Mike
Mike recordaba a la perfección aquella noche. La noche antes de renunciar a aquel trabajo. Como esperaba a que todos los clientes se retirarán, Mike siempre miraba su reloj luego de cada cinco minutos y se iba al fondo del restaurante, en donde guardaban las cajas con servilletas, y demás utensilios.
Siempre, a la misma hora, Mike lo encontraba allí en una esquina oscura fumando. Le había dicho un par de veces que no lo hiciera, pero su opinión no valía mucho en aquellos momentos, si existiera la definición de dejarse cegar por el momento, ese definitivamente sería Mike. Aquello duró solo tres meses, tres meses antes de esa noche y que él se fuera al día siguiente.
Mike podía ser muy ingenuo en el amor, pero, fuera de el sexo y la lujuria. Él quería amar a alguien con inocencia, no buscaba tener alguna experiencia en el amor, solo quería amar, y sentirse amado ¿Podía eso ser un crimen?
Ese día termino sus deberes lo más rápido que pudo y cuando llegó Kun, ya estaba listo. Salieron de la tienda a caminar cerca de algún parqué, el pelirrojo se detuvo en la fuente antes de irse a otra dirección.
––¿Pasa algo?
––Ayer se suponía que iba a tirar una moneda. Me distraje en el camino a casa y no pude hacerlo ––saco una moneda de su bolsillo y cerró la mano con fuerza, segundos después, la moneda se hundió junto con las demás–. Listo.
––A ver, a ver ––Mike se acercó entusiasmado––. ¿Acaso pediste un beso? ––pudo notar el temor del chico en cuanto hizo esa pregunta––. ¿En serio pediste eso?
––N-…no… Solo pedí otra moneda
––¿¡Y por qué estás tan temeroso!?
––¡Es que lo dijiste muy de la nada! ––chillo––. No le preguntas a una persona si pidió un beso.
––¿Quién dice que no? No hay ninguna ley de las fuentes que diga eso.
––¡Claro que sí!
–Vaya, admites que te gustan las fuentes ¿Eh? ––el pelirrojo pareció percatarse de lo que estaba diciendo, le dedicó una mala mirada fijándose una vez mas en la fuente––. Si te soy sincero, yo tampoco creía en las fuentes.
––Dijiste que es lindo creer que tu deseo se va a cumplir.
––Eso si lo ves de manera fantasiosa ––se sentó en el banco delante de la fuente––. Tal vez debas darle otra oportunidad, si encuentras otra moneda puedes fingir que se va cumplir lo que pediste.
––¿Crees en las segundas oportunidades? ––Kun seguía de pie esperando su respuesta, el pelinegro se preguntaba si el chico estaba bien, pues lucia como alguien que nunca sale de sus pensamientos.
––Creo en ellas ––admitió deslizando un dedo por su pierna en forma de círculos––, pero nunca las he dado.
––¿Por qué? ––el pelirrojo le observo con curiosidad, sentándose a su lado sin dejar de mirarlo. Mike tuvo que tomar aire.
––Si le estuviera dando una segunda oportunidad a una persona que, me hizo mucho daño, me estaría traicionando a mí mismo de muchas formas. ¿Por qué tendría que permitir que otra persona vuelva a hacerme daño?
––¿Y si… se trata de una persona con deseo de libertad? –Mike quiso entender a lo que se refiere el pelirrojo.
––Creo que deberías tomarle más importancia a ese deseo ¿Sabes? Si tanto lo quieres deberías luchar por eso, a veces las personas se encuentran en luchas internas consigo mismos, los vuelve más débiles y hasta inestables. Tarde o temprano acabarás esa lucha y podrás tener tu tan anhelada libertad. ––en un suave movimiento, acaricia el cabello del chico en un acto inconsciente––. Las cosas no son para siempre, y eso aplica también con las cosas que más nos hacen sufrir.
Kun se fijó en la mano del pelinegro, acariciando su cabello y, aparatándola luego de que lo viera. «Las cosas no son para siempre» le sonrió al joven con dulzura.
––Deseo a la nada tanto como deseo estar en libertad. Es complicado para el ser humano llegar a nada, y yo quiero alcanzarla, si lo hago, tal vez alcance las llaves de mis esposas.
Mike se encontraba curioso, «¿Porqué deseaba aquello?» sería abusar de una confianza que no tenía si le preguntaba a que se refería.
Se fijó en su mirada buscando una respuesta, pero solo encontraba esos ojos verdes que lo caracterizaban, algo en ellos llamó la atención de Mike, su brillo. Era exactamente lo que el no tenía. Brillo. Oscuros y sin alguna pizca de alegría, ¿Acaso ese chico se sentía tan solo como él?
––Luces triste ––Kun bajo la mirada, apenado, entonces volvió a preguntarse que pasaba por su cabeza––. Salgamos en la noche.
––No tengo muchas ganas de salir, lo siento. ––Mike no se rendiría tan fácilmente, pero tampoco iba a presionarlo.
––Tranquilo, para la próxima.
––Podemos ver una película ––dijo en un susurro––. Podríamos verla en mi casa… Tengo algunas películas en mi laptop, así que…
––¿A qué hora? ––había podido notar cierto brillo en los ojos del chico, le alegro saber que había sido la causa.
––A la misma hora que ayer, te daré la dirección en cuanto llegue a casa ––entonces Kun sonrió. Mike quiso que volviera a sonreír y darle un cumplido como: que hermosa es tu sonrisa. Si era alguien simplista, no se mataría por conseguir una frase poética que describiera a la perfección su sonrisa. Pero si era poético, no se valoraría un detalle tan simple y hermoso como lo era aquel gesto. Prefirió guardarse su respuesta y asentir.
––Entonces te veo luego.
[“*””*”]
Kun no había tardado en irse y mandar su dirección el joven pelinegro estuvo pensando en él por un rato, sobre qué podría afectarle, si bien habían momentos en los que parecía disfrutar, no tardaba en desanimarse de nuevo, y eso solo le hizo recordar a hace 6 meses atrás. Mike odiaba pensar en eso, siempre creyó que cuando piensas en una persona del pasado puede volver a aparecer.
La suerte, no estaba del lado de Mike, estaba del lado de su pasado y su soledad. Tal vez por eso no debía seguir pensando en ese tipo de cosas antes de tirar una moneda a la fuente. Su cabello era castaño aunque en aquel momento lucia un poco más oscuro, apenas y podía distinguirlo bien, estaba al otro lado de la fuente con una hermosa chica de su mismo color de cabello. El agua de la fuente cubrió aquel beso y sus rostros, pero Mike lo reconocía.
––Te quiero, pero tú no puedes quererme, si me quisieras terminarías odiándome y tú detestas odiar a las personas. Aún más si les guardas cariño. ––deposito un beso muy corto en su mejilla, luego desapareció por aquella puerta en la que horas después, Mike no volvería a cruzar.
El 10 de noviembre había conseguido un empleo en un restaurante que tenía fama de ser el mejor de New york, no sabía cómo se calificaba ahora, tampoco le interesaba.
James, un chico de 21 años en aquel entonces, fue el primero en recibirlo y tratarlo bien entre los empleados, lo entrenaba luego de que cerrarán para ser un buen camarero, afirmando que era muy bueno en lo que hacía. Hoy en día Mike quería preguntarse si todo eso era cierto.
Después de cada entrenamiento iban por un batido al Cream and cherry en donde solía trabajar anteriormente. Mike le había tomado cariño a aquel lugar porque lo compartía específicamente con él, su persona favorita. No quería encontrar a nadie más con quién pasar el tiempo.
A James le gustaban las hojas del otoño, el calor del fuego y él, le gustaba Mike. Por aquel entonces Mike había sentido muchas cosas por esas palabras, nunca le habían dicho que le gustaba a alguien. En el colegio jamás hablo sobre su orientación para evitar problemas, se mantuvo distante hasta que se graduó. Fue entonces cuando se mudó de lugar.
––¿Entonces no tienes una meta? ––pregunto entre risas.
––No es que no tenga una, me encantaría estudiar todas y cada una de las carreras ––aclaro dándole otro sorbo a su batido––, pero no puedes estudiar todas las carreras.
––Nadie ha dicho que no ––el castaño se limitó a encogerse entre hombros––. Puedes ser la primera persona en el mundo, en hacerlo.
––No suena tan mal.
––¿Sabes que tampoco estaría mal?
––¿Qué cosa? ––se adentraron a un callejón, James se detuvo tomándolo del cuello plantándole un beso brusco y apasionado.
Era la primera vez que Mike recibía un beso de otro hombre, por lo que se había puesto muy nervioso, seguían en la calle y si una persona pasaba por allí los vería, y no sabía que podía pasar. Pero estaba estático y derritiéndose por aquel beso que no correspondió, sino hasta segundos después de haberlo intensificado más.
Quería más, quería más de él, su cuerpo pedía a gritos que lo tocará pero le daba miedo sobrepasarse, así que solo permitía que acariciase sus piernas y mordiera sus labios.
Si, eso se hubiera vuelto una costumbre que ninguno de los dos supo detener. Porque pensaba muy bien las cosas, y tal vez el nunca quiso llegar a ese extremo, pero los dos no supieron simplemente como parar.
Entonces cada noche después de que las personas se iban y Mike era el encargado de cerrar el lugar, iba al almacén, al fondo del restaurante en donde a veces los encontraba fumando, siempre fumaba, James jamás paro de fumar y eso siempre le preocupo. Ya no se molestaban en ir a por un batido, no se molestaban en siquiera ir a la casa del otro. Ambos se deseaban en el trabajo, y era ese mismo deseo el que los guiaba hasta ese lugar en donde tenían sexo.
Día tras otro, tras otro, nunca entendió cómo llegó a conocerlo tanto si lo único que hacían era coger, él siempre se mostró cerrado en cuanto su vida privada, es por eso que Mike nunca pudo saber si realmente lo conoció más allá de una relación íntima, la respuesta era clara: tal vez no. Nunca supo si realmente ese: tú me gustas, fue real.
Nunca conoció su casa ni él la de Mike. Él jamás lloro en sus brazos pero Mike si que lo hizo, jamás tocaron el tema de una relación formal, y fue un error. Jamás lo dejo solo, pero para él, siempre habían cosas más importantes que Mike.
––¿¡Qué quieres de mi!? ––le preguntó entre lágrimas––. Parece que solo me quieres para sexo y ya, yo también quiero pasar tiempo contigo, me gustas James, por favor ––gimoteo arrodillándose frente a él, abrazando sus piernas manchándolo de lágrimas––, por favor dime que quieres...
Sintió la mano en su cabeza, luego se agachó frente a él, acogiéndolo en su pecho en su pecho dejando escapar sus lágrimas, James giro la cabeza hacia otra dirección y soltó el humo retenido del cigarro.
«No puede dejar de fumar en una situación así».
––Mike.
El chico seguía gimoteando y ordenándole que se alejara de él. No quería que se alejara, sabía muy bien que si intentaba levantarse le impediría irse porque le había agarrado mucho cariño. Eso lo sabía James.
––Mike. Escúchame. ––levanto la cara del chico con sumo cuidado, se fijó en sus lágrimas y tuvo que suspirar––. Debo irme. Te estoy haciendo mucho daño.
––No ––comenzó a negar una vez más––, por favor, no te vayas, por favor, por favor.
––Mike, tengo que irme no está bien lo que estoy haciendo.
––Perdóname, no tenía que haber abierto mi bocota.
––Claro que sí ––dejo el cigarro a un lado––. ¿Cómo me iba a dar cuenta de lo que hacía si no hablabas conmigo? ––en un ágil movimiento se recostó en el suelo, recostando a Mike de su pecho–. Tengo que irme, Mike. Te estoy haciendo daño y no es algo que pretendía hacer.
«Mentiroso».
––Mientes, mientes, mientes ––hipo––, dijiste que mentías con frecuencia, eres un mitómano.
Y aún así seguía aferrándose a su camisa con sus manos, jalándola más hacia si mismo.
––Arranca mi camisa si es lo que deseas, destrózala si eso te hará sentir mejor, haz todo lo que quieras pero acepta, por favor, que tengo que irme.
––¡No!
––Mike…
––¡QUE NO CARAJO! ––ya no sabía lo que decía, no tenía idea de por qué gritaba, ¿Por qué le pedía que se quedara?––. Dijiste que te quedarías.
––Pero no es lo correcto, entiéndeme ahora no lo entiendes pero luego te darás cuenta de que fue lo mejor.
Entonces cayó en cuenta de lo que hacía, y jamás tuvo tanta vergüenza como en aquel momento, retener a una persona de irse de su vida ¿Cuándo se convirtió en ese tipo de persona? Nunca ha querido hacer algo parecido a eso. Se comportaba como un niño, un niño muy egoísta.
––Estoy siendo egoísta… ¿No es así? ––pregunto con la voz tan quebrada que ni el mismo supo distinguirla.
––No, Mike, no estas siendo egoísta solo estás sintiendo.
––Si, claro que sí, estoy siendo un maldito egoísta ––soltó su camisa––. Joder, perdóname ––comenzó a susurrar.
––Te quiero, te juro que te quiero, pero no puedo mantener algo serio contigo, ahora no. Tampoco puedo prometerte que lo haré en un futuro porque entonces el egoísta sería yo, por hacerte esperar por algo que, lo más probable es que nunca suceda.
Mike estuvo un largo rato guardando silencio, y sorbiendo su nariz mientras limpiaba sus lágrimas.
––Te qu…
––No lo digas. ––el chico intentó hablar de nuevo––. Mike, no, en serio, no lo digas. Tú no me quieres.
––No lo sabes, si te qu…
––No. ––su tono ya comenzaba a ser muy brusco, cerró los ojos con fuerza tomando aíre y soltándolo––. Cuando llegue esa persona tan especial que te haga ver el mundo de manera distinta, a como yo hago que lo veas, te darás cuenta de lo que digo. Créeme. Tú. No. Me. Quieres.
«Claro que sí» quiso decirle dándole la contraria a sus palabras, pero ya no tendría sentido si lo hacía, aquello ya había terminado y el solo lo estaba alargando.
––Prométeme que dejaras de fumar –pidió en un susurro–. No quiero que mueras a causa de hojas secas de tabaco.
A James le había resultado gracioso el comentario.
A James siempre se le hacían graciosas las cosas que debía tomarse con seriedad. Aquella noche pareció ser de las primeras veces que realmente le prometió algo.
––Lo prometo. ––deposito un beso en su cabeza.
La última petición de Mike, fue que se quedarán así, juntos un rato antes de que se marchase por esa puerta, después de eso no se volverían a ver y quería llevarse ese recuerdo a la mente.
Durante tres meses, Mike no se había sentido tan bien como aquella noche, antes de levantarse, arreglar su camisa y limpiar sus lágrimas como último gesto cariñoso. Al día siguiente renunciaría, sabía que James se quedaría en aquel empleo, no tenía ningún otro que le diera buena paga.
––Si un día nos volvemos a ver, te pediré perdón.
––Solo sonríe ––pidió en voz baja––. Me gustan las sonrisas. ––James lo examinó de arriba abajo y sonrío.
Antes de marcharse, se acercó una vez más y se inclino frente a él hasta estar a la altura de su rostro, Mike siempre fue más bajo.
––Te quiero, pero tú no puedes quererme, si me quisieras terminarías odiándome y tú detestas odiar a las personas. Aún más si les guardas cariño. ––deposito un beso muy corto en su mejilla, luego desapareció por aquella puerta en la que horas después, Mike no volvería a cruzar.
En el presente, Mike se encontraba de pie mirándolo con nostalgia, recordando cada momento que pasó a su lado dándose cuenta que, efectivamente, tenía razón.
Cuando decidió seguir su camino, se detuvo a amarrarse las agujetas. Pasaron frente a él un par de personas y a una se le cayó el celular. Mike lo tomó con su mano libre y se levantó, viendo hacía los lados buscando al propietario de aquel aparato, se percató de la foto en el forro. Miro hacia adelante una vez más y camino hacia la pareja que iba avanzando fuera del lugar, cuidadosamente poniendo su mano sobre su hombro llamó su atención.
––Disculpé… ––el hombre se dio la vuelta con sorpresa en su expresión. Mike sintió que el aire de sus pulmones se retenía cuando lo miro a los ojos––. Se le ha caído esto ––deposito el aparato, mostrando el lado de la fotografía sobre sus manos. La chica al lado de James se posicionó a su lado tomándolo del hombro.
––¿Amor? ––se fijó en Mike––, ¿Sucede algo?
––Para nada ––agacho la cabeza frente a él––. Muchas gracias, tendré cuidado la próxima vez. ––entonces le sonrió antes de darse la vuelta y despedirse con la mano.
«¿Sabes James?»
Mientras se daba la espalda recordó cuando se marchó por aquella puerta del almacén.
«Siempre pensé que querías deshacerte de mí, por intenso».
Había prestado suma atención a cuando cubrió a aquella chica con sus brazos, besando su mejilla.
«Estaba pasando por esos momentos en los que quería llamarte».
Poco a poco, las personas fueron pasando, y tapando su vista.
«Pero un día dejé de pensarte. Ya no estabas en mi mente, ni siquiera en las fotos de mi teléfono. Tenías razón, alguien más está entrando a mi vida»
Pronto, aquel chico con el que paso tres meses juntos y que se marchó hace cuatro, desapareció en su totalidad de su vista, y de su vida.
«Te perdono».
Bajo la mirada hacia su bolsillo, sacando la figura de Winnie Pooh que le había quitado a Kun la noche anterior, sonrió con dulzura al recordar al pelirrojo, dio un último vistazo hacia el frente, dio media vuelta. Y desapareció y se dirigió a casa. Vería a Kun en la noche, tenía que buscar algo bonito que ponerse.
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