CAPÍTULO: N°23
Los días previos a la graduación pasaron rápidamente, llenos de preparativos y emociones. Mi vida se había convertido en un torbellino de ensayos, decoraciones y listas interminables de cosas por hacer. Cada mañana, me despertaba con una mezcla de entusiasmo y ansiedad. Quería que todo fuera perfecto, no solo para mí, sino también para mis padres, que habían sido mi apoyo incondicional durante toda mi vida académica.
María, siempre a mi lado, me ayudaba con los detalles más pequeños, desde elegir el vestido perfecto hasta organizar el itinerario del día. Mi familia también estaba emocionada, y sus constantes palabras de aliento me recordaban la importancia de este momento. Sin embargo, a pesar de toda la felicidad que me rodeaba, no podía dejar de sentir una punzada de tristeza por la ausencia de Tomás.
La víspera de la graduación, me encontraba en mi habitación, intentando concentrarme en los últimos retoques del discurso que había preparado. La ansiedad comenzaba a instalarse, y aunque María trataba de mantenerme tranquila con su entusiasmo contagioso, no podía evitar sentirme abrumada.
Recordaba con cariño el reciente viaje a Madrid con María, donde asistimos a un evento crucial para mi carrera como nueva escritora publicada. Fue una experiencia increíblemente enriquecedora y motivadora. Además, el hecho de que mi libro saldrá en formato físico en toda España muy pronto me llenaba de orgullo y emoción.
Pero en ese momento, todo lo que deseaba era la presencia de Tomás. Sentía su ausencia con una intensidad que solo se acentuaba con la proximidad de la graduación. Sus palabras de aliento y su apoyo incondicional me hacían mucha falta. Mientras releía mi discurso, me permití un momento de vulnerabilidad, dejando que las emociones fluyeran. Sabía que, a pesar de la distancia, él estaría conmigo en espíritu, alentándome como siempre lo había hecho.
Finalmente, el día de la graduación estaba a la vuelta de la esquina. La emoción en el aire era palpable y todos en casa estaban en una carrera constante para asegurarse de que todo estuviera listo. Esa mañana, mientras me arreglaba, mi teléfono sonó. Era Tomás. Sentí una mezcla de alegría y nerviosismo al ver su nombre en la pantalla. Contesté con una sonrisa, esperando que él compartiera mi entusiasmo por este día tan importante.
"Hola, amor," dije con alegría, intentando ignorar el nudo en mi estómago. "¿Cómo estás? Mañana es el gran día."
"Hola, mi vida," respondió Tomás, su voz sonaba seria y algo tensa, lo que me hizo sentir un nudo en el estómago. "Estoy bien, solo un poco cansado por el trabajo. ¿Tú cómo vas con los preparativos?"
"Todo está yendo bien, aunque es un poco abrumador," contesté, intentando mantener un tono ligero. "María está aquí ayudándome con los últimos detalles. Estoy tan emocionada... pero también nerviosa."
Hubo un breve silencio al otro lado de la línea. Sentí que Tomás quería decirme algo más, algo importante, pero parecía dudar.
"Luna... necesito hablar contigo sobre algo," comenzó Tomás, su voz ahora cargada de una preocupación que me inquietó.
"¿Qué pasa, amor? ¿Todo está bien?" pregunté, tratando de mantener la calma, aunque un sentimiento de inquietud empezaba a apoderarse de mí.
"Amor, desgraciadamente no voy a poder hablar contigo estos últimos días porque voy a estar súper ocupado. Sé que tu graduación es mañana, pero no voy a poder estar presente, ni siquiera en videollamada o por mensajes de texto. Perdóname, por favor. Te lo compensaré luego," dijo Tomás, su voz reflejaba una mezcla de culpa y determinación.
¿Cómo es posible? Justo ahora que más lo necesito. ¿Por qué no puede estar aquí? Esto es tan importante para mí. Pero... ¿qué si realmente tiene algo importante que hacer? Tal vez estoy siendo egoísta. La decepción se apoderó de mí y el entusiasmo que sentía se desvaneció al instante.
"Está bien, si no puedes, no puedes," dije, tratando de sonar comprensiva aunque por dentro sentía una mezcla de tristeza y frustración.
Ojalá pudiera decirte la verdad, Luna. Ojalá pudiera estar ahí y ver tu rostro iluminado. Pero todo esto es por ti, para sorprenderte. Aguanta un poco más, mi amor, pensaba Tomás, sintiendo una punzada de dolor en su garganta por estropear los sentimientos de Luna. Pero si no le hago creer esto, la sorpresa se arruinará. Necesito que siga creyendo. Todo lo que hago es por ella; daría mi vida por ella. La amo tanto.
"Lo siento mucho, de verdad," insistió Tomás. "Te amo."
"Yo también te amo," respondí antes de colgar, sintiéndome más sola que nunca.
Después de colgar, me sentí sumida en una profunda soledad. Aunque intentaba comprender las razones de Tomás, el vacío que dejaba su ausencia en un día tan importante era abrumador. Mis pensamientos se volvieron un torbellino de emociones encontradas. ¿Cómo podría sentirme tan abandonada cuando sabía que él tenía un motivo? Sin embargo, la tristeza se apoderaba de mí, como si una parte crucial de este día se hubiera desvanecido.
Cada pequeño detalle de la graduación, que antes era motivo de entusiasmo, ahora parecía empañado por la sensación de estar sola en este momento crucial de mi vida. María, siempre tan atenta y amorosa, intentaba animarme, pero era difícil sacudirme esa sensación de decepción y añoranza por la presencia de Tomás. Su promesa de compensarlo después no aliviaba el vacío que sentía en ese instante.
"Quizás debería estar feliz por él, por lo que está preparando," pensé, tratando de encontrar un ápice de consuelo en medio de la desilusión. Pero mientras más intentaba racionalizarlo, más se intensificaba el peso de su ausencia. Era como si una parte de mí estuviera ausente también, dejando un hueco que ninguna cantidad de celebración podía llenar.
Las horas previas a la ceremonia pasaron en un susurro de actividades y preparativos. Mis padres, que siempre habían sido mi roca, intentaban alentarme con palabras de orgullo y afecto. Sin embargo, sus esfuerzos no conseguían desviar mi atención de la falta que sentía en mi corazón.
Cada vez que miraba mi teléfono, esperaba un mensaje, una señal de que Tomás seguía pensando en mí, aunque fuera a distancia. Pero el silencio que reinaba en la pantalla era un eco de mi propia desolación.
Al llegar la noche, mientras contemplaba el vestido azul celeste que había elegido con tanta ilusión, me encontré luchando contra las lágrimas. "¿Cómo pudo desaparecer justo en este momento? ¿Acaso no soy suficientemente importante para él?" Me preguntaba, sintiendo cómo la duda y la decepción se entrelazaban en un nudo en mi garganta.
Intenté aferrarme a la idea de que había una sorpresa detrás de su ausencia, algo que justificaría este vacío momentáneo. Pero por más que lo intentara, no podía evitar sentirme abandonada en uno de los días más significativos de mi vida.
Con el vestido aún entre mis manos, observé el reflejo en el espejo, viendo los brillos de emoción apagados en mis ojos. Mi corazón anhelaba la presencia de Tomás, deseando que él estuviera ahí para compartir este momento que tanto significaba para mí.
La incertidumbre de su ausencia nublaba mis pensamientos, haciendo que cada sonrisa de celebración fuera un esfuerzo por ocultar la tristeza que latía en mi interior.
Pocas horas después, María se despidió con un abrazo cálido y se fue a su casa, dejándome en compañía de mi familia. Después de una cena animada y llena de anécdotas sobre el día, nos retiramos a nuestras habitaciones para descansar antes del gran evento del día siguiente.
Me dirigí a mi habitación con el corazón lleno de emociones encontradas. Mis padres y Adam se habían retirado a descansar, dejándome a solas con mis pensamientos. Me recosté en mi cama, observando el techo con una sonrisa nostálgica y nerviosa.
Los pensamientos tumultuosos sobre Tomás llenaban mi mente. Recordaba nuestras conversaciones nocturnas y las videollamadas que ahora parecían tan lejanas. "Mañana estaré en la Universidad, celebrando uno de los días más importantes de mi vida, pero ¿dónde estarás tú, Tomás?", pensé con un suspiro.
A pesar de la ausencia física de Tomás, sentía su presencia en cada detalle de mi habitación. Su apoyo constante a lo largo de mis estudios y su amor incondicional eran un faro de esperanza que me guiaba hacia el futuro incierto pero emocionante que nos esperaba.
La felicidad por el día que me esperaba en la Universidad se mezclaba con la melancolía de no tener a Tomás a mi lado aunque sea por mensaje de texto. Cerré los ojos con fuerza, intentando imaginar su rostro sonriente y su voz tranquilizadora. "Estés donde estés mañana, sé que estarás conmigo en espíritu", murmuré para mí misma antes de dejarme llevar por el sueño reparador que tanto necesitaba.
La mañana de la graduación llegó más rápido de lo que esperaba. Me desperté temprano, el sol se filtraba a través de las cortinas, llenando la habitación de una luz cálida. Con una mezcla de emoción y nervios, me vestí con un vestido corto de fondo negro adornado con estampados de flores. Al salir de mi habitación, vi a mi madre en la sala de estar, planchando mi atuendo de ceremonia con esmero. La vestimenta tradicional de graduación incluía la toga, la esclavina, el birrete y la borla. Mamá se aseguraba de que todo estuviera perfecto para mí.
"Buenos días, mamá," dije, mientras me dirigía hacia la cocina en mi silla de ruedas eléctrica.
"Buenos días, cariño," respondió ella con una sonrisa, sin dejar de planchar. "¿Lista para tu gran día?"
"Sí, aunque un poco nerviosa," admití, intentando sonar más tranquila de lo que realmente me sentía.
En la cocina, preparé un desayuno rápido: un tazón de avena con frutas y una taza de café. Necesitaba algo que me mantuviera energizada para lo que sería un día largo e intenso. Mientras comía, mi mente no podía dejar de pensar en Tomás. Cada vez que mi teléfono vibraba, mi corazón se aceleraba, esperando un mensaje de él. Pero no llegaba nada.
Después del desayuno, mi familia se reunió en la sala de estar. Mi madre había terminado de planchar y estaba revisando los últimos detalles de mi atuendo, asegurándose de que la toga, la esclavina, el birrete y la borla estuvieran impecables. En ese momento, mi padre se acercó con una sonrisa cálida y un pequeño paquete en la mano.
"Cariño mío, espera un momento. Tengo algo para ti," dijo, llamando mi atención. Me acerqué a él, curiosa. "Quiero que brilles aún más hoy," continuó, abriendo el paquete para revelar un hermoso brazalete con una luna colgante y pequeñas estrellitas alrededor.
"Papá, es precioso," susurré, sintiendo una oleada de emoción.
"Este brazalete es para que recuerdes que siempre llevas un poco de magia contigo. Estoy tan orgulloso de ti, Luna. Has trabajado muy duro para llegar hasta aquí, y hoy es tu día para brillar. No importa lo que pase, siempre estarás rodeada de amor y apoyo," dijo, colocándome el brazalete en la muñeca y dándome un abrazo cálido.
"Gracias, papá," respondí conmovida, sintiendo sus palabras de aliento llenarme de fuerza.
Adam, mi hermano, me observaba con una mirada comprensiva. Podía ver que estaba preocupada.
"¿Lista para irnos?" preguntó mi padre, con una sonrisa que trataba de ocultar su propio nerviosismo.
"Sí, vamos," respondí, intentando sonar entusiasta.
Nos dirigimos hacia la Universidad de Valencia en coche. Durante todo el trayecto, no podía dejar de mirar la pantalla de mi móvil, anhelando que Tomás me enviara un mensaje de ánimo. El silencio en el coche solo aumentaba mi ansiedad. Adam, notando mi estado de ánimo, decidió intervenir.
"Todo va a estar bien, Luna," dijo, tratando de animarme. "Eres la mejor."
Lo miré, con una sonrisa agradecida pero cargada de nervios. "Sí, la mejor de las tontas," respondí, siguiendo nuestra clásica broma entre hermanos.
Adam rió y continuó hablando, contando chistes y anécdotas divertidas para aliviar la tensión. Poco a poco, mis nervios comenzaron a disminuir, y me encontré riendo junto con él y el resto de mi familia. Llegamos al campus, que estaba decorado con globos y pancartas celebrando a los graduados. La emoción en el aire era palpable.
Mis amigos ya estaban allí, esperando cerca del auditorio. María, Juan, Danna, Carlos, Lucía, Paulo, Diego, Liza y Katy, todos lucían radiantes en sus trajes de graduación. Nos abrazamos y nos felicitamos mutuamente, compartiendo la emoción del momento.
"¡Hoy es nuestro día!" exclamó María, abrazándome con entusiasmo.
"Sí, no puedo creer que finalmente esté aquí," respondí, sintiendo una oleada de gratitud por tener a mis amigos a mi lado.
La ceremonia comenzó, y los discursos de los profesores y las ovaciones de las familias llenaron el auditorio. Cada uno de mis amigos fue llamado al escenario uno por uno. María fue la primera, seguida por Juan, Danna, Carlos, Lucía, Paulo, Diego, Liza y Katy. Cada uno recibió su diploma con una mezcla de orgullo y emoción.
Finalmente, llegó mi turno. Sentí los nervios revolotear en mi estómago cuando escuché mi nombre. "Luna Aether," anunció el decano. Con la ayuda de María, me dirigí hacia el podio en mi silla de ruedas eléctrica. Cada mirada sobre mí, cada aplauso, era una muestra de amor y apoyo que me impulsaba hacia adelante.
Tomé el diploma con manos temblorosas, una lágrima rodando por mi mejilla. Había trabajado tanto para llegar a este momento, y aunque Tomás no estaba allí, sentía el orgullo de mi familia y amigos. A lo lejos, mis padres y Adam aplaudían con fervor, sus rostros llenos de orgullo y alegría.
Después de la ceremonia, nos dirigimos al área de recepción donde había comida y bebida para celebrar. Me reuní con mi familia y amigos, tratando de mantener la sonrisa a pesar de la ausencia de Tomás. Conversé con profesores y compañeros, agradeciendo los buenos deseos y disfrutando del ambiente festivo.
A pesar de todo, no podía evitar sentirme un poco sola. Tomás no estaba allí, y su ausencia dejaba un vacío en mi corazón. Pero decidí enfocarme en el amor y el apoyo de quienes sí estaban presentes, sabiendo que este era solo un paso más en el camino hacia un futuro brillante.
La luz del atardecer de verano se desvanecía lentamente, dando paso a las primeras estrellas que comenzaban a titilar en el cielo. Eran las siete de la tarde y acabábamos de regresar de la ceremonia de graduación en la universidad. La jornada había sido larga y llena de emociones; la graduación había marcado el fin de una etapa y el comienzo de otra. Al abrir la puerta de casa, me sorprendió un despliegue de colores y alegría que no esperaba.
Al entrar, quedé maravillada. Mi hermano Adam había preparado una sorpresa espectacular para celebrar mi día. Los globos flotaban perezosamente hacia el techo, y las guirnaldas de colores vibrantes colgaban de las paredes, creando un tapiz de celebración que me hizo sonreír al instante. El cielo todavía estaba teñido de naranja y rosa, y la luz suave del atardecer se filtraba por las ventanas, haciendo que todo brillara con una calidez especial. Este era un día de júbilo, de esos que se graban en la memoria con letras de oro.
"¡Felicidades, mi niña! Hoy es un día para recordar," dijo papá con una sonrisa que iluminaba su rostro.
"Estamos tan orgullosos de ti, Luna. Has logrado tanto..." añadió mamá, con los ojos llenos de lágrimas de felicidad.
Adam, con su eterno humor fastidioso, no perdió la oportunidad para lanzar una de sus bromas. "Sí, sí, estamos orgullosos... Ahora, ¿quién va a limpiar todo este desorden de globos cuando termine la fiesta?" preguntó con una sonrisa traviesa.
"Esa será tu contribución a mi graduación, ¿no te parece?" respondí riendo.
La risa llenó la sala, y el calor de estar rodeada de mi familia me hizo sentir un profundo agradecimiento. Pero había algo más que quería compartir, algo que había mantenido en secreto.
"Oh, sí, claro que sí. ¿Puedes entretenerlos un momento mientras que voy a la habitación y regreso? Para poder hacerlo bien," le respondí con una mezcla de nerviosismo y emoción.
María me respondió con un guiño cómplice.
Con un suave zumbido, me alejé en mi silla de ruedas eléctrica hacia mi habitación. Allí, detrás de la puerta, estaba la caja que había llegado hace unos días, oculta bajo una manta. La abrí y tomé uno de los ejemplares, ocultándolo tras mi espalda mientras regresaba a la sala.
"¿Se acuerdan que les mencioné que estaba escribiendo una novela y que la iba publicando poco a poco en línea?" pregunté, mirando a mis padres y a Adam.
"¡Claro que sí! No podías dejar de hablar de ello," dijo papá, sonriente.
"Bueno, resulta que hace unos meses, una editorial se puso en contacto conmigo. Me dijeron que habían leído mi historia y que pensaban que era muy buena, que tenía mucho talento y que necesitaba ser publicada," expliqué, sintiendo la emoción burbujear dentro de mí.
"¿En serio? ¡Eso es increíble, Luna!" exclamó mamá, sus ojos brillando de orgullo.
"Sí, me reuní con ellos en secreto varias veces. Firmé los papeles y todo. Mientras tanto, seguí publicando la historia en la plataforma y la completé. Y dentro de unas semanas, se va a publicar oficialmente en todas las librerías de España," revelé, sintiendo una mezcla de nervios y alegría. "¿Te acuerdas, papá, de la caja que llegó hace unos días con mi nombre y que pusiste directamente en mi habitación mientras yo no estaba?"
Papá asintió, sorprendido. "Sí, claro que me acuerdo. ¿Eso tiene algo que ver?"
"Exactamente. El libro está listo, y la caja que trajiste a mi habitación son los ejemplares. Aquí está uno, mírenlo," dije, revelando el libro con una sonrisa triunfal.
La portada mostraba una sirena de cabello dorado y un humano de ojos azules, ambos sentados en una roca en medio del mar. El cielo nocturno detrás de ellos estaba salpicado de estrellas, con una luna llena que prometía aventuras y secretos por descubrir. Los bordes dorados del título brillaban contra el fondo azul-verde de la portada.
"¡Luna, esto es maravilloso!" exclamó mamá con lágrimas en los ojos.
"Siempre supe que eras capaz de grandes cosas," dijo papá con orgullo.
Adam se acercó, una sonrisa burlona adornando su rostro. "¿Y cuánto me vas a cobrar por un autógrafo? ¿El triple, porque soy tu hermano fastidioso?" preguntó con tono juguetón.
"Para ti, será el cuádruple. Pero vale cada centavo, te lo aseguro," respondí, riendo.
La risa llenó la sala una vez más, y sentí cómo el amor y el apoyo de mi familia me envolvían como un cálido abrazo.
"¡Vaya, esto es increíble!" exclamó María, rompiendo el momento. "¡Luna, deberíamos salir a celebrar esta noche! No solo por tu graduación, sino también por tu libro. ¡Es una noticia enorme!"
"No sé, María... Estoy un poco cansada," respondí, dudando.
"¡Vamos, Luna! Es tu gran noche. Te prometo que será divertido," insistió María con una sonrisa cómplice.
"¡Vamos, Luna! Es tu gran noche. Te prometo que será divertido," insistió María con una sonrisa cómplice. "Además, tengo una sorpresa para ti."
Papá asintió con entusiasmo. "María tiene razón, Luna. Es una ocasión especial, y te mereces celebrar en grande."
"Sí, hija, será maravilloso. Necesitas festejar todo lo que has logrado," añadió mamá, alentándome con una sonrisa.
"Bueno... si insisten tanto," dije finalmente, rendida ante sus ánimos. "Será una noche para recordar."
Asentí y me dirigí con María hacia mi habitación para prepararnos. "Vamos, tenemos que ponernos guapas," dijo María, guiñándome un ojo.
Ya en mi habitación, María se sentó en la cama mientras yo buscaba un vestido en mi armario. "Vamos a celebrar en la casa de Juan. De todos modos, él pensaba hacer una fiesta con los amigos para celebrar nuestra graduación," me explicó María.
"¿En serio? No sabía nada," dije, sorprendida.
"Es que quería mantenerlo en secreto hasta el último momento," respondió María con una sonrisa traviesa. "Y tú tienes que lucir mucho más que perfecta porque es tu gran noche. Algo elegante será perfecto."
Empezamos a prepararnos, maquillarnos, vestirnos y perfumarnos. Escogí un vestido de seda azul bebé que había guardado para una ocasión especial. Era sencillo pero elegante, y me hacía sentir segura.
"Prefiero que uses algo ligero en los ojos y los labios más llamativos para resaltar tu boca," sugirió María mientras me maquillaba. Me peinó con algunas ondas en el cabello, recogiendo una parte tras mi oreja y colocando una pequeña diadema brillante.
Añadí unos pendientes grandes, una manicura sublime, y me puse unas sandalias planas plateadas y un pequeño bolso a juego.
María también se arregló con un vestido bonito, aunque no tan espectacular como el mío. "Tienes que ser la estrella esta noche," dijo mientras se miraba en el espejo. Ella también estaba guapísima, pero claramente había pensado en hacerme brillar más.
Durante todo el proceso, María no dejaba de teclear en su móvil, enviando mensajes sin parar. "¿Con quién hablas tanto?" le pregunté, curiosa.
"Con los chicos y con Juan," respondió con una sonrisa. Sabía que Juan era su novio, y aunque siempre estaban en contacto, esta vez parecía diferente. María estaba tramando algo.
Estaba lista para salir cuando retrocedí, buscando algo con prisa.
María me miró con curiosidad. "¿Qué haces? ¿Por qué estás volviendo a la habitación?" preguntó con una expresión intrigada.
"Dame un segundo, necesito tomar un ejemplar para llevarlo a la fiesta y compartir la noticia con nuestros amigos," respondí rápidamente, deslizándome hacia la caja donde estaban los libros.
María asintió, mirándome, tomando uno de los ejemplares con cuidado. Luego, con una sonrisa radiante, me acerqué y lo sostuve frente a mí. "Aquí está. Ahora sí, lista para brillar esta noche."
María observó el libro con una sonrisa emocionada. "¡Qué genial, Luna! Esto va a ser increíble," dijo sinceramente, con los ojos brillantes.
"Gracias, María. Esta noche es para celebrar todo lo que hemos logrado," respondí con una sonrisa.
Nos miramos al espejo una última vez. "Estás preciosa, Luna," dijo María, con un brillo de complicidad en sus ojos. "Vamos a pasarlo increíble esta noche."
Al salir de casa, me sentí envuelta en un abrazo de amor y apoyo por parte de mi familia. Papá, mamá y Adam me despidieron con sonrisas y palabras de aliento. Esta noche sería una de esas que se quedan grabadas en la memoria para siempre. Y aunque mi silla de ruedas es parte de mi vida, en este momento, me sentía más libre y capaz que nunca.
Sentía una mezcla de nervios y emoción mientras nos dirigíamos a la fiesta. María estaba tramando algo especial, y aunque no sabía exactamente qué era, confiaba en ella. Esta noche no solo celebraríamos nuestra graduación, sino también el gran logro de mi libro, y eso hacía que todo fuera aún más mágico.
El tranvía nos llevó a la casa de los padres de Juan, una reliquia arquitectónica del siglo XIX en Valencia, donde habían celebrado numerosas fiestas, incluido mi cumpleaños hace algunos meses. Al llegar, fuimos recibidos con abrazos y felicidad, música y todo lo demás.
Nos dirigimos al jardín, donde nos reunimos con Juan y nuestros amigos más cercanos: Danna, Carlos, Lucía, Paulo, Diego, Liza y Katy. La atmósfera era festiva y animada, con risas y conversaciones que llenaban el aire. Sentía una mezcla de emoción y nerviosismo mientras disfrutábamos del ambiente alegre de la fiesta.
Mientras charlábamos en el jardín, noté algo especial en mis amigos. Había un juego de miradas entre ellos, como si estuvieran compartiendo un secreto emocionante. Aunque me sentía curiosa, decidí no indagar y disfrutar del momento junto a ellos.
Pasado un rato, sentí que era el momento adecuado para compartir mi gran noticia. "Chicos, tengo algo que quiero compartir con todos ustedes esta noche," anuncié con una sonrisa radiante, sacando el ejemplar de mi libro de detrás de mi espalda.
Todos se giraron hacia mí, con expresiones de curiosidad y expectación. María me sonrió desde el fondo, alentándome con una mirada llena de complicidad y apoyo.
"Como algunos de ustedes saben, he estado trabajando en una novela durante mucho tiempo. Y hoy, estoy emocionada de mostrarles el resultado," continué, sosteniendo el libro frente a mí para que todos pudieran ver la portada.
"¡Es increíble, Luna!" exclamó Lucía, emocionada.
"¡Felicidades! Estoy muy emocionado por ti," dijo Carlos, dándome una palmada en el hombro.
"Esto es asombroso, Luna. No puedo esperar para leerlo completo," añadió Paulo, con una sonrisa sincera.
Mis amigos se acercaron para ver el libro de cerca, admirando la portada y pasando las páginas con curiosidad. Sentí una oleada de gratitud y alegría al compartir este momento con ellos, sabiendo cuánto significaba su apoyo.
"Estoy tan orgullosa de ti, amiga," dijo Danna, abrazándome con fuerza. "Esto es solo el comienzo de grandes cosas para ti."
María se acercó y me abrazó con cariño. "Te lo dije, Luna. Esta noche es para celebrar tu talento y tus logros," me susurró al oído.
Con el corazón lleno de gratitud, me dejé llevar por la emoción del momento. Esta noche no solo celebrábamos nuestra graduación y el lanzamiento de mi libro, sino también la fuerza de nuestra amistad y el apoyo incondicional que siempre había sentido de parte de todos ellos.
La fiesta continuó con música, risas y baile, mientras todos compartíamos historias y celebrábamos juntos. Era una noche mágica, llena de amor y camaradería, donde los sueños se hicieron realidad y el futuro se vislumbraba lleno de promesas.
Cada gesto, cada palabra de mis amigos resonaba en mi corazón, recordándome que este logro no era solo mío, sino de todos nosotros. La noche se deslizó entre brindis y risas, entre abrazos y momentos compartidos que atesoraría por siempre en mi memoria.
Después de un tiempo charlando animadamente dentro de la casa, Carlos, Dana, Kathy, y yo nos encontramos entre risas y anécdotas, reviviendo momentos especiales de nuestra época universitaria.
Desde donde estaba sentada, podía ver a María a través de las enormes ventanas que daban al jardín iluminado. Observaba cómo hablaba en voz baja por teléfono, su expresión cambiando entre la concentración y una sonrisa nerviosa. Me preguntaba qué estaría tramando, pero sabía que María era experta en guardar secretos. El jardín se iluminaba con luces tenues que colgaban de los árboles centenarios, creando un ambiente mágico y acogedor que contrastaba con la música animada que resonaba desde el interior de la casa.
Caminaba de un lado a otro por el jardín, con las luces titilantes sobre nuestras cabezas y el teléfono móvil en silencio entre mis manos. La voz al otro lado de la línea resonaba serena pero apresurada.
"¿Tardarás mucho en llegar? Estamos casi listos," murmuré, tratando de contener la emoción mientras observaba a Juan a mi lado, quien escuchaba con interés.
"Lo siento mucho por el retraso. Hubo un problema con el vuelo, pero ya estoy en camino. Estaré allí justo antes de la medianoche," respondió la voz, con una leve tensión perceptible.
Juan asintió con una sonrisa de complicidad, consciente de que todo estaba en su lugar para la sorpresa. "No te preocupes, todo está perfectamente preparado aquí. Solo asegúrate de llegar a tiempo," dijo, transmitiendo confianza en cada palabra.
"Gracias por organizar todo esto. Realmente aprecio tu ayuda. Mantén a Luna ocupada y alejada del jardín hasta que llegue," continuó la voz, con urgencia apenas perceptible en su tono.
Desde la ventana de la casa, divisé a Luna observándonos atentamente. Aunque no podía escuchar nuestras conversaciones, su expresión sugería una mezcla de curiosidad y sospecha. Mantuve mi mirada serena, evitando revelar demasiado mientras continuaba con la llamada.
"Entendido. Nos vemos pronto," concluí finalmente, colgando el teléfono con una mezcla de alivio y anticipación palpable en el aire.
Regresamos a la casa, Juan y yo, uniéndonos al grupo de amigos que charlaban animadamente en el interior. La música vibrante creaba un ambiente festivo, pero cada uno de nosotros sabía que el momento crucial se acercaba rápidamente.
Dentro de la casa, Luna esperaba pacientemente, ajena al plan meticulosamente elaborado que se desarrollaba afuera en el jardín. Su corazón latía con emoción contenida, mientras los demás compartíamos miradas cómplices y sonrisas secretas.
La noche se llenaba de promesas y secretos, y todos nosotros, aparte de Luna, compartíamos un sentimiento de anticipación. Habíamos mantenido el secreto con habilidad, colaborando para asegurar que la sorpresa fuera perfecta. Cada gesto, cada palabra, estaba cuidadosamente calculado para no dar indicios.
La tensión en el aire era palpable mientras esperábamos a que llegara esa misteriosa persona, quien jugaría un papel crucial en la revelación que estábamos preparando para Luna. La incertidumbre se mezclaba con la emoción mientras nos esforzábamos por mantener la calma y la compostura frente a ella.
Luna, desde su posición en la casa, seguía observando con ojos agudos, tratando de descifrar lo que sucedía afuera. Pero los demás nos movíamos con gracia entre los invitados, asegurándonos de distraerla lo suficiente para mantener el secreto intacto.
La noche avanzaba, y con cada minuto que pasaba, la expectativa crecía. Sabíamos que el momento crucial se acercaba, el momento en que finalmente revelaríamos el misterio que habíamos guardado con tanto celo.
La noche se extendía sobre nosotros, lenta y emocionante. Cada minuto parecía cargar más la expectativa que flotaba en el aire. María y Juan, con su habitual elegancia, se movían entre los invitados, cuidando de que yo permaneciera alejada del jardín donde se gestaba algo especial. Mis amigas, Danna y Lucía, se acercaron con sonrisas traviesas dibujadas en sus rostros iluminados por la luz de las velas que adornaban la sala.
"Luna, ¿te animas a bailar un poco? La música está increíble esta noche," exclamó Danna con entusiasmo, sabiendo lo irresistible que era para mí una buena canción.
Lucía asintió emocionada, añadiendo: "Sí, vamos, será divertido. Además, queremos celebrar tu graduación y el lanzamiento de tu libro de la mejor manera posible."
A pesar de la curiosidad que me carcomía sobre lo que ocurría afuera, no pude resistirme a la invitación de mis amigas. Con una sonrisa amplia, acepté y me dejé llevar hacia el centro de la sala. Carlos, nuestro anfitrión meticuloso, había seleccionado una lista de reproducción que conocía nuestros gustos, y las vibrantes canciones de Morat llenaban el espacio con su energía contagiosa.
El ritmo envolvente y las letras emotivas nos atraparon de inmediato. Danna y Lucía bailaban con una alegría desbordante, contagiándome con su entusiasmo mientras nos movíamos al compás de la música. A pesar de estar en mi silla de ruedas eléctrica, me sentía libre y ligera, disfrutando del momento junto a mis amigas que irradiaban felicidad.
Entre canción y canción, las chicas aprovechaban para charlar animadamente conmigo, intentando distraerme con anécdotas divertidas y recuerdos de nuestros años juntas. Hablaban sobre lo orgullosas que estaban de mis logros y cómo este era solo el comienzo de una vida llena de éxitos y momentos especiales.
"Mira, Luna, recuerdo cuando escribías tus primeros poemas en la escuela," mencionó Lucía con una sonrisa nostálgica. "Siempre supimos que llegarías lejos con tu talento."
Danna asintió emocionada, añadiendo: "Y ahora tienes tu propio libro. Es increíble cómo has crecido y cómo sigues inspirándonos a todos."
La música seguía sonando, y mientras bailábamos y reíamos juntas, el tiempo parecía deslizarse sin prisa pero sin pausa. Las luces de la fiesta brillaban intensamente, creando una atmósfera mágica que realzaba la emoción que todos sentíamos esa noche.
Desde el jardín, podía ver las sombras de los árboles danzando suavemente con el movimiento de las luces, como si también estuvieran celebrando con nosotros. Sabía que afuera, María y los demás estaban preparando algo especial, pero en ese momento, estaba completamente inmersa en la felicidad de estar con mis amigas, compartiendo risas y bailes bajo la noche estrellada.
Cada melodía se sentía como una celebración de nuestros lazos de amistad y de los momentos que habíamos compartido a lo largo de los años. No importaba cuánto tiempo hubiera pasado desde que comenzamos a bailar; cada instante era precioso y significativo, llevándonos más cerca del momento crucial que todos esperábamos.
Así, entre risas, canciones y conversaciones que llenaban el espacio, la noche avanzaba con su encanto único, prometiendo revelar el misterio que había mantenido a todos expectantes desde el inicio.
Después de bailar un rato y disfrutar de la música, sentí la necesidad de tomar un descanso y refrescarme un poco. "Chicas, creo que voy a buscar algo para beber y retocarme un poco. ¿Me acompañan?", les sugerí con una sonrisa.
Danna y Lucía asintieron de inmediato, y nos dirigimos hacia la mesa de refrigerios, donde Carlos había dispuesto una variedad de bebidas y bocadillos. Mientras me servía un refresco, Lucía tomó la iniciativa y me llevó hacia el baño con entusiasmo.
"¡Luna, dame tu labial! Estoy segura de que con un poco más de color, vas a brillar aún más esta noche," exclamó Lucía, tomando el labial de mi bolso y aplicándomelo con cuidado. Danna se acercó para revisar mi peinado, ajustando algunos mechones con delicadeza.
"Mira, amiga, así está perfecto. Ese peinado es simplemente divino en ti," comentó Danna con una sonrisa, mientras me admiraba en el espejo.
Entre risas y comentarios animados sobre lo bien que lucía, nuestras conversaciones giraron en torno a los momentos memorables de la noche hasta ahora. Lucía, mientras retocaba mi maquillaje, mencionó: "Esta fiesta está increíble, ¿verdad? Es maravilloso celebrar contigo, Luna."
Danna asintió, añadiendo: "Definitivamente, te lo mereces todo. Estamos emocionadas por ti."
Mientras nos arreglábamos, fuera del baño, Danna hizo un gesto discreto a Carlos, asegurándose de que todo estuviera listo para el próximo acto de la sorpresa que habían planeado para mí.
Después de unos minutos, nos aseguramos de que todo estuviera en su lugar y volvimos a la fiesta, lista para seguir disfrutando de la música y la compañía de nuestros amigos. Sin saberlo, me preparaba para el momento especial que mis amigos habían organizado con tanto amor y cuidado.
Nos quedamos en el salón, disfrutando de la música y la compañía de nuestros amigos. Las risas y los diálogos animados sobre las canciones llenaban el ambiente de alegría. La noche seguía siendo mágica, y cada momento se sentía especial.
Más tarde, Pablo se acercó a mí con una sonrisa en el rostro. "Luna, ¿te gustaría seguirme un momento?", me preguntó con amabilidad.
Asentí, intrigada por su invitación, y comenzamos a movernos lentamente hacia el jardín. Mientras nos desplazábamos, noté cómo mis amigos se acercaban a las enormes ventanas y puertas que daban al exterior, como si esperaran algo. Sus miradas cómplices y sonrisas secretas me dejaron una sensación de curiosidad, pero decidí seguir a Pablo sin cuestionar demasiado.
Al llegar al jardín, Pablo se detuvo y se volvió hacia mí. "Por favor, puedes esperarme aquí un instante. Ahora regreso," dijo antes de alejarse, dejándome sola en medio del jardín, sentada en mi silla de ruedas eléctrica. Frente a mí, solo se veían unos cuantos árboles en el fondo y un camino de piedra que se extendía hacia la oscuridad.
De repente, las luces que parpadeaban a mi alrededor se apagaron, dejándome en una oscuridad casi total. Mi corazón comenzó a latir a mil por hora. La única luz que quedaba era la de la luna, que bañaba el jardín con su resplandor plateado. La emoción y la incertidumbre me envolvían, y no podía evitar sentir una mezcla de nervios y anticipación.
Después de unos minutos en la penumbra, mis ojos comenzaron a adaptarse y creí ver una silueta frente a mí, del otro lado del jardín, entre los árboles. La figura era claramente masculina, pero no podía distinguir quién era. Sin embargo, había algo en su postura, en la manera en que se movía, que me resultaba terriblemente familiar. La silueta empezó a acercarse lentamente, y con cada paso que daba, el camino de piedra comenzaba a iluminarse bajo sus pies.
Mi respiración se volvió más rápida, mi mente llena de preguntas. ¿Quién era esa persona que se acercaba con tanta determinación? Y ¿por qué me resultaba tan conocida?
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