses y podíamos comunicarnos por vídeo llamada. Solo fue escuchar un débil sollozo desde la puerta para girar nuestras cabezas y ver a nuestra rebelde hija llorando en la entrada.

-Papi... -susurró apenas, a continuación, se nos acercó corriendo y me abrazó con fuerza-. ¿En serio te irás tanto tiempo?

-Tengo que hacerlo, Reina, es una buena suma de dinero y tu papá y yo debemos reunir para pagarte una buena universidad -miré a Joe y este asintió-. Solo serán seis meses, tranquila.

-No... papi, no te vayas -entonces se abrazó más a mi cuerpo.

-¿Y tú no nos odiabas? ¿O se te reinició el Windows? -interrogó mi esposo.

Claudia miró a Joe con lágrimas en sus ojos, luego bajó la mirada y sollozó.

-Lo siento... soy la peor hija del mundo, no sé por qué me porto así con ustedes si sé muy bien por lo que hemos pasado y solo quieren que esté bien, perdónenme por favor.

-Oh, mi Reina, aceptamos tus disculpas, pero no quiero que lo vuelvas a hacer -entonces Joe la sentó en su regazo y la meció como cuando era una bebé-. A veces quisiera que nunca hayas crecido, antes no eras tan rebelde.

-Ya sé, papá, perdón -Claudia se abrazó a su cuello y sollozó.

-Ya, mi amor, no llores, shhhh.

-Quiero ver a Flor otra vez, llévenme con ella.

-¿Tu psicóloga? -ella asintió ante mi pregunta-. Si te hace sentir mejor, está bien.

-Los amo -besó nuestras mejillas y continuó llorando, sonreí al recordar a mi bebé Claudia que lloraba por todo.

Ese día, Clau no se despegó de ambos para nada, de hecho, durmió en nuestra cama después de muchos años de no hacerlo. Y el día en el que debía irme, no se despegó de mí para nada, ni siquiera nos dejó un momento a solas a mí y a Joe para despedirnos bien, ya saben a lo que me refiero...

Joe conducía nuestro auto, y Clau y yo íbamos en los asientos de atrás, puesto que no quería soltarse de mí para nada. Pero fue cuando llegamos al aeropuerto, su cara estaba pegada a mi brazo y sus brazos lo rodeaban con fuerza. Comenzó a llorar cuando me llamaron a mi vuelo, me abrazó fuerte, después de que Joe y yo nos diéramos los últimos cariñitos, y cuando me alejé de ambos aún podía escuchar el débil llanto de mi hija. Mientras entregaba mi boleto, giré para mirarlos por última vez, ahí fue cuando Clau corrió hacia mí para abrazarme. Solté una risita y correspondí a su abrazo.

-Te amo, papi -susurró.

-Y yo a ti, Reina. Eres mi tesoro.

-Su boleto, señor, ya puede ingresar -dijo el hombre que me estaba atendiendo, mientas me entregaba el pedazo de cartón que me permitiría subir al avión.

-Ve con, papá, Reina, te amo -entonces deposité un beso en su frente y fui directo a mi avión.

La estadía en Australia fue sumamente agradable, debo decir que al principio se me hizo muy complicado adaptarme al cambio de horario, ya que acá eran catorce horas más tarde que en Estados Unidos. Todas las noches, antes de ir a dormir, recibía una hermosa solicitud de una vídeo llamada por parte de mi hija y mi esposo, de vez en cuando Gwil, Lucy o Rami se colaban a la llamada y me saludaban. El tono de llamada siempre retumbaba en las bocinas de mi celular a las doce de la noche, deslizaba mi dedo en la pantalla y miraba a los dos amores de mi vida saludarme bajo el bello sol de las diez de la mañana en USA. Por lo general hablaba con ellos durante una hora, o incluso menos, lo que me permitía el cansancio, puesto que a veces no dormía por memorizar los guiones o por ir a trabajar temprano. Odiaba quedarme dormido a media llamada, era el único momento en el que los podía ver y no podía mantenerme despierto, siempre me disculpaba con ambos, mas ellos me regañaban por pedir perdón.

Pero fue un día cualquiera, el tercer mes en Australia para ser exactos. Me habían dado el día libre y lo único que quería hacer era descansar un momento en el departamento que estaba rentando. De repente escuché que alguien tocaba la puerta, y cuando fui a abrir, mis dos personas favoritas me abrazaron con muchísimo amor. Recuerdo que aquel momento lloré mientras los apretaba contra mi pecho y besé los labios de Joe con desesperación, de verdad me habían hecho muchísima falta. De lo emocionado que estaba, ya ni quería quedarme en casa, no dudé ni un segundo en ir por mi auto para llevar a mi familia de paseo por Australia. Aquella tarde fuimos a un parque, donde Clau quedó maravillada y nos pidió que le tomáramos un par de fotos para subirlas a Instagram, red social con la que estaba muy obsesionada. Joe tomó la cámara y capturó varias fotos, mientras Clau posaba sonriente frente a ambos. No pude evitar copiar su sonrisa, me alegraba verla tan contenta, porque al parecer, las citas con Flor estaban haciendo efecto en ella de una manera muy gratificante.

-Yo quiero, Joe -entonces le quité la cámara e imité su acción, sintiéndome todo un profesional.

Sin embargo, cuando Clau vio las fotos, su reacción no fue la que esperábamos.

-No se molesten por lo que voy a decir, pero ninguna foto está enfocada, ¿tienen Parkinson? Porque todas están muy movidas.

-¿Cómo que movid...? Ok, sí son un asco, Benny, qué mal fotógrafo eres.

-¿Yo? Pero si las tuyas son las más movidas, que sea malo con la tecnología no quiere decir que sea un mal fotógrafo.

-Sí lo eres, papi -rio Clau-. Ambos.

Joe optó por pedirle a un joven que pasaba por ahí que tomara las fotos, con suerte, este aceptó gustoso y capturó unas fotos hermosas de mi hija, las cuales definitivamente colocaría en el álbum de fotos familiar.

Mi niña era tan hermosa, brillaba como una estrellita.

Y nuestra estrellita continuó creciendo hasta que la vimos con su birrete y toga en el día de su graduación, siendo la mejor egresada en francés de su promoción. Nunca olvidaré la emoción con la que Joe y yo la miramos pasar al frente en cuanto pronunciaron su nombre dentro de esta categoría, ambos gritamos contentos y nos abrazamos felices por ella, quien nos sonreía desde la tarima enseñándonos su diploma. Lucy lloraba al lado de Rami y Gwil se dedicaba a transmitir en Facebook la graduación de nuestra hija para que el resto de la familia pudiera verlo, ya que en el colegio de Clau no había espacio para todos sus cincuenta tíos. El momento en el que la vi lanzando el birrete hacia el cielo, las lágrimas empaparon mi rostro, sabía que todo cambiaría desde ahora, mi niña, mi pequeña bebé ya era una adulta.

Solo bastaron un par de semanas para que sintiera mi alma desaparecer de mi cuerpo, y es que Clau había aplicado en varias universidades para la carrera de danza, incluso algunas que se encontraban fuera del país y del continente, de las cuales, Joe y yo teníamos miedo de que le saliera un cupo en una de ellas. Pero la mala suerte estuvo de nuestro lado, ya que a Clau le salió un cupo en una de las Universidades de Artes más prestigiosas de Francia, junto a Sam, quien estudiaría teatro. Cuando corrió contenta hacia nosotros con aquella fina hoja de papel con su cupo asignado en ella, Joe y yo comenzamos a llorar de inmediato, borrando así cualquier rastro de felicidad en nuestra pequeña. Al notar su tristeza, Joe la abrazó y le dijo que a pesar de que no quería que se fuera porque la extrañaríamos muchísimo, ambos estábamos muy orgullosos de ella porque este era el inicio de su gran sueño. Ese día los tres lloramos como nunca antes lo habíamos hecho. Preparamos un gran tazón de palomitas y vimos Bohemian Rhapsody. Desde ese día, Joe y yo nos comprometimos a pasar mucho más tiempo con ella, ya que se iría en un mes.

Y el día de su partida sentí que alguien arrebataba un órgano muy importante de mi cuerpo, lloramos de camino al aeropuerto y cuando la llamaron para abordar, incluso Shaggy también estaba ahí.

Joe fue el primero en abrazarla y sollozar fuerte. "Te amo, mi linda Olla" pronunció haciendo referencia al apodo que le habíamos puesto cuando era una bebé.

"Te amo, bola de pelos" fue lo que dije yo cuando me tocó abrazarla.

Clau sollozó y fue con Shaggy para abrazarlo, juntó sus frentes y le dio muchos besitos en su carita, su mascota aprovechó la situación para lamer su cara. Lo triste era que probablemente, cuando Clau terminaría sus estudios, Shaggy ya no estaría en este mundo.

-Mi cielo, sé que lograrás cosas increíbles, ve allá y demuestra que eres digna hija de Mazzello y Jones. Juntos te enseñamos a caminar, pero ya es momento que tú camines sola -Joe acarició sus mejillas mientras limpiaba sus lágrimas.

-Es cierto -me acerqué y los fundí en un abrazo a ambos-. Te enseñamos todo lo que necesitabas para este momento, ahora debes ponerlo en práctica.

-No saben cuánto los amo y cuánto extrañaré sus tonterías -musitó mi hija con la voz entrecortada-. Gracias por su apoyo incondicional, les debo muchísimo, ya verán que cuando termine mi carrera, les podré devolver todo lo que han hecho por mí.

Y ahí, en ese momento fue cuando Clau dejó de ser la bebé que necesitaba un empujón para caminar, ahora sería una adulta responsable de sí misma, y a decir verdad lo hizo muy bien, nunca dudamos de ella. Todos los días nos enviaba postales con fotos y regalos para ambos y cada uno de sus tíos.

La pequeña Reina Claudia había crecido y ahora era Licenciada en danza. Y esa licenciada en este momento alistaba su vestido para casarse con el niño de sus sueños: Sam.

Muchos pensaban que Clau sería bisexual u homosexual por nuestra influencia, mas nunca fue así, entiendan algo, la sexualidad no es algo contagioso ni hereditario, es algo que en verdad te nace en cuanto la persona correcta llegue a tu vida.

-Pas, tengo miedo -habló una Claudia de veintinueve años a punto de explotar en llanto.

-Reinita, tranquila -dije acomodando su velo-. Estás hermosísima todo saldrá bien.

-¿Y si no funciona? ¿Y si nuestro matrimonio acaba mal?

-Si te hace algo, ese hombre acabará sin bolas.

-Joe -lo reprendí.

-Cariño -intervino Lucy de pronto-. He estado con tus padres desde que tenían dieciséis años y en todo ese tiempo ambos llegaron a tener peleas muy fuertes y lo sabes. Pero a pesar de todas las cagadas que hacen, ambos se aman y su lazo es tan fuerte que superó cualquier límite, problema e incluso discriminación por parte de su familia, porque se aman sin importar el contexto, el amor que Joe siente por Ben es igual de enorme que el que siente Ben por Joe. No lo pienses demasiado, porque, ¿demasiados pensamientos?

-Generan ansiedad -completó Clau, esa era una de las típicas frases de su psicóloga.

-Exactamente, Bubú -le sonrió su tía y besó su frente-. Te amo.

-Y yo a ti.

-Muy bien, para que no se pierda la tradición -dijo mi esposo sacando una cajita de su bolsillo-. Aquí tienes, hija, un regalo de parte de tu padre y mío.

-¿Qué es? -ella tomó la caja y la abrió-. ¡No! ¡Es bellísima!

El interior de esa caja de terciopelo contenía una pulsera de oro de veinticuatro quilates que habíamos comprado especialmente para ella, era sencilla, un aro cubierto de diamantes y un rectángulo de oro en el que relucía su nombre: "Reina Claudia".

-Pas, es hermosa, me encanta.

-Sabíamos que te encantaría, mi Reina, tómalo como "Algo Nuevo" -le sonrió Joe.

-Ahora, algo usado -saqué de mi espalda a Corny y se lo entregué, hace mucho que dejó de llevarlo con ella para siempre y ahora se había quedado en nuestra casa.

-Awwww, papi -Claudia hacía mucho esfuerzo por contener las lágrimas.

-Algo azul -Joe le entregó una de sus mantas cuando era bebé.

-¡Y algo prestado! -exclamó Rami apareciendo de pronto con las manos detrás de su espalda.

-¿Qué traes ahí, tío?

-Tú último regalo, cielo -entonces sacó de su pipa que solía usar en el set de The Pacific.

-Owwww, Rami -exclamó Joe mientras veía a Claudia reír con su regalo, y es que ambos me contaron que lo que más anhelaba mi hija era usar la pipa de Rami, mas este nunca cedió y le tenía prohibido acercarse a ella.

-Te amo, tío, es el mejor regalo de la vida.

-Eh, eh, ¿y el nuestro? -intervine.

-¡Awww el suyo también lo es, vengan acá! -entonces nos abrazó con dulzura a todos.

Y así, nuestra pequeñita se casó esa noche, creo que este es el día en que más hemos llorado Joe y yo, sabíamos que ya nada sería igual como en el pasado, cuando Reina era una bebé, no, ahora ella abandonaría nuestro hogar y volveremos a ser dos tontos solitarios.

Joe:

Querida Claudia:

Dios, ni siquiera sé cómo iniciar esto. Te veo tan grande y no puedo dejar de maldecir al tiempo por pasar tan rápido, hace unos años eras una bebé que llegó por casualidad a nuestras vidas y ahora... formarás una nueva vida con alguien más.

Quiero que sepas, que no hay día en el que mire al cielo y diga: "Gracias por esta niña tan hermosa, gracias por haberla puesto en nuestro camino".

Porque me enseñaste paciencia, dulzura y amor, eres el rostro puro de la alegría y optimismo. No sabes cuán agradecido estoy por haberme sentado en primera fila para verte crecer, soy afortunado de haber estado presente en tus primeros pasos y en tus primeras palabras. Y luego todo fue un cuento maravilloso de aventuras y risas, porque juntos podíamos estar disfrutando de un enorme bote de helado, y en un instante ya nos encontrábamos en Marte jugando a los astronautas. Cada día a tu lado era un nuevo reto, sobre todo cuando eras una bebé, y es que, ¿cómo un adolescente tan torpe de 18 años iba a hacerse cargo de una responsabilidad tan grande? Fácil, con esfuerzo y amor. El amor que nos tuvimos era tan grande que sobrepasaba todo, jamás me di vencido ni un segundo cuando llorabas por las noches y no sabía qué hacer contigo, ojeras grandes lucían en mi rostro cuando iba al trabajo junto a ti, mas nunca me rendí, porque supe que todo lo hacía por ti, siempre se trató de ti y en darte un buen futuro, enseñarte de todo para que pudieses desenvolverte sola. Si ambos caíamos, ambos nos levantábamos siempre tuve ese lema, no había nada mejor que el amor que nos teníamos para solucionar todos nuestros problemas y tropiezos. Siempre pensaba que era un mal padre, pensaba que hacía las cosas mal, pero mírate, creo que no hice un mal trabajo después de todo.

Aunque no lo creas, me duele verte crecer y a mí envejecer, porque sé que ya nada será como antes, porque estoy perdiendo a mi pequeñita, a esa chiquilla que amaba ver Bob Esponja conmigo todas las tardes y me pedía que le leyera un cuento antes de dormir, una niña soñadora, cariñosa y sobre todo solidaria, que por más que no sea de mi propia sangre, la amo como si en verdad fuese mi hija.

Puede que te estés casando en este momento, que dejes nuestro hogar para formar uno nuevo, pero para mí siempre serás la tierna bebé que llegó en aquella canasta a mi casa, nunca olvidaré tu rostro asustado que pedía auxilio, desde ese momento supe que mi vida cambiaría para siempre, y vaya que lo hizo. Si pudiera retroceder el tiempo a esa noche, créeme que lo haría, una y otra vez y no cambiaría nada (bueno, quizás solo cambiaría el hecho de que Ben tuvo que alejarse de ambos para protegernos).

Ahora comienzas una nueva etapa, créeme que hice muchísimo esfuerzo para contener el llanto mientras te llevaba al altar junto a tu padre, y es que no puedo creer que todo pasó tan rápido, que esta película llena de momentos hermosos y devastadores transcurrió en un parpadeo.

Sé feliz, mi querida Reina y sobre todo, haz las cosas correctamente, siempre del lado del bien si quieres tener un buen futuro. Aunque sé que lo conseguirás, por todo lo que Ben y yo te hemos enseñado y por eso sé que el día en que yo me vaya, te miraré orgulloso desde donde sea que me encuentre.

Gracias por llegar a mi vida, cielo, te amo como no te imaginas y espero que siempre seas esa niña alegre de ojitos de mar que todos queremos.

Con amor, papá.

Terminé de escribir mi carta con mi rostro empapado en lágrimas, levanté la mirada y no pude evitar sonreír al ver a mi hija tan contenta siendo fotografiada junto a su esposo.

Mi pequeña...

-¡Ey! -la voz de Ben me hizo brincar-. ¿Terminaste tu carta, cielo?

-Sí, y no vuelvas a hacer eso, casi me matas de un infarto, viejo tonto.

-¡Oye! ¡Apenas tengo cuarenta y siete, respeta mis canas!

-Ya estás viejo -lo molesté.

-Tú también lo estás.

Reí y me le acerqué para besar sus labios.

-Te amo, Joe.

-Y yo a ti, viejo rubio.

-¡Deja de llamarme viejo!

-¡Síííí! -el grito de Sam interrumpió el inicio de nuestra pelea.

-Sí, ¿qué? -susurré.

-¡Voy a ser papá!

Todos los presentes soltaron un grito de festejo y se acercaron a Claudia muy emocionados para festejarla, a excepción de Ben y yo que nos quedamos anonadados sobre el banco en el que nos encontrábamos.

-Vamos a... ser abuelos -susurró Benny-. ¡Clau está embarazada!

-Yo lo mato... -susurré corriendo hacia Sam-. ¡Ven aquí, Samuel, te dije que vírgenes hasta el matrimonio!

-¡PAPÁ, DÉJALO! -Clau me persiguió.

-¡Ay, por Dios, Joe! -esta vez fue Ben, quien corría detrás de mí.

Sí, esta era mi familia disfuncional, que ahora crecería aún más. Y sin duda alguna Clau tendrá muchos consejos de sus padres para cuidar a su bebé.

Oh vaya, y ahora con un nieto puedo decir que Ben y yo siempre seremos Dos Tontos y Un Bebé.

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Ahora sí, todo ha terminado :') no olviden leer la siguiente parte porque les tengo un aviso muy importante jsjs, los quierooooooo <3

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