CAPITULO DOCE

Kun

Había observado todo desde que estaba bajo, cuando estuvo en las escaleras. Se sentó junto a su falso suegro, que estaba escuchando música desde su teléfono.

«Puede que sean celos».

Dos de las chicas en aquel lugar, no dejaban tranquilo a Mike y hasta él comenzaba a fastidiarse, podía notar como el pelinegro intentaba alejarlas, pero los intentos eran en vano, si se acercaba a Mike y les decía a las chicas que era su novio se vería como un desesperado. Mike lo tomaría por como un celoso que no sabe controlar sus emociones. ¿Estaba siendo un desesperado? Si demostraba algún signo de celos no le darían la mayor importancia, el solo quería que dejaran al pelinegro tranquilo.

––¿Estas celoso? ––pregunto de repente. Kun miro a su falso suegro, asintió lentamente volviendo la vista hacia adelante, en donde no dejaban al joven en paz–. Entonces ¿Por qué no vas y dices algo?

––Se vería mal, no quiero lucir celoso ––admitió con algo de pena.

Las mejillas de Kun no tardaron en tomar un tono mas carmesí.

––Se vería mal si montaras un acto de celos ––señalo a su hijo con el mentón––, además, te estaba esperando.

––Le dije que bajara primero. Ni siquiera debería estar aquí abajo, esta borracho, no esta bien que este en el agua podría generarle algún daño.

Volvió a clavar la mirada en él. El tono de preocupación con el que hablaba ya no le sorprendía, ¿Por qué tenia que hablar con alguien mas para darse cuenta de lo que tenia que hacer? Era absurdo que no pudiese tomar una decisión por cuenta propia. Hasta aquellos pensamientos le daban ganas de vomitar.

––Me siento ridículo ––confeso––. No puedo tomar una decisión por cuenta propia, siempre terminan siendo los demás quienes me dan el empujón para, dar la iniciativa. Debería ser yo quien me de un empujón.

––¿Eso esta mal? ––pregunto enarcando una ceja––, después de un tiempo serás tu quien comience a hacer las cosas por su cuenta, mientras tanto, deja que los demás te ayuden.

––¿No estaría mal?

–¿Quién dijo que tenia que estar mal? Chico tienes un serio problema, deberías ir a terapia.

Kun bajo la mirada. Tenia razón, tenia un problema muy serio llamado: él mismo. Mike no le diría nada, si decidiera acercarse solo a platicar con él, Mike no lo tomaría por un celoso, lo sabía a la perfección.

Pero Kun no podía darse cuenta de aquello, su mente está tan adentrada a lo que podría pasar que a lo que es la realidad, si Mike pensaba que era un celoso entonces podría hablar con él, no evitarlo, simplemente hablarlo.

Si la respuesta era tan sencilla ¿Por qué a él le costaba entenderlo?

Eran las ganas de vomitar, eran los mareos, eran las preocupaciones, el deseo, era todo. Por más simple que fuera explicar lo que eran los celos hasta como se nace de una mujer, el pelirrojo tardaría mucho tiempo en entenderlo porque así funcionaba su mente, jamás fue así. Kun jamás se había sentido así.

Era en ese tipo de momentos en los que recordaba aquel programa de televisión que fue cancelado por tocar el tema de la depresión. Y se preguntaba:

«¿Una persona es capaz de hacerte mierda?».

Sonaba ridículo, para cualquier persona podía sonar ridículo y hasta estúpido. Pero para él era todo el sentido del mundo. Nunca había sentido ese miedo, jamás había sentido aquel pavor hacia decir las cosas o siquiera preguntarlas, todo fue creado.

Kun tenía un miedo insertado en la cabeza. Que, si pudiera ponerle nombre sería: miedo a poder.

Y con poder no se refería con tener todo lo que quisieras, sino, miedo a poder tener una segunda oportunidad de volver a empezar y no tomarla por tener insertado un temor. Temor a que vuelva a suceder lo anterior.

Sí, le gustaba Mike, esas ganas de besarlo, de abrazarlo y de seguridad en sus brazos no eran solo por pasar el momento. Kun de verdad quería estar apegado a él y no soltarlo. Pasar esas largas y largas horas acariciando su cabello diciéndole lo que sentía.

«Como: te quiero».

Entonces la pregunta surgió: ¿Querer a Mike?

Una vez más se presentaba miedo a poder. Le daba miedo empezar, admitir que lo quería, eso, eso era su miedo a poder.

Porque si Mike le decía que le quería, entonces pensaría le diría que sí, que también le quería y allí entraría ese sentimiento de: “miente, juega conmigo, después dirá que soy un dramático e insoportable.”

¿Era ese chico pelinegro tal y como Kun pensaba? Estaba claro que no era así, igual que estaba claro que era una ridiculez que actuará de una manera tan paranoica.

––Iré con Mike ––dijo al final.

Y antes de que el hombre le diera su aprobación, Kun se levantó para acercarse a ese chico pelinegro de la cafetería. Si bien la atención de las chicas fue directamente a él en cuanto llego, solo pudo tener ojos para él. Mike que estaba envuelto en un paño en la orilla de la piscina.

No se molestó en saludarlas, solo se agachó detrás de él, acercándose a su oreja y susurrando:

––¿Confías en mi?

Rodeando sus brazos por su abdomen, Mike cerró los ojos y respondió:

––Confió en ti.

Entonces Kun los adentro a ambos en la piscina, siendo aquel uno de los momentos más íntimos que tenía con el chico, porque habían un montón de personas en la superficie riendo y compartiendo o, opinando sobre lo que acababa de hacer.

Pero solo eran ellos dos, allí, en una piscina pública. Tal vez cometiera el error de meter a Mike en la piscina estando borracho pero confiaba en él, y con eso era más que suficiente.

Le permitió abrazarlo mientras se hundían, tocar su cabello rojizo si el dejaba acariciar el suyo, tan negro como el carbón. Le hubiese encantado susurrar su nombre en aquel momento, era un nombre muy lindo a su propio parecer.

«Mike, Mike, Mike, Mike».

El nombre de Kun era más extraordinario cuando él lo decía con sus propias palabras.

«Universo, solo déjame estar a solas con él es lo único que pido».

Si un beso era un crimen, lo que Kun tenía en mente era una condena a muerte, valía la pena morir si por lo menos hubiese besado.

No podía besarlo bajo el agua porque no sé resistiría y él deseaba todo de Mike, pero «¿Aceptarías tú todo de mí?»

Tener miedo y fracasado son dos cosas que Kun detesta pero que aún así, tiene que afrontar. Si bien el jamás escogió estar de esa manera tampoco tiene porqué escoger seguir así. Si se tomaba su tiempo podía mejorar e incluso tener una mejor vida.

«Quiero mejorar y poder vivir en paz –pensó mientras abría los ojos observando al chico entre sus brazos–. Iré a terapia y mejorare, hasta entonces quiero descansar por un par de minutos».

[“*””*”]

––¿Por qué estás tan callado?

––Solo estoy mirando el cielo ––respondió jugando con su cabello.

––¿Qué ves en el? ––Mike tenía los ojos cerrados, estaba disfrutando de las caricias del pelirrojo

––Mmmh ––se fijó mejor––, un color naranja, nubes, una pequeña parte del sol y más nubes.

––¿Te gustan las nubes?

––No, disfruto más de las estrellas, las nubes solo las cubren de brillar. ––bajo la mirada hasta fijarse en Mike, que estaba recostado de su abdomen.

––A mi me gustan las nubes, creo que son muy bonitas ¡Hacen un muy lindo conjunto con los colores del cielo! ––Kun río ante su emoción––, ¿Crees que si volará pudiera tocarlas?

––Volar es imposible pero podrías subirte a uno de esos aviones en los que, las personas se tiran en paracaídas.

––Buena idea ––abrió los ojos fijándose en el otro extremo de la piscina––, Will y Lucia nos miran con molestia.

––¿Quieres que me aleje? ––enarco una ceja dejando de jugar con su cabello.

––No ––Mike se acomodo para acostarse a su lado. Llevo las manos hasta su cabeza, mirándolo con curiosidad––. ¿Qué hiciste en mi cabeza?

––Un par de colitas ––sonrió de manera inocente––, las dejaron en una mesa mientras nadaban contigo, no dejes que las vean o si no se desquitan conmigo. Dime ¿Sigues borracho?

––No lo sé, pero me duele la cabeza ––clavo la vista en sus labios––, subamos, quiero dormir.

––¿Seguro, seguro? ––asintió––, dale, ve subiendo mientras les aviso.

––Subamos de una vez ––jadeo.

––Luces como un niño pequeño ––Kun se levantó tomando su mano y levantándolo hacia él, hasta quedar frente a frente.

Ambos caminaron hasta el ascensor en donde, tuvieron que esperar un rato a que se abrieran las puertas y pudieran entrar.

––Cuéntame sobre tu familia, Kun. ––dijo justo después de cerrar la puerta de la habitación––. Me gustaría saber porqué te afecta tanto.

Al principio a Kun se le enredaron las palabras, no había tocado el tema de su familia en un largo tiempo y a decir verdad, era un poco extraño para él contárselo a Mike, pues se había despegado de aquella vida desde que se fue de Texas.

Aún así, asintió levemente sentándose en el suelo y recostándose de la cama. Mike le dio su tiempo para empezar pues no era una pregunta que pudiera responder con facilidad, o al menos no como lo hizo la primera vez en la cena con sus padres.

––Tenia yo 6 años cuando descubrí que no me gustaban las mujeres ––comenzó––, nunca conocí a mis padres y mis abuelos estuvieron a mi cargo, ellos nunca fueron amistosos pero la edad no les permitía ser tan bruscos como querían. Pero eso no quiere decir que, si tenían la oportunidad no la desaprovecharían. Mi abuela decía que mis padres me abandonaron por querer vivir una aventura y que les había desgraciado la vida con mi llegada. Pensaban que era producto de alguna infidelidad de mi madre pues, nadie de su familia era pelirrojo o con ojos verdes aunque luego comprobaron que era por mi abuelo materno, quien murió antes de que mi mama naciera pero aún así siguieron tratándome con desprecio. Un día mi abuelo se encontraba viendo revistas de mujeres en traje de baño. Me llamó para decirme que era una verdadera mujer y como se debían tomar, todo esto mientras mi abuela cocinaba al frente de nosotros, la incomodidad que no sentía ella la pude sentir yo.

»Me pregunto cuál de todas me parecía más atractiva, me había fijado en un salvavidas a un lado de las mujeres, respondí diciendo que el chico me resultaba atractivo ––miro a Mike quien estaba en silencio escuchando la historia. Pudo notar como sus labios se entreabrían de sorpresa––. A día de hoy me preguntó si debí decir aquello. Mi abuelo enrolló la revista dándome con ella en la cara y con eso llamándome: “marica”. Si te dijera que odio esa palabra por ese y demás momentos no me creerías. Soy gay, y si bien se que un marica es una manera de referirse a un homosexual, no me gusta la palabra y simplemente prefiero no escucharla.

––¿Por tú abuelo?

Kun asintió

––Por mi abuelo.

––Podría dejarte en la calle ahora mismo ––escupió con rabia––, pero parece que eso ahora es un crimen. Ve a tu habitación y no me dirijas la palabra, si quieres cenar aprender a cocinar ya que eres un marica, tomarás en papel de una mujer.

Kun se había dirigido a su habitación en silencio abrazando su peluche y viendo por la ventana cualquier cosa fuera de su casa, aquel niño de 6 años que acababa de ser golpeado por su abuelo buscaba alguna razón, por la cual no había derramado ni una sola lagrima en el momento que lo golpeó.

Entonces recordó aquella vez en la que lloro por caerse. Se había caído de la bicicleta y no paraba de llorar. Su abuelo entró a la habitación en el momento que un pequeño Kun lo había hecho. Sintió miedo. Estaba desesperado porque el hombre mayor dejará el palo de lado y, dejará de golpearlo con el. Una, y otra, otra vez.

El miedo a llorar había sido tan insertado en su cabeza que, ya no podía permitirse llorar.

A los 8 había comenzando a hacer ejercicio. Había un chico que lo molestaba en clases y nunca podía defenderse. Tenía un horario estricto, si su abuelo lo encontraba ejercitándose lo golpearía contra la pared, porque un marica no deja de serlo nunca. Aquel señor nunca entendió que las cosas que hacía Kun eran para él mismo, no para demostrar que no era algo que si era.

A las tres de la mañana Kun hacía pequeños ejercicios en el mayor silencio posible, se encargaba de subir una botella de agua antes de dormir y esconderla en su armario.

De vez en cuando, se quedaba en el patio de la casa luego del colegio. Desde muy pequeño Kun adopto una personalidad algo defensiva, cualquiera que intentará lastimarlo se las veía caras.

En una clase de costura creo a: Lee, quién fue su representación más diminuta, para aquel entonces ya había cumplido los 12 años y lo refugiaba en una caja de zapatos dentro de su armario.

––Es como yo ––pensó en voz alta, mientras se acomodaba en la mesa––, se refugia de los demás en el armario.

Un día Kun invitaría a su compañera de clases a hacer una tarea mientras sus abuelos no estaban, la niña había sacado su maquillaje frente a Kun, mientras esté hacia la investigación en los libros. Curioso por la habilidad de aquella niña por su maquillaje, quedó encantado con el resultado final.

La niña llamada Melisa no pudo evitar notar su curiosidad y sonreír.

––¿Quieres que te maquille?

––No, mis abuelos dicen que no es para los hombres. ––respondió con educación aunque con un tono chillón.

––Prometo limpiarte después, mira ––le mostró su botella de agua y las toallas––. Di que si, será rápido.

Entonces, Kun, curioso por como podría llegar a verse acepto con entusiasmo, dejando la tarea de lado Melissa comenzó a maquillarlo.

Al principio cuando se miró en el espejo pensó que se veía horrendo, entonces volvió a hacerle uno más sencillo con solo brillo de labios, rubor en las mejillas y nariz, y sombra naranja en sus ojos. Kun quedo sorprendido por el resultado queriendo verse así siempre.

La pequeña Melissa quedó muy feliz ante el resultado. Los abuelos del pelirrojo entraron en aquel momento en la sala, en donde a un Kun de 12 años se le salía el corazón del pecho.

Porque todo pasó muy rápido. Aquella mujer que se hacía llamar su abuela, tomo a la niña del cabello empujándola fuera de su casa, mientras tiraba su bolso con útiles y maquillaje afuera. Y, mientras todo eso sucedía el abuelo de Kun, quien había sido militar, tomó su escopeta armada y la apunto hacia su dirección justamente en la frente, en donde su mente pensaba una cosa: «No me mates, no me mates, no me mates. Abuelo, por favor no me mates». Tal vez si no fuera por los vecinos quienes presenciaron cuando la anciana sacó a la niña, muy probablemente él no estaría vivo.

Los años pasaron y con eso las edades. Él y su abuelo no se dirigían la palabra desde aquel día en el que le apuntó con el arma. Había tenido la oportunidad de saltarse el último año y entrar a la universidad en donde conoció a Theon, quien estaba terminando sus estudios y pronto volvería a su casa en New York.

Theon fue todo aquel amor que nunca recibió de pequeño. Por eso le fue tan fácil a Kun caer en sus brazos y no dudar en irse cuando tuvo la oportunidad, se atrevió a hacer sus maletas y decirle a su abuelo:

––Me voy. Se que jamás me responderás pero aún así me voy, y quiero que sepas que no te odio, solo que por ti tengo miedo a no ser aceptado.

Mirando la televisión, aquel anciano que una vez fue su abuelo no le respondió nunca y permitió que se marchará. Kun no era masoquista pero una parte de él no quería marcharse, porque no lo odiaba y no entendería nunca porque era así, pero simplemente no podía odiarlo.

––Recuerdo que, cuando me mudé y empecé mi relación con Theon me llegó una carta diciendo que mi abuelo falleció de un ataque al corazón, días después fue mi abuela debido a la tristeza que sintió. ¿Sabes? A veces pienso que aquel ataque al corazón fue mi culpa. Cuando iba en el avión yo solo pensaba en que, si él moría quería que me pidiera perdón. Tal vez por ese pensamiento murió y al morir pagué las consecuencias estando con un idiota como lo es Theon. ––guardo silencio mirando el suelo fijamente––. Hay muchas cosas más, Mike, pero son cosas que es mejor guardar y no contar, mi abuelo hizo cualquier tipo de crimen conmigo mientras estuvo vivo, y nunca me atreví a contarlo. No por miedo sino por decisión propia no iba a resolver nada si lo hacía…

––¡Claro que sí! ––grito Mike al borde de las lágrimas––. Pudiste haberlo evitado, Kun, ¡Casi te mata! ¿¡Como no harías cargos contra él!? T-…tú abuela tampoco hizo nada nunca, eras un niño no una marioneta con la cual desquitarse.

Los ojos de Kun se llenaron de lágrimas en el momento en el que él Mike comenzó a gritar.

––Eso no iba a parar las cosas…

––¡No lo sabes, mierda, no lo sabes! ¡Debiste intentarlo! ¿Qué hubiera pasado si él… si él…?

––¿Hubiese disparado? ––cuando Mike lo miró ya estaba llorando––. Me hubiera matado, eso hubiese pasado, si los vecinos no hubiesen ido a reclamarle a mi abuela, yo estaría muerto y ellos en prisión. ––limpio sus lágrimas con algo de frustración––. Los hubieran dejado salir luego de unos meses, eso es seguro estaba más que normalizado matar a quien no fuese normal.

––Eres normal, Kun.

––Si, pero ellos no lo sabían ––comenzó a gimotear con fuerza–, sí sentí miedo ¿Ok? No me creas cuando digo que no tuve miedo. “No por miedo sino por decisión propia”. No creas eso, mierda ––siguió llorando–. Cualquiera hubiese sentido miedo ¡No solo con el arma! Me pegaba esas noches que me encontraba haciéndome de cenar, Mike, él dijo que tenía que aprender a cocinar y cuando lo hice me comenzó a pegar.

Mike tomó su cabeza con ambas manos y lo dejo recostarse de sus piernas.

Kun mordió su labio reprimiendo las fuertes ganas que tenía de llorar pues hasta ese momento reconocía todo lo que había sucedido, sin poder aguantar más comenzó a llorar con fuerza hundiendo las manos en su cabello, Mike quiso esperar a que terminara de llorar para poder limpiar sus lágrimas.

––¿Te da miedo llorar por esa razón? ––pregunto con una voz tranquila, calmada.

––S-…si…––gimoteo––. Casi puedo escucharlo decirme…

––No eres un marica.

––Pero eso significa…

––Se lo que significa. Se perfectamente lo que significa, pero por favor no creas eso, eres gay ¿Está bien? ––asintió con más fuerza––, ¿Estás bien con eso? ¿Con ser gay? ––al no poder responder por tanto llorar, Mike lo dejo en qué sabía su respuesta.

Si pudiera pensar en todos los momentos en los que quiso escapar de casa y ser feliz, pensaría en el momento en el que su abuela le puso una cuchara caliente en el brazo. Cuando lo tomaron del cabello y lo golpearon contra la mesa hasta tener sangre en el cabello. Cuando “le quitaron lo marica”.

Hasta aquel momento nunca pudo soltar esas lágrimas, hasta que Mike hizo la pregunta.

––Gracias ––dijo mientras el pelinegro limpiaba sus lágrimas––, gracias, gracias, gracias.

[“*””*”]

Se quitó la toalla caliente de la frente en cuanto la alarma sonó, ya su cabeza no dolía en lo absoluto.

Los ojos de Kun estaban hinchados de tanto llorar y su garganta le dolía, no tanto como la primera vez, pero si dolía mucho.

Kun salió de la bañera colocándose, su pijama y revolviendo su cabello, tomo las tijeras del baño y corto su cabello al menos hasta tenerlo hasta las orejas de nuevo. Dejo la tijera en su lugar y salió del baño. Mike aún seguía en traje de baño, decía que le daba mucha flojera cambiarse. Se quedó dormido luego de que Kun dejase de llorar. Pensaba que el chico hacía un lindo gesto al haberse quedado con él hasta parar.

Dejo la toalla en su lugar y se recostó en su cama mirando hacia el techo.

––Kun ––el pelirrojo lo miró––, ven aquí.

Se acercó y se acostó a su lado.

––¿Te sientes mejor? ––asintió sonriendo levemente––. Es un alivio.

––Gracias por escucharme ––dijo en un susurro––, eres increíble.

––No me digas esas cosas me sonrojo muy rápido ––Kun pudo notar como se ponía nervioso.

––Lo digo en serio, me alegro de haberte conocido.

––Regálame una Pinkie Pike de agradecimiento ––dijo riendo.

Kun lo miro fijamente, pensando que era un infantil encantador y, que quisiera estar a su lado cada segundo del día.

––Mike. ––susurro.

––Dime.

Tomo posición por encima de él, admirando una vez más su perfil.

––Quiero besarte. ––confeso––. No lo digo en broma. Quiero besarte, también quiero abrazarte por largos ratos y…y… Ver las series que quieras, como My Little Pony o Monster High cualquiera de las dos.

––Bésame. ––respondió entonces.

––¡Lo digo en serio!

––Bésame.

––Quiero hacerlo si tú me lo permites, no quiero hacerte sentir incómodo o algo a menos de que tú lo quieras solo…

––Kun, guarda silencio y bésame.

No espero ni un segundo a que volviese a pedirlo. Kun se acercó a él besándolo muy suavemente todo lo contrario a lo que quería hacer, pero aún así le gustaba. Dejo caer su cuerpo en el de él pasando sus manos por el cuello tan solo encajando sus labios en un muy pequeño beso.

Mike que, lo tomó de los hombros acercándolo más a él, expandió el beso dejando entrar su lengua en la boca del pelirrojo, Kun teniendo un claro permiso, tomo lugar en la parte de abajo dejando al pelinegro por encima de él mordiendo, lamiendo y jadeando.

Deslizó su mano hasta abrir el paso por debajo de su short en donde no dudo en presionar el bulto que tenía.

––Kun… ––dijo en un jadeo. El mayor no dejó de acariciar la entrepierna, del pelinegro––. Ah. No pares. Sigue…

Sentándolo sobre sus piernas, quitando el traje de baño y aquel bóxer que le interponía su camino a seguir, lo tomó entre sus manos mientras, Mike cerraba los ojos mordiendo su labio inferior con fuerza.

Se inclino para besar su cuello dejando leves mordidas en el cuello del pelirrojo.

––Ah. Duele.

––Perdón.

––Esta bien ––mordió su labio inferior reteniendo un gemido.

Kun lo soltó de su agarre, acariciando sus piernas y besando su cuello.

––Dime por favor si te hago daño.

––H-… haces todos menos eso ––Kun lo miro con una sonrisa pícara, la cual Mike correspondió.

Por un momento le costó creer que estaba llorando y ahora se encontraba teniendo relaciones con quién, le limpiaba las lágrimas. Irónico.

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