Capítulo 43

—Tres, dos, uno —la puerta se abrió, Joe y yo giramos nuestras cabezas y sonreímos melancólicamente cuando vimos a nuestra pequeña salir del consultorio de Flor, al ver pequeños rastros de llanto en su rostro, no dudamos en acercarnos y abrazarla, gesto que provocó que rompiera en llanto.

—Ey, tranquila, corazón, estamos aquí y no pasará nada —le susurré mientras acariciaba su carita, ella asintió y sorbió su nariz.

—Ya no quiero regresar, por favor —musitó entre sollozos.

—Pero, lindura, si no vienes nunca se te irán las pesadillas y ese miedo malvado que te molesta, porque quieres que se vaya, ¿no? —ella asintió—. Entonces debes venir, corazón, te prometo que las próximas citas no serán tan feas —volvió a asentir mientras me abrazaba.

—No estés triste, Clau, mira que tenemos buenas noticias para ti —mi niña miró curiosa a mi novio—. La tía Adria consiguió un cupo para ti en la academia de ballet y... —sacó una funda de su espalda, la cual llevaba escondiéndola desde que ella salió—, te compró esto —le extendió la funda y ella sacó lo que había en su interior, automáticamente una sonrisa se formó en su rostro.

—¡Un tutú! ¿Es mío? —ambos asentimos—. ¡Es hermoso! ¡Díganle que gracias! ¡Seré la princesa más bonita de todas!

—Ya lo eres —dijo Joe con una gran sonrisa en su rostro.

—¿Cuándo iré?

—Todos los sábados, porque de lunes a viernes tienes tú nivelación y tus terapias.

—Ojalá mi mamá esté sufriendo por esto —se quejó cruzándose de brazos—. Yo quería ir más días.

—Por favor, no recordemos a esa bruja y vayamos a casa —sugerí y los tres fuimos al auto.

—¡Muero porque ya sea sábado! —exclamó Clau muy contenta mientras admiraba su tutú.

—Sé paciente, Clau, falta poco —le dijo Joe y ella asintió contenta.

-----------------------------------------------------Sábado---------------------------------------------------------------

—¡Ya casi llegamos! ¡Apúrense! —mi hija nos alentaba a subir las escaleras de la escuela de ballet.

—No, no de ninguna manera llegarás antes que nosotros —Joe la cargó—. No puedes correr ni cansarte y lo sabes.

—Ay —Clau hizo un puchero muy tierno—. Entonces... ¡Arre, caballito!

Joe relinchó como un caballo y subió las escaleras dando varios saltitos. Caminamos a lo largo de varios pasillos hasta encontrar con el que buscábamos, lugar donde varias niñitas se vestían junto a sus mamás y alistaban su traje al igual que sus peinados raros. Caminamos hacia la maestra, quien al parecer estaba practicando para llevar a cabo la clase; tocamos su hombro y ella giró sobre su pie con sus manos en forma de jarra.

—Guau —susurró Clau mientras miraba a la maestra.

—Esto harás en algunos meses, lindura —le dijo dulcemente y mi hija sonrió con mucha ilusión—. Vayan con esa señora, ella les dará todo lo necesario, vean qué talla le queda mejor a la nena.

—Ve con ella, Benny, yo hablaré con la maestra sobre la situación de Clau.

—Claro, Joe, vamos, Reina —tomé su manito y fuimos hacia la señora de los trajecitos—. Hola, me dijeron que aquí me darían todo lo que necesitaría mi hija para sus clases.

—Claro que sí, ¿qué talla es tu niña?

—Ehhh... ¡Joe!

—¿Qué?

—¡¿Cuánto calza Clau?! —le pregunté y permaneció callado, al parecer tampoco lo sabía.

—Veintiséis, lo vi en mi zapato —dijo mi hija.

(aclaro que no sé cómo se midan las tallas en sus países pero así se lo hace en el mío jsjs)

—¡Muy bien, amor! .Veintiséis, señorita.

—¿Y en ropa?

—Ah carajo —susurré y revisé la etiqueta de la camiseta de Clau—. Ocho.

—Bien, aquí tiene su maillot, sus zapatillas, su tutú campanita y su tutú Quitón, estos dos últimos son para las presentaciones, el tutú clásico ya debe haberlo traído usted.

—Sí, sí lo tenemos.

—Bueno, entonces ayude a la niña a colocarse el maillot y sus zapatillas, asegúrese de que la pequeña no use calcetines

—Bien, muchas gracias —tomé toda la ropa que me había dado y me dirigí a los vestidores con Clau, quien después de entrar, cerró la puerta con cuidado—. A ver, ¿cómo se pone esto?

—Es como un traje de baño, creo, pero no he usado uno desde que... bueno desde que me ahogué —su carita me conmovió tanto que tuve que acariciar sus mejillas.

—Tranquila, bebita, no pienses en eso, el pasado ya quedó atrás. Ahora vamos a ponerte esto mmm —me quedé unos cuantos segundos pensando y analizando el tal malliot—. Me imagino que primero entran las piernas. Entonces —me acerqué para quitarle su camiseta, pero, al notarlo, retrocedió unos pasos algo asustada—. Ey, tranquila.

—Perdón, papi, aún tengo miedo.

—Yo nunca te haría daño como esos idiotas. Yo siempre te protegeré junto a Joe pase lo que pase, ¿sí, corazón? —asintió con la cabeza—. Ahora déjame ayudarte con tu ropa —dicho esto, retiré sus prendas con cautela y cariño—. Apóyate en mí y mete tu piernita —obedeció e introdujo su pie en un agujero, luego el otro y por último intenté subir el malliot, sin embargo, este no cedió—. No sube —a continuación, Clau comenzó a reír—. ¿De qué te ríes, señorita?

—Papi, está mal, mis pies no van en los agujeros de los brazos —esta vez yo reí junto a ella mientras golpeaba mi cabeza con mi mano

—Soy un tonto.

—Tranquilo, tontito y todo te amo —dijo en cuanto el maillot ya estaba en su cuerpo.

—Y yo te amo a ti —toqué su naricita y besé su mejilla—. Estás hermosísima, vamos afuera para que papá te vea.

—Papi, te faltan las zapatillas, ¿o iré descalza?

—Ah carajo —y volvimos a reír—. ¿Y ahora? ¿Cómo va esto?

—Así, ¿no? —dijo mientras se las colocaba en sus pies.

—Sí, corazón, pero, ¿y estas cintas?

—Oh... no sé, ni siquiera sé atarme los cordones de mis zapatos

—Bueno imaginemos que eres un regalo muy hermoso —hablé mientras envolvía sus tobillos con las cintas, haciendo un lindo moño al final—. Listo, estás divina —suspiré mientras la observaba, se veía muy contenta—. Mira, corazón, sabes muy bien que no puedes cansarte mucho —asintió tristemente—. Así que quiero que me prometas que si sientes dolor aquí —toqué su pecho—. Dejes de bailar y vayas a sentarte a algún lugar hasta que te pase, tu inhalador está en tu mochila por si lo necesitas. Sé que te ilusiona mucho aprender, pero tú sabes qué puede pasar si Pepe regresa porque te cansaste mucho.

—Sí, papi, lo sé

—Esa es mi niña, ¿un abrazo? —y ella se lanzó a mis brazos—. Ahora sí vamos para que Joe te vea.

Colgué su mochila en mi hombro y tomé su mano para salir del vestidor junto a ella, Joe continuaba hablando con la maestra, se notaba que estaba haciendo una gran explicación, porque usaba varios gestos al hablar. Silbé para llamar su atención y él giró, una gran sonrisa se formó en su rostro cuando vio a Clau caminar hacia él tímidamente, quien se nos acercó contento a paso rápido.

—Pero qué linda princesa ven mis ojos —dicho esto la cargó y besó su mejilla—. Por Dios, estás bellísima.

—Gracias, papá —se abrazó a su cuello y Joe me miró.

—Así que moñitos en las zapatillas, ¿eh?

—Soy muy creativo —me levanté de hombros y se acercó para darme un suave beso.

—¡Bien, clase! ¡Vamos a comenzar! —exclamó la maestra mientras daba varias palmadas para llamar la atención de los niños—. Quiero que todos hagamos un círculo en el suelo.

—Ve, Clau —Joe besó su mejilla y la dejó en el piso, luego me le acerqué para besar su mejilla también.

—Suerte, mi amor, te amamos.

—Yo también —sonrió y caminó hacia las otras niñas con su unicornio en sus manos.

—Pequeña Clau, tu peluche no puede quedarse contigo —le dijo la maestra.

—¿Por qué? Es mi mejor amigo.

—Porque va a distraerte, ve con tus padres y dáselos.

Claudia nos miró triste, en sus ojos se podía apreciar que nos rogaba por que convenciéramos a la maestra para que dejara que Corny se quedara con ella, pero lastimosamente reglas eran reglas y no podíamos hacer nada, por más que amábamos consentirla.

—Obedece a tu maestra, Reina —le dije levantando una ceja.

—Ay, ya que —se levantó del suelo y caminó a nosotros para dárnoslo—. Te portas bien, Corny, ¿sí? Solo serán tres horitas —besó al peluche y me lo dio para regresar a su lugar.

—Bueno, hoy por ser nuestro primer día, vamos a conocernos, mi nombre es Julia Bayot y seré su maestra.

—Es un lindo nombre —comentó Joe mientras caminábamos hacia un par de sillas que se encontraban al lado de una de las paredes del lugar.

—Señores —la voz de la maestra nos sacó de nuestros pensamientos.

—¿Sí?

—No pueden estar aquí.

—¿Y por qué no? Queremos ver a nuestra niña bailar —comenté.

—Porque son reglas del establecimiento.

—¿Entonces no podemos quedarnos? —Julia negó ante la pregunta de Joe—. Rayos, y yo ya iba a sacar la cámara para grabar a Clau —y entonces nos levantamos y caminamos hacia la salida—. ¿Segura que no podemos?

—Que no —ambos hicimos puchero.

—Te vemos luego, Clau, no salgas hasta que nosotros lleguemos, te amamos, adiós —salimos de ahí—. Qué mala onda —me quejé—. No es justo.

—Ya sé, yo también quería verla. A menos que... —se detuvo en seco, provocando que yo también me detuviera.

—¿Qué?

—¿Y si observamos por aquella ventana? Obviamente seremos precavidos.

—Eres excelente —lo abracé con uno de mis brazos y juntos nos escabullimos para espiar a nuestra pequeña.

Asomamos nuestras cabezas con mucha cautela, los niños apenas se estaban presentando con la maestra, por lo que decidimos sentarnos hasta que la clase comenzara. No pasaron más de cinco minutos cuando la maestra dio un par de palmadas para dar inicio a la primera clase, rápidamente nos incorporamos y espiamos a nuestra niña. Comenzaron con calentamiento y estiramiento, Claudia se veía nerviosa, de hecho, se había alejado un poco de los niños, y no la culpaba, ahora ella era más tímida que nadie, temía que le hicieran daño.

—Mírala, me llena tanto de orgullo, creo que lloraré —dijo mi novio mientras simulaba limpiarse una lágrima.

—Yo también —susurré mientras entrelazaba nuestras manos.

Afortunadamente Julia nunca se percató de nuestra presencia y pudimos observar a nuestra hija haciendo saltitos durante media hora. Todo era sonrisas hasta que la vimos fruncir el rostro y apoyarse en una de las paredes mientras tocaba su pecho.

—Joe... —el cuerpo se me heló.

—Dios, no me interesa lo que haya dicho la maestra, necesita ayuda —Joe estaba dispuesto a entrar, sin embargo, detuve su paso.

—Tranquilo, Julia ya fue con ella, no le ha pasado nada aún.

—¿Te sientes bien, Claudia? —le preguntó la maestra y mi niña negó.

—Me duele un poco el pecho.

—Bien, entonces descansa, ¿ok? Respira pausadamente, yo estaré aquí si necesitas algo, ¿ok? —Clau asintió y colocó sus manos sobre sus piernas para comenzar a respirar.

—Te juro que si algo pasa no me importará nada y entraré así me detengas —me advirtió sin despegar la mirada de ella.

—Tranquilo, ella estará bien —comencé a acariciar el dorso de su mano para tranquilizarlo—. Va a salir de esta.

Y como dije, ella se recuperó diez minutos después, cosa que nos alegró demasiado, porque ya pensábamos en sacarla del curso, sin embargo, al verla tan bien, supimos que lucharía por quedarse ahí. Lo que más admiraba de ella era su valentía y esfuerzo.

—Awww, Joe, se ve preciosa, tómale una foto.

Debo decir que debí ser yo quien tome la foto, porque jamás me imaginé que el baboso de mi novio tomaría la foto con flash, cosa que provocó que la maestra se diera cuenta y caminara enfadada hacia nosotros. Rápidamente saltamos hacia atrás, sabiendo que cualquier cosa que hiciéramos sería en vano porque Julia ya nos había descubierto.

—¡Joe, eres un...!

—Les dije que no podían estar aquí —nos regañó enfadada.

—Sí, sí, no se enoje, es solo que olvidamos darle su refrigerio a Clau —dicho esto, entré y saqué una funda de granola que llevaba en mi bolsillo y se la di—. Te portas bien, ¿eh? —ella asintió confundida y yo salí y tomé la mano de Joe—. Ya nos vamos, gracias —sonreí nerviosamente y ambos salimos corriendo de ahí.

—Dios una vez más tu funda de granola nos ha salvado.

—La historia se repite —dije recordando el primer día de escuela de Clau, cuando sin querer ambos entramos a su salón para ocultarnos de los paparazzis.

—Bueno ahora sí vámonos, porque como la cagué, no creo que podamos volver.

***

—Y es por eso que existe la gravedad.

—Entonces, ¿a Newton se le ocurre todo este dilema de la gravedad por una maldita manzana?

—Exacto.

—Pfff, vaya genio, a ver si abro la llave de nuestro baño, ¿qué puedo deducir de ello?

—Nada porque no eres científico, eres actor —dije justo antes de llegar al salón de Clau, donde la pudimos observar guardando sus cosas, mientras los demás niños se iban con sus padres.

—Hola, princesa —la saludó Joe justo cuando estábamos frente a ella, quien levantó la cabeza y sonrió al vernos

—¡Oh por Dios, no llegaron tarde! —exclamó y nos abrazó—. Hoy va a llover muy fuerte.

—Oye, no exageres, todos los días nos esforzamos por ser mejores padres —dije mientras Joe tomaba su mochila.

—¿Quieres ver algo?

—¿Qué, papá? —preguntó curiosa.

—A Corny —entonces Joe se lo enseñó, pero no era el Corny que todos conocíamos, no, este usaba un tutú muy colorido.

—¡Le pusieron un tutú! —exclamó contenta y lo abrazó—. ¡Gracias, los amo muchísimo!

—Sabíamos que te encantaría, corazón —Joe acarició su mejilla y los tres caminamos hacia la salida—. ¿Cómo te fue en tu primer día?

—¡Excelente! ¡La maestra nos enseñó a estirarnos muuuucho! ¡Me siento como una gomita! Pero aún no puedo descuartizarme.

—Con el tiempo aprenderás, Clau, ya verás que serás la mejor en el ballet, pero dime, ¿tienes nuevas amigas? —le pregunté mientras abría la puerta del auto.

—Sí, se llama Virginia, pero hay una niña muy odiosa, se llama Tatiana. Es casi como Verónica, porque se burla de todas.

—¿Y se burló de ti? —pregunté sintiendo coraje.

—No, Virginia y yo nos alejamos de ella, porque no queríamos pelear.

—Muy bien, Clau. Tal y como te lo he enseñado, te felicito.

—Gracias, papá.

------------------------------------------------------Tres semanas después------------------------------------------

—¡¿Dónde está mi corbata?! ¡Jesucristo! ¡¿Alguien vio mi corbata?! —chillaba Joe mientras corría de un lugar a otro.

—¡Yo acabo de perder un maldito zapato!

—¡Dios vamos a llegar tarde! ¡AAAAAAAH! —mi novio comenzó a correr en círculos.

—Te acompañaré en tu momento de desesperación —y entonces corrí detrás de él.

—¿Qué hacen? —ambos giramos al escuchar la voz de Clau, quien tenía mi zapato y la corbata de Joe.

—¿De dónde los sacaste? —preguntó Joe.

—Shaggy los estaba mordiendo, pero tranquilos, no hay ningún rasguño —comentó mientras nos los entregaba.

—Ningún rasguño, pero sí un montón de baba —justo cuando Joe terminó su frase, Shaggy entró moviendo la colita—. ¡Oh qué bien, ahí está el baboso!

—Papá, no le digas así, es un bebé —Claudia lo tomó en brazos y comenzó a arrullarlo como un bebé.

—¡Claudia, ven a peinarte cariño! —gritó Adria desde el cuarto de mi hija.

—¡Voy, tía!

Resumiendo:

Hoy es 17 de diciembre, el gran día para nuestra mejor amiga, exacto, su esperada boda. Joe había llamado a Adria para que peinara a Clau, puesto que los dos no podíamos hacer más que dos coletas y ella hacía peinados excelentes. Joe y yo ya estábamos listos, casa uno con sus respectivos trajes que habíamos comprado en el centro comercial hace como un mes, nos mirábamos al espejo y sonreímos a nuestros reflejos, giré hacia Joe y lo abracé para luego juntar nuestros labios.

—Te ves hermoso —le susurré

—Y tú no te quedas atrás, mi amor.

Un ligero carraspeo provocó que nos separásemos, giramos nuestras cabezas y vimos a nuestra hija con su flamante vestido y peinado, en sus manos traía a Corny con su corbatín. La observamos muy asombrados, se veía sumamente hermosa, Adria incluso la había maquillado y en parte se veía un poco diferente, pero eso no le quitaba lo preciosa. Pude notar que Joe estaba llorando, luego de acercarse a Clau y darle una vuelta, sorbió su nariz y la abrazó.

—Te ves muy linda, hija —musitó y ella sonrió.

—Gracias, papá.

—Ella es hermosa con o sin maquillaje —comentó Adria—. Pero la ocasión lo amerita, si me disculpan caballeros, iré a hacerle su respectiva sesión de fotos a mi pequeña sobrina.

—Claro, Adria, vayan, ya las alcanzamos —Joe sorbió su nariz y las chicas se fueron.

—¿Por qué lloras, amor? —pregunté mientras lo abrazaba.

—Me entró el sentimiento, lo siento. Pensé en los días en que estaba desaparecida, Benny creí que nunca la volvería a ver y ahora acabo de mirarla tan linda y feliz con su vestido rojo. Soy el hombre más afortunado del mundo al tenerlos conmigo.

—Joe, basta, vas a hacer que chille —ambos soltamos una pequeña risita y tomamos nuestras cosas para irnos hacia la iglesia, incluyendo al perro de Clau, porque él también iría, de hecho, usaba un elegante corbatín negro en su cuello.

***

La iglesia era gigante y estaba decorada con muchas velas y flores que le daban un ligero toque pacífico. Caminábamos a lo largo del pasillo por el que Lucy caminaría con su padre, buscando a los demás para verificar que no éramos los únicos que llegamos temprano. En la primera fila se encontraban Allen y su esposa Jessica, junto a Brian y Roger.

—¡Abuelitooooos! —chilló Clau en cuanto vio a los mayores, llamando así su atención.

—¡Hola, pequeña! —Roger la abrazó con dulzura.

—¡Buenas tardes, pequeña astronauta! —Brian también la abrazó—. ¡Un perrito! ¿Quién es este chiquitín? —tomó en brazos al cachorro y lo miró con mucha emoción.

—Es mi perrito, se llama Shaggy.

—¡Es precioso! —sonreí al ver a Brian tan feliz—. ¿Te parece si vamos a jugar con Shaggy afuera?

—Solo si mis papás quieren, ¿puedo ir? —nos miró con mucho entusiasmo y ambos asentimos con la cabeza—. ¡Gracias! ¡Vámonos, abuelito! —dicho esto, ambos se alejaron de nuestras vistas junto a Shaggy.

—Miren nada más a quiénes tenemos aquí, mis jotos favoritos —escuchamos la voz de nuestro amigo detrás de nosotros.

—Hola, Gwil —saludamos al unísono.

—¿Quién lo diría? Creí que llegaría tarde, pero la novia ni siquiera llega.

—Y te apuesto que si nosotros nos estuviésemos casando y estuviéramos tarde, nos hubiera regañado —comenté y Joe asintió con la cabeza.

De pronto, el celular de Joe nos desvió de nuestra conversación, lo sacó de su pantalón y deslizó el dedo en la pantalla para contestarlo.

—Es Lucy —me susurró preocupado—. ¿Lucy?... Sí ya estamos aquí... sólo Gwil, Allen, Jessica, Benny, Clau, Brian, Adria, Roger y yo... Oh... ¿Los tres?... Ok... Ok vamos para allá —colgó la llamada y guardó su celular.

—¿Qué pasó?

—Dice que siente que va a explotar en llanto y quiere que vayamos con ella... los tres, supongo que quiere que estemos con ella porque prácticamente hemos sido amigos desde hace casi una década.

—Bien, vayamos entonces.

Los tres caminamos de regreso, Joe nos guiaba por el camino, Lucy le había explicado en dónde se encontraba: una pequeña carpa donde se estaba dando nos últimos retoques de maquillaje y arreglaba un poco su vestido. En cuanto entramos, no pudimos evitar sonreír, aparte de nerviosa, se veía muy hermosa. Cuando nos vio entrar, se levantó de una silla y caminó hacia nosotros para abrazarnos y comenzar a llorar, cosa que nos conmovió muchísimo.

—Me voy a casar —susurró entre los sollozos.

—Awww, tranquila, no llores —la consoló Joe—. Todo saldrá bien, ya lo verás.

—No es eso, es solo que... hace unos años éramos unos niños que luchaban por salir adelante con unos trabajos miserables y ahora... me voy a casar, estoy muy sensible, perdón, pero no puedo evitarlo, son mis mejores amigos y siempre han estado para mí.

—Tú también, Lucy, no olvides que le diste una mano a Joe cuando estaba a punto de caer —agaché la cabeza después de escuchar lo que dijo Gwil, no pude evitar sentirme mal, y al perecer Joe notó mi repentino cambio de humor, porque tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos mientras me miraba con una sonrisa que decía: no te martirices por ello, el pasado ya quedó atrás.

—Lucy, ya es hora —una voz proveniente de la puerta nos distrajo, era Adam, quien de inmediato salió de ahí para comenzar a grabar la ceremonia.

—¡Oh, Dios mío! —nuestra amiga comenzó a dar varios saltitos y llorar—. ¡Voy a desmayarme! ¡Llegó la hora! ¿Cómo estará Rami? ¡Espero que se vea muy guapo!

—Lucy, tranquila —la tranquilizó Joe—. Serás la novia más hermosa ahí afuera y lo gozarás como no te lo imaginas, porque este es tu día y tú eres la estrella, todo saldrá bien porque Rami te ama, ¿ok? Ve afuera con tu padre y alístate, no pienses negativamente y sonríe siempre que estás guapísima —la ojiazul sonrió—. Te quiero, cariño.

—Y yo a ti, Joe —lo abrazó, luego fue hacia mí y finalizó con Gwil, quien le dio la bendición y un beso tronador en su mejilla.

—Lo harás bien, ve —dije acariciando su espalda.

—¡Así es! ¡Demuestra de qué estás hecha! —exclamó Gwil y mi amiga le envió un beso volado para posteriormente salir del lugar.

***

Sentí los pelos de punta cuando escuché la melodía en el piano que daría inicio a la ceremonia. Todos giramos y vimos a nuestra amiga entrando de la mano de su padre, sus ojos estaban cristalizados y mantenía una enorme sonrisa en su rostro mientras observaba a su futuro esposo esperándola en el altar. Sentí cómo Joe tomó mi mano cuando Clau apareció tirando pétalos de rosas detrás de nuestra amiga. Todos nos levantamos cuando ella llegó con Rami, su padre la dejó con él y la ceremonia comenzó. Clau caminó hacia nosotros dando varios saltitos y Joe la abrazó al borde de las lágrimas.

***

—Y tú, Rami Malek, ¿aceptas a Lucy Boynton como tu legítima esposa?

—Ay, ¿ya se casaron? —preguntó Allen de pronto mientras se sentaba en su asiento después de supuestamente haber ido al baño.

—Todavía no —le susurró Joe.

—Acepto —respondió Rami al padre.

—Y tú Lucy Boynton...

—¡Wuuuu esssa ess mi amiga! —el grito de Allen nos dejó a todos mudos, parecía que estaba borracho, pero, ¿de dónde había sacado alcohol?

—¡Allen! ¿Qué te pasa? —lo regañó Jessica en un susurro.

—Essstoy bien, guapa —miró al padre—. Sígale, sígale.

—Allen, ¿bebiste algo en el baño? —le pregunté.

—Encontré una botellita de vino de consagrar y no me resistí, ¡hip!

—Oh Dios...

—Tú, Lucy Boynton, ¿aceptas a Rami Malek como tu legítimo esposo?

—Dios voy a llorar —susurró Joe y yo acaricié su brazo para calmarlo.

—¡Muy tarde! —chilló Allen limpiando su nariz exageradamente con un pañuelo viejo—. ¡Ay, mi Lucy se casó!

—¡Allen! —grité dándole un manazo, Claudia era un mar de carcajadas.

—A la próxima interrupción no respondo —lo amenazó el padre y Allen guardó silencio, luego señaló a Lucy para que respondiera.

—Acepto —respondió ella con una sonrisa, ignorando la borrachera de Allen.

—Bien, por el poder que me confiere la iglesia, yo los declaro marido y mujer, Rami, puedes besar a la novia.

Rami sonrió tímidamente, dio un paso hacia Lucy y tomó sus mejillas para depositar un tierno beso en los labios de nuestra amiga, al ver ese acto tan romántico, tomé la mano de Joe, quien imitó la acción de nuestro cuñado y me besó.

—¡Vivan los noviosss, carajo! —volvió a gritar nuestro amigo, y en menos de un parpadeo, el cura ya se encontraba frente a él

—Fuera de mi iglesia —Allen se encogió ante aquella orden.

—Solo era bromita, estoy celebrando con los novios.

—Te estaré observando, niño —el padre usó sus dedos índice y medio para tocar sus ojos y luego señalarlo, dando a entender que lo vigilaría todo el tiempo.

—Ahora sí, ¿en qué iba? Ah sí —dicho esto, Joe tomó mi mentón y me atrajo nuevamente a sus labios.

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