capítulo: N°6

El sol de la mañana se filtraba a través de las ventanas de la biblioteca de la universidad, creando un ambiente tranquilo y propicio para el estudio. Me encontraba sentada en mi silla de ruedas eléctrica, rodeada de libros, apuntes y mi computadora, preparándome para el examen de la tarde. Era el primer día de dos semanas intensas de exámenes, y la presión comenzaba a sentirse en el aire.

Mientras repasaba mis notas, tratando de concentrarme en los conceptos y teorías que pronto serían puestos a prueba, dos figuras entraron en la biblioteca. Al principio, no les presté mucha atención, enfocada en mi tarea. Sin embargo, pronto comenzaron a susurrar palabras entre coqueteos y risitas, perturbando la calma del lugar.

Intenté ignorar el ruido y seguir estudiando, pero la curiosidad y la molestia se apoderaron de mí. ¿Quiénes eran y por qué estaban haciendo tanto ruido en una biblioteca, un lugar destinado al trabajo y la concentración? Decidí echar un vistazo para ver qué estaba pasando.

Me giré lentamente en mi silla de ruedas y avancé hacia la estantería cercana, como si estuviera buscando un libro que me interesara. Al acercarme, los vi. Mi corazón dio un vuelco al reconocer a Simón, mi exnovio, con su nueva novia, Amara. Estaban tan absortos el uno en el otro que no se dieron cuenta de mi presencia.

Simón y Amara seguían susurrando y riendo, ajenos a todo lo que les rodeaba. Sentí una mezcla de emociones: sorpresa, incomodidad y una punzada de dolor al verlos juntos. Intenté mantener la calma y no dejar que la situación me afectara, pero era difícil ignorar la presencia de alguien que había sido tan importante en mi vida.

Decidí que lo mejor era regresar a mi mesa y seguir con mis estudios. No quería causar una escena ni dejar que Simón y Amara me distrajeran de mi objetivo. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de darme la vuelta, Simón levantó la vista y me vio.

Nuestros ojos se encontraron por un breve instante, y pude ver la sorpresa en su rostro. Amara, al notar la reacción de Simón, también se giró para mirarme. Sentí una oleada de incomodidad, pero me obligué a mantener la compostura.

"Hola, Luna," dijo Simón, rompiendo el silencio. Su voz tenía un tono de sorpresa y quizás un poco de incomodidad.

"Hola, Simón," respondí con calma, tratando de no mostrar ninguna emoción. "Amara."

Amara me miró con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. "Hola, Luna. No esperaba verte aquí."

"Estoy estudiando para los exámenes," respondí, señalando mis libros y apuntes. "Es un lugar tranquilo para concentrarse."

Simón asintió, pero no dijo nada más. La tensión en el aire era palpable, y sentí que era mejor retirarme antes de que la situación se volviera más incómoda.

"Bueno, tengo que volver a mis estudios," dije, girando mi silla de ruedas para regresar a mi mesa. "Que tengan un buen día."

Mientras me alejaba, pude sentir sus miradas en mi espalda. Me esforcé por no dejar que la situación me afectara y me concentré en lo que realmente importaba: mis exámenes y mi futuro.

Después de regresar a mi mesa, intenté concentrarme en mis estudios una vez más. Pasé la siguiente hora repasando mis apuntes y tratando de absorber la mayor cantidad de información posible antes del examen de la tarde. Sin embargo, la presencia de Simón y Amara seguía rondando en mi mente, dificultando mi concentración.

Finalmente, decidí que era hora de tomar un descanso. Recogí mis cosas, guardé mis libros y apuntes en mi mochila, y me dirigí hacia la salida de la biblioteca. El aire fresco de la mañana me recibió al salir, y me tomé un momento para respirar profundamente y relajarme.

No habían pasado ni cinco minutos desde que había salido de la biblioteca cuando escuché pasos apresurados detrás de mí. Me giré y vi a Simón acercándose, esta vez solo. Su expresión era una mezcla de determinación y algo que no pude identificar del todo.

"Luna, espera," dijo Simón, alcanzándome con rapidez, su mano rozando la mía. "Necesito hablar contigo."

Me detuve, sintiendo una mezcla de curiosidad y aprensión. "¿Qué quieres, Simón?"

Simón parecía luchar por encontrar las palabras adecuadas. "Mira, sé que las cosas no terminaron bien entre nosotros, pero... no puedo dejar de pensar en ti."

Sentí una punzada de dolor y confusión. "¿De qué estás hablando? Tú fuiste quien terminó todo, quien me dejó con esas palabras crueles. Dijiste que no me querías, que no había futuro para nosotros."

Simón frunció el ceño, su expresión se volvió más intensa. "No es tan simple, Luna. Las cosas han cambiado. Me he dado cuenta de que cometí un error."

"¿Un error?" repetí, sintiendo cómo la ira comenzaba a burbujear en mi interior. "¿Un error? ¿Es eso lo que tú me dijiste la última vez que viniste abajo de mi casa? Que lo nuestro era un error y que jugaste conmigo todo este tiempo. Me hiciste creer que era tu amiga, tu confidente, tu amor, pero nada de eso. Solo jugabas conmigo y con mis sentimientos."

Simón dio un paso más cerca, su voz se volvió más baja pero cargada de emoción. "Sí, Luna. Me he dado cuenta de que aún te amo. No puedo dejar de pensar en ti, en lo que tuvimos."

Me quedé en silencio por un momento, tratando de procesar sus palabras. "Simón, tú fuiste quien me dejó. Me escribiste esas cartas, me dijiste esas cosas horribles la última noche que nos vimos. ¿Cómo esperas que crea en ti ahora?"

Simón apretó los puños, su frustración evidente. "No lo entiendes, Luna. Estaba confundido, no sabía lo que quería. Pero ahora lo sé. Quiero estar contigo."

"¿Y qué pasa con Amara?" pregunté, señalando hacia la biblioteca. "¿Ella no significa nada para ti?"

Simón bajó la mirada, su voz se volvió más suave. "Amara es... diferente. Pero no es lo mismo. No es como lo que teníamos tú y yo."

Sentí una mezcla de tristeza y enojo. "Simón, no puedes simplemente aparecer y esperar que todo vuelva a ser como antes. He pasado por mucho para llegar hasta aquí, para empezar a sentirme bien de nuevo. No puedes hacerme esto."

Simón levantó la mirada, sus ojos llenos de desesperación. "Luna, por favor. Dame otra oportunidad. Sé que podemos hacerlo funcionar."

Sacudí la cabeza, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con brotar. "No, Simón. No puedo. No después de todo lo que pasó. Necesito seguir adelante, y tú deberías hacer lo mismo."

Su rostro enrojeció de furia. "Luna, ¿te has preguntado alguna vez por qué las cosas no funcionaron entre nosotros?" Su voz tenía un tono oscuro y acusador.

Lo miré con desconfianza. "Simón, ¿qué estás tratando de decir?"

"Que siempre tuviste la cabeza en las nubes, pensando en otras cosas pero nunca en mí, nunca en nosotros." Su tono era duro y cruel. "Dedicabas más tiempo a tu libro y a tus lectores ficticios que a mí. ¿Te has dado cuenta de eso?"

Sentí una ola de indignación. "¡Eso no es cierto! Siempre traté de equilibrar mi tiempo, de darte lo mejor de mí."

Simón soltó una risa amarga y sarcástica, como si disfrutara de mi dolor. "¿Equilibrar? ¡Eso es una broma! Siempre escuchabas las palabras de tu mejor amiga, María, cada vez que te decía que yo no era bueno para ti. Ella fue quien nos alejó, ¿no te das cuenta? Ella te manipuló para que me dejaras."

Sentí una mezcla de furia y determinación. Manteniendo mi postura firme, lo enfrenté con la mirada. "No metas a María en esto, Simón. Ella no tiene nada que ver. Son tus propias acciones hacia mí las que me hicieron abrir los ojos, después de que me dejaste por irte en brazos de Amara. Además, ¿quién sabe si tú me engañabas con ella o incluso con otras durante nuestro noviazgo?"

Simón me miró con una sonrisa despectiva que me heló la sangre. "Sí, claro que te engañé con ella y con otras más. ¿Qué esperabas? Con tu discapacidad, nunca podíamos hacer las cosas que yo quería. Siempre había algo que no podías hacer, algo que te impedía ser completamente mía. Y siempre usabas eso como una excusa."

Cada palabra era como un cuchillo clavándose en mi corazón, pero me mantuve firme. "Eso es despreciable, incluso para ti, Simón. Siempre intenté ser todo lo que necesitabas, estar presente para ti. Pero nunca fue suficiente porque tú no estabas dispuesto a aceptar mis limitaciones y ver más allá de ellas."

Sus ojos se llenaron de furia. "¡Nunca fue suficiente porque tú nunca fuiste suficiente! Siempre había algo más importante que yo en tu vida. Siempre te faltaba algo que yo no podía darte porque tú no querías dármelo."

"Eso no es cierto," dije con voz temblorosa pero firme. "Yo siempre te di mi amor, mi tiempo y mi apoyo. Pero tú solo querías controlarme, hacerme sentir menos para poder sentirte más. Y eso no es amor, Simón. Eso es degradación."

"¿Degradación?" Simón gritó, sus ojos llenos de rabia y odio. "¡Todo lo que hice fue por ti, por nosotros! Pero tú nunca lo viste. Siempre estabas ocupada con tus sueños imposibles y tu maldita rehabilitación. Nunca hubo espacio para mí en tu mundo perfecto."

Sus palabras me golpearon con fuerza, recordándome todos los momentos difíciles que había pasado durante mi rehabilitación. Los largos días en el hospital, los ejercicios dolorosos, las noches solitarias... Y Simón nunca estuvo realmente allí para mí. Recordé un incidente en particular, cuando tuve que operarme de urgencia por una inflamación en la boca. Le había escrito, pidiéndole que viniera a verme más tarde, incluso bromeando sobre traerme un peluche y chocolates. Él me respondió que no podía, que era demasiado tarde y que estaba ocupado. En ese momento, sentí una puñalada de traición al darme cuenta de que seguramente estaba con una de sus tantas chicas mientras yo sufría sola en el hospital. Nunca más volvió a visitarme.

Lo miré directamente a los ojos. "¿Recuerdas cuando me operaron de urgencia y te pedí que vinieras a verme? Dijiste que estabas ocupado, que era demasiado tarde. Nunca viniste, Simón. Mientras yo sufría sola en el hospital, tú estabas con otra de tus tantas chicas. Nunca te importó lo suficiente como para estar conmigo en los momentos más difíciles."

Simón esbozó una sonrisa cruel. "Claro que estaba ocupado. No tenía tiempo para perder con una inválida que no podía darme lo que necesitaba. ¡Y ahora te atreves a hablarme así, como si fueras mejor que yo!"

Sentí un fuego arder dentro de mí. "No soy mejor que nadie, Simón. Solo he aprendido a valorarme. Y he aprendido que alguien que me trata como tú no merece un lugar en mi vida. Sí, aprendí a responder, aprendí a defenderme de tus ataques. ¿Te sorprende que ya no me deje manipular por ti?"

"¡Eres una ingrata!" gritó Simón, acercándose peligrosamente. "Todo lo que hice, lo hice por ti. ¡Y ahora me pagas con desprecio!"

"Lo que hiciste fue por ti mismo, no por mí," respondí con una firmeza que nunca había sentido antes. "Engañarme, manipularme, hacerme sentir menos para que tú pudieras sentirte más. Eso no es amor, Simón. Eso es degradación."

"¡Maldita sea, Luna!" Simón vociferó, sus ojos desorbitados. "Nunca entenderás lo que perdí por ti, lo que sacrifiqué. ¡Y todo para nada!"

"Lo que perdiste fue tu propia humanidad, Simón. Y eso es algo que no puedo recuperar por ti. Ahora entiendo que merezco algo mejor. Merezco a alguien que me valore por lo que soy, no por lo que puedo hacer por él."

Simón, lleno de furia y frustración, dio un paso hacia atrás, sus ojos llenos de un odio frío. "¿Sabes qué? No mereces nada. Eres una egoísta, siempre lo fuiste. Te desearía suerte, pero ni siquiera eso mereces."

Lo miré con una calma recién descubierta. "No necesito tu suerte, Simón. Me tengo a mí misma. Y eso es suficiente."

Simón apretó los puños, su frustración evidente. "¡Así que eso es todo! ¡Vas a seguir adelante sin mí! ¡Porque ya encontraste a alguien más, ¿verdad?!"

Lo miré con firmeza, sintiendo una mezcla de tristeza y enojo. "Simón, tú hiciste tu elección. Me dejaste por Amara. Ahora tienes que asumir las consecuencias de tus actos. Y si quieres saber la verdad, sí, hay alguien más. Pero no te voy a dar ningún detalle sobre él. Porque esto no tiene nada que ver con él. Tiene que ver contigo y conmigo. Y nunca volveré contigo. El que engaña una vez, lo volverá a hacer. Y tú ya lo estás haciendo ahora mismo, queriendo volver conmigo mientras estás con Amara."

Simón me miró con una mezcla de dolor y furia, pero no dijo nada más, se dio la vuelta bruscamente y se alejó, dejándome sola con una mezcla de alivio, con mis pensamientos y emociones encontradas. Sabía que había tomado la decisión correcta, que había cerrado una puerta que nunca debería haberse abierto. Ahora, era el momento de seguir adelante y enfocarme en mi futuro, un futuro sin las sombras de Simón acechándome.

Con los pensamientos aún brotando en mi mente, me dirigí con mi silla de ruedas eléctrica al jardín donde solía sentarme entre clases. Encontré un lugar en la sombra bajo un árbol y saqué mi Kindle y auriculares para seguir leyendo el libro que me había mandado Tomás. Era un libro que había estado buscando desde hacía mucho tiempo, una historia fascinante sobre una bruja sin poderes y uno de los dioses griegos que tuvieron que casarse en un matrimonio arreglado para restaurar la paz en un bosque. Tenía algo de tiempo antes del almuerzo, así que decidí despejar un poco mi mente y concentrarme en la tarde que se avecinaba, con los exámenes que tenía por delante. Estaba esperando a María para almorzar juntas antes de nuestro primer examen.

Mientras me acomodaba bajo el árbol, los recuerdos de la conversación con Simón seguían persiguiéndome. Su rostro, su voz llena de desesperación y furia, todo se repetía en mi mente como un eco interminable. Sentía una mezcla de enojo y tristeza, una sensación de injusticia que no podía sacudirme. ¿Cómo se atrevía a aparecer de nuevo en mi vida, después de todo lo que me había hecho pasar?

Encendí mi Kindle y me puse los auriculares, esperando que la música y la lectura pudieran distraerme de esos pensamientos. Las palabras del libro me envolvían, pero cada vez que intentaba concentrarme en la trama, los recuerdos de Simón volvían a invadir mi mente.

"¡Te amé, Luna! ¡Y tú me dejaste por alguien más!" Sus palabras resonaban en mi cabeza, llenándome de una ira que no podía contener. ¿Cómo podía ser tan ciego? ¿Cómo podía no ver que él había sido el que me dejó, el que me rompió el corazón? Recordé la carta que me había dado en mi cumpleaños, llena de palabras crueles y venenosas. "Todo lo que vivimos juntos fue un maldito error. Yo nunca te amé. Cada momento a tu lado fue una maldita pérdida de tiempo."

Las lágrimas amenazaban con brotar, pero me obligué a mantener la calma. No iba a dejar que Simón tuviera ese poder sobre mí. No después de todo lo que había pasado. Respiré hondo y traté de concentrarme en el libro, dejando que las palabras de la historia me envolvieran como un bálsamo para mi alma herida.

La música en mis auriculares también ayudaba a calmarme. Las melodías suaves y las letras reconfortantes me recordaban que había personas en mi vida que realmente se preocupaban por mí, que me amaban y me apoyaban. Pensé en Tomás y en cómo siempre encontraba las palabras perfectas para hacerme sentir mejor. Pensé en María y en su inquebrantable amistad, en cómo siempre estaba ahí para mí, sin importar lo que pasara.

A medida que pasaban los minutos, sentí que la tensión en mi cuerpo comenzaba a disminuir. La sombra del árbol y el suave susurro del viento me ayudaban a encontrar un poco de paz. Sabía que tenía que concentrarme en los exámenes que se avecinaban, pero también sabía que necesitaba este momento para mí misma, para procesar todo lo que había pasado.

Tomé un respiro profundo y cerré los ojos, dejando que la brisa acariciara mi rostro. Me permití sentir el calor del sol filtrándose entre las hojas del árbol, reconfortándome con su suave caricia. En ese momento, me sentí en sintonía con la naturaleza que me rodeaba, como si el mundo estuviera susurrando palabras de aliento y consuelo solo para mí.

Cuando finalmente abrí los ojos, vi a María acercándose desde la distancia. Su sonrisa cálida y su energía positiva eran justo lo que necesitaba en ese momento. Me quité los auriculares y apagué el Kindle, preparándome para el almuerzo y para enfrentar el primer examen de la tarde.

Nos dirigimos juntas al comedor, donde encontramos una mesa libre y nos sentamos a almorzar. La conversación con María fue ligera y agradable, hablando de todo y de nada. Evitamos mencionar los exámenes que se avecinaban, prefiriendo disfrutar del momento y relajarnos un poco antes de enfrentarnos a la prueba.

"¿Has visto la última película que salió?" preguntó María, mientras tomaba un sorbo de su bebida.

"Sí, la vi el fin de semana pasado," respondí con una sonrisa. "Me encantó la trama y los efectos especiales fueron increíbles."

"¡Lo sé! Fue espectacular," dijo María, entusiasmada. "Tenemos que ir juntas a ver la próxima."

Asentí, disfrutando de la conversación y de la compañía de mi amiga. Después de almorzar, nos quedamos un momento al sol, disfrutando del cálido abrazo de los rayos solares. Era un momento de tranquilidad antes de sumergirnos en el estrés de los exámenes.

De repente, vi a Juan, el novio de María, acercándose a nosotras. "¡Hola, chicas!" dijo con una sonrisa, inclinándose para besar a María en la mejilla. "Solo quería desearles suerte en su examen."

"Gracias, Juan," respondí, rodando un poco los ojos mientras veía el gesto cariñoso entre ellos. En mi mente y en mi corazón, deseaba que Tomás estuviera presente conmigo en ese momento.

Justo en ese instante, mi teléfono vibró con un mensaje. Lo saqué y vi que era de Tomás. Mi corazón dio un vuelco mientras abría el mensaje.

"Hola, Luna. Sé que hoy tienes un examen importante y quiero desearte toda la suerte del mundo. Imagina que cada palabra que leas es una estrella que ilumina tu camino, y cada respuesta que escribas es una melodía que resuena en el universo. Aunque la distancia nos separe, mi corazón está contigo, enviándote toda la energía positiva. Eres increíble y sé que brillarás como siempre. ¡Ánimo, mi estrella! 🌟"

Una sonrisa se dibujó en mi rostro al leer sus palabras. Aunque la distancia nos separaba, sentía su apoyo y cariño. Guardé el teléfono y me preparé mentalmente para el examen, sabiendo que tenía a personas maravillosas en mi vida que me apoyaban.

La semana transcurrió en una vorágine de repasos y exámenes. Cada día parecía una repetición del anterior: estudiar, asistir a clases, hacer exámenes y repetir. María y yo nos apoyábamos mutuamente, compartiendo momentos de estrés y de alivio cuando terminábamos cada prueba. Los mensajes de Tomás se convirtieron en un bálsamo para mi alma, llenos de palabras de aliento y cariño que me ayudaban a seguir adelante.

Finalmente, llegó el viernes por la noche. El fin de semana estaba a punto de comenzar, y con él, un breve respiro antes de la segunda semana de exámenes. María y yo habíamos planeado pasar el sábado juntas, pero también tenía algo especial programado con Tomás. Habíamos decidido hacer un picnic virtual en el parque, una forma de compartir un momento juntos a pesar de la distancia.

El sábado, quería mostrarle a Tomás mi rincón favorito de escritura en el río Turia. Había preparado todo para un picnic sencillo y casual, con comida y bebida, y mi computadora para poder conectarnos. Sería una oportunidad para charlar, disfrutar y conocernos más, aunque fuera a través de una pantalla.

El otoño, mi estación favorita, había teñido el parque de colores cálidos y acogedores. Las hojas caían suavemente, creando una alfombra dorada bajo los árboles. Sabía que sería un día especial, una pausa en medio del caos de los exámenes, y estaba emocionada por compartirlo con Tomás.

Con esos pensamientos en mente, me preparé para la noche del viernes, sabiendo que el día siguiente traería consigo un momento de paz y conexión. Cerré los ojos, dejando que el cansancio de la semana se desvaneciera, y me dejé llevar por el sueño, soñando con el picnic y con la compañía de Tomás.

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