CAPÍTULO: N°11

El sol de la mañana se filtraba suavemente a través de las cortinas de mi habitación, anunciando el comienzo de un nuevo día de fin de semana. Me estiré en la cama, sintiendo la calidez de los primeros rayos en mi piel. A pesar de la tensión que había marcado la llegada de Carmen, decidí que no permitiría que su presencia dictara mi estado de ánimo.

Después de vestirme, me dirigí a la cocina, donde encontré a mi madre, Isabel, preparando el desayuno. Me recibió con una sonrisa cariñosa y un plato de frutas frescas.

"Buenos días, Luna," dijo, sirviéndome una taza de café. "¿Dormiste bien?"

"Buenos días, mamá. Sí, dormí bastante bien, gracias." Le devolví la sonrisa, agradecida por su apoyo constante.

Nos sentamos juntas a la mesa, disfrutando de un momento de tranquilidad antes de que comenzara el ajetreo del día. Sabía que Carmen no tardaría en aparecer, y quería aprovechar cada segundo de calma.

No mucho después, la paz fue interrumpida por el sonido de pasos en el pasillo. Carmen entró en la cocina con una expresión que intentaba ser amigable, pero que no lograba ocultar del todo su condescendencia.

"Buenos días a todas," saludó, tomando asiento junto a nosotras. "Espero que hayan descansado bien."

"Buenos días, Carmen," respondió mi madre, manteniendo su tono cordial. "¿Te gustaría un poco de café?"

"Sí, por favor, Isabel. Y un poco de esas frutas también, se ven deliciosas."

Mientras desayunábamos, traté de concentrarme en mi comida y evitar la mirada inquisitiva de Carmen. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que empezara con sus preguntas.

"Luna, ¿qué planes tienes para hoy?" preguntó, intentando sonar interesada.

"Voy a pasar la mañana trabajando en mi tesis y más tarde me reuniré con unos amigos," respondí, tratando de mantener la conversación superficial.

"Qué admirable," comentó Carmen. "Y después de todo eso, ¿qué haces para relajarte? Siempre es importante encontrar un equilibrio, especialmente con tu... situación."

Sentí la incomodidad crecer en mi pecho. "Encuentro tiempo para mis hobbies y para pasar tiempo con amigos," respondí, esforzándome por no dejar que su tono me afectara.

Mi madre intervino, cambiando hábilmente el tema. "Carmen, cuéntanos más sobre tu vida."

Agradecí en silencio la intervención de mi madre, y el resto del desayuno transcurrió sin incidentes mayores. Después de terminar, me retiré a mi habitación para prepararme para salir más tarde.

El día transcurrió con relativa tranquilidad. Pasé la mañana trabajando en mi tesis, intentando concentrarme en mis estudios a pesar de la nube de ansiedad que la presencia de Carmen había traído a mi vida. Sabía que tendría que enfrentar más preguntas incómodas, pero también sabía que contaba con el apoyo de mis amigos y de Tomás.

Cuando llegó la tarde, me preparé para salir. Sabía que me reuniría con Tomás en una cafetería, pero no quería que Carmen lo supiera. Mientras estaba en mi habitación, revisando los últimos detalles antes de salir, escuché el sonido de la puerta abriéndose. Carmen entró sin llamar, con esa familiaridad que me resultaba tan intrusiva.

"Luna, ¿qué haces?" preguntó, fingiendo interés.

"Me estoy preparando para salir," respondí, intentando mantener mi tono neutral.

"¿Vas a reunirte con tus amigos?" inquirió, con una mirada que sugería que no creía en mi excusa. "¿O es que vas a ver a tu novio? Vamos, Luna, cuéntame más sobre tu vida. Me interesa saber en qué te dedicas, cómo te organizas con tu... situación."

Sentí una oleada de indignación. "Voy a salir con María y quizás veré a Danna también," respondí, sin mirarla a los ojos.

Carmen no pareció satisfecha con mi respuesta y siguió insistiendo. "¿Por qué no hacemos algo juntas? Me gustaría pasar tiempo contigo, Luna. Nunca tuvimos la oportunidad."

La mentira en su voz era evidente. Sabía que tanto Carmen como otros miembros de la familia habían tenido muchas oportunidades para acercarse a mí, pero siempre me habían rechazado. Mi madre, que había estado escuchando desde la puerta, entró en la habitación.

"Luna, quizás podrías salir con tu tía. Sería una buena oportunidad para que se conozcan mejor," dijo, su mirada sugiriendo que aceptara la propuesta para evitar conflictos.

Sentí cómo el nudo en mi estómago se apretaba aún más mientras me movía en mi silla de ruedas eléctrica. Sabía que mi madre solo quería lo mejor para mí, pero también entendía lo incómodo que sería pasar tiempo con Carmen. Mi mente comenzó a divagar, recordando todas las veces que había sido ignorada o rechazada por mi familia. ¿Por qué ahora, de repente, querían pasar tiempo conmigo?

"No puedo creer que tenga que hacer esto," pensé para mí misma. "Solo quiero estar con Tomás hoy. Él es el único que realmente me entiende y me apoya."

Carmen, sin notar mi incomodidad, continuó con entusiasmo. "Sí, Luna, será divertido. Podemos pasar un buen rato juntas."

Forcé una sonrisa mientras mi mente ya estaba en otra parte. Solo quería salir corriendo de la habitación y refugiarme en la compañía de Tomás, mi verdadero apoyo en momentos difíciles. "Está bien, mamá. Solo déjenme unos momentos para avisar a mis amigas."

Ellas asintieron comprensivas y se retiraron de la habitación, dejándome sola con una sensación de desesperación creciente. Cerré la puerta suavemente y me dejé caer en la cama, el peso de la situación parecía demasiado para mi corazón. Saqué mi teléfono y comencé a escribirle a Tomás, anhelando su consuelo y comprensión.

¿Por qué siempre es tan difícil? Miro la pantalla de mi móvil, sintiendo una mezcla de ansiedad y alivio. Mi dedo vacila sobre el teclado, consciente de que tengo que contarle a Tomás que no podremos reunirnos como habíamos planeado la noche anterior. Temo que no lo entienda o que se enfade. Quiero tanto ir a la cita con él por videollamada en el café, pero mi tía Carmen, maldita sea, me obligó a salir con ella, sabiendo que tenía planes. Además, Carmen y yo no nos llevamos bien; ella y otros familiares siempre me han rechazado por mi discapacidad física.

Encima, tuve que mentirle a Carmen y a mi madre, diciéndoles que iba a salir con mi mejor amiga María y otra amiga más, Danna, porque no quiero que sepan que tengo una relación amorosa con un chico que vive al otro lado del mundo. La incertidumbre me consume, pero sé que no puedo seguir guardando este sentimiento dentro de mí. ¿Cómo se lo tomará Tomás? ¿Entenderá mi dolor? La frustración y la decepción pesan en cada letra que escribo.

La pantalla del teléfono reflejaba mis emociones, y mi mente se debatía entre la honestidad y el deseo de evitar más conflictos. Finalmente, respiré hondo y escribí:

Luna: Hola, amor ¿Cómo estás?.... Necesito hablar contigo, desgraciadamente tengo una mala noticia.

Tomás: Hola cariño bien y ¿tu amor?.... ¿Qué pasó? cuéntame....

Luna: Mi tía Carmen insiste en pasar tiempo conmigo hoy y no puedo decirle que no. Mi madre también me presionó para que fuera. Lo siento mucho. 😞

Espero nerviosa la respuesta de Tomás, sabiendo que cada encuentro entre nosotros, aunque sea por videollamada, es tan importante debido a la distancia que nos separa.

Tomás: ¿En serio, Luna? 😠 Me contaste anoche que no te llevas bien con ella. No entiendo por qué tienes que ceder si no quieres. No merece tu tiempo ni tu atención.

Siento el peso de la decepción en las palabras de Tomás. Él no se enoja por no vernos hoy, sino por dejarme influenciar por alguien que nunca me ha apoyado.

Luna: Lo sé, cariño. Mi familia siempre ha sido complicada. Mi madre cree que es importante que pase tiempo con Carmen, pero sé que tú y yo necesitamos este tiempo juntos también. 😔

Tomás: Luna, entiendo que quieras evitar conflictos, pero ¿hasta cuándo vas a seguir cediendo? No puedes siempre priorizar lo que los demás quieren sobre tu propia felicidad y bienestar. 💔

Las palabras de Tomás me hacen reflexionar. Sé que tiene razón, pero también sé lo difícil que es para mí establecer límites con mi familia.

Luna: Lo sé, amor. Te prometo que hablaré con ellos sobre esto. No quiero que te sientas así. 💕 Pero por ahora, necesito lidiar con esto de la mejor manera posible.

Tomás: Está bien, Luna. Pero por favor, piensa en ti también. Me duele verte atrapada en situaciones que te hacen sentir así. 💖

Siento el amor y el apoyo sincero de Tomás a través de sus palabras, y me doy cuenta de cuánto valoro su comprensión y paciencia.

Luna: Gracias, Tomás. Eres mi roca en medio de todo esto. Hablamos más tarde, ¿vale?

Tomás: Claro, amor. Cuídate mucho. Te espero. 😘

Respiro profundo mientras cierro el chat, agradecida por tener a Tomás en mi vida. Sé que enfrentaré más preguntas incómodas con Carmen, pero estoy decidida a no dejar que esto afecte nuestra relación.

Mi corazón latía fuertemente después de la conversación con Tomás. Estaba sentada frente a mi espejo, retocándome el maquillaje y peinándome mientras me preparaba para salir. Decidí enviar un mensaje urgente a mi hermano Adam para contarle sobre la situación con la tía Carmen. Ella había cambiado todos mis planes al último momento. Supuestamente, tanto mamá como la tía Carmen sabían que tenía una reunión y que iba a salir con mis amigas, aunque no sabían que era con mi novio, Tomás. Me sentía frustrada porque mamá, que estaba presente, no defendió mis planes y permitió que Carmen interfiriera de esta manera. Agradecí en silencio a mamá por arruinar mis planes pensé.

Luna: Adam, necesito hablar contigo urgentemente. La tía Carmen cambió todos mis planes al último minuto. Ahora me está presionando para salir con ella esta tarde, cuando originalmente iba a quedar con Danna y María. 😡

Esperé ansiosa su respuesta, con los dedos temblando ligeramente.

Adam: ¿Qué? ¿Por qué Carmen ahora? No me digas que mamá está de acuerdo con esto. 😠

Luna: Sí, mamá parece estar de acuerdo. No puedo creerlo. 😞

Una lágrima de frustración cae mientras continúo preparándome.

Adam: Luna, esto no está bien. No deberían forzarte así. ¿Puedes manejar la situación con ella?

Luna: No sé cómo, Adam. Estoy harta de que tomen decisiones por mí. Solo quería un día tranquilo. 😔

Adam: Respira hondo, hermana. Estoy en el trabajo pero estaré pendiente. Si necesitas que hablemos con mamá juntos, lo hacemos. Estoy aquí para ti, siempre. ❤️

Luna: Gracias, Adam. Aprecio mucho tener tu apoyo. Prometo que después hablamos más en serio. Te quiero, hermanito. 💕

Sonrío con tristeza, agradecida por su apoyo incondicional.

Adam: Tonta, pero te quiero más. Cuídate y enfrenta a Carmen como la jefa que eres. Estoy aquí para ti, siempre. 😊

Cierro el chat con Adam y respiro profundamente. Su apoyo me da la fuerza para enfrentar lo que sea que venga con Carmen. Aunque me sienta atrapada, sé que no estoy sola. Sigo preparándome, sintiendo la determinación de hacer frente a la tarde lo mejor que pueda. Mi hermano me ha recordado que merezco respeto y que tengo derecho a poner límites. Hoy, no dejaré que Carmen ni nadie más decidan por mí.

Mientras me termino de arreglar, escucho a Carmen llamándome desde la sala. "Luna, ¿estás lista? Vamos a salir ya."

"Sí, ya voy," respondo, tratando de mantener la calma. Me miro una última vez en el espejo, ajusto mi cabello y me dirijo hacia la puerta en mi silla de ruedas eléctrica. Al salir, veo a mi madre y a Carmen conversando. Mi madre me lanza una mirada de apoyo, pero sé que no puede hacer mucho más en esta situación.

Nos dirigimos al centro comercial en un silencio incómodo que parecía alargar cada paso. Carmen intentaba romper la tensión con preguntas superficiales, pero cada una de ellas parecía más condescendiente que la anterior.

"¿Cómo te va con tus estudios, Luna? Debe ser difícil para ti, ¿no?" preguntó mientras caminábamos por los pasillos llenos de tiendas y gente.

Respiré hondo antes de responder, tratando de mantener la calma. "Mis estudios van bien, gracias. Estoy trabajando en mi tesis y tengo buenos amigos que me apoyan."

"Eso es bueno," dijo Carmen, aunque su tono sugería que no estaba realmente interesada. "Pero debes tener cuidado de no sobrecargarte. Con tu... situación, es importante no esforzarte demasiado."

Sentí una oleada de indignación ante su comentario. "Sé manejarme, Carmen. He aprendido a vivir con mi discapacidad y no me impide hacer lo que quiero."

Carmen asintió, pero su gesto no reflejaba convencimiento. Continuamos caminando y ella siguió hablando, pero sus comentarios siempre volvían a mi discapacidad, como si fuera lo único que definía quién soy.

"¿Has pensado en buscar algún tipo de ayuda profesional? Tal vez un terapeuta podría ayudarte a lidiar con tus limitaciones," sugirió Carmen mientras observábamos una vitrina de ropa.

"No necesito un terapeuta para lidiar con mis limitaciones," respondí con firmeza. "Lo que necesito es que la gente me vea por quién soy, no por lo que no puedo hacer."

Carmen parecía sorprendida por mi respuesta, pero no se rindió. "Solo quiero lo mejor para ti, Luna. Es difícil ver a alguien tan joven enfrentando tantos desafíos."

"Mis desafíos no son solo físicos, Carmen," dije, sintiendo la frustración crecer. "También tengo que lidiar con la falta de apoyo y comprensión de mi propia familia."

Carmen guardó silencio por un momento, y por un instante, pensé que tal vez había entendido. Pero luego, volvió a la carga. "Bueno, siempre puedes contar conmigo. Estoy aquí para ayudarte."

"¿De verdad?" pregunté, mirándola directamente a los ojos. "Porque hasta ahora, solo he sentido rechazo y condescendencia de tu parte."

Entramos a una librería y me dirigí a la sección de fantasía y romance, mis géneros favoritos. Carmen me siguió, mirando los libros con desdén. "No sabía que te gustaban estas historias tan... infantiles," comentó, con una sonrisa de suficiencia.

No respondí, enfocándome en los libros, intentando ignorar sus palabras. Finalmente, elegí un libro y decidimos dirigirnos a una cafetería cercana. Aunque preferiría evitar la conversación, sabía que no tenía opción. Nos sentamos en una mesa, yo en mi silla de ruedas eléctrica y ella enfrente. Carmen se levantó para pedir los refrescos, dejándome sola por un momento.

Aproveché ese instante para sacar mi teléfono y vi un mensaje de Tomás, mi novio, preguntándome cómo iba todo con Carmen. Le respondí rápidamente, tratando de no mostrar mi frustración. "Te quiero mucho, Tomás," escribí, justo cuando Carmen regresó con los refrescos.

"¿A quién le dices que lo quieres tanto?" preguntó con curiosidad, aunque su tono seguía siendo condescendiente.

"No es nadie," respondí brevemente, guardando el teléfono y desviando la mirada para evitar más preguntas.

"Qué bueno que tengas a alguien que te apoye," dijo Carmen, sentándose y comenzando a sorber su bebida. "Pero, Luna, ¿por qué siempre te pones tan a la defensiva cuando hablamos de tu discapacidad física?"

Mi paciencia se agotó. Después de años de silencio, de contener mis emociones, sentí que estaba a punto de estallar. Miro a Carmen directamente a los ojos, sintiendo cómo la frustración y la tristeza se mezclan con la ira acumulada durante tanto tiempo.

"Carmen, desde pequeña he vivido sintiendo la ausencia de mis tíos y tías, tanto del lado de mamá como del de papá. Nunca estuvieron presentes en mi vida ni en la de mis padres. Crecí sintiéndome rechazada por mi discapacidad física, como si fuera una carga para todos ustedes. Para mis familiares, fui siempre la sobrina con limitaciones, pero nunca se molestaron en conocerme de verdad."

Carmen abrió la boca como si quisiera responder, pero la detuve con un gesto firme, necesitando desesperadamente expresar todo lo que he guardado por años.

"Mis gustos, mis sueños, mi verdadero yo... nunca fueron importantes para ustedes. Yo amo la literatura, la fantasía, el amor; las historias que me transportan a otros mundos son mi refugio, mi escape de una realidad donde siempre me sentí incomprendida y apartada. He tenido que aprender a escapar de la vida que tuve, no por mi discapacidad física, sino por el constante rechazo y el dolor emocional de una familia que nunca estuvo presente cuando más los necesitaba."

Dejé que mis palabras resonaran en el aire por un momento, observando cómo el rostro de Carmen cambiaba de la sorpresa al desconcierto.

"¿Puedes imaginar lo que es sentirse como una carga para tu propia familia? ¿Saber que nunca fui vista más allá de mis limitaciones físicas? He vivido 23 años soportando el peso del rechazo y la indiferencia. Y ahora, de repente, decides aparecer en mi vida, esperando que todo se arregle con un par de palabras vacías de comprensión."

La tensión en mi voz crecía con cada palabra, liberando las emociones reprimidas durante tantos años.

"He construido una vida junto a mis padres, mi hermano, mis amigos. He aprendido a vivir con mi discapacidad, pero no permitiré que nadie, ni siquiera tú, me haga sentir menos. Me pongo a la defensiva porque estoy cansada de ser invisible para ustedes, de ser tratada con condescendencia y lástima."

Carmen parecía estar procesando mis palabras, pero en lugar de aceptar la realidad de lo que decía, intentó una vez más minimizarlo.

"Luna, solo quiero que sepas que estoy aquí para ti ahora. Sé que puedo no haber estado presente antes, pero quiero cambiar las cosas," dijo Carmen, su tono teñido de arrepentimiento.

"No es solo cuestión de estar presente ahora, Carmen," respondí con voz firme, mirándola directamente a los ojos. "¿Sabes por qué nunca te llamé 'tía'? Porque tú y los demás tíos y tías nunca me vieron como su sobrina. Siempre fui 'la chica en silla de ruedas', nunca Luna. Si quieres cambiar las cosas, necesitas verme y aceptarme por quien soy realmente."

El silencio entre nosotras era denso, lleno de las palabras no dichas y las emociones contenidas. Finalmente, Carmen pareció captar la gravedad de lo que decía.

"Luna, no sabía que te sentías así. Nunca quise hacerte sentir de esa manera," dijo, su voz temblando ligeramente.

"Pero lo hiciste," respondí con calma, sintiendo el peso de años de dolor liberándose con cada palabra.

Carmen asintió lentamente, como si finalmente comprendiera la magnitud de lo que estaba diciendo. El silencio entre nosotras era pesado, pero también lleno de una nueva posibilidad, la de un entendimiento y una relación real que hasta ahora había sido inexistente.

Pero no buscaba redención ni reconciliación con Carmen. Había soportado demasiado durante demasiado tiempo para simplemente dejar pasar todo con una promesa vacía de cambio. Ya no quería ni necesitaba que intentara arreglar las cosas.

Agarré mi bolso y las cosas que había comprado, mientras Carmen seguía allí, tratando de encontrar palabras que llenaran el vacío. Encendí mi silla de ruedas eléctrica y la miré una última vez.

"No soy la chica en silla de ruedas, sino como Luna, una persona con sueños, aspiraciones y una vida que va más allá de las limitaciones físicas."

Dejé a Carmen sentada en la cafetería, con su refresco y las palabras que esperaba cambiarían todo. Salí del centro comercial, sintiéndome más ligera, más libre, sabiendo que, por fin, había dicho mi verdad.

Me encontraba en medio de la calle, con mis pensamientos tumultuosos girando alrededor de todo lo que acababa de suceder. No quería volver a casa, no quería enfrentar a mis padres ni revivir el encuentro con Carmen. Necesitaba tiempo para procesar todo, para estar sola y aclarar mi mente.

Encendí mi silla de ruedas eléctrica y me dirigí hacia el río Turia. Había un rincón favorito mío, un lugar tranquilo donde solía ir cuando necesitaba pensar o simplemente escapar de todo. Llegar allí siempre me daba una sensación de paz, un respiro en medio del caos.

Mientras avanzaba por las calles, mis pensamientos seguían desordenados. Recordé la mirada de Carmen, su intento de disculpa y su falta de comprensión real. Todo había salido de una manera que nunca imaginé, pero al menos, había dicho mi verdad. Había soltado el peso que llevaba durante tantos años, pero eso no hacía que el dolor desapareciera.

Finalmente, llegué al río Turia. El lugar estaba tranquilo, con el suave sonido del agua corriendo y el canto de los pájaros llenando el aire. Me dirigí a mi rincón favorito, un banco cerca del agua, rodeado de árboles que ofrecían sombra y un poco de privacidad.

Me senté allí, dejando que la calma del lugar me envolviera. El sonido del agua siempre me había parecido reconfortante, y hoy, más que nunca, necesitaba esa paz.

Pensé en mis padres, en cómo se sentirían si supieran lo que había pasado con Carmen. Sabía que ellos también habían sufrido el rechazo de la familia, pero siempre intentaron protegerme de eso. No quería añadir más preocupaciones a sus vidas, pero al mismo tiempo, sabía que no podía seguir guardando silencio.

Miré el agua del río, susurrando mis pensamientos al viento, esperando que de alguna manera me ayudara a encontrar claridad. No quería volver a casa hoy. No quería enfrentar las miradas preocupadas de mis padres ni el posible drama familiar que podría desatarse si Carmen decidía hablar sobre nuestra conversación.

Los recuerdos de la conversación en la cafetería seguían frescos en mi mente. Cada palabra, cada emoción, cada lágrima que había contenido durante años. No podía borrar el dolor, pero al menos ahora era libre. Había liberado mi verdad, y eso era un paso importante.

Mis pensamientos volvieron a Carmen. ¿Cómo podría alguien ser tan insensible, tan ajena a mi realidad? Había esperado una comprensión que nunca llegó, y ahora, me preguntaba si alguna vez llegaría. ¿Era posible que ella cambiara realmente, que pudiera ver más allá de mi discapacidad y reconocerme por quien soy?

El tiempo pasaba lentamente mientras seguía reflexionando. Sabía que no podía evitar para siempre el regreso a casa, pero por ahora, necesitaba este tiempo para mí. Necesitaba estar sola con mis pensamientos, entender mis sentimientos y decidir cómo enfrentar lo que vendría después.

El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de un cálido naranja. Miré el horizonte, dejando que la belleza del momento calmara mi mente agitada. Sabía que la noche traería consigo nuevos desafíos, pero por ahora, este pequeño rincón del río Turia era mi refugio, un lugar donde podía ser simplemente Luna, sin etiquetas ni limitaciones.

Mientras permanecía en el parque, sin un lugar fijo a donde ir, decidí finalmente llamar a mi mejor amiga María. Sabía que ella siempre tenía una palabra de apoyo y una sonrisa lista para levantarme el ánimo. Necesitaba desesperadamente ese refugio, al menos por esta noche.

Saqué mi teléfono y marqué su número. El tono de llamada sonó dos veces antes de que María contestara con su habitual entusiasmo.

"¡Luna! ¿Cómo estás?" Su voz siempre tenía un efecto calmante en mí.

"María, ¿tienes un momento?" dije, tratando de mantener mi voz tranquila, aunque sentía las emociones a flor de piel.

"Claro, ¿qué pasa? ¿Estás bien?" preguntó, su tono cambiando a preocupación.

"Más o menos. Tuve una discusión con Carmen, mi tía, y ella está quedándose en mi casa durante estas vacaciones. No quiero volver allí esta noche. ¿Crees que podría quedarme en tu casa, solo por esta noche?" Mi voz temblaba un poco mientras hablaba, la carga del día finalmente comenzando a pesarme.

"¡Por supuesto! No tienes que preguntar dos veces. Ven cuando quieras, estoy aquí para ti," respondió María sin dudarlo.

"Gracias, María. Te lo agradezco muchísimo. Nos vemos en un rato," dije, sintiendo un alivio inmediato.

"Nos vemos pronto. ¡Cuídate!" contestó ella antes de colgar.

Guardé el teléfono y me dirigí hacia la casa de María, ubicada no muy lejos del parque. A medida que me acercaba, mis pensamientos seguían girando en torno a lo sucedido con Carmen y cómo se sentirían mis padres al saber que no quería volver a casa mientras ella estuviera allí.

Llegué a la casa de María y toqué el timbre. Ella abrió la puerta con una sonrisa cálida y me envolvió en un abrazo reconfortante. "Vamos adentro, hablemos un rato," dijo, guiándome hacia su sala de estar.

Nos sentamos en el sofá y empecé a contarle todo, desde el encuentro con Carmen hasta la conversación en la cafetería. María me escuchaba atentamente, sin interrumpir, dejando que descargara todas mis emociones.

"Luna, siento mucho que hayas tenido que pasar por eso," dijo finalmente. "Es injusto y doloroso, y no deberías tener que enfrentarlo sola. Estoy aquí para ti, siempre."

"Gracias, María," respondí, sintiendo una lágrima rodar por mi mejilla. "Simplemente necesitaba un lugar donde no tuviera que enfrentar todo por un momento."

"Mi casa es tu casa, siempre lo sabes," aseguró María. "Quédate el tiempo que necesites. Ahora, ¿quieres hablar más sobre lo que pasó o prefieres distraerte con una película o algo?"

Pensé por un momento, y aunque aún tenía mucho en mi mente, decidí que una distracción sería lo mejor por ahora. "Vamos a ver una película. Necesito algo que me saque de mis pensamientos por un rato."

María sonrió y buscó una película en su colección. Mientras la pantalla se encendía, sentí una paz momentánea. Sabía que mañana tendría que enfrentar la realidad nuevamente, pero por ahora, estaba agradecida de tener a una amiga como María a mi lado.

Nos acomodamos en el sofá, y mientras la película comenzaba, mis pensamientos volvieron brevemente a lo que había dejado atrás. La conversación con Carmen había sido un momento crucial, pero aún había un camino por recorrer. Con el apoyo de mis seres queridos, sabía que podría seguir adelante, un paso a la vez.

Mientras María y yo estábamos viendo la película juntas, mi teléfono empezó a sonar incesantemente con muchas notificaciones de mensajes. Los leí rápidamente, todos eran de Adam, mi hermano, preocupado por mí como siempre.

Adam: Luna, ¿dónde estás?

Adam: ¿Estás bien?

Adam: Carmen está haciendo un escándalo en casa.

Adam: Dice que papá y mamá no supieron educarte.

Adam: Está diciendo cosas terribles.

Adam: ¿Qué pasó con la tía Carmen?

Adam: ¿Qué fue lo que hizo ahora?

Adam: Mamá está preocupada.

Adam: Papá también está alterado.

Adam: Por favor, respóndeme, Luna.

Adam: Necesitamos saber que estás bien.

Adam: No dejes que esto te afecte demasiado.

Adam: Te quiero, hermanita.

Adam: ¿Vas a volver esta noche?

Adam: ¿O mañana?

Adam: Por favor, dime algo.

Respiré hondo, sintiendo el peso de las palabras de Adam. María me miraba con preocupación, esperando a que decidiera qué hacer.

"Carmen hizo de nuevo de las suyas," le expliqué a María con frustración. "No puedo más con sus comentarios, siempre regresando a mi discapacidad, como si eso fuera lo único que define quién soy."

María asintió comprensiva, sabiendo cuánto me había afectado todo esto durante años.

"¿Qué le vas a decir a Adam?" preguntó, tocando mi brazo en señal de apoyo.

"Le diré la verdad," respondí decidida, comenzando a teclear en mi teléfono.

Luna: Adam, Carmen ha vuelto a hacer de las suyas.

Luna: No puedo aguantar más sus comentarios.

Luna: Todo lo que me ha dicho, todo lo que ha hecho...

Luna: He contenido todo esto durante 23 años.

Luna: No puedo volver a casa esta noche.

Luna: Quizás no vuelva mañana tampoco.

Luna: Necesito tiempo lejos de todo esto.

Luna: Gracias por preocuparte, hermano.

Luna: Te quiero mucho.

María me abrazó mientras enviaba el mensaje, sabiendo lo difícil que era para mí enfrentar esta situación familiar tan complicada.

"Estoy aquí para ti, Luna," me dijo con cariño. "Si necesitas algo, no dudes en decírmelo."

La película seguía de fondo, pero mi mente estaba llena de emociones tumultuosas. No sabía qué pasaría después, pero por primera vez en mucho tiempo, sentí un pequeño alivio al haber compartido mi verdad con Adam y tener a María a mi lado.

María me ayuda con gentileza a preparar un espacio cómodo donde pueda descansar un poco. Estoy agradecida de tenerla aquí, porque sinceramente, después de enfrentarme a Carmen, necesito desesperadamente un refugio. Observo cómo arregla las almohadas con cuidado, preocupada por mi bienestar.

"Gracias, María," le digo, mi voz apenas un susurro cargado de cansancio y emoción. "Realmente aprecio todo esto. Hoy ha sido... demasiado."

Ella me sonríe comprensiva, una mezcla de preocupación y consuelo en sus ojos. "Estoy aquí para ti, Luna. Si necesitas hablar o simplemente un momento para ti misma, estoy aquí."

Mientras María se ocupa, siento el impulso de contactar a Tomás. Necesito contarle lo que ha pasado, explicarle por qué he cancelado nuestra cita en línea y, sobre todo, sentir su apoyo en medio de todo este caos emocional.

Luna: Tomas, perdón por cancelar nuestra cita. Hubo un problema con mi tía Carmen y estoy en casa de María ahora. Mis padres y mi hermano están preocupados. Carmen hizo un escándalo porque finalmente le dije cómo me siento.

Su respuesta llega rápidamente, como siempre, y la ansiedad que siento se calma un poco al ver su nombre en mi pantalla.

Tomas: ¿Qué pasó exactamente con tu tía Carmen? No puedo creer que esté haciendo otro drama. Estoy aquí para ti, Luna. ¿Estás bien?

Esas palabras llenan un vacío emocional que he sentido durante tanto tiempo. Tomás siempre ha sido mi roca, incluso cuando las olas de la vida se agitan con fuerza.

Luna: Tomás, fue tan agotador. Sentí que era el momento de decirle a Carmen cómo me he sentido todos estos años. No esperaba su reacción. Gracias por estar aquí para mí, necesitaba desahogarme.

tomas: Entiendo, Luna. Es importante expresar lo que sientes, aunque sea difícil. Estoy aquí para escucharte y apoyarte en lo que necesites.

Sus palabras me reconfortan profundamente. La habitación parece más tranquila ahora, como si su apoyo hubiera disipado un poco la tensión que he estado cargando todo el día.

Luna: Tu apoyo significa mucho para mí, Tomás. Necesito un poco de tiempo para procesar todo. Te prometo mantenerme en contacto y decirte cómo estoy. Te quiero mucho.

Mientras espero su respuesta, María termina de ajustar todo para que pueda descansar. Sus palabras y gestos amables son un bálsamo para mi alma herida, dándome un espacio para respirar y comenzar a sanar.

María me ayuda a acomodarme en la cama, asegurándose de que todo esté perfecto para que pueda descansar un poco. Sus gestos de preocupación y apoyo me reconfortan, pero aún así, mi mente está llena de preguntas sin respuestas claras.

Mientras observo el techo de su habitación, mi mente no puede dejar de dar vueltas a todo lo que ha sucedido. ¿Cómo reaccionarán mis padres cuando me vean de nuevo? ¿Podrán entender mi necesidad de expresar mis sentimientos hacia Carmen? Y lo más importante, ¿Carmen seguirá en casa de mis padres mañana?

¿Qué pensarán mis padres cuando me vean de nuevo? Sé que están preocupados por mí, pero enfrentarlos después de todo esto podría ser difícil. Aunque siempre han estado ahí para mí, temo su reacción ante la confrontación con Carmen.

¿Cómo manejará Carmen la situación mañana? Su orgullo y actitud desafiante podrían llevarla a quedarse más tiempo del esperado en casa de mis padres. No sé cómo manejaré tenerla cerca de nuevo si eso sucede.

¿Debería quedarme más tiempo en casa de María? Esta noche ha sido un alivio, lejos del drama y las tensiones familiares. Pero ¿es justo para María tenerme aquí más tiempo? ¿Y cómo podré enfrentar a mis padres si decido quedarme?

Mientras mis pensamientos se enredan en estas preguntas sin respuesta, mi teléfono vibra de nuevo con un mensaje de Tomás. Sus palabras siempre son un consuelo, pero incluso su apoyo no puede eliminar todas las incertidumbres que siento en este momento.

Tomas: Descansa bien, Luna. Estoy aquí para ti sin importar lo que decidas hacer mañana. Tómate tu tiempo para cuidarte.

Su mensaje me hace sonreír, pero también me recuerda que tengo decisiones difíciles por delante. Cierro los ojos con fuerza, tratando de encontrar algo de paz en medio del caos emocional que ha sido este día.

Mañana será un nuevo día, con nuevas decisiones que tomar y desafíos que enfrentar. Por ahora, solo puedo esperar que la noche me traiga un poco de claridad y fuerza para enfrentar lo que sea que el futuro tenga reservado para mí.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top