CAPÍTULO: N°14

El día había sido infernal. Cada hora en la oficina había parecido una eternidad de tensiones acumuladas en mis hombros. Al cruzar el umbral del apartamento, las risas de mis sobrinas gemelas y las voces de mis hermanos llenaron el aire. Normalmente, esos sonidos me reconfortaban, pero hoy solo intensificaban mi irritación. Mis pasos resonaban en el pasillo mientras buscaba refugio en mi habitación, deseando deshacerme del peso del día. Luna había intentado comunicarse conmigo durante mi regreso a casa: una llamada perdida y una serie de mensajes sin respuesta. No estaba preparado para enfrentar eso todavía. No después del día que había tenido. La frustración bullía bajo la superficie, mezclada con el cansancio y el resentimiento acumulados.

Justo cuando iba a cerrar la puerta de mi habitación, Pipe, el hijo pequeño de mi hermano, entró corriendo hacia mí con un vaso en la mano, tratando de abrazarme o jugar. Apenas llegaba a la mitad de mi pierna, no más alto que tres manzanas apiladas. No lo vi hasta que fue demasiado tarde. Dio un paso hacia atrás y tropezó con mi pie extendido, haciendo que el agua del vaso se derramara y mojara mi pantalón.

"No, no, no, ¡maldita sea!" exclamé, elevando la voz mientras sentía el agua fría empapar mi pantalón. Pipe soltó un chillido y salió corriendo, asustado, para esconderse en algún rincón de la casa.

"¡Pipe! ¡Mira lo que hiciste!" grité, dejando escapar la ira y la frustración en palabras que no podía contener. Cerré la puerta de mi habitación con un portazo, sintiéndome culpable por haber asustado a mi sobrino.

Me dejé caer pesadamente sobre la cama, el peso del día y la conversación con Luna resonando en mi mente. Había sido la primera vez que le pedí que me presentara a sus padres y ella me había rechazado. No entendía por qué. ¿Miedo? ¿Temor? Quizás ni ella misma lo sabía, pero eso no hacía que sus palabras fueran menos dolorosas.

"¿Por qué no puede confiar en mí?" pensé, el corazón pesado por la tristeza y la frustración. A pesar de todo, la amaba profundamente. Estaba seguro de que Luna era la indicada para mí, no me importaba nuestra relación a distancia ni las dificultades que implicaba. Lo único que me importaba era nuestra felicidad, nuestros sueños, y la posibilidad de que algún día pudiéramos estar juntos sin la barrera del océano que nos separaba.

Me di vueltas y vueltas en mi habitación, incapaz de apartar de mi mente los pensamientos sobre Luna. Cada paso que daba por la habitación era como una danza agitada de emociones encontradas. Entre mis pensamientos sobre Luna, se abrían grietas por donde se colaban los recuerdos de mi antigua novia, Micaela. Ella había sido mi compañera durante cinco años, una relación que había pensado que sería para siempre. Pero un día, todo cambió. Sin una explicación clara, se alejó de mí, dejándome con el corazón roto y preguntas sin respuesta.

Recordaba las noches en vela tratando de entender qué había salido mal, qué había hecho mal. Cada recuerdo de Micaela se mezclaba con la incertidumbre y el dolor que había dejado atrás. Me había jurado a mí mismo no volver a dejar que algo así sucediera de nuevo. Y cuando conocí a Luna, sentí que tenía una segunda oportunidad para amar y ser amado sin reservas.

Recordé cómo me había enviado cartas en las noches de invierno, palabras que me hacían sonreír incluso en los momentos más oscuros. Cogí el teléfono y releí nuestros mensajes, buscando algo de consuelo en las palabras que habíamos intercambiado. Sin embargo, la soledad me abrumaba, dejándome con una sensación de vacío.

Un golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos. Era Clara, su mirada preocupada pero decidida.

"Tomás, entiendo que estás molesto, pero no debes gritarle así a Pipe. Él te admira mucho, no lo olvides", dijo con firmeza, colocando una mano reconfortante en mi hombro.

Asentí, avergonzado por mi falta de control. Clara era una de las pocas personas que entendían mis altibajos emocionales. Me disculpé con ella y prometí que hablaría con Pipe para explicarle que no había sido su culpa.

Mientras cerraba la puerta detrás de Clara, me di cuenta de que necesitaba encontrar una manera de hablar con Luna. Necesitaba entender sus miedos y preocupaciones, y ella necesitaba entender cuánto me afectaba su reticencia a presentarme a sus padres. El dolor y la ira se mezclaban en mi pecho, y sabía que solo hablando con ella podría encontrar algo de paz.

Me senté en mi escritorio y miré los cuadernos apilados. Siempre había amado escribir, aunque nunca me había atrevido a publicar mis historias o poemas. Luna publicaba sus historias en una plataforma y recibía comentarios y apoyo de sus lectores, pero yo mantenía mis escritos en secreto, temiendo el juicio de los demás. Además de escribir, tocaba la guitarra y cantaba. Soñaba con trabajar como músico algún día, pero por ahora, mi música era solo para mí.

Pensé en nuestra primera cita, una cena a distancia. Habíamos elegido un restaurante en nuestras respectivas ciudades y nos conectamos por videollamada. Le sorprendí cantándole su canción favorita, "Cristina". Su sonrisa y la alegría en sus ojos fueron inolvidables.

Entre los tumultuosos pensamientos sobre el día y la confusión con Luna, tomé un cuaderno y empecé a escribir lo que me venía a la mente. Las palabras fluían, convirtiéndose en un poema para Luna, tratando de capturar mis sentimientos y esperanzas:

"En la distancia de un suspiro,

donde los mares susurran secretos,

mis pensamientos se enredan en tu nombre,

buscando consuelo en tu recuerdo.

Eres mi faro en la tormenta,

la calma en mi tempestad,

aunque el océano nos separe,

mi corazón solo a ti buscará."

Suspiré al leer el poema, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Escribir siempre había sido una forma de procesar mis emociones, y aunque no siempre era suficiente, me ayudaba a encontrar claridad en medio del caos. Sabía que tenía que hablar con Luna, pero por ahora, este poema era un paso hacia la reconciliación y la esperanza.

Después de escribir el poema, me senté en la cama nuevamente, tomando mi guitarra y empezando a tocar una melodía suave que me vino a la mente. Las notas fluían con naturalidad, como si hubieran estado esperando este momento para surgir. La melodía concordaba perfectamente con la letra del poema que había escrito unos momentos antes, creando una armonía que resonaba en mi alma.

Cada acorde parecía calmar un poco la tormenta de mis pensamientos, cada nota era un paso hacia la paz que tanto necesitaba. Cerré los ojos, dejándome llevar por la música, permitiendo que mis emociones encontraran una salida a través de las cuerdas de la guitarra.

Pensé en Luna, en su risa y su sonrisa, en las noches que habíamos pasado hablando hasta el amanecer, compartiendo sueños y esperanzas. Quería que supiera cuánto significaba para mí, cuánto la amaba y la necesitaba. La música era mi forma de expresar lo que a veces las palabras no podían captar del todo.

Finalmente, dejé la guitarra a un lado y tomé mi teléfono entre las manos. Quería llamarla, escuchar su voz, pero sabía que era demasiado tarde para ella. Eran alrededor de las 22:00 horas para mí, pero para ella ya eran las cuatro de la mañana. No quería despertarla.

El sonido de risas y conversaciones provenientes de la sala me sacó de mis pensamientos. Decidí salir y unirme a mi familia para cenar. Necesitaba despejar mi mente y, aunque seguía molesto, estar con ellos me ayudaría a distraerme.

Al entrar en la sala, vi a mis hermanos y a sus familias reunidos alrededor de la mesa. Clara me lanzó una mirada comprensiva mientras me acercaba. Pipe, aún con los ojos un poco rojos, me miró con cautela. Me agaché y le di una sonrisa tranquilizadora.

"Lo siento, Pipe. No debí gritarte. ¿Amigos?" le dije, extendiendo mi mano.

Pipe me miró por un momento antes de sonreír tímidamente y tomar mi mano. "Amigos," respondió.

Nos sentamos a la mesa, y la conversación fluyó con facilidad. Mi hermano mayor, Javier, comenzó a contar una historia divertida sobre su día en el trabajo, y todos reímos. Su esposa, Clara, se unió con comentarios ingeniosos, mientras sus gemelas, Sofia y Sara, se dedicaban a hacer preguntas curiosas.

Mi hermano menor, Dan, habló sobre sus planes para el fin de semana, mencionando un nuevo proyecto en el que estaba trabajando. Me sentí agradecido por tener una familia tan unida, aunque en este momento la irritación seguía presente en el fondo de mi mente.

Clara, mi cuñada, me observó con atención y dijo: "Tomás, deberías tocar una canción para nosotros después de la cena. Siempre nos animas con tu música."

Sonreí, aunque la idea de tocar en ese momento no era la más atractiva. "Veré qué puedo hacer," respondí, tratando de ser amable.

La cena continuó con conversaciones y risas, y poco a poco, la tensión en mis hombros comenzó a aliviarse. Aunque la preocupación por Luna seguía presente, estar rodeado de mi familia me recordó que no estaba solo.

Después de cenar, Clara insistió en que tocara una canción. Cedí ante sus insistencias y tomé mi guitarra. Comencé a tocar una melodía suave, una que sabía que todos disfrutarían. Las notas llenaron la sala, y por un momento, la paz que tanto necesitaba finalmente me alcanzó.

Después de tocar la canción, me despedí de mi familia y regresé a mi habitación. El peso del día aún no se había desvanecido por completo, pero sentía una ligera mejoría después de haber pasado tiempo con ellos. Al cerrar la puerta detrás de mí, volví a sumergirme en mis pensamientos sobre Luna.

Sabía que tenía que hacer algo para reparar la tensión entre nosotros. No podía dejar que el miedo y la incertidumbre erosionaran lo que teníamos. Me senté en la cama, cogí mi teléfono y comencé a escribir un mensaje para Luna. Quería que supiera cuánto la amaba y que estaba dispuesto a entender sus miedos. También quería pedirle que habláramos por videollamada al día siguiente para aclarar las cosas.

Tomé un momento para ordenar mis pensamientos antes de empezar a escribir. Quería que mis palabras fueran sinceras y tranquilizadoras, algo que pudiera leer al despertar y sentir un poco de alivio.

Revisé el mensaje una última vez antes de enviarlo. Sentí un nudo en el estómago mientras presionaba el botón de enviar, pero también una pequeña esperanza de que este gesto podría ayudarnos a empezar a sanar.

Me acosté en la cama, dejando que la fatiga del día finalmente tomara el control. Cerré los ojos, pensando en Luna y en cómo esperaba que nuestro amor pudiera superar cualquier obstáculo que se nos presentara. La noche avanzó lentamente, y finalmente, el sueño me venció, llevándome a un lugar donde solo existíamos Luna y yo, juntos y felices.

Desperté lentamente, el sol de la mañana filtrándose a través de las cortinas de la habitación. Los eventos de los últimos días giraban en mi mente, mezclados con la emoción de la oferta editorial que había recibido ayer por la tarde. El alivio y la ansiedad se entrelazaban mientras intentaba procesar todo lo que había sucedido. Miré a mi alrededor, recordando que estaba en la casa de mi mejor amiga.

Tomé mi teléfono de la mesita de noche y lo encendí, esperando ver algún mensaje de Tomás. Mi corazón dio un vuelco al ver su nombre en la pantalla. Deslicé el dedo para leer el mensaje, sintiendo una mezcla de temor y esperanza.

Tomás: "Hola, amor. Sé que las cosas no han sido fáciles últimamente, y lamento no haber respondido a tus llamadas y mensajes hoy. El día ha sido muy duro para mí, pero eso no es excusa para alejarme de ti."

Suspiré al leer sus primeras palabras. Me dolía pensar que Tomás también había tenido un día difícil, y su ausencia había incrementado mi angustia. Pero al menos ahora tenía una explicación.

Tomás: "Entiendo que tienes miedos y preocupaciones, y quiero que sepas que estoy aquí para apoyarte en todo momento. Me duele no poder estar físicamente a tu lado, pero eso no cambia el hecho de que te amo con todo mi corazón."

Sus palabras me tocaron profundamente. Sabía que mis miedos a presentarlo a mis padres habían causado tensiones entre nosotros, pero el amor y la comprensión en su mensaje me dieron un rayo de esperanza.

Tomás: "Mañana, cuando tengas un momento, ¿podemos hablar por videollamada? Quiero escucharte y entender lo que sientes. Para mí, lo más importante es que estemos bien y que sigamos construyendo nuestro futuro juntos."

Una sonrisa se formó en mis labios al leer esto. A pesar de la distancia y las dificultades, Tomás estaba dispuesto a luchar por nosotros. Su disposición a entenderme y su deseo de construir un futuro juntos me dieron fuerzas para enfrentar mis propios miedos.

Tomás: "Te extraño mucho y espero que podamos encontrar una solución a esto. Descansa bien, mi vida. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar."

Sentí una calidez en mi pecho al leer sus palabras finales. A pesar de todo, Tomás y yo estábamos juntos en esto. Me recosté en la cama, dejando que sus palabras se asentaran en mi corazón. La oferta de la editorial, la tensión con Tomás y la incertidumbre de mi futuro se mezclaban en mi mente, pero su mensaje me dio un punto de apoyo.

Me levanté de la cama, decidida a enfrentar el día con una nueva perspectiva. María estaba en la cocina preparando el desayuno y me sonrió al verme.

"Buenos días, Luna. ¿Cómo te sientes hoy?" preguntó, con su mirada llena de comprensión y apoyo.

"Mejor," respondí, devolviéndole la sonrisa. "Tomás me escribió anoche. Quiere que hablemos por videollamada hoy."

"Eso es genial," dijo María, sirviendo dos tazas de café. "Tómate tu tiempo para pensar en lo que quieres decirle. Sé que todo esto es abrumador, pero estoy aquí para ayudarte."

Agradecí tener a María a mi lado. Su apoyo incondicional y su amistad me daban la fuerza para seguir adelante. Mientras desayunábamos, le conté sobre la oferta de la editorial y mis sentimientos encontrados.

"Es una gran oportunidad, Luna. Pero entiendo que también es mucho para manejar de una vez. Tómate el tiempo que necesites para decidir. Y con Tomás, sé honesta. Él te ama y está dispuesto a entenderte," dijo María, ofreciéndome un consejo sabio como siempre.

Pasamos la mañana hablando y riendo, recordando viejos tiempos y distrayéndonos un poco de las preocupaciones. Pero a medida que se acercaba la tarde, mi mente volvía una y otra vez a Tomás y la videollamada que habíamos planeado.

Finalmente, llegó el momento. Me dirigí a la habitación que María me había prestado y me senté frente a la computadora. Tomé una respiración profunda y marqué el número de Tomás en la videollamada. Mi corazón latía rápidamente mientras esperaba que él contestara. La pantalla se iluminó con su rostro, y su sonrisa cansada pero amorosa me hizo sentir un poco más tranquila.

"Hola, Luna," dijo Tomás, su voz suave y reconfortante.

"Hola, Tomás," respondí, sintiendo que todas las palabras que había estado guardando finalmente encontraban su camino. "Gracias por tu mensaje. Me hizo sentir mucho mejor."

Nos miramos a través de la pantalla, cada uno absorbiendo la presencia del otro, a pesar de la distancia. Sabía que esta conversación no sería fácil, pero con el amor y la comprensión de Tomás, sentía que podríamos superar cualquier obstáculo.

"Lamento mucho todo esto, Tomás," dije con lágrimas en los ojos, sintiéndome culpable. "Sé que ha sido difícil, y no quiero que pienses que no te amo o que no quiero que seas parte de mi vida. Es solo que..." añadí, con la voz temblorosa.

"Luna, entiendo que tengas tus razones, pero necesito saber qué te preocupa tanto. ¿Por qué no quieres que tus padres sepan de nosotros?" pregunté, con un tono lleno de preocupación y amor.

No puedo evitar sentir una punzada de inseguridad. ¿Acaso no confía lo suficiente en mí? ¿O en nuestra relación?

"Es complicado para mí. Mis padres son muy tradicionales, Tomás. Y la idea de presentarte como mi novio oficialmente ante ellos..." Mi voz temblaba ligeramente, y tuve que tomar aire antes de continuar. "Ellos no aprueban este tipo de relaciones." Además, es más complicado porque no estás aquí a mi lado.¿Qué van a decir cuando sepan que nos conocimos a través de una red social y que nunca nos hemos visto en persona?".

Mis manos se entrelazaron nerviosamente, y desvié la mirada por un momento, incapaz de sostener su mirada directamente. Era difícil admitir cuánto significaba para mí ese paso, y cuán preocupada estaba por el juicio y la desaprobación de mis padres.

"Y, siendo honestos, mis padres son muy religiosos. No toleran relaciones fuera del matrimonio,".

Al decir la palabra 'matrimonio', una oleada de emociones me invadió. Mis mejillas se sonrojaron solo por pronunciarla. Sentía una mezcla de nervios, emoción y vulnerabilidad. Nunca habíamos hablado de este tema antes, y confesarle a Tomás que mis padres no aprobarían algo así solo intensificaba esos sentimientos.

"Entiendo, mi amor. Pero, ¿no crees que al menos deberíamos intentarlo? O al menos hacerles entender que estás enamorada y que nuestra relación es seria," sugerí, tratando de encontrar una solución que nos una aún más.

Quiero que entienda que estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para que estemos juntos. ¿Por qué no puede verlo?

"Ayer, después de salir de la universidad, decidí tomar un café con mi madre para intentar arreglar las cosas entre nosotras por lo que sucedió con Carmen. Todo fue genial, pero al despedirnos, tú viniste a mi mente. Mi madre se dio cuenta de mi mirada pensativa y al sonrojarme, ella me dijo que veía algo en mis ojos, algo que jamás había visto en mí: un brillo muy fuerte... como si estuviera enamorada. Pero yo negué todo... porque soy cobarde. Cobarde, Tomás, lo soy," confesé, sintiendo que mis emociones se desbordaban.

Decirle esto en voz alta me hace sentir aún más débil. ¿Cómo podría juzgarme Tomás después de escuchar lo cobarde que he sido?

"No eres cobarde, princesa. Estás intentando protegernos a ambos de posibles problemas, y lo entiendo. Pero también creo que no podemos vivir siempre con miedo. Quiero que sepas que estoy aquí para apoyarte, pase lo que pase," respondí, con un tono reconfortante y lleno de amor.

Quiero abrazarla, hacerle saber que no está sola en esto. ¿Cómo puedo convencerla de que juntos podemos superar cualquier cosa?

"Gracias, mi amor. De verdad, gracias por ser tan comprensivo. Quiero que sepas que no es fácil para mí. Mis padres significan mucho para mí, y su aprobación es importante, pero también lo eres tú," dije, buscando sus ojos con amor y gratitud.

"Entiendo, Luna. No tienes que enfrentarte a esto sola. Estoy aquí para apoyarte, pase lo que pase. Y quiero que sepas que te amo más de lo que las palabras pueden expresar, cariño mío," dije sinceramente, sintiendo cómo cada palabra sellaba nuestro compromiso.

Es difícil no sentirme frustrado, pero sé que Luna está lidiando con sus propios miedos. Solo quiero que confíe en mí lo suficiente como para superar esto juntos.

"Gracias por decir eso, Tomás. Me siento afortunada de tenerte a mi lado. Prometo que intentaré hablar con mis padres y explicarles cómo me siento," dije, con determinación y esperanza.

Tomás es tan paciente y amoroso. No sé qué haría sin él. Tengo que encontrar la forma de enfrentar esto y hacerle saber cuánto significa para mí.

"Eso es todo lo que te pido, Luna. Quiero que sepan que te hago feliz y que nuestra relación es importante para ambos. Estoy aquí para ti, pase lo que pase, mi tonto favorito," dije con una sonrisa traviesa, tratando de aliviar la tensión con un toque de ternura.

Ojalá pueda convencerla de que podemos superar esto juntos. Quiero ser parte de su vida de una manera que la haga sentir segura y amada.

"Gracias por entender, Tomás. Prometo que hablaré con ellos pronto. Quiero que sepas que te amo con todo mi corazón, y haré todo lo posible por nosotros," le aseguré, sintiendo que era el momento de enfrentar mis miedos.

Es hora de enfrentar mis miedos y hacer lo correcto. Por Tomás y por nuestro futuro juntos.

"Gracias, Luna. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar. Estoy aquí para ti, siempre," dije con una voz suave y llena de amor.

Nos miramos a través de la pantalla, con una sensación de alivio y amor compartido. Aunque sabíamos que los desafíos seguirían presentes, también sabíamos que estábamos dispuestos a enfrentarlos juntos.

Después de un momento de silencio cómodo, me acomodé en mi asiento, con una mirada traviesa en mis ojos.

"Tomás, tengo que contarte algo increíble que pasó ayer después del café con mi madre."

"¿Ah sí? ¿Qué pasó?" pregunté con curiosidad y emoción.

"Bueno, después de despedirme de mi madre, entré en casa de María. Pensaba en hacer algunas de mis tareas y cosas, pero decidí checar mis correos electrónicos y la plataforma donde escribo. Fue allí que vi un mensaje que me llamó la atención... y Tomás, ¡no lo vas a creer! Una editorial me contactó... ¡quieren publicar mi historia!" dije con una emoción que no podía contener, mirándolo con una chispa de alegría en mis ojos.

Mis ojos se iluminaron con emoción mientras hablaba, y pude ver cómo mi alegría irradiaba a través de la pantalla.

"¡Luna! ¡Eso es increíble! Estoy tan orgulloso de ti. Sabía que tu talento sería reconocido algún día," dije con un orgullo evidente en mi voz, sintiéndome aún más enamorado de ella.

"Gracias, Tomás. No pude evitar llorar de alegría cuando leí el mensaje. Aún no puedo creer que sea real. Es como un sueño hecho realidad," respondió ella, sintiendo una felicidad abrumadora.

Me siento tan feliz por ella. Su dedicación y pasión están dando frutos, y no puedo estar más emocionado por su éxito.

"Te lo mereces, Luna. Has trabajado tan duro y tu talento es indiscutible. Estoy tan emocionado por ti y por todo lo que está por venir," dije con una sonrisa que espero la haga sentir aún más especial.

"Gracias, Tomás. Tus palabras significan mucho para mí. Siempre has creído en mí, incluso cuando yo dudaba. No puedo esperar a compartir este logro contigo," dijo ella, sintiendo que su corazón se llenaba de gratitud.

Su felicidad es contagiosa. Solo quiero abrazarla y celebrarlo juntos. Incluso a la distancia, su éxito se siente como una victoria compartida.

"Voy a estar a tu lado en cada paso del camino, Luna. Esta es solo la primera de muchas cosas maravillosas que te esperan. Estoy tan emocionado por todo lo que el futuro nos depara," dije con una voz llena de esperanza.

"Gracias, amor. Saber que estás conmigo hace que todo esto sea aún más especial. No sé qué haría sin tu apoyo," respondió ella, sintiéndose afortunada por tenerme en su vida.

Se siente tan bien compartir esta alegría con ella. Su amor y apoyo me han dado la fuerza para seguir adelante, y ahora, juntos, podemos celebrar este maravilloso logro.

"Eres increíble, Luna. Estoy aquí para ti, siempre. Vamos a celebrar esto, aunque sea a la distancia. Hoy es un día para recordar," dije con una calidez que espero la haga sentir aún más amada.

Nos sonreímos a través de la pantalla, compartiendo la emoción y la alegría de este momento especial. Aunque estábamos separados físicamente, nuestros corazones estaban más unidos que nunca.

Mientras observaba a Luna a través de mi pantalla, su sonrisa iluminaba mi día como siempre lo hacía. Saber que una editorial estaba interesada en publicar su historia llenaba mi corazón de un orgullo indescriptible. Pero al mismo tiempo, una preocupación persistía. ¿Cómo podríamos enfrentar juntos el desafío de revelar nuestra relación a distancia a los padres de Luna? ¿Podrían entender la profundidad de nuestros sentimientos y apoyarnos, a pesar de las circunstancias?

 Cada vez que pensaba en compartir mi vida con él, una mezcla de emoción y miedo me embargaba. ¿Cómo podríamos superar la distancia y la desaprobación de mis padres? La ansiedad por enfrentarme a ellos con la verdad sobre Tomás me apretaba el pecho. Pero a pesar de todas las dudas y desafíos, la idea de luchar por nuestro amor y construir un futuro juntos me llenaba de determinación.

Mientras Tomás me hablaba a través de la pantalla, una oleada de emociones me invadía. La noticia de la editorial interesada en mi historia me llenaba de felicidad y anticipación. Pero en medio de esa alegría, una palabra resonaba constantemente en mi mente: matrimonio. Ver a Tomás al otro lado de la pantalla me hacía soñar despierta, imaginando cómo sería mi vida con él a mi lado. ¿Podría ser real ese vestido blanco y mi príncipe azul? 

Mientras Tomás me hablaba a través de la pantalla, una oleada de emociones me invadía. La noticia de la editorial interesada en mi historia me llenaba de felicidad y anticipación. Pero en medio de esa alegría, una palabra resonaba constantemente en mi mente: matrimonio. Ver a Tomás al otro lado de la pantalla me hacía soñar despierta, imaginando cómo sería mi vida con él a mi lado. ¿Podría ser real ese vestido blanco y mi príncipe azul? 

Con estas reflexiones, el futuro se abría ante nosotros como un lienzo en blanco, lleno de desafíos y promesas. ¿Podríamos realmente enfrentar los desafíos que el futuro nos presenta, con nuestras vidas separadas por mares y océanos? ¿Estamos verdaderamente preparados para superar la distancia y la incertidumbre que nos separa? ¿Podremos encontrar la fuerza y la paciencia necesarias para construir nuestro futuro juntos, a pesar de todos los obstáculos que se interponen en nuestro camino?

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