Capítulo 16

Ben:

Todo pasó tan rápido, porque cuando parpadeé y abrí los ojos, vi a Joe acorralando al doctor contra la pared, por lo que rápidamente me acerqué a ellos y separé a mi novio del aterrado doctor, que ahora estaba pálido ante su reacción tan violenta.

—Joe, Joe, cálmate —coloqué mi mano en su pecho para detenerlo, puesto que quería lanzarse nuevamente contra él.

—¡Suéltame! —gritó con toda la ira del mundo—. ¡Le estamos pagando! ¡Esto nos está costando millones! —exclamaba histérico señalándolo con el dedo—. ¡¿Y la quiere desconectar?! ¡Es una niña!

—¡Joe, basta! —ahora yo le grité, colocándome frente a él para que no pudiese cometer una locura.

—Quítate —me susurró a punto de perder la cordura—. Benjamín, no quiero hacerte daño, quítate.

—Tú me pones un solo dedo encima y no respondo, Joseph—le advertí señalándolo con mi índice.

Rodó los ojos y suspiró, alejándose de mí y caminando por toda la habitación mientras unía sus manos detrás de su cuello.

—Ahora resolvamos esto como personas civilizadas, nada de golpes —miré al doctor.

—Lo siento, hijo, son órdenes de mi superior.

—¿Su superior? —ahora yo me le acerqué—. ¿Su superior quiere que nuestra hija muera?

—Deben entender que ya no hay posibilidades de que viva, ¿me entienden? Ya no hay remedio con Claudia.

—¿Y si le seguimos pagando? —la voz de Joe se quebró, giré mi cabeza y vi sus ojos cristalizados.

—Sería un desperdicio de dinero.

—No, no nos haga esto, por favor —ahora el llanto de Joe se escuchaba en toda la habitación—. Por favor, se lo ruego, es mi hija, debe salvarla.

—Lo intentamos, Joe, por más de un año y no ha dado resultado, su cuerpo ya no funciona como antes, está muerta sin esa máquina, no hay esperanzas.

—Yo no perderé la esperanza tan fácil.

—Yo tampoco —dije sintiendo un nudo en la garganta.

—Tienen una semana, sino —el doctor simuló desconectar dos enchufes.

—Iremos a otro hospital si es posible —Joe lo asesinó con la mirada.

—Les dirán lo mismo que les dije yo, tendrán que desconectarla quieran o no.

El doctor cerró la puerta y nos dejó solos, giré y vi a Joe sentado en la cama pasándose una mano por la cara y las lágrimas empapando la misma, me acerqué a él y lo abracé para ambos romper en llanto. Recosté mi cabeza en su hombro mientras ambos sollozábamos descargando toda nuestra ira mediante el llanto.

—No... es... justo —hablaba mi novio con dificultad debido al llanto—. ¡No es justo! —se levantó de golpe y fue directo a la pared para darle una patada, al ver que lo haría de nuevo, fui hacia él y lo alejé de ahí, acto seguido comenzó a llorar y me abrazó lo más fuerte que pudo, como si su vida dependiera de ello—. No me dejes tú también, te lo pido.

—No lo haré, Joe, siempre estaré para ti, nadie se irá, ¿ok? Clau se pondrá bien, ya lo verás

—Eso me decías hace un año y ahora ya la quieren desconectar.

—No debemos perder las esperanzas.

—¡Es que ya no hay esperanzas! —me gritó.

—¿Estás rindiéndote tan fácilmente?

—¡Ya oíste al doctor!

—¡En serio no puedo creer que caigas así de fácil!

—Es que es inútil —un par de lágrimas brotaron de sus ojos—. Llevamos esperando un jodido año y nada ha pasado.

—Joe, es nuestra hija, no puedes dejarla mo...

De pronto, el sonido de la puerta abriéndose interrumpió mis palabras, acto que provocó que Joe y yo girásemos para observar a quien entró, frente a nosotros permanecía una Lucy completamente confundida, su expresión daba a entender que tenía muchas preguntas por hacernos.

—¿De qué están hablando? ¿Por qué están discutiendo? ¿Por qué están llorando? —efectivamente tuve razón.

Joe y yo nos miramos y fruncimos el rostro con tristeza para después comenzar a llorar y lanzarnos a los brazos de nuestra amiga, quien, acariciaba nuestros rostros como una madre consolando a sus hijos. Nos preguntaba qué había pasado, sin embargo, ambos nos negábamos a responder, no sin antes desahogarnos sobre ella. Joe fue el primero en tomar valor para contarle lo que nos había dicho el doctor, luego de que ambos nos calmamos y dejamos de llorar, Lucy no se lo creía, estaba tan indignada que estuvo a punto de ir a hacerle la guerra al doctor, sin embargo, tuvimos que convencerla de que no cometiera ninguna locura, ella era capaz de hacer un escándalo para que dejaran conectada a Clau un par de meses más, pero lo que menos necesitábamos ahora era provocar problemas. De inmediato llamó a todos nuestros amigos y a los de Joe, quienes gracias a Dios ya dejaron de mirarme mal, a excepción de Tyler, y no lo culpo, de alguna manera él había conocido el corazón de Joe y lo vio llorar por mí junto a Clau. El primero en llegar fue Gwil, los demás llegarían después.

—No lo puedo creer —susurró mirando a Claudia—. Y pensar que todo volverá a ser como antes.

—¿Por qué? —pregunté.

—Antes de que llegara Clau, solíamos ser cuatro, ahora volveremos a serlo.

—Rami también se unió a nuestra familia ahora —comentó la rubia.

—Rami no cuenta, además ni siquiera está aquí.

—Está trabajando, pero al grano, Gwil. Joe y Ben no dejarán que la desconecten —habló Lucy mirándolo.

—Mujer, es mejor que la desconecten si el doctor dijo que ya no hay posibilidad de que viva.

—¡Puede despertar tarde o temprano!

—Si el doctor dice que no, pues es no.

—No puedo creer que pienses eso.

—Es que yo ya pasé por eso —susurró con la voz quebrada—. Mi hermana...

Al escuchar aquellas palabras, Lucy guardó silencio y decidió no hablar del tema, al parecer había olvidado que Gwil había perdido a su hermana de la misma manera, la chica había sido desconectada delante de Gwil años atrás, cuando él era apenas un inocente niño de diez años.

—Yo solo se los digo, a veces es mejor dejarla ir —nuestro amigo ya estaba llorando—, que estar encerrado en cuatro paredes sufriendo por ella. Salir adelante e intentar superar su pérdida.

Joe me miró, con esa mirada me dió a entender que yo decidiera.

—No sé qué elegir, Joe, no la quiero dejar morir, pero creo que Gwil tiene razón.

—No lo hagan —Lucy estaba llorando—. Por favor, es una niña.

—Clau ya no está en este mundo, Lucy, su cuerpo está en estado vegetal y ya no responde, es probable que muera tarde o temprano...

—Joe, ¿tú qué opinas? —le preguntó Lucy y todos dirigimos nuestra atención a él.

Su única respuesta fue negar con la cabeza y levantarse de hombros, bajó la mirada y apretó sus labios para contener las lágrimas, sin embargo, su intento fue en vano.

—No puedo hacerlo —susurró y me abrazó—. Ella ha estado conmigo por muchísimo tiempo, hemos vivido muchísimas cosas, no puedo dejarla morir.

—Joe, hazlo por el bien de Clau —le dijo Gwil—. Y por el suyo también, sé que es duro, pero con el tiempo aprenderás a llevarlo, no digo superarlo, porque superar la muerte de alguien querido es imposible.

—No lo sé, algo me dice que debo dejarla ir, porque ya perdí las esperanzas, creo que nunca va a despertar —se limpió las lágrimas—. Pero no quiero perderla.

—Ten por seguro que cualquier decisión que tomes, siempre te apoyaré, ¿ok? —le dije tomando su mano y él asintió—. Ahora iré a casa a cambiarme, ¿sí?

—No te vayas —me rogó agarrando mi brazo—. Por favor, no me dejes solo.

—Pero, Joe, ya llevo con esta ropa más de un día.

—Qué asco —musitó Gwil.

—Quédate —me susurró observándome con esos ojitos de perro regañado que tanto me gustan.

—Pero...

—Ya está, yo iré a ver tu ropa nueva —me interrumpió Lucy—. Quédate con Joe, él y Claudia te necesitan aquí, ¿ok?

—Tienes razón, gracias —dicho esto le di las llaves de la casa y ella salió de la habitación.

Narrador omnisciente:

Joe se había quedado dormido sobre el pequeño cuerpo de Claudia, Gwilym también dormía en un sillón cerca de la cama, el único despierto era Ben, quien yacía sentado en una silla, observando a la niña y a su novio dormir. Sintió un profundo dolor en su corazón, saber que tendría que soportar el entierro de la pequeña, ver a Joe sufrir, y ya no verla nunca más, todo eso lo estresaba y lo ponía a pensar demasiado, no sabía si dejar que la desconectaran o no. Comenzó a llorar en silencio al recordar todo lo que habían pasado, recordó cuando la vio en aquella canasta, llorando mientras se retorcía por el frío, cuando era una pequeña bebé y hacía tantas travesuras solo para que él y Joe se rieran un rato, también recordó a Lucy vestida de monja el día en el que fueron a sacarla del orfanato. Luego cuando vio aquellos ojitos tristes el día de su partida, esa mirada que rogaba que se quedara, sin embargo, no podía hacerlo por protegerlos. Finalmente, cuando la volvió a ver y sintió que su vida tomaba color de nuevo, verla reír, escucharla hablarle a su unicornio de peluche o mirarla tan feliz jugando con sus tíos. Pero ahora ya no viviría nada de bonitos momentos, porque ella ya no estaría ahí para ellos, y era terrible e injusto, el hecho de que un día convives con tus seres queridos, ríes, juegas, disfrutas tu vida junto a ellos, los observas contentos, vivos y con salud, pero después, en menos de un parpadeo, te encuentras en el hospital, esperando a que te digan que estará bien o que lamentablemente nunca volverás a ver sus ojos brillar o su sonrisa relucir en su boca. No era justo, pero así era la vida, no se puede decidir sobre lo que pasará en la salud y vida de los que amas.

Se limpió las lágrimas y cubrió su rostro con ambas manos, quería que todo terminara, que todo haya sido un sueño, o por lo menos tener el deseo de poder regresar el tiempo y haberle dado el sí a Joe desde un principio, o mejor aún, no haberse ido de su hogar solo por los caprichos de su madre. En medio de su llanto la puerta se abrió, provocando que el rubio se limpiase apresuradamente su rostro para que nadie lo viera llorar. Lucy entró con una funda que de seguro contenía su ropa. Se le acercó y le entregó la funda, Ben agradeció y salió de la habitación con cuidado para no despertar a Joe y a Gwil. Caminó por los pasillos del hospital en dirección al baño, encontrándose a varias personas dormidas en las sillas de la sala de espera, otras lloraban por terribles noticias que les habían dado.

"Los comprendo.", pensaba Ben mientras abría la puerta del baño para entrar a cambiarse.

Al terminar, el muchacho salió de dicho lugar para ir de vuelta a la habitación de la niña. Joe ya había despertado y se encontraba mirando a Claudia mientras tomaba su mano, al parecer le estaba hablando. Ben dejó la funda con la ropa sucia a un lado de la cama y se sentó al lado de su amado para luego recostar su cabeza sobre su hombro y observar a la pequeña.

—Ey, Ben —el mencionado giró su cabeza en dirección a Lucy—. No pude evitar ordenar tu armario que estaba echo un alboroto —sonrió levemente, como si estuviera pidiendo disculpas—. Pero encontré esto en una de tus mochilas.

La chica sacó de su bolso dos pedazos de papel algo desgastados, al acercarse al rubio para entregárselos, Gwil despertó, soltando un gran bostezo mientras se estiraba. Cuando Ben observó lo que le había dado su amiga, sus ojos se cristalizaron y su mano fue directo a su boca, Joe, al verlo así, observó también y un nudo se formó en su garganta. Era una foto de los tres, capturada en el cumpleaños de Claudia, se veían muy alegres en aquella foto, sin duda una de las mejores que se habían tomado, sus sonrisas demostraban que todo estaba bien y que eran felices, sin embargo, había un ligero problema, la foto estaba dividida en dos.

—¿Por qué la foto está rota? —preguntó Joe con la voz quebrada.

—Ari la rompió.

—¿En serio?

—Sí, recuerdo que dijo que era una pena que no podamos estar juntos y luego la rompió por la mitad.

—Al final quedaron juntos —dijo Gwil mirándolos con una leve sonrisa en su rostro, contento por ambos, la pareja asintió.

Joe tomó la foto dividida y la unió, sonrió al recordar aquel día, tenía mucho miedo de que Ben nunca llegase a la fiesta, sin embargo, cuando estuvo a punto de golpearlo con el palo de la piñata, se sintió completo de nuevo. Separó la foto de nuevo y la analizó atentamente, Claudia estaba dividida por la mitad, y cuando la unía, todo quedaba bien, era como si Clau fuera esa pieza clave para unirlos.

—¿Viste? —le preguntó a Ben.

—¿Qué?

—Es Claudia —señaló la foto—. Ella está en la mitad de la foto y nosotros estamos a cada lado de ella, cuando uno la foto, ella nos une, ¿me entiendes? Gracias a ella estamos juntos de nuevo —el rubio solo observó asombrado la foto—. Clau siempre nos ha mantenido unidos, ¿recuerdas cuando te enojaste porque llamé Linda a la chica del motel? —asintió—. Caminó hacia ti con dificultad, porque apenas estaba aprendiendo a caminar, y me señaló para que me perdonaras. Luego fue lo de tu boda, Clau me hizo tomar la decisión para ir por ti.

—Es como un pegamento.

—¡Exacto! El pegamento que nos mantiene unidos, siempre estaremos juntos por ella, así ya no esté con nosotros, porque si no te casaste con Kat fue gracias a Clau.

—¿Entonces tu conclusión es que debemos dejar que la desconecten y ser felices por ella?

Joe asintió levemente, con una leve duda de sus palabras.

—No quiero hacerlo, pero como dijo Gwil, creo que es lo mejor.

—Y es exactamente lo que yo pensé antes de desconectarla —soltó el británico—. Me alegra que se hayan dado cuenta, lo mejor que pueden hacer es ser felices por ella, porque los mirará desde el cielo y se sentirá muy feliz al verlos juntos, así como siempre lo deseó.

Y en ese momento, los cuatro comenzaron a llorar, era verdad, lo único que Claudia quería era que sus padres estuvieran juntos, y si había algo que les encantaba a Joe y a Ben era consentir a su niña. Ambos estaban un tanto satisfechos al imaginarse que ella se iría contenta porque ambos estaban juntos y cumplieron su deseo más anhelado.

Joe y Ben se encargaron de comunicar a sus amigos sobre su decisión, muy pocos estuvieron de acuerdo, sin embargo, habían perdido tanto las esperanzas que terminaron asumiéndolo, los demás pensaron que sería lo mejor, así la pareja dejaría de prácticamente vivir en el hospital y Claudia descansaría en paz. Lucy avisó al doctor sobre la decisión que habían tomado los padres, quien quedó satisfecho porque al fin lograron entender que Claudia no despertaría. El doctor les dio aproximadamente tres horas para que todos se despidieran, incluso les iba a dar menos tiempo, pero al ver a tantos chicos llegar, no dudó en darles tres horas. Los chicos no tardaron en llegar, cada uno de ellos le regalaba algo preciado para que luego sea enterrado junto a ella en su tumba.

—Ay, Clau —dijo Rami con la voz quebrada, casi no podía hablar—. Si tan solo pudieras abrir tus ojitos, solo para mirarlos una última vez —sollozó—. Aún recuerdo que eras la niña más llorona del orfanato, las monjas me llamaban inútil por no saber cómo callarte —sonrió ligeramente—. Y aún no puedo creer que nos volvimos a encontrar —sacó de su mochila un objeto extraño—. Te dejo la pipa que usaba cuando grababa The Pacific, sé que te daba mucha curiosidad usarla, pero yo nunca te dejé. Ahora no importa, ya compraré otra, pero esta te pertenece.

Rami abrazó el cuerpo inmóvil de la niña y se sentó al lado de Lucy, no sin antes ver a su mejor amigo con lágrimas en los ojos y correr a abrazarlo.

Así llegaban cada uno de los tíos de Claudia, cada uno con un regalo que, de alguna manera, significaba mucho tanto para Clau, como para quien lo entregaba.

La niña recibió un total de once regalos, y fueron entregados por las siguientes personas:

•Manuel: Un equipo de baseball.
•Adria: Un paquete de maquillaje.
•Melanie –quien había viajado desde Canadá solo por su sobrina–: Una pequeña flecha de plata que para ella significaba el dolor.
•Aaron: Una olla de juguete.
•Brian: Un pequeño tejón de peluche.
•Roger: Un par de baquetas.

•Allen: Su bigote falso que usaba en el set de BoRhap.
•Lucy: Un collar de corazón con una foto de ambas en su interior.
•Gwil: Un paquete de galletas, las favoritas de Clau cuando era una bebé.

Cada regalo fue entregado con un abrazo y llanto, por parte de cada uno de sus tíos. Los más afectados eran Joe y Ben, quienes lloraban al escuchar todas las palabras bonitas de sus amigos hacia su hija.

El tiempo volaba, los padres sentían que morían con cada segundo que pasaba, Joe temblaba sentado al lado de Claudia y Ben se encontraba a su lado intentando calmarlo, sin embargo, como él estaba igual de nervioso, no pudo hacer mucho. Tenían miedo, estaban aterrados, quedaban aproximadamente treinta minutos, los cuales querían que fuesen eternos, pero no, justo ahora pasaban demasiado rápido, tanto que cuando menos se lo esperaron, una enfermera apenada entró a la habitación para hacerles la señal de que ya casi era hora y que debían despedirse. Joe sintió el corazón acelerándose, apretó la mano de Ben y su respiración se agitó, el sudor empezaba a caer por su frente para perderse sobre la sábana. Las lágrimas no tardaron en salir de los ojos de Lucy, quien se había negado a salir de ahí junto a Gwil y Rami. Una vez que Ben escuchó el llanto de su amiga, sus ojos llegaron a cristalizarse hasta que un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Joe se levantó y se arrodilló en el piso para apoyar sus codos sobre la cama y mirar a su hija, Ben imitó su acción junto a Rami, Gwil y Lucy. El enorme nudo que lastimaba la garganta de Joe fue el culpable de que un gran sollozo saliera de su boca, cubrió su boca y recostó su cabeza sobre el cuerpo frío e inmóvil de su hija. En vista de esto, Ben decidió ser el primero en despedirse.

—Sé que no merezco tu amor, no merezco nada, te abandoné cuando más me necesitabas —sollozó—, pero a pesar de eso, me recibiste con los brazos abiertos a tu vida y me diste una oportunidad. Claudia, si puedes escucharme, quiero que sepas que te amo demasiado, y que me perdones por todo lo malo que he hecho, pero que todo lo hice para proteger a ti y a tu papá, porque los amo y son mi vida. Sé que debí darle el sí a tu padre desde un inicio, pero no lo pude hacer, de verdad lo siento por ser un cobarde. Eres una niña muy linda, de verdad voy a extrañarte como no te imaginas. Aunque no te vi durante mucho tiempo, llegué a amarte más de lo que esperabas, incluso te amaba cuando estaba lejos de ti, jamás dejé de amar a mi niña consentida —comenzó a acariciar la frente de Claudia—. Estoy muy orgulloso de ser tu padre, a pesar de que no lleves mi apellido. Ten presente que siempre te amaré de la misma manera que cuando eras una bebé y me decías papi Benny —Ben llevó sus manos a su cuello y desabrochó su collar de oro, tomó la mano de Claudia y la envolvió con él—. Este collar es muy preciado, y quiero que lo conserves. Te amo demasiado, mi corazón, cuídanos a tu papá y a mí desde el cielito y espero que vayas feliz, porque cumplimos tu deseo más anhelado —se levantó un poco del piso y besó la frente de Claudia—. Espero que cuando me toque partir, me recibas con la misma emoción que cuando nos vimos después de tanto tiempo. Siempre serás la coincidencia más bonita que pudo pasarme en mi vida, te amo, hija.

Ben se sentó en la silla situada detrás de Joe, a quien acarició su espalda para darle ánimos, el pelirrojo lo miró y el rubio le señaló a la pequeña, para que le hablase de una vez por todas. Joe asintió y miró a su niña de nuevo.

—Clau —hablaba con dificultad—. Hija... hija mía —tomó las manos de la niña—. Nunca creí que tendría que decirte adiós tan pronto, siempre... siempre me hacía ilusiones de cómo sería verte crecer, cuando entres al colegio y tengas novio, cuando vayas a la universidad y etcétera. Sé que no puedes escucharme, quien sabe y estás al borde de irte, pero solo... solo quiero decirte que eres lo mejor que pudo... pasarme. Afrontamos muchas cosas juntos, tú fuiste la razón principal para levantarme y salir adelante, Dios, perdóname por ser injusto contigo cuando Ari llegó a nuestras vidas, fui un maldito idiota y eso nunca me lo perdonaré. Créeme que siempre recordaré aquellas veces en las que te morías de risa al mirarme con maquillaje y vestido, aquellas tardes de juegos, risas y demás, de alguna manera llegaste a mi vida para cambiarla, jamás pensé que sería padre tan temprano, tampoco creí que una sonrisita tan bonita sería la razón de mi felicidad, pero el destino me hizo tu padre y no sabes cuán agradecido y bendecido me siento, porque eres una niña tan linda que es inevitable que te robes el corazón de las personas. Siempre fuiste mi compañerita para todo, éramos el... el equipo dinamita, como Bob Esponja y Patricio, solías decir que yo era Patricio por ser más tonto —rio melancólicamente al recordarlo—. No voy a olvidar nunca cada aventura que tuvimos, cada risa, y cada momento. No tengo nada que darte, sin embargo, mi regalo es estar contigo hasta que te vayas de aquí. Hija, te amo más que a nada en la vida —hizo una pausa para sollozar—. Me has hecho demasiado feliz y no puedo asimilar que ya no te veré, extrañaré muchísimo ver tu carita todos los días y jugar contigo a las princesas... pero si me estás escuchando, te pido que despiertes, intenta abrir tus ojitos por lo menos dos segundos... sino me verás sufriendo toda mi vida —Joe esperó con la ilusión de que Claudia abriera los ojos, sin embargo, no pasó nada—. Clau, perdóname, todo esto fue mi culpa, no debí dejarte atrás, sé que lo que querías era que yo llegara lo antes posible, pero no estuvo bien, lo lamento tanto —dicho esto, comenzó a llorar sobre el cuerpo de la niña—. ¡Soy un idiota! ¡Perdón por dejarte morir!

—Joe, tran...quilo —le decía Ben con dificultad para hablar debido al llanto.

Pero el pobre de Joe no podía dejar de llorar, sabía que el tiempo avanzaba y que quedaba muy poco para que su niña se fuese para siempre, cinco minutos para ser exactos, por más que quería detener el tiempo, no podía, nadie tiene poder sobre el tiempo. Afuera el cielo se nublaba y poco a poco las gotas de lluvia comenzaban a humedecer las calles de Los Angeles. El llanto del pelirrojo era lo único que se escuchaba en la habitación, además de la lluvia; Lucy lloraba en silencio en los brazos de Rami, a su lado estaba Gwilym quien mantenía sus ojos cerrados para no echarse a llorar de la manera que Joe lo hacía. Ben cubrió su boca y ahogó un sollozo al ver a su novio en tan mal estado, le dolía verlo así.

De pronto, la puerta se abrió de golpe, dejando a la vista al doctor y a un par de enfermeras con una mascarilla cubriendo la mitad de su rostro. Ben sintió cómo un escalofrío recorría todo su cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, luego su corazón latió con fuerza, tan fuerte que creyó que se le saldría del pecho. Joe también estaba asustado, sabía que ya era hora, la mirada del doctor lo decía todo.

—¿Prefieren esperar afuera o quieren estar presentes? —les preguntó apenado.

—Nos quedamos —respondieron los cinco al unísono.

Joe se separó de su hija después de haber besado su frente y abrazarla. Caminó a paso lento hacia Ben, quien se había sentado con la vista clavada en la nada mientras el doctor se preparaba junto a las enfermeras, se sentó a su lado y recostó su cabeza sobre su hombro. Con cada movimiento que realizaba el doctor, ambos se ponían más y más nerviosos, Joe incluso llegó a sentir un molesto calambre en sus manos y piernas que de alguna manera le resultaba difícil detener. Cuando el doctor se acercó a Claudia, Joe escondió su cabeza en el pecho de Ben y lo abrazó con todas las fuerzas que tenía, cerró sus ojos y comenzó a llorar. Ben apretó los labios y también cerró los ojos, no quería ver la escena, sin embargo, quería estar ahí al igual que Joe.

—Espere, espere —todos centraron su atención en Ben—. Ella no puede irse sin él —de pronto, tomó a Corny del suelo y se acercó con él a la niña, tomó su frío y pequeño brazo y colocó al peluche debajo de este, para que de esta manera Clau pudiese morir abrazándolo.

El rubio regresó a su silla, de inmediato Joe lo abrazó mientras escondía su rostro sobre el pecho de su novio, quien lo atrajo hacia él para consolarse. El doctor pulsó un botón en el monitor cardíaco, que emitía sonidos entrecortados, al son de los latidos del corazón de Claudia; desconectó un par de cables y por último retiró la máscara de la cara de la niña, cuando Joe escuchó el sonido del monitor cardíaco alargarse, sabía que ya se había ido, por lo que soltó a Ben y salió corriendo de la habitación, dejando a los tres completamente destrozados y llorando a un lado de la niña.

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Trataré de no tardarme en subir el siguiente, por lo pronto, adiooooooooos *c va corriendo* 

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