Capítulo 50
Las lágrimas se hicieron presentes, Thomas mantenía su cabeza sobre el brazo de Dylan, al cual abrazaba y acariciaba como si su vida dependiera de ello y es que le hacía tanta falta que daría todo lo que fuera por que despertara y dejar de sentir esa angustia de si vivirá o no.
—Amor —habló mientras levantaba su cabeza para mirarlo y acariciar su rostro vendado—. Espero que en serio me escuches, nuestra nena es un tesoro, te prometo que la cuidaré como nunca hasta que despiertes, te amo —dicho esto, depositó un beso en su frente para volver a llorar sobre sus brazos—. Necesito que despiertes, no puedo enfrentar esto solo.
—Tranquilo, Tom —Kaya se le acercó para acariciar su espalda con delicadeza, acto seguido, el rubio abrazó a su amiga mientras recostaba su cabeza sobre su pecho.
—Estoy harto —sollozó—. Solo quiero que todo... —detuvo su habla debido a que sintió algo raro en el pecho de la muchacha, se retiró de golpe y la miró extraño—. ¿Te operaste las chichis?
—¿Qué? ¡No! ¿Por qué? —preguntó mientras las observaba.
—No lo sé, las sentí algo... infladitas y yo que sepa tú eres plana.
—Pues no, son naturales —se cruzó de brazos algo enfadada, a pesar de que Tom no sabía sobre su embarazo aún así se sentía ofendida.
—¿Te enojaste? —una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Thomas al ver la cara que puso su amiga.
—No —giró su cabeza para no hacer contacto visual con él.
—Oye, ¿qué te pasa? Deberías sentirte alagada porque te dije que te crecieron las bubis —dijo mientras la abrazaba.
—Lo siento, últimamente estoy muy sensible —la muchacha comenzó a llorar sobre el pecho de su amigo.
—Hey, ¿qué tienes? —el muchacho tomó el rostro de su amiga—. Tranquila.
—Perdón, no sé qué me pasa —habló con dificultad debido a los sollozos.
—¿Estás con Andrés?
—Ah cállate —entonces ambos comenzaron a reír.
No pasó más de media hora, cuando la enfermera rizada entró a la fría habitación a interrumpir la charla de la pareja de amigos.
—Gzi...
—Thomas, tu niña...
En ese momento el miedo se apoderó de su cuerpo.
—¿Qué? ¿Qué tiene? ¿Ya salió? ¿Está bien?
—Sí Thomas, ¿quieres venir a verla?
—Claro que sí —se acercó a la cama de su novio y besó su frente—. Ya regreso mi amor, iré a ver a nuestra princesa —tomó la mano de Kaya y juntos salieron detrás de Gzi hacia el cuarto piso donde la pequeña Claudia se encontraba.
Habitación 403. Paredes blancas, una cama y un paciente. Tres características típicas de la habitación de un hospital, pero a diferencia de las demás, esta no tenía a cualquier paciente, sino a la pequeña Reina Claudia, cuya mirada estaba clavada en la nada, estaba tan perdida que ni siquiera se dio cuenta de la presencia de su padre, su tía y la enfermera. Thomas no pudo evitar sentir lástima por su hija, ella que estaba tan emocionada por su presentación para que todo terminara en tragedia; tocó la puerta ligeramente con sus nudillos, de esta manera llamó la atención de la pequeña, quien al mirarlo sonrió ligeramente.
—Papi —su voz sonó rasposa y quebrada.
—Hola, mi vida —el rubio se sentó en la cama y comenzó a acariciar la frente de su niña.
—Tía Kaya —le sonrió a la mencionada.
—Hola, lindura —Kaya caminó hacia el otro lado de la cama y besó su mejilla—. Ten, Corny también ha venido a visitarte —dijo mientras sacaba al peluche de su bolso y se lo entregaba a su pequeña sobrina.
—Awwww hola Corny, ¿me extrañaste? —acercó al unicornio a su oreja por un par de segundos y luego lo alejó—. Eres muy lindo, también te extrañé y te quiero, amigo —entonces abrazó a su tan amado peluche.
Claudia estaba feliz al ver a una pequeña parte de su familia en su habitación, sin embargo, al darse cuenta de que la odiosa enfermera venía detrás de ellos, no pudo evitar rodar los ojos ante su presencia.
—Acuéstate a mi lado —ella se acomodó en el filo de la cama, dándole espacio a Thomas para que este se recueste ahí, ignorando de esta manera a Gzi.
Tom miró a Gzi para preguntarle con la mirada si podía hacerlo, a lo que la muchacha asintió con la cabeza. Se recostó a su lado y comenzó a acariciar sus mejillas, los poderosos ojos azules de Claudia se encontraban clavados en los de Thomas, aquella mirada demostraba absoluta tristeza y desánimo, la cual repentinamente comenzó a humedecerse por las lágrimas. Se lanzó a los brazos de su padre y comenzó a llorar sobre el pecho del mismo, quien la abrazó y empezó una serie de caricias en su cabeza para consolarla. Miró a Kaya y a Gzi en cuanto la niña inició un llanto fuerte, les hizo una señal con su mano para que los dejaran solos y ellas obedecieron.
—Lo arruiné, papi —dijo la pequeña antes de que Thomas pudiese preguntarle qué le pasaba—. Todo fue mi culpa, arruiné la mejor obra del mundo, de seguro ahora todos me odian.
—No, mi amor, no digas eso, estuviste increíble, son cosas que pasan, no es tu culpa, sino de Pepe, a ese tonto le encanta fastidiarte cuando eres feliz.
—Quiero desaparecer a Pepe —levantó su mirada llena de lágrimas y observó a su padre—. Por favor, papi, por favor, diles a los doctores que lo quiten de mí, estoy cansada de que siempre me moleste.
—Pero, amor, tú misma lo escuchaste hace años que no era posible.
—Sí, pero ellos pueden hacer de todo, intenta convencerlos que me lo quiten, por favor.
La mirada suplicante de su hija le rompía el corazón, tan chiquita y debía lidiar con tanto a la vez, si fuera por él, sufriría todo con tal de verla bien otra vez.
—Veré qué puedo hacer, ¿sí? —besó su pequeña frente y limpió sus lágrimas—. Pero ya no quiero que llores, bebé, eres muy hermosa como para llenar esa carita de ángel de lágrimas —de inmediato, Claudia comenzó a limpiar su rostro para eliminar todo rastro de llanto.
—¿Mi papá ya despertó? —los ojitos de Claudia se iluminaron, sin embargo, al ver la negación con la cabeza de Thomas, estos perdieron su brillo—. Rayos.
—Recuerda lo que te he dicho...
—Siempre paciente, lo sé, papi —lo interrumpió y Thomas sonrió mientras acariciaba la cabeza de su hija.
—Muy bien, esa es mi niña, ahora, ¿quieres ver un poco de televisión?
—¡Teen Wolf, por favor! —exclamó la pequeña y Thomas encendió la TV.
Para la buena suerte de Thomas, en Fox estaban transmitiendo la segunda temporada de dicha serie. En la pantalla plana se podía apreciar a un sonriente y nervioso Stiles corriendo en un campo con su uniforme de lacrosse que lo hacía ver tan tierno, entonces el rubio sonrió al recordar la inocencia y torpeza que por lo general caracterizaban a Dylan, dos factores importantes para armar su perfecta personalidad. Cerró los ojos y suspiró mientras abrazaba a su hija contra su pecho para buscar consuelo y llenar ese vacío que sentía al no tener presente a su novio desde hace varios días; de verdad le hacía falta y moría por volver a ver aquellos ojos pardos brillar de emoción por cualquier motivo, lastimosamente aquel terrible accidente le había eliminado ese hermoso brillo de ellos.
Con la mirada perdida en la nada Thomas se encontraba en silencio pensando en todo lo que pudo haber ocurrido si tan solo Dylan no se hubiese accidentado, y no, no culpaba a su novio por ello, sino al equipo de producción que nunca aprendió a escuchar las sugerencias de él frente a lo peligroso que era para Dylan grabar esa escena.
Decidió dejar de pensar y disfrutar de la serie junto a su pequeña, quien a pesar de que ya se la había visto miles de veces, se seguía emocionando por las escenas de acción. Bueno, eso fue hasta que el sueño la venció y sin querer cayó dormida sobre el pecho de su padre, emitiendo pequeños ronquidos al ritmo de su ligera y muy merecida siesta.
—¿Clau? —la llamó Tom mientras la sacudía ligeramente, temiendo que algo malo le hubiese pasado, puesto que sus ojos se cerraron de repente.
—¿Mmmm? —respondió la niña sin abrir sus ojos.
—¿Estás bien?
—Shi —susurró y Thomas soltó un suspiro de alivio mientras se recostaba contra el espaldar de la cama.
—Descansa, hija —musitó sin importarle si lo escuchaba o no.
—Te amo, papi —fueron las últimas palabras de la niña para después caer en los brazos de Morfeo.
Una ligera sonrisa se formó en el rostro del blondo, no había palabras para describir cuánto amaba a esa pequeña, quien era la única razón por la que seguía luchando, ella siempre había sido esa luz que guiaba su vida hacia una valentía constante para salir adelante.
Claudia y Dylan eran sus luces, sin embargo, la última se había apagado por culpa de un maldito accidente.
Permaneció abrazado a su hija y mirando la ventana hasta que su celular emitió un timbre de notificación de un mensaje de texto, al sacarlo, quiso pegarse un tiro cuando vio el emisor del mensaje:
"Hola Thomas, ¿qué tal? ¿Cómo estuvo la presentación de la nena? Espero que todo haya salido bien :) Te escribía para recordarte que pases por mi oficina ahora en la noche para hablar sobre Claudia, te espero gustosa.
Besos, Carmen."
Oh no, lo había olvidado por completo gracias al terrible inconveniente de la presentación, pero no era su culpa, accidentes como estos no podían predecirse y Thomas nunca se imaginó que algo así pasaría. Con una mueca en su rostro, tecleó lo siguiente:
"Hola Carmen, pues, no todo salió como esperábamos, la pobre de Clau sufrió un ataque a media presentación y en este momento estoy en el hospital, así que no podré ir contigo hoy, lo siento mucho, pero quiero estar con mi pequeña, no la quiero dejar sola después de todo por lo que está pasando, iré cuando a mi niña le den de alta, ¿sí? Espero que no te moleste, ten una linda noche, adiós :)"
Obvio no iría, posiblemente lo de Carmen era importante, pero Claudia y su salud mental lo eran más, su psicóloga le había dicho que lo que más necesitaba su hija en estos momentos, era recibir atención por parte de él y de todos sus seres queridos para que no llegase a tener problemas de depresión por todo lo que estaba pasando en su corta vida. Jamás dejaría que Claudia sintiera lo que él sintió cuando se alejó de ambos.
Sin importarle si Carmen le respondería o no, cubrió su cuerpo y el de su hija con una sábana y cerró los ojos para dormir junto a ella, porque de verdad lo necesitaba, quería algo de paz en un día tan horrible como ese, y qué mejor manera de encontrar paz que durmiendo.
***
Al día siguiente, Thomas despertó a causa de que una delicada mano tocó su espalda levemente, giró sobre su sitio y vio un arbusto borroso de color amarillo frente a sus ojos, cuando su vista se aclaró, pudo distinguir a la perfección a la figura de Gzi delante de él con una leve sonrisa en sus labios profundamente rojos.
—Buenos días, dormilón, ¿dormiste bien? —le preguntó sin quitar la sonrisa de su rostro.
—Ah, buenos días —se sentó en la cama con delicadeza para no despertar a su hija y soltó un gran bostezo—. Pues, sí, no había dormido tan bien en días.
—Me imagino, perdón por despertarte, pero un doctor vendrá más tarde a revisar a tu niña para darla de alta y te necesito despierto.
—Oh no te preocupes, más bien gracias, de no hacerlo hubiese quedado mal con el doctor.
—Bueno no hay de qué —le guiñó un ojo y caminó hacia el medidor de presión de Claudia—. Mmmm esta niña ya se encuentra bien, solo debemos esperar al doctor para dar el veredicto final, aunque a juzgar por su presión, yo la veo bien.
El rubio miró a su niña dormir y no pudo evitar sonreír, por lo menos ya se encontraba bien y eso lo aliviaba. Se veía tan tierna durmiendo que no pudo evitar tomarle una foto con su celular.
Ay Dylan, si tan solo pudieras ver lo hermosa que es. Pensó.
—Oye —la enfermera llamó su atención—. ¿Harás algo en la tarde?
—Ah no lo sé, creo que no, ¿por qué?
—Tengo dos cupones de descuento para un par de hamburguesas con queso en Burguer King.
A Dylan le encantaban las hamburguesas con queso, pensó.
—Sé que no es lo más lujoso que tú debes acostumbrar a comer, pero...
—No digas más —la interrumpió—. Me encanta tu sencillez, así que acepto tu invitación, solo si mi pequeña nos acompaña.
Gzi quedó muda por un par de segundos, buscando una respuesta perfecta para no cagarla y demostrar que no quería que Claudia fuera.
—Ah, tu niña, pero solo tengo dos cupones, ¿no importa?
—Gzi, por favor, no necesitas de los cupones, porque yo pagaré todo.
—No, no, yo te estoy invitando, por lo tanto, yo debo pagar.
—Para mí no es nada, así que lo pagaré quieras o no, guarda esos cupones cuando en verdad los necesites.
—Bueno, gracias, entonces cuando termine mi turno a las doce iremos, ¿ok?
—Claro que sí —le guiñó un ojo y Gzi salió de la habitación muy sonriente.
El rubio tuvo que contener un grito cuando sintió un repentino abrazo por parte de unos bracitos pequeños. Sintió una risita en su oído, la cual le provocó una sonrisa inmediata.
—Reina Claudia, no vuelvas a hacer eso —giró sobre sus talones y miró a la niña, quien sonreía con malicia al blondo.
—¡Buenos días, papi! —y nuevamente lo abrazó, esta vez, Tom correspondió.
—Casi me matas de un susto, niña loca —agitó su cabello rápidamente—. Acuéstate otra vez, te vas a lastimar con la aguja que traes en el brazo —entonces la niña obedeció sin quitar su sonrisa del rostro—. ¿Por qué tan feliz?
—No lo sé, desperté así.
—Me alegra mucho, mi amor, en unas horas iremos a comer hamburguesas, ¿sí?
—¿Con papá? ¿Ya despertó? —ahora la sonrisa era más grande.
—No, corazón, él sigue dormido, iremos con Gzi.
—¿La enfermera? —el rubio asintió—. Ash, ya no estoy feliz.
—¿Qué tiene Gzi?
—Me cae mal.
—Estás loca, es una buena persona, debes conocerla más, con el tiempo la verás de otra forma —besó su mejilla—. Iré a buscar al doctor para que te revise, ¿ok? No me tardo.
—¿Puedes encender la televisión antes de irte? —Thomas obedeció y besó por última vez la frente de su hija para salir de la habitación.
Caminó a lo largo del pasillo, girando su cabeza en busca del doctor que había atendido a su niña. No encontró al mayor, pero a quien sí vio fue a Sam, el niño que a Clau tanto le gustaba, quien se encontraba frente a la recepcionista con una rosa en sus manos a punto de preguntarle algo, por lo que rápidamente se le acercó para averiguar qué era lo que tramaba.
—Samuel —lo llamó con voz severa para darle un poco de miedo, el niño giró y lo miró.
—Señor Sangster —por un momento pensó en bromear y llamarlo "suegro", pero temía por su reacción—. Buenos días, ¿está Claudia aquí?
—Sí.
—¿Puedo pasar a verla?
—No.
—¿Por qué? Le traje una rosa.
—Está dormida —mintió, por alguna razón no quería que Sam viera a Claudia.
—Pero puedo despertarla como en los cuentos de hadas.
—¿Ah sí? ¿Cómo?
—Con un besito —sonrió tiernamente y achinó los ojos.
—Oh no, no, no, ni lo pienses, ¿estás loco? ¿Cuántos años tienes?
—Nueve, y soy lo suficientemente grande como para pedirle permiso para ver a su hija.
—¿Y tu mamá?
—Me está esperando en la cafetería, por eso tengo poco tiempo, ahora, ¿puedo ver a Claudia por favor?
—No —Thomas rio en su interior, amaba ver enojado a ese niño.
—¡Ay, por favor!
—Ya niño, tú ganas, pero nada de despertarla como princesita o yo te mataré como a la bestia.
—¡Gracias! —exclamo contento y salió corriendo hacia la habitación de Clau.
—Niños —negó con la cabeza.
***
La pantera rosa había provocado la risa de Claudia por más de una ocasión, amaba ese programa, pero no más que Bob esponja, lastimosamente este no estaba siendo transmitido en Fox. De pronto, escuchó la puerta abrirse lentamente, por lo que decidió cerrar los ojos para hacerse la dormida, por si era Gzi para no verla o por si era su papi o alguno de sus tíos para pegarles un susto de muerte. Llevaba varios segundos así, por lo que llegó a cansarse y abrió sus ojos, el alma casi se le sale del cuerpo al ver el rostro de alguien muy cerca del suyo, soltó un grito y cuando se alejó de él, su corazón comenzó a latir como un desquiciado al ver a Samuel delante de ella con una expresión de susto.
—¡Lo siento! ¡Perdón si te asusté! ¡Solo quería despertarte como en los cuentos de hadas! —al ver que Claudia no dijo nada, decidió acercársele—. Te traje una rosa —entonces se la extendió con sus manos temblorosas y la rubia las tomó.
—Gracias, Sam —le sonrió levemente y luego extendió sus brazos para abrazarlo—. Eres muy lindo.
—No hay de qué, era lo menos que podía hacer para que te sintieras mejor después de lo del incidente, ¿ya te sientes mejor?
—De mi enfermedad sí, pero sentimentalmente no mucho.
—¿Te sientes mal por lo de la obra? —el niño comenzó a acariciar la mejilla de Claudia con delicadeza, ella asintió—. Oh no te preocupes, no fue tu culpa, ¿ok? Mi mamá dice que las cosas pasan por algo.
—La verdad no sé por qué me pasó esto.
—Porque puede que un dinosaurio te hubiese comido de no ser por el ataque que te trajo al hospital.
Claudia rio.
—Los dinosaurios están muertos, tonto.
—Bueno era un ejemplo, lo siento.
—Sea lo que sea, ya quiero que Pepe se vaya para siempre.
—Tranquila, Clau, en el futuro se irá, no te preocupes —Sam la abrazó con delicadeza.
—Te quiero, Sam —la niña le sonrió, sus rostros estaban a centímetros de distancia.
—Yo te quiero mucho más, Reina —sin despegar su mirada de la pequeña, tomó sus manos y juntos comenzaron a acercarse lentamente para unir sus labios en un tierno e infantil beso.
Sin embargo, para su mala suerte, cuando sus labios estaban a punto de tocarse, la puerta se abrió de golpe, provocando que los niños se separaran de inmediato.
—¡Bebé, ya viene el doctor! —un Thomas muy agitado entró a la habitación, al ver a los niños asustados, frunció el ceño—. Un momento, aquí hay algo que no me cuadra.
—¡No hicimos nada, papi! —exclamó una Claudia muy asustada.
—¡Sí! —exclamó el rubio, Claudia cerró los ojos, esperando un regaño, de esta manera no vio a su padre corriendo hacia una de las paredes—. ¡Este cuadro está torcido! — la niña abrió los ojos y vio al blondo arreglando un cuadro de un paisaje horroroso de la pared—. Muy bien, ya quedó —giró para mirar a los niños—. ¿Y tú Sam? ¿No te estaba esperando tu mamá?
—Oh cierto, nos vemos luego, Claudia —rápidamente la abrazó—. Hasta luego, señor Sangster —habló rápidamente y salió corriendo de la habitación.
—Qué niño más agradable, ¿no Clau? —habló el mayor con sarcasmo mientras observaba a su hija, quien simplemente suspiró mientras cubría su rostro con su mano muy avergonzada, no podía verse a un espejo, pero juraba que su cara estaba como la nariz de Rodolfo el reno: roja como un tomate.
***
Y por segunda vez, Claudia era ignorada por Thomas por culpa de Gzi, la cerda que no tenía modales en la mesa al momento de comer. No podía dejar de mirarla con desprecio, la odiaba tanto que no sabía si le había quitado el puesto a Britt. Lo peor de todo era que su padre reía con ella, como si se conocieran por muchísimo tiempo, cosa que la llenaba de cólera, deseaba con todo su ser que Dylan despertara para que la tipa desapareciera de sus vidas.
Se detuvo a pensar un momento, ¿acaso su papi estaba engañando a su papá? Era una pregunta difícil que llegó a inquietarla y no le permitía ver otra cosa que no sea ellos dos.
Para su buena suerte, por fin dejaron de conversar y reír para salir de ese tonto restaurante, y como la última vez, Thomas condujo hacia la casa de la enfermera para dejarla ahí, una vez en dicho lugar, ambos se dieron un beso muy cerca de sus labios, cosa que dejó plasmada a la pequeña, por un momento pensó que se habían besado de verdad en la boca. De igual manera sintió coraje por Dylan, su papi lo estaba engañando con esa tonta.
No dijo ni una sola palabra en todo el viaje, simplemente se limitó a abrazar a Corny y observar la ventana del auto, tampoco se sentó en el asiento del copiloto, no quería hablar con el rubio porque sentía que era un traicionero.
***
Llegaron a su ahora fría y solitaria casa, en cuanto abrieron la puerta, una bolita de pelos corrió hacia ambos para saltar sobre sus piernas y de esta manera recibir cariño por parte de sus amos.
—¡Hola, Shaggy hermoso! —lo saludó Clau contenta mientras acariciaba su cabecita.
—Clau, ¿tienes hambre? ¿Quieres que te prepare algo?
—No, así estoy bien, gracias —respondió cortante.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué te pusiste así de enojadita?
—Y todavía lo preguntas —la nena rodó los ojos y se sentó en un mueble—. Ya deberías saberlo.
—Mmm no, no lo sé.
—¡Engañaste a mi papá con esa tonta! —su grito fue tan fuerte que Thomas se sorprendió.
—¿Con Gzi? —levantó una ceja.
—¡Sí!
—Estás loca, jamás hicimos nada.
—Se dieron un beso aquí —señaló muy cerca de su boca—. Ella misma te besó con sus labios.
—Pero no fue un beso en la boca, hija, no exageres, aún amo a tu papá.
—Si lo amaras no salieras con esa tonta —se cruzó de brazos.
—Claudia por favor, no voy a permitir que te expreses así de ella.
—¡Porque es lo que es! ¡Es una tonta y una cochina! ¡¿No te da asco?!
—¡Claudia basta!
—¡No! ¡No voy a callarme! ¡Eres un tonto! ¡Ni siquiera respetas a mi papá porque el pobre está en esa horrible cama de hospital! —comenzó a llorar, se levantó del mueble y lo miró con rabia—. ¡Te odio, no quiero verte! —dicho esto subió furiosa hacia su habitación con Shaggy detrás de ella, cerró la puerta de un portazo.
Thomas soltó un suspiro y tomó su cara con ambas manos.
¿Él engañar a Dylan? ¿Acaso Claudia estaba loca?
-----------------------------------------------Al día siguiente-------------------------------------------
—¿Disculparme? ¿De qué hablas Corny? —la niña hablaba con su peluche favorito mientras Shaggy la observaba atento, jadeando con la lengua afuera—. Bueno fui dura, lo sé, pero... no, porque él tuvo la culpa, él lo está engañando... Ahhh bueno tú ganas, le voy a hacer un dibujo para disculparme, pero te juro que si la vuelve a ver, no respondo —bajó de la cama y fue por papel y pinturas—. Igual necesito que alguien me prepare el desayuno.
En cuanto se sentó en su mesita de plástico, Shaggy saltó desde la cama para sentarse a su lado y observar cómo dibujaba. Abrió todas sus lapiceras con marcadores, crayones y pinturas, un desastre se había armado en su mesita. Comenzó con el lápiz, dibujó una cabeza gigante y en ella pintó el cabello de amarillo y una carita con una gran sonrisa roja. De vez en cuando acariciaba la cabecita de su mascota para demostrarle cariño, y este sacaba la lengua y cerraba los ojos con gusto.
Al cabo de diez minutos, terminó su obra maestra, un dibujo de sus papás, ella, Corny y Shaggy, muy felices sobre una colina de pasto. Levantó la hoja de papel frente a sus ojos y sonrió, le encantó muchísimo su trabajo y moría por enseñárselo a su papi, así que abrió la puerta y bajó escaleras abajo para ir a la cocina, sin embargo, al ver a su tía Kaya cocinando, se decepcionó mucho.
—¿Tía? —preguntó mientras se le acercaba, ella giró sobre sus talones y la miró, una sonrisa se formó en su rostro.
—Hola, pequeña, buenos días.
—Buenos días, tía, ¿y mi papi?
—Fue al hospital en la madrugada a ver a tu papá —pasó un par de huevos fritos de la sartén a un plato de color tomate—. Me llamó para que viniera a darte el desayuno y que te lleve a la escuela.
—Ay, tía, no quiero ir.
—¿Cómo que no niñita? Es tu obligación, en la tarde debes ir con Flor.
—Pero quiero ir al hospital a ver a mis papás, le hice este dibujo a papi —se lo enseñó y Kaya lo observó atentamente—. Ayer le grité y quise pedirle disculpas con esto.
—Sí, sí me contó —Kaya la miró un tanto decepcionada—. No debiste hacerlo Reinita, Gzi solo es la amiga de Thomas.
—Lo siento, creo que como mi papá está así, me pone de esa forma, solo quiero mi vida de antes, tía, quiero que mi papá esté aquí —su voz se quebró con la última frase.
—Ven aquí —la mayor la abrazó—. Todo saldrá bien, ¿sí? Papá mejorará pronto, pero debes ser una niña buena y no comportarte así con papi.
—Sí, tía.
—Ya, tranquila, luego de ir con Flor te llevaré al hospital para que hables con Thomas y veas a Dylan, ¿sí? —ella asintió sobre el pecho de la mayor—. Ahora ven a desayunar.
***
—Vámonos tía, ya casi llegamos —Claudia tiraba del brazo de la mujer.
—¡Espera! —la niña se detuvo—. Olvidé mi celular.
—¡Ay, tía! —reclamó la pequeña, estaba cansada de esperar, quería ver a Thomas ya.
—Adelántate, bebé, tú conoces la habitación de tu padre, pregunta a la recepcionista si puedes pasar o no y luego entras.
—Sí, tía, te espero arriba —dicho esto subió hacia dicho lugar.
Sonrió en cuanto llegó al piso número cinco, caminó hacia Kathy, la recepcionista a quien saludó con un apretón de manos.
—¿Puedo pasar a ver a mi papá?
—Claro, Claudia, entra, ahí está Thomas.
La niña festejó internamente, caminó hacia la puertay sacó de su mochilita de Bob Esponja el dibujo que le había hecho a su papá. Giró la perilla y entró con cuidado para sorprenderlo, una sonrisa resplandecía en su rostro por la emoción, sin embargo, esa alegría desapareció en cuanto vio a Thomas y a Gzi besándose a un lado de su papá. Las lágrimas se acumularon en sus ojos y tiró su dibujo al piso.
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