16
RUUD
Seguíamos bajo la luz de la luna todos. Nadie se había movido de su lugar y yo aún iluminaba todo el lugar.
—Aquí no hay nada que ver —alzo la voz para que me escuchen todas las personas sin excepción alguna —. Y tú —ahora me dirijo directamente a mi madre —, deja de intentar intimidarme de una vez y no te voy a tolerar que me amenaces.
Por su cara sé que no está sorprendida de mis palabras. Ya se está haciendo costumbre que no le hable de una manera adecuada, pero es que ella solita se lo ha buscado. ¿Quién toleraría que le hagan algo? Y para colmo en contra de su voluntad. Nadie o los que lo hagan no tienen ni media neurona en funcionamiento.
Como veo que nadie se mueve doy media vuelta sin mediar palabra y entro en mi casa, cerrando la puerta detrás de mí. Me apoyo en ella y me deslizo hasta que mi culo toca la fría madera.
Alguien da golpes en la puerta, gracias a eso me retumba todo mi cuerpo.
—¿Qué sucede? ¡Dejadme tranquilo! Iros a casa.
—Hijo ábreme, soy yo —resoplando y sin ganas de levantarme, lo hago con una pereza descomunal en mí.
—¿Se han ido todos? —la inseguridad en mi voz es bastante notoria. Espero tener una respuesta negativa.
—No —hace una pausa, para después seguidamente continuar —, aunque poco a poco se están marchando.
No me fio un pelo de lo dicho, porque quizás me lo esté diciendo para que me tranquilizase y le dejase entrar.
—¿Ruud? —me llama.
—Un segundo —voy hasta el salón y me acerco a la única ventana que hay, asomándome en ella. Poco se puede apreciar desde aquí.
Vuelvo a paso rápido a la puerta, donde al otro lado se supone que me espera mi padre.
—Papá, ¿sigues ahí?
No responde a la primera ni a la segunda vez que lo llamo y a la tercera, que se suele decir: a la tercera va la vencida habla una voz femenina, que por obvias razones no es mi padre.
—Tu padre no está —se le escucha reír y esas simples palabras hacen que coja la manilla de la puerta y abra con violencia la puerta.
Cuando la tengo frente a mí su mirada choca con la mía, un escalofrío recorre todo mi cuerpo. No tengo ni la más mínima idea de que tiene pensado hacer. Aun así, si se con certeza que no es nada bueno y menos si sale del interior de su cabeza.
—¿Tu eres consciente de que no eres una adolescente? —miro más allá de ella, a la lejanía, un poco apartados están Mannes y Ewout sujetando a mi padre —No eres una adolescente la cual hace rebeldías —no sé cómo sigo insistiendo en decirle estas cosas para que recapacite, si le va a entrar por una oreja y le va a salir por la otra —. Y sintiéndolo mucho tampoco te tendrían que llamar madre cuando le dices a uno de tus hijos que retenga a su propio padre en contra de su voluntad, ¿o es que esta así por gusto? —señalo en la dirección donde están los tres —Yo lo veo disgustado, incomodo, indignado y enfadado —enumero en mi cabeza mientras lo digo en voz alta.
No entiendo como siguen haciendo estas cosas, cuando ya le he dicho un par de veces, pero claro; ella hace lo que le da la gana.
Por lo visto y por lo que aprecian mis ojos, que toda la gente que se había acumulado en la entrada de mi hogar ya no estaba y ahí es cuando caigo. Lo tenía todo planeado desde un comienzo, ha esperado a que yo entrara, ya harto de escuchar las estupideces que salen por su boca y en ese instante es cuando mi padre se ha acercado a la puerta para seguramente saber cómo estoy y abriera, pero no lo he hecho, por ello ahora está como esta; retenido.
—Buen jugada madre, ¿ahora que viene? ¿Cuál será tu nuevo movimiento? —le aplaudo sin ganas.
Intento pasar por un lado de su cuerpo, pero me detiene cogiéndome por el codo, con fuerza me empuja hacia atrás, casi pierdo el equilibrio y caigo a la nieve.
¿A esta loca que le pasa?
Con la mira puesta en mis zapatillas intento respirar; más que nada para no irme encima de ella.an Gas no me faltan, pero no pienso rebajarme a su nivel, ni pegarle. Es lo que quiere que haga que pierda los papeles, lo haría. Sin embargo, no le voy a dar lo que ella quiere.
—¿Estamos jugando a algo? —dice con diversión mientras sus dos cejas se alzan.
—Dímelo tú.
Cree todavía que soy un completo pardillo y que no entiendo ni me doy cuenta de lo que hace. Pese a todo, una vez más se equivoca.
—¿Qué harás con tu marido? —elevo una de mis cejas — ¿Usarlo? ¿Torturarlo de alguna forma malévola? Eso sí, seguro que esperaras y lo harás cuando yo no esté dispuesto hacer lo que quieras —su rostro no releja confusión, así que una vez más doy en el clavo.
Está mal de la cabeza.
—Te crees que soy un libro abierto para ti —coge todo el aire posible para después dejarlo salir por su boca, y por el frío que hace se le forma el famoso humo —, pero estas muy equivocado —sus palabras totalmente distintas a lo que reflejaban sus ojos.
Su cara se contrajo por varios segundos. Tiempo el que yo pude percatarme de algo: miedo, agobio y ganas de mandarlo todo a la mierda.
Este momento que he presenciado me ha hecho replantearme mejor quienes es una víctima más de todo este embrollo de situaciones que llevamos aconteciendo estos días.
Mi cerebro se pone en funcionamiento pensando.
Miles de pensamientos pasan por mi cabeza en este preciso momento.
Mi madre podía ser fácilmente un títere más de este gran circo, ¿dónde estará el que maquina esto? El cabecilla, ¿por qué no da la cara? Por otro lado, me rondaba también el nombre de alguien: Teunis.
—Por lo que más quieras, déjalo ir —hablo refiriéndome a mi padre que a estas alturas se encuentra ya sin fuerzas y ha dejado de forcejear con Mannes y Ewout —. Por favor —ruego —, por una vez en tu jodida y podrida que vida en la cual vives, haz lo correcto.
Intenta poner una sonrisa sarcástica, falla en el intento. Su fachada se ha caído al suelo de manera rápida. Estoy impresionado. ¿Qué ha podido sucede? Por mis palabras no han sido. Ahora mismo tiene una cara de espanto impresionante, me da pena hasta mirarla.
¿Tiene cambios de personalidad como su primogénito? ¿También le hacen beberse alguna cosa para estar de esa forma? Y si es así, ¿cómo no me he dado cuenta? Nunca lo había demostrado.
—No —grita muy fuerte, y eso que estoy a dos pasos de ella —, no puedo hacerlo —gira un poco su cuerpo para mirar a esos dos y darles una orden —. ¡Llevároslo!
—¡Él no te sirve un carajo Annelien! —le grito, y ella vuelve a mirarme —Al que quieres es a mí, ¿o es que piensas chantajearme con mi padre? —en cuanto termino de formular la pregunta, me doy cuenta de lo que he dicho y pues ahí tengo la respuesta.
—Sigas o no sigas siendo la cabecilla de este puto circo que os habéis montado —gesticulo con mis manos exageradamente —, para mi sigues siendo una maldita víbora sin corazón —me mantengo callado pensando mi próxima pregunta para hacerle y cuando la tengo en mente, se la suelto —. ¿Cómo se sentirían tus padres si supieran todo lo que haces?
De ella sale un resoplido, para después sonreír de una manera particular, su sonrisa irónica sale a la luz. Tardaba en salir...
—¿Esa es tu verdadera personalidad o la que te impulsan a ser? —me hago el que piensa, pero en el fondo tengo curiosidad de saber cuál de todas las caras es en realidad la verdadera Annelien.
Mi madre se da media vuelta y empieza a andar lentamente. Iba a cogerle el brazo, pero no vale la pena, no me dirá nada de lo que quiero saber en este momento. Cuando está a bastante distancia de mí me mira por encima del hombro y habla lentamente.
—Eso lo tendrás que averiguar por tu cuenta —hace una pausa —, si eres realmente inteligente claro —se encoge de hombros y ahora si se dirige a sus más fieles hombres —. Dejadlo ahí, por esta vez no nos lo vamos a lleva —rectifica en su decisión.
¡Sera hija de puta! ¿Cómo es que puede decir eso y quedarse más ancha que pancha? ¡Qué es su marido del que habla!
—¡Venid! —les llama a los dos idiotas que tiene por cómplices.
Aunque diciendo la palabra cómplice me siento verdaderamente mal, ya que yo también lo soy en un tema que no quiero mencionar más de la cuenta y tampoco es que este orgulloso de decirlo en alto.
Los dos sueltan a mi padre, cuando pienso que lo van a dejar ahí y se marcharan, no. Elevan una de sus piernas y se miran entre los dos para después asentir. Veo justo el momento en el que las suelas de sus zapatos dan contra el hombro de mi padre y este cae de espaldas a la nieve.
Cierro los ojos por un segundo para luego abrirlos otra vez y salgo corriendo en una dirección en concreto; mi hermano. Él mismo que está caminando para alcanzar a mi madre que le espera a él y a Ewout.
Annelien cuando me ve abre los ojos de la impresión y tiene una idea de lo que voy hacer.
Si querida, voy a hundir a tu querido hijo.
—¡Cuidado Mannes! —la víbora que tengo por madre le advierte a su hijo, que hasta que no le ha avisado ella, no se había percatado que iba corriendo hacia él. Normal, me está dando la espalda, como para verme, no tiene tanta serte de tener ojos en la espalda.
Aunque la verdad es que no llega a tiempo para echarse a un lado. Hago lo mismo que ha hecho él con su padre y cae de morros al suelo, no le da tiempo ni a mirar por encima del hombro.
Eso le pasa por gilipollas.
Mi pie se mantiene en su espalda y ejerzo fuerza para que no mueva ni un musculo.
Observo por el rabillo del ojo que Ewout se acerca.
—Ni se te ocurra —le apunto con el dedo —. Y tú —pongo toda mi atención en mi hermano —, ¿qué pasa por tu cabeza para hacer eso? —no responde, por ende, yo sigo —Por si no lo sabias es tu padre, y no me valen las excusas para salir ileso de esta. ¡No tienes vergüenza!
Antes de quitar el pie de encima de él deslizo este por toda su espalda y su cuerpo se mueve unos metros. Yo retrocedo para que pueda levantarse y marcharme.
Presencio como mi hermano se apoya en sus dos manos para impulsarse y poder ponerse de pie.
—Vergüenza te tenía que dar —le grito. Este no sube la mirada en ningún momento mientras sigue andando.
Ninguno habla y se pierden entre los árboles, perdiéndoles así de vista.
Mi cuerpo gira automáticamente y veo a mi padre negando con la cabeza reprochándome con la mirada.
—Él no tiene la culpa Ruud.
¿Cómo que no tiene la culpa? Que yo sepa es mayor de edad y no tiene que obedecer a Annelien.
—No me vas hacer cambiar de opinión. Además, tu esposa no les ha dicho que hagan lo que te hicieron, ha salido de sus propias mentes podridas que tienen cada uno —no estoy cabreado no, estoy lo siguiente a eso —. No me vas hacer cambiar de opinión —termino.
—Está bien —dice derrotado —. Ahora ven y ayúdame a levantarme de aquí —negando con la cabeza voy hasta él. Cojo sus dos manos y hago fuerza para que se levante del suelo.
El clima a estas horas se ha vuelto incluso más frío, hasta yo lo siento y es bastante inusual que yo lo haga.
—Vamos papá, hay que entrar en casa que hace demasiado fresco para quedarnos aquí a la intemperie.
Mi padre asiente y juntos caminamos hasta llegar a la puerta de casa. Mientras abro la puerta, mi padre me pregunta algo que seguro que le ronda por su cabeza.
—¿Sientes el frío? Pensaba que no lo hacías y solo usabas abrigos por no llamar la atención de los demás —vaya que se sabía todo. Al menos él si estaba atento a mí —, y no ser el centro de todas las habladurías que se dirán y se dicen en Lake Louise.
—Ahora mismo hace más frío de lo normal, quizás sea porque es noche ya —le explico, aun sabiendo que él lo sabe a la perfección —. Al uno pararse y dejar de hacer cosas, pues te viene ese fresco al cuerpo —digo —. Vale que yo sea distinto a los demás, no obstante, no dejo de ser persona también —me encojo de hombros.
—Entonces... ¿sí o no? —mientras entramos a la cabaña suelto un par de carcajadas.
—No el frío que tenéis todos, pero algo sí —vale que tenga el cuerpo de nieve que hace que no traspase el frío, pero algo siento. Sigo siendo humano después de todo.
A veces me da la impresión que piensan que soy inmortal o que no me puede suceder algo por ser como soy, y esas son mentiras que se inventan ellos en sus cabezas y luego lo van divulgando por ahí.
Volvemos al salón y nos sentamos en los mismos sitios. Un resoplido sale de mi boca nada más sentarme en el puf.
—¡Esto es de locos! Ni un maldito día voy a estar tranquilo y sin que pase algo.
¿Cuándo será el día que estaré relajado?
—¿Esto sucede constantemente? —pasa sus manos por su cara mientras yo me quito del todo la chaqueta, quedándome en manga corta.
—Estos sucesos han empezado desde el primer día que vinieron Annelien y Mannes a Lake Louise, te lo he contado antes cuando estaban ellos presentes aquí —pensándolo mejor fueron días antes cuando encontraron el cuerpo sin vida de Noor en el lago, aunque yo no lo supiera —. Quizás fue unos días antes al encontrar el cuerpo de la chica —agrego.
Algo que tengo que poner en la lista imaginaria que llevo en mi mente es saber de qué parte está mi padre. Ya podrían haber hecho este numerito para distraerme y pensar que Ludger está en contra de ellos para resultar después, que sea a la inversa.
Todo puede suceder, como paso con Mannes, bien que todos estos años se ha portado muy bien conmigo para ahora salir con esto.
—Tengo una pregunta, bueno más bien es una curiosidad.
—Dispara entonces, quiero escucharla.
—¿Por qué ahora? —pone cara de desconcierto —me explicaré mejor —resoplo —. ¿Por qué has decido ahora sacar un poco de tu carácter?
—¿Sacar un poco? ¿Piensas que este no es mi carácter todavía? —ríe.
—¿Por qué lo has tenido retenido por tantos años?
—Por tu madre —suspira cansado —, al principio podías hablar con ella, debatir, discutir de cosas variadas, pero justo un año antes del nacimiento de Mannes cambio todo radicalmente.
Así que ella no fue siempre de esta manera tan...tan ella.
—Desde que apareció ese tal Teunis en su vida, ella cambió radicalmente —al escuchar ese nombre todo mi sistema se pone en tensión y abro mucho los ojos —. ¿Lo conoces? —asiento con la cabeza —¿Dónde lo has conocido? ¿Él está aquí? —mi padre señalo con su dedo índice al suelo un par de veces, refiriéndose a ver si está en el pueblo. Y yo vuelvo a asentir.
—Sí, lo he visto en varias ocasiones y una de ellas ha sido cerca de aquí, esta misma mañana.
—¡Mierda! —cómo no sabía al completo la situación, entendía muy bien la reacción de mi padre.
—Tranquilo papá, hasta donde he visto casi no se hablan.
—Demasiado extraño —dice muy pensativo —. Eso lo hacen porque tendrán un plan y por eso mismo andan haciendo este papel tan lamentable. Sin embargo, para los que los conocemos, no nos tragamos nada.
La verdad es que no se si creerle o no. Mejor desconfiar por un tiempo para así después resulta ser como mi hermano, no me dé de bruces contra la verdad de nuevo.
—¿Siempre ha llevado una careta?
—¿Careta? ¿Lleva una máscara puesta? —me encojo de hombros.
—Sí, es de payaso. ¿Sabes porque razón la lleva? ¿Algo en particular? —insisto en saber.
Mi padre piensa por un largo tiempo en el que yo me levanto y voy hacia la cocina. Cojo un vaso del único mueble que tengo me echo agua, mientras bebo me doy la vuelta para ver a mi padre, de mientras me apoyo en la encimera para esperar su respuesta.
—¿Sabes o no? —vuelvo a insistir cuando siento que se está tardando un siglo y medio.
—Sí, si lo sé. Espera un segundo —pide. Me bebo el resto del agua que hay en el vaso y dejo este en el fregadero.
Camino hasta la habitación, que no he entrado desde que deje el móvil cargando esta mañana.
Mi móvil se encuentra en la almohada voy hasta allí rodeando la cama hasta llegar a él, lo desenchufo y lo enciendo. Ahora toca esperar, mientras lo hace, salgo de mi cuarto hasta donde se encuentra mi padre que está mirando a todas las direcciones posibles para ver donde estoy.
—Estoy de vuelta.
—¿Dónde estabas?
—En mi cuarto cogiendo el móvil —digo levantando la mano en donde lo llevo —. ¿Ya lo has recordado todo?
—Creo que si —duda un poco —, mejor sentémonos.
No es porque lleve todo el día sentado, ya que es falso, pero me agobio más de esa manera.
—Me quedare de pie, pero gracias.
—Bueno voy a empezar a explicarte...Teunis trabajaba con un anciano demente que le gustaba experimentar y matar con esos experimentos a personas inocentes, que ellos veían que eran vulnerables y que ellos pensaban que nadie los iba a extrañar en este mundo. En resumidas cuentas, sus pensamientos eran que les hacían un favor.
—¿Ese anciano quién es? A esa persona no la he visto rondando por aquí —digo con extrañeza.
—Y tampoco lo veras, las ultimas noticias que tengo de él es que se encuentra prostrado en una cama en su vivienda de lujo de Vancouver.
—¿Vancouver? —abro los ojos — ¿Cómo sabes lo que hacen si tú no formas parte de ese circo?
—Si, donde vivimos tu madre y yo. Por otro lado, respondiendo a tu otra pregunta. Lo he investigado, claro está que a escondidas de tu madre.
Puede que haya querido hacerlo a escondidas y que ella no lo supiera, pero estoy casi seguro que ella lo sabe a la perfección.
—Estoy casi seguro que ella lo sabe lo que no me cuadra es porque te ha dejado hacerlo o no te ha parado los pies.
—Ella no es mala.
—Qué va, no lo es —digo en sarcasmo —. Quiero saber una cosa.
—Dime lo que es.
—¿Desde cuándo me extrae sangre mamá? ¿Tú sabes? Tengo una duda más —le digo cuando le veo con intenciones de contestarme —. Y si me necesitaba —eso estaba clarísimo —. ¿Por qué me ha tratado como si fuera una bolsa de basuras?
Se ha puesto nervioso. En cualquier caso, de aquí no me muevo hasta que me responda a todo.
—Desde que tenías un año —dice casi en un hilo de voz.
Esta mujer está peor de lo que yo pensaba.
—Y la siguiente pregunta no lo sé, se lo deberías preguntar a ella misma —se encoge de hombros. Ni, aunque le paguen me contestaría. Tampoco si la torturasen hasta el punto que estuviera agonizando y apunto de estar en las últimas.
—Una última pregunta y nos vamos a dormir —estoy sediento de información en estos momentos y si mi padre me las da me saciare de ellas.
—Adelante.
—¿Cómo se llama el anciano?
—Lodewijk, Lodewijk De Groot.
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