Capítulo 21

Joe:

—Por favor Dios, si en verdad existes, ayúdame a encontrar a mi mamá, en serio quiero una mamá para que mis compañeros ya no se burlen de mí

Sus palabras hirieron mi corazón, la observaba rezando de rodillas tan concentrada, parecía que de verdad lo deseaba con todo su corazón, cosa que me dolía, me dolía saber que posiblemente no estaba a gusto con nosotros y que por culpa nuestra era la burla de sus compañeros. Pero si tan solo supiera lo que su madre hizo con ella cuando era una bebé, se daría cuenta, tampoco quería que se llevara esa imagen de su mamá, porque sería horrible para una niña enterarse que su madre la abandonó en el hogar de dos chicos gays, y encima que sus padres no lo son en realidad.

Giré sobre mis talones con los ojos cristalizados, encontrándome a Benjamín mirándome preocupado. Lo observé y de inmediato su imagen se distorsionó por las lágrimas. Me lancé a sus brazos y lo abracé.

—¿Qué pasa? —me susurró mientras acariciaba mi espalda.

—Escuché a Claudia rezando —sorbí mi nariz—. Estaba pidiendo conocer a su mamá.

—¿Y eso qué tiene para que llores?

—Es que... —hice una pausa buscando las palabras correctas—. Me duele, porque posiblemente no se sienta a gusto con nosotros.

—Cariño, estás un poco sensible hoy —comentó limpiando mis lágrimas—. No te preocupes, ella nos ama.

—¿Y si no?

—¿Estás loco? Ella moría por que ambos estuviéramos juntos, ¿o ya no lo recuerdas?

—Eso era porque se había olvidado de su madre, pero ya la recordó, Benny, no quiero que nos deje.

—No nos va a dejar Joe, es una niña, además no sabemos dónde está su madre, si te tranquiliza, hablemos con ella sobre eso.

—Está bien —dicho esto, abrí la puerta de la habitación de mi hija y entramos, ella de inmediato giró para mirarnos—. ¿Qué haces, amor? —le pregunté mientras limpiaba mis lágrimas con el dorso de mi mano.

—Le estoy pidiendo a Dios que pueda conocer a mi mamá —Claudia me miró curiosa—. Papá, ¿por qué lloras?

—Dile, Joe.

Luego de soltar un suspiro y permanecer varios segundos callado, me atreví a hablar:

—Temo que no te sientes a gusto con nosotros, ¿me entiendes?

—Un poco.

—¿Cómo que un poco? —la voz de Ben sonó un tanto preocupada.

—Mi maestra me dijo que mi familia no es normal, y que quería hablarlo con ustedes.

Y en ese momento la ira se apoderó de mi cuerpo, en la mañana no pudimos hablar con aquella desagradable mujer, y qué bien, porque Clau no nos había contado lo que dijo sobre nuestra familia, mañana me escucharía.

—¿Por qué te dijo eso? —pregunté.

—No sé, dice que no puedo tener más de tres papás, ni tres abuelos.

—Es porque nuestra familia es única en un millón —la atraje hacia mí y la abracé contra mi pecho—. No le prestes atención a tu maestra, ella no puede meterse con nuestra familia.

—Exacto —Ben se arrodilló frente a ella—. Claudia, Joe y yo nos amamos y lo sabes, no porque los demás te juzguen quiere decir que debas cambiar para agradarles, si dos hombres se aman no importa, no es nada de malo, porque si tu amaras a una niña nosotros no te juzgaríamos. El amor entre dos hombres o entre dos mujeres es completamente normal y eso es algo que tu maestra no entiende por todos esos monstruos en su cabeza que la hacen pensar diferente. A lo que quiero llegar es que no todos los niños tienen a su mamá a su lado, no siempre podemos tener todo lo que queremos, algunos pequeños tendrán dos papás como tú, que eres muy afortunada al tenerlos, y otros tendrán dos mamás, ¿entiendes?

Claudia permaneció en silencio observando a Ben, quien esperaba impaciente una respuesta por parte ella. Lastimosamente los ojos de Claudia comenzaron a cristalizarse.

—¿Entonces no tengo mamá? —su llanto era débil y bajo.

—Si la tienes corazón, todos necesitamos de una para nacer, pero a veces, no siempre nuestra mamá estará con nosotros, existen ocasiones en las que nuestras mamás están en el cielito.

—¿Mi mamá está muerta?

—No lo sabemos, corazón.

—Pero yo quiero que... esté... conmigo.

—Ya te dije, Clau, nosotros no podemos hacer nada si ella no quiere venir.

Solo bastó de esas palabras para que mi hija comenzara a llorar.

—Eres un tonto —le susurré a mi novio.

Me acerqué a ella y comencé a acariciar su cabeza con delicadeza.

—Ya, mi vida, no llores —le susurré—. Tranquila.

—¡Mi mamá no quiere verme!

Miré a Ben enojado y cruzado de brazos, quería matarlo por arruinar todas las mentiras que le había dicho a Claudia todo este tiempo.

—Ven aquí, corazón —la tomé en brazos y la abracé—. No importa si tu mami no viene, ambos estamos contigo y te amamos, sobre todo yo, recuerda que hemos estado juntos desde que eras pequeñita, ¿sí? No debes llorar por ella.

Ella asintió y me abrazó.

—Te quiero... papá.

—Yo también, amor, vamos a dormir.

Me levanté de la cama con ella en brazos, caminé hacia la puerta después de dedicar una mirada de enojo a Ben, negué con la cabeza y fui a nuestra habitación. Me senté en nuestra cama y la abracé contra mi pecho. En ese momento recordé aquellos días en los que lloraba desconsoladamente y lo único que podía calmarla eran mis abrazos, cuando era una pequeña niña de tres años que lloraba por Ben hasta quedarse dormida sobre mi pecho.

Claudia se durmió después de haber llorado por su madre, la persona más cruel e inhumana que podría existir en este mundo, que abandonó a esta niña tan linda quién sabe por qué, pero dónde sea que esté espero que sufra todo lo que mi hija está sufriendo por ella. Observé con el rabillo del ojo a Ben parado en la puerta mientras yo limpiaba las lágrimas frescas en las mejillas de Clau.

—Lo siento —susurró.

—Eres un tonto —susurré y me acerqué a él, dejando a Claudia con cuidado en la cama—. Pasé meses mintiéndole, no debiste decirle eso.

—Pero, Joe, ¿cuánto más va a esperar la pobre? No puedes llenarla de mentiras.

—Pero así la haces sufrir, mi plan era esperar hasta que sea grande para decirle la verdad.

—Nunca me dijiste nada de eso.

—Pues ahora ya lo sabes —rodé los ojos y fui a la cama.

—No te enojes.

—¡¿Que no me enoje?! —levanté un poco la voz—. ¡Agradece que no...!

Mis palabras fueron interrumpidas por un beso, quise resistirme, sin embargo, caí en sus encantos otra vez.

—Lo lamento, ¿sí?

—P... —iba a musitar un pero, pero cubrió mi boca con su mano.

—No digas nada más, vamos a dormir.

***

—Vamos, Clau, levántate, hay que ir a la escuela —dije mientras le quitaba las cobijas de encima.

—No quiero ir —dijo escondiendo su cabeza en la almohada.

—¿Por qué?

—Porque no quiero que se sigan burlando de mí.

—No lo harán.

—¡Sí lo harán! —dicho esto se cubrió con la cobija hasta la cabeza.

Rodé los ojos y metí mis manos en la cama para tomar sus pies y tirarlos hacia afuera, Claudia soltó un grito cuando ya se encontraba de cabeza sobre el piso.

—¡Papá! ¡Me voy a caer! ¡Bájame!

—Te bajaré cuando quieras ir a la escuela.

—¡Papi, ayuda!

—¿Qué están haciendo? —giré sobre mis talones al escuchar la voz de Ben, quien se encontraba confundido bajo el marco de la puerta.

—No quiere ir a la escuela.

—¿Eso es cierto, Clau? —se arrodilló a su altura y ella asintió—. ¿Por qué?

—No quiero que se burlen de mí.

—Ay, corazón, mira, si te hace sentir mejor, hoy iremos a hablar con tu maestra, ¿sí? Así ya no te molestarán.

—Bueno —permaneció callada unos segundos y luego me miró—. ¿Ya me bajas, papá? La sangre se me está subiendo a la cabeza.

—Oh sí, lo siento —dicho esto la tiré con cuidado a la cama, provocando que rebotara sobre el colchón.

***

—Miren, señores analicé el dibujo de su niña, es muy creativa, pero...

—Yo le enseñé eso —la interrumpí con una sonrisa mientras me codeaba con mi novio.

—Sí, bueno, lo quiero decir es que... —suspiró mientras buscaba las mejores palabras para hablar con nosotros, sin embargo, Ben y yo ya sospechábamos a dónde iría todo esto—. Claudia está creciendo en un hogar de fantasías y eso no está bien.

—¿Perdón? —preguntó Benny cruzándose de brazos.

—Todo niño necesita de una figura maternal y una paternal dentro de su hogar, y lo que Claudia tiene es todo menos eso, quiero saber, ¿qué pasó con su madre?

La ira comenzaba a apoderarse de mi cuerpo, miré al techo unos segundos para controlarme y encaré a la maestra levantándome de la silla y acercándome al escritorio.

—¿Quiere que le diga la verdad? La abandonó en nuestra casa.

—¿Qué?

—Su madre, la abandonó en nuestra casa y nosotros la adoptamos.

La mayor se quedó sin habla.

—Y... ¿su otro padre? Creo que se llamaba Tyler o algo así —preguntó luego de un largo lapso de silencio.

—Era mi novio —respondí—. Por eso Clau también lo considera como padre.

La mujer asintió nerviosa.

—Mire maestra, no somos perfectos —habló Ben—. Pero nos amamos, Claudia ha crecido con nosotros, somos lo único que tiene, así que por favor, le ruego que hable con los niños, no deberían existir esas burlas dentro de un aula, tampoco quiero que le diga que su familia no es normal —la señaló con el dedo—. Porque no importan cuántos miembros sean, lo más importante en una familia es que exista el amor mutuo y los buenos valores. La familia no se ve por quienes la conformen sino cómo se apoyen entre todos para salir adelante. Mi hija es una niña muy sensible, así que quiero que les prohíba a todos esos niños que la molesten, porque no saben con quiénes se metieron, y si la siguen molestando, tomaremos medidas drásticas, ¿entendido? Porque suficiente fue con que la dejaran salirse de la escuela, agradezca que no somos rencorosos y no hicimos que cerraran esta escuela.

La maestra se quedó sin habla, su rostro mostraba terror absoluto; asintió repetidas veces y Ben caminó hacia la puerta.

—Gracias, vámonos, Joe.

Lentamente me levanté de la silla y me despedí de la profesora con un pequeño asentimiento de cabeza, tomé la mano de Ben y juntos salimos de ahí. Claudia se encontraba afuera, sentada en una silla azul, ubicada a un lado de la puerta del salón de clases.

—¿Qué pasó? —me preguntó mi hija.

—Ya nadie te va a molestar, mi amor —Ben acarició su carita.

—¡Gracias, los amo! —nos abrazó a cada uno con una sonrisa, de inmediato el timbre retumbó en nuestros oídos—. Ya debo irme.

—Cuídate, ¿sí? —me arrodillé a su altura y tomé sus manos—. No vuelvas a escaparte de la escuela.

—Sí, papá. Lo prometo.

—Y nada de correr, pequeña diablilla. Agradece que ayer no te pasó nada.

—Creo que Pepe ya no quiere molestarme, papi.

—No sabemos si Pepe está de vacaciones o no, pero debes ser precavida, ¿sí?

—Sí, papi. Ahora iré a clases, los quiero, no lleguen tarde —dicho esto, besó nuestras mejillas, dio media vuelta y fue a su salón.

Mientras la mirábamos con una sonrisa cómo caminaba hacia dicho lugar, entrelacé mi mano con la de mi novio y recosté mi cabeza en su hombro, Benjamín giró su cabeza y me miró sonriente, a continuación, depositó un delicado beso en mis labios y dio media vuelta para ir hacia nuestro auto.

---------------------------------En la noche---------------------------------

—¡Hola, papá! —exclamó Clau entrado a la cocina donde me encontraba preparando la cena.

—¡Hola, mi amor! —Claudia tiró su mochila y cuando llegó conmigo, la cargué y abracé—. ¿Cómo te fue?

—Muy bien, mis compañeros no me dijeron nada, ¡fue muy gracioso! La maestra los regañó muy feo.

—Me alegra mucho —besé su mejilla—. ¿Ves? Papi te lo dijo, ahora ve con él para que te ayude a cambiarte de ropa.

—Sí, papá.

***

—El sábado habrá una obra de teatro, ¡y voy a participar! —comentó mi hija muy contenta mientras se llevaba una patata a la boca, Benjamín y yo soltamos nuestras cucharas y nos miramos sonrientes, orgullosos porque nuestra niña estaba siguiendo nuestros pasos.

—¿De qué será la obra? —preguntó Ben.

—Caperucita roja.

—¿Y tú serás Caperucita? —esta vez pregunté yo, negó con la cabeza—. ¿El lobo? —volvió a negar—. ¿La abuelita? —otra negación—. ¿Entonces?

—Soy la mamá de Caperucita.

—¡Esa es mi niña! ¡Tenías que salir como tus padres! —exclamé levantando los brazos, pero no me percaté que tenía mi cuchara en la mano, por lo que esta salió volando por los aires, Ben me asesinó con la mirada y chocó su mano contra su cara.

—¡Joe, acabo de limpiar!

—¡Lo siento! —le sonreí tímidamente—. Estoy feliz, es todo.

—Mi maestra dijo que mi ropa debe ser reciclada, ¿qué es reciclada?

—Es cuando reutilizas algo que ya no usas, como papel, cartón y eso.

—Ohhhhh —Claudia se llevó un pedazo de pollo a la boca—. También deben ayudarme con mis líneas.

—Te ayudaremos a practicar, mi amor, tranquila —Ben acarició su mejilla.

—Sí, recuerda que somos expertos en eso —le guiñé un ojo y continuamos comiendo

***

—Bien Clau, comencemos con tu guión —dije sentándome en la cama con este en mis manos—. Caperucita, ve a ver cómo sigue tu abuelita enferma y llévale estos pasteles, anda repítelo.

—Caperucita, ve a ver cómo sigue tu abuelita y llévale...

—No, no, tu abuelita ENFERMA —enfaticé aquella palabra.

—Caperucita, ve a ver cómo sigue... —se quedó trabada pensando—, ammm.

—Tu abuelita enferma —la ayudó Benny.

—Gracias, papi, tu abuelita enferma y...

—Llévale estos pasteles —terminé la oración por ella.

—Y llévale estos pasteles —me sonrió.

—Ahora, no te apartes del camino, ni hables con extraños, puede ser peligroso.

—No te apartes del camino, puede ser peligroso.

—Te faltó el, "ni hables con extraños" —soltó Ben.

—Ay cierto, pero bueno, ¿cómo lo hice?

—Mira, Clau, para ser una excelente actriz como nosotros debes meterte en el personaje, es como si tú te dijeras internamente que en verdad eres la mamá, ¿me entiendes? —ella asintió con la cabeza sin despegar su vista de Benny—. Vamos de nuevo.

***

—Bien, otra vez, imagina que yo soy Caperucita, ¿sí? —me señalé.

—Caperucita tiene el cabello largo.

—Pero sólo imagínalo.

—Caperucita no es hombre.

—¡Pero solo imagínalo! —exclamé y ella rio.

—Bueno —aclaró su garganta y caminó hacia mí—. Caperucita, ve a ver a tu abuelita enferma —recitaba como toda una profesional—, y llévale estos pasteles. No te apartes del camino, ni hables con extraños, puede ser peligroso.

—Bueno, mamá —imité la voz de una pequeña niña y Ben y ella rieron—. Ahora vas con el cazador y le dices...

—¡Ayúdeme, por favor! ¡No encuentro a mi hija!

—Y suena el grito de Caperucita —dijo Benjamín.

—¡Es ella! —exclamó Clau muy sorprendida, y debo decir que su perfecta actuación me hizo sonreír—. ¡Creo que vino por allá! ¡Vamos por mi hija!

—Y entonces el cazador se adelanta, tú llegas cuando el lobo malvado tiene las piedras en su panza y sale de la casa de la abuelita para ir al río por un poco de agua. Entonces ves a Caperucita y le dices...

—¡Hija! ¡Estás viva! ¡Estoy muy feliz de que ese lobo no se haya salido con la suya!

—Y colorín colorado, tu actuación ha terminado. ¡Estás lista, corazón! —exclamé levantando los brazos.

—Eres mi orgullo —Benny fingió limpiarse una lágrima, Claudia lo abrazó—. Vamos a la cama, Clau, nuestra actriz estrella debe ir a dormir.

***

—¿Por qué cambiaron el cuento? —pregunté mirando el techo—. Quiero decir, la mamá de Caperucita nunca se encuentra con el cazador, ¿o sí?

—Clau me dijo que lo hizo su maestra para que ella no dijera pocas líneas —respondió mi novio con los ojos cerrados—. Ya duérmete.

—¿No está mal cambiar un cuento?

—¿Eso importa? Ya duérmete, mañana hay que trabajar —volvió a cerrar los ojos para dormirse, sin embargo, yo permanecí despierto, pensando en el cuento.

—Oye, Benny, ¿y si hacemos el traje de Clau? —piqué su brazo un par de veces, lo que provocó que se despertara otra vez.

—Otro día, Joe, estoy cansado y mañana debemos ir a trabajar temprano, déjame dormir por el amor de Dios.

—Bueno —me hice el ofendido y me crucé de brazos.

—No te enojes —besó mis labios y acarició mi mejilla—. Tenemos tiempo aún. Estamos martes y tenemos tres días enteros para hacer su traje.

—Bueno, hasta mañana.

—Hasta mañana, Joe —cerró los ojos y suspiró cansado.

—Benny —sus ojos se abrieron—, ¿no crees que es raro que las personas maten a los mosquitos solo por el hecho de ser molestos

—A ti voy a matarte si sigues hablando —recostó su cara contra la almohada y volvió a suspirar.

—Pero es que... ¡pobres mosquitos!

—Se acabó —dicho esto, tomó su almohada y se bajó de la cama.

—¿A dónde vas?

—Al cuarto de Claudia a dormir.

—Eh, eh, tú no irás a ningún lado —dije y de inmediato me levanté para correr hacia él, lo tomé por la cintura y lo levanté por los aires para tirarlo a la cama, provocando que Clau despertara de golpe asustada.

—¡Terremoto! —gritó.

—No, amor, tranquila, solo fue papi aterrizando sobre la cama.

—Ustedes dos a veces me dan miedo —comentó abrazando a Corny.

—Tu papá tiene la culpa —Benjamín me asesinó con la mirada y yo reí—. ¡Yo solo quiero dormir y este tonto no me deja! —hizo berrinche mientras golpeaba las almohadas.

—Papi, pareces un bebé.

—¿No ves su cara? Es un bebé en el cuerpo de un adulto —comenté señalándolo.

—Sí, y por culpa de ambos voy a envejecer sino duermo mis ocho horas, así que si me disculpan... —volvió a recostarse en la cama y cubrió su cara con las cobijas—. Buenas noches y Joe, si vuelvo a escuchar una palabra, te juro que te mando a dormir con el perro.

—No tenemos perro.

—Entonces dormirás en el baño.

—Bueno, está bien, ya no diré nada.

—Gracias

—Es un amargado —le susurré a Clau y ella asintió—. No aguanta nada.

—¡Te escuché! —mi hija y yo tuvimos que cubrir nuestras bocas para no reír muy fuerte y que Benny no volviera a molestarse.

----------------------------Viernes en la noche-----------------------------

—Entonces, ¿la luna no es de queso? —pregunté mirando el techo de mi habitación, mientras Ben limpiaba algunos portarretratos.

—Ya te dije que no, Joe, la luna no es de queso, ni las nubes de algodón.

—Pero... —mi voz fue interrumpida por la de mi hija, quien entró apresurada al cuarto.

—Papá, papi, ¿ya hicieron mi traje? ¡Quiero verlo!

Al escuchar aquellas palabras, lo único que pude hacer fue incorporarme en la cama y mirar a mi novio, nuestras miradas llenas de terror expresaban la siguiente frase:

¡Mierda el traje!

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Pido perdón por la ausencia aaaa :C

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