Luan A
Discutían a viva voz. Era ensordecedor. Un bullicio que trauma los tímpanos. Abrí la puerta y las voces cesaron de súbito en un silencio de ultratumba. Así como debía ser cuando sales a escenario a expresarte, pero este no era el caso.
Lisa se ajustó los lentes mirándome como quien observa una obra por primera vez. Entrecerró los ojos, buscando detalles que no se me venían a la cabeza. Frunció los labios, chasqueó la lengua y carraspeó.
– ¿Dónde está la otra? – preguntó con firmeza.
Con un suave movimiento de mi mano, apunté hacia la ventana. Corrieron a la ventana a mirar. Yo y Lisa quedamos atrás, juntas en la puerta.
– ¿Para qué se molestan en mirar si ya no está allí? – pregunté con sobriedad.
Dieron media vuelta, entregándome miradas inquisitivas. Luna salió del tumulto y se me acercó con cautela. Quizás pensaba que tenía radiación en mi cuerpo o algo peor porque sus manos tenían la intención dudosa de tocarme, pero nunca se atrevieron. Tragó saliva y sonrió forzadamente.
– ¿Cómo estás, hermana? – preguntó con pausa y casi en un susurro.
– Perfecto – contesté al doble de su volumen, sin corresponder con una sonrisa.
– ¡Basta! – espetó Lola lanzando rayos por sus ojos –. ¿Qué intentas hacer?
Con una mano en mi pecho, pregunté en mímica: "¿Yo?"
– ¡No te hagas la bromista!
– ¡Ouch! – murmuré.
– ¡Ya deja de fingir! – gritó.
Di un paso hacia ella. En cuclillas, chocamos miradas. Ella aún lanzaba rayos que revotaban en mis ojos indiferentes. Su expresión estaba lejos de cambiar. Era tal que podía crear una xilografía sin esfuerzo.
– No sé de qué hablas, hermanita.
Mi tono cansino la exaspero. ¡Qué pequeño barril de drama! Estaba llena de emoción incontrolable. Su volátil puño casi me da de lleno si no es porque Lana la detuvo. Ella, bajo esa cara sucia, tenía un brillo más suspicaz. Sosteniendo con firmeza la mano de Lola, que le exigía a gritos que la soltase, me preguntó:
– ¿Qué te pasó?
Tomé aire. Era hora de la fase explicativa de la obra. Un punto algo aburrido y que muchas veces rompía con la fantasía ya creada, pero que suele ser necesario en ciertos momentos. Y como es parte de cualquier obra, no puede manejarse con total soltura. Hay que ser cauta, minuciosa y poética en ello. Saber escoger las palabras y emitirlas en la entonación correcta. Es necesario...
– Se dividió en dos partes de si misma.
Que nadie te interrumpa. ¡Gracias Lisa!
– Eso literalmente ya lo vimos – aclaró Lori –. Ahora, ¿qué parte de Luan es ella?
– ¿Su parte aburrida? – preguntó Lynn.
¿Qué?
– ¿Su parte tonta? – preguntó Lincoln
¿Ah?
– ¿Otra más? ¡Por favor! – escupió Lisa.
Salté al frente pateando el suelo. El ruido centró su atención en mí, como debe ser en este caso.
– ¡Familia! – elevé la voz para que todos me oyesen –. Ya basta de especulaciones. Yo solo sé...
Un grito desde la sala me interrumpió. Lily estaba en la puerta apuntando hacia las escaleras. Salieron corriendo. Lori cogió a Lily antes de ser pisoteada. En manada, corrieron escaleras abajo. Yo los seguí con tranquilidad. Lisa estaba a mi lado, aún observándome como bicho raro que salió de un cruce mutante.
Abajo el ambiente era tan denso que podía masticarse. Nuestros padres los tenían a todos formados como militares en juicio. Lisa se formó sin rechistar nada. Cuando yo tomé mi posición, mi madre soltó un gemido y mi padre se contrajo en si mismo.
– ¿Cómo fue que subiste? – me preguntó ella.
Le devolví una expresión confusa. Le contesté que hacía horas que no bajaba a la sala y que estuve mucho tiempo en mi habitación. Quizás fue mi voz o la respuesta, pero mi padre no resultó convencido.
– ¡Luan! ¡No mientas!
– ¡No lo hago! – repliqué con mi mano sobre mi pecho.
– ¡No insistas! – Gruñó –. ¡Te vimos hacer esto!
¿Hacer qué...?
Mi error.
El no contemplar el escenario antes de entrar a escena es un error de principiante. Es, mejor dicho, la estupidez máxima. ¿Cómo es posible moverse por él si no sabes cómo está organizado? Es demencial. Y también lo era el orden de nuestra sala. Era motivo de aplauso. ¿Cómo le fue posible crear tal obra en tan poco tiempo? Un desastre convertido en arte. Si la encontraba, debía felicitarla, pero no ahora. No, ahora no. Ahora debía convencer a mi familia de que yo no colgué los muebles al techo formando mi nombre desde un ángulo amplio. Y bajo todo esto, una pintura rápida sobre una desordenada alfombra de papeles. Allí, en un estilo expresionista, estaban todas mis hermanas víctimas de mis bromas y, en el centro, estaba Lincoln dentro de una mira de francotirador. A su lado, las palabras "ahora te toca a ti" escritas con violencia. Muchos jajaja alrededor, corazones y, al final, una sonrisa: "con cariño, Luan".
– ¡Qué lindo! – exclamó Leni –. Pintó corazones al lado de la cara de Lincoln. Se nota que te quiere, ¿eh, Linky?
Lincoln estaba tan blanco como su pelo. Temblaba de pies a cabeza con los ojos pupilas de aguja clavados en su rostro pintado en el suelo. Fue tal su pánico que abrazó lo primero que encontró. Y esta fue Lucy. Tanto pelo nublando sus ojos me dejó poco para leer. Su boca moviéndose como serpiente antes de mascullar:
– Lincoln, suéltame o te...
Fue suficiente para él vomitara su corazón y saltará en brazos de Luna.
– Lo siento, hermano, no estoy aquí con los brazos abiertos para ti.
Y lo soltó como ropa sucia.
– ¿Es que acaso nadie me va a ayudar? – preguntó angustiado.
Todos dieron un paso hacia atrás, excepto yo que lo saludé con un aleteo de mis dedos. Al verme, se encogió en si mismo y gateó detrás de las piernas de nuestros padres. Ahora las miradas volvían a estar dirigidas en mi persona. Debía de mantenerme firme, con la posición recta y la mirada algo distante, como actriz de cine negro. Articulando solo lo necesario y en un estado totalmente parsimonioso.
– ¿Y bien, jovencita? – ladró mi padre.
– Yo no lo hice – contesté con pausa en cada palabra.
Sus rostros estaban rojos, conteniendo ira y sangre. Lily se tapó los ojos. Ya veía que esto explotaba como bomba nuclear.
– Disculpen, padres, pero yo puedo explicarles – intervino Lisa. Se acercó a ellos con los brazos cruzados en su espalda, reservando el aire para su discurso –. En efecto, esta Luan dice la verdad.
– ¿Qué quieres decir? – replicó mi madre –. Vimos a Luan hacer esto. ¿Dices que fue otra persona?
– No exactamente.
Hice ademán de dar una explicación. Ya estaba a punto de dejar salir las palabras cuando...
– Hay otra Luan en la casa – estrellé mis manos en mis caderas, dándoles la espalda. Lisa continuó sin percatarse de mí –. Debo decir que es, casi, por culpa mía.
– ¿Cómo que otra Luan, Lisa? – preguntó mi padre.
Levanté la mano para hablar.
– Fue resultado de un experimento fallido que aún no ponía a prueba. De hecho, falló por falta de pruebas ya que fue experimentado por accidente.
¡Qué redundante!
Mis padres, claro está, no creían una sola palabra de Lisa. Pese a su cerebro privilegiado que hasta Tesla atesoraría en un altar divino, sus palabras seguían sonando como las de una niña de cuatro años que ve muchas caricaturas. Y pese que su temple era serio, ellos no dieron el brazo a torcer. Terquedad o incapacidad de ver imposibles, creo que... creo que debo dejar las clases de teatro por un tiempo.
– Es bueno que se defiendan como hermanas, pero esto ya es el colmo – dijo mi padre, perdiendo la paciencia otra vez.
– Pero es cierto, puedo...
– ¡Ya basta! – ordenó mi madre –. ¡Luan!
Abrí los ojos al máximo. Su dedo autoritario me apuntó directo a la cara. Ya estaba a punto de ladrar la orden: "¡Luan! ¡Tienes 5 minutos para limpiar todo esto!". Seguido de "estás castigada" y "no más bromas por varios años". Eso último sería un disparo al corazón y pensar en mudarse ahora era demasiado prematuro. Me quedaban solo 4 años más aquí antes de las puertas se me abrieran y pudiera decidir por mí. Y antes de que esa presión, la misma que siento cuando subo a un escenario, me apriete el corazón, será mejor que me enfoqué otra vez en ese dedo que seguía rígido frente a mí. Ahora ella abría la boca para descargar lo que suponía.
Pero se detuvo.
Su mirada atravesaba mi cuerpo y se dirigía a mis espaldas. Mejor dicho, a mi yo a mis espaldas. Los demás hicieron lo mismo.
– La Luan malvada – susurró Lucy en un mezcla de miedo y admiración.
Debo decir que... Si, sonará egocéntrico de mi parte, pero me veía bien en traje de mimo. Digo, no le doy mucha importancia a esas cosas, salvo cuando tengo que dar un espectáculo y aún así esos detalles no pasan por mi cabeza. Quizás porque quiero cegarme con las luces o porque tengo mi cabeza llena de chistes. Tenía que esperar una situación tan singular como esta para poder apreciarme bien. Lástima que sea solo una emoción visual.
– Ahora podré explicarles el doble de bien qué pasó, jajaja –. Me detuve en seco, carraspee para volver a mi calma –. ¿Entendieron?
Mi otro yo sonrió. En su papel, el silencio lo era todo o estaría perdida. Increíble como un poco de maquillaje cambia las cosas. Lola siempre tuvo razón en eso. Lástima que cuando abre la boca se pierde esa magia.
En fin.
¿En qué estaba?
¡Ah sí! ¡La comedia familiar!
Así, mientras mi otro yo nos contemplaba son una oscura sonrisa desde el comedor, mi familia se tocaba las mejillas para comprobar si esto no era un sueño. Salvo Lisa que observaba mi yo mimo con total cuidado.
¿Y nada de asombro?
Que feo.
Mi madre le quitó Lily a Lori. Mi padre la sujetó de la mano y la llevó corriendo hasta la puerta. Todo sucedió tan rápido que apenas pudimos parpadear. Los tres salieron de la casa, dando un portazo, subieron a la van y se largaron. Todo esto mientras mi padre recitaba sin respirar:
– Bueno niñas y Lincoln será mejor que solucionen esto Lisa no quiero ver otra Luan por aquí y Luan tienes que limpiar esto antes de que volvamos de una parte no muy lejos será por poco rato así que hasta luego...
Eso fue absurdo hasta para mis estándares. Y fue aún más irreal para mis hermanas. Lincoln, por su parte, estaba hecho un ovillo pegado en la pared. Sentí un escalofrío. Mi yo mimo seguía de pie en la entrada del comedor. Tenía sus ojos fijos en Lincoln, y él podía sentirlo. Ella río en silencio, le lanzó un beso a Lincoln y se perdió en la oscuridad del comedor. Caminé hacia allá sin prisa a prender las luces. Era claro que no estaba y quedó más claro aún con las luces encendidas. Al voltearme, Lori, Leni, Luna, Lynn, Lucy, Lola y Lana estaban esperándome con furia. Lynn tenía una cuerda en sus manos. En teatro te enseñan a leer los pequeños detalles para luego escribirlos en el escenario. Me encogí de hombros imitando el suspiro de Lucy.
– Eso no ayuda a atar cabos – hice un enorme esfuerzo en tragarme la risa. Alcé los brazos hacia ellas –. Da igual si entendieron.
Me sujetaron con fuerza y me amarraron en una silla. Con las 7 frente a mi comenzó el bombardeo de fruta podrida. O, al menos, eso esperaba. Lola y Lana fueron a buscar a Lincoln. Lo levantaron, consolándolo. Lo llevaron a su habitación y cerraron la puerta. Lisa, por su parte, miraba de lejos. El reflejo de la luz en sus lentes me impedía saber dónde estaban puestos sus ojos. Su boca era una suave curva descendente. El resto era un arco hacia abajo.
– Bueno, ahora tenemos que buscar a la otra – puntualizó Luna.
– Ya estoy lista – dijo Lynn tensando otra cuerda.
– Ya saben qué hacer – dijo Lori.
Asintieron. ¿Cómo es que formularon un plan sin que me diera cuenta? Leni fue la excepción.
– ¿Por qué mueven así la cabeza?
– Por nada – contestó Lynn –. Vamos a capturar a Luan.
– Pero si aquí está.
Gracias por notarlo.
– A la malvada – aclaró Lucy.
– ¿Eres mala? – me preguntó Leni. Le respondí levantando los hombros. A veces me preguntó cómo ha vivido 16 años así. Creo que Lisa debe saberlo mejor que yo.
– ¡Ella no! Se refiere a Luan, a la otra... ¡Aaahh! – Dijo Lori –. ¡Vamos a buscarla!
Se dispersaron hacia la cocina.
Leni aún estaba de pie frente a mí.
– Tienes que buscar a Luan – le dije.
Su cabeza se ladeó.
– Creo que mucha información para ella en un día – comentó Lisa.
Lynn apareció al galope. Cogió a Leni de la mano y se marchó arrastrándola.
– ¡Vamos Leni! Nos falta la carnada.
– ¿Carnada? ¿Desde cuándo comemos eso?
Ese fue un buen chiste. Te aplaudiría si no fuera porque estoy atada con algo. Me quedé sola con Lisa. Ella tomó una silla y se sentó frente a mí.
– ¿Todavía tengo derecho a una llamada?
– Solo si alguien quiere hablar contigo.
A veces puede ser muy dura.
– Hmmmm... No. Debe estar ocupada – dije.
– Bien. Solo quiero que me respondas ciertas dudas, todo en aras de la ciencia.
– Claro, no hay problema. Te responderé todo lo que quieras saber sobre los que nos ocurre en la pubertad...
– Eso ya lo sé, no me impacienta – interrumpió con dureza –. Quiero saber qué sentiste cuando te dividiste. ¿Te sientes incompleta? ¿Alguna función nueva o pérdida de alguna? Te veo físicamente bien, pero ¿hay ausencia de algo interno? O quizás, es psicológico. Eso tendría más sentido. Haz estado actuado muy extraña desde que pasó esto. Si fuera parte de mi experimento no sería problema, pero hay algo que me molesta y mucho.
Hablaba acercándose lentamente hasta que nuestras narices estaban a centímetros de distancia.
– Tendré que buscar respuestas. Suerte que tengo un gran equipo de exploración neuronal en mi habitación.
Mostrarse impasible ante eso era difícil, no así imposible. ¡Por favor! Si ya tengo experiencia en esto.
– Claro que, para eso, necesito llevarte a mi habitación. Tenerte atada es todo un problema. Ya me quedó claro que tu no eres quien absorbió la esencia bromista de Luan. O, al menos, la parte desquiciada. Además, necesito encontrar una cura. Nuestros padres no aceptarán fallas y tengo mucho que perder si ustedes dos siguen en este plano de la realidad.
Lisa llevaba el hablar cara a cara al extremo. Apenas podía enfocarla.
– Deberías usar palabras menos complicadas. Se te enreda la lengua y terminas escupiendo.
Su mirada entrecerrada detrás de esos gruesos cristales era la de alguien que había perdido toda ética, por un segundo. Bajó de la silla de un salto. Fue hasta la cocina y volvió con unas tijeras. Cortó la soga como una cirujana. Libre ya, me estiré para relajar los músculos. Varías vertebras sonaron al compás.
– Tendré que ser tu escolta hasta el segundo piso. Lola y Lana desconfiarán enseguida de ti si te ven sola.
– Eso duele, ¿sabes?
– El dolor es subjetivo, salvo que sea una respuesta sensorial – dijo con frialdad.
Lisa, eres un cubo de hielo con cerebro.
Subimos las escaleras. Pese al jaleo de hace un rato, ahora la casa tenía un extraño silencio. Y considerando nuestra familia, silencio era equivalente a decir volumen moderado. Lola y Lana estaban sentadas frente a la puerta de la habitación de Lincoln. Tenían armado una pequeña fiesta de té. Lola se miraba al espejo, comprobando ángulos, mientras Lana jugaba con sus ranas a ver quién saltaba más alto que tres tazas de té apiladas.
– ¿Lincoln sigue allí? – preguntó Lisa.
Lola y Lana se volvieron a Lisa manteniendo sus caras despreocupadas.
– Si, nada ha salido...
Hasta que repararon en mí. ¡Qué efecto tengo en la gente! Sus bocas se invirtieron mostrando lo que tenían de dientes.
– ¿Qué hace ella aquí? ¿Cómo te liberaste? – preguntó Lana.
– Yo fui quien lo hizo – contestó Lisa –. No hay problema. Esta Luan es perfectamente funcional y apacible. No nos molestará.
– ¿Cómo sé que no estás trabajando con tu otra parte? – me disparó Lola.
Mantuve la calma. Esa pregunta fue muy directa.
– No necesito hacerlo – contesté vagamente.
Lisa carraspeó.
– La Luan bromista es la malvada. La que tenemos aquí es su parte más racional y teatral.
– Gracias por exponer la trama – murmuré.
– No nos importa si ella es su versión santa – dijo Lola –. No pasará por esa puerta. Lincoln está a salvo con nosotras aquí.
– Así es – agregó Lana –. Tendrás que usar magia si quieres entrar en su habitación.
– ¿Qué tal la ventana? – dije.
– Nuestras hermanas están buscándote, digo, buscando a tu otro tú... ¡Aaahh! – gritó Lola –. Ellas cuidan la casa, nada le pasará a Lincoln.
– No tiene oportunidad – terminó Lana.
Chasquee la lengua con la mirada indiferente.
– ¿Va a entrar? – preguntó Lisa.
– Si.
– ¿Por la ventana?
– Si.
– ¿Cuándo?
Oímos un fuerte estruendo. Lincoln gritó de pánico por unos segundos. Luego vino un forcejeo con cosas estrellándose en el suelo. Lola y Lana no perdieron tiempo. Lola sacó una llave oculta con cinta adhesiva bajo de su tetera. La introdujo en la cerradura mientras Lana apuraba a viva voz. La llave giró, hizo click. Lola giró el picaporte y nada. La puerta seguía cerrada. Lo intentó otra vez, más fuerte. Pude ver que la puerta se dobló levemente.
– ¿Qué pasa? – exclamó Lana.
– ¡No abre! ¡Qué crees! – respondió Lola con la furia palpitando en su frente.
Lana prestó manos y ambas lo intentaron. Empujaron con fuerza y la puerta les devolvía el golpe.
– Parece ser que nuestro hermano ha vuelto a cerrar la puerta con tablas y clavo – dijo Lisa ajustándose los lentes.
– ¡Al carajo! – exclamó Lola.
Entró a su habitación a paso firme. Oímos un motor rugir y salió montada en su pequeño jeep rosa. Condujo hasta la puerta del baño tomando vuelo. Hizo cambio y aceleró al máximo. Rápida y furiosa condujo hasta estrellarse contra la puerta. Por suerte cada quien saltó lejos. Ni hablar de sus juguetes que estaban en medio del camino: ya eran una mancha en la alfombra del pasillo.
¡Fue de película! Polvos rosa invadieron el lugar por unos segundos.
– Fue un choque color de rosa – me detuve y respiré –. ¿Entendieron?
La cabeza de Lincoln era lo único que quedaba dentro de la habitación. Y fue succionada al exterior en un parpadeo. Su gritó cayó al abismo seguido de tres golpes en la pared. Lana se lanzó hacia la ventana gritando su nombre. Aparte de ella, otra persona clamaba por Lincoln con una voz sumida en pánico.
El laptop de Lincoln estaba encendido y su webcam activada. Clyde estaba al otro lado aún gritando su nombre. Lola se alzó frente a él exigiéndole silencio. Fue un acto reflejo, Clyde cerró la boca en el acto. Me encantaría tener el poder de Lola. Que solo mi voz controle la voluntad de la gente, así no se mofarían de mí cuando ensayo. Claro que también debería tener sus ojos de fuego. De esos que sirven como ventana al infierno.
Luna debería componer una canción con ese tema.
En fin.
– ¡Se lo llevó! – chilló Clyde.
– Si, ya no están allí abajo – agregó Lana.
Si que estaba pálido. Como si se hubiese desangrado por la nariz.
– ¡Fue ella! – exclamó apuntándome.
Hice una mueca interrogante con la mano en el pecho. Mis hermanas no perdieron el tiempo girando sus ojos.
– ¿Dónde te lo llevaste? – preguntó acercándose a la cámara. Pude ver en ultra primer plano la forma de sus ojos y la legaña que los bordeaba.
Respondí con una expresión indiferente, alzando mis hombros. Estaba a punto de explicarle lo que ya conocen cuando...
– Larga historia, Clyde – aclaró Lisa –. Ahora al grano, ¿qué viste?
Gracias, Lisa.
– Es-estaba... yo... estaba hablando...
– ¡Concéntrate Clyde! – le ordenó Lola. Otra vez usando su poder.
Enfocó sus ojos en Lola y se tensó la boca. Tratando de hablar como hombre adulto, le salió una voz más chillona, y dijo:
– ¡Luan se lo llevó!
El público exclamó "¡Ooooh!" sin abrir la boca.
– Más en detalle – pidió Lisa.
Se aclaró la garganta y tomó aire.
– Llamé a Lincoln para hablar sobre ir a la convención de comics pero me dijo que tenía que contarme de algo importante, aunque sonó raro en un principio. Era loco. Creí que me estaba haciendo una broma o algo pero Lincoln no es así...
– ¡Al grano! – exclamaron Lola y Lana.
– ¡Ah, si! Me dijo que un experimento de Lisa salió mal y Luan se dividió en dos. Estaba en eso cuando Luan entró por la ventana vestida de mimo. Se lanzó sobre Lincoln, lo amarró con las sábanas y lo sacó por la ventana.
Le siguió un incómodo silencio.
– ¿Es todo? – preguntó Lisa.
– Pues si, en resumen. Y luego tiraron la puerta y aparecieron ustedes.
– ¡Aja!
Otro incómodo silencio.
– ¿Y no harán nada? – preguntó inquieto.
– Nuestras hermanas ya se están encargando – contestó Lana.
– ¡Pero si ahí está!
Lo saludé con la mano y quise mucho levantarle un dedo.
– Esa Luan no es la Luan que dices – explicó Lola –. Esta Luan es la buena. ¿Eres la buena? – me preguntó directamente. Respondí levantando los hombros –. ¡Cómo sea! La otra loca mal maquillada es la que se llevó a Lincoln.
Eso dolió.
– Espera... – dijo Clyde.
Y esperamos.
– Entonces, ¿lo que dijo Lincoln fue verdad?
– En efecto – confirmó Lisa.
Sus ojos se encogieron al tamaño de un grano de arena. Es bien sabido entre nosotros que Lisa no miente ni siquiera en lo que hace en el baño. Dudar se ella es como mostrarse escéptico ante una tormenta pese a que esta este a tu lado. Es, sin duda, una estupidez.
Clyde lo sabía también. Puede ser ridículo de vez en cuando pero no tonto. Nos deseo suerte con la voz cortada y apagó su laptop. Y claro, lo que no tiene de ridículo le sobra en cobardía. Salvo que sea Lori quien esté en peligro, pero no vale la pena mencionarle eso. Con tener a un chico en peligro en esta casa ya bastaba.
Lola escupió lo mismo, a su estilo, y con palabras muy escatológicas.
Mientras se calmaban un poco los humos, me senté en la cama de Lincoln. Su habitación estaba hecha un desastre. Se notaba que el forcejeo fue grande. Su conejo estaba tirado cerca de los restos de la puerta, entre su ropa sucia. Lo recogí para quitarle un poco el polvo. Lo dejé sentado a los pies de su cama como siempre lo hace.
Esperaba que no haya sido muy brusca con él.
– ¿Qué crees que tú hagas ahora? – me preguntó Lisa. Estaba sumida en mi mente. Su voz me despertó como agua fría. Todos los ruidos ambientes llegaron de pronto. Lola y Lana discutían con Clyde. Lisa, por su parte, mostraba frialdad en su rostro y esperaba una respuesta.
– Una broma – le respondí.
Se ajustó los lentes. Me tomó de la mano y me pidió seguirla a su habitación.
– ¿Dónde van ustedes? – ladró Lola.
– A mi laboratorio – respondió Lisa –. Necesito hacer una cura y esta Luan es necesaria para los experimentos de rigor.
– ¿Y qué haremos con la otra? – preguntó Lana.
– Deben traérmela.
Me soltó al llegar a su puerta. La verdad es que apenas estaba a un paso de la habitación de Lincoln, pero a escala de Lisa eran dos.
– Necesito saber si me das consentimiento explicito y verbal para hacer lo que tengo que hacer contigo.
– ¿Quieres que te autorice a meterme cosas? – pregunté con un hilo de voz.
– Algo así.
– ¿Dolerá?
– A mí no.
¡Qué reconfortante!
Desde la escalera provenían múltiples pasos a ritmos frenéticos. Me asomé para ver quiénes eran aunque era de esperarse que fuesen mis hermanas. Vi una mancha ocre acercarse a mí como una estrella fugaz, al mismo tiempo que alguien me tiraba al suelo. Un fuerte golpe se sintió por toda la casa. Astillas cayeron sobre el pelo de Lisa. El impacto del golpe aún retumbaba en mis oídos. Lynn estaba con los músculos paralizados. Sostenía aún su bate que estaba incrustado en la pared. Lisa aún abrazaba mis piernas con fuerza. Lori, Leni, Luna y Lucy estaban boquiabiertas.
– ¡¿Qué fue eso?! – gritó Luna.
Lynn soltó el bate. Este seguía adherido a la pared. Ella, en cambio, temblaba por lo que casi pudo pasar.
– Yo...yo... – tragó saliva. Balbuceaba. Sus ojos estaban a punto de cristalizarse. Su cuerpo impulsivo se desmoronaba dejando ver a la niña juguetona y tímida que una vez fue –. Yo no sé... Lo siento, Luan, yo... te confundí.
Lisa se incorporó, ordenándose hasta el pelo.
– La otra también es Luan – dijo sombría.
– Para la próxima, yo seré quien dé el primer ataque – dijo Lori con firmeza. Sacó el bate de cuajo con mucho escuerzo. Me tendió la mano y me levantó de un fuerte impulso. – Ahora debemos idear un plan. Tu otro tú tiene a Lincoln.
– Lo sabemos – dije.
– Si, vimos como se lo llevó – agregó Lana. Las gemelas se incorporaron a escena. Sus rostros estaban algo pálidos. Quizás por el momento anterior. Como siempre, toda artista debe estar dispuesta a este tipo de cosas.
Lisa volvió a tomarme de la mano. Esta vez, me apretó con fuerza. Sus uñas casi se entierran en mi carne. Con paso firme y totalmente decidida, me condujo hasta su habitación. Les escupió al resto lo que tenían que hacer y cómo hacerlo. Lo hizo sin mirarlas ni esperar una replica. Las palabras ya estaban dichas.
– Llevaré a esta Luan a mi laboratorio. Necesito experimentar para encontrar una cura. Ustedes deben buscar a Lincoln. Piensen como Luan para encontrarlo. No es difícil. Si ya están acostumbradas a sus bromas, sabrán qué hacer. Y ¡No la dañen! No sé que pasaría con Luan si una de sus partes sufre alguna herida perjudicial. Lola y Lana cuidarán mi puerta. Solo no hagan estupideces.
Cerró la puerta tras de si, dejando a nuestras hermanas a merced de mi oculto otro yo. Dentro de su cuarto aún se evidenciaba el desastre pasado. Me senté en su cama mientras ella recogía todo lo que necesitaba.
Su forma diligente y disciplinada de trabajar me distraía un poco de mis pensamientos. Por una parte esperaba que Lincoln se encontrase bien; por la otra, quería verlo con la cara cubierta de crema pastelera.
De igual forma, ya me conocía.
Y sé que lo que le esperaba a Lincoln no sería bonito.
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