Capítulo 31
—¡Joe, ya llegué! —exclamó el rubio mientras entraba a la casa—. Acabo de venir de la comisaría y... —el muchacho guardó silencio al escuchar unos débiles sollozos provenientes del baño, por lo que rápidamente se acercó a la puerta del mismo—. ¿Joe? —llevó su mano a la perilla e intentó girarla lentamente, sin embargo, no se abrió—. Joe, ábreme por favor.
—Benny... —susurraba levemente, como si estuviera teniendo un ataque, el miedo recorrió el cuerpo de Ben.
—Joe, abre por favor —el mayor comenzó a golpear la puerta lo más fuerte posible.
—No... puedo.
La desesperación lo consumía, sabía que debía hacer algo antes de que pasara una desgracia, por lo que rápidamente fue a la cocina y sacó un martillo de uno de los armarios. Corrió de vuelta al baño, y atacó a la pequeña perilla con el martillo hasta tirarla al suelo. Empujó la puerta con su brazo y entró tirando el martillo, de inmediato se arrodilló a la altura de Joe, quien se encontraba sentado en el suelo con los ojos a punto de cerrarse, su boca estaba ligeramente abierta, por donde soltaba ligeras respiraciones entrecortadas. Rápidamente palmeó sus mejillas para intentar reanimarlo, sin embargo, lo único que logró fue que el pelirrojo abriera un poco los ojos, dejando que ambos compartieran miradas y luego los cerrara en seguida. Sin pensarlo dos veces, sacó su celular y llamó a emergencias, puesto que no sabía qué hacer y tampoco desperdiciaría el tiempo haciendo algo inútil.
—Joe, no me dejes, tú también, por favor —susurró con la voz entrecortada sin despegar su mano del hombro de su amado y el celular de su oreja.
***
El día estaba algo caluroso para un lugar frío como Canadá, Claudia llevaba como media hora viajando en un auto sucio de vidrios polarizados, hoy sería su primer día de trabajo, entregaría su primera cajita sorpresa, así les había llamado a las cajas que Vince le había encomendado, puesto que "la caja" sonaba muy aburrido. Pero no había nada más aburrido que el viaje que estaba experimentando en ese momento, ese auto ni siquiera tenía radio, por lo menos con sus padres falsos podía ver caricaturas en una pantalla muy grande ubicada sobre la radio. En este auto ni siquiera tenía permitido sacar la cabeza por la ventana, su madre decía que nadie debía verlos, porque de ser así, todos querrían de la cajita sorpresa y Claudia no podría tener sus dulces.
Se suponía que el Club 69 no estaría tan lejos como Claudia se imaginaba, pero ya casi era una hora y nada, ya ni podía preguntar porque luego el conductor le gritaba diciéndole que dejara de hacer preguntas tontas, no obstante, lo que más le dio risa fue cuando su madre la defendió. Un buen golpe le cayó al hombre malo en la cabeza para que dejara de gritar a la pobre niña.
Sin querer, la pequeña rubia se había quedado dormida apegada a la puerta del auto, sintiendo golpes contra la misma cada vez que el auto pasaba sobre un bache. Pero para su buena suerte, con su deliciosa siesta, el tiempo pasó más rápido, y cuando su madre la despertó, sonrió de oreja a oreja al darse cuenta de que ya habían llegado.
"EL CLUB 69" un letrero brillante relucía en la cima de aquel edificio maltratado y mugriento, Claudia se preguntaba cuándo sería el día en el que dejaría de ir a lugares sucios.
—Bien, Millie, aquí está la caja —su madre la distrajo de sus pensamientos, obligándola a que la mirara, tomó la caja y besó la mejilla de la mayor—. Ya lo sabes, no abras la cajita, no hables con nadie, solo puedes hablar con esta persona —sacó de su bolsillo una foto arrugada y se la enseñó, un hombre de cabello negro y largo; tomó con inseguridad la foto y la analizó detenidamente—. Se llama Mick Mars, ¿sí?
—Sí, mami —respondió obediente y abrazó a su madre.
—Cuídate princesa, aquí te esperamos, ¿ok? —ella asintió y bajó del auto, Vince -quien se encontraba en el asiento del copiloto, bajó del auto y tomó la mano de la niña para llevarla adentro e indicarle hacia dónde ir.
—Espera —dijo mientras regresaba al auto.
—¿Qué pasa? Ya tienes la caja.
—Olvidé a Corny —comentó en cuanto bajó del auto nuevamente, solo que ahora llevaba a su peluche en sus manos.
—No lo necesitas —Vince se lo quitó de las manos.
—Claro que sí, él me acompaña a todos lados, dámelo —extendió sus manos hacia arriba para intentar alcanzarlo, sin embargo, gracias a su baja estatura, no lo consiguió.
Vince miró a su hermana en busca de respuesta, la rubia simplemente rodó los ojos y asintió con la cabeza, dando a entender que le diera el unicornio para que dejara de molestar.
—Bueno, aquí tienes —se lo entregó y Claudia lo abrazó con su brazo libre—. Mira, Millie, solo entra a la última habitación de este pasillo, ahí es donde está Mick, le dices "esto es de parte de Vince" le das la cajita, recibes el dinero, no hablas con nadie y corres al auto, nosotros no estaremos aquí, sino a la vuelta de la esquina —señaló el lugar.
—¿Por qué?
—Porque... porque esta no es zona de parqueo, a la vuelta sí, ¿entendiste?
—Sip, ya vengo.
—Ten mucho cuidado, no quiero que te distraigas con nada, no te demores.
—Si, adiós —dicho esto, caminó a paso rápido hacia el lugar.
El Club 69 estaba repleto de chicas en ropa interior, Claudia las miraba bailando en tubos muy brillantes frente a muchos hombres, le sorprendía y a la vez le daba pena que las chicas sean tan pobres para no poder comprarse ropa nueva, estaba a punto de regalarles un poco del dinero que recibiría de la cajita, pero cuando recordó que el dinero era para sus dulces, prefirió no hacerlo y caminar entre la gente rara de ese lugar para llegar hasta la última habitación.
—Bueno, Corny, tú tampoco llevas ropa, pero eso no quiere decir que vayas a bailar en un tubo —le habló a su peluche mientras caminaban—. Es un hecho, cuando volvamos a casa le pediré a mi mamá un poco de ropa para ti.
El número 91 reposaba en la puerta con letras grandes, doradas y muy brillantes, tocó la puerta torpemente y esperó a que abrieran. Un: "adelante" fue suficiente para entrar con timidez y buscar al hombre pelinegro. El señor se encontraba tirado en un sofá cama, fumaba un cigarrillo y observaba con confusión a la recién llegada, ¿y quién no lo haría? ¿Qué hacía una niña en un club lleno de prostitutas que exhibían sus cuerpos para obtener un par de billetes? ¿O acaso era una clienta?
—Lo siento, niñita, sólo contrato a mayores de edad —le dijo luego de haber soltado una gran cantidad de humo de su tabaco.
—No sé de qué habla, pero vengo a dejarle esta cajita sorpresa de mi tío Vince.
Al escuchar semejante frase, el pelinegro se levantó del sofá de un salto y observó a la niña con una sonrisa.
—Así que tú eres nuestro canal de crímenes —la sonrisa perversa no se le iba de la cara, a Claudia le daba un poco de miedo—. Vinnie siempre fiel a su palabra, déjame ver eso, pequeña —extendió las manos y la niña le entregó la caja, la cual fue abierta por el mayor, quien soltó un grito de victoria al ver su contenido—. ¡Eso es!
—¿Tiene el dinero? Debo irme. El tío Vince dijo que no debo tardar.
—Oh sí, sí lo tengo, pequeña. ¡Tommy, niño, tráeme los verdes!
De inmediato, un tipo delgado y de cabello muy desordenado corrió hacia una habitación, la niña pudo escuchar varias cosas caerse, posiblemente eran cajas, sin embargo, en menos de un parpadeo, el muchacho regresó con un par de plátanos verdes en sus manos.
—Aquí tiene, señor —le extendió los verdes y Mick lo miró incrédulo.
—¡Esos verdes no, tarado! —su grito potente provocó que Claudia brincara sobre su sitio un tanto asustada—. ¡El dinero!
—¡Oh el dinero! ¡Voy! —Tommy regresó a la habitación y luego de volver a tirar algunas cosas, regresó con una pequeña bolsa de color crema en sus manos—. Tenga, señor.
—Bueno para nada —Mick le arrancó la bolsa de las manos y se la entregó a Clau con una sonrisa tierna en su rostro—. Aquí tienes, linda, por cierto, ¿cuál es tu nombre?
—Clau... ah Millie —respondió mientras agitaba su cabeza por su error.
—Millie, acabas de hacerme muy feliz —el mayor soltó una risita y la abrazó—. Regresa con Vince, preciosa, tu trabajo aquí está hecho.
—Ok, adiós, señor, adiós, Tommy —se despidió de ambos con la mano y corrió de regreso al auto, siguiendo el camino que su tío le había indicado—. Eso fue fácil, Corny.
Hope, al ver a su hija salir ilesa del club, soltó un suspiro y la recibió con los brazos abiertos para darle un abrazo y un beso en cada una de sus mejillas.
—¡Mami, mira, tengo mucho dinero! —la niña le enseñó la bolsa y el primero en tomarla fue Vince.
—Madre mía, Millie. Buen trabajo.
—Estoy orgullosa de ti, mi amor, ¿lista para tu siguiente entrega? —la niña asintió ante la pregunta de su madre y el conductor arrancó después de que Hope cerrara la puerta del auto
***
Llevaba más de dos horas en la sala de espera, no sabía cuán grave estaba Joe como para que los médicos se tardaran tanto con él. Caminaba de lado a lado preocupado, rezando en su interior que Joe no fuese el próximo que lo abandonara, no quería sufrir una pérdida más, no cuando ni siquiera podía con la pérdida de su pequeña.
No había avisado nadie, por más que necesitaba compañía, prefería que sus amigos no se preocuparan, ya tenía suficiente atormentándolos con lo de Claudia, a Ben no le gustaba incomodar al resto. Su estómago comenzó a rugir, pidiendo a gritos ser llenado con comida, por lo que Benjamín no dudó ni un segundo y fue a la cafetería lo más rápido que podía por si el doctor salía con noticias de su novio. Compró un café y un sándwich, por lo menos para permanecer despierto toda la noche. Regresó corriendo a la sala y su corazón casi da un vuelco al ver al doctor hablando con una enfermera.
—Doctor —el rubio lo llamó y el mencionado giró para mirarlo—. ¿Cómo está Joe?
—Está estable, tuvo una pequeña crisis nerviosa, pero eso no fue la causa para que se desmayara.
—¿Entonces?
—Él mismo te lo dirá, ven, lo trasladamos a la habitación 23.
De inmediato, la preocupación se apoderó del cuerpo de Benjamín, ¿qué diablos había hecho Joe como para desmayarse? ¿Acaso...? No, ni siquiera quería pensarlo, Joe pudo haber tenido un montón de problemas, pero en todos los años que lo conocía, en ningún momento había intentado quitarse la vida.
El doctor, abrió la puerta de la habitación e hizo pasar al muchacho, quien entró a paso lento al ver a su novio recostado de lado, dándole la espalda y respirando pesadamente, posiblemente se encontraba durmiendo y Ben no quería despertarlo.
—Te dejaré con él un momento, ¿sí? Luego tendrás que salir para realizarle más exámenes.
—Entiendo —el rubio asintió y la puerta se cerró, dejando solo a la pareja.
Ben se acercó lentamente a Joe, procurando hacer el menor ruido posible para no despertarlo.
—No te molestes, estoy despierto —el rubio brincó en su sitio al ver a Joe levantándose—. Perdón si te asusté.
Lo único que Ben hizo como respuesta fue suspirar y correr hacia él para abrazarlo.
—Creí que te perdería para siempre —comenzó a llorar sobre el hombro del pelirrojo, quien le devolvió el abrazo para hacerle saber que todo estaba bien—. No vuelvas a dejarme, por favor.
—Tranquilo, estoy bien, no hay nada que temer, no llores, amor.
Ambos se separaron, Joe no pudo evitar sentirse mal al ver a su novio en tan mal estado.
—No llores, Benny, ven aquí —el menor se hizo a un lado con el mayor cuidado posible y palmeó el lugar vacío para que Benjamín se acostara a su lado.
Y eso hizo, con cuidado de no lastimar a Joe, se recostó a su lado, formando con él la posición de la cucharita. Así permanecieron durante varios minutos, abrazados y en silencio, pensando en cuán dura era su vida ahora, hasta que Joe decidió romper el silencio.
—Benny...
—¿Sí? —respondió el rubio girando para mirarlo.
—Yo... no me desmayé por el ataque.
—¿Entonces?
Joe dudó unos segundos, sabía que Ben se enojaría con él cuando le mostrara lo que había hecho, pero era su novio y de alguna manera debía enterarse.
—Fue por... esto —dicho esto levantó las mangas de su bata y le enseñó los brazos llenos de cortadas recién cosidas, Ben abrió la boca y los ojos muy grandes.
—Joe —lo reprendió al mismo tiempo que tomaba delicadamente las manos de su novio y observaba sus brazos—. ¿Por qué lo hiciste? —las lágrimas se acumularon en los ojos del rubio.
—Perdóname, pero yo ya no puedo vivir así...
—¡Pero esto no es la solución! —exclamó con la voz quebrada—. ¡¿Qué voy a hacer sin ti?! ¡Dime! —el menor no respondió, simplemente agachó la mirada y cubrió su rostro para echarse a llorar, al verlo en dicho estado, el rubio lo atrajo a su cuerpo para abrazarlo y llorar junto a él, ambos lamentando la ausencia de su pequeña—. No quiero que me dejes, por favor —le dijo en cuanto se separaron—. No vuelvas a hacer otra cosa así.
El silencio reinó el lugar.
—¡Joe! —se separó de él y lo miró enfadado.
—¡Ya está bien!
—¡No me convence! ¡Mírame a los ojos y prométeme que no lo volverás a hacer!
—No sé si pueda... —el menor se intimidó ante la dura mirada de su novio.
—Júralo por Claudia.
Al escuchar semejante frase, sabía que no tenía opción, o decía sí o decía sí.
—Lo juro, por nuestra pequeñita, que no volveré a hacerme daño, ni intentaré quitarme la vida —esta vez lo decía de corazón.
—Muy bien, ahora ven aquí —rodeó sus hombros con su brazo y lo atrajo hacia su pecho, entonces permanecieron en silencio hasta que Benjamín decidió romperlo—. Y pensar que hace cinco años me llamabas inmaduro —soltó una risita junto a Joe.
—Perdón, pero a veces mi mente me gana y hago estupideces.
—Por eso a partir de hoy no me separaré de ti para nada, ¿sí? Ni para ir al baño —decía mientras acariciaba la cabellera de su novio.
—No exageres, Benny.
—Ya perdón, es que no soportaría que te ocurriera algo.
Duraron un par de minutos sentados en silencio, hasta que a Joe se le ocurrió sacar su celular para revisar la galería, la aplicación perfecta para recordar momentos y sentir melancolía por el pasado. Sintió como su corazón se estrujó al ver una foto de su pequeña cubriendo su rostro, vestía uno de sus vestidos favoritos y se veía tan inocente, no podía creer que hace unos meses estaba con ellos, pero en menos de un parpadeo se había ido.
—¿Dónde crees que esté? —le preguntó Joe a Ben.
—No lo sé, Joe —respondió después de suspirar.
—Siempre me pregunto: ¿qué estará haciendo? ¿Con quién estará? Si Hope la tendrá o no, son muchas preguntas.
—Sí, a mí me pasa lo mismo —volvió a suspirar—. Solo espero que dónde sea que esté, se encuentre bien y con vida.
***
Ya era su décima octava entrega en toda la semana, a Claudia le gustaba entregar los paquetes, las personas por más mal aspecto que poseían, se comportaban muy bien con ella, algunos hasta le regalaban dulces o juguetes, de hecho, la mayoría de veces iba a la casa de Mick, con quién había entablado una linda amistad. En cada entrega, Corny la acompañaba como de costumbre, con la única diferencia a la primera vez era que ahora vestía un tierno traje azul con corbatín incluido, ahora sí la niña ya no lo veía como esas señoras pobres que bailaban en los tubos.
Pero hubo un día en el que ya no quiso entregar otra caja nunca más.
Fue una tarde de sábado, cuando Vince le entregó a Clau otra de sus cajitas sorpresa, el destinatario era un hombre de treinta y cinco años llamado Frank Feranna, quien lo esperaría en un callejón desolado y mugriento, como eran todos los lugares a los que iba Claudia. En cuanto llegaron a dicho lugar, la pequeña recibió sus indicaciones por parte de Vince, quien la cuidaba como si fuese su verdadera hija.
Bajó del auto junto a su peluche y fue directo al callejón, lugar donde se encontraba una desgastada y vieja puerta de metal, sin embargo, el hombre no estaba dentro, sino apoyado sobre la puerta, la mirada penetrante, fría y malévola.
—¿Buenas tardes? ¿Usted es Frank Feranna?
—Sí, lindura, ¿trajiste lo que pedí?
—Sí, señor, aquí está la cajita sorpresa —la pequeña le extendió la caja y el hombre de cabello largo y mugriento la tomó.
—Qué linda, te mereces el cielo, aunque creí que me ibas a dar mi vicio en ese peluche ridículo —comentó mientras lo observaba.
—Oiga, Corny no es ridículo, es mi mejor amigo y me acompaña a todos lados.
—Sea lo que sea es un estorbo para ti.
—¿Tiene el dinero? —intentó cambiar de tema—. Ya debo irme con mi mamá y Vince.
—Un momento, ¿Vince está a cargo de ti? —la pequeña asintió—. Maldito cabrón, se ganó la lotería.
—¿Por qué?
—No, olvídalo, ¿quieres conocer a una amiga? Ella también me ayuda a entregar las cajitas sorpresa, le puedes presentar a tu peluche.
—Bueno, pero que sea rápido, mi mami se va a preocupar.
—Sí, tranquila —dicho esto, el mayor abrió la puerta oxidada y dejó pasar a Claudia a una bodega llena de polvo, suciedad y cosas que de seguro Frank nunca usaría, ahí dentro se encontraba una niña morena de ojos verdes, su mirada clavada en el suelo, como si estuviese triste
En cuanto se percató de que la puerta había sido abierta, rápidamente reaccionó y levantó la cabeza.
—¿Quién eres tú? —le preguntó en cuanto vio a Claudia entrar.
—Soy Millie y él es Corny, también entrego las cajas como tú, al menos eso me dijo Frank.
Al escuchar semejante nombre, la niña tomó su mano y la atrajo hacia ella para decirle algo al oído.
—Será mejor que corras, Frank está enfermo, todos los días me hace cosas feas y no es bonito.
—Pero...
—¡Huye, Millie! ¡Luego será imposible salir de aquí!
—¿Qué será imposible? —Claudia brincó al escuchar la voz del hombre.
—Ah... —la rubia no tenía palabras.
—Rita, creo que sigues sin entender cuando te digo que mantengas tu boca cerrada sobre tus premios de cada noche.
—¡No son premios! —le gritó la niña enfurecida, la voz entrecortada y las lágrimas amenazando con salir de sus ojos—. ¡Si fueran premios me gustaría recibirlos! ¡Odio que me hagas eso! ¡Eres un cerdo!
—Pero, linda, solo lo hago para que tú sientas cosas lindas.
—¡No son cosas lindas! ¡Quiero que me dejes regresar con mi mamá! ¡Ya no quiero estar encerrada aquí! —a continuación, Rita comenzó a llorar.
Al escuchar dichas palabras, Claudia sintió terror, si esa niña había sido separada de su mamá de seguro fue porque, como ella, había sido engañada para llevarla a esa bodega.
Y ahora ella era la siguiente.
Sin pensarlo dos veces corrió hacia la entrada con la intención de salir, sin embargo, cuando sintió que alguien la agarró del cuello de su camiseta, supo que era demasiado tarde, ya había caído en el juego de Frank.
La puerta se cerró de inmediato de un fuerte empujón, dejando a la bodega en oscuridad completa, Claudia pataleaba en medio del llanto de Rita mientras abrazaba con fuerza a su unicornio.
—Sin luz será mejor—susurró el hombre.
—¡Déjeme! ¡No me toque! —gritaba Claudia sintiendo miedo en su interior.
—Tranquila, lindura, te va a gustar —dicho esto, Frank la dejó acorralada contra la pared a continuación le quitó a Corny de las manos.
—¡Déjelo, no le haga nada!
—¡Cállate, niña tonta, es solo un estúpido peluche!
—¡Es mi mejor amigo y siente dolor como nosotros! —entonces Frank lanzó al pobre unicornio por lejos y miró a la niña.
Claudia comenzó a llorar a gritos mientras intentaba liberarse de las garras del hombre, pero todo esfuerzo era inútil, Frank era el doble de grande y fuerte que ella. Rita los observaba aterrada, arrepentida de no haberle advertido a Claudia antes para que huyera pronto.
La chaqueta de Claudia ya estaba afuera, Frank se tomó un descanso para observarla, ahí fue cuando Claudia aprovechó para en sus partes íntimas y correr en busca de Corny, una vez que lo tenía en sus manos, fue hacia la puerta para intentar abrirla.
—¡Ven, Rita! ¡Vámonos!
La mencionada no hizo nada, puesto que ya había intentado muchas veces ese truco y siempre había fallado, si ella con casi diez años no logró escapar, peor lo haría Claudia con seis.
La rubia observaba a la morena impaciente, necesitaba que subiera ahí y la ayudara, no obstante, ella nunca se movió. Sabía que lo lograrían, Claudia era muy optimista, había visto a su papá en su trabajo huir de los malos y siempre salía a salvo, ella también quería ser como él. Tenía a Frank retorciéndose en el suelo, era una ventaja, solo necesitaba de alguien alto para abrir la puerta, y ese alguien era Rita. Pero no todo resultó como ella esperaba, esto no era una actuación, esto era la vida real.
La pequeña sintió que alguien tomó su cabello y lo jaló bruscamente hasta acorralarla nuevamente contra la pared, soltó un grito de desesperación y cayó sentada, con la espalda apoyada sobre la pared, cubrió su rostro y nuevamente comenzó a llorar.
—¡Escúchame, niña, si vuelves a hacer eso, te juro que no responderé y te golpearé hasta dejarte muerta! —le gritó muy enojado, a Claudia le daba más miedo, sin embargo, al notar que Frank volvía a acercarse para volver a hacerle daño, la pequeña aruñó la cara del hombre, quien soltó un grito y la miró enfadado.
Levantó su mano, y, antes de que Claudia pudiese reaccionar para cubrirse o defenderse, Frank había virado su rostro con una fuerte bofetada. La pequeña gritó y automáticamente se tomó la mejilla, nunca nadie la había golpeado de esa forma, ni siquiera sus papás o su mamá.
Sus papás...
En ese momento los recordó y se arrepintió tanto de haber huido de casa, más cuando vio a Frank caminar hacia un estante y sacar de él una correa para golpearla.
—Yo te lo advertí —le dijo desafiante y Claudia tragó saliva.
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Moraleja: Valora lo que tienes :c
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