Epílogo

Nunca creí que cuidar de una adolescente sería igual de duro y difícil que cuidar de una bebé.

Y es que, el período, (que traía consigo cambios de humor), el cambio de niña a adolescente, la pubertad, el pudor, el "pas, ¿me compran maquillaje, por favor?" y luego el "quiero llevar mis juguetes al ático para guardar mi maquillaje en mis muebles" "pas, ¿puedo salir con mis amigas?" "¡Los odio, nunca me dejan hacer nada!" "¡Ya no soy una niña!".

Uy no, ser padre es una responsabilidad tan grande incluso cuando creemos que su cuidado ya no está en nuestras manos.

El período de Clau no solo era una pesadilla para ella, oh no, Dylan y yo también padecíamos, de hecho, teníamos un calendario colgado en el refrigerador, en el cual marcábamos mensualmente cuándo llegaría su período y de esa manera estar preparados física y psicológicamente. Clau era como una ardilla hibernando cuando el famoso Andrés la atacaba, lo único que hacía era encerrarse en su habitación y no salir nunca, el mal humor se apoderaba de su cuerpo el primer día y la obligaba a hacerse bolita con su cobija favorita sobre su cama y permanecer encerrada todo el tiempo. Dylan y yo siempre solíamos llevarle su comida a la cama, para que se sintiera mejor por los molestosos cólicos que la ajetreaban, incluso acostumbrábamos a comprar un bote de Nutella para degustarlo junto a ella mientras veíamos televisión.

Pero fuera de lo terrible que era, jamás olvidaré el día en que cachamos a mi esposo cantando Let it go de Frozen en la sala, después de que acompañé a Clau a la farmacia para comprar sus toallitas higiénicas.

Recuerdo que Clau tenía once años, esto pasó un par de meses después de que le llegara su primer período, estábamos tan nerviosos y asustados que me ofrecí a llevar a mi bebé a la farmacia para comprar sus toallas porque le había llegado el mes sin avisar, en ese tiempo no conocíamos mucho del tema y por ende no contábamos los días en los que Andrés llegaría de visita. Oh sí, en esos tiempos, lo más tedioso era escoger un paquete de esas toallas de entre todos los mil tamaños, colores y formas.
Ordené a Dyl que aguardara en casa y la limpiara mientras nosotros salíamos, y por mucho que se negó, terminó aceptando. Sin embargo, cuando regresamos, escuché gritos, como si estuviesen maltratando a un pobre animal hasta la muerte, así que, temiendo que algo malo le hubiese ocurrido, entré de inmediato con mi hija corriendo asustada detrás de mí y busqué a mi esposo para averiguar qué le pasaba. La angustia desapareció de mi cuerpo al ver a Dylan bailando extraño mientras cantaba con una pésima voz las letras de Elsa en la película Frozen. Claudia y yo lo mirábamos con una mueca en nuestro rostro, mas esa incomodidad se fue al escucharlo maldecir y tirar un montón de hojas al suelo. No pudimos más y soltamos una carcajada que llamó su atención. Soltó un grito por el susto y cayó al suelo. Aún riendo, Clau y yo nos acercamos a él para verificar que no se hubiera hecho daño. La siguiente oración fue suficiente para comprobarlo:

—¡No me aceptaron en Frozen!

Algo que nunca olvidaré es la cuarentena del 2020, ocho meses en los que Dylan casi pierde la cabeza, y hablo por él porque Clau apenas tenía casi doce años y no le afectó demasiado por el hecho de aún ser "pequeña".

[N.A: Espero que no más sean ocho meses, O MENOS :) pero que no pase de ocho meses]

—¡ME ESTOY MURIENDOOOOOO! ¡DÉJENME SALIR! —gritaba Dylan frente a la puerta—. ¡YA NO TENGO VIDA SOCIAL, ESTO ES UN INFIERNO!

—¡Papá, relájate, apenas es el segundo día!

Y así tuve que lidiar con mi esposo durante los ocho meses que duró la cuarentena. Además, Clau recibía sus clases virtualmente, y con la torpeza de Dylan y mi poca capacidad para usar la tecnología, todo fue un desastre al principio, sin embargo, logramos aprender con el tiempo, de hecho Clau se vio obligada a aprender primero, para luego enseñarnos a utilizar Zoom. Parece chiste, pero es anécdota, sin embargo, sus clases sirvieron de maravilla, puesto que en junio del mismo año, Dylan tuvo una reunión con el cast de Teen Wolf y esto fue lo que pasó:

Mientras Dyl participaba en la reunión, yo preparaba hamburguesas en la cocina para sorprenderlo con su platillo favorito, de pronto, Claudia entró corriendo hacia mí.

—¡Ya terminó mi examen, papi! ¡Tengo diez sobre diez! —exclamó contenta mientras Shaggy movía la colita a su lado.

—¡Esa es mi niña! —me le acerqué y besé su frente—. Te felicito, mi vida.

—Graciaaaas. ¿Mi papá sigue en su reunión con mis tíos?

—Sí, cielo, así que es mejor que lo dejes.... —mi voz fue interrumpida puesto que salió corriendo hacia la sala.

—¡PAPÁÁÁÁÁÁ! —y antes de poder detenerla ella ya estaba sobre Dylan abrazándolo.

—Reinita, estoy en mi reunión, ahora n...

—¡HOLA, BEBÉ CLAU! —escuché el grito de Holland desde la computadora.

—¡Claudia, mi cielo! —esta vez era Shelley.

—¡Hola tío Posey, tía Holland, tío Cody, tío Orny, tíos gemelos, tía Arden....!

Dylan me miró mientras Clau interrumpía su reunión con sus numerosos saludos a sus tíos, la mirada de mi novio suplicaba que me llevara a nuestra hija de ahí, pero negué con la cabeza y le musité un "déjala". Porque por más que mi esposo odiaba que la vieran los medios, no había razón para continuarla escondiendo, todo el mundo sabía sobre nuestra familia y a estas alturas teníamos más seguridad que nadie y ya no nos importaba lo que diga el resto.

Dylan... —habló Josh, el encargado de la transmisión—. Es tu hija, ¿no?

—No, es una muñeca que habla a quien ordené que se quedara con su padre —reí ante el sarcasmo que utilizó.

No seas malo, Dylan —habló Linden—. Es un honor que ella esté aquí.

Tiene razón, cuéntanos Claudia, ¿cómo fue tu experiencia en Teen Wolf? Escuché que siempre ibas con tu papá al set.

Clau miró curiosamente a Dylan, esperando una respuesta por su parte, se la veía algo nerviosa, por lo que mi esposo asintió con la cabeza para darle seguridad y respondiera las preguntas tranquila, la sentó sobre su regazo y la abrazó sin quitar su mirada de la computadora.

—Bueno fue lindo... —habló juntando sus deditos—. Me divertía muchísimo con todos mis tíos, ellos eran muy buenos conmigo y lo siguen siendo, siempre los amaré con todo mi corazón, así el tonto coronavirus nos separe.

Awwww —pronunciaron todos.

Es cierto —habló Holland de pronto—. El trabajo con esta niña preciosa en el set se volvía menos tedioso, ella siempre estaba ahí sonriendo y bromeando con nosotros. Parpadeabas y la veías aprendiendo a jugar Lacrosse con Orny —el mencionado asintió melancólicamente—. Luego la veías intentando robarse los colmillos de Posey, probándose las bufandas de Daniel, usando disfraces con Sprayberry, jugando a los policías con Ryan y Linden, disfrutando de helados con Hoechlin.

Y conmigo siempre jugaba a la doctora —opinó Melissa.

Claudia es un ángel —dijo Posey—. Y todos estamos muy contentos de tenerla en nuestras vidas.

Tanto Dylan como yo estábamos al borde del llanto, y es que el recordar todo lo que había pasado nos tenía muy agradecidos con la vida, porque después de todo, por fin pudimos ser felices juntos.

Los fans piden que tu esposo aparezca, Dylan.

Dyl me miró juguetón y caminó hacia mí. Rápidamente negué con la cabeza mientras daba algunos pasos hacia atrás, de ninguna manera quería salir, no me correspondía y además, ¡traía un delantal encima! Mi esposo logró alcanzarme, rodeó mi cintura con sus brazos y me llevó hasta la sala.

—Dylan, no, por fav...—guardé silencio cuando me sentó en el mueble—. Hola a todos —saludé nervioso y de inmediato cubrí mi rostro con mis manos.

—No, cielo —Dyl descubrió mi rostro y depositó un tierno besito en mi frente.

Awwww —dijeron todos al unísono.

—Así es amigos, mi familia es algo dispareja según muchas personas, pero mientras haya amor yo siempre seré feliz con ellos —habló Clau, lo que provocó que la abrazáramos.

Oh sí, esa fue una de las mejores tardes de cuarentena, a pesar de que los fans me vieron con delantal, lo cual no fue tan malo, ya que en menos de dos horas el hashtag #Dylmas era tendencia en Twitter, lugar donde subieron un montón de fan arts de los tres, solo que con un pequeño detalle: en todos los dibujos yo usaba un delantal. Qué lindo y vergonzoso fue.

Ahora tenemos a la pubertad, aquella etapa donde llega la famosa "edad del burro" y debo decir que a Clau le pegó muy fuerte cuando esta inició. Las espinillas, Dios, fueron un dolor de cabeza a sus trece años, hasta que le conseguimos un buen dermatólogo. Lo peor fue cuando llegó con nosotros diciendo que sentía su pecho inflado, sin embargo, cuando quisimos ver qué le ocurría y de esta forma ayudarla, jamás quiso enseñarnos lo que había bajo su camiseta, y es que semanas antes había tomado la decisión de vestirse sola. Aquí entra nuestro queridísimo amigo: "el pudor", quien nos alejó un poco de mi hija a partir de sus trece años. Ya no quería dormir más con nosotros, no quería que la bañásemos ni vistiéramos, era un cambio total que debíamos respetar.

"Ya no es una niña, Dyl" le repetía constantemente a mi esposo.

Recuerdo cuando descubrimos que a Clau habían comenzado a crecerle sus pechos, Kaya nos acompañó al centro comercial para comprarle sus primeros brasieres a Claudia, quien no dejó que la acompañáramos a los vestidores para probárselos, sino pidió que su tía le ayudara y enseñara. Gracias al cielo teníamos a Kaya, Shelley, Rosa, Holland y a Crystal, de no ser por su ayuda, hubiésemos sufrido mucho con la pubertad.

Pero fue una tarde en la que Clau quiso ahorcarnos por haberla avergonzado, y es que ella tenía 13 años cuando esto pasó:

Ella y Sam se encontraban en el patio haciendo un trabajo de su colegio. Pintaban alegres mientras jugaban con Shaggy, quien no paraba de lamer su cara y molestarlos para que lo mimaran. En cambio, Dyl y yo limpiábamos la planta alta al ritmo de una canción de Queen. Aunque debo especificar que el único que estaba limpiando era yo, porque Dylan solamente se dedicaba a comer y bailar mientras me observaba hacer todo el trabajo.

—¡Dylan, por Dios si vas a quedarte ahí parado por lo menos deja de ensuciar! —chillé en cuanto vi que tiró una envoltura de chicle de fresa detrás de un armario de Clau, una mala costumbre suya que hacía para no ir al basurero.

—Ups, perdón, Tommy —sonrió tímidamente y se agachó para recoger su basura—. Hey, ¿y esto? —preguntó enseñándome un aro con forma de eclipse.

—No lo sé, será alguna de esas cosas raras de mujer que no sabes para qué sirven —respondí levantando una ceja.

—Quizá —susurró mientras colocaba el aro sobre su cabeza y lo movía de arriba hacia abajo, arruinando su cabello de esta manera.

—Vayamos a preguntarle, porque estoy a punto de tirarlo a la basura.

—Creo que es lo mejor, porque si lo tiras sin preguntar, te hará la tercera guerra Mundial.

Entonces tomó mi mano y juntos fuimos escaleras abajo para ir con nuestra hija e interrogarle sobre lo que habíamos encontrado en su habitación. En cuanto salimos al patio, Shaggy se nos acercó moviendo su colita, esperando ser acariciado por ambos.

—Hola, pas, ¿qué pasó? —preguntó Reina mirándonos.

—Tu papi trae puesto un delantal —escuché el susurro de Sam, quien guardó silencio en cuanto lo miré enfadado.

—¿Nos puedes explicar qué significa esto, jovencita? —le interrogó Dyl enseñándole el aro—. ¿Es algún aparato que usan los milenials para autocomplacers...?

—¡Dylan! —lo reprendí cubriendo su boca, Clau y Sam nos miraron raro—. Dinos, Clau, ¿qué es?

—Ah... no creo que pueda —habló nerviosa, su rostro comenzaba a tornarse rojo.

—¡Reina Claudia, en serio te mastu...!

—¡Dylan, por Dios cállate! —le grité enfadado, no podía creer que pensara eso de nuestra hija—. Reina, solo queremos saber si tiene importancia o no para tirarlo a la basura.

Clau solo se acercó con la cara roja de la verguenza y susurró: —Es el aro de uno de mis brasieres.

—¡¿EL ARO DE TU BRASIER?! —chilló Dylan y Clau colocó su índice sobre sus labios para que se callara—. ¡Creí que era de esas cosas que te quitaban el estrés! —y en seguida colocó el aro sobre su cabeza y lo movió verticalmente.

—¡PAPÁ! —exclamó Reina roja como un tomate—. Les sugiero que la próxima tengan una duda sobre mis cosas me lo pregunten cuando Sam no esté aquí —nos susurró muy enojada.

—Perdón, cielito —se disculpó mi esposo aún con el aro moviéndose sobre su cabeza.

—¡Papá, basta, tira eso! —entonces se lo quitó de las manos y lo echó al bote de basura.

Sí, ese día Clau se enojó mucho con nosotros.

Desde sus catorce años Claudia comenzó a pedirnos permiso para salir con sus amigas del ballet. Claro que nos alegraba que por fin tuviese verdaderas amistades que no la juzgaban, pero... ¡ESA MUCHACHA QUERÍA SALIR CADA QUE RESPIRABA! Y recuerden que Dylan y yo juramos cuidarla con nuestra vida desde que su propia madre la secuestró en nuestra casa, así que no cedíamos tan fácil. Cada que le negábamos una salida, hacía berrinche y se encerraba en su habitación junto a Shaggy. Kaya, siempre venía a casa cada que se nos presentaba una situación como esta y hablaba con ella, puesto que entre mujeres se entendían mejor. Más tarde Clau salía de su cuarto y se disculpaba con ambos, diciendo cuán agradecida estaba de que la cuidáramos tanto.

Pero hubo un día que nunca olvidaría: Clau de 15 años llegó del colegio muy emocionada para contarnos a medio almuerzo que sus amigos organizarían un viaje a la playa, y obviamente nos pidió permiso. Dylan se negó por completo y yo imité su acción, nuestras excusas fueron que no la dejaríamos ir sola a menos que las autoridades de su academia organizaran el viaje. En ese momento Reina explotó, nunca la había visto tan enojada, recuerdo claramente que nos gritó cosas horribles como: "¡Son igual que mi mamá, no me dejan hacer nada!" "¡Los odio, ya no quiero vivir aquí!". Y mejor no sigo porque no quiero que la odien.

Ese día la castigamos y no le permitimos salir durante dos meses ni ir a su famoso paseo al cual su querido amiguito Sam iría. Claudia no nos habló durante una semana, y el día siete a media cena salió el tema de aquel paseo, ante esto, ella soltó un: "Mis amigos regresaron sanos y salvos, no les pasó nada y sus papás les dejaron ir a TODOS. Y ustedes, par de paranóicos me negaron esa salida, no saben cuánto los odio." Después de eso la volvimos a castigar, un mes más sin salir, sin celular y sin Sam en la casa, que de por sí ese muchacho venía a casa a ponernos celosos a Dylan y a mí. Nuevamente, Reina no nos habló por más de una semana, pero su ley del hielo terminó hasta que un día me escuchó hablando con Dyl sobre un viaje a Australia que debía hacer, porque me habían contratado para una serie de suspenso. Me quedaría seis meses ahí, o quizá más tiempo por lo complicado que a veces resultaba la grabación de una serie. Dyl lo comprendió, pues él más que nada como actor, sabía lo que implicaba una oportunidad así, y él no era egoísta como para pedirme que no me fuera, total, solo eran seis meses y podíamos comunicarnos por vídeo llamada. Solo fue escuchar un débil sollozo desde la puerta para girar nuestras cabezas y ver a nuestra rebelde hija llorando en la entrada.

—Papi... —susurró apenas, a continuación se nos acercó corriendo y me abrazó con fuerza—. ¿En serio te irás tanto tiempo?

—Tengo que hacerlo, Reina, es una buena suma de dinero y tu papá y yo debemos reunir para pagarte una buena universidad —miré a Dylan y este asintió—. Solo serán seis meses, tranquila.

—No... papi, no te vayas —entonces se abrazó más a mi cuerpo.

—¿Y tú no nos odiabas? ¿O se te reinició el Windows? —interrogó mi esposo.

Claudia miró a Dylan con lágrimas en sus ojos, luego bajó la mirada apenada y sollozó.

—Lo siento... soy la peor hija del mundo, no sé por qué me porto así con ustedes si sé muy bien por lo que hemos pasado y solo quieren que esté bien, perdónenme por favor, perdón.

—Oh, mi Reina, aceptamos tus disculpas, pero no quiero que lo vuelvas a hacer —entonces Dylan la sentó en su regazo y la meció como cuando era una bebé—. A veces quisiera que nunca hayas crecido, antes no eras tan grosera.

—Ya sé, papá, perdón —Claudia se abrazó a su cuello y sollozó.

—Ya, mi amor, no llores, shhhh.

—Quiero ver a Flor otra vez, llévenme con ella.

—¿Tu psicóloga? —ella asintió ante mi pregunta—. Si te hace sentir mejor y te hace cambiar, está bien.

—Los amo —besó nuestras mejillas y continuó llorando, sonreí al recordar a mi bebé Claudia que lloraba por todo.

Ese día, Clau no se despegó de ambos para nada, de hecho, durmió en nuestra cama después de muchos años de no hacerlo. Y el día en el que debía irme, no se despegó de mí para nada, ni siquiera nos dejó un momento a solas a mí y a Dyl para despedirnos bien, ya saben a lo que me refiero.

Dylan conducía nuestro auto, y Clau y yo íbamos en los asientos de atrás, puesto que no quería soltarse de mí para nada. Pero fue cuando llegamos al aeropuerto, su cara estaba pegada a mi brazo y sus brazos lo rodeaban con fuerza. Comenzó a llorar cuando me llamaron a mi vuelo, me abrazó fuerte, después de que Dyl y yo nos diéramos los últimos cariñitos, y cuando me alejé de ambos aún podía escuchar el débil llanto de mi hija. Mientras entregaba mi boleto, giré para mirarlos por última vez, ahí fue cuando Clau corrió hacia mí para abrazarme. Solté una risita y correspondí a su abrazo.

—Te amo, papi —susurró.

—Y yo a ti, Reina. Eres mi tesoro.

—Su boleto, señor, ya puede ingresar —dijo el hombre que me estaba atendiendo, mientas me entregaba el pedazo de cartón que me permitiría subir al avión.

—Ve con, papá, Reina, te amo —entonces deposité un ósculo en su frente y fui directo a mí avión.

La estadía en Australia fue sumamente agradable, debo decir que al principio se me hizo muy complicado adaptarme al cambio de horario, ya que acá eran 14 horas más tarde que en EEUU. Todas las noches, antes de ir a dormir, recibía una hermosa solicitud de una vídeo llamada por parte de mi hija y mi esposo, de vez en cuando Ki o Kaya junto a sus retoños se colaban a la llamada y me saludaban. El tono de llamada siempre retumbaba en las bocinas de mi celular a las doce de la noche, deslizaba mi dedo en la pantalla y miraba a los dos amores de mi vida saludarme bajo el bello sol de las diez de la mañana en USA. Por lo general hablaba con ellos durante una hora, o incluso menos, lo que me permitía el cansancio, puesto que a veces no dormía por memorizar los guiones o por ir a trabajar temprano. Odiaba quedarme dormido a media llamada, era el único momento en el que los podía ver y no podía mantenerme despierto, siempre me disculpaba con ambos, mas ellos me regañaban por pedir perdón.

Pero fue un día cualquiera, el tercer mes en Australia para ser exactos. Me habían dado el día libre y lo único que quería hacer era descansar un momento en el departamento que estaba rentando. De repente escuché que alguien tocaba la puerta, y cuando fui a abrir, mis dos personas favoritas me abrazaron con muchísimo amor. Recuerdo que aquel momento lloré mientras los apretaba contra mi pecho y besé los labios de Dyl con desesperación, de verdad me habían hecho muchísima falta. De lo emocionado que estaba, ya ni quería quedarme en casa, no dudé ni un segundo en ir por mi auto para llevar a mi familia de paseo por Australia. Aquella tarde fuimos a un parque, donde Clau quedó maravillada y nos pidió que le tomáramos un par de fotos para subirlas a Instagram, red social con la que estaba muy obsesionada. Dylan tomó la cámara y capturó varias fotos, mientras Clau posaba sonriente frente a ambos. No pude evitar copiar su sonrisa, me alegraba verla tan contenta, porque al parecer, las citas con Flor estaban haciendo efecto en ella de una manera muy gratificante.

—Yo quiero, Dyl —entonces le quité la cámara e imité su acción, sintiéndome todo un profesional.

Sin embargo, cuando Clau vio las fotos, su reacción no fue la que esperábamos.

—No se molesten por lo que voy a decir, pero ninguna foto está enfocada, ¿tienen Parkinson? Porque todas están muy movidas.

—¿Cómo que movid...? Ok, sí son un asco, Tommy, qué mal fotógrafo eres.

—¿Yo? Pero si las tuyas son las más movidas, que sea malo con la tecnología no quiere decir que sea un mal fotógrafo.

—Sí lo eres, papi —rió Clau—. Ambos.

Dylan optó por pedirle a un joven que pasaba por ahí que tomara las fotos, con suerte, este aceptó gustoso y capturó unas fotos hermosas de mi hija, las cuales definitivamente colocaría en el álbum de fotos familiar.

Mi niña era tan hermosa, brillaba como una estrellita.

Y nuestra estrellita continuó creciendo hasta que la vimos con su birrete y toga en el día de su graduación, siendo la mejor egresada en francés de su promoción. Nunca olvidaré la emoción con la que Dylan y yo la miramos pasar al frente en cuanto pronunciaron su nombre dentro de esta categoría, ambos gritamos contentos y nos abrazamos felices por ella, quien nos sonreía desde la tarima enseñándonos su diploma. Kaya lloraba a nuestro lado y Ki se dedicaba a transmitir en facebook la graduación de nuestra hija para que el resto de la familia pudiera verlo, puesto que en el colegio de Clau no había espacio para todos los cincuenta tíos que tenía mi hija. El momento en el que la vi lanzando el birrete hacia el cielo, las lágrimas empaparon mi rostro, sabía que todo cambiaría desde ahora, mi niña, mi pequeña bebé ya era una adulta.

Solo bastaron un par de semanas para que sintiera mi alma desaparecer de mi cuerpo, y es que Clau había aplicado exámenes para varias universidades para la carrera de danza, incluso algunas que se encontraban fuera del país y del continente, de las cuales, Dylan y yo teníamos miedo de que le saliera un cupo en una de ellas. Pero la mala suerte estuvo de nuestro lado, ya que a Clau le salió un cupo en una de las Universidades de Artes más prestigiosas de Francia, junto a Sam, quien estudiaría teatro. Cuando corrió contenta hacia nosotros con aquella fina hoja de papel con su cupo asignado en ella, Dylan y yo comenzamos a llorar de inmediato, borrando así cualquier rastro de felicidad en nuestra pequeña. Al notar su tristeza, Dylan la abrazó y le dijo que a pesar de que no quería que se fuera porque la extrañaríamos muchísimo, ambos estábamos muy orgullosos de ella porque este era el inicio de su gran sueño.

Ese día los tres lloramos como nunca antes lo habíamos hecho. Preparamos un gran tazón de palomitas y vimos Teen Wolf toda la noche. Desde ese día, Dylan y yo nos comprometimos a pasar mucho más tiempo con ella, puesto que se iría en un mes.

Y el día de su partida sentí que alguien arrebataba un órgano muy importante de mi cuerpo, lloramos de camino al aeropuerto y cuando la llamaron para abordar, incluso Shaggy también estaba ahí.

Dylan fue el primero en abrazarla y sollozar fuerte. "Te amo, mi linda Olla" pronunció haciendo referencia al apodo que le habíamos puesto cuando era una bebé.

"Te amo, bola de pelos" fue lo que dije yo cuando me tocó abrazarla.

Clau sollozó y fue con Shaggy para abrazarlo, juntó sus frentes y le dio muchos besitos en su carita, su mascota aprovechó la situación para lamer su cara. Lo triste era que probablemente, cuando Clau terminaría sus estudios, Shaggy ya no estaría en este mundo.

—Mi cielo, sé que lograrás cosas increíbles, ve allá y demuestra que eres digna hija de O'Brien y Sangster. Juntos te enseñamos a caminar, pero ya es momento que tú camines sola —Dylan acarició sus mejillas mientras limpiaba sus lágrimas.

—Es cierto —me acerqué y los fundí en un abrazo a ambos—. Te enseñamos todo lo que necesitabas para este momento, ahora debes ponerlo en práctica.

—No saben cuánto los amo y cuánto extrañaré sus tonterías —musitó mi hija con la voz entrecortada—. Gracias por su apoyo incondicional, les debo muchísimo, ya verán que cuando termine mi carrera, les podré devolver todo lo que han hecho por mí.

Y ahí, en ese momento fue cuando Clau dejó de ser la bebé que necesitaba un empujón para caminar, para luchar por lo que quería, ahora sería una adulta responsable de sí misma, y a decir verdad lo hizo muy bien, nunca dudamos de ella. Todos los días nos enviaba postales con fotos y regalos para ambos y cada uno de sus tíos.

La pequeña Reina Claudia había crecido y ahora era Licenciada en danza. Y esa licenciada en este momento alistaba su vestido para casarse con el niño de sus sueños: "Sam". Y es que muchos pensaban que Clau sería bisexual u homosexual por nuestra influencia, mas nunca fue así, entiendan algo, la sexualidad no es algo contagioso, es algo que en verdad te nace y está ahí en cuanto la persona correcta llegue a tu vida.

—Pas, tengo miedo —habló una Claudia de veintinueve años a punto de explotar en llanto.

—Reinita, tranquila —dije acomodando su velo—. Estás hermosísima todo saldrá bien.

—¿Y si no funciona? ¿Y si nuestro matrimonio acaba mal?

—Si te hace algo, ese hombre acabará sin bolas.

—Dyl —lo reprendí.

—Cariño —intervino Kaya de pronto—. He estado con tus padres desde que tenían dieciséis años y en todo ese tiempo ambos llegaron a tener peleas muy fuertes y lo sabes porque has estado presente. Pero a pesar de todas las cagadas que hacen, ambos se aman y su lazo es tan fuerte que superó cualquier límite, problema e incluso discriminación por parte de su familia y amigos, porque se aman sin importar el contexto, el amor que Dylan siente por Thomas es igual de enorme que el que siente Thomas por Dylan. No lo pienses demasiado, porque, ¿demasiados pensamientos?

—Genera ansiedad —completó Clau, esa era una de las típicas frases de Flor, su psicóloga.

—Exactamente, Bubú —le sonrió su tía y besó su frente—. Te amo.

—Y yo a ti.

—Muy bien, para que no se pierda la tradición —dijo mi esposo sacando una cajita de su bolsillo—. Aquí tienes, hija, un regalo de parte de tu padre y mío.

—¿Qué es? —ella tomó la caja y la abrió—. ¡No! ¡Es bellísima!

El interior de esa caja de terciopelo contenía una pulsera de oro de 24 quilates que habíamos comprado especialmente para ella, era sencilla, un aro cubierto de un poco de diamantes y un rectángulo en el que relucía su nombre: "Reina Claudia".

—Pas, es hermosa, me encanta.

—Sabíamos que te encantaría, mi Reina, tómalo como "Algo Nuevo" —le sonrió Dyl.

—Ahora, algo usado —saqué de mi espalda a Corny y de lo entregué, hace mucho que dejó de llevarlo con ella para siempre y ahora se había quedado en nuestra casa.

—Awwww, papi —Claudia hacía mucho esfuerzo por contener las lágrimas.

—Algo azul —Dylan le entregó una de sus mantas cuando era bebé.

—¡Y algo prestado! —exclamó Posey apareciendo de pronto con las manos detrás de su espalda.

—¿Qué traes ahí, tío?

—Tú último regalo, cielo —entonces sacó de su espalda sus viejos y usados colmillos que solía usar para darle vida a Scott en Teen Wolf.

—Owwww, Tyler —exclamó Dyl mientras veía a Claudia reír con su regalo, y es que ambos me contaron que lo que más anhelaba mi hija era usar los dientes de Posey, mas este nunca cedió y le tenía prohibido acercarse a ellos.

—Te amo, tío, es el mejor regalo de la vida.

—Eh, eh, ¿y el nuestro? —intervine.

—¡Awww el suyo también lo es, vengan acá! —entonces nos abrazó con dulzura a todos.

Y así, nuestra pequeñita se casó ese día, creo que este es el día en que más hemos llorado Dylan y yo, sabíamos que ya nada sería igual como en el pasado, cuando Reina era una bebé, no, ahora ella abandonaría nuestro hogar y volveremos a ser dos tontos solitarios.

Dylan:

Querida Claudia:

Dios, ni siquiera sé cómo iniciar esto. Te veo tan grande y no puedo dejar de maldecir al tiempo por pasar tan rápido, hace unos años eras una bebé que llegó por casualidad a nuestras vidas y ahora... tú formarás una nueva vida con alguien más.

Quiero que sepas, que no hay día en el que mire al cielo y diga: "Gracias por esta niña tan hermosa, gracias por haberla puesto en el camino de mi esposo y mío".

Porque me enseñaste paciencia, dulzura y amor, eres el rostro puro de la alegría y optimismo. No sabes cuán agradecido estoy por haberme sentado en primera fila para verte crecer, soy afortunado de haber estado presente en tus primeros pasos y en tus primeras palabras. Y luego, todo fue un cuento maravilloso de aventuras y risas, porque juntos podíamos estar disfrutando de un enorme bote de helado, y en un instante ya nos encontrábamos en Marte jugando a los astronautas. Cada día a tu lado era un nuevo reto, sobretodo cuando eras una bebé, y es que, ¿cómo un adolescente tan torpe de 18 años iba a hacerse cargo de una responsabilidad tan grande? Fácil, con esfuerzo y amor. El amor que nos tuvimos era tan grande que sobre pasaba todo, jamás me di vencido ni un segundo cuando llorabas por las noches y no sabía qué hacer contigo, ojeras grandes lucían en mi rostro cuando iba al trabajo contigo, mas nunca me rendí, porque supe que todo lo hacía por ti, siempre se trató de ti y en darte un buen futuro, enseñarte de todo para que pudieses desenvolverte sola. Si ambos caíamos, ambos nos levantábamos siempre tuve ese lema, no había nada mejor que el amor que nos teníamos para solucionar todos nuestros problemas y tropiezos. Siempre pensaba que era un mal padre, pensaba que hacía las cosas mal, pero mírate, creo que no hice un mal trabajo después de todo.

Aunque no lo creas, me duele verte crecer y a mí envejecer, porque sé que ya nada será como antes, que estoy perdiendo a mi pequeñita, a esa chiquilla que amaba ver Bob Esponja conmigo todas las tardes y me pedía que le leyera un cuento antes de dormir, una niña soñadora, cariñosa y sobretodo solidaria, que por más que no sea de mi propia sangre, la amo como si en verdad fuese mi hija.

Puede que te estés casando en este momento, que dejes nuestro hogar para formar uno nuevo, pero para mí siempre serás la tierna bebé que llegó en aquella canasta a mi casa, nunca olvidaré tu rostro asustado que pedía auxilio, desde ese momento supe que mi vida cambiaría para siempre, y vaya que lo hizo. Si pudiera retroceder el tiempo a esa noche, créeme que lo haría, una y otra vez y no cambiaría nada (bueno, quizás el hecho de que Thomas tuvo que alejarse de ambos para protegernos).

Ahora comienzas una nueva etapa, créeme que hice muchísimo esfuerzo para contener el llanto mientras te llevaba al altar junto a tu padre, y es que no puedo creer que todo pasó tan rápido, que esta película llena de momentos hermosos y devastadores transcurrió en un parpadeo.

Sé feliz, mi querida Reina y sobretodo, haz las cosas correctamente, siempre del lado del bien si quieres tener un buen futuro. Aunque sé que lo conseguirás, por todo lo que Thomas y yo te hemos enseñado y por eso sé que el día en que yo me vaya, te miraré orgulloso desde donde sea que me encuentre.

Gracias por llegar a mi vida, cielo, te amo como no te imaginas y espero que siempre seas esa niña alegre de ojitos de mar que todos queremos.

Con amor, papá.

Terminé de escribir mi carta con mi rostro empapado en lágrimas, levanté la mirada y no pude evitar sonreír al ver a mi hija tan contenta siendo fotografiada junto a su esposo.

Mi pequeña...

—¡Hey! —la voz de Thomas me hizo brincar—. ¿Terminaste tu carta, cielo?

—Sí, y no vuelvas a hacer eso, casi me matas de un infarto, viejo tonto.

—¡Oye! ¡Apenas tengo cuarenta, respeta mis canas!

—Ya estás viejo —lo molesté.

—Te gano con un año, así que también lo estás.

Reí y me le acerqué para besar sus labios.

—Te amo.

—Y yo a ti, viejo rubio.

—¡Deja de llamarme viejo!

—¡SÍÍÍÍÍÍ! —el grito de Sam interrumpió el inicio de nuestra pelea.

—Sí, ¿qué? —susurré.

—¡VOY A SER PAPÁ!

Todos los presentes soltaron un grito de festejo y se acercaron a Claudia muy emocionados para festejarla, a excepción de Thomas y yo que nos quedamos anonadados sobre el banco en el que nos encontrábamos.

—Vamos a... ser abuelos —susurró Tommy—. ¡Clau está embarazada!

—Yo lo mato —susurré corriendo hacia Sam—. ¡VEN AQUÍ, SAMMUEL, TE DIJE QUE VÍRGENES HASTA EL MATRIMONIO!

—¡PAPÁ, DÉJALO! —Clau me persiguió.

—¡Ay, por Dios, Dylan! —esta vez fue Thomas, quien corría detrás de mí.

Sí, esta era mi familia disfuncional, que ahora crecería aún más. Y sin duda alguna Clau tendrá muchos consejos de sus padres para cuidar a su bebé.

Oh vaya, y ahora con un nieto puedo decir que Thomas y yo siempre seremos Dos Tontos y Un Bebé.

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Ahora sí, todo ha terminado :') no olviden leer la siguiente parte porque les tengo un aviso muy importante jsjs, los quierooooooo <3

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