Capítulo 40

Claudia:

—Corny, te has portado muy mal hoy, si sigues así te enviaré con los malos —regañé a mi unicornio—, ellos me darán mucho dinero por ti, porque eres propiedad de Joe Mazzello y muchos pagarían millones por ti —al reaccionar ante mis acciones, agité mi cabeza y acaricié mi peluche—. No... olvida lo que dije, Corny, no te enviaré con los malos, eso es horrible —un par de lágrimas se escaparon de mis ojos mientras lo abrazaba—. Lo siento mucho, no volveré a decir algo así. ¿Tienes hambre? Yo sí, iré por comida, ya regreso, no te muevas de aquí —dicho esto, salí de mi habitación y fui a la de mis papás, quienes llevaban en la computadora todo el día, haciendo un par de llamadas y buscando algunos papeles que no entendía para qué servían.

Entré a su cuarto y los vi a ambos conversando, mi papi tenía un vendaje muy grande en su pierna, debía usarlo todos los días para que ningún bichito lo infectara, al menos eso me dijo mi papá. Era muy gracioso, la pierna de mi papi estaba un poco débil y cuando quería ir al baño, mi papá lo ayudaba, pero no era nada fácil, mi papá era un poco torpe para hacer las cosas y siempre se tambaleaban de una manera graciosa, se caían o decían muchas malas palabras que según mi tía Lucy ellos no deberían decir frente a mí, pero a mí no me importaba, me entretenía mucho verlos así, hasta que mi papá se enojaba tanto que optaba por cargar a mi papi y llevarlo como un bebé al baño, y eso no era todo el problema, luego se escuchaban maldiciones, gritos de mi papi regañando a mi papá y ruidos de cosas cayendo.

—Papá, papi —ambos levantaron la cabeza al escuchar mi voz—. Tengo hambre, ¿puedo comer una manzana?

—Mi vida, esta es tu casa, no debes pedir permiso, adelante. Pero no olvides lavarla —dijo papá.

—Sí, siempre con jabón, ya vengo.

Fui a la cocina, dando saltitos con cada paso que daba y tarareando una canción de mis abuelitos, esa que dice "agua en tu refri" algo así. Saqué la manzana del refrigerador, busqué mi banquito para llegar a la altura del lavaplatos y subí en él para lavar la manzana. Cuando terminé, dejé todo en su lugar y regresé hacia la habitación de ambos para estar en su cama y acompañarlos hasta que terminaran sus cosas.

Diez minutos pasaron para que mis padres se desocuparan de sus asuntos y comenzaran a jugar conmigo, papá y yo fuimos por mis juguetes y regresamos con papi para jugar con él al doctor. Yo era la enfermera y mi papá el doctor, ambos revisábamos la pierna vendada de mi papi y simulábamos operarlo de urgencia.

—Qué lindo paciente me tocó —dijo papá mirando a mi papi anestesiado.

—Haga su trabajo, doctor, o moriré desangrado —papi lo miró mal.

—Morirás, pero a besos, mi amor —entonces mi papá soltó su bisturí y comenzó a besarlo.

—¡Papá! —exclamé cansada, era la quinta vez que paraba el juego para besarlo.

—Perdón, enfermera, ya voy.

Afortunadamente, mi papá no volvió a detener el juego y la operación fue un éxito, mi papi me abrazó y me agradeció muy contento por controlar al doctor que quería matarlo a besos todo el tiempo.

—Creo que ya deberíamos dormir, Joe.

—¿Puedo dormir con ustedes? —junté mis manos para implorar.

—Claro, mi vida —mi papá me sonrió.

—Joe, ¿qué hablamos?

—Oh cierto. Pero, amor, tú ya tienes tu cama, además papi necesita espacio.

—Pero...

—Lo siento, Clau, pero debes aprender a dormir sola —dijo mi papi.

—Está bien —dije desanimada.

—Ah, no te pongas triste, mejor vamos a cambiarte para contarte un cuento, ¿sí? —asentí con la cabeza y mi papá me cargó, luego caminó hacia mi papi—. Despídete de papi, cariño.

—Buenas noches, papi, espero que tu pierna ya se cure —besé su mejilla, él sonrió y también besó la mía.

—Te amo.

—Yo no, porque no me dejas dormir aquí —le saqué la lengua y él me devolvió el gesto.

Mi papá rio y negó con la cabeza para después llevarme a mi habitación, una vez ahí, me lanzó hacia la cama y yo reí mientras rebotaba en el colchón. Juntos preparamos la cama, luego me recosté en ella y abracé a Corny mientras esperaba mi cuento.

Al fin puedo dormir tranquila.

—Tranquila, en cuanto la pata de papi se cure, dormirás con nosotros.

—¡Siiiiiiiii! —exclamé levantando las manos.

Mi papá se acercó con mi libro de cuentos, el cuento de hoy era "El Patito Feo" a mi elección porque era mi favorito. No podía sentirme más feliz, amaba estar de regreso, mi mamá nunca hacía eso conmigo, sobre todo en los últimos días que pasé sola en el ático.

—En serio adoro poder contarte un cuento otra vez —comentó mi papá con melancolía mientras acariciaba mi cabeza y me miraba.

—Lo siento mucho, papá, a mí tampoco me gustó estar fuera de casa —busqué su mano y la tomé—. Al principio me gustaba, estaba muy enojada con ustedes, pero luego se volvió tan feo, mi mamá me trataba mal, era muy mala conmigo solo porque le decía que ya no quería entregar más cajitas sorpresa —mi voz se entrecortó.

—Pero ya estás aquí mi vida, tranquila. Nadie te hará daño —acarició mi mejilla delicadamente, agradecía muchísimo ese gesto de su parte, puesto que estaba a punto de echarme a llorar—. Eres la niña más valiente que pude conocer, y por eso te amo muchísimo —besó mi frente y caminó hacia la puerta—. Descansa, mi amor.

—Tú también, papá.

Y luego de suspirar una última vez, feliz de estar en mi casita, cerré los ojos y caí en un profundo sueño.

Narrador omnisciente:

La pequeña Claudia no había dejado de tener pesadillas en toda la noche, las imágenes de los hombres intentando hacerle daño no se borraban de su cabeza, y peor era cuando recordaba los disparos, la sangre y todos hombres muriendo, los cadáveres eran algo que tardaría mucho en superar. Ben fue el primero en despertar al escuchar un grito de su hija, tocó el hombro de su novio para despertarlo, puesto que él no podía correr hacia su habitación para ver qué le pasaba.

—Joe.

—¿Q-qué? ¿Ya amaneció?

—No, amor, Claudia está llorando, ve a ver qué le pasa.

—Cinco minutos más...

—¡Joe! —el menor golpeó su frente, lo que hizo que despertara de un salto y corriera al cuarto de la niña.

Abrió la puerta y entró, la pequeña se movía frenéticamente en su cama y lloraba a gritos pidiendo que la dejaran en paz, rápidamente se le acercó y agarró sus brazos para calmarla.

—Clau, despierta, estás soñando, chiquita.

—¡Déjame! ¡No me toques! —la niña no se despertaba aún.

—¡Claudia! —le dio leves palmaditas en sus mejillas y la niña abrió los ojos asustada

—¡Papá! —exclamó y se lanzó a sus brazos para comenzar a llorar, su respiración era muy rápida y descontrolada, intentaba calmarse, pero no podía.

—Ya, bebé, tranquila, shhh, solo fue un mal sueño —le susurró mientras la mecía de derecha a izquierda.

—Tuve mucho mie...do.

—Calma, mi amor, no pasará nada, papá está aquí para protegerte.

La pequeña continuaba llorando, Joe no podía evitar sentirse mal por ella, odiaba verla llorar y más si la culpa la tenía Hope. Se sentó en la cama y acarició la espalda de la pequeña para que se calmara, pero eso no daba resultado. Una idea llegó a su cabeza, caminó junto a ella hacia su habitación, luego de haber tomado a Corny con una de sus manos libres. En cuanto entró, Ben los miró con pena, Joe dejó el peluche en la cama y sentó a Claudia en el regazo de su novio, quien de inmediato la abrazó para consolarla.

—Cántale —le susurró—. Esa canción que le encanta.

Ben asintió y recostó a Claudia sobre su brazo como si fuera una bebé, acarició sus mejillas llenas de lágrimas y comenzó a cantar:

I never meant to cause you any sorrow...

Claudia se abrazó más al pecho de Ben para buscar consuelo y concentrarse en la voz de su padre, que lograba tranquilizarla desde que era una bebé. Poco a poco sus gimoteos cesaban, sus ojos comenzaron a cerrarse hasta quedar profundamente dormida en sus brazos. Benny termino de cantar y observó junto a Joe a su hija, suspiró mientras acariciaba su carita y limpiaba todo rastro de lágrimas en ella.

—Pobrecita —susurró y Joe recostó su cabeza en el hombro del rubio.

—Maldito sea el día en el que Hope llegó. Lo arruinó todo.

—Ojalá solo sea una pesadilla nada más, dejemos que duerma aquí, ¿sí?

—Te iba a decir lo mismo.

Y entonces Joe tomó a su hija en brazos delicadamente para no despertarla. La ubicó entre ambos y la pareja se acomodó para dormir.

—Benny, ¿no quieres que duerma en el sofá para que tu pierna esté cómoda?

—No, mi amor, puedo con esto —besó la mejilla de su novio y giró para volver a dormir—. Te amo, descansa.

—Yo también, bebé,

Y ambos durmieron junto a la pobre pequeña, quien, al sentir la presencia de Joe, buscó calor en su pecho y lo abrazó para dormir tranquila, porque lo que estaba soñando no era para nada bonito.

Los siguientes días fueron los peores para la familia Jones Mazzello, Claudia no dejaba de despertar llorando y a gritos, no había noche en la que sus pesadillas la atormentaran o la hicieran gritar. Desde la primera noche, la niña cambió completamente su comportamiento, y a ambos padres se les hacía extraño su repentino cambio, Clau ya no era la misma niña risueña y jovial de siempre, al contrario, era callada todo el tiempo. Además, tenía miedo de cualquier persona que se le acercaba para hablarle, la pobre parecía estar enferma con algún trastorno mental.

—Tenemos que llevarla a un psicólogo Joe, no es normal que ella esté así —le habló Ben por el teléfono, pues el pelirrojo se encontraba trabajando en una nueva película.

—Estoy de acuerdo, mira, pediré permiso para salir más temprano, llegaré allá en media hora, ¿ok? Convence a Claudia de que iremos a la juguetería.

—Claro, te espero entonces.

—Te amo, adiós —dicho esto, colgó, dejando al rubio temeroso.

Suspiró y recargó su espalda en la pared, otra vez llegaban los problemas a su familia y esperaba que Claudia no tuviese alguna enfermedad grave.

¿Cuándo su niña iba a ser feliz?

***

—Papá —Joe levantó su vista hacia el retrovisor ante el llamado de Claudia.

—¿Sí, corazón?

—Esta no es la juguetería.

—Primero debemos visitar a una señora.

—¿Qué señora?

Miró a Ben en busca de ayuda, no sabía qué decirle, puesto que no había preparado una mentira de lo preocupado que estaba.

—Ah... es una amiga que te va a dar muchos dulces amor, solo debes responderle algunas preguntas, así como Carmen, ¿la recuerdas? La señora que fue a la casa de tu tía Lucy para revisarla.

—Ohhh —su boca adquirió la forma de una O, por primera vez Joe la vio un poco emocionada.

A partir de ese momento, nadie dijo nada, Joe aparcó el auto y los tres bajaron de él. Ambos tomaron una mano de la niña y fueron adentro para esperar su turno.

—Dijo seis y treinta, ¿no? —le susurró Ben a su novio y este asintió—. Son casi las siete —bufó.

—No es mi culpa, había mucho tráfico.

—Siempre tarde.

Sólo fue cuestión de cinco minutos de espera para que la puerta se abriera, ante el llamado de la psicóloga, los tres entraron al consultorio y se sentaron y presentaron con la mujer.

—Y bien, ¿quién es el afortunado de esta tarde? —pregunto la psicóloga.

—Es ella, mi hija —Joe señaló a la niña, quien miraba con timidez a la señora.

—Bien Claudia, vamos a mi sillón, necesito hablar contigo.

—¿Mis papás se van a quedar?

—No, ellos te esperarán afuera, ¿sí?

—Papá, no —dijo de inmediato mientras se abrazaba a Joe, tenía miedo de que la mujer le hiciera algo.

—No hay de qué temer, corazón, la doctora solo te hará algunas preguntas, ¿sí? Te ayudará a borrar esos malos recuerdos que te dejo tu mamá. Benny y yo estaremos afuera todo el tiempo, lo prometo.

—Sí, mi vida, no te dejaremos sola nunca más —Ben tomó la mano de la pequeña para darle seguridad y ella sonrió levemente.

—Bueno, eso espero —dicho esto, abrazó a cada uno y fue con la psicóloga al sillón, luego, esta les hizo una señal a los padres para que se fueran.

—Bien, Claudia, me llamo Flor, desde ahora seremos amigas, ¿qué te parece?

—¿Me vas a regalar golosinas?

—Mmmm claro, solo si eres sincera conmigo siempre.

—Por mí está bien.

***

—¿Crees que estará bien, Joe? —le preguntó Ben mientras jugaba con sus dedos.

—Claro que sí, hombre. Margarita sabe lo que hace, por algo es psicóloga.

—Se llama Flor, Joe.

—Como sea —el pelirrojo bostezó—. Será mejor que duerma un ratito.

—¿De qué hablas?

—¿Qué? Tengo sueño, Benny y la sesión dura como media hora.

—Pero podríamos salir a caminar, el día está muy bonito como para quedarnos aquí, vamos, no quiero ir solo... —su voz fue interrumpida por un ronquido de su novio—. Ah, lo que me faltaba —rodó los ojos y cruzó los brazos.

***

—Miren señores, desafortunadamente Claudia no está del todo bien, le he hecho varias preguntas sobre todo lo que pasó con su madre y debo decir que sí, su pequeña obtuvo muchos traumas por esa experiencia, lo más recomendable es que venga tres veces a la semana, lunes, miércoles y viernes, ya verán que en un par de meses solo serán dos consultas, luego una y cuando ya esté completamente bien, pues ninguna.

—Oh, está bien, ¿a la misma hora de hoy? —preguntó Joe.

—Claro, no hay problema con eso. Mi sugerencia es que pasen la mayor parte del tiempo con ella, mímenla todos los días, busquen alguna actividad de ocio para que despeje su mente, créanme que así será más fácil que ella esté bien.

—Entendido —musitó Ben.

—Bien —la mayor se acercó a una puerta y la abrió—. Ya puedes salir, primor.

Los padres asomaron su cabeza y vieron a su pequeña caminar hacia ellos con sus ojitos rojos por el llanto y su vista clavada en el suelo. El primero en levantarse fue Joe, quien de inmediato la tomó en brazos y dejó que su hija abrazara su cuello.

—¿Cómo estás? —le susurró y la niña no respondió.

—Muchas gracias, Doc —agradeció Ben mientras le extendía el dinero.

La pareja salió del consultorio en silencio, Ben cargó a la pequeña y dejó que Joe condujera. Subió al auto y sentó a la niña en su regazo, para abrazarla y mecerla lentamente.

—¿Quieres ir a la juguetería, Clau? —le preguntó Joe con una sonrisa y ella negó—. ¿Por qué?

—No tengo ánimos —dijo sumamente triste.

—Sí está mal —le susurró Joe a Ben y este asintió mientras acariciaba la carita de su hija.

—Mejor deja el auto en casa y luego salgamos a dar un paseo, ¿qué les parece?

Joe asintió convencido y encendió el coche, pero Claudia era la única que no decía ni una palabra, recordaba todo lo que pasó en el consultorio y se ponía mal.

Joe:

—¡Arre caballito! —exclamé mientras cargaba a mi nena en mis hombros.

—¡Papá, me voy a caer! —chilló mientras se agarraba de mi cabeza.

—Tranquila, amor, papá nunca te dejaría caer, solo agárrate bien y no pasará nada.

—Camuflaje —Ben se acercó con un par de gorras y unas gafas, las cuales colocó a Clau y a mí—. Estamos listos, vámonos.

Salí de la casa dando ligeros saltitos, acto que provocó una pequeña risita en mi hija, sonreí ante eso y continué con mi trabajo, sabía que estaba haciendo bien, puesto que Claudia había dejado de estar triste desde que la cargué en mis hombros.

Caminábamos por la acera muy contentos, para nuestra buena suerte, no había muchas personas cerca, así que nadie nos reconoció, esa era la ventaja de vivir a las afueras de la ciudad, la gente es más pacífica. Una tienda de mascotas se atravesó en nuestro camino, los ladridos de los cachorritos llamaron mucho la atención de Clau, quien de inmediato se apoyó en una de las vitrinas y observó a los cachorros sacar la lengua y mover la colita muy inquietos.

—¡Miren, son muy tiernos! —exclamó contenta.

—Entremos a ver los demás —le susurré.

—¡Síííí! —y dando varios saltitos, entró contenta—. ¡Un lobito!

—Es un Akita, Clau, no es un lobo —Ben se arrodilló a su altura y señaló al cachorro—. Son parecidos porque son de la misma familia.

—Ohhh, ¿y estos son de la familia de las ovejitas? —preguntó señalando a la raza french.

—No amor, así es su raza.

—¿Qué es raza?

—Es un grupo de animalitos que son parecidos por su pelaje y eso.

—Ohhhh, ¿tú y mi papá pertenecen a la misma raza?

—De hecho, sí, por jotos —una voz diferente a la de mi hija y la de mi novio hizo que giráramos nuestras cabezas en dirección de la misma, de inmediato, una sonrisa se formó en nuestros rostros.

—¡Tío Gwil! —chilló mi hija y corrió hacia él para abrazarlo.

—¡Hola, bonita! —besó su mejilla con una gran sonrisa en su rostro—. Hola, par de jotitos —dijo mientras pellizcaba nuestras mejillas.

—¿Cómo así por aquí, Gwil? —preguntó Benny.

—Vine a comprar una cama para mi perrito.

—¿Tienes un perrito, tío?

—Sí, lindura.

—¿Cómo se llama? —sus ojos brillaban de la curiosidad.

—Firulais —Ben y yo reímos al escuchar ese nombre—. ¿De qué se ríen, tontos?

—¿No tenías un nombre más común que ese? —soltó Ben conteniendo la risa.

—Lo dice alguien que le puso el nombre de una fruta a su hija.

—Ok, eso ya no fue gracioso.

—¿Cómo es tu perrito tío? —Clau rompió el silencio.

—Es muy chiquito y tierno, tiene muchas manchitas en su cuerpo, le encanta morder cosas y es muy juguetón.

Ante esas palabras, mi hija giró para mirarnos, hizo puchero y ojitos de perrito regañado

—Pas, yo también quiero un Firulais, por fa, ¿me compran uno?

Ben y yo compartimos miradas, estaba a punto de sonreí y decir sí, hasta que vi su cara, que demostraba absoluta negación.

—¿Por qué? —le susurré y él me llevó a una esquina.

—Hombre, a veces no podemos cuidarnos a nosotros mismos ni a nuestra hija y quieres un perro.

—Ve el lado bueno, nuestra familia crecerá.

—Lo que conlleva a más gastos.

—Benny, somos millonarios, solo mira esa carita —miré a Clau y le hice señas para que haga un puchero muy tierno—. No puedes negar a esa carita. Además, si compramos uno de apoyo emocional, ayudará a Clau con su terapia.

Abrió los ojos de par en par, parecía que mi última frase lo había convencido, me miró al fin, luego de haberlo pensado mucho y asintió con la cabeza.

—Está bien, comprémoslo.

—¡SÍÍÍÍÍ! —chilló Clau dando saltitos.

—Preguntaré cuál es de apoyo emocional —dicho esto, Benny se dirigió a la cajera, al cabo de unos cuantos segundos, regresó con nosotros—. Son los del fondo, incluso tienen etiquetas.

—Bien, entonces vamos a verlos —tomé la mano de mi hija y los cuatro caminamos en dirección a los perros—. Escoge solo los que tienen etiqueta azul, Clau.

—¿Por qué no los de etiqueta roja?

—Porque esos ya los compraron —mentí

—Oh, entiendo —susurró y caminó hacia la primera jaula—. Mmmm no muy peludo —fue a la de al lado—. Muy pequeño —la siguiente—. Muy grande. Muy orejón... parece ratita...

De pronto, un sonido de asombro salió de su boca, avanzó a paso rápido a la jaula del fondo y se trepó en una especie de escalón para ver al perrito, de inmediato nos acercamos a ella y vimos al perrito, era un Golden retriever muy gordo y tierno, se encontraba recostado en el suelo.

—¡Quiero este! —exclamó señalándolo y yo le hice una seña a la cajera para que viniera—. ¡Tiene etiqueta azul! —se arrodilló frente al perrito y le sonrió—. Hola, pequeño, soy Claudia, irás conmigo a mi casa y seremos muy felices.

De inmediato, la cajera tomó al perritoy lo llevó de vuelta a la caja para ponerle un lazo alrededor del cuello y alistarlo para ser entregado con su nueva dueña, quien no dejaba de tocar su suave pelaje con mucha emoción.

—Bien, pequeña, aquí está tu nuevo amiguito, cuídalo muy bien —dijo la chica mientras se lo entregaba.

Claudia lo tomó en brazos y besó su pequeña cabecita, cosa que provocó que el perrito lamiera su cara y ella riera.

—Muchísimas gracias, ¿cuánto es? —le preguntó mi novio.

—Ochocientos dólares —dicho esto, Ben sacó el dinero y se lo entregó—. Cuídenlo bien, es un perrito muy hermoso, de seguro ayudará mucho a su niña.

—Lo haremos, gracias —dije y los cinco salimos de la tienda—. Vamos a casa, ¿vienes con nosotros Gwil?

—Solo si me dan chocolate y galletas.

—Hecho.

***

—¡Ven perrito, ven! —exclamaba Clau mientras palmeaba el piso para que el perrito corriera hacia ella, quien lo abrazó contenta—. ¡Buen chico!

—De verdad fue buena idea que le compraran ese pequeño —comentó mi amigo y nosotros asentimos.

—Solo queremos que esté bien, Gwil —dije mientras me llevaba una galleta a la boca.

—Pas, ¿puedo ver la tele con mi perrito?

—Claro, mi vida, enciéndela —Ben le dedicó una sonrisa, mi hija cargó al perrito y se sentó con él en el mueble de la sala para después tomar el control y encender la televisión, de inmediato, Scooby Doo se proyectó en la pantalla.

Los tres caminamos hacia ella, en el camino, encontré a Corny tirado en el suelo, por lo que lo tomé y se lo tiré a Clau en su regazo.

—No olvides a tu mejor amigo —lo señalé con mi dedo y ella de inmediato lo abrazó con una sonrisa.

—¿Cómo se va a llamar tu perrito, Clau? —le preguntó Gwil mientras se sentaba en el mueble que estaba cerca de ella.

—No lo sé, no se me ocurre ningún nombre.

Tomé la mano de mi novio y me senté a un lado de Gwil, acto seguido atraje a Ben hacia mí y lo senté en mis piernas, apoyando mi mentón en su hombro y rodeando su cuerpo con mis brazos.

—Te amo —le susurré y me miró con una sonrisa.

—Dime algo que no sepa.

—Mmmm jugar baloncesto —dicho esto, recibí un golpe de su parte por lo que reí—. Amor, pero es la verdad, eras malísimo en el colegio.

—No me recuerdes esos días, por favor.

—Lo siento —besé su cuello y él besó mi nariz.

—Oigan, yo también existo, basta —nos dijo Gwil y ambos reímos.

—¡Eso es! —el grito repentino de nuestra hija provocó que ambos brinquemos en nuestro sitio.

—¿Qué?

—¡Shaggy! —exclamó apuntando la televisión—. Mi perrito se llamará Shaggy, como el amigo de Scooby Doo.

—¿Shaggy? —interrogamos mi novio y yo al unísono.

—¡Sí!

—Hubiese preferido Scooby —comentó Ben.

—Es un lindo nombre —dijo mi amigo.

De pronto, escuchamos varios golpes en la puerta, por lo que caminé hacia ella para abrirla, de inmediato, una Lucy muy contenta entró.

—¡Hola, Joe! —me abrazó y corrió hacia mi novio—. ¡Hola, Benny! —ahora dónde Gwil—. ¡Hola, jirafita! —y por último con Clau—. ¡Hola, mi princesita! ¡¿Quién es tu nuevo amigo?!

—Es mi perrito, se llama Shaggy.

—Ohhh, como el amigo de Scooby Doo —se sentó a su lado y miró al animalito—. ¿Me lo prestas?

—Sí —mi hija se lo dio y ella comenzó a acariciarlo.

—Bueno, ¿a qué se debe tu visita tan jovial, Lucy? —le preguntó Ben un tanto extrañado.

—Es exactamente lo que yo iba a preguntar —repuse mientras cerraba la puerta.

—Oh sí, debo contarles algo, acércate Joe —obedecí y me senté al lado de Ben—. Lo que pasa es que... —sonrió contenta—. ¡Rami me pidió matrimonio! ¡Vamos a casarnos!

Todos permanecimos en silencio, analizando la noticia, mi pequeña amiga se casaría con uno de mis mejores amigos, y eso me llenaba de nostalgia y a la vez me daba felicidad por ella. Todos nos habíamos quedado sin habla, pero Gwil fue el primero en romper el silencio.

—¡Tendremos fiesta wuuuu!

—Oh por Dios, felicidades —Ben se levantó y la abrazó, después de que ella dejara a Shaggy en el suelo.

—Lo mismo digo —ahora fue mi turno de abrazarla—. Espero que seas muy feliz con él, no puedo creer esto, en serio, creí que nunca te casarías por amargada —recibí un golpe como respuesta.

—¿Y cuándo será el día en que mis papás se casen? —preguntó Clau y Ben me miró.

—Sí, Joe, yo también quiero saber.

—Cielo, no me presiones, tranquilo —entrelacé nuestras manos—. Algún día serás Benjamín Mazzello y yo seré el hombre más feliz del mundo al tenerte como esposo.

—Awww, Joe, te amo —me besó.

—¿Me dejas ser tu dama de amor? —le preguntó Gwil de repente—. Aunque creo que eso le queda mejor a Ben.

—No, idiota, ella será mi dama de amor —mi amiga señaló a mi hija, quien se mostró confundida.

—¿Yo?

—Sí, princesa.

—¡Entonces necesito un vestido!

—Vayamos a verlo juntas, ¿qué te parece?

—¡Sí! Pas, ¿puedo ir, por fiiiiis? —asentí con la cabeza y nos abrazó a ambos—. Los amo, cuiden a Shaggy por mí.

—Lo haremos, mi vida, hoy será su tarde de chicas.

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