11


RUUD

No tengo ni la menor idea de qué hora es, pero no me puedo dormir de nuevo; alguien está tocando la puerta de mi habitación.

—El que este tocando la maldita puerta, que pare. Quiero descansar un par de horas más, ¿es tan difícil de entender?

—Ruud —murmura la voz de mi hermano. ¿Qué hace desierto a estas horas? —. Ruud —vuelve a insistir.

Que insistente está hoy, joder. ¿No se puede callar?

—Dime Mannes —voz no era la más espabilada del mundo, aún estaba medio dormido —, ya estoy despierto, ¿necesitas algo?

Por varios minutos no se escucha nada y llego a pensar que no hay nadie tras la puerta y que se ha ido al salón, pero estaba equivocado.

—Me hurgue hablar contigo —en la voz se le nota algo desesperado.

—¿Debe ser ahora? —quiero que me dé una respuesta negativa, aunque por lo que intuyo no va a ser así.

—Sí —se queda en silencio, para volver hablar enseguida —. Has dormido demasiado Ruud. Así que no digas que necesitas horas de sueño cuando has dormido por casi dos días.

¿Dos días? Parece ser que mi cuerpo requería un poco más de descanso.

—Ahora salgo —quito las sabanas de encima de mi cuerpo echándolas hacia los pies de la cama. Me bajo de ella y voy en busca de un pantalón decente para ponerme y una camiseta, que si salgo sin ella mi hermano me dirá que hago con tan poca ropa y que es invierno, parece ser que a veces se olvida de que pasta estoy hecho —. A propósito Mannes, ¿qué hora es?

—La hora de comer.

¿Tan tarde es?

—Mueve el culo y ven para aquí, vamos a comer y mientras hablaremos — ¿por qué se empecina tanto en hablar conmigo? ¿Qué me tiene que decir?

—Voy —ya estoy listo para salir de la habitación, pero me tardo otros tres minutos más antes de ir a la cocina. Escucho sus pasos alejarse y es ahí cuando abro la puerta.

En mis pies no llevo mis zapatillas de estar por casa, ya que se me han olvidado ponérmelas al vestirme tan rápido.

Veo a mi hermano de espaldas sin inmutarse de que yo estoy ahí, y decido darle un susto. Me acerco sigilosamente, me coloco justo detrás de él. Espero que no se esté haciendo el bobo y sepa que me encuentro aquí.

Mientras que mis dos manos tocan sus hombros yo digo un bu. La reacción de mi hermano es muy graciosa. Se echa para atrás de un susto mientras que a mí me obliga a retroceder haciéndome caer al suelo, él mira por encima de su hombro hacía mi posición y se descojona de la risa.

—Te lo tienes bien merecido estar ahí en el suelo —yo simplemente hago una mueca. Mi espalda ha crujido cuando me he caído de espaldas.

—Ha sido una simple broma, hermanito —me excuso —. Aunque el que se ha llevado la peor parte soy yo, no te quejes tanto.

Mannes me tiende la mano para poder cogerla y hacer impulso para levantarme del suelo.

—Gracias —digo una vez que ya estoy de pie.

—No tienes que darlas —le resta importancia —. Vamos a comer algo, seguro que te estás muriendo del hambre que tienes —hasta que no lo había mencionado, no me acordaba ni de la comida.

Yo no tengo mesa de comedor como puede haber en las casas y familias normales. Mi hermano muy astuto ha dejado en la mesita —en la que pongo yo las cosas —dos bandejas repletas de comida.

—¿Quieres que salga rodando de la cabaña? —bromeo.

—No has probado bocado en más de un día, por eso he puesto esta cantidad. Si sobra algo, se puede dejar para la noche u otro día —yo asiento, sin tener la necesidad de hablar.

¿Habrá dormido aquí? ¿Sabrá donde está nuestra madre? Ahora se le nota muy normal, no ha bebido esa bebida que le hacen ingerirla.

—Deja de pensar demasiado y come —me regaña. Iba a decir algo, pero me corta de inmediato —. Cuando acabes me puedes preguntar lo que quieras, yo responderé lo que sé y pueda decirte —deja escapar un suspiro.

Cojo la bandeja con cuidado para que no se vuelque el contenido de los platos y la poso en mis piernas para una mejor comodidad.

Comemos en completo silencio, solo se escucha la voz de algún cantante que está sonando en la radio. No tengo ni idea de quién es, puesto que yo casi no la enciendo y el móvil tres cuartas partes de lo mismo. La mayoría de las veces está sin batería y cómo no lo necesito para nada, no lo pongo a cargar o simplemente me olvido que tengo uno.

—Hoy no tienes pensado salir, ¿verdad? —niego con la cabeza mientras me meto en la boca la última cucharada de sopa — ¿Aun sigues cansado? Es temprano todavía.

—Cuando insistes tanto hay una razón por medio, ¿cuál es? ¿Me vas a llevar donde madre de nuevo? —sé que mis expresiones en mi cara se han endurecido por la tensión que ahora mismo tengo en el cuerpo. ¿En serio es tan imbécil de hacer la misma estrategia dos veces? ¿Tan inútil es que no sabe pensar otro plan?

—No, la verdad es que no se me había pasado por la cabeza en ningún momento Annelien —hace una mueca, para después mirar confundido a la nada, parece ser que se ha quedado inmerso pensando en cualquier cosa que se le haya venido a la mente.

Aprovecho mientras él se encuentra pensando para poder recoger lo poco que hemos utilizado para comer y llevarlo a la cocina. Lo dejo todo en el fregadero, para luego poder fregarlo. Vuelvo a mi sitio, pero antes de acomodarme bien, estiro mi mano para pasarla en frente de la cara de Mannes para que vuelva al presente.

Este no sale de su trance inmediatamente, tarda unos cuantos minutos en reaccionar, y cuando lo hace parece ser que esta algo desubicado, como si no supiera donde se encuentra.

—¿Te encuentras bien? —le pregunto mientras le observo atentamente, mientras el frunce el ceño mirando a su alrededor.

¿Qué diantres está pasando con mi hermano? O está haciéndome creer que esto es una farsa para bajarlo al pueblo y la otra opción es que no está fingiendo nada y en realidad le sucede algo, ¿Cómo sabré eso exactamente?

—¿Mannes? —vuelvo a nombrar su nombre puesto que, no me hace caso. Parece completamente ido. No me escuchaba ni tampoco me mira — ¿Mannes? —vuelvo a intentarlo.

Coloco mis dos manos en los brazos de mi sillón para poder impulsarme y levantarme. Me sitúo frente a él, quitándole la vista, pienso que así reaccionaria. No obstante, fallo de nuevo, ya que ni se inmuta, es más, mueve un poco su cuerpo para poder seguir mirando en esa dirección.

¿Qué mirará con tanto ímpetu?

Por algún casual me da por mirar en la dirección que este se fija, me doy lentamente la vuelta; por una parte, quería saber lo que observaba y por otra no. Justo cuando poso mi mirada en la pequeña ventana que tengo, alguien se esconde en uno de los laterales, sin perder un solo minuto me muevo hasta ahí para poder saber quién es la persona que está ahí escondida. Solo la veo de espaldas, pero con tan solo ver su pelo, aunque sea por detrás, se perfectamente quien es; Annelien, mi madre.

—Quédate ahí, no te atrevas a moverte —le advierto a mi hermano mientras paso por su lado acelerado para poder salir rápidamente de la cabaña e ir tras nuestra madre.

No se va a escapar.

Cojo velozmente un abrigo y las llaves de la cabaña. Salgo pitando dirigiéndome hacia donde ha desaparecido mi madre, monte abajo seguramente. Mis ojos están bien abiertos para mirar todo lo que esté al alcance de mis ojos por si veo la figura de Annelien. Y la veo, bajando bastante rápido; como para matarse si pisa mal.

La persigo, tomo el mismo camino que ella, así no la pierdo de vista en ningún momento. Echo hacia atrás mi cuerpo, para no darme de bruces con la nieve si por algún casual mi cuerpo se mece hacia adelante.

Cuando ya estoy medianamente cerca de ella decido hablar:

—¿Cuándo dejaras en paz a tu propio hijo? —a la espera de que tenga una reacción, meto mis manos en los bolsillos delanteros de los pantalones. También me fijo que estoy en zapatillas de casa y que no me he cambiado.

Annelien sin responderme, vuelve a avanzar, pero no le dejo descender mucho porque le agarro del brazo.

—¿A dónde piensas que vas? —con algo de fuerza consigo que dé la vuelta. Se hace un lio con los pies, pero logra estabilizarse y no cae al suelo.

—A algún lugar que no estés tú —escupe sin escrúpulos.

—¿Qué hacías espiando por la ventana de mi cabaña entonces? —voy a tener que empezar a tomarme alguna pastilla para no alterarme tan pronto, porque mi madre me pone de los nervios.

Levanto mi cabeza para poder mirarle a la cara cuando conteste, pero nada. La orgullosa de ella no piensa dirigirme la palabra.

—¿Te vas a comportar como una chiquilla? ¡Respóndeme! No tengo todo el día para esperarte, prefiero hacer otras actividades que estar viendo esa cara de muerta viviente que traes.

—¿Qué es más interesante? ¿Estar holgazaneando en tu cabaña sin hacer nada? —para no entrar más en conflicto con ella no le voy a responder a lo que acaba de decir y vuelvo hacer la misma pregunta que antes.

Mi madre aun piensa que estoy bajo su dominio como esta Mannes, pero está realmente equivocada.

Annelien me observa detenidamente, no soy descifrador de miradas, así que no tenía la más mínima idea del porque me miraba de esa forma.

—Si me quieres decir algo dímelo, no hace falta que intentes intimidarme —hago comillas con las manos en la última palabra dicha.

Sigue en las mismas, sin contestarme, perfecto.

—¿Me vas a decir de una vez que hacías en la ventana de mi cabaña? Creo recordar que una vez dijiste que no te acercarías a mi propiedad, y en pocos días te he visto dos veces ahí —mientras le voy diciendo las cosas, las escenas van viniendo a mi cabeza.

Al fin sale algo de su garganta, un gruñido. Me estoy empezando a desesperar. No contesta y yo no pienso esperar a que lo haga, porque puede ser que ni lo haga por orgullo.

—Esta vez ganas —hago una mueca —, pero ni se te ocurra volver a aparecerte por mi cabaña, estar cerca de mi hermano o que te contactes con él —le advierto con mi dedo índice apuntándole.

—¿Me etas amenazando? —y así es como se logra hacerle hablar a Annelien Dirksen. Sonrío por haberlo logrado— ¿Quién te crees que eres? ¡Es mi hijo!

—¿Quién soy? Tu hijo, aunque te duela en el alma —veo la incomodidad en su rostro. Sin embargo, borra de inmediato ese gesto para que yo no lo vea, pero llega tarde —. Y otra cosa —me hago el pensativo, para ganar tiempo y poder decirlo de la mejor manera —. Mannes será tu hijo, pero no tienes que ser una mala madre con él como lo estás haciendo conmigo, porque lo que haces no es ejercer como una, lo estas utilizando a tu antojo solo para hacerme llegar hasta a mí y hacerme daño, ¿piensas que soy tan estúpido? —Annelien se mantenía callada y normal que estuviera así —Y por último y no menos importante —me rio sin gracia —, lo que te he dicho antes, no es una amenaza, es una advertencia y como la incumplas, pongo una orden judicial, para que no te puedas acercar ni a cien metros.

Al estar tan cerca de mi madre, percibí que se removió inquieta.

—Vete y no vuelvas Annelien —antes de que desaparezca tengo que preguntarle un par de cosas —, aunque primero tengo unas preguntas para hacerte.

Annelien sube sus dos cejas hacia arriba y me da una mirada de superioridad. Odio cuando hace eso. Se cree la más poderosa del mundo.

—Tú estás loco —mueve el dedo índice puesto en la sien, dando a entender que estoy fatal al pensar eso —, ¿por qué te respondería alguna pregunta?

—Porque me las debes —suspiro con pesadez. Es bastante difícil llegar a un acuerdo con ella, a veces llega a ser desesperante. También puede caber la posibilidad de que mareé a la gente andándose con rodeos y no ser directa, le divierte hacer eso.

—Eso es falso y en verdad lo sabes, pero lastimosamente prefieres decir una mentira antes de hablar con sinceridad —ella abre bien los ojos. Y en ese mismo momento es cuando me siento un triunfador, le he pillado —. ¿Me vas a decir de una vez lo que quiero saber o te lo tengo que sacar con sacacorchos?

Me he cansado de esperar, me largo. No va a tenerme aquí ochenta horas esperando para que diga dos frases cuando a ella le salga de ahí abajo. ¡Me niego!

De acuerdo con mis pensamientos, mi cuerpo empieza a dar la vuelta para volver a mi casa. Mis piernas se ponen en funcionamiento para poder andar, solo escucho mis pisadas, no quiero mirar atrás tampoco, no tiene la más mínima intención de pararme tampoco. ¡Su orgullo firme ante todo!

—Recuerda lo que te dije —alzo la voz para que me escuche a la perfección y en otra ocasión no diga que no ha entendido lo que le decía por hablar en voz baja —. Tú veras lo que haces, pero me debes un par de respuestas. Y si quieres algo de mí, como mi sangre, me lo dices —pongo punto y final a la conversación levantando un brazo y haciéndole un gesto de despedida.

Me paro a unos metros de la cabaña, no quiero entrar todavía y enfrentar a una de las múltiples personalidades de Mannes que tiene gracias a mi madre. Mi espalda hace contacto con el tronco del árbol que tengo tras de mí. Suelto un suspiro tras otro. Intento tranquilizarme, pero no lo logro, aunque lo intente.

La tarde se presenta tranquila, no se escucha ningún alma. De repente empiezo a oír silbidos de una persona, al principio se escuchan lejanos conforme la persona se iba acercando sonaba más cerca ese sonido.

¿Quién en sus cinco sentidos sube por el monte cerca de donde yo vivo? Alguien que no era del pueblo, por supuesto.

—¿Quién anda por ahí? —hablo sin mirar a algún lugar en especial —Señor, anciano, niño, adolescente —enumero con mis dedos —. Si eres inteligente te darías la vuelta y bajarías al pueblo de inmediato.

Sigue sonando el silbido que produce la persona con su boca, no para. Las pisadas empiezan a sonar cada vez más cerca y a la vez sigilosas. Mi cuerpo está en alerta.

—¿A quién le hablas demente? —de entrada, no había reconocido la voz de esa persona. Aunque algo tenía claro, mujer no era — ¿Siempre hablas a la nada? Ah y por si no lo sabias, no pone ningún cartel en el cual ponga que subir aquí está prohibido —habla con un tono burlón y de superioridad.

No sé si aplaudirle o meterle una hostia bien dada cuando lo tenga en frente, y ya de paso quitarle esa mascara horrenda de su cara. Si, era cien por cien seguro de que era Teunis el que estaba parloteando como un idiota. Todavía no me decido por quien me irrita más, si mi madre o él.

Sigo mirando hacia delante hasta que Teunis se me planta frente a mí, quitándome toda la visión que tenía. La careta de payaso de tan cerca, daba un poco de miedo y lastimosamente no me podía echar para atrás para alejarme un poco, tampoco irme pitando a mi cabaña, no eran opciones viables.

—¿Te puedes apartar? —gesticulo con mis manos a la vez que hablo.

Veo que niega con la cabeza reiteradas veces. A este sujeto no lo conozco en lo absoluto, así que no tengo ni idea de lo que puede llegar hacer conmigo, a que limite puede llegar. Estoy casi seguro que es peor que mi madre, pero no lo puedo confirmar aún.

—Te ves demasiado intimidado en estos instantes —sus palabras suenan a cachondeo del bueno. ¿A este que le pasa? ¿A qué se refiere? —. Hace apenas —deja de observarme para prestarle atención a su reloj, para de nuevo posar sus ojos a través de la máscara en los míos —diez minutos escasos, le plantabas cara a tu queridísima madre, ¿dónde ha quedado ese repentino valor?

Frunzo el ceño ante lo que sale de su boca, ¿ha estado escuchando la conversación que acabo de tener con mi madre? Vale que estábamos en un sitio público y todos pueden escuchar. Aunque por aquí no se suele haber nadie casi nunca, por no decir que nunca jamás pasea nadie por estos sitios.

—¿Te gusta espiar a las personas mientras tienen conversaciones que a ti no te incumben? —digo enfadado.

—Conmigo no podrás muchacho —me advierte tajante.

¿Este quien se cree? ¿El rey del universo? Que baje de esa nube de algodón, nunca llegará a obtener ese título.

—Me acabo de perder en la conversación tan interesante que teníamos —digo con un sarcasmo bastante notable y llevándome una de mis manos a la boca, simulando que he bostezado —, como has visto tengo mucho sueño y no quiero discutir con una persona la cual no muestra ni su cara. Así que si te apartas podría irme a mi cabaña a descansar.

El ceño de Teunis se endurece, igual que sus facciones y su cuerpo entero se tensa, ¿Cómo sé que sus facciones se endurecen? Fácil, su cara ha cambiado completamente con solo ver sus ojos. ¡Echan chispas!

—¿Te has cabreado? ¿He dicho algo que te haya podido ofender? —me hago el pensativo, aunque sepa a la perfección la respuesta.

Un bufido sale del fondo de su garganta. Pienso que está intentando no abalanzarse hacia mí y pegarme un par de bofetones. Reconozco que me los merezco por provocar. Asimismo, me lo pone a huevo. Se controla demasiado bien...hasta que explote.

—¿Cuánta paciencia sueles tener? —mientras formulo la pregunta, empiezo a desplazarme hacia la derecha para poder salir de ahí.

No puedo tener un día entero tranquilo, parece ser que la paz que tenía antes en mi vida, ya no volverá en muchísimo tiempo.

—Entre poco y nada —pasito a pasito voy retrocediendo, él no avanza, se queda en la misma posición, pero me sigue con cada movimiento que hago —. No creas que no soy consciente de que haces. Por esta vez te dejo marchar, pero tranquilo que me nos encontraremos muy pronto —su risa es escalofriante y sus palabras me están dando miedo, más que las amenazas que me pueda decir Annelien.

¿Me vigilara entre las sombras mientras yo no me percato?

Con esa pregunta en mente doy media vuelta y ahora si corro rápidamente hasta llegar a mi querida cabaña y entro en ella. Cuando cierro la puerta, me apoyo en ella deslizándome hasta el suelo, me llevo las manos a la cabeza y grito de impotencia.

¿Qué coño está ocurriendo en mi vida? ¡Necesito una normal!


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