Capítulo 22

Sabía que estábamos perdidos, la maldita obra de Caperucita Roja sería mañana y solo nos quedaban las horas de la noche y la madrugada para hacer el bendito traje.

—Sí amor —mintió Tommy—. Lo mandamos a coser, y nos lo traerán en la noche

—Oh bueno, entonces iré a dormir

—Te acompaño —Thomas tomó su mano y me hizo una señal de que fuera al estudio a empezar el traje, asentí con la cabeza y obedecí

***

—¡¿Cómo diablos se cose?!

—¡¿Crees que lo sé?! ¡Llama a Kaya! —exclamé y él sacó su celular

Comenzó a caminar de izquierda a derecha con el celular en la oreja, su vista viajaba por todas partes por la desesperación, suspiró en cuanto le enviaron al buzón de voz. Probó dos veces más y luego dejó el celular sobre la mesa muy frustrado, era un milagro que Kaya no contestara nuestras llamadas.

—Maldito Benjamín —susurró mi novio

—¿Qué tiene que ver el ex cura con que no conteste el teléfono?

—¿No es obvio? La mantiene ocupada, de seguro en unos meses dirá: "voy a tener un mini Kayito"

—¿No será un mini Benito?

—¡Da igual! ¡El punto es que mientras Kaya está haciendo Kayitos y Benitos con su novio, nosotros estamos a punto de perder la cabeza porque no sabemos coser!

—Oye, tal vez pueden estar en una cita, no todo en la vida es coger resfriados, Thomas

—Sea lo que sea que hagan, no nos interesa, lo que sí es que debemos hacer el bendito traje y no sabemos cómo

—¿Y ahora?

Él se levantó de hombros.

—A ver qué nos sale, no debe ser complicado

***

—¡AAAAA...! —mi grito fue interrumpido por la mano de mi novio

—¡Cállate, despertarás a Claudia!

—¡Pero me pinché! —grité chupándome el dedo

—¡Y por eso no vas a hacer escándalo!

—Lo siento —susurré y agité mi mano varias veces

—A ver, según Yuya, hay que ensartar el hilo en la aguja —Thomas acercó dichos objetos e intentó ensartar el hilo, sin embargo comenzó a temblar y el hilo fue a todo lugar excepto al agujero—. ¡Aaaah! —gritó desesperado y llevó el hilo a su boca para humedecerlo con su saliva y volver a intentar, pero nada—. ¡Me rindo! —chilló y tiró la aguja en la mesa

—Deja lo hago yo —dije y tomé ambas cosas, volví a humedecerlo y traté de juntarlos a ambos—. Ah qué difícil —saqué mi lengua y mantuve mi vista fija en lo que hacía, mis manos temblaban como si fuese un viejito—. No puedo, también me rindo

—¿Y ahora?

Dirigí mi vista por toda la habitación, buscando algún objeto que nos sirva para coser. Lo único que encontré fue una grapadora tirada bajo el escritorio, la cual tomé y se la enseñé sonriendo. Thomas negó con la cabeza repetidas veces mientras me miraba serio.

—No Dyl, no vamos a engrapar el traje de nuestra hija

Yo solo sonreí y solté una risita, sabía que lo íbamos a hacer de todas maneras.

—Entonces suerte con el hilo y el aguja

Thomas rodó los ojos y volvió a tomarlos para juntarlos, intentó una, dos, tres, cuatro veces, hasta cinco, pero en ninguna acertaba, se lo notaba desesperado, mientras que yo me paseaba por su lado enseñándole la grapadora.

—¡YA! —chilló después de un minuto lleno de intentos

—Ahora haz un nudo y cose

—No sé coser, creí que tú lo sabías

—¡No! Nunca he tocado a ninguna aguja en mi vida

—¿Y ahora?

—¡La grapadora! —exclamé levantándola en los aires

—Ah está bien, no debe ser tan difícil

***

—Muy bien, nuestro trabajo aquí está hecho —dijo mi novio levantando el precioso traje que habíamos confeccionado: una camiseta vieja de Clau con un montón de pedacitos de papel de seda color azul y negro en ella, junto a una falda grande hecha con un saco de arroz

—Sí y solo nos grapamos los dedos cinco veces

—Te juro que pensé que serían más, rompimos nuestro récord

—Exacto, ahora los costureros deben ir a dormir, ¿qué hora es?

—Cuatro de la mañana —abrió los ojos como platos después de revisar el reloj

—No importa por lo menos dormiremos dos horas —sonreí intentando ser positivo, sin embargo se me hacía imposible, tomé su mano y juntos subimos a nuestra habitación para descansar un poco

***

El despertador hizo que abriera los ojos de golpe, automáticamente un ardor invadió mis ojos, solté un quejido y escondí mi rostro en la almohada, mi novio imitó mi acción.

—¡Papá! ¡Papi! —escuché la voz de Claudia a lo lejos, seguida de sus pasos cuyo volumen aumentaba cada que se acercaba, Thomas y yo nos sobresaltamos al sentir que saltó a la cama para abrazarnos—. ¡ES HOY! ¡LA OBRA ES HOY! ¡DESPIERTEEEEEEEEN!

—Tranquila pequeña, lo sabemos —le dijo Thomas mientras acariciaba su carita—. Vámonos Dyl

—¡NOOOO! ¡QUIERO DORMIR! —exclamé y me cubrí con la cobija

—Vamos papá no seas flojo —sentí cómo unas delicadas manitos buscaban las mías bajo la cobija, hasta tomarlas y tirar hacia afuera para que me levantara—. ¡LEVÁNTATE!

—Dylan, traigo la cubeta de agua sino te levantas en tres, dos, un...

—¡YA! ¡YA ESTOY DESPIERTO! —exclamé saltando de la cama y corriendo al baño

Narrador omnisciente:

—¿Qué fue eso de la cubeta, papi?—le preguntó Claudia muy curiosa

—Una técnica que un día utilizó tu padre conmigo para despertarme, tú eras muy pequeñita

—¿Y funcionó?

—Oh, claro que sí —respondió y de inmediato una sonrisa se dibujó en su rostro al recordar aquel momento

—¿Me van a probar mi traje?

—Oh claro, ven te lo pongo

***

—Pas, no me siento cómoda así —les dijo la pequeña mirando a sus padres con timidez—. Me pica

—Son las grapas, Clau, con el tiempo te acostumbrarás —le animó Dylan con una sonrisa

—Pero... no pensé que sería así —Claudia no dejaba de mirarse en el espejo, odiando con su vida aquel atuendo

—Amor, te ves hermosa, ese traje lo hicimos con mucho amor y te queda perfecto, ya verás que tus compañeros se morirán de envidia —dijo Thomas

—¿Estás seguro? —preguntó dudosa

—Claro que sí, confía en mí

***

Las luces alumbraban el escenario, la música resonaba en el teatro como si de una fiesta se tratara, el retumbar de los parlantes aceleraban el pulso de la pequeña Claudia, quien no podía evitar sentirse nerviosa por la obra, e incómoda por las miradas y risas de las personas, a quienes decidió ignorar y no dar importancia. Pronto llegaron hasta el gran grupo de niños disfrazados quienes también participarían en la obra, Dylan y Thomas se arrodillaron frente a su hija y le dieron un gran abrazo, deseándole toda la suerte del mundo y diciéndole cuán orgullosos estaban de ella. Claudia besó la mejilla de cada uno y fue con sus compañeros. Mientras caminaba al lado de ellos, analizaba los trajes de cada uno, cada detalle, cada color, llegó a envidiar a todos, la mayoría tenía colores bonitos y lentejuelas muy brillantes en sus trajes, pero ella solo tenía una camiseta café llena de papeles azul y negros y un saco de arroz que simulaba ser una falda cosida con grapas y sin ninguna gracia. De pronto, todas las miradas se posaron sobre ella, era el centro de atención, todos la miraban como si tuviera un mono en la cara. Los niños susurraban entre sí sin despegar la mirada de Claudia, quien al darse cuenta, decidió alejarse y sentarse en una silla lejos de ellos para que dejaran de verla, sin embargo los niños caminaron hacia ella riendo, al frente iba Verónica junto a sus amigas tan odiosas como ella.

—Pareces un saco de papas, Claudia —Verónica comenzó a reír—. ¿Por qué traes grapas en tu traje? ¿Tus torpes padres no saben cómo coser?

Todos comenzaron a reír, Claudia quería llorar, sin embargo deseaba demostrar que era valiente.

—Mis papás me lo hicieron con mucho amor —fue su única respuesta, al escucharla, todos comenzaron a reír

—¡Con razón su traje está todo feo! ¡Si sus papás lo hicieron con su amor raro!

—¡Eso te pasa por no tener mamá!

—¡Sí! ¡No tiene mamá!

—¡Si tuviera mamá su traje estuviera más bonito!

—¡Está horrible!

Todos esos comentarios la herían, las lágrimas no tardaron en salir de sus ojos y sus sollozos se mezclaban con las risas y burlas de sus compañeros. Salió corriendo y huyó lejos de ahí, se perdió entre las cortinas y caminó hasta que dejó de oír las risas. El baño parecía un lugar seguro, entró en uno de ellos y se sentó en el inodoro para llorar en paz, sola, sin que nadie le dijera nada. Miró su traje con rabia, sus padres le habían dicho que su traje estaba hermoso, pero era mentira, su traje era el peor de todos, y sabía que de seguro se habían olvidado de él y habían hecho a última hora. Por un momentos los odió, estaba muy enojada con ambos, pero en el fondo sabía que ambos se habían esforzado.

Necesitaba y quería una mamá.

Ahí lloró, hasta que escuchó a alguien hablar por el micrófono, sus nervios aumentaron, sabía que ya debía salir para prepararse para su obra, pero no quería, si salía, tendría que ver a Verónica y su grupo de amigas otra vez, y Claudia no quería eso, ya no quería ser humillada. Al principio decidió no ir, pero luego, al recordar que su maestra se enojaría con ella por arruinar la obra, salió para limpiarse las lágrimas y arreglarse un poco. Salió temblando del baño, su estómago le dolía por el miedo, ya no quería que la molestaran, tampoco quería llorar, sin embargo debía ir y dejar orgullosos a sus padres.

Al salir vio a todos sus compañeros junto a sus mamás, quienes los alistaban, peinaban, deseaban buena suerte o abrazaban. Claudia buscó por todos lados a sus padres, ella también quería que hicieran lo mismo con ella, pero ninguno de los dos aparecía, cosa que le puso aún más triste. Avanzó hacia el telón y espió para buscarlos, sus asientos estaban vacíos, y no habían rastros de ambos cerca de ahí. ¿Se fueron? ¿Cómo era eso posible?
Triste, cerró la cortina y regresó a su lugar para alistarse sola, de reojo pudo ver a Verónica sentada en una silla con su mamá frente a ella arreglando su cabello, la niña la miró desafiante y con una sonrisa que demostraba absoluta maldad, Claudia decidió dejar de prestarle atención y alejarse de ella lo más que podía.
Se sentó en el suelo apegada a la pared y esperó su turno para actuar, pensando todo el tiempo en sus padres, ¿en dónde podrían estar?

***

—¿Cuánto cuesta el bote de palomitas? —preguntó Dylan

—Dos con cincuenta —respondió el dependiente de la tienda

—Llevaremos dos —dicho esto, Thomas pagó los cinco dólares y el muchacho les entregó su orden—. Gracias

—A ustedes

La pareja dio media vuelta con las palomitas en sus manos y caminaron juntos de vuelta al teatro para observar a su pequeña actuar.

***

La obra fue todo un desastre.

En cuanto Claudia salió, pudo sentir que algunas personas del público la miraban raro y otras se reían, comenzaba a sentirse incómoda, sin embargo, solo le bastó ver a sus padres sentados en primera fila y grabándola con sus celulares junto a un par de carteles que decían: "Claudia es la #1", para que volviera a sentir confianza sobre el escenario.

Ya era la hora de actuar, Claudia caminó con miedo hacia Verónica, quien hacia el papel de Caperucita. Verónica la miraba desafiante, parecía que se estaba burlando de ella con la mirada, cosa que la hacía sentir insegura y provocaba que sus diálogos no salieran tan perfectos como sus padres le habían enseñado. Solo bastaba con ver a Verónica a los ojos para recordar cómo la había humillado delante de todos. Los ojos azules de Claudia comenzaban a cristalizarse, los gimoteos se hacían presentes entre sus diálogos, Dylan y Thomas la miraban preocupados, ya se esperaban lo peor, así que Dylan se acercó un poco y le dijo con sus labios: "Vamos corazón, puedes hacerlo".
Pero Clau no soportaba ver más a Verónica, así que dejó su línea inconclusa y salió del escenario corriendo, sin embargo, no se dio cuenta de que uno de sus zapatos estaba desatado, así que sin querer pisó su cordón, perdió el equilibrio y cayó al suelo. Todos comenzaron a reír, humillándola más de lo que ya habían hecho, la pequeña observó a sus padres, quienes estaban a punto de subir al escenario y ayudarla, pero luego se levantó y se escondió detrás de las cortinas, dejando a Verónica parada como tonta sin saber qué hacer. Automáticamente las cortinas se cerraron y las luces se apagaron.

Dylan y Thomas se miraron, aquella mirada bastó para decirse el uno al otro que debían ir con su hija. Corrieron hacia el escenario y subieron algunas pequeñas gradas para ir detrás de las cortinas y encontrarse a Claudia y Verónica discutiendo. Dylan se adelantó y cargó a su hija cuando vio que esta se lanzó contra la niña para golpearla en la cara. Su hija pataleaba desesperada, pidiendo a gritos que la bajara, sin embargo, el castaño se aguantaba.
Dio media vuelta después de haberse disculpado con la maestra, quien había suspendido la obra y había dado paso a la siguiente. Caminó junto a Thomas de vuelta al auto con Claudia sobre su hombro, su novio abrió la puerta trasera y Dylan la sentó en el asiento, Claudia mantenía la cabeza gacha y no pronunciaba palabra alguna.

—Claudia, ¿qué pasó? —le preguntó Dylan

La niña negó con la cabeza.

—Anda, dinos, ¿tus compañeros te hicieron algo malo?

Ella asintió sin despegar su vista del piso.

—¿Qué te hicier...?

—Se burlaron de mi traje —Claudia lo interrumpió gimoteando

—Pero... ¿por qué? —preguntó Dylan

—¡Porque lo hicieron feo! ¡Los de mis compañeros estaban bien bonitos! ¡Me dijeron que había quedado bonito! ¡Me mintieron!

—Clau, pero lo hicimos con mucho amor —respondí

—¡Pues su amor no funciona! —gritó enojada, sus palabras hirieron mi corazón

—Pero Clau...

—¡Pero nada! ¡Todo es su culpa! ¡Los odio! —gritó enojada, se metió al auto y cerró la puerta

—¡Claudia! —grité e intenté abrir la puerta, pero no pude porque ya había puesto el seguro—. ¡Reina Claudia, abre la puerta!

—Dylan, usa las llaves —me dijo Thomas colocándolas delante de mi cara

—Anuma sicierto —las tomé y oprimí el botón para abrir el auto

Thomas rodeó el auto y subió al asiento del copiloto, al subir al del piloto, giré y observé a Claudia llorando, sus manos cubrían su rostro y sus hombros se levantaban con cada sollozo que emitía.

—Hija —pronuncié después de soltar un suspiro

—¡Déjenme! ¡Estoy enojada con ustedes! —sus manos seguían en su cara—. Siempre se ríen de mí por su culpa

—No te enojes amor, lo sentimos mucho —estiré mi mano y toqué su pierna, rápidamente la retiró

—Déjala —me susurró Thomas con su mano sobre mi brazo—. Ya le va a pasar

Regresé mi mano de vuelta al volante y suspiré mirando a mi hija por el retrovisor, me sentía un completo tonto por lo que había pasado, si hay algo que detesto es ver a mi niña llorar, y más si es por mi culpa. Encendí el auto con tristeza y conduje hasta el estudio de Maze Runner para continuar grabando Prueba de Fuego, esta vez llegaríamos un poco pronto, no creímos que las cosas saldrían tan mal.

***

En todo el camino, Claudia no pronunció palabra alguna, su llanto cesó cinco minutos después, y cuando bajamos del auto, ella se comportaba distante; por más que intentábamos acercarnos, ella nos evitaba, incluso caminaba más rápido para llegar antes. En cuanto cruzó la puerta del estudio, buscó a Kaya y con ella se quedó todo el tiempo, ni siquiera nos miraba, nada, de verdad estaba enojada con ambos.
Pronto, Wes convocó a una reunión, todos formamos un círculo y él se colocó en medio para comenzar a hablar.

—Chicos, como ustedes saben, esta segunda película transcurre en el desierto —todos asintieron—. Entonces debemos viajar a Albuquerque, en Nuevo México para continuar con las grabaciones, no será mucho, tal vez dos semanas o tres, depende de cuánto esfuerzo le pongan, ¿están de acuerdo todos?

—Sí —dijimos todos en coro, a excepción de Thomas que me miraba confundido

—¿Qué? —le pregunté

—¿Y Clau? ¿Con quién la dejaremos? Tus amigos no están aquí

—Irá con nosotros, Tommy, ¿no es obvio?

—¿Y su escuela? ¿Su nivelación?

—Solo serán dos semanas, tranquilo. Lo difícil será que nos hable en todo el viaje

—Pienso lo mismo

—Terminemos con nuestras últimas escenas aquí, vamos a cambiarnos, y no te preocupes, Clau estará bien con Kaya

***

—Bien, iré a cambiarme y nos vamos —dijo Thomas quitándose su camiseta delante de mí

—Hombre tranquilo, aquí no, que luego te hago cosas malas —dije y le di una nalgada, pegó un brinco como reacción

—¡Oye!

—Te espero —me reí—. Yo me cambiaré en casa. Hasta eso intentaré hablar con Claudia

—Suerte con eso —dicho esto desapareció de mi vista

Fui hacia el camerino de Kaya y toqué la puerta, balanceé mi cuerpo de adelante hacia atrás mientras esperaba silbando una canción de Queen que tenía grabada en la cabeza. Cuando la puerta se abrió, Kaya me miró enojada y decepcionada, de seguro Claudia ya se lo había contado.

—¿Vienes por Claudia?

—Sí

Suspiró, cerró la puerta sobre su espalda y caminó hacia mí, haciéndome retroceder un par de pasos.

—Escúchame, ella no está bien, ¿sí? Pasó todo el tiempo pidiéndome ayuda para encontrar a su madre. Esto ya es grave, Dylan. Tenemos que hacer algo

—¿Qué quieres que haga, Kaya? Thomas la cagó diciéndole que no todos los niños pueden tener una mamá. Ahora ya no me cree que su madre está buscando juguetes para ella

—Pero algo se nos debe ocurrir

—No voy a vestir a Thomas de mujer otra vez

—No es eso, sino contratar a alguien que simule ser su madre, ¿me entiendes?

—Qué buena idea —comenté señalándola—. Lo hablaré con Thomas

—Cualquier decisión que se tome, ten por seguro que los apoyaré, a pesar de que siempre la caguen

—Ok, ¿gracias?

—De nada, ahora ve a hablar con tu hija

Asentí y abrí la puerta del camerino de mi amiga, en un mueble yacía sentada mi pequeña, peinando a una muñeca que le había comprado años atrás. Al darse cuenta de mi presencia, dejó a un lado la muñeca y caminó al baño para encerrarse en él, pero antes de que pudiera hacerlo, corrí y la tomé del brazo.

—Claudia —no obtuve respuesta, ni siquiera me miraba—. Clau perdónanos

—No me hables

—Anda —la cargué y la llevé al sofá—. Papi y yo no pensamos que pasaría esto, nuestra intención no era que se burlaran de ti, ni papi, ni yo sabíamos coser, y sí, debimos por lo menos mandarlo a hacer, pero somos muy tontos como para hacerlo, si te has dado cuenta, siempre la cagamos —ella asintió—. Pero siempre te hemos sacado una carcajada con nuestras tonterías —volvió a asentir

—Pero hasta ahora no me he reído

—Lo harás ahora —dicho esto le comencé a hacer cosquillas, automáticamente las carcajadas salieron de su boca

—¡Ya! ¡Papá basta!

—Solo si nos perdonas

—¡Ya, está bien, pero solo si me compran una pizza!

—¡Hecho! —exclamé y me detuve, ella me miró aún sonriendo y me abrazó—. Lo siento mucho corazón

—Yo también lo siento, no estuvo bien gritarles

—Nos lo merecíamos

—Bueno sí —rió—. ¿Y mi papi?

—Está cambiándose para irnos a casa, ven vamos a verlo

Tomó mi mano con una sonrisa en su rostro y ambos salimos del camerino de Kaya, quien al vernos así, sonreía contenta, como si fuese una madre orgullosa de sus hijos.
Caminamos hacia el camerino de Thomas y nos sentamos en el suelo para esperarlo, Claudia extendió sus manos y yo hice lo mismo con las mías para juntarlas.

—Tus manos no se parecen a las mías

—Es porque soy hombre, amor

—Pero mis compañeros dicen que tienes las manos parecidas a las de su mamá o su papá

—De seguro tus manitos se parecen a las de papi, ya lo verás —le respondí sintiendo miedo

—Bueno. Juguemos un juego que me enseñaron en la escuela, se llama —se quedó callada pensando el nombre—. Bueno no sé cómo se llama pero dice así: topo topo da da, topo topo de de —cantaba al mismo tiempo que chocaba nuestras manos—. Topo da, topo de, topo da...

—Disculpe —ambos giramos nuestra cabeza al escuchar la voz de una mujer hablarle a Kaya—. Estoy buscando a esta niña, ¿la ha visto?

Al ver la cara de sorpresa de Kaya, no pude evitar sentir miedo, tenía la leve sospecha de que algo malo pasaría, por lo que me levanté y tomé de la mano a Claudia. Kaya me miró como si hubiese visto a un fantasma, fruncí el ceño y con la mirada le pregunté que qué pasaba, pero ella no podía decirme nada.
Pronto, Thomas salió del camerino, provocando la atención de la mujer, Thomas me miró confundido, yo simplemente me encogí de hombros sin saber que decir.
La mujer me miró, luego su mirada se posó en Claudia y sonrió al borde de las lágrimas. Caminó lentamente hacia nosotros con una gran sonrisa en su rostro, al ver esto, Thomas escondió a Claudia detrás de nosotros.

—¿En qué la podemos ayudar? —pregunté sin despegar mis ojos de la mujer que ya había comenzado a llorar

—Esa niña —dijo señalando a Clau, por detrás de las piernas de Thomas—. ¿Dónde la encontraron?

—¿Dónde la encontramos? ¿Cree que ella es un juguete? —le reclamó indignado mi novio

—Lo siento, yo... no tengo palabras, estoy contenta y nerviosa a la vez, ¿puedo verla?

Thomas estuvo a punto de hablar, sin embargo la mujer se le adelantó y caminó hacia Claudia y se arrodilló a su altura.

—¿Millie? —le preguntó y Thomas y yo nos miramos frunciendo el ceño

—Me llamo Claudia, señora —respondió mi hija un tanto extrañada

—No —ella comenzó a acariciar su carita y a esconder mechones de cabello detrás de su oreja—. Tu nombre es Millie, porque yo te lo puse

—¿Usted? —Claudia frunció el ceño

—Señora, no sé a dónde va todo esto —dije cruzándome de brazos

—Yo sí —susurró Thomas atónito

—Sí mi vida —la señora sollozó—. Yo te puse ese nombre porque... porque soy tu madre

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