CAPITULO NUEVE
Kun
«Debería besarlo».
Esa mañana habían salido de compras con los padres de Mike y sus amigas. El pelinegro se mostraba ansioso ante las amigas de su madre, que le mostraban distintos diseños de ropa que le quedarían perfectos.
Kun se había sentado con el padre de Mike, en una esquina mientras se probaban ropa. El hombre sujetaba la cartera de su señora esposa mientras que Kun, sostenía el suéter y gorra del pelinegro.
No había tenido algo en común con nadie, hasta que se estuvo con su falso suegro. El señor Mike detestaba salir de su hogar para comprar ropa, pues decía que no había mucha necesidad y con las que tenía le bastaba. Mientras que Kun le daba muy igual la ropa, compraba lo que le saliera del poco presupuesto que tenia.
Cuando llamaron a la puerta, ordenaron que se vistiera lo más decente posible. Kun no consiguió una camisa que le gustará, así que solo escogió un suéter negro y un pantalón azul oscuro, no se molestó en arreglar su cabello, se limitó a revolvérselo más. Normalmente se vestía muy decente, pero no tenía una manera de arreglárselas.
El hombre a su lado vestía con una camisa de gato, azul, y el mismo pantalón de piscina, le ofreció un poco de café a Kun luego de ver su cara de fastidio, así se mantuvieron en todo el camino en auto hasta allí, en donde ambos compartían deseos de marcharse.
––Que guapo se ve mi Mikie, a ver, da una vuelta.
El pelinegro, en busca de complacer a su madre, dio una vuelta con mucho estilo sonriendo para las fotos que le tomaban.
––Serias un buen modelo, Mike ––dijo una mujer canosa mientras tomaba fotos.
––¿Seguro de que eres gay? A mí sobrina le gustan los chicos como tú.
Comenzaron a parlotear sobre que camisa se vería mejor en quien, cuando dejaron de halagar a Mike, se concentraron en los trajes de baño.
––Esto es una tortura ––dijo para si mismo.
––Concuerdo contigo ––respondió el hombre en un tono amargo––, salgamos de aquí.
Sin más que decir. El hombre se levantó dejando el bolso en su puesto, y saliendo del lugar. Kun miro a las mujeres por un momento para luego salir de allí.
Siguió al hombre caminando con total tranquilidad, eran casi de la misma altura pero, aquel hombre al ser más corpulento era una mano más alto que él. A Kun le sorprendía que Mike fuera bajo, aunque realmente le ganaba por tres dedos de altura.
No sabía exactamente que hacia allí, pero al menos no tenía que escuchar tantos chillidos, una parte de él quería volver y fijarse en la ropa que escogía el joven.
Admitía que, se le veía bien aquella camisa roja con estampados de piñas. Algo cliché, pero le sentaba muy bien.
De repente Kun se sintió algo avergonzado, siempre llevaba la misma ropa y nunca algo distinto, se veía muy repetitivo, tal vez si debería comprar ropa nueva.
––¿Quieres un café? ––se fijó en el hombre corpulento que, lo miraba con curiosidad, se encogió entre hombros con indiferencia–, lo tomaré como un sí.
No respondió nada, estaba muy adentrado en sus pensamientos como para poder hablar.
Esa mañana mientras salían volvió a encontrarse con Jack, quién clavó la vista en el pelinegro, Kun habría deseado que no lo viera, si lo metían en algún problema por su culpa, no dudaría en golpearlo.
Intentaría buscar su número de habitación para poder hablar con él, si podía evitar algún problema y entrar en razonamiento estaría más tranquilo, pero conociendo a Jack, sabía que sería muy difícil conseguir una charla tranquila.
Paso sus manos por la cara con un poco de frustración.
––Parece que algo te estresa.
––Algo así ––contesto con pesadez––. Creo que es solo cansancio, me desperté en la madrugada por falta de sueño. ––quiso evitar el tema de que su hijo fue quien lo despertó.
––¿Ha pasado algo en específico? –p–regunto apoyándose de la pared.
––Un par de problemas personales, no es nada con Mike ––aclaro––. Son muchas cosas más.
––Parece que los jóvenes de hoy en día tienen demasiados problemas. O soy yo que soy muy viejo.
––Y yo con 24 ya pienso que envejezco ––suspiro con cansancio, estaban esperando a que su café estuviera listo.
––Espera otros 24 años para tener la misma edad que yo.
––¿Tiene 48? ––había un poco de sorpresa en su voz––, luce más joven.
––Las canas no dicen lo mismo, chico ––negó bajando la cabeza––, dime algo ¿Qué pasa por tu cabecita? Esas ojeras no son de simples problemas personales.
––Si son personales. Simples… Da igual, no es nada importante ––«No puedo contarle a mí falso suegro que se trata de mi ex, pensara que estoy loco».
––Ya veo lo que pasa. Quieres terminar con Mike ¿No es así?
––¿Qué? ¡No! Claro que no ––se sonrojo––, no sería capaz de terminar con su hijo.
––¿Entonces él quiere terminar contigo?
–––¡No es nada de eso! ––bajo la mirada––, hay un chico que no deja de molestarme, verá, antes salía con su hermano pero hasta hace poco pasó un incidente en el cual yo terminé por enviarlo a la cárcel. Ahora él quiere que lo saque de allí, y no puedo.
––¿Es así de grave? ––asintió––. Entonces no lo hagas.
––No es… ––suspira––. No es tan fácil, me hizo demasiado daño y yo tengo mucho miedo de lo que pueda hacer ––mantuvo el silencio por un largo rato_–, odio admitirlo pero verdaderamente me asusta todo de él.
––Si es así, ¿Por qué aceptaste salir con él?
––Porque estaba cegado, no me di cuenta de todo el daño que me causaba y como hacía que, renunciará a cosas que a mí me encantaban solo por estar con él. Pero solo resultó ser un maldito narcisista.
––Oye, nada de maldiciones frente a mi.
––Lo siento.
«Debí cerrar la boca».
––¿Sabes chico? Me recuerdas a mí de joven ––Kun lo miro confundido por su declaración–. Solía guárdame las cosas para mí mismo, jamás hablaba con nadie y cuando lo hacía era de una manera muy seca, nunca salía de casa, detestaba el ruido y me sumergía en mis propios pensamientos.
––Es… Exactamente como me siento…
––¿Lo ves? ––suspiro––, llegué al punto de mi vida en el que ni siquiera sabía que quería hacer con ella, estaba comenzando la universidad y mis padres ya me exigían encontrar a una mujer con la cual casarme. Fracase en muchos de mis estudios y me sentía como un cobarde. –examino a Kun a detalle volviendo la vista hacia el frente–. Mi padre me golpeaba cada noche sin descanso, aún puedo recordar las palabras que me dijo: “Eres un fracaso, ¿Así te haces llamar hombre? No eres bueno en los estudios, no eres bueno en la casa, no eres bueno en nada. Nunca llegarás a hacer nada grande en tu vida.”
Kun estaba sorprendido por la tranquilidad por como lo contaba, era casi como si no doliera, si estuviera bien con aquello. Si fuese él quien contará esa historia, estaría al borde de las lágrimas.
––Me fui de la ciudad por un largo tiempo. Estuve en un pequeño pueblo en donde nadie me conocía, y podía empezar de cero, abrí un local que combinaba la música con una cafetería vintage. Obtuve el apoyo de varios de mis primos quienes me ayudaron con la mudanza. En ese trayecto conocí a un chico que se volvió un gran amigo para mí, le gustaba tocar el piano y también un chico de su colegio. Nunca supe exactamente cómo se conocieron pero allí estaba él, en cada una de sus presentaciones.
»Aquel chico que tocaba el piano me animaba mucho los días. Yo fingía tener una actitud positiva la mayor parte del tiempo, y él era muy cerrado. El punto es que, lo vi enamorarse poco a poco de aquel chico de su colegio pero jamás confesarle su amor. Tal vez suene raro que te cuente todo esto, pero es importante. Como dije: fingía tener una actitud muy positiva y esto a veces animaba mucho al chico. Tengo entendido que tenía algunos problemas con su madre y por esa razón me encargaba de ayudarlo, aunque quién le brindaba más ayuda era él.
»Ese chico podía pasar semanas triste, nostálgico, depresivo. Como le quieras llamar, pero jamás lo vi perder ese brillo en sus ojos, y de cierta manera lo envidiaba. Nunca le confesó a quien le gustaba que sentía cosas por él, y también los problemas con su madre se intensificaban cada vez más. Yo jamás conocí a un chico que pudiera sacar tanta energía para seguir de pie, como él. Después de un tiempo se marchó, dure un par de años con mi negocio hasta que se los deje a mis primos. Cuando volví a casa, mi padre había fallecido, mamá había formado otra familia y yo tenía una carta en manos de mi padre.
Lamento todo el daño que te hice hijo, me detectaron cáncer hace poco y no creo poder sobrevivir, creo que está en la manera en la que la vida me paga, jejejeje.
¿Te hice daño? Lamento eso, si te dijera que te quiero sería una mentira, me arrepiento de todo aquello que te hice pasar pero lo cierto es que, no te quise, trate de quererte pero no pude.
Entonces te culpaba por no quererte, y porque tú me quisieras ¿Cómo podías ser un niño tan ingrato? Quererme después de cada paliza ¡Ja! Eso de las maricas, ¿Sigues sin esposa? Me siento decepcionado, jamás creí criar a un marica.
Odio esa palabra, marica, marica, marica. Si, un completo marica.
Lamento si no te quise y te hice la vida imposible, pero así es la vida a veces, piensa al respecto sobre esto. Te agradecería que quemarás la carta, no es nada que te vaya a recordar nada bueno, a menos de que también seas un masoquista. Eso sería muy idiota.
Adiós, hijo.
El silencio que se hizo entre ambos fue extraño. Las palabras de aquel hombre que desconocía le llegaron profundamente al pecho, incluso tuvo la impotencia de gritarle en la cara.
«Esta más que claro que hay personas que solo vienen a joder en el mundo».
––¿Sabes chico? ––capturo la completa atención del pelirrojo. Le entrego el café en su mano y le dio un pequeño brindis––, no le guardo rencor a mi padre. Viví lo mejor que pude en aquellos años de mi vida, sobre todo cuando conocí a ese castaño y vaya que estaba loco ––negó con una pequeña sonrisa en los labios––, nunca fui alguien de rencores, y espero que tu tampoco. Créeme que es algo que te va a afectar mucho en tu vida.
––Pero, su padre…
––Si, fue un completo idiota, en esa carta aun más ¿Cómo se atreve a decirle a un veinteañero que nunca lo quiso? ––bebió un sorbo de su café––, pero aún así, no tenía porque guardarle rencor. Yo si quise a mi padre pero aprendí a vivir sin él, y sin mamá que nunca hizo nada al respecto por detenerlo, me exigían casarme cuando ellos ni siquiera lo estaban. Parece chistoso.
––El chico que usted conoció ¿Cómo se llamaba?
El hombre clavo la vista en el enarcando una ceja.
––Si te lo dijera no me lo creerías.
Kun entendió que no se lo diría, así que solo asintió interesándose más por la conversación.
––¿Odias a ese chico? Al narcisista ¿Lo odias? ¿Quieres golpearlo?
––S-…si, b-…bueno ¡No! Per-…
––No hay necesidad de ponerse nervioso conmigo, chico, no soy mi padre y créeme que jamás espero serlo. Así que vamos, con confianza.
Entonces el pelirrojo tomo aire y negó.
––No lo odio ––confeso––. No puedo odiarlo, busco alguna razón para hacerlo incluso después de lo que me hizo, pero aún así no puedo. Pero, si quiero golpearlo, golpearlo con todas mis fuerzas hasta destrozarle la cara y…
––¿Y luego? ––Kun se había sorprendido por la pregunta––, luego de destrozarle la cara ¿Qué pasará?
––Pues…
––Sentirás satisfacción, mucho diría yo, será tanta tu satisfacción que te enfermaras de lo que hiciste. No importa si no lo odias, chico. Si deseas golpearlo estarás generando un sentimiento no muy sano dentro de ti, con el tiempo eso acabará contigo.
––Lo que hizo fue muy horrendo, señor Mike.
––No lo dudo, para que quieras golpearlo de tal manera debió haber sido muy grave, pero no podemos pagar con la misma moneda.
Aquel chico había abusado de él hasta el punto de drogarlo. Aquello era obsesión, y si lo golpeaba no sería nada menos de lo que él hizo.
––Se lo que piensas. No soy estúpido. Solo trato de darte un consejo ––dio un par de pasos hacia adelante para desechar el vaso ya vacío––. No le des vuelta al asunto. Si vas a hablar con ese chico que al menos hazlo de manera más civilizada ¿Está bien? No quiero que pase nada malo contigo.
––¿A qué se refiere con eso? ––quiso saber.
––¿A que me refiero? ––ladeo la cabeza pensándolo un poco––, eres parte de la familia ahora. Y a Mike no le gustaría perder a su novio, se nota que te quiere mucho.
«Parte de la familia».
Por alguna razón, tuvo el gran impulso de querer abrazar a su falso suegro, y por fin le hizo caso a aquellos impulsos. Abrazo al hombre con todas sus fuerzas casi derramando su café.
El señor Mike pareció desconcertado al ver a aquel chico de aquella manera, dio un par de palmadas en su cabeza de una manera amistosa.
––Gracias, señor Mike, por la conversación.
––No hay de que ––carraspeo. Entendía que no era un hombre del todo cariñoso––, Mike es mi segundo nombre. Creo que mi propio hijo ni siquiera sabe el verdadero, espero podamos mantenerlo así.
Después de un rato, entraron a una tienda de regalos. Kun encontró un par de pulseras coloridas con ojos turcos alrededor. Las compro y las mantuvo guardadas en el bolsillo.
Cuando volvieron a la tienda de ropa, se fijaron que aún seguían allí y que no se habían salvado de probarse ropa.
Mike había tomado al chico de la muñeca adentrándolo en el vestidor con unas camisas que había escogido para él, espero afuera hasta que salió.
La primera camisa era negra, igual que su suéter, tenía manchas azules y un par de verdes. Ambos pensaron que era una pésima elección.
La segunda era una roja con estampado de manzanas verdes y rojas, que, para el parecer del pelinegro era horrible, Kun no le encontró sentido dándole muy igual.
La tercera era una de un color beige. No había estampado, ni bordados, era algo grande pero no era nada que no pudiera arreglarse. Termino por escoger aquella camisa simplista. También escogió la de manzanas, al pelirrojo le gustaban las manzanas. En aquel momento Kun no había olvidado que le había prometido una foto al pelinegro. Mike sacó su teléfono sonriente para la foto mientras que al pelirrojo se le veía con una cara de sueño.
Sin embargo, la siguiente foto fue con Mike sonriendo una vez más con entusiasmo y Kun, ese pelirrojo desanimado de ojos verdes y dolor en su ser. Lo miraba con un brillo en los ojos como si lo desease, como si quisiera estar abrazado a él por un largo, largo tiempo.
«Si pudiera tomarlo del mentón, acercarme a él y simplemente…».
Tomo el teléfono de Mike, poniéndose de puntillas y tomandole una foto de un ángulo en el que pareciera más bajo.
Si Kun tuviera que escoger una expresión favorita, sería aquella, en donde era pequeño y sonrojado, con las mejillas hechas fuego y los ojos tan hermosos como cada tarde de agonía en la que encontraba tranquilidad, yendo por un simple café o capuchino, a veces con la intención de verlo y guiñarle el ojo.
Más tarde, Kun se enteraría de que habían alquilado la parrilla cerca de la piscina.
«Entonces estaré una vez más en el agua» pensó extrañamente con alegría.
Se encontraban en un supermercado, está vez con mujeres chillonas, un hombre amargado y dos chicos gays que fingían tener una relación, jugando con un carro de supermercado.
Mike decidió escoger el carrito que tenía un auto para niños al frente mientras Kun se deslizaba con rapidez, tomando las compras y dejándolas dentro a tiempo, mientras que los mayores pasaban la sección de bebidas alcohólicas. Kun se inclino para ver al chico riendo a medida que avanzaban.
«Si me acercará a ti, Mike. Y decidiera besarte ¿Aceptarías?».
Cuando estuvieron más cerca de los adultos, dieron su opinión acerca de no poder hacer mucho escándalo, por lo tanto dejaron dos botellas de vino para cuando estuvieran en las habitaciones, y un paquete de cervezas para cuando estuvieran abajo.
No hizo mucha falta la carne, era suficiente con lo que ambos habían comprado antes de ir.
Mike parecía casi borracho, y solo le habían dado una caja de jugo de manzana.
––Tengo calor ––se quejo.
––Mike, literalmente podría nevar justo ahora, ¿y tú estás diciendo qué tienes calor? Estás enfermo.
––¡Claro que no!
––Silencio allá atrás, estamos hablando de algo importante ––dijo la mujer rubia retomando la conversación.
Mike se recostó del cristal quejándose de la temperatura. Kun se acercó disimuladamente hacia su oído.
––No estarás caliente ¿O si? ––pudo notar como el chico se ponía nervioso casi al instante––, Mike…
––¡Solo tengo calor!
–¡ATRÁS!
Kun chillo. Volvió a clavar la vista en el pelinegro, quien se encontraba quejándose.
––¿Seguro? ––pregunto con una mirada sugerente mientras sonreía de punta a punta.
Era la segunda vez que Kun se ganaba una patada en el estómago por parte del menor.
«Me alegro de no estar embarazado».
[“*”“*”]
Cuando llegaron a casa eran a partir de las 5:30 de la tarde, en un par de minutos bajarían a comer y divertirse en el agua.
––Mike ––le llamó en tono bajo.
––¿Si?
Kun se encontraba recostado de la puerta del baño, esperando a que el pelinegro saliera de la bañera para poder entrar.
––Dijiste que te gustan los retos ¿No es así?
––Es mi debilidad, lo admito ¿A qué viene la pregunta?
––Solo curiosidad ––jugo con las tiras de su traje de baño––. He estado pensando en lo que te pediré cuando acabe el reto.
Hubo un momento de silencio entre ambos. Kun tuvo miedo de haber espantado al chico.
––Lo siento por el silencio, sigo lavando mi cabello, tú prosigue.
––Solo era eso. ––en realidad no era eso, pero le daba miedo decirlo––. ¿Por qué te lavas el cabello si de igual forma estarás en la piscina?
––Porque quiero ¿Hay algún problema con eso? ––el pelirrojo río ante el comentario.
––Para nada, ¿Hay algún problema si entro y me uno contigo en la bañera?
––¡Eso es muy acosador de tu parte, Kun!
––¡Solo decía! ––rio con más fuerza mirando las pulseras que había comprado––, de hecho, te tengo un regalo.
––¿Para mí? ––respondió con ilusión luego de un rato de silencio.
––No, es para otro Mike.
––Deja de ser tan cruel conmigo.
––Lo siento. Si, es para ti ¿Quieres que te lo de? ––miro a la puerta como si fuera el mismo chico pelinegro. Planeaba darle un beso aquella noche.
––Abre un poco la puerta y tírala hasta acá.
Kun hizo caso a su petición. Abrió levemente la puerta mirando solo la punta de la bañera y lanzándola hasta allí. Cerró la puerta detrás una vez más escuchando el agua agitándose.
Recostándose una vez más en la puerta, pudo notar la sorpresa del chico al abrir la bolsa.
––Me encanta. ––confeso. Kun sonrió de manera casi automática.
«Le encanta».
––¿Estás mintiendo?
––No, en verdad me encanta.
––La mía es igual ––comento––, venían juntas y me acordé de ti. Tiene muchos colores y son algo divertidos.
Un silencio más invadió el lugar.
Kun entendía que no pudiera decir nada, aunque le preocupo haberle incomodado, entendía que fuera sensible y por esa razón no buscaba hacer algo que, lo incomodara.
Se dejó caer en el suelo alfombrado.
«Ni siquiera está frío».
Era algo bueno. Acostumbraba a acostarse en el suelo frío pero en aquel momento solo era una alfombra, eso le gustaba.
Mike abrió la puerta del baño encontrando al pelirrojo tirado en el suelo. No se había sorprendido en lo absoluto, tomó la iniciativa de recostarse a su lado, Kun no mentía cuando dijo que el jabón del baño olía muy fuerte.
Cerró los ojos con lentitud respirando profundamente.
––¿Alguna vez te has enamorado? ––pregunto Mike.
––No.
––Dijiste que estabas cegado por Theon.
––Aquello no era amor. Si me lo hubieses preguntado hace casi un año, te respondería que sí, hoy en día me doy cuenta de que era otra manera de manipulación.
––Yo no me enamoré ––Kun abrió los ojos fijándose en como el pelinegro lo miraba––, me gustaría hacerlo.
––¿Enamorarte? ––asintió.
––Quiero pasar ratos enteros abrazando a esa persona en silencio. Ver alguna película o una serie. Como My Little Pony o Monster High.
––¿Por qué Monster High? ––pregunto con curiosidad.
––Me gusta mucho el diseño de los vestuarios. También me gustaría coleccionar alguna de las muñecas.
––¿Te gustaría que te regalará una de esas muñecas?
––No ––le dio la espalda––, eres pobre.
Kun le dio la razón en aquello.
Intentando complacer sus deseos, lo abrazo por detrás asomando su cabeza por su hombro, cerrando los ojos mientras disfrutaba del momento. Mike acaricio sus manos con cariño, deslizándolas después hasta sus brazos, Kun respiro cerca de su cuello dándole un pequeño roce de labios detrás de la oreja.
––Déjame. ––pidió en un susurro.
––De acuerdo ––intento alejarse.
––No. ––lo abrazo de frente––. Cedes muy rápido.
––Mike.
––Dime.
––¿Bebiste del vino? ––el chico tenia un olor peculiar.
––Solo dos copas
––Estas borracho ––afirmo.
––No lo estoy ––deslizo sus manos hasta el pecho del pelirrojo, dibujando círculos imaginarios––, el vino no hace efecto tan rápidamente.
––Claro que si ––dijo mirándolo con atención.
––Vale, entiendo la indirecta.
Kun lo tomó de la muñeca, dejándolo encima de él en su intento de ida. Era un momento extraño que quería mantener.
––No estás protestando.
––Si hago algo me dirás acosador.
––Prometo no decir nada.
––No. ––jugo con su cabello––. Eres extraño.
––Si, lo soy. ––dijo inclinándose hacia adelante para darle un beso. Mike lo empujó de nuevo hacia atrás.
––No me beses de nuevo en la oreja.
––¿No te gusta? ––pregunto con tranquilidad.
––Si me gusta, pero no ahora, si lo haces ahora no podremos bajar.
––El vino te está haciendo efecto.
––No, no es así ––Mike se acercó con el rostro sonrojado en un intento de besar los labios del pelirrojo.
––Bajemos ––dijo interrumpiéndolo.
––No quiero.
––Claro que sí.
Aquello era un juego de Si y No, en donde el que intentaba besar al otro terminaba interrumpido, hasta continuar en un ciclo vicioso.
Kun sabía que, no estaba consciente del todo, debía detenerse o detenerlo a él.
Tomó su teléfono apenas sonó.
––Tus padres dicen que bajemos.
––Entonces hagámoslo.
––De acuerdo. ––se levantó con cuidado dejándolo de lado.
––No me refería a eso ––dijo tomando su mano.
––¿Entonces a qué? ––no era idiota, sabía perfectamente a qué se refería con eso, pero quería escucharlo de sus propios labios––, estás borracho.
––Aun soy consciente, ven aquí. ––lo acercó, dejándolo de rodillas encima de él.
––No puedo.
Mike suspiro. Kun entonces se acercó a él cerrando los ojos lentamente. Sintió la mano de Mike sujetándolo del cuello y su respiración cada vez más cerca.
«Si lo beso terminaría por emborracharme».
Se alejaron en el momento en que, una de las amigas de la mamá de Mike tocó la puerta.
––Chicos, los estamos esperando abajo ¿Qué tanto se tardan?
––Estoy buscando mis cholas ––miro a Mike que se estaba sacudiendo––, Mike bajará primero. ––el pelinegro lo miro con mala cara––. Sería lo justo.
––No me hables de justicia ––a pesar del tono gruñón del chico, Kun pudo notar cierto tono humorístico mientras se retiraba.
Kun lo vio desaparecer por aquella puerta. Tan cerca y tan lejos de lograr su objetivo, casi parecía que cuando no eran ellos, era el mundo que conspiraba en su contra.
«Creo que estoy cayendo en la locura. Definitivamente».
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