6.4 La cena

Punto de vista de Anon.

Nuevamente me encontraba frente a la mansión de Naomi. Me detuve un momento antes de tocar el timbre, intentando calmar los nervios que me invadían, aunque intentaba convencerme de que no tenía motivos para estar nervioso. Después de todo, no es como si estuviera visitando a los padres de mi novia... eran solo los padres de Naomi.

Pero mientras esperaba, mi mente se llenaba de pensamientos sobre el futuro. Quedaban poco más de tres meses para la graduación, y después... universidad o el ejército, esas parecían mis únicas opciones. Pero ahora mismo no quería pensar en ello, y menos con esos pensamientos rondándome la cabeza.

Tomé aire y toqué el timbre, forzando mi mente a alejarse de esa pelea interna. Al momento, la puerta se abrió y me recibió un triceratops de tonos amarillos vestido como mayordomo. Me miró con una mezcla de sorpresa y análisis, como si no esperara ver a alguien como yo en la entrada de aquella casa. Después de un breve segundo, su expresión se volvió neutra y profesional.

—Sígame por aquí —dijo con un tono cortés y seco.

Por un instante, consideré decirle que ya conocía el camino, pero decidí no ponerme quisquilloso. Caminé detrás de él, con la incomodidad de sentirme ligeramente fuera de lugar en cada paso que daba, hasta llegar a la sala donde ya me estaban esperando. Al entrar, vi a Naomi sentada junto a su padre, Antony, un hombre de actitud amable y mirada paciente. Y junto a ellos, una parasaurio de tonos magenta, con una melena rubia impecable y una figura elegante que delataba sus años de cuidado y disciplina. Su porte y la energía que emanaba dejaban en claro que estaba frente a la famosa "hueso duro de roer" de la familia Moretti.

Naomi me hizo un gesto para que me sentara a su derecha, y me sorprendí un poco al sentir la tensión en mis hombros al sentarme. De alguna manera, todo esto parecía menos una cena casual entre amigos y más una presentación formal, como si de pronto fuera a ser evaluado como un posible... yerno, ja, no me la creo ni yo.... ¡Carajo! La idea casi me hizo toser, pero me contuve. Simplemente, intenté actuar natural.

El silencio era palpable, y yo no sabía quién debía romperlo. No quería ser ni demasiado confiado ni demasiado retraído, pero el espacio entre nosotros parecía estirarse con cada segundo que pasaba sin que nadie hablara. Los ojos de la madre de Naomi parecían evaluarme sin disimulo, y solo sentí cómo el nudo en mi garganta crecía mientras intentaba decidir qué hacer.

Justo en ese momento, Naomi puso una mano en mi hombro y me lanzó una mirada que reconocí de inmediato. Era una expresión tranquilizadora que, sin decir una palabra, transmitía claramente "Cálmate, Anon". Solté el aire lentamente y asentí, agradecido de tener a alguien que me comprendiera en medio de una situación tan tensa.

Finalmente, me animé a hablar y dirigí mi mirada hacia la madre de Naomi. Decidí mantener mi tono de voz sereno y respetuoso, aunque la incomodidad era imposible de ocultar.

—B-Buenas tardes, señora... Moretti —comencé, sintiéndome un poco torpe—. Soy Anon Y. Mous... el amigo de Naomi... solo amigo. —Las palabras salieron atropelladas y con un nerviosismo evidente.

La señora Moretti no dijo nada al principio, limitándose a levantar una ceja y a mirarme con una expresión inmutable, casi calculadora, que solo hacía que mi nerviosismo aumentara más.

La mujer me miró de una forma que nunca había experimentado tan de cerca... Esa mirada. Era la mirada de alguien que se veía por encima de los demás, con un desprecio que quemaba hasta a la distancia. No solo era una mirada de superioridad, sino que también destilaba asco. Me sentí como si hubiera cometido algún pecado al respirar el mismo aire que ella.

—Ya veo... —dijo Ella con un tono cargado de desdén, como si mi presencia fuera algo con lo que apenas podía lidiar.

No hizo ningún esfuerzo por presentarse. Para ella, presentarse frente a alguien como yo probablemente sería denigrante. Solo pude pensar en lo insoportable que debía de ser crecer bajo la sombra de una madre así, y finalmente entendí de dónde había sacado Naomi ese lado distante, casi plástico, que a veces mostraba en el pasado.

Antony, por otro lado, se limitó a mirarme con su habitual expresión relajada, casi como si estuviera acostumbrado a las formas de su esposa y no les diera demasiada importancia.

—Ella es mi esposa, Cassandra —me explicó con naturalidad, como si aquel comentario fuera suficiente presentación.

Por un segundo, vi a Cassandra arquear una ceja en dirección a su esposo, claramente molesta por su intervención, aunque se contuvo y no dijo nada. La tensión en el ambiente era casi palpable, y yo intentaba disimular mi incomodidad, aunque no era fácil. Hubo un gran silencio incómodo que se extendió entre todos, un silencio denso, hasta que el mayordomo nos rescató.

—La cena estará lista en media hora, por si gustan ir tomando asiento —anunció con una discreta inclinación.

Agradecido por la oportunidad de moverme, me levanté de inmediato, casi al unísono con los demás. Todos parecíamos ansiosos por salir de aquella escena, aunque fuese solo para cambiar de espacio. Nos dirigimos al comedor y tomamos asiento de nuevo. Yo intenté sentarme lo más lejos posible de Naomi para evitar causar problemas, pero ella me observó de reojo y, sin disimular, rodó los ojos en señal de impaciencia. Me señaló con un movimiento de cabeza el asiento junto a ella, una instrucción clara que obedecí sin chistar, resignado.

Sin embargo, la tranquilidad apenas duró unos segundos antes de que la matriarca rompiera el incómodo silencio, volviendo a traer una oleada de tensión con su tono autoritario.

—Naomi, me enteré de tu numerito del otro día —dijo, enfatizando con asco la palabra "numerito"—. Que peleaste con una... don nadie y que, por si fuera poco, te suspendieron una semana. Y no solo eso... ahora tienes que hacer trabajos forzados los sábados hasta fin de mes.

El comentario era casi una sentencia, y vi cómo Naomi se removía un poco en su asiento, claramente incómoda ante el reproche de su madre. La incomodidad era evidente, pero antes de que pudiera responder, Antony soltó una intervención que no pude prever. Era, sin duda, una salvada épica que pareció aligerar el aire.

—Yo también tengo algunas dudas respecto a eso... —dijo su padre, con un tono que apenas escondía la diversión—. ¿Ganaste? —

Pude ver la expresión de Cassandra endurecerse, los ojos abriéndosele como platos, y su sorpresa era evidente. Pero fue aún más inesperado ver a Naomi, quien, lejos de mostrarse arrepentida o intimidada, respondió con orgullo.

—Por supuesto que gané —afirmó, alzando un poco el mentón y mostrándose firme—. Y siendo sincera, llevaba un año queriendo darle una paliza a esa perra. —

Tuve que contenerme con todas mis fuerzas para no soltar una carcajada en medio de aquella tensión. Era como ver un choque de personalidades tan potente, y la incomodidad de Cassandra solo hacía la escena más surrealista. Pero mi control se hizo aún más necesario cuando vi a la matriarca golpear la mesa con fuerza, haciendo que los cubiertos tintinearan en sus respectivos platos.

—¿Qué carajos, Naomi? —exclamó Cassandra, su voz elevándose en indignación.

Mi amiga, cabeza de melocoton, se encogió de hombros y, sin perder la calma, murmuró con un suspiro:

—Fue un día muy movido madre. —Aunque lo decía con aire casual, vi cómo me lanzaba una rápida mirada de reojo, como si estuviera comprobando que entendía el peso de sus palabras.

A su lado, Cassandra dejó caer una mano sobre su propio rostro, como si estuviera soportando un enorme pesar, y negó lentamente.

—El asunto con Naser... no puedo creer que rompieras con él. —Suspiró y continuó, su voz impregnada de decepción y molestia—. Era el chico ideal, de buena familia, con un futuro brillante y un excelente deportista... en resumen, tu pareja ideal, sin du... —

Antes de que pudiera terminar, Naomi se enderezó y, en un tono controlado pero decidido, la interrumpió:

—Eso no es verdad, madre. —Hubo un breve silencio, suficiente para que la tensión se hiciera aún más palpable. Cassandra frunció el ceño, visiblemente molesta, pero Naomi no titubeó y continuó, su voz cargada de sinceridad y algo de tristeza—. Naser tenía muchos problemas que no había resuelto, problemas que arrastró a nuestra relación. Ahora, viéndolo en retrospectiva, esa relación fue casi un martirio para mí... Ah, y por cierto, la chica con la que peleé era su hermana. —

Cassandra apretó los dientes, evidentemente disgustada, y soltó un suspiro exasperado antes de decir con una expresión llena de desdén:

—Dios... rompes con el chico ideal, te vuelves irrespetuosa, te suspenden, y encima traes a un ski... —Dejó la frase a medias, con la palabra colgando en el aire, como si fuera incapaz de terminarla.

Pude ver cómo Naomi la miraba directo a los ojos, una mirada desafiante, la advertencia clara de que no se atreviera a decir lo que estaba a punto de insinuar. Cassandra pareció vacilar, apretando los labios con fuerza antes de finalmente cerrar los ojos y fruncir el ceño, una señal de su descontento y frustración acumulados.

—Y luego está esto... Anon. —Noté cómo me lanzaba una mirada de desagrado—. Parece que él es la raíz del problema. Es la única variable que veo aquí, la influencia que te está pudriendo por dentro, hija...—

Al escuchar aquella palabra, "pudriendo", sentí una extraña mezcla de rabia y resignación. De algún modo, era un término feo pero quizás, en su mente, encajaba con lo que ella imaginaba. No pude evitar pensar en lo rápido que una sola palabra podía reducir a una persona a nada más que una mala influencia.

Sin embargo, Naomi no perdió la compostura. Con una calma firme que casi me dejó sin palabras, replicó:

—Todo lo contrario, madre. Gracias a él, ahora siento que puedo ser yo misma. Jamás en mi vida me había sentido tan liberada, tan en paz conmigo. Anon me dio una lección de humildad en un momento en que lo necesitaba, y me hizo ver algo que había ignorado durante tanto tiempo: odiaba en lo que me estaba convirtiendo. —

Al terminar, Naomi bajó la mirada, y pude notar que sus ojos reflejaban una mezcla de dolor y aceptación. Cerró los ojos un momento, como si necesitara reunir fuerzas para seguir hablando, y después levantó la vista, con el mismo brillo decidido de antes.

—Por primera vez en mi vida no siento asco de mí misma cuando me miro en el espejo. Ya no tengo esa sonrisa plástica, esa que pretendía que todo estaba bien, que era feliz, que no me faltaba nada. —Hizo una pausa, respirando profundamente—. Era una obvia mentira. No era feliz... aún no lo soy del todo, porque siento que me falta algo, algo que todavía no sé definir, pero que sé que existe. Solo sé que, por primera vez, estoy yendo en la dirección correcta, hacia la verdadera felicidad, y sé que seguiré cambiando para bien. —

Naomi volvió a mirarme, sus ojos cargados de gratitud y honestidad.

—Y sé que es cierto, madre, porque por primera vez en mi vida tengo un amigo de verdad, alguien que no me dará la espalda, que estará a mi lado en este proceso y que, pase lo que pase, me apoyará. —

Me sonrojé un poco al escuchar a Naomi, sintiendo una mezcla de orgullo y... dicha, como si de alguna forma yo también hubiese alcanzado algo importante. Decidí aprovechar el momento y hablar:

—Yo también sé que tengo que cambiar. No quiero ser un perdedor sin futuro, estos tres meses que llevo aquí...

Pero Cassandra no me dejó terminar. Me miró con frialdad y, con un desdén cortante, me interrumpió.

—No me importa lo que tengas que decir, mocoso. —

Sentí una punzada de vergüenza y miedo; su tono y su mirada lograban hacerme sentir insignificante. Sin embargo, Antony intervino, su voz firme y decidida.

—Yo sí quiero escucharlo, Casie. —Le lanzó una mirada a su esposa antes de volver a mirarme con una expresión de aliento—. Continúa, por favor, Anon. —

Cassandra chasqueó la lengua en señal de desaprobación, pero me quedé en mi sitio, mirando al piso por un segundo para calmarme. Entonces sentí la mirada de Naomi sobre mí, su expresión transmitía un claro mensaje: Puedes hacerlo. Suspiré y reuní el valor para retomar mi explicación.

—Estos tres meses que llevo aquí... he aprendido mucho gracias a las personas que me rodean. —Mi voz sonaba algo vacilante, pero logré estabilizarla al seguir—. El director Spears me enseñó que todo el mundo lucha sus propias batallas. Con VVRUM DRAMA, la banda de... bueno, mi antiguo interés amoroso, aprendí cosas importantes a las buenas y a las malas, en partes iguales. Y con Naomi... si le soy sincero...—

Mi corazón empezó a acelerarse. Sentía una mezcla de incomodidad y nerviosismo; quería ser honesto, pero el miedo a lo que podrían pensar los padres de Naomi me mantenía paralizado. Sabía que Naomi se reiría, pero decir algo así de su hija, frente a sus propios padres...

Antony, captando mi vacilación, y de seguro sintiendo un Deja vu, me miró con una sonrisa divertida y añadió con tono alentador:

—Dilo, chico. —Me miró directamente, como si quisiera darme toda la confianza que necesitaba—. Me destrozaste el otro día, y sé que tienes algo fuerte que decir ahora. Hazlo, no te cortes. —

Cassandra lo miró confundida, como si no entendiera a qué se refería Antony. Sentí cómo el ambiente se volvía aún más tenso y tomé aire, tratando de no pensar demasiado en lo que vendría. Sonreí, un poco nervioso pero decidido, y asentí. La verdad es que este hombre me caía bien, y su apoyo me ayudaba a continuar.

—Está bien... —tosí un poco para aclarar la voz—. Mi primera impresión de Naomi... no fue buena, la verdad. Fue muy mala, de hecho. Si tuviera que describirla en una palabra... —Me detuve un segundo, casi queriendo arrepentirme, pero la mirada expectante de Antony me empujó a ser sincero—... diría que era... una perra plástica. —

Cassandra y Antony abrieron los ojos como platos, claramente sorprendidos por mi respuesta. En cambio, Naomi soltó una carcajada sonora y genuina, sin nada de la perfección plástica que antes la caracterizaba.

—Tú sigue —me dijo entre risas, con una sonrisa genuina—. Llevo un tiempo esperando oír esto. —

Suspiré, intentando reunir el valor para continuar, y solté el aire lentamente, mirando por un segundo el borde de la mesa antes de retomar.

—Niña rica, hija de papis, la clásica que no rompe un plato, clasista, racista, etcétera, etcétera... —noté cómo Cassandra fruncía el ceño, su expresión endureciéndose más con cada palabra—. También... también una psicópata manipuladora —agregué, notando la reacción en las caras de ambos padres—, alguien que no dudaría en usar a las personas como herramientas para conseguir lo que quisiera. Una egoísta sin ningún tipo de freno, una entrometida obsesionada con tener todo bajo su control. —

Cassandra se cruzó de brazos, y aunque intentaba mantener una compostura digna, sus ojos reflejaban ira contenida. De alguna manera, eso me hizo sentir aún más firme en lo que decía.

—Naomi intentaba proteger el falso castillo de felicidad que había construido con naipes. Se sentía superior solo por "salvar" a los más necesitados. —Mis palabras resonaron en el silencio de la sala, y el peso de cada una de ellas parecía hacerse más fuerte mientras hablaba—. Recuerdo cómo me sentí cuando me pidió la tarjeta de ayuda para la comida de la cafetería; fue humillante, casi como si me estuviera haciendo un favor pero en realidad estaba lastimando mi orgullo. —

Cassandra apretó las manos en puños, claramente indignada, y parecía a punto de levantarse. Sin embargo, antes de que hiciera el intento, Naomi la miró con una calma sorprendente y le pidió en voz baja —Déjalo que termine, por favor... necesito oír estas palabras. —

Hubo un silencio pesado entre ambas, y entonces Cassandra volvió a sentarse, aunque se le veía la frustración en cada línea de su rostro. Consciente de la tensión que estaba provocando, tomé una bocanada de aire para calmarme antes de seguir. Era duro, pero me negaba a suavizar la verdad.

—Incluso a mí me manipuló —admití, la voz cargada de una mezcla de resignación y algo de rencor—. Ella intentó juntarme con Fang, la hermana de Naser, solo por mero capricho, puro egoísmo... no le importaban los sentimientos de nadie más que los suyos. —Sentí una mezcla de incomodidad al recordar cada una de las situaciones forzadas en las que Naomi había estado detrás—. Su nivel de manipulación fue tan milimétrico que todavía asusta un poco.

Noté el desconcierto en la mirada de Antony, mientras Cassandra parecía cada vez más confundida y molesta.

—Aprovechó el hecho de que no había elegido mis optativas cuando recién ingrese y, sin consultárselo a nadie, las eligió ella, asegurándose de ponerme en las mismas que Fang. Forzó situaciones, encuentros... de a poco fue metiéndome en su vida hasta que, al final, lo logró. —Hice una pausa, tragando saliva al recordar aquella mezcla de emociones encontradas—. Me enamoré de Fang. Y con eso, comenzó a separar a Fang de Naser de a poco, con mi ayuda sin que me diera cuenta. —

Hice una pausa al sentir cómo la culpa se retorcía en mi pecho. Cassandra parecía entre indignada y confusa, como si no pudiera comprender cómo su propia hija había llegado a ser así. Y Antony... él solo me miraba, escuchando sin intervenir. En mi mente, aquellas imágenes surgieron con claridad, intensificando mi propio arrepentimiento.

—Aunque, claro, Naomi no contaba con que yo terminaría derrumbando su castillo de naipes —añadí, mi voz ahora casi en un susurro, con un dejo de amargura—. Lo primero que hice fue descubrir sus manipulaciones. Y luego intenté que Naser y Fang se reconciliaran, que comenzaran a sanar esa relación rota, justo después de que Fang se sincerara conmigo y me contara sobre el origen de las rencillas entre ella y su hermano. —

Las palabras se hacían más difíciles de pronunciar al recordar aquella escena. Fang, llorando en mi pecho, abriéndose de una forma en que nunca pensé que lo haría... La intensidad de ese momento volvió de golpe, y el dolor en mi pecho se hizo más palpable. Naomi, en silencio, deslizó su mano bajo la mesa y me tomó la mano, transmitiéndome una calidez que calmaba un poco aquel dolor.

Respiré hondo, buscando la manera de calmarme y ordenando en mi mente lo que diría a continuación. Sabía que lo que venía sería complicado.

—Y el segundo golpe... hace un mes —murmuré, tratando de encontrar las palabras adecuadas para un tema tan delicado—. Es algo que... bueno, solo diré que...

Naomi me interrumpió, tomando el relevo con una voz firme y segura:

—Anon destruyó completamente mi realidad. Me hizo ver la mierda de ser vivo en la que me había convertido... y me hizo darme cuenta de que no quiero volver a ser esa persona jamás. —

Mientras hablaba, me miró, sus ojos llenos de una intensidad que entendí al instante. Sentí que no debía detenerme ahí; esta era nuestra verdad y la íbamos a contar completa.

—Odiaba a Naomi —confesé con la voz baja, aunque lo suficientemente clara para que sus padres escucharan cada palabra—. De verdad, sentía un desprecio absoluto. No soportaba estar cerca de ella; incluso compartir el mismo aire se sentía como una tortura. Pero, con el tiempo, comprendí que ella también es una persona con sus propias fallas, alguien que también estaba luchando, aunque de la manera equivocada. No sabía cómo pelear realmente, y terminó eligiendo el camino más fácil, el más conveniente, el que tenía a su alcance. —

Hice una pausa, y sentí el peso de los recuerdos aplastándome un poco más. Mis sentimientos hacia Naomi habían cambiado de forma tan drástica que aún me costaba procesarlo.

—Después de una larga charla, en la que básicamente le rompí su visión de las cosas... me di cuenta de que, a pesar de todo, quería ayudarla. Quería echarle una mano. Al principio, no voy a mentir, lo hice por lástima y quizá por una especie de empatía egoísta —dije, sintiéndome expuesto, aunque sin arrepentimientos—. Sé que suena contradictorio, pero nuestra situación era tan parecida que no pude ignorarlo... solo que estábamos en extremos opuestos de la misma realidad. —

Sentí que las palabras salían sin filtro, pero de forma tan sincera que resultaba liberador. Observé la reacción en los rostros de sus padres: Cassandra parecía fría, casi escéptica, mientras que Antony permanecía en silencio, observándome con atención, como si realmente quisiera entender.

—Ahora, sin embargo, ya no lo veo así. —Me tomé un momento para mirarla, para que sus padres también pudieran ver esa conexión que habíamos forjado a través de todo el dolor y el esfuerzo—. Ahora, genuinamente quiero ayudarla. Ambos sabemos que somos personas rotas, que llevamos nuestras propias cicatrices y sombras. Pero durante todo este último mes, hemos aprendido a cuidarnos las espaldas. Naomi se convirtió en alguien en quien podía confiar... la única amiga de verdad que he tenido, y una persona que estuvo allí en mis peores momentos. —Al decirlo en voz alta, me di cuenta de lo mucho que significaba para mí.

Apreté los puños, recordando todas las veces que había dudado de nuestras decisiones, las veces que sentí que todo se caía a pedazos. Pero en el fondo, ambos habíamos elegido seguir adelante, juntos.

—Sé que ella solo necesitaba una bofetada de realidad... igual que yo en su momento —añadí con una sonrisa triste, recordando el punto más bajo de mi vida, el dolor de esos días de desesperanza—. Para ser sincero, yo también he tenido que tocar fondo para entender algunas cosas. —

Por un momento, mi mente volvió a esos días oscuros, pero me obligué a mover la cabeza, sacudiendo esos pensamientos, porque sabía que ya no quería ser esa persona. Con una mezcla de calma y decisión, terminé:

—En resumen, no tengo malas intenciones con Naomi, de verdad. Quiero ver en qué se va a transformar, y también quiero cambiar yo mismo. Tengo fe en ella, y sé que será mejor de lo que es ahora. —

Los padres de Naomi me miraron sin decir nada, sus expresiones serias, casi indescifrables, como si intentaran procesar lo que acababan de escuchar. Había hablado desde el fondo de mi corazón, sin filtros, y ahora me encontraba esperando, en silencio, sus reacciones.

Sentí algo cálido y suave contra mi pecho, seguido por un leve golpe. Miré hacia abajo y vi a Naomi, quien había estrellado su rostro contra mí pecho. Apenas si podía verlo, pero noté el brillo de lágrimas cayendo por su rostro. Ese peso sobre mi pecho, esa humedad... entendí que estaba llorando.

Antes de poder decir algo, Antony y Cassandra se levantaron rápidamente de sus asientos, alarmados. Pero Naomi, con la voz rota y entre sollozos cargados de dolor y culpa, les pidió detenerse.

—Lo siento... Lo siento mucho —logró decir entre lágrimas—. No eres ninguna herramienta, Anon. Ni mía, ni de Fang, ni de nadie. Eres una persona maravillosa, y agradezco a quien sea que esté allá arriba por haberte traído a mi vida. —Su voz temblaba, y cada palabra que salía de su boca parecía pesada y sincera, como si se estuviera liberando de un peso que llevaba dentro—. Te prometo que nunca volveré a hacerte daño de ninguna forma... Y voy a compensarte por todo el daño que ya he hecho. —

Su sinceridad me sorprendió y me dejó sin palabras, como si todas las emociones que compartimos en este último tiempo estuvieran finalmente convergiendo en este momento. Quería abrazarla, sentir que realmente estaba ahí para ella, pero sentía una mezcla de miedo y respeto hacia Antony, que observaba la escena sin moverse. Así que me contuve y en lugar de rodearla con mis brazos, opté por darle unas suaves palmaditas en la espalda, dejándola desahogarse a su propio ritmo.

Tras unos minutos, Naomi comenzó a calmarse. Respiró profundamente y, en un murmullo sereno, añadió:

—Siento algo de paz después de esto. Gracias, Anon. —

No pude evitar sonreír un poco ante sus palabras. Alcé el pulgar y le devolví la mirada con complicidad.

—Si veo que vuelves a ser una mierda, prepárate, porque te voy a regañar de nuevo —dije, con una sonrisa torcida. —

Ella sonrió también, levantando el pulgar de vuelta.

—Lo mismo digo. —

En ese momento, el mayordomo triceratops regresó con la comida y comenzó a servir cada plato con una precisión mecánica. El olor me recordó de inmediato lo hambriento que estaba; después de todo lo que habíamos pasado en esta cena, había olvidado por completo mi propio estómago. Miré los platos de tofu y vegetales y reprimí un suspiro. Últimamente solo comía comida vegana, y empezaba a echar de menos una buena fuente de proteínas que no fuera a base de soya.

De repente, Antony rompió el silencio con una carcajada fuerte que resonó en el comedor. Su risa fue tan inesperada que todos lo miramos sorprendidos, y él se limpió una pequeña lágrima del ojo mientras recuperaba el aliento.

—¡Dios, Anon! —exclamó entre risas—. Eres un experto en destruir a la gente... pero de una buena manera. —

Naomi, con una expresión de curiosidad y ligera confusión, se llevó la mano a los labios y lo miró, parpadeando.

—¿Qué quieres decir con eso, papá? —preguntó, entre divertida y cautelosa.

Antony soltó una última risa antes de mirar su plato de sopa y responder:

—El otro día, cuando hablé con él en Moe's, me destrozó verbalmente, tal como acaba de hacer contigo. Me dejó sin palabras. —

Para mi sorpresa, tanto Naomi como Cassandra parecían horrorizadas. Sus rostros se tensaron de inmediato, como si acabaran de escuchar algo incomprensible. Antony, sin inmutarse por sus miradas, señaló hacia mí con la palma abierta y añadió con una sonrisa que denotaba respeto:

—¿Qué puedo decir, Casie? Este chico me agrada. Veneno puro, como una víbora, pero preciso como un águila y con la valentía de un tigre. —

El rostro de horror de Cassandra y Naomi pareció intensificarse, y no pude evitar una pequeña sonrisa al ver sus reacciones. Era extraño, pero a la vez me hacía sentir que Antony entendía mi manera de ser, y eso, aunque no lo admitiera en voz alta, me generaba algo de orgullo.

El resto de la cena transcurrió en una calma sorprendente. No hubo más palabras profundas ni promesas de redención. Todo fluyó de forma más natural, como si este hubiera sido solo el primer paso de algo más grande. Sin embargo, mientras mordía el tofu y masticaba lentamente los vegetales, sentí que aún me costaría acostumbrarme a este cambio drástico en mi dieta...

Sali de la casa siendo acompañado por Naomi la cual me miro aun algo consternada —No se como lo hiciste, pero te ganaste de aliado a mi padre, deberías de comprar un boleto de lotería hoy mismo, te lo recomiendo. —
Rei un poco —Creo que exageras, el es un buen tipo, me agrada, me sorprende lo certero y calmado que es. —
Naomi nerviosa se rasco el cuello... —Si tú lo dices. —
—Bueno de vuelta al basurero, nos vemos mañana en la escuela. —
Ella me miro a los ojos —Anon yo... te haré el almuerzo todos los días, quiero compensarte lo de la tarjeta, y no voy a aceptar un no por respuesta ¿entiendes? —
Decidí no quitarle esa determinación y solo asentí.

Punto de vista de Naomi

Observé a Anon alejarse, caminando hasta que su figura se perdió en la distancia bajo la luz tenue de las farolas. Una mezcla de emociones me abrumaba, y sentí una punzada de ansiedad en el pecho. Al cerrar la puerta tras de mí, algo dentro me decía que la forma en que mi padre actuaba con Anon no era casual. Esa inesperada conexión entre ellos, esa camaradería casi desafiante que había mostrado durante la cena... no me cuadraba. Y ya no podía quedarme con la duda.

Sin pensarlo más, fui a buscarlo.

Lo encontré en la sala, recostado en el sillón, con una expresión pensativa y un ceño ligeramente fruncido, como si estuviera evaluando algo. Me planté frente a él y lo enfrenté sin rodeos.

—¿Qué estás tramando con Anon? —pregunté, con un tono que no permitía evasivas.

Mi padre me observó en silencio, evaluándome con su mirada aguda y calculadora. No esperaba una respuesta directa, conocía bien su carácter rígido y reservado. Sabía que, si estaba de acuerdo con algo, siempre había una razón oculta detrás.

Antes de que pudiera continuar, mi madre se unió a la conversación. Con voz firme y segura, se dirigió a él:

—No entiendo, Tony... no entiendo nada de lo que estás haciendo. Esta actitud con Anon no es normal. —

Mi padre suspiró profundamente, encogiéndose de hombros, y por primera vez en mucho tiempo, lo vi casi vulnerable, como si estuviera dejando caer la fachada que siempre llevaba consigo.

—No estoy tramando nada. No mentí cuando dije que me agrada —comenzó, mirándonos a ambas con una sinceridad que pocas veces mostraba—. Y no me agrada como potencial yerno, Dios me libre —dijo, sacudiendo la cabeza con una risa breve—. Pero como persona, sí. Te aseguro que no mentí cuando dije que me destrozó. Nadie en mi vida me había confrontado de esa manera, y sí, lo respeto. Me di cuenta de que soy un mal padre... tanto para ti como para Mia. Y quiero cambiar eso, Naomi, si hasta un sucio y pobre humano se dio cuenta de ello, es una señal roja para tenerla en cuenta. —

Sentí que me faltaba el aire, pero me obligué a mantener la calma mientras lo escuchaba.

—. Y esto también va para ti, amor —dijo, volviéndose hacia mi madre—. Tenemos que cambiar, ambos. No voy a obligarte, pero debes ver que hemos dejado a Naomi sola por demasiado tiempo. Te pido disculpas por eso, hija. —

Sin previo aviso, me abrazó con fuerza. La calidez de sus brazos me sorprendió, y un torbellino de recuerdos e inseguridades comenzó a fluir. Sentí sus brazos rodeándome, como si este gesto intentara decirme lo que nunca había escuchado de él.

—Tú y Mia son mi mundo... y hasta el día de hoy no puedo dormir bien por todas las malas decisiones que tomé, especialmente con tu hermana. Debí haber estado ahí para apoyarla y, al mismo tiempo, reñirla en su momento. Pero ya no hay marcha atrás. Lo que sí podemos hacer es sanar juntos. Voy a buscar una forma de contactarla. Esta familia no puede seguir así. —

No había palabras suficientes para responderle. Sentí que mi pecho se llenaba con una mezcla de gratitud y asombro. Mis pensamientos volvían a Anon y a su absurda honestidad, esa forma descarada en que se atreve a confrontar y, de algún modo, remueve las cosas hasta el fondo. Ese pelón y su sinceridad a veces hiriente... sin querer, había roto algo en nosotros, algo necesario para que este momento pudiera ocurrir.

Llevé una mano a mi pecho, sintiendo cómo mis propios sentimientos se acumulaban como una tormenta. No había palabras en el mundo que pudieran expresar lo que sentía en ese momento, ni lo que significaba para mí esta inesperada oportunidad. Todo esto, pensé, se lo debo a Anon y a su descarada bocota.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top