CAPÍTULO: N°24
El aire se llenó de una tensión casi palpable mientras mis pensamientos corrían en todas direcciones. Sentía un nudo en el estómago, una mezcla de sorpresa, anhelo y confusión que me mantenía inmóvil, con los ojos fijos en la figura que se acercaba. El susurro de las hojas y el crujido de las piedras bajo sus pies parecían amplificarse en la quietud de la noche, creando una sinfonía que resonaba con la magia del jardín de Juan.
La luz de la luna, un tenue halo plateado, bañaba el jardín, tejiendo destellos entre las sombras de los árboles. Grandes árboles majestuosos se alzaban con sus ramas cargadas de flores, como si cada flor fuera una estrella en el cielo nocturno. Mientras la figura se acercaba, las flores empezaron a desprenderse lentamente de los árboles, cayendo con gracia sobre el camino de piedra. Era como si el propio jardín estuviera celebrando este encuentro, adornando el camino con pétalos que brillaban como estrellas fugaces en la luz de la luna.
La suave brisa, cargada con el aroma embriagador del jazmín y la frescura de la noche, movía con delicadeza los pétalos de las flores, creando un remolino de fragancias y emociones en el aire. El aroma mezclado con el halo del jardín, el susurro de las hojas en movimiento y el crujido de las piedras bajo sus pies creaban una atmósfera casi mágica. El jardín, tan mágico y romántico como una escena de cuento, se transformaba en el escenario perfecto para un encuentro inesperado. Mis sentidos estaban abrumados por la belleza del entorno, sintiendo cómo cada detalle realzaba la sensación de que algo extraordinario estaba a punto de suceder.
Con cada paso que daba aquella figura hacia mí, mi corazón latía más rápido y más fuerte. Entonces, entre las sombras y la tenue luz de la luna, comencé a distinguir rasgos más familiares. El cabello oscuro, corto y liso que parecía suave y de un color castaño profundo. Era un cabello que había visto tantas veces en nuestras videollamadas, pero nunca en persona.
Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras intentaba procesar lo que estaba viendo. Aquellos ojos que ahora reflejaban magia, que parecían brillar con una luz propia, eran los mismos que me habían mirado tantas veces a través de una pantalla, llenos de amor y promesas. No podía creer que estuviera aquí, frente a mí, después de tanto tiempo soñando, anhelando y rezando para que el destino nos reuniera.
Cada paso que daba hacia mí hacía que la realidad se sintiera más tangible y menos como un sueño. El camino de piedra iluminado bajo sus pies parecía simbolizar el viaje que ambos habíamos emprendido, un viaje lleno de esperanza, espera y deseo. La distancia que nos había separado por tanto tiempo, esos mares y kilómetros que habían sido barreras insuperables, ahora se disipaban en la noche mágica del jardín.
Mi corazón latía con una mezcla de incredulidad y alegría. Las lágrimas corrían libremente por mis mejillas mientras observaba cómo aquella figura masculina, aquella persona tan profundamente importante para mí, se acercaba más y más. Era como si todo el universo se hubiera confabulado para este momento, para reunirnos finalmente después de tanto tiempo.
Mientras él se acercaba, cada detalle se hacía más claro y mi corazón latía con una fuerza renovada. Era imposible que esto estuviera sucediendo, y sin embargo, aquí estaba él, a solo unos pasos de distancia. La emoción era tan intensa que me faltaba el aliento, y mi mente se llenaba de recuerdos y sueños compartidos, de noches en vela hablando y de promesas de algún día estar juntos.
Finalmente, él estaba allí, justo frente a mí. Era Tomás, mi novio, la persona con la que había compartido innumerables conversaciones, risas y sueños a través de videollamadas. Verlo en persona, después de tanto tiempo anhelando este momento, era una experiencia abrumadora. Mis lágrimas se mezclaban con la luz de la luna, y mi corazón, que había anhelado este momento cada día, ahora latía con una felicidad indescriptible.
Tomás se detuvo a solo unos pasos de distancia y, por un momento, nuestras miradas se encontraron en un silencio cargado de emociones. No podía creer que él estuviera realmente aquí. La incredulidad y la alegría se mezclaban en mi corazón, llenándome de una sensación de plenitud que nunca antes había experimentado.
Con una sonrisa tierna, Tomás se inclinó y me entregó un ramo de margaritas, mis flores favoritas. "Luna, estas son para ti," dijo suavemente, su voz cargada de cariño. Acepté las flores con manos temblorosas, sintiendo el perfume dulce y familiar que tanto amaba.
Pero entonces, algo en su mirada me dijo que había más. Tomás tomó una respiración profunda y, sin apartar sus ojos de los míos, se arrodilló lentamente frente a mí. El mundo pareció detenerse en ese instante, y todo lo que existía era él y yo. En una mano, sostenía un pequeño estuche de terciopelo.
"Luna," comenzó, su voz temblando ligeramente por la emoción, "desde el momento en que comenzamos a hablar, supe que había encontrado a alguien muy especial. Hemos compartido tantas cosas, aunque a la distancia, y cada día que pasaba, mi amor por ti crecía más y más."
Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas con más fuerza, incapaz de contener la oleada de emociones que me invadía. Mientras Tomás continuaba, sentí que mi mente se llenaba de pensamientos y dudas. ¿Cómo podía ser posible? ¿Cómo podía alguien como Tomás aceptar y amar a una chica como yo, con una discapacidad física? ¿Una chica que necesitaba moverse en una silla de ruedas y requería cuidado y atención? Nunca había creído que esto pudiera ser posible.
Como si pudiera leer mis pensamientos, Tomás miró profundamente en mis ojos y continuó. "Luna, te amo tal como eres. No importa tu discapacidad física. Para mí, eres perfecta, y prometo cuidarte por siempre y para siempre."
Sus palabras eran como un bálsamo para mi alma, llenándome de una calidez y una certeza que nunca antes había sentido. Las lágrimas seguían cayendo, pero ahora eran de pura felicidad y amor.
"Luna, hoy estoy aquí, no solo para celebrar tu graduación o el lanzamiento de tu libro. Estoy aquí porque quiero que sepas que quiero pasar el resto de mi vida contigo. Luna, ¿quieres casarte conmigo?"
Mientras abría el estuche de terciopelo, revelando un anillo delicado y hermoso, el tiempo pareció detenerse completamente. El anillo brillaba a la luz de la luna, reflejando el amor y la devoción que sentíamos el uno por el otro. Mi corazón latía con una intensidad abrumadora, y sentí que iba a explotar de felicidad y asombro.
En ese momento, todo lo que habíamos compartido, cada risa, cada lágrima, cada promesa, se reunió en un solo punto de pura emoción. Tomás estaba aquí, frente a mí, arrodillado y con una mirada que reflejaba todo el amor que habíamos construido juntos a pesar de la distancia. No podía creer que este momento tan esperado y soñado estuviera finalmente ocurriendo.
Mis lágrimas continuaban cayendo mientras intentaba hablar. "Sí, Tomás. ¡Sí, quiero casarme contigo!" Las palabras salieron de mis labios con una certeza y una felicidad que nunca antes había sentido.
Tomás se levantó y me colocó el anillo en el dedo, sus manos temblando ligeramente. Nos abrazamos con fuerza, sintiendo que el universo entero nos apoyaba en ese momento. Las estrellas parecían brillar con más intensidad, y la luz de la luna nos envolvía en un resplandor mágico. Era como si el mundo entero celebrara con nosotros.
Mis amigos, que habían estado observando desde las ventanas y puertas, comenzaron a aplaudir y vitorear, rompiendo el silencio con una explosión de alegría. Me di cuenta de que todos habían sido cómplices en esta sorpresa, y una oleada de gratitud me llenó el corazón.
Estar en los brazos de Tomás, después de tanto tiempo soñando con este momento, era más que mágico. Era la realización de todos nuestros sueños y promesas. La distancia y el tiempo no habían sido capaces de disminuir el amor que sentíamos el uno por el otro, y ahora, estábamos listos para comenzar un nuevo capítulo juntos, con la certeza de que el amor verdadero puede superar cualquier barrera.
Después de la conmoción y el júbilo de la pedida de mano, los amigos comenzaron a dispersarse, dejándonos un momento de intimidad en el jardín iluminado por la suave luz de la luna. La noche era perfecta, y el aire estaba cargado de una mezcla de emociones. Me acerqué a Luna y tomé sus manos con ternura, mi mirada reflejando todo el amor que sentía por ella.
"Luna," dije suavemente, "por fin estamos aquí, juntos, como siempre soñamos."
Ella asintió, con los ojos todavía brillando por las lágrimas de felicidad. "Sí, Tomás, no puedo creer que esto esté realmente sucediendo. Es más de lo que jamás imaginé."
Sonreí, acercándome un poco más y envolviéndola en un cálido abrazo. "He soñado con este momento cada día, Luna. Eres todo para mí."
Luna, aunque abrumada por la felicidad, parecía tener algo en mente. Separándose un poco de mí, me miró con una mezcla de emoción y preocupación. "Tomás, hay algo que no deja de preocuparme... Mis padres no saben nada de nuestra relación. No sé cómo voy a decirles que estamos comprometidos."
La miré, asegurándome de transmitir toda la seguridad y el amor que sentía por ella. "Luna, hay algo que debes saber." Tomé sus manos entre las mías y la miré profundamente a los ojos. "Antes de venir aquí, hablé con María y le pedí ayuda. Ella me dio el número de tus padres y me ayudó a ponerme en contacto con ellos."
Luna me miró, incrédula y sorprendida. "¿Hablas en serio? ¿Hablaste con mis padres?"
Asentí con una sonrisa. "Sí, hablé con ellos varias veces en secreto. Les conté todo sobre nosotros, sobre cómo nos conocimos, cómo nos enamoramos y cómo hemos mantenido nuestra relación a pesar de la distancia."
Pude ver el alivio y el asombro en su rostro. "¿Y qué dijeron? ¿Cómo reaccionaron?"
Acaricié suavemente su mejilla. "Al principio, estaban un poco sorprendidos, pero luego entendieron todo. Me dijeron que ya habían notado los cambios en ti, cómo estabas más feliz, más animada. Se dieron cuenta de que había algo especial en tu vida."
Luna dejó escapar un suspiro de alivio. "No puedo creer que hayas hecho todo eso, Tomás. Mis padres saben de nosotros y están de acuerdo..."
Asentí, mi sonrisa ampliándose. "Sí, Luna. Están de acuerdo con nuestra relación y con nuestra pedida de mano. Me dijeron que mientras tú estés feliz, ellos lo estarán también."
Sentí una oleada de gratitud y amor hacia ella. "Tomás, no sabes cuánto significa esto para mí. Siempre temí que mis padres no aceptaran nuestra relación."
La atraje hacia mí y la besé en la frente. "Luna, haré todo lo que esté en mi poder para que seas feliz. Te amo tal como eres, con cada parte de ti. Tu discapacidad no cambia nada para mí, solo te hace más fuerte y especial."
Las lágrimas volvieron a llenar sus ojos, pero esta vez eran lágrimas de pura felicidad. "Tomás, te amo tanto. No puedo creer que hayas hecho todo esto por mí."
Sonreí, besando suavemente su mejilla. "Te amo, Luna. Eres mi vida, mi todo. Y no puedo esperar para comenzar esta nueva etapa juntos."
La noche seguía siendo mágica, y el jardín era nuestro refugio de amor y promesas. Sentía que todo encajaba perfectamente, como piezas de un rompecabezas que finalmente se unían. Luna había demostrado ser no solo una novia maravillosa, sino también una persona fuerte y comprometida a luchar por nuestro amor.
"Entonces, ¿cuándo te gustaría decirles a tus padres sobre el compromiso oficialmente?" pregunté, acariciando sus manos.
Luna pensó por un momento, sus ojos llenos de determinación y alegría. "Creo que lo mejor sería mañana. No quiero esperar más. Quiero que sepan lo feliz que soy contigo y lo agradecida que estoy por todo lo que has hecho."
Asentí, mi mirada reflejando la misma determinación. "Mañana será, entonces. Vamos a hacer esto juntos, Luna."
La noche continuó, y pasamos esos momentos preciosos hablando, riendo y compartiendo sueños. La conexión entre nosotros se sentía más fuerte que nunca, y la certeza de que estábamos destinados a estar juntos llenaba el aire.
Las estrellas brillaban intensamente sobre nosotros, como si el universo mismo celebrara nuestro amor. El jardín, con su camino de piedra iluminado y la luz suave de la luna, era el escenario perfecto para el comienzo de nuestra nueva vida juntos. En esos momentos, supe que, sin importar los desafíos que enfrentáramos, nuestro amor prevalecería, porque estaba construido sobre una base sólida de confianza, compromiso y un amor verdadero que superaba cualquier barrera.
Juntos, nos abrazamos bajo la luz de la luna, sabiendo que el futuro nos reservaba innumerables momentos de felicidad y amor. Y mientras la noche avanzaba, nuestros corazones latían al unísono, prometiéndose amor eterno, con la certeza de que el destino nos había unido para siempre.
La noche seguía siendo mágica, y Tomás y yo decidimos volver a la fiesta para disfrutar un poco más con nuestros amigos. Mientras nos dirigíamos de nuevo al salón en la casa de Juan, él caminaba a mi lado, nuestras manos entrelazadas. Sus dedos acariciaban suavemente los míos, y cada toque me hacía sentir más conectada a él.
Al entrar al salón, todos se giraron hacia nosotros. Sentí una oleada de emoción y nerviosismo, pero la mirada tranquilizadora de Tomás me dio fuerzas. Nos detuvimos un momento en la entrada, y respiré hondo antes de hablar.
"¡Chicos!" exclamé, levantando un poco la voz para que todos me escucharan. "Quiero presentarles a Tomás... ahora mi prometido."
El salón estalló en aplausos y vítores. Mis amigos se acercaron rápidamente, felicitándonos y abrazándonos. María fue la primera en llegar, con lágrimas de alegría en sus ojos. "¡María, me voy a casar!" dije, abrazándola con fuerza.
"¡Felicidades, Luna!" dijo María, envolviéndome en un abrazo cálido. "Sabíamos que esto sería perfecto."
Danna y Lucía se unieron al abrazo, riendo y llorando de felicidad. "¡No puedo creerlo! ¡Esto es increíble!" exclamó Danna.
"¡Estamos tan felices por ti!" añadió Lucía, sus ojos brillando con emoción.
Mientras tanto, los chicos rodeaban a Tomás, dándole palmadas en la espalda y abrazándolo. Juan, Carlos, Paulo, Diego y todos los demás lo felicitaban con entusiasmo. "Bienvenido a la familia, Tomás," dijo Juan, sonriendo ampliamente. "¡Has hecho a nuestra Luna muy feliz!"
Nos reunimos en un rincón más tranquilo del salón para hablar. María y Juan se unieron a nosotros, sus rostros iluminados por la alegría. "No sé cómo agradecerles a ambos," dije, mi voz llena de gratitud. "Sin su ayuda, esto no habría sido posible."
María sonrió, tomando mis manos. "Luna, sabíamos lo importante que era esto para ti. Ver tu felicidad es todo lo que necesitamos."
Juan asintió. "Y Tomás, has sido increíble en todo esto. Nos alegra mucho verte aquí y saber que cuidarás de nuestra amiga."
Tomás los miró con una sonrisa sincera. "Gracias a ustedes, he podido hacer esto realidad. Prometo cuidar de Luna y hacerla feliz todos los días de nuestra vida juntos."
Después de compartir risas y recuerdos, la fiesta empezó a decaer. Me despedí de mis amigos, sintiéndome abrumada por el amor y el apoyo que me rodeaba. Tomás insistió en acompañarme hasta mi calle, y mientras nos dirigíamos a mi casa, nuestras manos seguían entrelazadas. El suave zumbido de mi silla de ruedas eléctrica y el sonido de sus pasos creaban una sinfonía íntima en la quietud de la noche.
El camino a casa estaba iluminado por farolas que proyectaban sombras largas y románticas. Tomás caminaba cerca de mí, acariciando mis dedos con ternura. De vez en cuando, se inclinaba para susurrarme algo dulce al oído, y cada palabra me hacía sentir más amada y segura.
Al llegar a la esquina cerca de mi casa, me giré hacia él. "Tomás cariño, quiero guardar el anillo antes de entrar a casa. Espero que no te moleste. Es solo por un día, porque mañana les contaremos todo a mis padres en el almuerzo."
Tomás sonrió, asintiendo. "Claro, amor. Entiendo perfectamente. Lo más importante es que mañana podamos compartir nuestra felicidad con ellos."
Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad de la noche. La proximidad de Tomás hacía que mi corazón latiera con fuerza. "Me escribirás cuando llegues a tu habitación, ¿verdad? Para que podamos hablar un poco más antes de dormir, justo como lo hacíamos antes," dijo con una sonrisa tímida.
"Por supuesto," respondí, mi voz suave y cariñosa. "No puedo esperar para seguir hablando contigo."
Justo antes de despedirnos, Tomás se inclinó y me tomó entre sus brazos. La cercanía hizo que todo desapareciera a nuestro alrededor. Nos miramos a los ojos, y supe que este era el momento que habíamos anhelado durante tanto tiempo. Sin más palabras, Tomás se inclinó y nuestros labios se encontraron en un beso profundo y lleno de amor.
El mundo pareció detenerse mientras nos besábamos. Sentí mariposas en el estómago y una calidez que me invadía por completo. Su mano acariciaba suavemente mi mejilla, y nuestras respiraciones se mezclaban en un baile íntimo. Cada segundo del beso era una promesa de amor eterno, de sueños compartidos y de un futuro juntos.
Las caricias en mi piel eran suaves y llenas de ternura. Sentí su amor en cada toque, en cada susurro contra mis labios. Mis manos se deslizaron por su espalda, abrazándolo con fuerza. Era el primer beso que habíamos soñado durante tanto tiempo, y ahora se hacía realidad. Cada segundo del beso era una promesa de amor eterno, de sueños compartidos y de un futuro juntos.
Cuando finalmente nos separamos, los dos estábamos sin aliento, pero con sonrisas en nuestros rostros. "Te amo, Luna," dijo Tomás, sus ojos brillando con ternura.
"Y yo te amo a ti, Tomás," respondí, sintiendo que mi corazón iba a explotar de felicidad.
Nos abrazamos una vez más antes de que me dirigiera a mi casa. Me giré para verlo una última vez antes de entrar, y él me devolvió una sonrisa que sabía que estaría en mis sueños esa noche.
Después de despedirme de Tomás en la esquina, entré al edificio con el corazón aún palpitante por el beso que habíamos compartido. Al entrar a casa mis padres ya estaban dormidos, así que me dirigí directamente hacia mi habitación. Tomé el anillo con cuidado y lo coloqué en la mesita de noche, observándolo con una mezcla de incredulidad y felicidad. "¿Esto realmente está pasando?", pensé para mí misma, sintiendo la emoción burbujeando en mi pecho.
Me tumbé en la cama y saqué mi teléfono. No pude evitar sonreír al ver los mensajes de Tomás que ya estaban allí, llenos de amor y entusiasmo por nuestro compromiso.
Tomás: Mi amor, no puedo dejar de pensar en ti. Hoy ha sido el mejor día de mi vida. No puedo esperar para despertar mañana sabiendo que seremos oficialmente novios.
Tomás: Luna, eres mi mundo entero. Estoy tan feliz de que hayamos cruzado el umbral juntos, de que estemos finalmente en la misma ciudad y de que pronto podamos compartir todo el resto de nuestra vida. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar.
Luna: Mi prometido... No sé cómo expresar lo que siento ahora mismo. Estoy tan emocionada y feliz. Hoy ha sido un sueño hecho realidad. No puedo esperar para verte mañana y contarles a mis padres sobre nosotros. Te amo más de lo que puedo decir.
Luna: Gracias por todo lo que has hecho por mí. Eres el hombre más increíble que he conocido.
Después de enviar mis mensajes, me recosté en la cama, sintiendo la cálida sensación de estar en un lugar seguro y amado. Miré el anillo una vez más antes de cerrar los ojos, dejando que los sueños de nuestro futuro juntos me llevaran hacia el sueño más tranquilo y feliz que había tenido en mucho tiempo.
Al día siguiente, me desperté con un sentimiento de expectativa y alegría. La mañana estaba llena de luz suave que se filtraba a través de las cortinas. Me vestí cuidadosamente y me dirigí hacia la cocina en mi silla de ruedas eléctrica, encontrándome con mis padres y mi hermano Adam en la cocina. Ellos ya estaban desayunando cuando entré, y sus miradas se volvieron hacia mí con curiosidad.
"Buenos días", saludé con una sonrisa nerviosa pero decidida.
"Buenos días, querida. ¿Cómo estás hoy?", preguntó mi mamá. Su tono casual no lograba ocultar la curiosidad en sus ojos.
"Estoy bien", respondí mientras me dirigía hacia la mesa con mi silla de ruedas eléctrica. "De hecho, quería proponerles algo."
Adam, mi hermano mayor, me miró por encima de su taza de café, su expresión serena pero atenta.
"¿Qué tienes en mente?", preguntó mi papá, fingiendo ignorancia sobre el subtexto de nuestra conversación.
"Había pensado que podríamos almorzar juntos hoy en un restaurante", dije, manteniendo la mirada en mi plato. "Hay algo... que quiero compartir con ustedes."
Un silencio cargado cayó sobre nosotros por un breve momento antes de que mi mamá rompiera el hielo. "Nos encantaría, Luna. ¿Algún lugar en particular?"
"Quiero que sea una sorpresa", contesté rápidamente, evitando entrar en detalles.
Mi papá asintió con una sonrisa comprensiva. "Entonces será una sorpresa. Estaremos allí contigo."
Adam finalmente intervino con una sonrisa juguetona. "¿Es algo grande lo que vas a compartir?"
Solo pude devolverle la sonrisa. "Algo así."
Mis padres intercambiaron una mirada cómplice antes de volver a centrarse en mí. "Siempre es un placer pasar tiempo contigo y Adam", dijo mi mamá con afecto.
"Gracias", les dije, sintiendo cómo la tensión se disipaba ligeramente.
Aunque no mencionamos a Tomás ni los verdaderos motivos del almuerzo, todos éramos conscientes de ellos y del juego de apariencias que estábamos manteniendo.
Después del desayuno, regresé a mi habitación para prepararme para el día. Mientras elegía mi atuendo, mi mente oscilaba entre la emoción por el almuerzo y la anticipación de ver a Tomás. Recordé enviarle un mensaje rápido para confirmar que todo iba según lo planeado y que mis padres estaban de acuerdo con nuestra pequeña sorpresa. Sus respuestas estaban llenas de entusiasmo y amor, lo cual aceleró los latidos de mi corazón.
Una vez listos, nos dirigimos al restaurante que había seleccionado para el almuerzo. Era un lugar acogedor con una terraza que ofrecía vistas impresionantes del río Turia, uno de mis rincones favoritos en Valencia. La atmósfera era perfecta para lo que tenía planeado.
Nos sentamos juntos en una mesa y pedimos nuestras bebidas. Mis padres y Adam intercambiaron miradas curiosas al notar que la mesa estaba dispuesta para cinco personas, a pesar de que solo éramos cuatro. Nadie mencionó el detalle en ese momento, y continuamos con una conversación amena mientras esperábamos que nos sirvieran los platos principales.
"Mamá, papá, Adam", comencé, sintiendo un nudo en la garganta por la emoción y la importancia del momento. "Quiero agradecerles por estar aquí hoy. Este almuerzo significa mucho para mí."
Mis padres asintieron con sonrisas alentadoras, esperando pacientemente a que continuara.
"Ustedes siempre han estado ahí para mí, apoyándome y amándome sin importar qué", continué, sintiendo la emoción aumentar en mi pecho. "Y hoy, quiero compartir algo especial con ustedes."
Adam inclinó la cabeza con curiosidad, mientras que mis padres intercambiaron otra mirada que mostraba su amor y apoyo incondicional.
"Quiero que sepan lo mucho que valoro su apoyo y cómo ha sido fundamental para mí en mi vida", dije sinceramente, mirándolos a cada uno a los ojos.
Mis padres se miraron entre sí, sus expresiones reflejaban comprensión y un profundo afecto. Adam permaneció en silencio, pero su expresión mostraba que estaba escuchando cada palabra con atención.
"Por eso", continué con voz clara pero emocionada, "quiero que compartamos este momento juntos como familia, celebrando el amor y la conexión que nos une."
Hubo un breve momento de silencio mientras mis palabras colgaban en el aire, cargadas de significado y emoción. Finalmente, mi mamá rompió el silencio con voz suave pero firme.
"Luna, siempre serás nuestra hija amada y estaremos aquí para ti en cada paso del camino", dijo, con los ojos brillando con orgullo y amor. "Lo que sea que tengas para compartir con nosotros, estamos listos para escucharte."
Mis padres asintieron en acuerdo, sus manos entrelazadas sobre la mesa, mientras Adam sonreía con una mezcla de curiosidad y ternura.
"Gracias", susurré, sintiendo un alivio y una gratitud abrumadores por su comprensión y apoyo inquebrantables.
Tras unos momentos de nervios controlados, mientras disfrutábamos de una conversación ligera. Mis ojos se encontraron con los de Tomás entrando al restaurante. Una oleada de emoción recorrió mi cuerpo al verlo. Él me sonrió discretamente mientras se acercaba a nuestra mesa con paso firme pero sereno.
"Mamá, papá, Adam", dije con voz entrecortada por la emoción, "quería presentarles a alguien muy especial."
Mis padres y Adam giraron hacia Tomás con sorpresa y alegría en sus rostros. Hubo un momento de reconocimiento silencioso antes de que una sonrisa amplia se extendiera en el rostro de mis padres.
"Ah, finalmente te conocemos en persona", dijo mi papá con una sonrisa cálida, extendiendo la mano hacia Tomás. "Es un placer, Tomás."
Él tomó su mano con gentileza. "El placer es mío, señor Aether. Siempre es diferente conocerse en persona después de nuestras conversaciones por videollamadas."
Mamá asintió con una sonrisa afectuosa. "Es verdad. por favor hijo tome asiento al lado de Luna."
Tomás asintió con humildad. "Es un honor estar aquí con ustedes hoy."
Cada momento con la familia de Luna se sentía como un paso hacia nuestro futuro juntos. Sentados en la mesa del restaurante, observé a Luna jugueteando nerviosamente con su servilleta. Bajo la mesa, busqué su mano y la tomé con suavidad. Ella respondió apretándome los dedos, transmitiéndome su propio nerviosismo mezclado con una confianza tímida. Decidí que era el momento adecuado para compartir nuestras noticias.
"Señor, señora Aether", comencé, tratando de mantener mi voz firme a pesar de los nervios. "Quiero agradecerles sinceramente por recibirme hoy. Es un honor estar aquí con ustedes."
Los padres de Luna asintieron con amabilidad, esperando con curiosidad mis próximas palabras.
"Anoche, como habíamos planeado, le pedí a Luna que se casara conmigo", continué, buscando sus ojos llenos de esperanza. "Y me alegra mucho decirles que..."
No pude evitar la emoción y me incliné hacia adelante, interrumpiendo a Tomás con una sonrisa radiante. "¡Que yo acepté! Estoy tan emocionada de comenzar este nuevo capítulo juntos." mostrándoles el anillo en mi dedo.
Su entusiasmo era contagioso. Sentí alivio y una profunda conexión con Luna mientras compartíamos este momento especial con sus padres. Adam, siempre listo para aligerar el ambiente, soltó una risa y bromeó con su habitual humor.
"¿En serio, Luna? ¿Te me adelantaste?" dijo Adam con una sonrisa pícara. "Pensé que como hermano mayor, tendría que casarme primero."
Riendo suavemente, respondí: "Bueno, Adam, ¿quién dice que las chicas siempre tienen que esperar?"
Observé a Luna con admiración mientras manejaba con gracia la broma de Adam. Me sentí agradecido de tener a alguien tan encantadora y segura de sí misma como compañera de vida.
"Tomás, quiero ser claro contigo", comenzó el padre de Luna con seriedad, su voz reflejando su preocupación por el bienestar de su hija. "Luna es muy especial para nosotros. Su discapacidad física no define quién es, pero requiere cuidado y comprensión. ¿Estás seguro de que puedes cuidarla y amarla en las buenas y en las malas?"
Sentí un nudo en la garganta mientras esperaba la respuesta de Tomás. Sabía lo mucho que significaba para mis padres asegurarse de que estaría bien cuidada y amada.
Tomé la mano de Luna con suavidad y la apreté con ternura, encontrando consuelo en su presencia. Miré a los ojos del padre de Luna con determinación.
"Sé que amar a Luna va más allá de las emociones", respondí con sinceridad. "Es un compromiso profundo y estoy completamente seguro de que quiero estar a su lado, apoyándola y amándola en cada momento de nuestras vidas juntos."
Sus palabras me conmovieron profundamente. Sentí cómo mi amor por Tomás se intensificaba, sabiendo que él estaba dispuesto a asumir cualquier desafío que nuestro futuro pudiera presentar.
"Bueno, parece que mi hermanita pequeña se va a casar antes que yo", intervino Adam con una sonrisa juguetona. "Pero en serio, Tomás, te doy la bienvenida a la familia."
Agradecí las palabras de Adam con una sonrisa sincera. Sentí cómo la aceptación y el calor de la familia de Luna llenaban el ambiente, haciendo que este momento fuera aún más especial y significativo para nosotros.
Miré a mis padres con gratitud y amor, sabiendo que esta reunión marcaba un nuevo comienzo para todos nosotros. El futuro con Tomás estaba lleno de promesas y desafíos, pero juntos, estábamos listos para enfrentar todo lo que la vida nos ofreciera.
"Tomás, Luna", dijo mi madre con lágrimas de alegría en sus ojos. "No saben cuánto nos alegra escuchar esta noticia. Hemos visto a nuestra hija enfrentar muchos desafíos con valentía y determinación. Nos sentimos inmensamente orgullosos de todos sus logros, desde sus estudios hasta su próximo libro."
Tomás apretó mi mano bajo la mesa, y sentí una oleada de amor y gratitud hacia él. Mis padres eran mi roca, y su aprobación significaba el mundo para mí.
"Gracias, señora Aether", respondí con emoción. "Luna es una inspiración para mí y para muchos. Estoy comprometido a apoyarla en todos sus sueños y a construir una vida juntos."
El padre de Luna asintió, su expresión suavizándose mientras hablaba. "Tomás, queremos que sepas que hemos visto cómo miras a nuestra hija, con respeto y amor. Nos reconforta saber que ella ha encontrado a alguien que la valora tanto. Ambos tienen nuestro apoyo y bendición en este camino que han decidido emprender juntos."
Sentí mis ojos llenarse de lágrimas de felicidad al escuchar las palabras de mi padre. Sus preocupaciones siempre habían sido comprensibles, y ver su aceptación y apoyo hacia Tomás y nuestra relación me llenaba de una profunda paz.
"¡Vaya, Luna! Parece que te has ganado a toda la familia. Creo que es hora de que me ponga a buscar a alguien también", bromeó Adam, guiñándome un ojo. "Pero en serio, estoy feliz por ti."
Todos rieron, y la atmósfera se volvió más relajada y alegre.
Después de que los padres de Luna nos dieron su bendición y felicitaron con sinceridad, sentí que el momento era perfecto para hacer otra solicitud importante.
"Señor, señora Aether" comencé, sintiendo la calidez y aceptación en sus ojos. "Me preguntaba si les parecería bien que Luna y yo fuéramos a dar un paseo juntos. Me encantaría pasar un tiempo a solas con ella, disfrutando de este día especial."
La madre de Luna sonrió y asintió con entusiasmo. "Por supuesto, Tomás. Es un día hermoso, y sería bueno que pasen tiempo juntos."
El padre de Luna, con una sonrisa aprobadora, agregó: "Claro, Tomás. Solo asegúrate de que no vuelvan muy tarde."
Miré a mis padres con gratitud y luego a Tomás con una sonrisa radiante. "Gracias, papá. No nos tardaremos."
Ayudé a Luna a prepararse, asegurándome de que estuviera cómoda en su silla de ruedas eléctrica. Salimos del restaurante, sintiendo la suave brisa del atardecer en nuestros rostros. La tarde se despedía con un suspiro de colores, dejando un rastro de nubes teñidas de carmín y oro en el cielo. Me acerqué a Luna, cuya presencia era tan vital y radiante como la luz del crepúsculo que se filtraba a través de las hojas de los árboles.
El camino al parque estaba bordeado de flores que se mecían al ritmo del viento, como si danzaran para nosotros. Sentía la mano cálida de Tomás sobre mi hombro, un gesto protector y cariñoso que me recordaba cuán profundo era nuestro vínculo.
"¿A dónde me llevas, caballero de mis sueños?" pregunté con una sonrisa que reflejaba toda la alegría y anticipación que sentía en mi corazón.
"Al lugar donde nuestros corazones pueden hablar sin palabras," respondí con una risa que resonaba con la promesa de momentos inolvidables. El lago nos dio la bienvenida con su superficie tranquila, espejo del cielo que ahora se vestía con las primeras estrellas. Me arrodillé junto a Luna, tomando sus manos entre las mías con una ternura que hacía temblar el alma.
"Este espejo de agua no puede compararse con el reflejo de tu belleza," dije, mis ojos oscuros brillando con una luz que solo el amor verdadero puede encender. "Cada día a tu lado es un lienzo esperando ser pintado con los colores de nuestra pasión."
Mis mejillas se tiñeron del color de las rosas silvestres al escuchar sus palabras. "Eres mi poeta, mi valiente guerrero," murmuré. "En tus brazos encontré mi hogar."
Acercé mis labios a los de ella en un beso delicado como el roce de una mariposa, sellando nuestro compromiso eterno. Allí permanecimos, hablando sobre sueños tejidos con hilos de esperanza y planes construidos sobre cimientos de amor inquebrantable.
Mientras conversábamos, Tomás acariciaba mi cabello oscuro y ondulado, cada hebra capturando la luz crepuscular como si fuera un hilo sacado directamente del manto nocturno.
"Luna," dije con voz firme pero llena de emoción, "mi vida es tuya, cada paso, cada victoria, cada desafío... juntos los enfrentaremos."
El tiempo parecía detenerse mientras nuestras miradas se entrelazaban en un baile silencioso de almas gemelas. Sentí una profunda conexión con Luna, cada momento con ella se sentía como una bendición.
La noche comenzaba a envolvernos con su manto estrellado. Miré el cielo, luego volví mis ojos hacia Luna. "Confía en mí," susurré.
Asentí, sintiendo una mezcla de emoción y curiosidad. Tomás se acercó y me tomó entre sus brazos con una delicadeza que me hizo sentir segura y amada. Me levantó con cuidado, alejando mi silla de ruedas y sosteniéndome cerca de su corazón.
Con Luna en mis brazos, la giré suavemente para estar detrás de ella. Suspiré mientras la abrazaba por la cintura, apoyando mi rostro en su hombro. La brisa del lago acariciaba su cabello, creando un halo mágico alrededor de ella.
"Luna, nadie me ha hecho sentir tan completo como tú," susurré, dejando que mis palabras fluyeran con el viento.
Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, no de frío, sino de pura emoción y amor. Nunca había sido sostenida así, con tanto cariño y respeto. "Tomás, nunca imaginé que alguien pudiera hacerme sentir tan especial," dije con un nudo en la garganta, de felicidad.
La abracé más fuerte, sintiendo cómo nuestros corazones latían al unísono. "Te prometo que siempre estaré aquí para ti, Luna. Cada día será una nueva oportunidad para demostrarte cuánto te amo."
Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero eran lágrimas de alegría. "Y yo te prometo que estaré contigo, apoyándote y amándote con todo mi ser," respondí.
El tiempo se detuvo mientras permanecíamos allí, bajo el cielo estrellado. El mundo entero parecía desvanecerse, dejando solo a dos almas entrelazadas en un amor eterno. Acaricié su rostro y le susurré: "Prometo amarte por el resto de mis días, pase lo que pase y no importa las dificultades que nos depara el futuro. Tú eres mi otra mitad, la luna que ilumina mi cielo, mi amor, mi princesa. Aunque habrá dificultades, prometo amarte y protegerte por el resto de mis días bajo estas estrellas que nos bendicen."
El viento parecía susurrar con nosotros, sellando nuestra promesa en el aire nocturno. "Te amo, Tomás," dije, sintiendo que esas palabras nunca serían suficientes para expresar lo que sentía por él.
Nos quedamos así, abrazados, dejando que el amor nos envolviera en su cálido manto. Sabía que no importaba lo que el futuro nos trajera, estaríamos juntos, enfrentando cada desafío y celebrando cada victoria. Bajo las estrellas de Valencia, nuestro amor brillaba más fuerte que nunca, prometiendo un futuro lleno de amor y esperanza.
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