CAPÍTULO DIECISIETE

Mike

Aquella noche, Mike había aceptado salir con James hacia la tienda de batidos que había mencionado en cierta ocasión.

––¿Desdé cuando vienes a este lugar?

James lo miro con una sonrisa poco peculiar.

La tienda de batidos era un puesto muy pequeño que tenía demasiadas personas, esperando por su batido. Mike se sentía asombrado de ver tantas personas hacer fila.

––Desde que abrió ––e encogió levemente entre hombros-, unos cuatro años para ser específicos.

––¿¡Tanto!? ––Mike se fijó una vez más en el puesto y chillo––. El único lugar más viejo que conozco es la casa de mis padres.

––Vaya, aparte de ser intenso te burlas de tu lugar de infancia.

––Te juro que no soy de ese tipo, aunque si me gustan las cosas de Harry Potter.

James lo miro como si estuviese hablando con un auténtico friki del mundo del espectáculo, o de la fantasía misma. Habían salido después del trabajo, luego de aquella conversación de muy pocas confesiones, James se mostraba un poco más simpático.

A Mike le sorprendía el cambio de humor tan repentino que, experimentaba tan repentinamente. Pero se decía a sí mismo que debía ir acostumbrándose a esos cambios de humor, pues acostumbraba a tenerlos dentro y fuera del trabajo.

––¿Te gusta Harry Potter? ––enarco una ceja, curioso.

––A mi no, pero mis padres son unos auténticos frikis en cuanto se trata de Harry Potter. Sobre todo mi padre ¡Me hizo hacer un test de qué casa soy! Dijo que si era Gryffindor ya no sería su hijo.

––¿Qué casa eres?

––Una amarilla, creo. ––se encogió entre hombros restándole importancia.

––Esa es Hufflepuff, tonto.

––Tampoco hace falta un insulto tan elaborado.

«¿Estaré siendo infantil?» pensó de la nada.

Mike tenía miedo de comportarse de una manera no apropiada, al menos para él. James parecía ser alguien muy formal en cuanto al comportamiento, tanto suyo como el ajeno.

––La fila tardará un poco en avanzar ––anuncio.

––¿No te gustaría charlar mientras? Al menos para matar el tiempo.

––Haber, ¿Y tú de qué quieres hablar?

Mike ladeo la cabeza de un lado a otro en busca de una solución.

––¿Hace cuánto trabajas allí? Me refiero al restaurante.

––Se perfectamente a qué te refieres ––pudo notar como quería sacar su caja de cigarrillos del bolsillo. Desde hace un rato se encontraba algo ansioso––. 6 años, exactamente.

––Debe gustarte mucho el trabajo como para quedarte tanto tiempo.

––Es más que todo insistencia del Chef. Dice que tengo mucha dedicación, y en una cocina no hay nada más importante que la dedicación.

––¿También cocinas? ––preguntó lleno de curiosidad.

––Algo así. La verdad es que soy muy bueno en la cocina, pero prefiero atender a las personas. Es algo que también requiere de mucha paciencia.

––Interesante ––bajo la mirada hacia su mano libre. James sostenía un bolso con patines––. ¿Y los patines?

El chico frunció el ceño, mirando hacia abajo. Parecía recordar que los cargaba encima.

––Me dejan usarlos cuando hay muchas personas. Sobre todo en eventos que requieren algo de movimiento, eso, siempre y cuando ni cause problemas.

––Yo jamás he aprendido a patinar ––confeso–– tampoco es que me llame mucho la atención.

––Antes lo hacía por hobby, ahora me cuesta estar bastante tiempo sin ellos ––pudo notar un pequeño brillo en su mirada.

Mike se movió mientras la fila avanzaba. Cuando lo miro una vez más, James estaba sacando un cigarro de su caja. Las palabras salieron de su boca tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo de pensarlas bien.

––¿Nunca dejas de fumar? ––trato de que su tono áspero no lo sorprendiera tanto.

––No. Y tampoco debería importarte. Ya hablamos de esto.

––Lo siento, no buscaba sonar grosero. Simplemente no entiendo a las personas que fuman.

––Yo tampoco entiendo a las personas tan intensas e insoportables como tú.

El pelinegro lo miro por un par de segundos antes de asentir levemente. No tardó en salir de la fila y tomar camino en dirección contraria, realmente no sabía a dónde se dirigía pero no quería estar allí.

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