Capítulo 6. Un paso hacia adelante

—¡Sans, no has jugado en ningún momento!

—Porque no era necesario. Os iba a ganar igualmente.

___ aún seguía en los juegos recreativos con el grupo interesante de esqueletos y humanos. Cierto era que el esqueleto más mayor de todos no decidió jugar a ninguno. Esa era su excusa. Frisk no decía nada porque ya lo conocía demasiado. Era su pareja, al fin y al cabo. Por cada partida que ganaban, recibían a cambio unos boletos para cambiar objetos llamativos. Todos estaban en el puesto y cierto esqueleto estaba indeciso. Blue miraba con emoción los muñecos colgados en la pared. Estaba entre dos: un oso blanco y un elefante. Ambos eran monos.

—¡Ya! ¡Decídete! —le gritó Red perdiendo la paciencia.

—Tampoco hace falta gritarlo, insensato —le riñó Chara.

—Este lugar cerrará las puertas y nosotros aquí metidos —se quejó Edge también.

—Que insensibles sois a veces.

La verdad que era comprensible, pero había que entender la situación de Blue. Un esqueleto inocente e indeciso. En su cráneo le salían unas cuantas gotas de sudor.

—Oye, hermano. ¿Por qué no coges el elefante? Ya tienes un oso pardo en casa —le aconsejo Carrot.

—Es que tenía pensado regalarle uno a Chara, ¡pero es muy difícil!

—¡El oso! —gritaron al unísono los dos hermanos bordes.

—¡Dejad que piense él!

—¡Vale! ¡El oso mismo!

El señor que estaba ahí, con un rostro paciente, le entregó sin ninguna dificultad el muñeco a Blue. Este no tardó mucho en dárselo a Chara y ella le dio las gracias. Tener un novio atento no se veía todos los días. Ya le gustaría a ___ tener a alguien así, pero se conformaba por estar sola de momento. Entonces se dio cuenta que no jugaron a la pista de baile por respeto a lo ocurrido hace unos días. En el fondo lo agradece, sin embargo, se daba cuenta que no debía seguir viviendo con miedo. Su familia no lo permitiría. Su hermano le diría que a él le encantaba verla bailar porque danzaba con la naturaleza. Libre cual alma en velo. La peli-(c/c) no evitó sonreír un poco recordando ese momento. «¡Eres como las hadas!», decía.

Sus pensamientos se esfumaron cuando escuchó la proposición de Fell de comer en algún sitio porque era la hora de comer. Los dos más jóvenes de Los trillizos gritaron de emoción por la idea. Si, no vendría mal una comilona después de jugar bastante. ¿Y a donde? Bueno, ya ellos les dirán porque conocían a la perfección la ciudad. Ella era todo lo contrario porque aún tenía que acostumbrarse a un nuevo lugar. Entonces Frisk dijo de ir a un restaurante italiano muy cerca de la zona. Papyrus grito:

—¡Espaguetis!

—Humana —le susurró Edge—, si algún día te invita a comer espaguetis preparados por él, huye por tu vida.

¿Cómo? Con esa advertencia significaba que la comida que preparaba Papyrus tenía que ser horrible. Una gota resbaló por su sien. No quería morir en el intento. Aunque a lo mejor lo dijo para que al pobre esqueleto no le afectase demasiado porque era sensible. Todas eran posibilidades. Sans, Papyrus y Red usaron su extraña habilidad para teletransportarse al restaurante. Aún tenía que acostumbrarse a eso y eso que cerró los ojos para no marearse. Miraba con atención el exterior del lugar. No parecía llamativo, pero el interior sería otra cosa. No obstante, no negaba que el olor que desprendía era apetitoso. Le daban ganas de entrar ya y pedir de todo. El grupo no dudó en entrar y el propietario los recibió con gusto porque los conocía. Unos clientes habituales sin duda. Vaya. No se lo esperaba para nada.

No tuvieron problemas en buscar la primera mesa libre. Uno de los camareros repartió las cartas para que se tomarán un buen rato para decidir. ___ pidió agua natural y se dedicó a mirar el menú. Todo tenía buena pinta. La verdad le entraron muchas dudas. Espaguetis, lasaña, pizza... Hizo memoria de la última comida que comió. Lo más probable era el último. Así que se pedirá una lasaña de carne. Mucho tiempo sin probar ese gran manjar que se derretía en tu boca. Ya el resto había pedido y ella fue la última. Le dio bastante vergüenza. Sans y Carrot no paraban de realizar chistes, mientras esperaban la comanda. Tres de los esqueletos echaban chispas queriendo que se callaran y el resto reían porque ambos tenían un buen sentido del humor.

Los ojos de ___ se posaron en la bebida que pidió Carrot. Miel. Que raro. De todas maneras no iba a indagar en ello porque cada monstruo tenía su preferencia en cuanto a gustos. El tiempo pasó volando y el camarero hizo acto de aparición trayendo los platos. La lasaña tenía buena pinta. Se fijó en Edge que pidió un buen plato de espaguetis en salsa y Carrot una variedad de croquetas.

—Y la lasaña miró a la croqueta y le dijo: «No digas nada, sólo... bechamel».

La chica no evitó reír por lo bajo ante la estupidez que dijo Carrot. Cuando la peli-(c/c) terminó de reírse, se dio cuenta de una cosa. ¿Eso fue una indirecta? No. Imposible. Recién lo conocía y era difícil que él se sienta atraído. ¿O si? Ahora con ese pensamiento un rubor apareció en sus mejillas. Su corazón iba latiendo un poco más rápido no creyendo eso. Edge estaba echando humo por su cráneo, incluso le estaba dedicando una mirada de pocos amigos. Y no por el chiste, sino esa última palabra que dijo. El esqueleto del terror estaba teniendo celos por su hermano quién ligaba con la humana a base de chistes. Admitía que le gustaba y haría todo lo posible para llamar su atención a su manera.

A modo de venganza, aunque le doliese en el fondo, cogió una buena cantidad de espaguetis con el tenedor y lo usó como catapulta para manchar el rostro de Carrot. Ninguno se esperaba esa reacción. El amante de la miel miró confuso a Edge.

—Eso te pasa por hacer chistes malos, saco de huesos —gruñó.

—¿Y para eso me lanzas los espaguetis?

—Esta comida no la hice con mis propias manos, así que me da igual.

—¿Estás bien? —preguntó ___ limpiando el rostro del esqueleto con una servilleta.

—Estoy acostumbrado —se sinceró.

Su plan no estaba funcionando y eso le ponía de mal humor de perros. Ojalá la chica se fijase en él y no en un vago como su hermano. Humo echaba por sus "orejas" y comía con mala leche. Red se dio cuenta de ello, pero era mejor no preguntar porque lo más probable era que recibiría un golpe muy duro en su cabeza. No deseaba otra herida más.

—Edge, ¿estás bien? —preguntó Frisk—. No es propio de ti hacer eso con la comida.

—Me la suda —bufó.

—Oh, yo ya sé qué pasa. Le gusta ___ y tiene celos de Carrot —comentó Chara.

—Eso no es cierto. —Apretó los dientes de su mandíbula no queriendo morder a nadie.

___ se sonrojó ante tal comentario. Un esqueleto enamorado de una humana no se veía todos los días. ¿A quién íbamos a engañar? Tenía el ejemplo claro de Los trillizos tanto de monstruos como de humanos. Pero ella era diferente. No aportaba nada, sino molestia alguna. Decirlo en alto provocaría una discusión. La peli-(c/c) decidió seguir comiendo con mucha tranquilidad no pensando en esas estupideces. No. No eran ideas estúpidas. Nunca llegó a enamorarse. Bueno, en la adolescencia se fijó en un chico, pero se dio cuenta que era un gilipollas más con un carácter de mierda. Esos chicos no merecían la pena pelear porque te destrozaban por dentro poco a poco y llorarías todos los días de tu vida. La joven cerró los ojos dejando escapar un suspiro.

No se volvió a repetir ese pequeño incidente. Todos disfrutaban de una buena comilona. La joven escuchaba cada anécdota de los chicos. Uno de ellos le hizo mucha gracia. Trataba de que Papyrus estaba perfeccionando su gran trampa cuando apareció Sans con un saxofón. Una distracción fatal y el lugar explotó. Al menos fue una pequeña bomba. El esqueleto no paraba de reñir al otro que no hiciera eso. Hubo otra anécdota parecida, pero entre Blue y Carrot. El joven monstruo estaba haciendo unos tacos cuando el mayor hizo un chiste con respecto a su comida. Blue se enfadó tanto que no se dio cuenta que su comida se quemó y explotó la cocina. Las explosiones eran su especialidad, ¿verdad? ___ se rió con un toque de nerviosismo no queriendo estar presente. Y los más caóticos eran Red y Edge, que este no dudaba en lanzar a su hermano por tales estupideces o desobedeciendo sus órdenes. No era buena idea enfadarlo.

—___, ¿tienes alguna anécdota? —preguntó Fell con mucha intriga.

—Recordé uno cuando estábamos jugando y vi la pista de baile —respondió. Un mechón de pelo lo colocó detrás de su oreja—. Yo estaba en una academia de baile. Ballet moderno, para ser exactos. Yo aprendía rápido en comparación con mis otros compañeros. Una vez, mi hermano pequeño me vio bailar y pensó que yo era una hada del bosque. No paraba de preguntarle a mi madre si él algún día iba a tener super poderes como yo.

—¡Oh, que tierno! —exclamó Frisk.

—¡Wowie! ¿Eres una hada de verdad?

—Papyrus, eso era una ironía —le explicó Sans.

—¿Y tu hermano no vino contigo? —Blue estaba intrigado.

Su rostro alegre se desvaneció a una de tristeza máxima. No fue una buena señal para algunos.

—Falleció junto con mis padres en un accidente de coche.

—Oh... Lo siento. ¡No era mi intención hacerte recordar algo tan triste! —se disculpó.

—No te preocupes. En cualquier caso, me lo ibais a preguntar igualmente —dijo con una pequeña sonrisa.

—¿Por eso estás conviviendo con tu tío? —Chara quería saber más.

—Es la única familia "cercana". Mi tío Timothy siempre solía ir a nuestro hogar para hacernos una visita, pero llegó un momento en que no lo hacía tan a menudo. Ahora sé el motivo. Tiene su propia banda de música. Dios, tantos años sin verlo, y su personalidad no ha cambiado nada —se rió por lo bajo.

—¿En el buen sentido o...?

—En el buen sentido. No es una mala persona. Está haciendo todo lo posible para verme con una sonrisa de oreja a oreja, pero soy testaruda.

—Que pena no haber grabado esa tragedia. Hubiera molado que te cagas.

—¡Red! —gritaron todos.

—¡Estúpido, saco de huesos! —Edge le dio un puñetazo en el cráneo—. ¡Ten un poco de sensibilidad en ese tema!

—¡Auch! ¡Tú harías lo mismo, jefe!

—¡Deja de decir estupideces, vago! Mira que decir esa porquería delante de la humana —murmuró bajito.

—Mira el lado bueno de todo esto. Nos tienes a nosotros —añadió Carrot—. Cualquier cosa que necesites, estaremos ahí para ayudarte.

—¡Seremos muy buenos amigos! —hablaron al unísono Papyrus y Blue.

—... Gracias.

No se sentía tan feliz desde hacía mucho tiempo. Ese sentimiento creyó que desapareció y ahora volvió dándole esperanzas de ser ella misma. Aún era pronto para saber si se atrevería a dar sus primeros pasos de baile delante de ellos, sin que hubiera mucho público. Ojalá ir de nuevo a los juegos recreativos para bailar en la pista de baile.

Una hora pasó desde que terminaron de comer. La mayoría pidió el postre y ___ era la única porque tenía el estómago lleno. Una pena porque el flan que sirvió el restaurante tenía buena pinta. Sin embargo, Carrot le ofreció la mitad del suyo porque era demasiado para él. La peli-(c/c) aceptó encantada. Edge estuvo a punto de hacerlo, pero se le adelantó su hermano. La próxima será más rápida.

No tenían ningún plan en mente, así que decidieron dar una vuelta por el parque de la zona para bajar la comida. La joven se quedaba admirando la vegetación del lugar. Solo faltaba que Frisk dijera que el jardinero fue su padre adoptivo y no fue así. No sería nada extraño. De pronto pasó al lado de un pequeño jardín lleno de flores blancas y una de ellas tenía un tono rosado, a punto de transformarse en uno rojo pasión. Esto le recordaba a las rosas que plantaba su madre en el jardín trasero de su casa. Una amante sin igual de la naturaleza. Claro, fue en ese momento en que su hermano la vio bailar en el jardín creyendo que era una criatura mitológica dando poder a las flores para que crecieran más y sean hermosas.

Se le escapó esa risilla tonta sin darse cuenta. Todo este lugar era mágico porque el ambiente era tranquilo y mágico. El olor propio de la naturaleza. Ella estaría así horas y horas admirando la belleza de las pequeñas cosas e inhalando el dulce aroma de las copas de los árboles y las flores que albergaba en la zona. Su cabeza empezó a funcionar, imaginándose bailar en un campo lleno de todo tipo de flores. Punta con punta. Giro de 360º. La canción que sonaba era Some Say de Nea. Una melodía que le daba fuerzas y transmitía amor en todo su ser.

No se dio cuenta que ciertas personas la estaban observando. Ambos se estaban preguntando que se estaban imaginando. Cuando ___ abrió los ojos y vio a esos dos mirándola intensamente, se avergonzó tanto que se puso roja cual tomate maduro.

—¡Lo siento! —se disculpó—. ¡Me dejé llevar por mi imaginación!

—Bueno, uno puede imaginarse cualquier cosa en cualquier momento —le respondió Carrot con su actitud tranquila.

—Yo siempre me imagino ser un gran maestro de la maldad y de la guitarra —confesó Edge—. Curiosidad, humana: ¿en qué estabas pensando?

—Bailar en un campo lleno de flores al son de la música.

—Pues sí que te gusta bailar. Lo he notado cuando te vi por primera vez y moviste los dedos inconscientemente.

«¡¿Hizo eso y no me di cuenta?! ¡Yo, el Gran Terrorífico Edge, no puedo pasar por alto eso!».

—Es difícil evitarlo —confesó—. La música te lleva a un mundo paralelo donde no puedes escuchar a nadie. Solo tu respiración, el sonido y los pasos. Danzas sin control alguno dejándote llevar. No sabría cómo comparar con vosotros. Es como si, por ejemplo Edge, tocara la guitarra y está metido en su mundo. O tú, Carrot, que te gusta dormir y te da igual todo.

—Creo que sé a qué te refieres —dijo el esqueleto echando una pequeña calada a su cigarro.

—¿Y por qué no lo haces? —preguntó Edge—. Si el baile te hace sentir mejor, ¿por qué no hacerlo en la realidad y no en sueños?

El motivo estaba claro y no hacía falta repetirlo más de una vez. Sin embargo, notaba en las miradas de los chicos querer saber más de su comportamiento. ¿Contar la historia a unos meros extraños que ya no lo eran? Mucha gente prefería hablar con personas desconocidas que con gente cercana porque no juzgaría.

—Porque me siento culpable de su accidente.

Ambos hermanos se tensaron al escuchar eso.

—Dos días antes del accidente, les informé a mis padres que había un evento muy importante para mí y que ellos estuvieran presentes. Una demostración de baile para ser elegida como la próxima bailarina de ballet del grupo Toulouse. Me esforcé tanto para entrar. Mis padres no podían por la hora que era porque ellos trabajaban. Yo, en vez de entenderlo, me hice una arrogante y les dije un montón de cosas feas. —Por cada palabra que articulaba lágrimas resbalaban por su rostro—. El día llegó y no los vi ahí. Me dio tanta rabia que lo saqué en el baile. Estuvieron a punto de nombrar a la seleccionada, pero vino la policía a informarme de lo ocurrido. Mi corazón se rompió en mil pedazos y me aborrecí de tal manera que odié el baile. El grupo me escogió y yo lo rechacé... Todo por culpa de mi arrogancia y no haber podido hacer nada. Mis padres... Mi hermano... Toda mi culpa.

Unas pequeñas caricias se notaron en su cabeza. Una forma de reconfortar lo que estaba sufriendo en ese momento. Edge no era un experto en esas cosas porque le gustaba hacer cosas crueles y pegar a su hermano, pero Carrot era todo lo contrario, así que esta vez dejaba que él lo hiciera.

—¿Sabes? Los monstruos y los humanos tenemos algo en común. No podemos predecir cuándo llegará nuestra muerte. Solo dejamos que el destino sea quien decida. Tú dices que eres culpable de su muerte, pero ¿y si en realidad fue el universo quien tomó la decisión de arrebatarles la vida? Suena duro lo que estoy diciendo, pero yo creo que tu familia no quería que tú estuvieras sufriendo por algo que no hiciste.

¿Sabéis esa sensación de desahogarte y que alguien te diera su opinión? Pues así se sentía en estos instantes la protagonista. De alguna manera esas palabras llegaron a su corazón. Entonces recordó esos intentos de su tío Timo queriendo que la chica recapacitara y entiende que no era su culpa, sino fue el destino quien tomó esa trágica decisión. Una personalidad fría y testaruda que no cuadraba. No era ella, sino era la ___ culpable por lo sucedido.

Con la ayuda de la manga de su camisa se limpió las lágrimas y esbozó una pequeña sonrisa a modo de agradecimiento al esqueleto. Este se le devolvió encantado, mientras que el otro bufó con la cabeza mirando hacia otro lado. Los celos no eran su mejor compañía.

—Y para animar la cosa, aquí viene un chiste.

—Ni se te ocurra —farfulló.

—¿Por qué los diabéticos no pueden vengarse?

—¿Por qué?

—¡Humana, no le sigas el juego!

—Porque la venganza es dulce. ¿Lo pillas?

—Porque la venganza es... ¡Eso ha sido cruel! Esos chistes dejaselos a Red —se enfadó un poco, pero se le notaba la risa nerviosa.

—Sois una plaga que se debería exterminar ahora mismo —gruñó Edge con un tic en su cuenca izquierda.

—Oh, vamos. Si hasta a ti te gustó porque es algo despiadado.

—¡Cállate, pedazo de basura!

—¡Chicos!

La discusión terminó cuando oyeron a Sans llamarlos desde la lejanía. El esqueleto mayor estaba encima del más pequeño, a modo de caballito.

—¡Os estábamos buscando! —gritó Papyrus.

—Yo que tú tiraría a ese vago.

—Sabes muy bien que Papyrus no lo hará porque es un buen hermano.

—¡Eso es cierto! —exclamó—. Es hora de marcharnos porque se está haciendo tarde.

—¿Puedo... quedar con vosotros más veces? —preguntó bajito la joven.

—¡Claro que sí, humana! ¡Ya formas de nuestro gran grupo! —Papyrus hizo su risa característica.

—Y a lo mejor te echas un buen novio —dijo Sans guiñandole el ojo.

—¡Métete en tus asuntos, pedazo de basura!

¿Un novio? Ya le gustaría.

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