9 Final de la Ruta 1 E2
Anon se reunió con Naomi, Naser y Lucy en una pequeña cafetería, a solo una semana de la graduación. La conversación fluía entre ellos, como siempre, pero todos sabían que una decisión importante estaba por ser revelada. Anon, después de una larga pausa y con una leve sonrisa, decidió romper el silencio.
—He decidido... —dijo, sintiendo la tensión en el aire—. Aceptar la oferta de ST. Hamonds. Iré a la misma universidad que Lucy.
Antes de que pudiera decir algo más, Lucy saltó de su asiento, llena de emoción. Un grito ahogado de alegría salió de sus labios mientras lo abrazaba con fuerza, con los ojos brillando.
—¡No puedo creerlo! —exclamó, su voz temblando—. ¡Pensé que teníamos que tomar caminos diferentes... al menos por unos años!
Anon, algo sorprendido por la efusiva reacción, sonrió mientras correspondía el abrazo. Sintió la humedad de las lágrimas de Lucy en su camisa y supo cuánto significaba para ella esta noticia.
—No me podía imaginar estar lejos de ti Lucy —admitió, riendo suavemente—. Además, me he dado cuenta de que quiero estudiar para ser especialista de sonido. Ayudar con tu banda me hizo darme cuenta de lo mucho que disfruto trabajar con la música, aunque no sea tocando un instrumento.
Naomi, que había estado observando con una pequeña sonrisa, se inclinó un poco hacia él.
—¿Estás seguro de tu decisión, Anon? —preguntó con una mezcla de seriedad y ternura—. Es un gran paso.
Anon asintió, sin vacilar.
—Lo he pensado mucho, Naomi. Esto es lo que quiero. Quiero seguir creando cosas increíbles con ustedes, y con lo que aprendí ayudándolos, siento que es el camino correcto.
Naser, que había estado en silencio, finalmente habló, mostrando su apoyo con una simple sonrisa.
—Estás haciendo lo correcto, Anon. Estamos contigo.
Ya con la decisión tomada, solo quedaba la esperada graduación. Aunque ni Naser ni Naomi se graduaban aún, ya que les faltaba un año, ambos asistieron para apoyar a sus amigos. La ceremonia fue larga, llena de momentos emotivos, pero hubo uno en particular que sobresalió.
Cuando llegó el momento de entregaron varios reconocimientos antes de dar los diplomas, era una tradición en la escuela, varios estudiantes ganaron premios como, el mejor deportista, el más inteligente, el payaso de la generación, etc etc. Premios simbólicos para agregarle algo especial al evento, el director Spears subió al escenario. Mientras todos esperaban, el silencio se rompió con su grave voz, para dar el premio más importante de todos.
—El premio al mejor estudiante de esta generación no es solo para el más inteligente, guapo o frenético etc, sino para aquel que ha superado las adversidades, el que ha demostrado verdadera perseverancia.
Hubo un murmullo de curiosidad entre los asistentes, pero Spears continuó.
—Este año, el reconocimiento va para alguien que ha enfrentado cada obstáculo y ha logrado destacarse no solo académicamente, sino también como persona. Y casi toda la generación votó por él... Anon. Y. Mous.
Anon, completamente sorprendido, se levantó mientras los aplausos llenaban el salón. Al caminar hacia el escenario, podía sentir los ojos de todos sobre él, pero solo pensaba en sus amigos. Lucy, Naomi y Naser lo miraban con orgullo, especialmente Lucy, cuyos ojos brillaban más que nunca.
Al recibir el premio, Spears le dio una mirada severa pero cálida.
—Bien hecho, muchacho —dijo mientras le entregaba el trofeo—. Te lo has ganado.
Cuando la ceremonia terminó, todos se reunieron para la tradicional foto grupal. Justo cuando la cámara estaba por capturar el momento, Lucy, sin previo aviso, tomó el rostro de Anon entre sus manos y lo besó profundamente. El clic de la cámara coincidió con el instante, capturando no solo la imagen, sino la esencia de todo lo que habían vivido juntos.
Al separarse, Anon, completamente sorprendido, notó que Lucy sonreía de oreja a oreja.
—Era lo mínimo que podía hacer por ti —susurró, con una mirada que lo decía todo.
Y así, la graduación terminó con risas, abrazos y la promesa de que, aunque la vida los llevaría por caminos diferentes, siempre estarían conectados por los recuerdos que habían creado juntos.
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Anon se encontraba sentado en el sillón de la sala, sosteniendo un álbum de fotos en sus manos. A su lado, una pequeña niña, un pterodáctilo que compartía rasgos asombrosamente similares a su madre, Lucy, lo observaba con curiosidad.
—Papá, ¿estás bien? —preguntó Amber, mientras sus pequeñas alas revoloteaban de forma inquieta.
Anon sonrió con ternura, cerrando el álbum con delicadeza.
—Solo estaba recordando algunas cosas, Amber —dijo suavemente, acariciando la cabeza de su hija—. Momentos del pasado.
Antes de que la conversación pudiera continuar, la voz familiar de Lucy se escuchó desde la cocina.
—¡Ya está lista la cena, mis amores! —anunció alegremente.
Amber brincó de emoción, batiendo sus alas con entusiasmo.
—¡Dino nuggets! —exclamó, sabiendo que cada vez que su madre cocinaba, los nuggets de dinosaurio eran una tradición infaltable. Sin esperar más, salió disparada hacia la cocina.
Anon observó cómo Amber corría, sonriendo para sí mismo. Guardó el álbum en su lugar justo cuando se escuchó el sonido de la puerta abriéndose. Naser y Naomi entraron con varias bolsas de compras, claramente agotados por la carga. Entre ellos iba su hijo, Noob, un pterodáctilo muy parecido a Naser, que arrastraba los pies, evidentemente cansado de la jornada.
—¿Todo bien por aquí? —preguntó Naser, soltando las bolsas en el suelo con un suspiro de alivio.
Lucy, que había salido a recibirlos, se agachó hasta la altura de Noob, con una sonrisa maternal.
—Hice dino nuggets, Noob. Amber ya debe de estar comiéndolos apúrate o se los va a acabar —le dijo con dulzura.
El pequeño levantó la cabeza y fue corriendo a la cocina para no quedarse con hambre
Naomi, mientras tanto, se estiraba, masajeando su espalda con una expresión de agotamiento.
—Me duele todo... —se quejó, dejando caer la última bolsa y cayendo sentada al sofá—. Cargar tanta comida es más difícil de lo que parece.
Anon se levantó del sillón con una sonrisa divertida, acercándose a ella para darle una mano.
—No te preocupes, Naomi. La próxima vez me encargo yo... o hacemos que Naser cargue todo. —Soltó una leve risa mientras Naser levantaba una ceja.
—¿Qué tal si repartimos la carga la próxima vez? replicó Naser con una sonrisa cansada.
Anon fingio pensar poniendo su mano en su menton —Nha es su turno este mes. —
Los cuatro rieron mientras se dirigían a la cocina, el ambiente familiar lleno de calidez y comodidad. El sonido de Amber y Noob disfrutando de sus nuggets les recordaba que, aunque habían pasado años y mucho había cambiado, esos pequeños momentos de felicidad seguían siendo los más importantes.
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Tras la graduación, la vida de Anon y Lucy dio un giro importante. Decidieron mudarse juntos a St. Hammond, donde ambos estudiarían, Lucy estudiaba música, mientras que Anon se adentraba en el mundo de la ingeniería de sonido.
Mudarse juntos era emocionante, pero no tardaron en darse cuenta de que vivir lejos de la familia de Lucy complicaba las visitas, especialmente con sus agendas tan ocupadas. A lo mucho, lograban ir una vez al año. Sin embargo, ambos hicieron un esfuerzo especial para asistir a la graduación de Naomi y Naser, quienes, después de la ceremonia, fueron aceptados en Pterovard, una de las mejores universidades del país.
—Naser en medicina y Naomi en psicología pedagógica... al final decidio dejar de lado el negocio familiar, por un deseo personal si que cambio mucho —comentó Lucy con una sonrisa orgullosa, mientras ella y Anon charlaban en su pequeño apartamento después de la graduación de sus amigos.
—Siempre supe que Naomi tenía eso de maestra en ella —agregó Anon—. ¿Te acuerdas cuando me ayudaba a estudiar? Nunca pensé que me llevaría tan lejos.
Lucy asintió, recordando aquellos días, mientras miraba por la ventana del apartamento, con una mezcla de nostalgia y orgullo.
—Sí, y míranos ahora —dijo, tomando la mano de Anon—. Quién diría que terminaríamos alquilando este lugar y viviendo juntos, construyendo nuestras propias vidas. A veces me siento abrumada, pero no cambiaría nada de esto.
Los años que siguieron fueron tranquilos, aunque no sin desafíos. La convivencia inicial fue complicada, pero ambos aprendieron a sobrellevar los defectos del otro y a apoyarse mutuamente. Lucy, con su naturaleza artística y algo caótica, chocaba ocasionalmente con el enfoque más meticuloso y organizado de Anon, pero esas diferencias les ayudaron a crecer.
—Sabes que no siempre soy la persona más ordenada... —decía Lucy, riendo mientras intentaba limpiar los platos apilados en el fregadero.
—Y yo no siempre soy el más paciente... pero lo estamos logrando, ¿no? —respondió Anon, tomándola de la cintura y besando su mejilla.
Cuando se graduaron, en lugar de volver de inmediato, decidieron quedarse un año más en la ciudad, disfrutando de esa libertad de estar solos en un lugar que sentían propio. Sin embargo, esos cuatro años de estudio y vida en St. Hammond significaron una desconexión casi total con Naomi y Naser.
El contacto se cortó, no por falta de interés, sino por el ritmo de la vida y la distancia que el tiempo y las responsabilidades imponen.
A pesar de todo, la amistad no se desvaneció. Cuando Naomi y Naser finalmente se graduaron, hubo una reunión especial en la casa de los padres de Lucy y Naser. Cuando los cuatro se encontraron después de tanto tiempo, fue como si nunca se hubieran separado.
—¡No puedo creer lo rápido que ha pasado el tiempo! —dijo Naomi con una risa alegre, abrazando primero a Lucy y luego a Anon.
—Cuatro años... pero siento como si fuera ayer —añadió Naser, dándole una palmada en la espalda a Anon.
—¿Y cómo les ha ido en Pterovard? —preguntó Lucy, sus ojos brillando de emoción. Sentía que, a pesar del tiempo separados, esa conexión especial entre todos seguía intacta.
—Fue increíble... agotador, pero increíble —respondió Naomi—. Pero ya lo logramos. Ahora toca el siguiente paso.
Anon, sonriendo al ver lo bien que sus amigos estaban, asintió.
—Sabía que ustedes lo lograrían. Me alegra tanto verlos. Aunque, siendo honestos, extrañé este tipo de momentos.
La conversación fluyó durante toda la noche, poniéndose al día, compartiendo historias y recuerdos. Ni la distancia ni el tiempo lograron desgastar la amistad entre ellos.
—Es como si nada hubiera cambiado —dijo Naomi, abrazando a todos mientras la noche avanzaba.
—Eso es lo mejor de las verdaderas amistades —concluyó Anon—. Puedes estar separado un tiempo, pero al final, siempre vuelves a donde todo empezó.
Los cuatro, Anon, Lucy, Naser y Naomi, cenaban tranquilamente en la casa de los padres de Naser y Lucy.
Ripley había felicitado a sus hijos por haber llegado tan lejos y para ese punto ya era muy cordial con Anon.
La velada estuvo llena de risas y recuerdos compartidos, mientras Ripley y su esposa observaban a sus dos hijos y sus parejas con orgullo. De repente, Ripley, con una sonrisa nostálgica, decidió hacer un anuncio importante.
—Chicos, después de mucha deliberación —dijo Ripley, apoyándose en la mesa—, he decidido retirarme finalmente de mi trabajo como sheriff.
La sorpresa fue inmediata. Lucy y Naser intercambiaron miradas, y Naomi alzó las cejas en señal de asombro.
—¡Papá, eso es increíble! —exclamó Lucy, con una sonrisa de oreja a oreja, mientras se inclinaba hacia él.
—¡Felicidades, viejo! —agregó Naser, dándole una palmada en el hombro.
Ripley, con una expresión de satisfacción, continuó:
—Sí, tu madre y yo hemos decidido mudarnos a un lugar más tranquilo. Queremos viajar por el mundo, conocer nuevos horizontes y, francamente, disfrutar del retiro. Hemos trabajado toda la vida y ahora es el momento de vivir para nosotros.
Su esposa sonrió y asintió, claramente emocionada por lo que venía. Lucy y Naser se levantaron para abrazar a sus padres, con sus ojos brillando de felicidad.
—Se lo merecen —dijo Naomi con una sonrisa cálida—, después de tanto tiempo trabajando, es lo mejor que pueden hacer.
Ripley se aclaró la garganta y sacó un pequeño manojo de llaves de su bolsillo, dejándolo en la mesa. El tintineo del metal capturó la atención de todos.
—Pero eso no es todo —dijo Ripley con una sonrisa traviesa—. Hemos estado pensando mucho en esto y decidimos que es hora de darles algo a ustedes dos como regalo de graduación... aunque, bueno, un año tarde para Lucy y Anon.
La sorpresa en los rostros de los cuatro jóvenes fue evidente. Lucy levantó una ceja, intrigada, mientras Naser entrecerraba los ojos, como intentando procesar lo que estaba ocurriendo.
—¿Papá...? —preguntó Lucy, dudosa, mirando las llaves.
Ripley sonrió con orgullo.
—Les dejamos la casa, hijos. —Hizo una pausa, disfrutando del impacto de sus palabras—. Ustedes deciden qué hacer con ella. Si la quieren vender y repartirse el dinero, o hacer algún arreglo... lo que deseen. Es suya ahora.
Lucy se cubrió la boca, completamente asombrada. Anon, al ver la expresión de su prometida, le tomó la mano, sonriendo con ternura.
—Es... un regalo increíble, papá... —dijo Naser con una mezcla de gratitud y emoción—. No sé qué decir.
Ripley se levantó de la mesa, aún sonriendo.
—No tienen que decir nada. Simplemente disfruten. Y disculpen si esto suena apresurado, pero... —miró su reloj con una leve sonrisa— nuestro vuelo sale en dos horas, y estamos muy emocionados por esta nueva aventura.
En ese momento, su esposa se sonrojó y le dio un leve codazo en las costillas.
—Querido... no aquí, no delante de los niños... —susurró ella, riendo nerviosa.
La incomodidad en la habitación era palpable. Lucy y Naser se revolvieron en sus asientos, incómodos con la insinuación, mientras Anon y Naomi se sonreían entre sí, tratando de no reír.
—Sí... bueno, ya está dicho —Ripley intentó volver al tema, un poco torpe—. Nos despedimos en el aeropuerto, y... ¡por favor, no vendan la casa sin pensarlo dos veces! Les dejaremos la dirección de nuestra nueva casa en Rockwai, aunque quién sabe cuándo estaremos allí, porque vamos a viajar mucho. Así que, avísennos con tiempo si nos quieren visitar.
Después de una despedida rápida y emotiva en el aeropuerto, vieron a Ripley y su esposa partir hacia su nueva vida de aventuras. Mientras conducían de regreso a casa, Lucy miró a Anon, sus ojos llenos de emoción.
—No puedo creer que nos hayan dado la casa... —susurró Lucy—. Esto es mucho más de lo que jamás imaginé.
—Creo que es un nuevo comienzo para todos —respondió Anon, entrelazando sus dedos con los de ella—. Y de alguna manera, siento que todo está justo como debería estar.
Los cuatro estaban en una encrucijada. Después de recibir la casa de Ripley como regalo de graduación, Lucy y Naser eran los únicos con derecho a decidir qué hacer con ella. Tanto Anon como Naomi sabían que, aunque no tenían voz ni voto, respetarían la decisión de los hermanos.
Si las cosas fueran como antes, Naser y Lucy habrían estado peleando por quién se quedaba con la casa, pero ahora con su relación sanada, las cosas eran más complicadas.
Decidieron tomarse su tiempo para pensar. Durante dos semanas, los cuatro vivieron juntos en la casa de la infancia de Lucy y Naser y fue como un viaje en el tiempo, a aquellos días felices en los que compartían todo.
Las risas y las bromas estaban a la orden del día, y el ambiente era tan relajado como siempre. Anon y Naomi, como en los viejos tiempos, recuperaron su pequeña rivalidad en los videojuegos de disparos, retándose mutuamente hasta altas horas de la noche. Mientras tanto, Lucy y Naser pasaban tiempo juntos como hermanos, charlando y recordando su infancia.
Era casi perfecto. Había una confianza tan profunda entre ellos que no había vergüenza ni incomodidad. Las barreras emocionales que alguna vez existieron parecían haberse desvanecido por completo. Se conocían demasiado bien y se respetaban tanto que no había necesidad de esconder nada.
Una tarde, mientras todos estaban relajados en la sala, Naomi, sin darse cuenta de lo que sus palabras implicaban, soltó un comentario casual.
—Sería genial si esto pudiera durar para siempre, ¿no? —dijo mientras se estiraba en el sofá, con una sonrisa soñadora en los labios.
El comentario hizo que el ambiente en la sala cambiara ligeramente. Lucy y Naser se miraron, como si una idea tomara forma en sus mentes al mismo tiempo. Ambos se quedaron en silencio por unos segundos, procesando lo que acababan de escuchar.
Finalmente, Lucy fue la primera en hablar, con un brillo de emoción en los ojos.
—¿Por qué no? —dijo, mirando a Naser con una sonrisa cómplice—. ¿Por qué separarnos de nuevo? Aquí no hay ningún problema, si hemos podido vivir juntos estas dos semanas sin problemas, ¿qué nos impide hacerlo más tiempo?
Naser asintió, pensativo, antes de mirar a los demás.
—Podríamos probarlo por un tiempo —añadió él—. Si funciona, genial. Y si no... vendemos la casa y nos dividimos el dinero. Pero, honestamente, creo que esto podría ser bueno para todos.
Anon y Naomi intercambiaron miradas, sorprendidos pero intrigados por la propuesta. No había tensión ni dudas, solo la sensación de que, tal vez, esta idea no era tan loca como parecía al principio.
—¿Vivir juntos? —repitió Anon, levantando una ceja—. Bueno, ya lo estamos haciendo, y ha sido divertido. Así que... ¿por qué no? Probemos.
Naomi sonrió ampliamente, entusiasmada por la idea.
—Sí, estoy dentro. No tengo nada que perder, y ya hemos demostrado que podemos confiar el uno en el otro.
Con una sonrisa de complicidad, los cuatro sellaron su decisión.
Y así, más de 10 años después, seguían juntos bajo el mismo techo. Lucy y Anon se convirtieron en padres de una pequeña llamada Amber, mientras que Naomi y Naser tuvieron a su hijo, Noob. La casa se llenó de vida y risas, y los cuatro continuaron viviendo en armonía, como una familia. De 6.
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Anon recordó también el momento en que Naomi y él decidieron unirse en matrimonio con Lucy y Naser.
Cuando llegó el momento de las bodas, decidieron hacer una ceremonia doble. Lucy fue la dama de honor de Naomi, y Naser fue el padrino de Anon, y viceversa, demostrando que, después de tantos años, no solo seguían siendo amigos, sino que eran familia.
Todo en sus vidas parecía perfecto, y aunque la vida no siempre era fácil, siempre encontraban la manera de superarlo juntos, como lo habían hecho desde el principio.
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De regreso al presente en esa tarde de invierno.
Anon y Naomi estaban en el balcón de la casa, mirando el horizonte mientras la brisa suave acariciaba sus rostros. La luz del atardecer pintaba el cielo de tonos anaranjados y rosados, y en ese momento de tranquilidad, ambos se sentían en paz, satisfechos por las decisiones que habían tomado a lo largo de los años.
Naomi se apoyó en la barandilla, sonriendo mientras recordaba.
—Y pensar que todo esto empezó por una sopa de repollo... —dijo, con un toque de nostalgia en su voz.
Anon rio suavemente, girando la cabeza hacia ella.
—Y pensar que aún es tu favorita —respondió con una sonrisa.
Naomi suspiró, mirando el horizonte como si buscara respuestas en el cielo.
—A veces me pregunto qué habría pasado si no hubieras llegado ese día... —dijo en voz baja—. Si yo hubiera muerto por esa fiebre, si no te hubiese llamado en ese momento, a pesar de lo horrible que fui contigo antes. Nunca lo olvidé, ¿sabes?
Anon también suspiró, recordando aquellos días difíciles. Su mirada era serena, sin rastro de resentimiento.
—Lo importante es que las cosas pasaron como debían —dijo, con sabiduría en su tono—. Ya no se pueden deshacer, y eso es algo bueno. Nos llevó a esto, a estar aquí ahora.
Naomi lo miró y una sonrisa cálida se formó en su rostro. Había recorrido un largo camino, y en ese momento, entendía lo afortunada que había sido de tener a Anon a su lado, incluso cuando las cosas no habían sido fáciles.
—Eres el mejor amigo que alguien podría tener, Anon —dijo con sinceridad, sus ojos reflejando el aprecio que sentía.
Anon la miró con la misma sinceridad y respondió con una sonrisa.
—Lo mismo digo, Naomi.
Ambos levantaron la mano y chocaron los cinco en un gesto simple pero lleno de significado, sellando una amistad que había superado todo. Mientras el sol terminaba de ocultarse en el horizonte, dejando paso a la noche, la historia de ellos dos llegaba a su fin, pero sabían que siempre estarían ahí el uno para el otro.
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Nuevamente ambos volvieron a las mismas posiciones para disfrutar del aire, Naomi noto que la mano de Anon estaba cerca de la de ella, ella acerco su mano a la de él sin que lo notara... estaba por tocarla cuando se arrepintió y regreso la mano a su lugar inicial... mientras por uno de sus ojos caía una lagrima imperceptible, y con el otro miraba su mano con desdén y culpa...
—Final 2 La actriz eterna y su amor desinteresado—
¿Alguien se esperaba este desenlace? ¿Les rompí el corazón? Pues es solo la punta del iceberg prepárense para la Ruta 2.
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