Capítulo 28
—¿Por qué me pegash? —me preguntó Dylan al mismo tiempo que se sobaba la mejilla
—¡DEJASTE QUE CLAUDIA BEBIERA! —le grité, estaba furioso
—¡Mentira! ¡Penshé que eshtaba contigo!
—¡Pues no cabezota! ¡Se suponía que estaba contigo! ¡Debías cuidarla!
—¡Tú deberíash dejar de chismear con Kaya y ver a tu hija!
—No debiste dejarla con este par de borrachos —me dijo Kaya con sus dedos en el puente de su nariz
—Creí que mi responsable novio la cuidaría —enfaticé la palabra responsable
—No estoy responsable, estoy ebrio —repuso y se tiró contra el sillón para dormir otra vez, rodé los ojos y le tiré un cojín, acción que provocó que Claudia riera después de soltar un pequeño hipo
—Ni te duermas que ya nos vamos
—¡¿Tan pronto?!
—¡Son las nueve tarado! ¿A qué hora quieres que duerma tu hija?
—A las quince —otro cojín fue a su cara—. Lo siento —fingió sorber su nariz y caminó hacia mí para abrazarme—. ¡LO SIENTO TOMMY! —ahora fingió llorar
—¡DYLAN BASTA! —lo empujé y cayó al piso, volví a rodar los ojos y miré a Kaya—. ¿Me ayudas a llevarlo al auto?
—Con gusto
—Papi no, ya duermo a las quince, no pasa nada —dijo Claudia, quien se encontraba recostada en el sillón con los pies hacia arriba y su cabeza en el aire
—¡Esa es mi hija!
Coloqué mi mano en mi frente y suspiré por tercera vez en los últimos diez minutos.
—Con ella también ayúdame, por favor, Kaya
***
Entré al hotel con una Claudia dormida en mis brazos, me tambaleaba con cada paso que daba, puesto que como mi hija estaba mareada, no entendía que debía agarrarse a mi cuello y no colocar sus manos en el aire o en cualquier lugar, no me caracterizaba por ser una persona muy fuerte y resistente, por eso se me dificultaba.
Y encima me faltaba Dylan, qué horror.
En menos de cinco minutos había llegado a la cama, lugar donde tiré a Claudia de un buen lanzamiento, tan fuerte que provocó que rebotara en el colchón. Cerré mis ojos esperando lo peor, he visto un montón de vídeos en los que los niños salen volando al piso por el rebote, sin embargo, al caer nuevamente a la cama no fue a parar a otro lado, con suerte, porque no quería verla llorando, no en semejante estado. Ni siquiera movió un dedo ni abrió un ojo, sus ronquidos eran lo único que se escuchaba en la habitación, y de cierta forma me daban un poco de calma y serenidad en una noche tan estresante. Pero al recordar que ahora debía que lidiar con Dylan, la paz interior se me fue de inmediato.
Suspiré y regresé al auto, al ver a Dylan dormido en una posición muy extraña -que engloba con los pies sobre el asiento de adelante y su cabeza hacia un lado, que parecía que se estaba torciendo el cuello- sonreí y negué con la cabeza, por más tonto que fuera, siempre lograba sacarme una sonrisa a pesar de que todo el mundo se estuviese incendiado.
Así era Dylan y ser su novio tenía ciertas ventajas, como reír todo el bendito día con cualquiera de sus tonterías y ocurrencias.
Tomé valor e intenté sacar a mi novio del auto, tirando de su brazo derecho y utilizando toda la fuerza del mundo posible. Soltando un gruñido, logré sacar la mitad de su cuerpo, suspiré, tomé impulso y volví a tirar, esta vez más fuerte que las anteriores, hasta que logré sacarlo por completo. Festejé internamente a la vez que cerraba la puerta del auto con mi pierna. Continué caminando a paso lento, con toda la fuerza del mundo que nunca había utilizado en mi vida. Avancé por la calle, sintiendo cómo nuestra vecina me miraba extraño, cosa que me ponía en nervioso, detestaba pasar vergüenza solo por las tonterías que a veces mi novio hacía. Al llegar a la puerta, hice un gran esfuerzo al intentar entrar junto a Dyl puesto que pesaba mucho y casi no podía cargarlo. Suspiré en cuanto vi las escaleras, rodé los ojos y empleé todas las pocas fuerzas que me quedaban para llevarlo a rastras, sus piernas se arrastraban a lo largo de las escaleras, apostaba lo que sea a que su pantalón estaba hecho un desastre en este momento. Soltando un pequeño alarido, llegué al último escalón y solté a mi novio, limpié el sudor de mi frente y sonreí levemente al ver la puerta de nuestro cuarto a unos cuantos metros de distancia, así que nuevamente cargué a Dylan y caminé hacia allá, pensando en que este sería mi último esfuerzo y por fin podría descansar tranquilo. Logré llegar a la puerta, al pasar por ahí, sin querer Dylan se golpeó la cabeza en el marco de la misma.
—¡Auch!
—Lo siento, pero tú te lo buscaste
—¿Yo por qué? —me miró con uno de sus ojos cerrados
—Por andar de borracho
—Yo no eshtoy borrasho
—Sí, Dylan, desde luego
—Los pastorshitos quieren ver a shu rey —comenzó a cantar y negué con la cabeza—. Le traen regalosh a shu humilde shurrón
—Dylan ya cállate —llegué a la cama y lo tiré al lado de Claudia
—Losh pashtorcitos dishen, pío pío pío
—Ay Dylan contigo no hay remedio —musité rodando los ojos con una sonrisa
—Papá —musitó mi hija buscando con la mirada a Dylan, al encontrarlo se recostó sobre su pecho de golpe—. Me duele la panshita
—De sheguro te va a nasher una mariposha del eshtómago
—¿De qué color esh la hamburguesha?
—¡Dije mariposha!
—Por esho, hamburguesha
—Son coshas diferentesh, la mariposha se come y la hamburguesha vuela
—¡Ya duérmanse los dos! —exclamé agitando las manos, harto de la situación
—Ay papi, no vesh que me duele la panzha
—Te pasará si te duermes —dicho esto, cubrí a ambos con una sábana
—A ver si encuentro a la hamburguesha voladora en mis shueñosh —susurró ella abrazándose más al pecho de Dylan—, a lo mejor mi mamá la tiene, ojalá pudiera eshtar con esha
Me pasé una mano por la cara, preocupado y estresado con las palabras de Claudia andando por mi mente como si fueran hormigas en su madriguera. La verdad me dolía el hecho de que aún extrañara a esa terrible mujer, cuando ambos habíamos dado todo por ella, y para colmo Dylan no estaba consciente como para sufrir conmigo.
Sólo faltó de un par de minutos para que Claudia se durmiera sobre mi novio, quien aún no se dormía para mi mala suerte y mantenía su mirada vaga sobre el techo.
—Tommy... —su voz se escuchó como un quejido
—¿Qué quieres? —le dije fastidiado mientras me colocaba mi pijama
—Ven acá —palmeó un par de veces el colchón y me miró pícaro
—Ya voy, ya voy —dejé mi ropa a un lado y caminé hacia la cama, me recosté a su lado y suspiré, pude sentir cómo su único brazo libre acariciaba mi mejilla
—Eresh muy lindo —me sonrió levemente—. Te quiero musho
—También te quiero, a pesar de que seas un idiota
Rió por lo bajo y recostó su cabeza en mi hombro.
—Lo shiento
—Ya que, duérmete, que mañana vas a tener una jaqueca terrible, solo por andar... —no pude seguir hablando, ya que sus ronquidos apenas audibles comenzaron a escucharse en la habitación—. Ay Dylan —suspiré y cerré los ojos para caer en un profundo sueño
***
—¡AY MI CABEZAAAAA! —el grito de mi novio hizo que abriera los ojos
—¡PAPÁ CÁLLATE! —gritó mi hija agarrándose la cabeza con ambas manos—. A mí también me duele... igual que mi pancita
—Nunca vuelvan a tomar, no cuando hoy hay que trabajar
De pronto, Claudia se levantó de golpe de la cama hacia el baño, con una mano en su boca y sus mejillas levemente hinchadas. Corrí tras ella y me arrodillé a su altura para tomar su frente con mi mano derecha y recoger su cabello con la izquierda. Cerré los ojos al escucharla vomitando mientras tosía y se apoyaba en el inodoro.
Cuando terminó, se tiró al piso y respirando pesadamente y aferrándose a mi cuerpo.
—Papi... me siento mal —se quejó abrazándose a mi pecho
—Ya, tranquila, es normal —comencé a acariciar su carita—. La próxima no tomes nada extraño sin preguntarme, ¿ok? Sobretodo si tu padre está borracho
—Sí —colocó sus brazos alrededor de mi cuello y suspiró—. ¿Me llevas a la cama?
—Claro —me levanté del suelo con ella en brazos y la recosté en la cama
—Nunca más vuelvo a tomar —se quejó Dylan tomándose las cienes
—Eso no te lo cree ni tu madre
—Mi madre me odia
—Pero te conoce —le guiñé un ojo y cubrí a ambos con una sábana—. Supongo que hoy no iremos a trabajar
—Quiero mi sopita —se quejó Dylan abrazando a Claudia
—Aquí no hay sopita, les voy a traer un café a cada uno y llamaré al doctor para aliviar el dolor de estómago de Claudia
***
—Abre la boca —le dije acercando la cuchara con jaraba para el dolor de estómago a la boca de Claudia, quien cerró la boca y negó con la cabeza—. Reina Claudia, abre la boca —mi voz sonó dura, por lo que automáticamente obedeció y frunció el rostro al percibir el sabor amargo del medicamento
—Está horrible
—Tómate esto —le extendí una taza de café con leche y ella bajó de la cama para caminar con dicho objeto hacia la ventana
Claudia:
El café estaba un poco caliente, por lo que decidí esperar a que enfriara mientras veía la ciudad por la ventana. Por las calles transitaban varias personas de diferente tipo. Unos ricos, pobres, altos, bajitos, gordos, flacos, familias, amigos, parejas y demás. Una señora y su hija fueron quienes más me llamaron la atención, jugaban en un parque alegres, parecía que nada importaba para ellas, que todo estaba bien con solo tenerse a ambas. Se veían tan felices que llegué a sentir envidia por ellas, yo también quería sentir esa felicidad con mi mamá, a decir verdad, ya no lograba sentirme cómoda con mis padres, sabiendo que ni siquiera lo eran en realidad, en cierta parte me decepcionaba, me sentía engañada por las mismísimas personas a las que amaba más que a nada en mi vida, con quienes me crié y compartí tantos momentos y emociones, era como un tipo de traición. Sin embargo, muy en el fondo, aún mantenía aquel cariño por ambos, a pesar de que no era el mismo.
Miraba a la ventana y deseaba que el tiempo pasara rápido o que mi mamá viniera por mí.
--------------------------------------------Una semana después--------------------------------------------------------
Mi estómago comenzó a doler al ver nuevamente la escuela frente a mí, tragué saliva al recordar todas las burlas que había vivido en este espantoso lugar, solo por la ausencia de mi madre, y me enojaba el hecho de que ella volvió, pero no se lo podría restregar en la cara a Verónica porque mi mamá no había aparecido en toda esta semana y no sabía dónde estaba.
Mis papás me acompañaron hacia mi salón, con cada paso que daba, mi barriguita me dolía más y más debido a los nervios. En cuanto llegamos a la puerta, llamé la atención de ambos antes de que a uno de ellos se les pudiera ocurrir tocarla.
—No, no podemos entrar aún —dije colocándome en la puerta
—¿Por qué no, hija? —me preguntó papi
—Porque... —vacilé unos segundos mientras pensaba en una respuesta creíble—, tengo que hacer pis
—Ya hiciste pis, Claudia —mi papá levantó un ceja—. Tres veces
—Pero tengo ganitas otra vez
Mi papá suspiró y se agachó a mi altura, con sus manos acarició mis mejillas mientras me miraba como si fuese algo muy admirable como un diamante muy costoso o un tierno animal exótico.
—Hija, sé que tienes miedo por lo que pasaba con tus compañeros, pero tienes que quedarte, ¿qué vas a hacer sin la escuela? No vas a aprender a leer ni escribir. Ve allá y enfrenta a esos tontos, porque un O'Brien no deja que lo pisoteen, ¿ok? Diles que ya conociste a tu mamá, y que chinguen a la suya
Reí ante tal frase, por más incómoda que ahora me sentía con ambos, mi padre siempre lograba sacarme una sonrisa.
—Está bien, papá —sonreí levemente y me acerqué con recelo para abrazarlo, cosa que no sé por qué lo hice
Mi papi se me acercó con una sonrisa para abrazarme, le devolví el gesto y les envié un besito volado al mismo tiempo que ellos se levantaban, aún no me atrevía a besar sus mejillas. Creo que ya nada sería igual.
—Adiós —me despedí de ellos con una mano y ambos tocaron la puerta, la cual fue abierta por mi maestra, la señorita Cooper, quien amablemente me invitó a pasar después de haberme dado un cálido abrazo
Al separarnos, las miradas de disgusto se posaron en mí, sobretodo la de Verónica, quien parecía que en lugar de mirarme, estuviera viendo a Judas en personas, con su mirada podía deducir que no estaba contenta de que hubiese regresado. Sin embargo, al recordar las palabras de mi papá, no le tomé importancia y caminé a mi asiento, que había permanecido vacío desde que viajé con mis padres por su trabajo, incluso llegué a la conclusión de que posiblemente me sentaría en telarañas por su falta de uso, pero no fue así, mi asiento estaba impecable y limpio como siempre debía lucir. Una vez sentada, observé todo el salón, encontrándome a Sam sentado el frente, sus pequeños lentes en su rostro y su cabello dorado que tanto me gustaban, provocaban un extraño revoloteo en mi estómago, que por obvias razones no podía ser hambre, sino amor, o tal vez estaba enferma.
***
La clase había terminado, guardé todas mis pinturas en mi cartuchera, algunas veces suelo sacar todo cuando tenemos clase de dibujo, porque ni siquiera me mido y de la emoción, mi cartuchera se encontraba vacía. Todos mis compañeros salieron corriendo, como si no quisieran desperdiciar ningún segundo de su preciado recreo, o como si la comida del bar fuese a terminar, yo por suerte tenía el sandwich de pollo que mis papás me habían preparado. Aunque en un inicio iba a ser pizza, pero papi se lo prohibió a papá.
Estaba a punto de tomar mi lonchera e irme, cuando sentí la presencia del alguien, al ver unos pies vestidos de medias coloridas y zapatos negros muy brillantes, levanté la mirada y me encontré con Verónica.
—¿Qué quieres?
—¿Para qué volviste, Claudia?
—Tengo que, sino no aprenderé a leer y escribir
—¿Y eso te lo dijeron los tontos de tus padres buenos para nada?
—Sí, y ya deja de llamarlos así —dicho esto, la empujé y caminé hacia la puerta
Gracias a Dios nunca me siguió para continuar con su ridícula pelea.
***
Tarde otra vez, como de costumbre, ya no me sorprendía.
El timbre de salida había tocado hacia algunos minutos y no había rastro de mis padres por ningún lado, suspiré, detestaba que siempre fueran tan impuntuales, no me imaginaba con qué excusa vendrían hoy. Para mi mala suerte, Verónica y su grupo estaban reunidas frente a mí, sus madres y padres conversaban para organizar el cumpleaños de una de sus hijas, no escuché atentamente de quien, sin embargo, la curiosidad me mataba. Escuchaba atentamente, intentando averiguar la mayor información posible. Pero luego vino lo peor, Verónica me miró, y con una sonrisa en su rostro, se me acercó junto al resto de sus amigas, incluyendo a Sam.
—Miren, la adoptada sigue aquí
Adoptada, esa palabra me lastimó más que cualquier cosa.
—¿Dónde está tu mamá? —me preguntó Kath pellizcando una de mis mejillas—. Oh, esperen, ¡no tiene!
—¡Sí la tengo! —exclamé—. ¡La conocí hace unos días!
—¿Estás segura que no es uno de tus millones de tíos que tienes?
—O abuelos —Jane se unió a la burla de Veronica
—¡Mi mamá se llama Lucy! ¡Hace unos días estaba con ella! —grité y empujé a Verónica
—¡No me empujes! —ahora me empujó a mí, pero con más fuerza, provocando que cayera al suelo—. ¡No tienes por qué empujarme! ¡Solo eres una tonta sin mamá! ¡Nadie te quiere! ¡Ni siquiera tus padres falsos! ¡Sino ya estuvieran aquí!
Las lágrimas comenzaron a empapar mi rostro, esto era lo que temía que pasara al venir aquí. Todos comenzaron a reír y a burlarse de mí, cubrí mis ojos y comencé a llorar desconsoladamente, lo único que quería ahora era que por lo menos mis papás vinieran por mí y que me sacaran de aquí.
Pero gracias a todos los santos, el deseo de me cumplió, aunque mi salvación no eran precisamente mis papás.
Escuché un grito de "alto", al levantar la mirada, no pude evitar sonreír al ver a mi mamá mirando a todos con ira y enojo, sonreí, a pesar de que las lágrimas seguían en mi rostro, y no me importaba porque pronto secarían.
—¡¿Por qué le están molestando a mi hija?! —les gritó y ellos se asustaron—. ¡Déjenla en paz, niños malcriados! ¡Ahora me quejaré con sus padres para que los castiguen de por vida!
El grupo de niños palideció de inmediato, pude notar cómo los ojos de Verónica se cristalizaban poco a poco. Luego, mi madre fue directo al grupo de padres que conversaban animosamente, observé cómo les hablaba histérica, sus manos señalaban a los niños y luego a todos lugares, se la veía muy molesta, pero sonreí.
—Claudia, por favor, dile a tu mamá que no les diga nada —Verónica me rogó colocándose de rodillas
—Muy tarde —musité sonriendo—. Eso te pasa por siempre ser mala conmigo
—¡Verónica! —gritó el padre de la mencionada
—¡Katherine! —exclamó la madre de Kath
—¡Jane!
Así, cada padre y madre gritaba molesto o molesta a su hija o hijo, hasta que se nos acercaron y llevaron a sus hijos lejos de mí mientras los regañaban en el camino, cosa que me hizo sentir mejor. Al ver a mi madre caminar hacia mí, corrí para abrazarla.
—Gracias mami —exclamé y ella se arrodilló a mi altura para acariciar mi rostro con delicadeza
—¿Te hicieron daño? —asentí con la cabeza
—Siempre me molestan porque "no tengo mamá" —hice las comillas con mis dedos
—Pero ya estoy aquí, para defenderte, y dime, ¿dónde están los buenos para nada de tus padres falsos?
—No sé, no han llegado, siempre vienen tarde
Ella rodó los ojos mientras buscaba algo en su bolsillo.
—Voy a darte algo —dicho esto sacó un celular y me lo extendió—. Es un celular para que puedas comunicarte conmigo
—Cool —dije tomándolo y analizándolo detenidamente—. Pero mis papás me dijeron una vez que soy muy pequeñita para tener uno
—Eso no importa, yo soy tu madre, ellos no pueden opinar
—Ah ok
—Mira, si quieres llamarme por cualquier motivo, solo oprime dos veces este botón —me señaló uno de color verde
—¿Y el rojo para qué es?
—No tiene importancia, pero es para terminar la llamada
—¡Claudia! —al escuchar la voz de mi papá, levanté la mirada, efectivamente, ambos estaban ahí
—¡Ya voy! —les grité fingiendo una sonrisa—. Mami, no me quiero ir, quiero quedarme contigo
—Tranquila pequeña, haré todo lo posible para tenerte a mi lado, si esos tontos te hacen algo, no dudes en usar el celular y llamarme, hazlo y yo iré contigo lo más rápido posible, ¿ok? Pero nunca se lo enseñes a la loca de tu tía o a ellos
—Oh... está bien —la abracé y besé su mejilla—. Adiós mami
—Adiós mi pequeña
Caminé hacia mi papi, quien me cargó y besó cada una de mis mejillas. Pude notar por el rabillo de mi ojo cómo mi papá se acercaba a mi mamá, esperaba que no pelearan, lo que menos quería ahora, era verlos peleando a los tres.
—Lucy, ¿qué... haces aquí?
—Vine a ver a mi pequeña, o que, ¿no puedo?
—No, no tranquila sin rencores, adiós —dicho esto giró sobre sus talones y caminó hacia el auto, mi mamá me sonrió y yo me despedí de ella con la mano
De verdad quería estar con ella.
***
—Claudia, ¿por qué no has tocado tu plato?
—No, por nada, papá —respondí mientras movía mi tenedor sobre el mismo
—¿Pasó algo en la escuela? —la pregunta de mi papi hizo que soltara el tenedor sobre el plato
—Sí, sí pasó —les sonreí falsamente—. Por culpa de su atraso, mis compañeros me volvieron a molestar
—Pero cuando llegamos solo estaban tu mamá y tú —comentó mi papá mientras se llevaba un pedazo de tocino a la boca
—¡Sí! ¡Porque ella los regañó! ¡Ustedes no hubiesen hecho nada, porque son unos buenos para nada, como dice mi mamá!
—Claudia, basta —la voz de mi papá sonó severa
—¡Ni siquiera me llamo Claudia! ¡Mi nombre es Millie, porque así me llamó mi mamá!
—Claudia, no me vengas con eso, ¿debo recordarte que ella te abandonó en nuestro hogar? —mi papá rodó los ojos
—¡Y ustedes me abandonaron en un orfanato!
—Eso ya no importa, porque pasó hace muchísimo tiempo —habló mi papi, sereno como siempre
—¡Sí importa! —empujé el plato hacia adelante, provocando un ruido molesto, y me bajé de la silla para ir a mi habitación, sin embargo, una buena nalgada detuvo mi paso, levanté la mirada y vi a mi papá mirándome muy enfadado
—No voy a permitir ese comportamiento jovencita
—Ni siquiera eres mi papá verdadero para darme ordenes. ¡Ni tú! —lo señalé—. ¡Ni él! —señalé a mi papi para después subir las escaleras, una vez arriba, volví a sentir tres nalgadas
—¡Niña malcriada! —me gritó mi papá
—¡Dylan basta! —escuché un grito lejano de mi papi
—¡Es una malcriada, Tom! ¡No se lo voy a permitir!
Corrí con lágrimas en mis ojos hacia mi cuarto, abrí la puerta y entré de inmediato. Fui por una silla y con ella atasqué la puerta para que nadie pudiese entrar por más que tuviera la llave. Ahora sí estaba a solas y en paz, podía abrazar mi almohada y llorar a gusto, deseando con cada sollozo estar con mi mamá. Lamentaba cada hora desperdiciada con ellos, cada minuto estando con un par de personas tan malas y sin corazón, ya no los quería, no desde que me enteré de quiénes eran en verdad y sobretodo qué hicieron en el pasado.
Al girar sobre mi cama, sentí un bulto en mi pantalón, busqué en mi bolsillo dicho objeto y saqué de él el celular que mi mamá me había dado.
Si esos tontos te hacen algo, no dudes en usar el celular y llamarme, hazlo y yo iré contigo lo más rápido posible.
Al recordar sus palabras, no dudé ni un segundo, rápidamente oprimí dos veces el botón verde y me llevé el celular a la oreja.
—¿Hola? ¿Millie? —ahí estaba la voz de mi mamá
—Mami... —solté un sollozo
—¿Qué ocurre corazón? —su tono de voz dulce logró tranquilizarme un poco
—Ven... a verme... ya no quiero vivir con... ellos —casi no podía hablar por el llanto
Se escuchó una pausa y el miedo abundó mi cuerpo, por un momento creí que me había colgado.
—Voy por ti en cinco minutos
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Ahora sí se viene lo chido, dijo el Luisito Comunica xdxdxd
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