CAPÍTULO: N°7
El sonido de la alarma llenó mi habitación a las 8 de la mañana, despertándome de un sueño profundo. Con un leve suspiro, estiré el brazo y apagué el despertador. Después de desperezarme un poco, me levanté y me dirigí a la cocina para preparar mi desayuno. Mi silla de ruedas eléctrica se movía suavemente por el pasillo mientras pensaba en lo que me apetecía comer.
Decidí optar por algo sencillo pero delicioso: un zumo de naranja recién exprimido y unos cereales de chocolate con un poquito de leche, justo la cantidad necesaria para mantener los cereales crujientes. Mientras el zumo se exprimía y los cereales llenaban el bol, pensaba en la saga que Tomás me había mandado. Estaba deseando continuar con el primer tomo.
Con mi desayuno listo, regresé a mi habitación y cogí mi Kindle de la mesita de noche. Luego, me dirigí al balcón de mi habitación, mi pequeño refugio lleno de encanto. El balcón tenía dos sillas redondas; la lila con pequeñas margaritas impresas y la beige claro con una mesita al lado, donde solía dejar mi bebida y mi libro.
Me acomodé en la silla lila y coloqué mi desayuno en la mesita. Tomé un sorbo de mi zumo de naranja y una cucharada de cereales antes de encender las cuerdas de luces que adornaban el balcón, aunque aún era de día. Me encantaba la atmósfera cálida que creaban esas luces.
Con el Kindle en la mano, comencé a leer nuevamente el primer tomo de la saga que Tomás me había enviado. La historia de la bruja sin poderes y el dios griego me absorbía por completo, transportándome a un mundo de magia y mitología. Cada página me envolvía más y más, haciendo que me olvidara de la tensión de la semana de exámenes.
De vez en cuando, levantaba la vista de mi lectura para disfrutar del suave vaivén de la brisa matutina y el canto de los pájaros. El ambiente tranquilo del balcón y el placer de mi desayuno me hacían sentir en paz.
Mientras leía, mi teléfono vibró con un mensaje de Tomás. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al ver su nombre en la pantalla. "Buenos días, Luna. Espero que hayas descansado bien. Estoy deseando nuestro picnic virtual🌟." leí, sintiendo una calidez en mi corazón.
Respondí rápidamente, confirmando nuestra cita para más tarde y expresando lo emocionada que estaba por el encuentro. Volví a mi lectura, disfrutando del desayuno y de la serenidad del momento. Estaba feliz de poder tomarme un tiempo para mí misma y sumergirme en una historia que tanto me gustaba.
El tiempo pasó rápidamente mientras me perdía en mi libro y en mis pensamientos. Finalmente, me di cuenta de que era hora de prepararme para el picnic virtual con Tomás. Con una sensación de anticipación, regresé a la cocina para preparar algo más sustancioso para la cita: un sándwich de pollo, una ensalada fresca y algunas frutas. Además, preparé una jarra de limonada fresca para acompañar la comida.
Después de preparar la comida, volví a mi habitación para arreglarme. Decidí plancharme el cabello y ponerme un vestido largo y vaporoso en tonos beige con diseños anaranjados, evocando los colores del otoño. Me maquillé ligeramente: un poco de rubor en las mejillas, un delineado suave en los ojos, una base delicada con protección solar y un tono natural con brillo en los labios que resaltaba mi boca sensual. También escogí una chaqueta de lana, por si el aire se enfriaba al anochecer en el parque.
Para completar el look bohemio, elegí unos cuantos accesorios. Luego, alisté una manta, mi computadora, la comida y la bebida, mis auriculares, mi Kindle, un libro extra en físico, unas cuantas velas y cuerdas de luces. Arreglé todo cuidadosamente en mi cesta de picnic.
En mi bolso, metí mis pertenencias: el teléfono, el pintalabios con brillo que usé, gafas de sol, auriculares, Kindle, libro, computadora, y algunas otras cosas que podría necesitar. Estaba lista para un día especial en el parque, sintiendo una mezcla de emoción y tranquilidad.
Me acomodé en mi silla de ruedas eléctrica, colgué la cesta en la parte trasera y tomé el bolso en la mano. Me despedí de mis padres, diciéndoles que iba a tomar un descanso en el parque y que quizás volvería algo tarde. Con una sonrisa y un "nos vemos luego", salí del apartamento y me dirigí al ascensor. Bajé hasta la calle y comencé a moverme con el suave zumbido de mi silla de ruedas sobre las piedras adoquinadas de Valencia.
Mientras avanzaba por la acera, un olor a flores capturó mi atención. No muy lejos de allí, había un florista en mi camino, así que decidí hacer una parada. Me acerqué a la tienda y, después de admirar la variedad de colores y aromas, elegí un ramito de flores otoñales. Los tonos cálidos de las flores y las pequeñas margaritas que adornaban el ramo me parecieron perfectos para la ocasión.
Continué mi camino y noté que se me estaba antojando algo dulce para el picnic. Vi una pequeña tienda de dulces y decidí entrar. Salí con una caja de macarons variados y unos caramelos de miel, perfectos para complementar mi merienda. La propietaria de la tienda, una señora mayor muy amable, me recomendó un lugar cercano donde podría comprar agua fresca.
Siguiendo sus indicaciones, llegué a una tiendita de comestibles donde compré un par de botellas de agua y una bebida de té helado con limón. Satisfecha con mis compras, reemprendí el camino hacia el parque.
Al llegar al Parque del Río Turia, me dirigí a mi rincón favorito, un lugar apartado cerca del río, debajo de un árbol grande. Era el lugar perfecto para un picnic: tranquilo, con la brisa suave del río y el canto de los pájaros creando un ambiente de paz y serenidad.
Coloqué la manta en el suelo y saqué la comida y bebida de la cesta. Encendí las cuerdas de luces y coloqué las velas alrededor para añadir un toque mágico al lugar. Coloqué el ramo de flores otoñales en un pequeño jarrón portátil que había traído y sonreí al ver lo acogedor que se veía todo.
Me bajé de la silla de ruedas y me acomodé sobre la manta, disfrutando de la fresca brisa otoñal que acariciaba mi rostro. Había llegado temprano al parque, deseando preparar todo con esmero antes de la videollamada con Tomás. El sol se reflejaba en las tranquilas aguas del río Turia, creando un ambiente sereno y perfecto para nuestro picnic a distancia.
Primero, saqué los bocadillos y los coloqué cuidadosamente sobre la manta: macarons de frambuesa, pequeños sándwiches y una botella de té helado. Luego, dispuse las velas artificiales y la cuerda de luces para crear un ambiente más cálido. Cada detalle importaba, quería que Tomás sintiera que estaba allí conmigo, compartiendo este momento especial.
Con cuidado, saqué mi computadora del bolso y la coloqué sobre la manta, ajustando la cámara para que capturara la mejor vista del río. Sabía que a Tomás le encantaría ver el paisaje otoñal, con las hojas doradas y rojas cayendo suavemente al suelo. Tomé un momento para saborear un macaron de frambuesa y un sorbo de té helado, deleitándome con la dulzura y el contraste refrescante en mi paladar.
Finalmente, la pantalla de la computadora iluminó su rostro mientras Tomás sonreía. Estaba en una playa soleada al otro extremo del mundo, mientras yo estaba en el Parque del Río Turia en pleno otoño. El contraste era fascinante y reconfortante a la vez.
"¡Hola, Luna!" dijo Tomás, con una sonrisa radiante. "El lugar se ve increíble, ¡como siempre!"
"¡Hola, Tomás!" respondí, sintiendo una calidez en mi corazón. "Gracias, tu playa también se ve hermosa. ¿Listo para nuestro picnic?"
"Más que listo," dijo él, levantando una cesta similar a la mía. "Tengo un poco de todo aquí. Espero que tengas hambre."
Ambos reímos y comenzamos a comer y charlar, disfrutando de la comida y la compañía a pesar de la distancia.
Seguimos conversando, intercambiando confidencias y risas. El tiempo voló mientras compartíamos secretos y descubrimientos, creando un vínculo cada vez más fuerte entre nosotros. Aunque aún no éramos novios, la conexión que sentíamos era innegable, y ambos sabíamos que nuestro camino juntos apenas comenzaba.
"Sabes, Tomás," dije entre risas mientras mordía un macaron, "tu cesta de picnic parece sacada de un catálogo. Todo se ve delicioso."
"¡Gracias!" respondió él, sonriendo con picardía. "Pero tengo que admitir que mi motivación era verte sonreír. Cada detalle fue pensado para impresionarte."
No pude evitar sonrojarme ante su comentario.
"Bueno, lo has logrado," dije, sintiendo cómo el calor se extendía por mis mejillas. "Todo esto es increíble."
Tomás se recostó en su manta y me miró fijamente, sus ojos brillando con una mezcla de ternura y diversión.
"¿Sabes, Luna? Eres aún más hermosa cuando te sonrojas."
Me reí, tratando de ocultar mi nerviosismo.
"Deberías ver lo lindo que te ves cuando intentas coquetear," dije, devolviendo la broma. "Me gusta esta versión de ti."
Él soltó una carcajada, claramente disfrutando de nuestro intercambio.
"Y a mí me gusta todo de ti, Luna. Eres increíblemente talentosa y fuerte. Admiro mucho eso."
"Gracias, Tomás," dije, sonriendo tímidamente. "Tu apoyo significa mucho para mí."
Tomás se incorporó y tomó un sorbo de su bebida, sus ojos sin dejar de mirarme.
"¿Sabes? Estaba pensando... Cuando termine esta locura de la distancia, me encantaría llevarte a un verdadero picnic, en persona. ¿Qué dices?"
La idea me emocionó y sentí una cálida expectativa en mi pecho.
"Me encantaría, Tomás. Sería maravilloso pasar un día así contigo."
"Entonces, es una cita," dijo él, guiñándome un ojo. "Aunque, para ser sincero, cada vez que hablamos ya se siente como una cita."
Ambos reímos, disfrutando del ambiente relajado y del momento compartido.
"Tomás," dije después de un rato, "hay algo que quiero contarte. Antes de conocerte, estaba pasando por un momento muy difícil. No podía concentrarme en nada, ni siquiera en escribir. Sentía que había perdido la inspiración. Pero desde que nos conocemos, todo ha cambiado. He vuelto a escribir y estoy llegando casi al segundo cuarto de mi libro. Incluso lo estoy publicando en una plataforma y recibo muchas devoluciones positivas. Tú has sido una gran parte de esa transformación."
Tomás me miró con una mezcla de orgullo y ternura.
"Luna, eso es maravilloso. Me alegra tanto saber que he podido ayudarte de alguna manera. Eres una persona increíblemente fuerte y talentosa. Me inspiras mucho."
"Gracias, Tomás. Tu apoyo significa más de lo que puedes imaginar," dije, sintiendo una profunda conexión con él.
Tomás sonrió y, tras un momento de silencio, se inclinó hacia la cámara, acercándose más a mí.
"Luna, tengo algo que confesarte también. Es curioso, pero me pasa lo mismo con mi música. También escribo canciones, poemas, historias... pero nunca me atrevo a publicarlas o dejar que alguien las escuche. Tengo miedo al rechazo."
Lo miré con empatía y cariño.
"Tomás, eso es increíble. No sabía que también escribías. Entiendo ese miedo, pero estoy segura de que tu trabajo es maravilloso. Quizás algún día podrías compartir algo conmigo. Yo estaría encantada de escuchar o leer lo que has creado."
"Tal vez lo haga. Contigo me siento seguro, Luna," dijo él, su voz suave y sincera.
Seguimos charlando, riendo y coqueteando, disfrutando de la compañía mutua. Tomás me contaba historias divertidas de su infancia, mientras yo le hablaba de mis sueños y aspiraciones. Cada momento juntos era especial, lleno de risas y cariño.
"¿Sabes, Luna?" dijo Tomás en un momento. "Me encanta escuchar tu voz. Podría pasarme horas solo escuchándote hablar."
"Oh, vamos, Tomás," dije, riendo. "Eres un encanto. Pero no solo yo quiero hablar, también quiero escuchar más sobre ti."
"Está bien, ¿qué quieres saber?" preguntó él, sus ojos brillando con curiosidad.
"Cuéntame más sobre tus sueños. ¿Qué te gustaría lograr con tu música?"
Tomás se quedó pensativo por un momento antes de responder.
"Bueno, mi sueño es poder llegar a la gente con mis canciones, tocar sus corazones de la misma manera en que la música ha tocado el mío. Quiero que mis palabras y melodías puedan ayudar a otros a encontrar esperanza y alegría, tal como tú lo has hecho conmigo."
"Eso es hermoso, Tomás," dije, sintiendo una profunda admiración por él. "Estoy segura de que lo lograrás. Tienes un gran talento y un corazón increíble."
Él sonrió, sus ojos llenos de gratitud y afecto.
"Gracias, Luna. Y sé que tú también alcanzarás tus sueños. Eres una escritora increíble y una persona maravillosa. Te mereces todo lo mejor."
Seguimos hablando, compartiendo secretos, risas y sueños. La tarde pasó volando, y aunque estábamos a kilómetros de distancia, sentí que estábamos más cerca que nunca. Este picnic virtual fue un momento de conexión y amor, y sabía que, a pesar de la distancia, nuestro vínculo solo se fortalecería con el tiempo.
El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. La vista era simplemente espectacular, con las nubes pintadas de colores cálidos que parecían un cuadro de ensueño.
"Mi media luna," dijo Tomás suavemente, "este atardecer es hermoso, pero no tanto como tú."
Sentí cómo mi corazón se aceleraba ante sus palabras. "Gracias, Tomás. Eres muy dulce."
"Prométeme que siempre compartiremos momentos así, sin importar la distancia," dijo él, mirándome con ternura y una chispa de esperanza en sus ojos.
"Lo prometo," respondí, sintiendo una conexión profunda con él, como si nuestras almas estuvieran entrelazadas a través del tiempo y el espacio.
Finalmente, llegó el momento de despedirnos. "Tomás, ha sido un picnic maravilloso, pero creo que es hora de que me vaya," dije, sintiendo el frío en el aire y el peso de la despedida en mi corazón.
"Sí, tienes razón," respondió Tomás con una sonrisa cálida y un brillo en sus ojos que me hizo sentir segura. "Cuídate mucho, Luna. Hablamos pronto."
"Claro, Tomás. Cuídate también," dije, sonriendo mientras cerraba la videollamada, sintiendo una mezcla de tristeza y esperanza.
De regreso a casa, el aire fresco de otoño me acompañaba mientras me dirigía hacia mi hogar. Las hojas caían suavemente de los árboles, creando un manto dorado en el suelo. Al llegar, me dirigí directamente hacia mi habitación, moviéndome con destreza en mi silla de ruedas. Al llegar, tomé mi laptop y me acomodé para comenzar a escribir mi novela. Todo lo que había vivido con Tomás durante el picnic me había dado una nueva fuerza y motivación.
Mientras escribía, los recuerdos de Tomás invadían mi mente. Recordaba las tristezas compartidas, los coqueteos y los dulces momentos que habíamos vivido juntos. Cada palabra que escribía estaba impregnada de las emociones que sentía por él. Sentía su presencia en cada línea, como si estuviera a mi lado, guiando mis manos sobre el teclado.
Sabía que iba a cenar con mis padres más tarde, así que aproveché el tiempo para avanzar en mi escritura. La conexión que sentía con Tomás era profunda y sincera, y eso se reflejaba en cada línea de mi novela. Cada personaje, cada diálogo, cada escena, llevaba un pedazo de nuestro amor y nuestras experiencias.
Con una sonrisa en el rostro, continué escribiendo, sabiendo que, a pesar de la distancia, nuestro vínculo solo se fortalecería con el tiempo. Y mientras las palabras fluían, me sentí más conectada que nunca con mi historia y con el hombre que había inspirado mi transformación.
Justo cuando estaba terminando un párrafo, escuché la voz de mi madre llamándome. "Luna, ¿puedes abrir la puerta?"
Me dirigí con mi silla de ruedas eléctrica hacia la puerta para abrirla. Al hacerlo, solté un grito enorme pero emocionante. "¡Adam! ¡Has regresado de tu viaje!"
Adam, mi hermano mayor, estaba de pie en la puerta con una gran sonrisa en el rostro. No podía creer que estuviera de vuelta. Nos abrazamos con fuerza, sintiendo la alegría de estar juntos nuevamente. La sorpresa y la emoción de su regreso llenaron mi corazón de felicidad y gratitud.
"¡No puedo creer que estés aquí!" exclamé, todavía abrazándolo. "¿Cómo fue tu viaje?"
"Fue increíble, hermanita," respondió Adam, soltándome y mirándome con ojos brillantes. "Pero nada se compara con estar de vuelta en casa contigo."
"¡Vaya, qué sentimental te has vuelto!" dije, riendo. "¿Qué te pasó allá afuera? ¿Te ablandaste?"
Adam se rió y me dio un suave golpe en el hombro. "No te hagas la lista, Luna. Sabes que siempre he sido así de encantador."
"Sí, claro, hermanito," respondí, rodando los ojos. "Vamos, entra. Que te hielas por el frío."
Le hice un gesto a Adam para que guardara silencio y lo dirigí hacia la cocina, donde nuestros padres estaban alistando la comida y la mesa. "Shh, vamos a sorprenderlos," susurré, con una sonrisa traviesa.
Adam asintió y me siguió en silencio. Al llegar a la cocina, me detuve en la puerta y llamé a mis padres. "Mamá, papá, ¿pueden venir un momento?"
Nuestra madre apareció primero, con una expresión curiosa en el rostro. "¿Qué pasa, Luna?"
"¡Miren quién ha llegado!" dije, dando un paso atrás para revelar a Adam.
Nuestra madre soltó un grito de alegría y corrió hacia él. "¡Adam! ¡Mi niño, has vuelto!" Lo abrazó con fuerza, lágrimas de felicidad corriendo por sus mejillas.
Nuestro padre no tardó en unirse a la escena, abrazando a Adam con una sonrisa orgullosa. "Bienvenido a casa, hijo. Te hemos extrañado mucho."
"Yo también los he extrañado," dijo Adam, abrazándolos a ambos. "Es bueno estar de vuelta."
Después de los abrazos y las lágrimas de alegría, nos dirigimos todos juntos a la mesa para cenar. La mesa estaba llena de deliciosos platos preparados por nuestra madre, y el ambiente estaba cargado de amor y felicidad.
"Cuéntanos todo sobre tu viaje, Adam," dijo nuestra madre mientras nos sentábamos. "Queremos saber cada detalle."
Adam comenzó a relatar sus aventuras, desde los paisajes impresionantes que había visto hasta las personas interesantes que había conocido. Nos contó sobre las dificultades que había enfrentado y cómo había superado cada obstáculo.
"Hubo un momento en el desierto en el que casi me pierdo," dijo Adam, con una expresión seria.
"¿De verdad? ¿Y cómo te encontraste? ¿Seguiste las estrellas como un explorador?" pregunté, riendo.
"No, Luna, usé el GPS de mi teléfono," respondió Adam, riendo también. "Pero gracias por tu confianza en mis habilidades de supervivencia."
"Bueno, al menos no te perdiste en el supermercado como la última vez," dije, recordando una anécdota de nuestra infancia.
"¡Eso fue hace años! ¿Cuándo vas a dejar de recordarme eso?" protestó Adam, riendo.
"Probablemente nunca," respondí con una sonrisa traviesa.
La cena continuó con más historias, bromas y recuerdos compartidos. Sentí una profunda gratitud por tener a mi familia reunida nuevamente y por los momentos de amor y alegría que estábamos compartiendo.
Finalmente, después de una cena llena de risas y cariño, nos despedimos y nos dirigimos a nuestras habitaciones. Me senté frente a mi laptop, las emociones del día aún resonando en mi corazón, y sentí una nueva ola de inspiración para continuar escribiendo mi novela. Sabía que, a pesar de la distancia y el tiempo, las conexiones que había formado eran fuertes y duraderas.
Con una sonrisa en el rostro, comencé a escribir, dejando que las palabras fluyeran libremente, sabiendo que estaba creando algo hermoso y significativo.
Después de terminar de escribir, me fui a dormir, sintiéndome satisfecha y llena de inspiración. A la mañana siguiente, me desperté temprano para repasar mis clases antes de la segunda semana de exámenes que comenzaría el lunes. Sabía que necesitaba estar preparada y concentrada para obtener buenos resultados.
El domingo por la tarde, alrededor de las 17:30 h, me reuní con mi mejor amiga María en el centro comercial. Nos conocemos desde hace casi seis años, desde que me mudé a España, y en ese tiempo nos hemos vuelto más que mejores amigas, casi hermanas.
"¡María! ¡Aquí estoy!" grité, saludando a mi amiga desde lejos.
"¡Luna! ¡Qué alegría verte!" respondió María, corriendo hacia mí y dándome un abrazo. "¿Lista para nuestra tarde de chicas?"
"¡Por supuesto! No puedo esperar para ver la película," dije con una sonrisa.
Compramos dos grandes palomitas con sal y dos bebidas refrescantes para acompañar la película. Nos acomodamos en nuestros asientos y nos preparamos para disfrutar de la función. La película duró casi 2:30 h, y ambas nos sumergimos en la historia, riendo y llorando juntas.
Al salir del cine, teníamos hambre, así que decidimos ir a cenar a un restaurante cercano. Nos sentamos en una mesa acogedora y comenzamos a charlar y bromear mientras esperábamos nuestra comida.
"¿Te imaginas vivir una historia de amor como la de la película?" preguntó María, sonriendo.
"Sería increíble, pero también un poco complicado," respondí, riendo. "Aunque, conociéndonos, seguro que encontraríamos la manera de hacerlo divertido."
"¡Definitivamente! Nosotras siempre encontramos la manera de divertirnos," dijo María, sacando su teléfono para tomar una foto. "¡Sonríe, Luna!"
Posé para la foto, y luego ambas revisamos las imágenes, riendo y comentando sobre nuestras expresiones.
"Esta es genial, la voy a subir a Instagram," dijo María, mientras escribía un pie de foto.
"¡Asegúrate de etiquetarme!" respondí, riendo.
La comida llegó y ambas comenzamos a disfrutar de nuestros platos, compartiendo historias y recuerdos. Hablamos sobre nuestros planes para el futuro, nuestros sueños y las cosas que queríamos lograr.
"Luna, tengo que contarte algo sobre Juan," dijo María, con una expresión preocupada.
"¿Qué pasa? ¿Todo está bien?" pregunté, sintiendo una punzada de preocupación por mi amiga.
"Bueno, hemos tenido algunos problemas últimamente," confesó María. "Parece que no estamos en la misma sintonía y hemos discutido mucho. Siento que no me escucha y que no le importa lo que digo. Además, está siempre ocupado con su trabajo y apenas tenemos tiempo para nosotros. Me siento sola, incluso cuando estamos juntos."
"Lo siento mucho, María. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte?" pregunté, tomando su mano en señal de apoyo.
"No te preocupes, solo necesitaba desahogarme," respondió María, suspirando. "Pero dime, ¿has hablado con Tomás? ¿Qué tal les fue el picnic ayer?"
"Sí, fue maravilloso," respondí, sonriendo al recordar el momento. "Nos reímos mucho y compartimos muchas cosas. Me siento muy conectada con él."
"Juan me contó que el lunes pasado Simón armó una escena en la universidad," dijo María, cambiando de tema. "¿Qué pasó?"
"Sí, fue un desastre," respondí, suspirando. "Simón quiere volver conmigo, pero le dije que no. Es imposible. Está haciendo lo mismo con Amara que hizo conmigo, aunque ella no lo sabe. Prefiero no entrometerme en sus problemas. No quiero volver a verlo jamás. Simón ya está en mi pasado, mejor así."
"¿Y qué le dijiste?" preguntó María, curiosa.
"Le solté una verdad," respondí, con determinación. "Le dije que estaba con alguien más."
"¿Estás hablando de Tomás? ¿Están juntos ya?" preguntó María, con una sonrisa traviesa.
"No, no estamos juntos," respondí, sintiendo un leve rubor en mis mejillas. "Pero nuestra relación está avanzando a su ritmo. Me gusta mucho."
"¿Te gusta la relación o te gusta Tomás?" preguntó María, levantando una ceja.
"Ambas cosas," respondí, riendo. "Me gusta la relación y me gusta Tomás. Es una persona increíble."
Después de cenar, nos despedimos con un abrazo y promesas de volver a reunirnos pronto. Me dirigí a casa, sintiéndome agradecida por tener a María en mi vida. Sabía que, a pesar de los desafíos y las distancias, nuestra amistad era fuerte y duradera.
Al llegar a casa, me preparé para dormir, pensando en el maravilloso día que había tenido. Cerré los ojos con una sonrisa en el rostro, lista para enfrentar los exámenes y cualquier cosa que la vida me trajera, sabiendo que siempre tendría a mi mejor amiga a mi lado.
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