Capítulo 5
Permanecí sentado observando cómo se alejaba de mí, toqué mis labios y abrí ligeramente mi boca. Miré al suelo y luego a los demás actores, todos me miraban con pena, hice una mueca y me levanté para salir de ahí e irme corriendo a mi camerino, por suerte nadie me detuvo, y en serio agradecí eso, necesitaba estar solo para asimilar lo que había pasado.
Abrí la puerta y fui directo al sillón. Hundí mi cara en mis manos y suspiré, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos en grandes cantidades, odio deber y después terminar llorando, sobre todo por él. Ese maldito beso fue la última cosa para darme cuenta de que nunca había dejado de amarlo; quería salir corriendo y buscarlo para volver a besarlo y decirle cuánto lo quiero, pero la parte necia de mí me decía que no estaba bien.
El tono de llamada de mi celular me distrajo de mis pensamientos, me levanté del sillón y, tambaleándome, fui por él. La culpa cayó sobre mí como un baldazo de agua fría al ver que la dueña de la llamada era Ari. Cerré los ojos con fuerza y dejé que una lágrima se resbalara por mi mejilla, tomé mi celular y lo contesté.
—¿Hola? —actué lo más normal posible, no quería que sepa que estuve llorando, ni menos por qué razón, tampoco quería que se diera cuenta de que estaba algo borracho.
—¡Joe! —su grito casi me deja sordo—. ¡Hola, bebé! ¡¿Cómo estás?!
—Bien, muy bien —cerré los ojos después de haber sorbido mi nariz, soy un tonto.
—Pues no parece, ¿estás llorando?
—No, corazón, estoy enfermo —le mentí.
—Aww, bebé, espero que te mejores pronto, te extraño mucho, pero cuéntame, ¿cómo te está yendo en tu nueva peli? ¿Ya tienes nuevos amigos?
Maldita sea, ¿en serio tenía que preguntar eso?
Los pensamientos invadieron mi cabeza, sabía que debía decírselo, obviamente no lo del beso.
—De hecho, Ari, hay algo... que debo contarte —dije con nerviosismo, de pronto se escuchó un gran alboroto protagonizado por varias personas—. Uno de los actores es...
—¡Ya voy! —me interrumpió—. Diablos, no puedo hablar a gusto por teléfono. Bebé, te llamo después, ¿sí? Mi jefe me está molestando.
—No importa, ve, Ari.
—Gracias por comprenderme, amor, te amo, bye.
—Adiós, yo también —colgué y tiré el celular por lejos.
No sabía si se hizo pedazos, no me interesaba, ni era de mi prioridad, lo único que pasaba en mi cabeza era el dilema de que si de verdad amaba a Ari o nunca dejé de amar a Ben. ¿Acaso Ari solo fue un entremés para olvidarme de él, pero cuando lo vi todo cambió rotundamente?
Me sentía demasiado confundido, quería hablar con alguien, pero si se lo decía a cualquiera de mis amigos todos me mandarían a la mierda porque Ben fue el responsable de mi sufrimiento y el de Claudia también. Comencé a llorar de la desesperación, de pronto, se me ocurrió la idea de llamar a la única persona que me escucha y nunca me juzga por mis acciones: Sebastian.
Sabía que debía estar bien y un poco consciente para poder hablar con ella y no hablar estupideces, así que fui al pequeño baño de mi camerino y tapé el fregadero para llenarlo con agua. Cuando el líquido llegó al borde, hundí mi cara en él y la lavé hasta sentirme un poco mejor, a veces me ahogaba, pero luego recuperaba la respiración una vez que mi cabeza estaba afuera. Tosí un par de veces y me miré al espejo, las mejillas rojas aún se notaban, así que comencé a darme fuertes bofetadas.
—¡Joe, ponte bien! —me grité—. ¡Estás borracho! ¡Tienes que estar bien, por favor! —cubrí mi rostro y comencé a llorar—. Un momento, ¿por qué estoy llorando? —me miré al espejo confundido y solté una carcajada—. Eres idiota, pero guapísimo, ponte bien, guapo.
Entonces se me ocurrió una idea, recordé que en un cajón del armario guardé un pastelito de chocolate relleno de vainilla que Clau me había pedido, pero no alcanzó; así que rápidamente abrí el cajón y me lo llevé a la boca, masticando con locura y tragando sin control; porque uno de los mejores remedios para curar la borrachera es comer. Y vaya que dio resultado, porque cinco minutos después, ya me sentía menos mareado, no del todo, pero estaba consciente de que ya podía pensar las cosas con claridad.
Corrí a buscar en dónde diablos cayó mi pobre celular, empujé algunas cosas y lo encontré bajo un armario: no se veía mal, simplemente la pantalla se había partido, pero eso no importaba ahora. Rápidamente marqué el número de Sebastian con mis dedos temblorosos y llevé el celular a mi oreja mientras me paseaba de un lugar a otro más nervioso que nunca. Después de varios timbres, por fin me contestó.
—¿Hola?
—Sebas, ¿estás ocupado? ¿puedo hablar contigo? —dije con temblor en mi voz.
—Tengo toda la noche, Joe, ¿qué ocurre?
—Ah... ponte cómodo —me senté en el sillón y comencé—. ¿Recuerdas a Ben?
—¿Tu ex novio? Sí, claramente.
—Él mismo, mira... la vida me odia demasiado y... es parte de la nueva película en la que estoy grabando.
—¿Bohemian Rhapsody?
—Sí, al principio reaccioné mal y lo golpeé, te juro que me dio demasiado coraje ver su cara y recordar todo el daño que nos hizo. Era muy cortante y serio con él, hablamos algunas veces y peleábamos hasta tal punto de que acordamos en no volvernos a hablar a menos que sea algo sobre el trabajo. Pero luego él intentó acercarse a mí y ahí fue cuando todo se fue al carajo, no ha dejado de seguirme, fue a la escuela de Clau para acompañarla en su primer día y luego me invitó a comer, reímos y hablamos del pasado, incluso bromeábamos con nuestra relación, hasta tal punto que sentí que nunca pasó nada. Hace algunas horas grabé una escena con él, me puse nervioso y me equivoqué varias veces, ¡fue terrible! Después nos embriagamos y ¡nos dijimos que nunca dejamos de gustarnos el uno al otro! Luego, uno de mis compañeros nos retó a besarnos a cambio de cien dólares, aceptamos y nos besamos, pero Ben se fue corriendo, y yo regresé a mi camerino. Ari me llamó, me siento muy mal por ella, la engañé, no me merece. Además, estoy confundido no sé qué hacer, no sé a quién amo de verdad, hace unos días le pedí matrimonio a Ari, pero en cuanto vi a Ben me arrepentí totalmente, ¿qué hago? —respiré varias veces, puesto que me había quedado sin aire por haber hablado tan rápido.
—Joe, tranquilo, respira —obedecí—. Es muy complicado, me imagino, Ben fue tu primer amor y en parte el padre de Clau, pero estás comprometido con Ari, no puedes hacerle daño.
—Pero, Sebas, creo que... ya no quiero estar con Ari.
—Entonces si de eso se trata termínala antes de que se entere y la sigas engañando.
—¡Es que no es fácil! ¡Desearía poder odiar a Ben para no estar envuelto en este lío! ¡Quiero hacerlo, pero no puedo!
—Joe, quiero que siempre tengas presente esta frase: no tiene caso odiar a alguien que en verdad amas.
Me quedé callado mirando a la nada, pensando todo el tiempo en aquella frase.
—Ve a buscarlo.
—¿Qué? —reaccioné.
—Búscalo y dile lo que sientes, recupéralo.
—Pero... está ebrio, no tiene caso.
—Y tú también, ni creas que no lo noté, pero... ¿has escuchado que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad?
—Ohhhh —mi boca tomó la forma de una O—. Pero... él también se va a casar.
—Por eso debes sacarle información cuando esté ebrio, ¿me entiendes? Enamóralo de nuevo.
—¡Sebas, eres increíble! ¡No sé qué haría sin ti! ¡Te amo!
Él rio.
—Yo también, Joe, ahora, ve por él.
—Lo haré, gracias —colgué y miré el espejo, sonreí a mi reflejo y salí disparado de mi camerino.
Corrí lo más rápido que pude de vuelta al estudio, pude ver a algunos chicos regresando a sus camerinos y a otros bebiendo como animales. Decidí entrar entre toda esa multitud y buscarlo. Miraba cada uno de los rostros, pero nada, esa cabellera rubia no aparecía por ningún lado. Corrí por cada esquina del lugar, sin embargo, todo mi esfuerzo fue en vano ya que nunca lo encontré. De pronto, vi a Lucy a lo lejos, por lo que aceleré el paso y corrí hacia ella.
—¡Lucy! —grité y de inmediato ella dio la vuelta.
—¡Joe! ¿Estás bien? ¿Qué...?
—No hay tiempo para eso, ¿dónde está Ben? —la interrumpí.
—Se fue, después de su beso me dijo que se sentía muy mal.
Maldije por lo bajo y tomé mi rostro con ambas manos.
—Veré si puedo alcanzarlo —dicho esto corrí hacia el estacionamiento.
—¡Joe! ¡¿Qué haces?! —me gritó.
—¡Recuperando al amor de mi vida! —respondí sin girar mi cabeza, porque estaba seguro de que mi amiga negó con la cabeza.
Las piernas comenzaron a dolerme por tanto esfuerzo que les pedía, estaba cansado, mareado y quería vomitar, pero no debía rendirme tan rápido, tenía que encontrarlo así sea lo último que haga.
Llegué al estacionamiento y busqué entre todos los autos, el más antiguo. De pronto, escuché un sollozo reconocible, sonreí y seguí el sonido, mis pies me llevaron a lo más oscuro del lugar, en donde encontré a un Ben sumamente triste llorando sobre su auto. Me acerqué a él y tomé sus manos, él de inmediato se hizo a un lado.
—Déjame —susurró.
—Ben, escúchame por favor.
—No, aléjate de mí, lo único que haces es empeorar las cosas.
—¿Qué? —pregunté confundido.
—¡Solo llegaste y arruinaste todo! —rugió—. ¡Se suponía que nunca debimos encontrarnos! ¡Nunca! ¡Yo haría mi vida y tú la tuya! ¡Pero no! ¡Llegaste tú a audicionar a esta película! ¡Quién sabe si averiguaste para encontrarme!
—¡Yo no lo sabía! ¿Crees que de haber sabido que estarías aquí no hubiese dejado el papel? ¡Lo hubiera hecho! ¡Sobre todo por Claudia!
—¡No metas a Claudia en esto!
—¡Es la verdad! ¡¿Qué le voy a decir cuando terminemos de grabar?! ¿Que otra vez tenías que ir a comprar juguetes para ella? —un par de lágrimas brotaron de mis ojos, él permaneció en silencio—. Tú también arruinaste mi vida, todo estaba tan bien hasta que te vi —guardó silencio—. Ben... —levanté su quijada para que me mirara—. Aún te amo, lo descubrí con el maldito beso que acabamos de darnos.
—Yo también, pero estás comprometido.
—Ya no lo estoy —le mentí y él me miró sorprendido—. Le terminé ayer.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Renunciar a mi matrimonio?
—Tal vez...
—¡No lo voy a hacer! —su grito inundó en el lugar—. ¡Es... es estúpido! ¡Así como lo que hiciste!
—Lo hice por ti.
—Ah no digas tonterí... —no pudo seguir hablando ya que lo callé con un beso.
Comenzó a golpear mi pecho para zafarse de mí, sin embargo, lo tranquilicé cuando coloqué mi mano detrás de su cuello y envolví su cuerpo con mi brazo libre. Mordí levemente su labio inferior y cuando nos separamos para recuperar nuestra respiración, lo abracé.
Me sentía vivo y completo, en un lugar mágico, de verdad extrañé abrazarlo, y al parecer él también, porque me apretó tan fuerte contra su cuerpo que parecía que tenía miedo de que una vez que me soltara, yo fuera a desaparecer. Pero no era así, yo estaba ahí, y él también, parecía un sueño, sin embargo, todo era realidad, nunca pensé que lo volvería a abrazar.
—Hablemos en otro lugar, ¿ok? —dije después de separarnos lentamente y mirarnos a los ojos.
—¿En tu casa?
—No, donde te estés hospedando, no quiero que Clau nos vea juntos, ni mucho menos quien la está cuidando.
—Está bien, pero si intentas algo... —me señaló con su índice.
—No volverá a pasar, lo prometo.
—Sube —dijo después de dedicarme una mirada asesina.
En todo el camino nadie dijo palabra alguna, el silencio era tan incómodo que cada minuto tenía que aclarar mi garganta para que por lo menos existiera más sonido que el ya existente en la radio. Saqué mi celular y entré a WhatsApp, para enviarle el siguiente mensaje a Adria:
Adria, no iré a dormir esta noche, cuida de Clau, y llévala a la escuela mañana por favor, luego te lo recompensaré.
Automáticamente un escribiendo apareció en la pantalla, agradecí que estaba conectada.
No sé qué diablos estés haciendo, espero y no sea una estupidez, pero está bien, Mazzello.
Pd. Que quede claro que lo hago por Clau.
Pd2. Quiero un vestido por esto.
Tendrás tu vestido, gracias.
Adria ha enviado un audio.
«Hola, papá, soy Claudia, espero que estés bien y que hayas comido bien. Te amo y te extraño mucho muchooooo, sueña con los angelitos, te veo mañana.»
Adria ha enviado un GIF.
Sonreí al escuchar ese audio y ver la preciosa carita de mi hija en ese GIF, en seguida escribí:
Dile que también la amo muchísimo y que mañana le compraré un dulce por no poder estar con ella ahora.
Dice que quiere una caja de chocolates.
Dile que la tendrá.
Media hora después llegamos al hotel del rubio, que de por sí era un lujo total. Entramos a su habitación y Ben cerró la puerta mientras yo me sentaba en su cama. Se quitó su saco y lo guardó en un armario, yo no podía dejar de mirar cada perfecto movimiento que hacía con su tan deseable cuerpo. Me lo quiero tirar ahora, no me importa lo que haya prometido, no cumplir mis deseos sería el pecado más grande que podría cometer. Me levanté lentamente de la cama y caminé hacia él a paso lento.
—Bueno —dijo él después de cerrar el armario, su voz sonaba tan sexy—, ahora sí, ¿de qué querías hab...? —no pudo formular su pregunta debido a que lo volví a interrumpir con un beso.
Rápidamente comencé a desabotonar su camisa sin despegar nuestros labios, con sus brazos me empujaba para separarse de mí, pero yo era más fuerte y se lo impedí apegándome cada vez más a él y acorralándolo contra la pared.
—Joe... —musitó cuando logró separarse de mí.
—Shhh —susurré colocando mi índice sobre su boca y volví a juntar nuestros labios, tomé sus manos y las coloqué contra la pared.
—Joe, suéltam... —un ronco gemido se escapó de sus labios cuando comencé a lamer su cuello—. Joe... Joe... para.
—Oh no, no lo haré —bajé hasta su pecho y pasé mi lengua por él, continué así hasta llegar a su ombligo y depositar un pequeño besito en él; subí hasta sus labios dejando varios besitos en el camino que había recorrido mi lengua—. No vas a dejarme con las ganas, bonito.
Me miró mientras una gota de sudor se resbalaba por su mejilla, parecía que estaba decidiendo en si ceder o no. Entonces rodó los ojos y soltó un suspiro.
—Al diablo, vamos a la cama —de un brinco enrolló sus piernas en mi cintura y sus brazos en mi cuello, juntó nuestros labios al mismo tiempo que yo me dirigía a la cama.
Antes de tirarlo, comenzó a moverse sobre mí de una manera demasiado deliciosa y excitante para mi pequeño amiguito, un ronco gemido se escapó de mi boca cuando mordió mi labio inferior, mi miembro había crecido al sentir el contacto de su cuerpo con el mío. No me contuve más y caí sobre él en la cama, coloqué mis rodillas a sus costados y devoré su cuello de un rápido movimiento, mientras él desabrochaba mis pantalones; cuando estos se encontraban en el piso, llevó sus manos a mi trasero y lo apretó, provocando que gimiera como un loco. Le quité su pantalón lo más rápido que pude y ambos gemimos al sentir nuestras erecciones juntas. Sus manos fueron hacia mi cabello y lo acariciaron de una forma demasiado linda para un momento tan salvaje. Sonreí y lo besé, había extrañado tanto que hiciera eso. Nos separamos y se arrodilló delante de mí, hice lo mismo y sus labios succionaron mi cuello, dándome oportunidad para quitarle su camisa. Ahí estábamos, arrodillados el uno frente al otro, con nuestros cuerpos y cabellos húmedos por el sudor, semidesnudos y llenos de ganas por comernos el uno al otro. Bajó su mirada hacia mí bóxer, luego me miró mordiéndose el labio inferior de esa manera que tanto me gusta, ya sabía que esa era una señal para que me lo quitara. Mientras lo hacía, él también se lo quitó para tirarlo lejos junto al mío. Al verlo tan desnudo e indefenso, con su carita roja y llena de sudor, sonreí pícaramente y llevé mis manos a su cintura, lo giré de un rápido movimiento y lo empujé hacia adelante para que quedara en cuatro frente a mí. Sin avisar, introduje uno de mis dedos húmedos en su entrada, y Ben gritó con fuerza y apretó una de las almohadas.
—¿Te hice daño? —pregunté preocupado.
—Es la falta de uso, descuida —habló con dolor en su voz.
No pude evitar reír.
—Bueno, si tú lo dices, continuaré con mi tarea.
Introduje otro dedo y Ben volvió a gritar, siendo sincero, en este momento no sabía si sentir pena o placer. Decidí hacer mi tarea rápidamente, deleitándome con los gemidos del precioso rubio que tenía debajo de mí, y cuando ya estaba completamente preparado, acerqué mi miembro a su entrada al igual que mi boca a su oreja derecha, la cual chupé con deseo.
—¿Listo? —le susurré a la oreja y se estremeció.
—Hazlo, Joe —soltó con la voz entrecortada.
Tomé sus manos, entrelazando nuestros dedos, y, sin rodeos ni vacilar, entré de golpe en él, a pesar de que se me hizo complicado.
—Oh, amor mío, a tu cuerpo ya le hacía falta tenerme dentro —le susurré.
Su única respuesta fue un fuerte gemido justo cuando comenzaba a moverme dentro de él. Tomé su trasero con ambas manos y lo moví al ritmo de mis movimientos. Solté un gemido, llevando mi cabeza hacia atrás y cerrando mis ojos, pronto comencé a darle embestidas más fuertes y sin piedad, todo porque lo necesitaba y lo deseaba con tanta desesperación, que creía que en algún momento enloquecería. Pude notar que Ben se apoyó en sus codos, arqueó la espalda y apretó las sábanas entre gemidos, sonidos que eran música para mis oídos.
—Joseph... —gimió.
—Llámame Joe —me moví aún más fuerte y tiré de su cabello.
—Joe... no te... detengas.
—No lo haré, bonito —acaricié su mejilla y continué con mi trabajo.
Acerqué mi mano a su miembro y comencé a masturbarlo, Ben ahogó un gemido y se cubrió la boca, sonreí. Doble premio para él, ¿qué más quería?
Llevé una de mis manos a mi boca en cuanto se corrió en ella, lamí cada uno de mis dedos con lentitud y delicadeza.
Salí de él en cuanto llegamos al clímax, Ben cayó rendido de cara contra una almohada y yo a su lado mientras lo observaba y reía.
—¿Qué tal? —le pregunté en cuanto chocamos miradas, él sonrió como tonto.
—Lo haces mejor que hace tres años —soltó con la respiración agitada.
Giró para quedar boca arriba al igual que yo, nuestros pechos subían y bajaban al ritmo de nuestra respiración. Giré mi cabeza y no pude evitar sonreír, se veía tan lindo e indefenso, que hasta tuve que abrazarlo y recostar mi cabeza en su pecho, se sentía tan bien. Con su brazo me abrazó y acarició mi espalda, con su otra mano peinó su cabello hacia arriba.
—¿Crees que esté bien... lo que acabamos de hacer? —me preguntó sin despegar su vista del techo.
—Sí, no te preocupes.
—Estamos ebrios, ¿no?
—¿Eso importa? Mañana lo olvidaremos, tu prometida no se enterará.
—Está bien.
El sueño comenzó a vencerme, cerré mis ojos y suspiré.
—Eh, eh, no te duermas, aún sigo preocupado.
—Shhh —coloqué mi índice en sus labios—. Lo disfrutaste, ahora duérmete, pequeño, mañana nos preocuparemos por el posible error que hemos cometido, ¿sí?
—Bueno, pero yo quiero dormir sobre ti, porque me estás acalambrando el brazo.
Solté una risita y me retiré de su pecho. Me recosté boca arriba y él se acurrucó en mi pecho después de habernos cubierto con una sábana, rodeé su delgado cuerpo con mi brazo y coloqué mi nariz sobre su húmedo cabello.
—Hasta mañana, Joe.
—Hasta mañana, Benny.
¡Qué gloriosa noche!
***
Abrí mis ojos y lo primero que sentí fue una terrible punzada en mi cabeza, como si un tren me la hubiese aplastado. También pude percatar un cuerpo sobre mí, sonreí mientras bostezaba.
—Buenos días, Clau, a despertarse —dije sin despegar mi vista del techo, el cual no reconocía—. ¿Clau? —dirigí mi mirada hacia ella y fruncí el rostro al ver una cabeza diferente a la de ella.
Al darme cuenta que tenía a Ben semidesnudo sobre mí, solté un grito y me levanté de la cama, provocando que él también se despertara.
Olvídenlo, estaba completamente desnudo. Al igual que yo.
Ben gritó al verme desnudo frente a él, lo único que hice como reacción fue cubrirme con mis manos y luego con una almohada, él también se cubrió.
—¡¿Qué diablos acaba de pasar?! —exclamé.
—¡¿Quieres callarte?! —chilló—. ¡La maldita cabeza me va a explotar!
—¡¿Qué hicimos?!
—¡¿Que qué hicimos?! ¡Me convertiste en pasiva otra vez!
Guardé silencio mientras mi vista recorría la habitación y pensaba en busca de una respuesta. Miré las sábanas, las almohadas, la cama y a Ben; todo eso bastó para que mis recuerdos regresaran.
—Diablos —susurré—. Y ni siquiera me acuerdo de cómo se sintió.
—¡Joe, somos unos idiotas!
—Tranquilo, nadie se enterará.
—Engañé a Kat y me siento sucio.
—Tú iniciaste esto besándome —se quedó callado y tomó su cabeza con ambas manos, me senté a su lado y acaricié su espalda—. Ben... ¿pensaste en lo que te dije ayer?
—Me dijiste muchas cosas.
—Sí, pero la más importante —miré al piso—. En verdad quiero recuperarte.
—Es confuso —dijo después de varios segundos de silencio—. El beso fue el detonante para darme cuenta de que aún te necesito.
Sonreí.
—Pero, Joe, no puedo dejar a Kat.
—Sí puedes.
—No, es difícil, no lo entiendes.
Me coloqué de rodillas frente él y tomé sus manos.
—Ben, inténtalo por mí.
Me miró preocupado y luego soltó un suspiro.
—Dame una semana para pensarlo, el próximo miércoles te daré mi respuesta
—¡Sí! —chillé sonriente.
—Joseph, aún estás desnudo, tápate.
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