Capítulo 35
—¿Claudia? —Joe estaba a punto de colapsar—. ¡Claudia!
—¡Vuelve a llamar! —le ordenó Ben al borde del llanto.
Joe pulsó la pantalla, el botón de talk comenzó otra llamada. Con la mano temblorosa sobre su oreja, esperaba que por lo menos le contestaran, sin embargo, Ben decidió quitarle el celular y pulsar el altavoz para escuchar también.
Por otro lado, Claudia se encontraba asustada frente a su madre, quien había colocado su mano sobre la boca de Vivi para que no gritara.
—¡¿Qué estabas haciendo, Viviana?! —exclamó con toda la furia del mundo y la golpeó, acto seguido, Claudia gritó y comenzó a llorar—. ¡Vas a arrepentirte de lo que hiciste! ¡Por tu culpa esos idiotas me encontrarán! —otro golpe.
—¡Déjala, mamá! —exclamó la pequeña entre llantos mientras se acercaba a la sirvienta para abrazarla —. ¡No la lastimes!
—¡Aléjate, Millie! —y de un buen golpe, empujó a la niña lejos—. ¡Vince! —llamó al hombre, quien se encontraba detrás de ella observando todo—. Llévatela y asegúrate de que aprenda la lección.
—¡No! —gritó Clau.
—Espero que tus hijos te extrañen porque de aquí no saldrás viva —dicho esto, Vince la inmovilizó de un buen golpe y la arrastró hacia uno de los cuartos.
—¡Déjala, Vince! —gritó Clau corriendo detrás de él, lo empujó e hizo lo que mejor sabía hacer, patear sus partes íntimas.
—¡Ah! ¡Niña tonta! —se quejó y le dio un buen golpe en la mejilla para tirarla al suelo.
Claudia retrocedió unos pasos hasta llegar a la pared, temiendo que Vince la golpeara de nuevo, sin embargo, él sólo se limitó a tomar el cuerpo de la mujer y arrastrarla a dicha habitación. La pequeña lloraba a gritos y observaba cómo llevaban a la única persona que la había ayudado a contactar a sus papás. Y ahora... ¿Vince la mataría? No era justo, no para una persona tan buena como ella, a veces las cosas malas ocurrían a las personas más buenas, y no era justo, ¿acaso debíamos ser malos para tener bendiciones? Qué raro era el mundo.
Claudia escuchó los pasos de su madre aproximarse, ya se esperaba lo peor, se posicionó delante de ella y la miró muy enfadada.
—¡Millie Booth! —la mujer le dio una bofetada—. ¡Está sí fue la gota que derramó el vaso! ¡No debiste hacer eso! ¡¿Sabes qué pasará ahora?! ¡Me buscarán y me enviarán a la cárcel!
—¡No me importa! ¡Qué te encierren por todo lo que me hiciste!
Su madre levantó su mano para golpearla, sin embargo, el sonido de una llamada en el teléfono la detuvo, Claudia supuso que de seguro eran sus papás, así que, con todas sus fuerzas, pateó a su madre en sus partes íntimas, así como había hecho con Vince, suponiendo que causaría el mismo efecto en ella y así ganaría ventaja, no obstante, la mujer solo chilló mientras Claudia corría al teléfono para contestarlo.
—¿Papá? —preguntó en cuanto llevó el teléfono a su oreja.
—¡Claudia! ¡¿Qué ocurrió?!
—¡Llámenme en un minuto! ¡Llámenme en un minuto! —gritó y de inmediato desconectó el teléfono.
Su madre ya se encontraba frente a ella con la intensión de quitarle el aparato, sin embargo, la niña la empujó y corrió lo más rápido que pudo hacia el baño. Cerró la puerta en la cara de su madre, agradeciendo completamente que lo hubiese hecho en ese momento, de no ser así, Hope hubiese entrado. De inmediato colocó seguro a la puerta, al mismo tiempo que la mayor la golpeaba con desesperación.
—¡Abre la puerta, Millie! —gritaba fúrica, Claudia podía ver cómo la puerta se movía con fuerza a tal punto de casi tumbarse.
La niña ignoró los gritos de su madre y corrió alrededor de todo el baño para buscar un interruptor para el teléfono, estuvo a punto de desesperarse al no encontrarlo, sin embargo, halló uno debajo del lavamanos, muy escondido. Rápidamente intentó conectarlo, pero no cabía el interruptor, lo giró y giró hasta que por fin logró entrar, segundos después, el timbre del teléfono la hizo sobresaltar, y por inercia, se lo llevó a la oreja.
—¡Papá! —gritó en cuanto contestó, sin saber si se trataba de él o no.
—Claudia, hija, ¿qué está pasando?
—¡Mi mamá está afuera! ¡Quiere golpearme, papá!
—¿Dónde estás? Dinos dónde estás para buscarte —ahora se escuchó la voz de Ben bajo el ruido de los golpes en la puerta y los gritos de su madre.
—No sé —comenzó a llorar en el teléfono, la desesperación se apoderó de ella—. Sólo sé que estamos en Canadá, estoy en un edificio grande y... y... al frente hay una pizzería.
—Tranquila, mi amor —decía Joe intentando sonar calmado, pero se le hacía imposible, no en una situación así, cuando su hija estaba a punto de ser golpeada por una loca—. Iremos por ti, te lo prometo, te buscaremos sin descanso.
—No se tarden —sollozó mientras abrazaba sus rodillas, buscando consuelo e imaginándose a ellos en su lugar—. Ya no quiero estar... aquí.
—No llores, mi vida, ya vamos, ¿sí? Ya vamos —Benjamín lloraba en el celular.
—Los quiero mucho —susurró al mismo tiempo que limpiaba sus lágrimas—. Y perdón... por lo que hice... nunca debí haberme ido, mi mamá es mala conmigo, me pega, me manda con hombres malos.
—Espera, espera, ¿qué? —Joe sintió toda la furia en su interior—. ¿Te han hecho daño esos hombres?
—Casi, querían tocarme y sacarme la ropa...
—¡Desgraciada! —la niña escuchó un grito de Ben en el fondo—. ¡Voy a matarla, lo juro!
—Mi amor, tranquila, iré con la policía y viajaremos de inmediato a Canadá, ¿sí? Solo espéranos y cuídate de esa loca.
—Sí, papá, te amo.
—Yo también, mi vida.
De pronto, los violentos golpes en la puerta dejaron de escucharse, Claudia sonrió, al parecer Hope se había rendido.
—¡Ya se fue mi mamá! ¿Podemos seguir hablando? No quiero colgar.
—Claro, mi Reina.
—¿Cómo están mis tíos?
—Muy tristes, te extrañan muchísimo, ya me imagino su cara de felicidad cuando sepan que llamaste.
—¿Y mi tía Lucy?
—Ella es la más triste de todos, todos te están buscando, ahora papi está reportando que llamaste, entre todos te buscaremos.
—Ya quiero que vengan, yo también los extraño muchís... —la niña guardó silencio al escuchar cómo su madre introducía una llave en la cerradura de la puerta.
—¿Claudia? ¿Qué pasa?
—Está abriendo la puerta... ¡mi mamá va a entrar! —el miedo se apoderó de su voz.
—¡Atranca la puerta con algo!
—¡No hay nada aquí! ¡Va a entrar, papá! ¡Va a entrar! ¡Me va a pegar! ¡Ayúdame! ¡¿Qué hago?!
—¡Escóndete! ¡Ah... yo... no lo sé!
Joe sentía ganas de llorar, quería pedir ayuda a su novio, sin embargo, él estaba ocupado en el teléfono llamando a la policía o posiblemente pidiendo ayuda. Sentía esa terrible impotencia de querer ayudar a alguien y no poder hacer nada. Se sentía muy inútil, su niña estaba a punto de ser golpeada y él se encontraba muy lejos de ella sin siquiera poder hacer algo. Comenzó a llorar cuando escuchó un grito de su niña y a continuación el sonido de algo cayendo.
—¡Papá! ¡Ayúdame! ¡Ya entró! ¡Ayúdame!
—¡Corre, Claudia, corre! Iremos por ti, lo prometo —a continuación, la llamada terminó.
Joe bajó el celular y miró a su novio, quien mantenía su concentración en una llamada con posiblemente la policía, esperaba que la terminara para que viniera hacia él a consolarlo, pero él aún estaba en el teléfono, por lo que decidió sentarse a su lado y esperar a que terminara. Recostó su cabeza sobre el mesón de la cocina y lloró sobre sus brazos, pudo sentir cómo la mano izquierda de Ben acariciaba su espalda lentamente. Cuando cortó la llamada, se lanzó a los brazos del rubio y se echó a llorar, Ben lo abrazó y lloró sobre su hombro.
—¿Qué pasó, Joe?
—Hope logró entrar al baño... y la llamada se cortó.
—Maldita desgraciada...
—Benny, nos contó cosas horribles, quien sabe qué haga con ella ahora que nos contactó.
—Tranquilo, para eso hay solución, llamé a la comisaría y notifiqué lo que pasó, me dijeron que llevemos tu celular allá para que nos ayuden a localizar la llamada.
—Vamos ahora, ahora, ¡ahora! —exclamó y tomó la mano de su novio para llevarlo afuera.
***
«¡No hay nada aquí! ¡Va a entrar, papá! ¡Va a entrar! ¡Me va a pegar! ¡Ayúdame! ¡¿Qué hago?!»
La voz de la niña resonaba en un altavoz. La pareja cerró los ojos al escucharla y sintieron cómo varias lágrimas resbalaban por sus mejillas.
«¡Escóndete! ¡Ah... yo... no lo sé!»
Joe no pudo evitar sentirse tan tonto y culpable al escuchar su frase, tan inútil para no poder hacer nada por su hija, que quién sabe cómo se encontraba ahora. Abrazó aún más a Ben y lloró sobre su hombro.
«¡Papá! ¡Ayúdame! ¡Ya entró! ¡Ayúdame!»
Joe sintió como Ben apretaba su mano más fuerte de lo normal, quizá para buscar consuelo o expresar que a él también le dolía escucharla así. Observaban cómo los policías realizaban algunos apuntes junto a un equipo especializado en rastreo, un hombre trabajaba duro delante de una computadora cuya pantalla mostraba un montón de números y letras verdes sobre un fondo negro.
Pasaron varios minutos de tortura para la pareja en los que tuvieron que escuchar la grabación una y otra vez, si no hubiese sido su llamada, Joe podía jurar que esa grabación podría estar entre los primeros lugares de las siete llamadas más terroríficas del mundo. Pronto, los investigadores y policías dejaron de hacer apuntes y conversar, para mirar con preocupación a la pareja.
—Tratamos de localizar la llamada lo mejor posible —habló el sheriff—. Pero solo nos envía a Saint Albert, la llamada se corta, creo que en ese edificio no hay señal.
—Entonces debemos ir a Saint Albert de inmediato —soltó Ben muy decidido.
—Estoy de acuerdo, tenemos un montón de personas que nos ayudarían a buscarla, podrían llamar al resto de oficiales —comentó Joe.
—¿Están seguros que de verdad quieren ir a un país donde posiblemente una psicópata los tiene en la mira por si deciden aparecer con su carita de angelitos tiernos?
—Sheriff —el pelirrojo pegó un golpe en la mesa—. Es mi hija, y créame que atravesaría un maldito campo minado con tal de verla sonreír frente a mí por lo menos un segundo.
El hombre lo observó pensativo, mientras con su mano derecha quitaba e introducía la tapa de un bolígrafo una y otra vez.
—Por favor, señor. Se lo pido —Ben juntó sus manos en forma de súplica—. No quiero perderla, debemos llegar lo más pronto posible y qué mejor si tenemos la mayor ayuda en nuestras manos.
—Está bien, vámonos ya —Joe y Ben brincaron en su lugar—. Jimmy, llama a los demás, necesitaremos mucha ayuda.
***
Joe no podía evitar sentirse tenso y nervioso, el miedo recorría su cuerpo de una manera molesta, su estómago dolía, estaba emocionado y a la vez temeroso, si las cosas salían bien, vería a Claudia después de tres meses, pero sino, de seguro moriría junto a Ben, o sólo uno de los dos, todo podía pasar con una mujer tan loca como Hope, pero lo que sí sabía era que iba a matarla, tenía todas las ganas de hacerlo apenas la viera, no le importaba ir a la cárcel, pero quería tenerla cuatro metros bajo tierra por todos los males que había provocado. Sin embargo, no sabía si sería capaz, nunca había matado a alguien, tampoco se le había ocurrido alguna vez, no sabía usar un arma con certeza, en sus trabajos como actor había usado algunas pistolas, mas no eran reales y en verdad no sabía usarlas.
Observaba a Ben, quien yacía dormido con la cabeza gacha y emitía ligeros ronquidos. El pelirrojo sonrió levemente, le alegraba el hecho de que durmiera por lo menos un par de horas que duraba el viaje, Ben no había dormido casi nada en los últimos días y sentía que de verdad el pobre necesitaba un descanso después de investigar, hacer llamadas y permanecer despierto toda la noche por si había una noticia, de hecho, Joe también lo hacía, ambos se turnaban, pero a veces era tan agotador, que el pobre no aguantaba y dejaba que el sueño lo venciera.
No hizo conteo del tiempo, pero cuando menos se lo esperó, se había quedado dormido sobre el pecho de su novio.
***
Una pequeña sacudida lo despertó, en cuanto abrió los ojos se encontró con la hermosa imagen de su novio también despertando, se veía tan tierno, como un cachorro recién nacido.
—Buenos días, bonito —le saludó con la voz ronca.
—Buenos días, Joe —su voz sonaba igual de ronca—. ¿Ya llegamos?
—Creo que sí —musitó levantando la cabeza para observar por la ventana, en efecto, ya habían llegado, el aeropuerto de Canadá se podía apreciar perfectamente el aeropuerto de Saint Albert—. ¡Sí! —exclamó emocionado.
—Claudia, allá vamos —musitó el rubio y Joe giró para verlo con una pequeña sonrisa, tomó su mano y lo besó, demostrándole que estarían juntos en esa misión casi suicida, pero juntaban fuerzas solo por rescatar a su pequeña.
Después de bajar del avión, todos se reunieron en un grupo grande: el cast de The Pacific y de Bohemian Rhapsody se encontraban preparados para lo que vendría. Para que la búsqueda fuera más fácil, se dividieron en parejas, cada quien fue asignado a un lugar específico de la ciudad. Cada pareja iría acompañada de dos policías, por si ocurría algo malo, ellos los defenderían. A Joe y Ben se les asignó las afueras de la ciudad, tanto ellos como el resto se sentían nerviosos.
—¿Soy el único que siente que alguien saldrá sin un brazo de aquí? —preguntó Gwil a los demás, sin despegar su vista del horizonte.
—¿Quieres callarte? —Lucy le pegó un manotazo.
—Mira, jirafita, aquí no aceptamos el pesimismo —le dijo Manuel asesinándolo con la mirada—. Así que si vas a seguir con esos pensamientos te sugiero que te regreses al avión.
—A mí no me retes, anciano —exclamó señalándolo con su índice.
—¡Ya basta los dos! —chilló Lucy separándolos—. Ustedes controlen a su fiera —les habló a el cast de The Pacific.
—¡Y ustedes controlen a la suya! —le gritó Adria.
—¡Ya basta! —chilló Joe pegando un zapatazo—. ¡Estamos aquí para buscar a Claudia, no para agarrarnos a putazos!
—Esto parece un capítulo de la Rosa de Guadalupe —le susurró Roger a Brian.
—¡Bueno y a este anciano, ¿quién lo invitó?! —chilló Sebastian.
—¡Oye, niño, soy viejo, pero tengo más energía que tú! —chilló Rog.
—¡Bueno chinguen a su madre todos! —exclamó Joe agitando las manos—. ¡Mi novio y yo iremos a buscar a nuestra hija! ¡Si ustedes la buscan bien! ¡Roger y Brian no irán por ser de edad, se acabó!
—Lo siento, señor mandón, ya vamos —se disculpó Allen y fue junto a Gwilym y los policías a su auto.
—Vámonos, Benny.
—¡Oigan! —Lucy los detuvo para persignarlos—. Mucha suerte, no olviden que los amo, ¿sí?
—Todo saldrá bien, no lo olviden —Rami los abrazó—. Los amamos mucho.
—Y nosotros a ustedes —Benjamín le sonrió y fue con Joe al auto.
***
Habían buscado por más de tres horas, preguntando de casa en casa si habían visto a la niña o a su madre. Estaban llegando a desesperarse, ni ellos ni sus amigos tenían noticias, cosa que los llenaba de miedo, Hope era capaz de llevarse a Clau lejos de esa ciudad solo para que no se la quitaran. Rendido, Joe se recargó sobre el auto de los policías y descendió hasta el piso para comenzar a llorar, de inmediato, Ben, caminó hacia él para abrazarlo.
—Joe, tranquilo, no llores.
—Es inútil —respondió sorbiendo su nariz—. No la vamos a encontrar nunca.
—Te he dicho miles de veces que no seas pesimista, anda levántate, aún nos queda un barrio más —Benjamín extendió su mano hacia Joe, quien dudó unos segundos en si tomarla o no, no obstante, al final cedió—. Eso es, vamos.
Si no hubiera un dejo de esperanza en su interior, de seguro Joe no hubiese seguido buscando. Mientras Ben averiguaba información en una lavandería junto a los policías, Joe avanzó hacia la esquina, donde vio una pizzería llena de luces, que de cierto modo llamó su atención.
Pizzería, pizzería, ¿dónde escuché la palabra pizzería? Pensaba con una mano en su barbilla.
Sonrió cuando el rompecabezas se armó en su cabeza: el edificio donde se encontraba Claudia estaba frente a una pizzería, y en efecto, un edificio de cinco pisos se encontraba frente a esta. Rápidamente fue hacia dicho lugar y habló con la primera persona que se le apareció: una amable mesera vestida de rojo.
—Disculpe, señorita —la muchacha giró y lo miró—. ¿De casualidad ha visto a esta niña? —le enseñó una foto de Claudia, a continuación, la mujer le quitó el celular y lo escondió, al principio Joe creyó que le estaba robando, pero cuando la vio colocando su índice sobre sus labios, supo que se equivocaba.
—No digas nada, ven —dicho esto tomó su mano y lo llevó al baño de mujeres.
—¿Qué hace? No puedo entrar aquí.
—¿Quieres saber sobre la niña o no?
—¡Sí!
—Entonces cállate y préstame atención. Esta niña —señaló el celular—, vive al frente, en el enorme edificio de ladrillo, bajo el poder de Hope Booth, una vez la niña vino aquí a vender droga y un hombre murió delante de sus ojos. Hope la obliga a vender droga a hombres pervertidos que quisieron abusar de ella innumerables veces.
—¿Cómo llego con ella? —preguntó sintiendo coraje en su interior.
—Amigo, ese jodido edificio aumentó su seguridad desde que la niña logró localizar a sus padres.
Joe se señaló.
—Yo soy su padre, ella me llamó.
—Bien, bonito, espero que hayas venido con la policía, porque vas a necesitar todo el apoyo posible, la niña está encerrada en el ático de su casa, ahí es donde debes buscarla, en el último piso, claro si logras llegar allá arriba con vida.
—G-Gracias —tartamudeó—. Iré ahora mismo, muchas gracias se lo agradezco muchísimo —y después de tomar su celular, salió de la pizzería, encontrándose a un Ben muy molesto.
—¡¿Dónde estabas, Joe?! ¡Me asustaste!
—¡En esa pizzería! ¡Claudia se encuentra allá arriba! ¡Hay que ir ahora!
Con su boca muy abierta y su mirada clavada en el edificio, Ben tragó saliva y sacó de su bolsillo una pistola.
—Bien, entonces notifiquemos a los oficiales, ¡no perdamos tiempo!
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