CAPÍTULO: N°15
"Luna, vamos a celebrar esto juntos. Voy a colgar la llamada ahora mismo. Prepárate y ponte bonita en dos horas. Te recogeré para cenar, como solíamos hacer, aunque sea a través de una videollamada," dije, sonriendo mientras la miraba a través de la pantalla.
Sentí una oleada de emoción y gratitud al escuchar sus palabras. Tomás siempre encontraba la manera de hacerme sentir especial, incluso a la distancia. La idea de prepararme para una cena con él, aunque fuera virtual, llenaba mi corazón de calidez y anticipación.
"¡Claro, Tomás! Estaré lista para celebrar," respondí con una sonrisa, mis manos temblando ligeramente por la emoción. La perspectiva de pasar una velada especial con él me hacía olvidar cualquier preocupación.
La miré con ternura antes de desconectar la llamada. "Estoy tan orgulloso de ti, cariño. No puedo esperar para verte y celebrar juntos esta gran noticia," dije con una voz suave pero llena de emoción genuina.
Las palabras de Tomás me llenaron de una alegría indescriptible. Su apoyo incondicional siempre había sido mi fuerza. Saber que él estaba tan emocionado como yo por este logro hacía que todo fuera aún más especial.
"Gracias, Tomás. Tus palabras significan mucho para mí. Siempre has creído en mí, incluso cuando yo dudaba. No puedo esperar a compartir este logro contigo," dije, sintiendo que mi corazón se llenaba de gratitud y amor por él.
Su felicidad era contagiosa. Solo quería abrazarla y celebrar juntos. Incluso a la distancia, su éxito se sentía como una victoria compartida.
"Voy a estar a tu lado en cada paso del camino, Luna. Esta es solo la primera de muchas cosas maravillosas que te esperan. Estoy tan emocionado por todo lo que el futuro nos depara," dije con una voz llena de esperanza.
Saber que Tomás estaría a mi lado en cada paso del camino me daba una sensación de seguridad y felicidad. No podía imaginarme este momento sin él. Su amor y apoyo eran mi mayor tesoro.
"Gracias, amor. Saber que estás conmigo hace que todo esto sea aún más especial. No sé qué haría sin tu apoyo," respondí, sintiéndome afortunada por tenerlo en mi vida.
Se siente tan bien compartir esta alegría con ella. Su amor y apoyo me han dado la fuerza para seguir adelante, y ahora, juntos, podemos celebrar este maravilloso logro.
"Eres increíble, Luna. Vamos a celebrar esto. Hoy es un día para recordar," dije con una calidez que espero la haga sentir aún más amada.
La calidez en las palabras de Tomás me hizo sentir aún más amada y apreciada. No importaba la distancia, sentía su amor y apoyo como si estuviera a mi lado. Estaba lista para celebrar esta noche con él, sabiendo que juntos podríamos enfrentar cualquier desafío.
Después de colgar la llamada con Tomás, estaba súper emocionada. La idea de celebrar este momento especial con él, aunque fuera a través de una videollamada, me llenaba de alegría. Sabía que Tomás siempre encontraba la manera de hacerme sentir amada y valorada, y esta noche no sería la excepción.
"¡María!" llamé a mi amiga, que estaba en la otra habitación. "¿Puedes venir un momento? Necesito tu ayuda."
María apareció en la puerta con una sonrisa. "¿Qué pasa, Luna?"
"Tomás y yo vamos a tener una cena especial en dos horas, y necesito que me ayudes a prepararme. Quiero verme lo mejor posible," le expliqué, sintiendo que mi corazón latía con emoción.
María levantó una ceja, divertida. "Ah, entonces ya arreglaron las cosas, ¿eh? ¿Por qué estás tan animada de repente?"
Asentí, sintiendo cómo una sonrisa se extendía por mi rostro. "Sí, hemos arreglado las cosas. Y no solo eso. Le di la noticia sobre el libro. No pude contenerme. Está tan orgulloso de mí que quiere llevarme a una cena. Será muy romántico y perfecto, como siempre."
María sonrió ampliamente y me abrazó. "¡Eso es increíble, Luna! Te mereces toda la felicidad del mundo. Vamos a hacer que te veas espectacular."
Mientras María y yo empezábamos a seleccionar mi ropa y a hablar de posibles peinados, mi teléfono sonó. Al ver que era mi madre, respondí rápidamente.
"¡Hola, mamá!"
"Hola, cariño," respondió ella con voz animada. "Quería contarte que tu padre arregló las cosas con la tía Carmen. Ella ya se fue de casa, así que puedes volver cuando quieras."
Sentí un alivio inmediato al escuchar la noticia. Mi relación con mi familia había sido tensa últimamente, especialmente debido a mi tía Carmen. Durante años, Carmen y otros familiares me habían marcado emocionalmente con comentarios constantes sobre mi discapacidad física. Su llegada repentina a nuestra casa había empeorado las cosas. Sus palabras siempre volvían a mi discapacidad, cuestionando cómo y por qué, lo que me hacía sentir pequeña y cansada.
Había aguantado los comentarios de mis familiares durante más de 23 años, pero un día no pude más. Estallé frente a todos: mi padre, mi madre, mi hermano y Carmen. Les dije que no podía soportarlo más y, después de eso, me fui a casa de María para refugiarme hasta que las cosas se arreglaran. Mi hermano mayor, Adam, me apoyó en todo momento, diciéndome que tenía razón y que no podía seguir así. Vino a visitarme varias veces para intentar animarme y ayudar a aliviar la tensión.
Hace dos días, después de salir de la universidad, decidí tomarme un tiempo para hablar con mi madre. Le describí cómo me sentía e intenté abrir un canal de comunicación más sincero.
"¡Qué bien, mamá! Gracias por decírmelo. Claro que volveré, pero será mañana. Ahora mismo tengo cosas que hacer."
"Entiendo, hija. Solo queríamos que supieras que te estamos esperando con los brazos abiertos."
"Gracias por todo vuestro apoyo, mamá. Mañana estaré en casa."
"¿Quieres que te prepare algo especial para tu llegada? ¿Qué te parece tu postre favorito de chocolate?" preguntó con cariño.
Me encantó la idea. "Sí, me encantaría, mamá. Gracias."
"De acuerdo, te esperamos. Cuídate, Luna."
"Lo haré, mamá. Nos vemos mañana." Colgué la llamada y me volví hacia María, que ya estaba sosteniendo un par de pendientes que sabía que me encantaban.
"¡Buenas noticias!" exclamé. "Todo está arreglado en casa, así que mañana volveré."
María sonrió. "¡Eso es genial! Pero ahora vamos a concentrarnos en que te veas increíble para tu cena con Tomás."
Asentí, sintiendo una mezcla de alivio y emoción mientras continuábamos con los preparativos. Mi corazón latía con anticipación por la velada que me esperaba y por el regreso a casa al día siguiente.
Cuando finalmente estuve lista, me contemplé en el espejo, una mezcla de satisfacción y emoción inundando mi corazón. Mi cabello, que había dejado suelto y ondulado durante todo el día, ahora estaba recogido en un elegante moño, con dos mechones sueltos que enmarcaban delicadamente mi rostro. Los pendientes en forma de corazón que María me había prestado brillaban sutilmente contra mi cuello, complementando a la perfección mi vestido de un delicado tono lila celeste.
"¡Luna, te ves increíble!" exclamó María, sonriendo con orgullo mientras me miraba. "Tomás va a quedar sin palabras."
Me giré hacia ella, con una sonrisa tímida. "Gracias, María. No podría haberlo hecho sin ti."
"Bueno, para eso están las amigas," respondió ella con un guiño. "Ahora ve a disfrutar tu cena especial."
Respiré hondo, sintiendo la mezcla de nervios y emoción. "Sí, será una noche para recordar."
Después de una breve charla con María, me dirigí hacia la puerta con mi silla de ruedas eléctrica, sintiéndome lista para el restaurante donde cenaría con Tomás, a través de una videollamada. Cada paso que daba resonaba con la emoción y anticipación de una noche que prometía ser mágica y llena de amor.
El camino hacia el restaurante se deslizaba suavemente bajo mis ruedas, iluminado por las luces de la calle que parecían guiarme hacia nuestro encuentro virtual. Aunque físicamente separados, sentía a Tomás cerca, su presencia cálida y reconfortante.
Llegué al restaurante deslizándome en mi silla de ruedas eléctrica con una mezcla de nervios y anticipación, pero también con una chispa de emoción que hacía brillar cada detalle a mi alrededor. Las velas parpadeaban suavemente, y la música de fondo creaba una atmósfera acogedora mientras Tomás y yo comenzábamos nuestra cena virtual.
Al ver a Luna aparecer en la pantalla, mi corazón dio un salto de alegría. "¡Hola, amor!" saludé con ternura. "Estás absolutamente deslumbrante esta noche."
Sus palabras me hicieron sonreír tímidamente mientras mi corazón se llenaba de calor. "Gracias, Tomás. Tú también te ves increíble." Sentí mis mejillas ruborizarse y una oleada de felicidad al saber que él me veía con tanta admiración y cariño.
Mientras conversábamos y disfrutábamos de nuestras comidas favoritas, no pude evitar admirar cada detalle de Luna. Su sonrisa, su risa, y la forma en que sus ojos brillaban mientras compartíamos nuestras historias. Quería que supiera que, para mí, ella era perfecta tal como era. "Luna," dije suavemente, "tengo una sorpresa para ti."
Mi corazón se aceleró. Tomás siempre encontraba maneras de sorprenderme y hacerme sentir especial. Asentí, llena de curiosidad y emoción.
"He estado trabajando en algo para ti, amor," continué, mirando sus ojos a través de la pantalla. "Comenzó como un poema, luego se convirtió en una melodía, y finalmente se transformó en una canción que quiero compartir contigo."
Sentí una mezcla de anticipación y emoción al escuchar sus palabras. La idea de que Tomás hubiera creado algo especialmente para mí me llenaba de amor y gratitud. Mis manos temblaban ligeramente mientras él tomaba su guitarra.
Tomé mi guitarra y la miré con amor. "Luna, te prometí que algún día te haría escuchar una de mis canciones que yo compuse. Hoy es ese día." Comencé a tocar suavemente, cada acorde resonando con los sentimientos que tenía por ella.
"Cada estrella en el cielo brilla por ti,
mi luz en la oscuridad,
en cada nota te nombro,
mi amor, mi verdad.
Aunque la distancia nos separe,
nuestros corazones nunca lo harán,
porque eres mi estrella, mi guía,
mi eterna compañera de vida."
Cada palabra de la canción resonaba en mi alma, llenándome de una profunda emoción. Las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas mientras sentía el amor de Tomás envolviéndome. No podía creer lo afortunada que era de tener a alguien que me veía más allá de cualquier limitación física, alguien que me veía como una joya preciosa y única.
Vi las lágrimas en sus ojos y supe que había tocado su corazón. "Luna, tú eres mi inspiración," dije con voz ronca de emoción. "Cada sueño que tienes, cada meta que persigues, quiero estar ahí para apoyarte y hacer que se hagan realidad. Eres la mujer que siempre he soñado tener."
Sus palabras me llenaron de un amor tan profundo que apenas podía respirar. Sentí que cada barrera entre nosotros se desvanecía, y todo lo que quedaba era la pureza de nuestros sentimientos. "Tomás," susurré, "tú eres mi todo. No sé cómo sería mi vida sin ti."
"Luna, prométeme que seguirás persiguiendo tus sueños," le pedí, deseando que pudiera sentir cuánto la apoyaba y amaba. "Yo estaré aquí, apoyándote en cada paso del camino."
Asentí con determinación, sintiendo que con Tomás a mi lado, todo era posible. "Mañana responderé a la editorial," le prometí con una sonrisa radiante. "Porque contigo a mi lado, sé que todo es posible."
Sonreí, sabiendo que juntos podríamos superar cualquier obstáculo. "Eres mi maravillosa estrella fugaz, Luna. No importa la distancia, siempre estás conmigo."
Me ruboricé ante sus palabras, sintiendo una oleada de calor en mi pecho. "Tomás," susurré, "tú también eres mi estrella, la luz que me guía y me da fuerzas cada día." Mientras mis ojos brillaban de emoción, supe que nuestro amor era un faro que siempre nos guiaría a través de cualquier tormenta.
Pasaron las horas y la cena virtual se fue llenando de momentos inolvidables. Conversamos sobre nuestros sueños, nuestras metas y cómo enfrentaríamos juntos cualquier desafío. La despedida llegó demasiado pronto. "Te amo, Luna," dije con ternura. "Duerme bien y sueña con nosotros."
"Te amo, Tomás," respondí, sintiendo el amor y la calidez de sus palabras atravesar la pantalla. "Duerme bien también. Nos vemos pronto." Cerramos la llamada con sonrisas y promesas de futuros encuentros.
Apagué la computadora, sintiendo todavía el eco de su voz en mi corazón. Encendí mi silla de ruedas eléctrica y me dirigí hacia la salida del restaurante. El aire de la noche era fresco y lleno de promesas mientras regresaba a casa de María. Al llegar, me sentí envuelta en la calidez familiar del hogar de mi mejor amiga.
Me dirigí a mi habitación, todavía sonriendo por la noche que había pasado con Tomás. Al entrar, me sentí abrumada por una oleada de gratitud y amor. Cada rincón del cuarto parecía brillar con la magia de nuestras palabras y la melodía de su canción.
Me preparé para ir a la cama, mis pensamientos llenos de Tomás y de esta noche tan maravillosa que habíamos compartido. Me recosté en la cama, dejando que la suavidad de las sábanas me envolviera mientras cerraba los ojos.
Mi mente estaba llena de imágenes y recuerdos de Tomás. Su sonrisa, su voz, la forma en que me miraba a través de la pantalla, todo me hacía sentir más cerca de él. Pensé en cómo me hacía sentir segura y amada, cómo siempre encontraba las palabras perfectas para consolarme y animarme.
Recordé cada nota de la canción que había compuesto para mí, cada palabra que había pronunciado con tanto amor y dedicación. Sentí una profunda gratitud por tener a alguien como él en mi vida, alguien que me veía más allá de mi discapacidad, que me veía como una persona completa, valiosa y amada.
Mientras las imágenes de Tomás se mezclaban con mis sueños, me sentí envuelta en una sensación de paz y amor. Mis pensamientos vagaban por los recuerdos de la noche, y me di cuenta de cuánto había cambiado mi vida desde que él había entrado en ella. Su amor me daba fuerzas, me inspiraba a seguir adelante y a enfrentar cualquier desafío con valentía.
Con una sonrisa en los labios y el corazón lleno de amor, finalmente me dejé llevar por el sueño, sabiendo que, aunque la distancia nos separara, siempre estaríamos juntos en espíritu. Tomás era mi estrella, mi guía, y nada podía cambiar eso.
El sol apenas había comenzado a asomarse por el horizonte cuando me desperté, llena de una energía renovada. Hoy era un día especial, un día en el que finalmente iba a regresar a mi hogar. Me levanté rápidamente y empecé a preparar mis cosas para asegurarme de que todo estuviera listo antes de ir a clases en la Universidad de Valencia.
Con la maleta abierta sobre la cama, cuidadosamente doblé mi ropa y organicé mis libros y materiales. Mi tía Carmen, cuyo carácter difícil había hecho que me mudara temporalmente a la casa de María, finalmente se había marchado. La idea de volver a casa con mis padres y mi hermano Adam me llenaba de alegría. Podía imaginar la calidez de nuestro hogar y la familiaridad de mi habitación.
Después de un desayuno rápido, me aseguré de tener todo lo necesario para el día. Tomé mi computadora, mis cuadernos y todo lo que necesitaba para la universidad, dejando la maleta lista a un lado. Respiré profundamente, sintiendo una mezcla de alivio y anticipación. Finalmente, volvería a mi refugio familiar.
Salí hacia la universidad, y el aire fresco de la mañana me llenó de vitalidad. La rutina matutina se sentía especial hoy, cada paso me acercaba a un día lleno de promesas. Llegué a la Universidad de Valencia y me dirigí a mi primera clase del día: Literatura. Las palabras y las ideas fluyeron en el aula, mientras me sumergía en las lecciones y en el análisis de textos fascinantes.
Después de dos horas de clases, llegó el momento del descanso. Me dirigí a la cafetería de la universidad, donde me reuní con mis amigos María, Juan, Danna, Carlos, Lucía, Paulo, Diego, Liza y Katy. Sus caras familiares y sus conversaciones animadas siempre eran un bálsamo para el alma. La media hora pasó volando entre risas y anécdotas.
Volví a mis clases, esta vez una hora de Civilizaciones Precolombinas. La historia y las culturas antiguas siempre habían capturado mi imaginación, y hoy no fue la excepción. La clase me absorbió por completo, haciéndome olvidar por un momento todo lo demás.
Finalmente, llegó el segundo descanso del día. Decidí aprovechar la hora libre para trabajar en mi tesis, así que me dirigí a la biblioteca de la universidad. El ambiente tranquilo y silencioso era perfecto para concentrarme. Me instalé en una mesa junto a una ventana y saqué mi computadora. Los pensamientos y las ideas sobre mi tesis fluían, y sentí una profunda satisfacción al ver cómo avanzaba mi trabajo.
Mientras escribía y organizaba mis notas, no pude evitar que mi mente vagara hacia Tomás. Sus palabras y su canción de la noche anterior seguían resonando en mi corazón, llenándome de una calidez indescriptible. Fue en ese momento que recordé la promesa que le hice de responder a la editorial. Sabía que debía hacerlo hoy.
Con determinación, abrí mi correo electrónico y busqué el contacto de Laura Sánchez, la editora en Editorial Plenilunio. Tomé una respiración profunda y comencé a escribir mi respuesta.
"Estimada Laura Sánchez,
Me es grato dirigirme a usted en respuesta a su interesada propuesta. Estoy muy emocionada y agradecida por la oportunidad de colaborar con Editorial Plenilunio.
Acepto con entusiasmo la propuesta y estoy deseosa de trabajar con ustedes para llevar mi historia a un público más amplio. Adjunto a este correo encontrará todos los documentos necesarios y quedo a la espera de cualquier información adicional que necesite.
Una vez más, gracias por esta increíble oportunidad.
Atentamente, Luna Aether."
Sentí una mezcla de nervios y emoción mientras revisaba mi mensaje una última vez. Con un clic decidido, envié el correo y me recosté en mi silla de ruedas, sintiendo un alivio y una alegría profundos. Había cumplido mi promesa y dado un paso importante hacia mi sueño.
El día en la universidad avanzaba tranquilamente, pero mi corazón estaba lleno de emoción por la perspectiva de volver a casa. Sabía que una vez terminara mis clases y mi tiempo en la biblioteca, me esperaban momentos de felicidad y reencuentros con mi familia. Además, el apoyo incondicional de Tomás y la oportunidad con la editorial llenaban mi corazón de esperanza y determinación.
Después de varias horas de estudio más en la Universidad, el sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos y dorados. Sentí una satisfacción profunda por el progreso que había hecho en mi tesis, pero también una impaciencia creciente por volver a casa de María, recoger mi maleta y finalmente dirigirme a mi hogar.
Me despedí de mis amigos con abrazos y promesas de vernos pronto. La rutina universitaria siempre era reconfortante, pero hoy, la expectativa de regresar a casa me llenaba de una energía especial. Me deslicé en mi silla de ruedas eléctrica, sintiendo el aire fresco de la tarde en mi rostro mientras me dirigía hacia la casa de María.
Al llegar, María me recibió con una sonrisa cálida. "¡Lista para volver a casa, Luna?" preguntó, ayudándome a organizar las últimas cosas en mi maleta.
"Asentí, agradecida por todo el apoyo y el cariño que María me había brindado durante mi estancia. "Sí, estoy más que lista. Gracias por todo, María."
María me abrazó con fuerza. "Siempre estaré aquí para ti, Luna. Ve a casa y disfruta de cada momento."
Con la maleta lista y todo preparado, salí de la casa de María y comencé mi trayecto de regreso a casa. Desplazándome en mi silla de ruedas eléctrica, sentí una mezcla de emociones: nostalgia, alegría, y una profunda gratitud por todo lo que había aprendido y vivido durante este tiempo.
Las ruedas de mi silla de ruedas hacían un suave zumbido sobre las aceras de Valencia, y el sonido era casi reconfortante. Tirando de mi pequeña maleta, me movía con cuidado sobre las calles adoquinadas. Los adoquines, aunque bellos y llenos de historia, requerían una atención especial para maniobrar, pero eso no disminuía mi entusiasmo. Cada paso, cada rueda que giraba, me acercaba más a mi hogar.
El paisaje urbano de Valencia era una mezcla encantadora de lo antiguo y lo moderno. Las luces comenzaban a encenderse en las calles, creando un ambiente mágico a medida que el día se transformaba en noche. Los edificios históricos y las calles empedradas, con sus tiendas y cafés llenos de vida, me hacían sentir parte de algo más grande, algo profundamente arraigado en el tiempo y la cultura.
Mientras avanzaba, los pensamientos sobre Tomás y la noche anterior llenaban mi mente. Su voz, sus palabras, la canción que había compuesto para mí, todo parecía tan vívido y real. Sentía su presencia a mi lado, incluso a través de la distancia. Y la promesa que le había hecho, la respuesta que había enviado a la editorial, eran pasos significativos hacia nuestro futuro.
Me detuve un momento en una pequeña plaza, tomando un respiro y admirando la belleza de la ciudad. Las luces de las farolas iluminaban suavemente el entorno, y los sonidos de la vida nocturna comenzaban a emerger. Miré hacia el cielo, donde las primeras estrellas comenzaban a brillar, y sentí una paz profunda.
Sabía que este era solo el comienzo de una nueva etapa en mi vida. Con Tomás a mi lado, aunque fuera en la distancia, y el apoyo de mi familia y amigos, me sentía capaz de enfrentar cualquier desafío. Con una sonrisa en los labios, volví a tomar mi maleta y continué mi camino, cada vez más cerca de casa, más cerca de un nuevo comienzo.
Con cada giro de las ruedas de mi silla eléctrica, la emoción de estar tan cerca de casa aumentaba. El aire fresco de la noche me envolvía, y las luces de las farolas creaban un juego de sombras y resplandores en las calles adoquinadas de Valencia. En una mano sujetaba mi maleta con ruedas, sintiendo el suave balanceo de la misma mientras avanzaba. Las calles conocidas me daban una sensación de paz y felicidad, y la idea de volver a mi hogar después de tanto tiempo me llenaba de alegría.
Mi mente estaba ocupada pensando en la bienvenida que recibiría de mis padres y mi hermano Adam. Me imaginaba los abrazos, las risas y las historias que compartiríamos. Estaba tan absorta en mis pensamientos que casi no noté el coche acercándose a gran velocidad.
De repente, un rugido ensordecedor rompió la tranquilidad de la noche. Giré la cabeza justo a tiempo para ver el coche avanzar peligrosamente hacia mí. Mi corazón se detuvo, y un terror puro me recorrió el cuerpo. Todo sucedió en una fracción de segundo. El coche estaba demasiado cerca, y no había tiempo para reaccionar.
En ese breve instante antes del impacto, mis ojos captaron algo que hizo que el terror se mezclara con una desconcertante sensación de familiaridad. Al volante del coche, vi una figura conocida. Una persona cuya presencia jamás habría esperado en ese momento y lugar. ¿Podía ser...?
El coche avanzaba con toda velocidad, y no había tiempo para gritar ni para moverme. El impacto fue brutal. Mi silla de ruedas se volcó violentamente, y fui lanzada al pavimento junto con mi maleta. Sentí un dolor agudo e insoportable en todo mi cuerpo. Cada respiración era un esfuerzo monumental, y el mundo a mi alrededor se convirtió en una confusión de luces, sombras y sonidos.
Podía escuchar murmullos lejanos mientras la gente se reunía a mi alrededor. Las voces parecían distorsionadas, como si estuvieran bajo el agua. "¡Ayuda! ¡Llamen a una ambulancia!" alguien gritó desesperadamente.
El dolor era abrumador, irradiando desde múltiples puntos de mi cuerpo. Intenté moverme, pero mi cuerpo no respondía. Cada intento de moverme solo intensificaba el dolor. La vista se me nublaba, y apenas podía mantener los ojos abiertos. Todo lo que podía sentir era ese dolor intenso y punzante.
Entre los murmullos y el dolor, comencé a alucinar. Vi figuras familiares, pero distorsionadas. Rostros conocidos mezclados con sombras. En medio de mi confusión, creí ver nuevamente aquella figura familiar entre la multitud, la misma que había visto al volante del coche. Era una imagen borrosa, pero reconocible. ¿Podía ser...?
El sonido de las sirenas de la policía y la ambulancia comenzó a resonar en la distancia, acercándose rápidamente. Las luces parpadeantes añadían una sensación de irrealidad a la escena. Las voces de la gente se volvieron más claras a medida que intentaban consolarme. "Aguanta, por favor, aguanta," alguien susurró cerca de mí. Sentí manos tocándome suavemente, tratando de mantenerme consciente.
Cada segundo parecía una eternidad. El dolor, el sonido de las sirenas, las voces a mi alrededor, todo se mezclaba en un torbellino caótico. Intenté concentrarme en algo, en cualquier cosa, pero el dolor era todo lo que podía sentir.
Finalmente, la ambulancia llegó, y los paramédicos se apresuraron hacia mí. "Tranquila, estamos aquí," dijo uno de ellos con una voz calmante. Sentí un pinchazo en mi brazo y supe que me estaban administrando algo para el dolor.
Pero el alivio no llegó lo suficientemente rápido. El dolor seguía siendo abrumador, y mis pensamientos se desvanecían lentamente. Podía escuchar a los paramédicos hablando entre ellos, pero sus palabras se volvían indistintas. "Lesiones múltiples... fracturas posibles... hay que moverla con cuidado..."
El mundo a mi alrededor comenzó a oscurecerse. El dolor se volvía más distante, como si estuviera flotando lejos de mi propio cuerpo. Las voces se desvanecían, y el sonido de las sirenas se volvía cada vez más lejano.
Con un último esfuerzo, intenté mantenerme consciente, pero era demasiado. La oscuridad me envolvió, y finalmente, me desmayé, dejándome llevar por la negrura y el silencio.
La llamada llegó de repente, rompiendo la tranquilidad de mi noche. Un número desconocido apareció en la pantalla, y cuando contesté, una voz grave y profesional me informó del accidente. Mi corazón se detuvo por un momento, y el miedo se apoderó de mí al escuchar que Luna había sido atropellada y estaba siendo trasladada al hospital clínico de Valencia.
Sin perder un segundo, llamé a los padres de Luna y luego a nuestros amigos más cercanos: Juan, Danna, Carlos, Lucía, Paulo, Diego, Liza y Katy. Cada llamada era más difícil que la anterior, mi voz temblaba y las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos. Luego, me dirigí al hospital con una urgencia desesperada, con el corazón latiendo descontroladamente.
Al llegar a las áreas de urgencias, encontré a algunos de nuestros amigos ya presentes, sus rostros reflejaban la misma angustia y miedo que sentía yo. Poco a poco, los demás fueron llegando. Vi a Adam, el hermano de Luna, y a sus padres, con el rostro desencajado por la preocupación. Corrí hacia la mamá de Luna y la abracé con fuerza, intentando consolarla aunque yo misma estaba al borde del colapso.
"Todo va a salir bien, Luna es una persona muy fuerte," susurré entre lágrimas, mientras la mamá de Luna sollozaba en mis brazos. Sentía la desesperación en cada uno de nosotros, la incertidumbre de no saber cómo estaba realmente Luna era insoportable.
En medio del caos, Juan se acercó discretamente y me hizo una seña para que habláramos en privado. Me disculpé con la mamá de Luna y me dirigí hacia un rincón apartado con Juan.
"María, ¿avisaste a Tomás?" preguntó Juan en voz baja, su mirada llena de preocupación.
"¡Oh, Dios! No, lo olvidé por completo," respondí, sintiendo una oleada de culpa. "¿Qué hago? Me da miedo su reacción, sobre todo porque no está aquí con nosotros y no puede hacer nada. Además, los padres de Luna no saben de su existencia, de su relación..."
Juan me miró con seriedad. "María, él tiene el derecho de saberlo, es su novia. Luna necesita su apoyo, aunque sea a la distancia. Vamos, salgamos un momento y llamémoslo."
Asentí, sintiendo la urgencia de hacer lo correcto. Salimos del hospital y buscamos un lugar tranquilo. Marqué el número de Tomás con manos temblorosas, y Juan me ofreció su apoyo, manteniendo su mano en mi hombro. Mientras esperaba que Tomás contestara, mi mente corría a mil por hora, pensando en cómo iba a darle la terrible noticia.
El teléfono sonó varias veces antes de que Tomás finalmente contestara.
El teléfono vibró sobre la mesa, sacándome de mis pensamientos. Vi el número de María parpadear en la pantalla, y una sensación de inquietud se instaló en mi pecho. Algo no estaba bien. Con el corazón latiendo rápidamente, contesté la llamada, mi voz temblando ligeramente.
"¿María?" dije, tratando de mantener la calma. "¿Qué pasa? ¿Está todo bien?"
Hubo un breve silencio antes de que la voz de María llegara a mis oídos, cargada de una emoción que me heló la sangre.
"Tomás... es Luna," dijo con un susurro ahogado por las lágrimas. "Ha tenido un accidente. Está en el hospital clínico de Valencia."
El mundo a mi alrededor pareció detenerse. Sentí un frío recorrer mi cuerpo mientras trataba de procesar sus palabras. Luna, mi Luna, había tenido un accidente. El miedo y la desesperación se apoderaron de mí, pero traté de mantener la compostura.
"¿Cómo está? ¿Qué le pasó?" pregunté, mi voz quebrándose.
"Fue atropellada por un coche," explicó María, su voz temblando. "Está en urgencias ahora mismo. No sabemos mucho más, pero teníamos que decírtelo."
La gravedad de la situación me golpeó con fuerza. Me sentí impotente, la distancia entre nosotros se hacía aún más insoportable en ese momento. Quería estar allí, a su lado, sostener su mano y asegurarle que todo estaría bien.
Pero entonces, la realidad se hizo presente de manera cruel. Esta semana no podía tomar un vuelo. Mis hermanos estaban ocupados, mi cuñada tenía que trabajar, y tenía que cuidar de las gemelas y de Pipe, el pequeño de la familia. Además, mi trabajo estaba en un momento crítico, y la situación económica no permitía gastos adicionales. No podía permitirme ni siquiera viajar.
"María," dije con voz entrecortada, luchando contra las lágrimas. "No puedo estar allí ahora mismo. Estoy atrapado aquí."
Hubo un silencio pesado al otro lado de la línea, lleno de comprensión y tristeza compartida. "Lo entiendo, Tomás," dijo María con suavidad. "Haz lo que puedas desde allí. Luna te necesita, pero también entiende tus responsabilidades aquí."
Colgué la llamada con el corazón roto. No poder estar con Luna en este momento tan difícil me destrozaba por dentro. Miré alrededor, sintiendo la impotencia y la frustración mezclarse con el profundo deseo de estar a su lado. Me prometí a mí mismo que haría todo lo posible para apoyarla desde la distancia, aunque el dolor de no poder estar físicamente con ella me carcomía por dentro.
La habitación parecía encogerse a mi alrededor mientras las noticias resonaban en mi cabeza una y otra vez. Luna había sido atropellada, estaba en el hospital, y yo no podía estar allí con ella. La impotencia me envolvía como un manto oscuro, mientras las lágrimas se acumulaban en mis ojos.
Me dejé caer de rodillas en el suelo de mi habitación, sintiendo un nudo en la garganta que me impedía respirar con normalidad. Un ataque de pánico mezclado con una desesperación abrumadora se apoderó de mí. Mis manos temblaban mientras intentaba agarrar algo, cualquier cosa que pudiera darme consuelo en ese momento de angustia.
¿Qué podía hacer? ¿Cómo podía solucionarlo? Mi mente era un torbellino de preguntas sin respuestas. Recordaba su sonrisa, su amor por mí, y me preguntaba si podría recuperarse. Había perdido mucha sangre, necesitaba transfusiones, y no podía estar allí para asegurarme de que recibiera todo lo que necesitaba.
Entre miles de preguntas y pensamientos tumultuosos, una sola verdad se imponía: estaba tan lejos de ella que ni siquiera podía sostener su mano en ese momento crítico. Sentí una oleada de impotencia y culpa, como si mi ausencia pudiera influir en su recuperación de alguna manera.
"¿Cómo puedo hacer esto mejor? ¿Cómo puedo estar allí para ella?" me pregunté en voz alta, aunque solo el silencio de mi habitación respondía. Cerré los ojos con fuerza, tratando de encontrar alguna respuesta, alguna solución a esta situación desgarradora.
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