Capítulo 13
—Vas a matarme si te lo digo —susurré mirándolo a los ojos, su mirada demostraba cierta seriedad, inquietud y preocupación a la vez.
—Joe —dijo mi nombre en señal de advertencia.
—Ya que, siéntate —palmeé la silla que estaba a mi lado y él se sentó, rodeé su cuerpo con mi brazo y lo apegué a mí, permanecí unos cuantos segundos en silencio mientras jugaba con Corny en mis manos y pensaba en cómo decírselo, al final tomé valor y comencé—: Eran vísperas de Navidad, cuando Claudia tenía apenas 3 años, nos reunimos en la casa de un compañero del elenco de The Pacific para celebrar la navidad entre familia, ¿no? —él asintió prestándome absoluta atención en lo que decía, sus ojos nunca se separaban de mí—. Nos divertimos en la piscina, reímos y demás, luego, Clau me dijo que estaba aburrida y mi amigo le dio una pelota para que jugara en el patio. Más tarde escuché un grito, corrí a la cocina y vi la pelota en la piscina y el agua moviéndose bruscamente. Recuerdo que la puerta se trabó y... junto a Tyler tuvimos que romperla. Corrí hacia la piscina y... Claudia estaba en ella ahogándose —la última frase la dije con la voz quebrada y de inmediato Ben se separó de mí.
—¿Qué?
—Se ahogó, Benny —mis ojos se llenaron de lágrimas y comencé a llorar sobre mis manos—. Y todo por mi culpa, solo por eso descuido ella tiene ataques cada que se agota o hace esfuerzo físico.
—¡¿Dejaste que jugara sola en un patio con una piscina?!
—¡Estábamos a punto de almorzar! ¡No creí que sucedería!
—Eres un tonto —susurró Ben colocando la mano sobre su frente—, un tonto, tonto, tonto —colocó sus codos sobre sus rodillas y juntó las palmas sin despegarlas de su boca.
—Ya lo sé —limpié una lágrima que había salido desprevenida y ambos permanecimos en silencio.
Mi llanto era lo único que se escuchaba en la sala de espera, Ben mantenía su mirada clavada en el piso, se mostraba preocupado y muy enojado, tanto que lograba asustarme, estaba molesto conmigo, y no lo culpo, yo también me odio por ser tan irresponsable, si tan solo hubiese estado ahí para ella, nada de esto hubiera sucedido. Ni siquiera sé qué me ocurrió, por lo general solía ser muy apegado a ella y justo aquel día tuve que dejarla sola. No sé cuánto tiempo había pasado, ni siquiera quería tomarme la molestia de revisar la hora de tan preocupado que estaba, pero lo único que sé es que después de unos minutos, Ben acarició mi hombro y me miró con una pequeña sonrisa melancólica en sus labios.
—Tranquilo —susurró—. Perdón por gritarte, fue la reacción —asentí con la cabeza—. Pero escúchame, no te culpes por ello, fue un accidente, de seguro le advertiste sobre la piscina —volví a asentir—. ¿Lo ves? Fuiste responsable, solo querías tomarte un tiempo y divertirte un poco, es todo. Verás que todo saldrá bien y Claudia podrá correr junto a nosotros por praderas y playas. Porque ahora estoy junto a ustedes —tomó mi mano helada por el frío—. Y prometo no irme jamás.
—Te amo, Benny —susurré abrazándolo y escondiendo mi cara en su cuello,
—Yo también, Joe, muchísimo.
Nuevamente, el silencio reinó en el lugar, afortunadamente, no fue para nada incómodo, ambos disfrutábamos la compañía del otro sin decir palabra alguna, y debo decir que lo que estoy sintiendo en este momento junto a él -además de preocupación por mi hija- no se compara con nada que haya sentido antes.
—Joe.
—¿Sí?
—Yo sé que soy el pasivo de la relación, pero... —ambos nos miramos, luego de entrelazar nuestras manos, dijo—: ¿te gustaría ser mi novio de nuevo?
—Qué estúpida pregunta —una gran sonrisa se formó en mi rostro, rodeé su cuello con mis brazos y le planté un dulce beso—. Claro que sí —ahora él sonrió y juntó nuestras frentes.
—¡Joe! ¡Ben! —ambos nos separamos de golpe al escuchar la voz de Lucy a lo lejos, giré mi cabeza y la vi frente a nosotros junto a Rami y Gwil, aún traían la misma ropa que usaron en la boda—. ¿Cómo está Clau? ¿Qué pasó?
Suspiré y me pasé una mano por la cara, Ben acarició mi espalda para indicarme que todo estaba bien, a pesar de que no lo estaba. Miré a mi amiga y le conté todo lo que el doctor me había dicho, conteniendo las lágrimas, no quería llorar en frente de ellos. Gwilym escuchaba en silencio, mientras que Lucy lloraba sin parar en los brazos de Rami.
—Bueno y ustedes piensan regresar, ¿o qué? —dijo Rami sorbiendo un poco su nariz.
Ben tomó mi mano y sonrió mientras asentía, Lucy se llevó una mano al puente de su nariz.
—Escúchame, Jones —tomó el cuello de su camisa—. Si les vuelves a hacer daño, ¡Te juro que...!
—Lucy, tranquila —la interrumpí—. Ya hablamos, recuerda que todo fue un error.
—Aun así lo estaré vigilando —entrecerró sus ojos y lo señaló con sus dedos índice y medio.
—Y tú me debes cincuenta dólares —le dijo Gwil.
—¡Vete al diablo, jirafita, no te voy a pagar nada!
—¡Oye! ¡Eso es injusto! ¡Vuelve aquí, Lucy! —la persiguió por los pasillos, mi novio y yo negamos con la cabeza.
Novio, qué bonita palabra.
***
—Señor Mazzello —abrí los ojos de golpe al escuchar la voz de una chica.
—¿Sí? —respondí con la voz adormilada, Lucy, Rami y Gwil, quienes se encontraban frente a nosotros, se acercaron para escuchar las noticias.
—El electrocardiograma no fue del todo bien, me temo que su niña tiene pocas probabilidades de sobrevivir a la operación.
Suspiré y me pasé una mano por mi cara, pude notar que Ben se puso tenso.
—Sin embargo, debemos operarla, sino morirá en algunas horas, pero ustedes deciden, ¿lo hacemos o no?
Lucy cubrió parte de su rostro y comenzó a llorar sobre el hombro de Rami, quien rodeó su cuerpo con un brazo e intentó calmarla. Tragué saliva y observé a la doctora con terror, no podía decidirme aún, si escogía cualquier opción, ella moriría, claro que si la operaban puede que sobreviva, pero la posibilidad era escasa y tenía muchísimo miedo de que después de todo lo que luché para estar junto a Ben, ella se nos fuera.
—Opérela —observé a Ben asustado.
—Benny, no...
—¿Quieres que muera sin la operación? Claudia es muy fuerte, podrá con esto, yo lo sé.
—¡Claro que no! ¡No quiero que sufra mi niña!
—Yo creo que deberían correr el riesgo —propuso Lucy sorbiendo su nariz—. Joe si salió de una, podrá salir de esta.
—Pero esto es diferente —comencé a llorar—. Clau puede morir.
—Morirá si no la operan, deja que lo hagan —esta vez habló Gwil.
—Vamos, Joe, no queda mucho tiempo.
Miré al piso mordiendo mi labio y dejé que todas las lágrimas salieran de mis ojos. Automáticamente los recuerdos con ella se proyectaron en mi mente como si tuviese un proyector dentro de ella. La recordé cuando apenas era una bebita, cuando me dijo papá por primera vez, sus primeros pasos, su primer diente, todos los días cuando me acompañaba al trabajo, todas las veces que jugué a las princesas junto a ella y el momento en el que me dijo que nunca moriría para estar junto a mí siempre, este último pensamiento fue el detonante para echarme a llorar. Claudia era mi complemento y tenía miedo de perderla, porque de ser así entraría en una depresión tan terrible que nadie podría sacarme de ahí, sin embargo, a pesar de mis miedos, al final me decidí.
—Está bien, hágalo —susurré.
—Muy bien, ¿quieren pasar a verla y decirle algo?
—Sí, por favor.
—Vengan los padres —giró sobre sus talones y caminó hacia el quirófano.
—Díganle que no tenga miedo y que la amo —dijo Lucy.
—Yo también —dijo Gwil.
—Y yo —esta vez fue Rami.
Asentí con la cabeza para darles a entender que lo haría, Ben entrelazó nuestras manos y juntos seguimos a la doctora, quien nos encaminó hacia la cama situada al fondo del quirófano. Y ahí estaba, con la vista clavada sobre el techo, su brazo lleno de agujas, su nariz con un par de tubos que le proporcionaban oxígeno, su cabello desordenado y su carita pálida. Al vernos, una gran sonrisa se dibujó en su rostro, extendió sus brazos y ambos la abrazamos con delicadeza y miedo a hacerle daño.
—Hola, mi vida, ¿cómo estás? —susurré besando su mejilla,
—Ahora estoy mejor —soltó un sonido de asombro al ver a su amado peluche en mis manos—. ¡Trajeron a Corny! —extendió sus manos para tomarlo y se lo entregué—. ¡Hola, Corny! ¡Pensé que te había perdido en la iglesia! Lo siento mucho por soltarte, pero me desmayé, porque Pepe volvió a mí luego de mucho tiempo, ¿puedes creerlo?
—¿Quién es Pepe? —me preguntó Benjamín en un susurro.
—Es quien provoca sus ataques —le susurré y él asintió mientras se sentaba en la cama.
—¿Te duele algo? —le preguntó acariciando su carita.
—Solo el pecho, un poco, pero según el doctor estaré bien con la operación.
—Sí, mi amor, así será, y ya podrás correr como una niña normal —comencé a acariciar su carita y ella volvió a sonreír.
—¡Así podremos correr juntos! —exclamó contenta y mi corazón se partió, pude escuchar a Ben sollozar—. Te prometo que no moriré papá, nunca romperé mi promesa —levantó su dedo meñique a la altura de mi rostro y yo lo tomé con mi meñique—. Papi.
—¿Sí, corazón?
—Tu meñique —hicieron lo mismo—. Quiero que me prometas que nunca morirás y siempre estarás conmigo.
—Lo prometo, amor, no me iré nunca más —Ben la abrazó y comencé a llorar, luego la recostó en la cama y comenzó a cantar—: I never meant to cause you any sorrow...
Los ojos de Claudia comenzaban a cristalizarse al escuchar la bella voz de Ben, incluso yo había comenzado a llorar al escucharlo. Su voz era preciosa y vaya que la había extrañado. Pude notar que los doctores y enfermeras preparaban todo para llevar a cabo la operación, mis nervios aumentaban, cada vez nos quedábamos sin tiempo.
Cuando Ben dejó de cantar, Claudia se limpió las lágrimas y lo abrazó.
—Tengo miedo —dijo al separarse de él—. ¿Y si esos doctores son malos y hacen que me duela?
—No, amor, tranquila —acaricié sus manos—. Debes ser valiente, como te he enseñado desde que eras una bebé, ya verás que no te dolerá, y si pasa, papá los golpeará con un bate —ella sonrió y asintió con la cabeza.
—Pero, ¿qué me van a hacer?
—Mira el doctor va a tomar una tijerita y la va a pasar por aquí así pum pum pum —con cada pum, daba un toquecito en el pecho de mi hija, intentaba explicárselo de la mejor manera para no ser tan realista y que tuviese miedo—. Luego va a tomar sus utensilios raros y va a hacer unas cosquillitas en tus pulmones para que te cures.
—Y después iremos a casa los tres —comentó Ben y a decir verdad sentí miedo de que lo que acababa de decir no se cumpliera.
—Somos cuatro con Corny, papi.
—Es verdad, somos cuatro, pero lo importante es que ya no tienes miedo, ¿o lo sigues teniendo?
—Un poquito —Clau unió su pulgar y su índice.
—Es normal tener miedo, amor, todos los sentimos —ella asintió y ambos la observamos melancólicamente—. Tu tía Lucy y los tíos Rami y Gwil están aquí para apoyarte, ellos te aman y te darán un premio si eres valiente.
—Entonces seré valiente, papá —nos dedicó una tierna sonrisa, luego su rostro cambió drásticamente a curiosidad—. Entonces, ¿ya no te vas a casar con Kat, papi?
—No, mi Reina, ya no. Ahora tu papá y yo estaremos juntos para siempre —Benny tomó mi mano.
—¡Mi deseo de cumpleaños se hizo realidad! —exclamó mientras aplaudía contenta.
—¿En serio pediste eso? —pregunté sonriente.
—Era eso o una muñeca, pero la Barbie podía esperar —se encogió de hombros y ambos alborotamos su cabello.
—Sr. Mazzello —una enfermera llamó nuestra atención—. Ya es hora —me susurró.
—Ya —le susurré—. Vámonos, Benny —el asintió y se levantó de la cama, en cambio yo me acerqué a Clau para acariciar su carita—. Recuerda, siempre valiente y te daré una golosina —asintió varias veces—. Papi y yo tenemos que irnos —dicho esto besé su frente y la abracé delicadamente, sintiendo ganas profundas de llorar.
—Te amo, papá —murmuró con la voz quebrada.
—Y yo a ti, te amo muchísimo, nunca lo olvides.
Cuando nos separamos, Ben la abrazó y cerró los ojos para dejar escapar un par de lágrimas.
—A ti también te amo, papi.
—Yo te amo más de lo que te imaginas.
—Adiós, Corny, pórtate bien mientras a mi me hacen cosquillitas en los pulmones, ¿sí? —le habló a su peluche—. Luego podremos jugar todo lo que quieras, ahora ve con mis papás —se lo extendió a Benjamín y él lo tomó—. Adiós, papá, adiós, papi, espero que no se aburran allá afuera.
—No lo haremos —acaricié su carita por última vez—. Adiós, mi vida —dicho esto, dimos media vuelta y caminamos hacia la puerta.
Una vez ahí, giramos una vez más para mirarla, Claudia sonrió y nos envió un besito volado, ambos simulamos atraparlo y nos despedimos con la mano para después salir de ahí.
—De verdad la admiro —comentó Ben—. Y a ti también, le has enseñado mucho. Me siento mal por no haber estado presente.
—Tranquilo, aún es pequeña, tiene mucho por aprender —le guiñé un ojo y él sonrió.
Echamos una última mirada a nuestra niña, quien miraba atenta a todo lo que hacían los doctores, miré al techo y rogué por que todo saliera bien. De pronto, Lucy, Rami y Gwil se nos acercaron preocupados, les contamos lo que pasó y luego fueron a sentarse a esperar, porque eso nos quedaba, esperar.
***
Más tarde, Ben y yo decidimos ir a tomar un café, puesto que ya casi eran las dos de la madrugada y aparte de tener hambre, teníamos sueño y queríamos mantenernos despiertos con la cafeína, por lo menos hasta que la operación haya terminado. Nos sentamos en una mesa que estaba al fondo de la pequeña cafetería, que por más acogedora que fuera, no lograba calmar mis nervios. Con mis manos temblorosas, tomé la taza y la llevé a mi boca, dirigiendo mi vista a mi alrededor, las personas presentes comían demasiado tristes, otros permanecían quietos observando su comida sin decir palabra alguna, ahogándose en la depresión. Definitivamente un hospital era el peor lugar en el que puedes estar, todo el mundo te transmite esa tristeza y ansiedad por saber qué le pasará a tu ser querido que se encuentra postrado en una cama, que tal vez se vaya y nunca más vuelvas a abrazarlo, o simplemente se mejorará y regresarás con él a salvo a casa, feliz de que todo saliera bien. Eso quería que pasara con Clau, apenas era una niña y no era justo que sus problemas respiratorios le quitaran la vida, parecía que las personas más buenas eran quienes más desgracias sufrían.
—Joe... —sacudí levemente la cabeza al escuchar la voz de Benjamín.
—¿Qué? —pregunté aún aturdido.
—Te quedaste quieto mirando a la nada, come un poco, te hará bien.
—Tengo hambre, pero el miedo no me deja comer tranquilo, siento náuseas.
—Todo estará bien, ya lo verás —comenzó a acariciar mi mano—. Solo debemos mantenernos positivos.
—¿Y qué pasa si pienso positivo y ella se va? —mis ojos se llenaron de lágrimas.
No dijo nada, su respuesta fue fruncir los labios y levantarse de su silla para sentarse a mi lado y abrazarme. Escondí mi cara en su cuello y dejé que las lágrimas brotaran.
—Tengo miedo —murmuré.
—Yo también —su voz sonó quebrada—. Pero debemos ser fuertes, por ella, ¿sí? —asentí con la cabeza.
Minutos después nos separamos y tomamos nuestro café, debía tener algo en el estómago para por lo menos poder mantenerme en pie más tarde. Dirigí mi vista al pasillo que conectaba a la cafetería con las habitaciones, donde logré divisar a un par de chicos y una chica. Al entrecerrar mis ojos, logré reconocerlos, eran Sebastian, Tyler y Adria, quienes corrieron hacia mí al igual que yo para unirnos en un cariñoso abrazo.
—Lucy nos contó lo que pasó —dijo Adria al borde del llanto mientras acariciaba mi rostro—. Es terrible, lo siento mucho.
—Los demás vendrán en la mañana —Tyler me abrazó delicadamente, recostando su mentón en mi hombro y apretándome contra su cuerpo—, pero nosotros no pudimos resistirnos a venir, es nuestra pequeña bebé consentida.
—Y la amamos —completó Sebastian tristemente.
—Gracias por su apoyo, chicos —musité limpiándome las lágrimas.
—¿Qué hace él aquí? —preguntó Tyler de pronto mientras señalaba a un Ben muy incómodo.
—No puede ser —Adria caminó a paso lento hacia él, marcando cada paso con sus tacones—. ¿Por qué lo trajiste?
—Porque soy su... —mi novio no pudo seguir hablando ya que la pelinegra giró su cabeza de una bofetada.
—¡Adria, tranquila! —exclamé colocándome entre ellos—. No te desquites con él ahora, por favor, no es un buen momento
—No pude darte tu merecido en el cumpleaños de Clau porque mi bebita estaba ahí, pero aquí sí puedo mandarte a una de esas camas de hospital —con cada palabra que pronunciaba, caminaba hacia él, provocando que retrocediera hasta chocar contra una pared y quedar acorralado.
—Adria, basta —ordené alejándola de mi novio, pero al ver a Tyler cerca quise pegarme un tiro.
—Si de verdad pudiera, te arrancaría esa bonita garganta que tienes, niño —murmuró entre dientes sin despegar su mirada llena de ira de Ben—... con mis dientes.
—Tyler, cálmate por favor. Aquí nadie va a tocar a Ben.
—Pero yo sí —dijo Sebastian y se le acercó para tomarlo por la camisa y levantar su puño en el aire.
—¡Sebas! ¡Sebastian! ¡Tranquilo, hombre! ¡Por favor! —coloqué mis manos en su pecho y lo obligué a retroceder, sin embargo, volvió a girar para encararme.
—Te hizo daño, y a Clau también, ¿y ahora están juntos?
—¡Todo fue un malentendido! —exclamé a punto de perder la paciencia—. Luego se los explico, pero ahora déjenlo en paz e intenten llevarse bien con él.
—Estás demente —susurró Adria y los tres dieron media vuelta para caminar de regreso al pasillo—. ¡Iremos a esperar a Clau!
—Qué agradables son tus amigos y tu ex —Ben utilizó el sarcasmo, manteniendo esa expresión seria que siempre suele tener—. Se nota que les hablaste muy bien de mí.
—Lo siento —acaricié su espalda—. Algún día dejarán de odiarte.
***
—Joe, para de una vez —me decía Lucy mientras observaba el techo, recostada sobre tres sillas.
Había estado caminando por varios minutos de izquierda a derecha, habían pasado casi dos horas, eran las cuatro de la mañana, mis amigos estaban completamente dormidos, a excepción de Lucy, Ben y yo, aunque Lucy estaba a punto de caer, pero no dejaba que el sueño la venciera. No entendía cómo podían dormir sin que la desesperación los consumiera, las ojeras se formaban bajo mis ojos, los cuales me ardían, pero no quería cerrar un ojo, no hasta que alguna enfermera saliera con noticias sobre mi niña. Ben tenía su vista clavada en la nada, sus manos reposaban sobre su estómago, donde aferraba al peluche de Clau, y sus piernas estaban tiradas en el suelo, parecía que ni siquiera tenía ganas de vivir, y no lo culpo.
—No puedo, no puedo —susurraba mientras tomaba mi cabeza con ambas manos y respiraba pesadamente—. Necesito...
La puerta del quirófano se abrió, interrumpiendo mis pensamientos, dirigí la mirada hacia ella, Ben se incorporó de golpe y en menos de un parpadeo ya se encontraba a mi lado. De la puerta salió un doctor, quien se quitó la mascarilla y caminó hacia nosotros.
—Rami —Lucy llamaba al mencionado dando ligeros toques en su brazo—. Cielo, despierta.
—Aún no es hora de ir a la escuela, mamá —susurró con los ojos cerrados
—¡Rami Malek! —su grito fue tan fuerte que despertó a mis amigos y a él, tan pronto como se despertaron, los seis se acercaron.
—¿Qué-qué pasó? ¿Cómo salió mi hija, doctor? —las palabras salían desesperadas de mi boca.
El doctor suspiró y miró al piso, pude sentir cómo Ben buscaba mi mano para apretarla fuertemente, estaba temblando.
—Mira, niño, voy a ser sincero contigo, tu niña tiene problemas cardíacos que muchos doctores intentamos sanar —volvió a suspirar—, pero me temo que Claudia no abrirá los ojos hasta que su corazón esté completamente sano.
—¿Está en coma? —las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos
—Lamentablemente sí...
—¿Po-podemos verla? —dijo Ben con dificultad debido al llanto.
—Está siendo trasladada a una habitación especial, pero claro, así será más fácil explicárselos. Pero solo los padres —todos asentimos.
Giré sobre mis talones y encaré a mis amigas llorando y a los demás con expresiones de dolor en sus rostros.
—Ya venimos —le susurré a Lucy y ella asintió—. Te contaré qué sucedió.
Di media vuelta y tomé la mano de Ben para caminar detrás del doctor, quien nos guió por varios pasillos a paso lento. Nadie decía palabra alguna, solo se escuchaban nuestros sollozos y cómo sorbíamos nuestras narices. Por fin el doctor abrió una puerta, dejándonos ver a nuestro pequeño ángel, su piel estaba completamente pálida, sus labios casi no tenían color, en su dedo índice derecho tenía un cable conectado a una máquina, una máscara un tanto diferente a la común reposaba en su boca y nariz, todo estaba bien hasta que vi un montón de cables sobre su pecho, los cuales conducían a un mismo lugar, una máquina que emitía ligeros pitidos irritantes.
El primero en echarse a llorar fue Ben, quien llevó su mano a su boca mientras miraba a Clau. A mí las lágrimas no podían salirme, ni siquiera podía decir nada, me había quedado completamente en shock que me era imposible reaccionar.
—Chicos, sé que están impresionados, pero deben escucharme.
—¿Qué son esas... cosas? —pregunté señalando los tubos.
El doctor suspiró y nos miró apenado.
—Como ya les dije, la operación no resultó como esperábamos, la niña no ha muerto afortunadamente, pero... está conectada a un respirador artificial, y de esa máquina depende su vida.
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