40: Dudas y celebración
Jadi corría por un bosque oscuro, Nira la perseguía. Volteó y vio a sus amigos en el suelo, sus cuerpos estaban inertes, empezó a llorar y gritó.
Despertó de golpe.
—¡ELIOT!
Estaba muy asustada, respiró aliviada al ver que sólo había sido un sueño. Tomó con prisa el móvil y pulsó llamar.
—Justo iba a llamarte pero temí despertarte —respondió Eliot—. Buenos días, ¿cómo amaneciste?
—Bien —suspiró—, feliz de estar aquí.
—¿Descansaste bien?
—Espera —reaccionó ella—, perdón.
—¿Eh? ¿Y ahora qué pasó?
—Con todo esto olvidé decirte feliz cumpleaños.
—Bah, no te preocupes. Me basta con saber que estás a salvo.
—¿Más tarde nos vemos?
Eliot sonrió. Le encantaba imaginar que era el único al que la chica quería ver, y quizá durante esos minutos lo era.
—Bueno.
Colgó. Miró hacia su escritorio en donde estaba el arma casi completa, tan solo faltaban tres piezas, pronto acabaría.
Escuchó un ruido en su ventana, volteó y vio a uno de los espíritus blancos que andaban con Gabriel. Se puso de pie, molesto, preguntándose qué querría.
Salió de su casa y Gabriel estaba ahí apoyado en su auto.
—Veo que lo lograste... La trajiste de vuelta, ¿por qué lo hiciste?
—¡Pues tú no lo ibas a hacer! Además, dije que lo haría, ¿o no?
—Aun así... ella vendrá conmigo.
Eliot resopló. El maldito no se contentaba con poco cuando se trataba de fastidiar.
—Sigues con eso —renegó—. Déjalo ya, ella ya te ha olvidado.
—Obviamente no, admítelo. Lleva enamorada de mí desde el primer año de secundaria, tú sólo eres algo pasajero.
—Tal vez, pero si ella llegara a cambiar de opinión yo estaré ahí.
—¡Ja! —Gabriel rodó los ojos.
—Por cierto... Debilitaste a Nira antes de que la enfrentáramos, eso nos ayudó...
—Sólo lo hice porque detesto a Nira y justo me la encontré —se excusó como si no fuera gran cosa.
—Eso no fue lo que ella dijo —frunció más el ceño—, quieres a Jadi más de lo que pensé.
—No —negó el rubio—. Yo sólo... ¡No me cambies de tema! Cuando acabe todo ya quedó en venir conmigo.
—Sí claro, sólo hablas por hablar... Debería decirte que dejes en paz a mi novia, y caerte a golpes si fuera necesario. —Gabriel se sorprendió un poco—. Pero aún no te ha dicho nada acerca de esto, así que será lo que ella decida. Más te vale que no la hagas sufrir. Ahora, si me disculpas, tengo cosas importantes que hacer.
Entró a su casa y cerró la puerta casi de golpe. Gabriel bejó la vista algo pensativo, subió a su auto y se fue.
Eliot se recostó en la puerta con el ceño fruncido. ¿Qué ganaba con venir a recordarle que él era más importante para Jadi? ¡Cómo le gustaba molestar!
***
Gabriel no quedó tranquilo con eso, aun así, tenía otras cosas que hacer también. Fue a ver a Jadi y ella salió algo sorprendida de su casa.
—¿Cómo has estado? —quiso saber.
—Bien, como sabrás, Nira me llevó...
—Lo sé... ¿Sabes algo? Mi mamá... —sonrió con melancolía—. Mi mamá volvió.
La rubia sonrió y pensó en que hacía años no veía la sonrisa de él. Gabriel la abrazó, para sorpresa suya.
—No sabes cómo me alegra saber eso —murmuró ella. Aún sentía algo por él, pero le quedaba claro que era amistad, un aprecio de amistad, y por eso le alegraba saber que el atormentado chico estaba feliz.
Sonó su móvil, se separó de golpe y vio quien era: Eliot. Le contestó enseguida.
—¿Estás ocupada? Apareció la última pieza, ya les avisé a los otros.
—Voy para allá... —colgó.
—Voy con ustedes —dijo Gabriel.
—¿Ah, sí?
—Sí, ¿algún problema?
—No, no... nada —balbuceó ella en respuesta.
Fueron al parque antiguo y Eliot los vio llegar. Ella mantenía la vista baja, no sabía qué hacer ni qué decir, pero luego le explicaría a su castaño.
Una vez que aparecieron en la otra dimensión, un gusano gigante los agarró desprevenidos y los golpeó con la cola.
Jadi abrió los ojos.
—¿Qué... Dónde están todos? —Miró a su alrededor.
Vio a María a lo lejos en el suelo, fue hacía ella y la sacudió.
—Ay —se quejó—, ese gusano es mucho más grande de lo normal...
Más lejos de ahí, Eliot encontró a Ditmar y empezaron a buscarlas.
Jadi iba a atacar al gusano pero un rayo impactó contra él. El gusano desvió el rayo hacia Gabriel, quien se lo había lanzado.
El rubio corrió pero el rayo impactó bastante cerca haciéndolo caer fuerte contra la tierra.
—¡Gabriel! —exclamó Jadi.
—¡¿Cómo hizo eso el gusano?! —quiso saber María.
Jadi corrió hacia Gabriel que estaba aún en el suelo y el gusano se acercaba a atacarlo. Eliot y Ditmar llegaron y se sorprendieron.
—¡JADI, ES PELIGROSO! —le advirtió su amiga.
—¡TENGO QUE PROTEGER A GABRIEL! —gritó en respuesta. Y es que solo sus ataques de fuego surtían efecto contra esos bichos.
Volteó y se dio cuenta de que Eliot había llegado y había escuchado. Temió porque hubiera mal interpretado su respuesta.
Ditmar volteó a ver a su amigo, quien tenía una mirada seria. Echó a correr.
—¡¿A dónde vas?!
—¡¿Pues a dónde más?! ¡A ayudarla!
Debía cuidarla a pesar de todo. Si no, ella era capaz de arriesgarse mucho por proteger a Gabriel. Ya veía que seguía importándole más. Eso era todo, se rendía. Le dolía en verdad, pero ya estaba demás, no haría nada. Su Jadi no iba a quererlo más que al rubio.
La chica se puso entre el gusano y Gabriel y le lanzó una ráfaga de fuego. El gusano se quemó y entró bajo el suelo.
—Qué...
—¡JADI!
Eliot apartó a Jadi del lugar, logrando esquivar con las justas al gusano que salió por debajo de la tierra. Cayeron a un costado, cerca de Gabriel.
—¡No le hace nada la electricidad porque los desvía con la tierra! —avisó este.
—¡Pues eso debiste suponerlo! —le respondió Eliot. La tierra tembló—. ¡CUIDADO!
Empujó a Jadi para apartarla del ataque del gusano, ella cayó a salvo pero el bicho logró darle a ambos chicos.
—¡Eliot, Gabriel! —los llamó—. Gusano horrible ¡TE ARREPENTIRÁS!
Se envolvió en llamaradas y creó un inmenso tornado de fuego. Todos miraron asombrados y asustados cómo el tornado acabó con el gusano. Desapareció y en su lugar apareció la última pieza del arma. Jadi la guardó.
—¡Ja! Perfecto. —Se acercó a dársela a Eliot.
—Bueno —dijo él, indiferente—. Ya vamos, quiero almorzar.
Notó la tensión en él, pensó que quizá sí había mal interpretado. ¿Pero cómo, si ella ya le había dicho varias veces lo que sentía por él? Entonces quizá le parecía, quizá el cansancio, no sabía.
***
Fue a ver a Eliot antes del anochecer. Él se preguntó qué querría, por el momento no quería saber sobre lo que pasó en la otra dimensión ni de Gabriel. Se sentaron en el sofá y ella le dio un mp4. El chico quedó sorprendido por ese repentino regalo.
—Guau, Jadi... es demasiado...
—Claro que no, me gusta verte feliz. —Se ruborizó—. Dime... ¿Te saludaron tus padres?
—¿No te conté? Mi familia va a venir de visita por mi cumpleaños... Que, como ya sabes, lo pasé en la otra dimensión.
—Perdón.
—No, no te preocupes.
—¿Cómo la pasaste?
—Um, Bueno... Nada especial, los chicos me saludaron y apareció Kaiser a guiarnos en tu búsqueda. En la noche descansamos cerca de un lago y María y Ditmar fueron a bañarse juntos. —Hizo una leve mueca al recordar y Jadi se rió.
—¡JA! ¡¿Qué?! ¿Se bañaron juntos?
—No digas que te lo dije, ¿eh?
—No, no...
Eliot suspiró y sonrió.
—A lo mucho sé que mis padres se bañan juntos a veces... pero no se me ocurrió que ellos también.
—María ha corrompido a Ditmar. —Rieron un poco—. Si lo piensas bien, es romántico.
—Lo sé, yo también lo haría. —Se encogió de hombros.
Jadi se ruborizó un poco más y él le mostró una deslumbrante sonrisa. Más rubor. ¿Su castaño estaba dispuesto a llegar a esos niveles de intimidad con alguien? ¿Con ella? Tan solo pensarlo le aceleraba el corazón.
—Bueno, tus padres ya están casados igual —dijo con timidez.
—¿Sabes? Cuando era pequeño vi a mis padres haciéndolo. —Se aclaró la garganta—. Ya sabes.
—¡¿Qué?!
—Sí pues, pero... cómo te explico. Sólo pasé por su habitación de forma rápida... y me quedé algo asustado.
—JA, ya me imagino.
—Me quedé de pie un rato en mi habitación. En ese momento no supe exactamente qué hacían, solo me di cuenta de que en verdad vi que se amaban, y pensé: "también quiero algo así"... —Negó—. Quizá te parezca ridículo.
—No, continúa —le animó ella. Le encantaba saber de él, detalles de su vida, sus secretos.
—Bueno. Mientras iba creciendo más me daba cuenta de lo difícil que sería. Igual, sigo queriendo tener algo así algún día... —Se avergonzó un poco—. Por eso rechacé alguna que otra oportunidad que se presentó para tener... —Sacudió la cabeza—. Bah, ya sabes... Y no lo digas, ya sé que piensas que soy un romántico empedernido —renegó por lo bajo.
Jadi le mostró una dulce sonrisa llena de ilusión. Perfecto, era perfecto, ninguna mujer lo había tocado más de lo debido. Aunque había muchas formas de tener intimidad con alguien, la que consideraba "más fuerte" por lo menos ahora tenía la certeza de que no había sido cruzada.
Recordó lo importante que tenía que decirle. Intentó sacar el tema de lo que pasó en la otra dimensión pero alguien irrumpió de golpe en la casa.
—¡SOBRINO! —los espantó un hombre—. La puerta estaba mal cerrada, ¿qué tal si un enfermo se mete?
Eliot rió.
—Hola tío —saludó.
—¿Cómo te vas de viaje en tu cumpleaños? —le reclamó su tía.
—Nos dejaste, ¿y qué tal te fue en tu viaje? —preguntó su esposo.
—Aaah... Bien.
¿Un viaje? Vaya excusa que había dado su padre, pero era buena.
Ditmar y María también entraron y saludaron.
—Les avisamos a algunos compañeros de ustedes —contó María—. ¿No hay problema, verdad?
Eliot se encogió de hombros, había pensado en tener solo una reunión con familia y amigos pero ya que vendrían más quizá no había problemas.
—No, claro que no —dijo.
—Preguntaron en dónde habías estado ya que no respondías en tu cumpleaños, y les dijimos que hoy lo celebrarías —le contó Ditmar.
—Ah, bueno, normal.
Para después de un par de horas, la casa se había llenado de gente, incluso varios que ni conocía. Había música y mucho movimiento. Jadi estaba enojada en un rincón junto a María.
—¿Tenían que avisarles? —renegó.
—Ay, perdón. Pero mejor, mira qué animado está el ambiente.
La rubia quería estar a solas con su chico, después de todo, estuvo más de tres semanas sin hablarle y sin verlo. Por culpa de Flor, por culpa de Nira.
—¡Aah! —exclamó su amiga de pronto, asustándola—. Ya sé, tú querías tenerlo para ti sola hoy, ¿o me equivoco? —Jadi se ruborizó—. ¡Aaah! ¡Eres una pícara!
—¡Basta! No es así —murmuró nerviosa.
—Mira, llegaron tus amigas. —Las señaló.
Flor, Clara y Stephanie habían llegado también. Jadi se puso furiosa.
—¡Por culpa de esas dos no le hablé a mi Eliot por una semana!
—¡Ups!
—¡Ya verán!
—¡Espera! —la detuvo—. Eso no me lo has contado, ¡ven para acá!
—¡¿Aaah?! —Fue arrastrada fuera de su voluntad.
La llevó a la cocina para que le contara.
—¿Por qué no le hablaste? Si ya sabes que al pobre lo paran acosando —le reclamó.
—Lo sé, fui una tonta y encima la noche que me iba a reconciliar con él la estúpida de Nira me llevó, ¡uch! Se decepcionó de mí al ver que no le creí a él y sí a Flor.
—Um. —María se vio las uñas—. Y más dolor le habrás causado esa noche... Porque Ditmar me contó que él los vio besándose a ti con Gabriel.
La rubia sintió que su presión sanguínea bajó, empalideció y horrorizó al mismo tiempo. Bajó la vista muy frustrada y apretó los puños.
¿Eliot había visto eso? ¿Y aun así fue por ella?
—Y para completarla —continuó hablando su amiga como si nada—, luego de que te llevó Nira, Gabriel y él pelearon.
—¿Qué?
—No sé por qué, pero al parecer Gabriel le dijo algo sobre ti que lo hizo enfadar, creo que te hizo algo... —Cruzó los brazos—. Jadi, ¿qué te hizo?
Eliot entró.
—¡Ah! Aquí estaban. —Las vio tensas—. ¿Qué pasa?
—Sólo estábamos hablando, ahora mismo te doy a Jadi, ¿ok?
Él frunció el ceño confundido, le restó importancia y salió. Jadi suspiró.
—Bueno, ahora debo encargarme de las traidoras. —Alistó sus puños.
—Tómalo con calma —se asustó su amiga—, la violencia no es la solución.
—¡Ya sabes que la lógica no funciona conmigo!
Salió muy enojada de la cocina y se encontró con Flor.
—¡Amiga, perdóname! —dijo la chica, asustada.
—¿Eh? —Jadi se quedó perpleja pues ya estaba lista para verla rogar.
—Los errores los comete cualquiera...
—Sí. Para suerte tuya, Eliot volvió a hablarme, pero más te vale que ya no te le acerques —amenazó.
—No, no, no —negó con rapidez—. No lo volveré a hacer, de veras, de veritas. ¡Es más! Estaré tras de otro chico, ¿sí?
—¿Ah sí? ¿De quién? —Flor le señaló a uno que estaba cerca—. Ah... acércate a hablarle pues.
—Pero, ¿qué podría decirle?
—Sólo pídele disculpas.
—Ah. ¿Y por qué?
Jadi empujó a Flor contra el chico haciendo que él se derramara la cerveza en su camiseta, a lo cual ella empezó a pedirle perdón. Jadi quedó orgullosa de sí misma.
—¡Qué genial Cupido soy! —exclamó.
De pronto alguien la rodeó en brazos y le dijo algo al oído.
—Sí, ya me di cuenta —le susurró Eliot.
El corazón de ella se aceleró de golpe, volteó y lo abrazó fuerte. La culpa que sentía había empeorado, necesitaba de él como nunca, necesitaba saber que todo entre ellos estaba bien.
—Te he extrañado —logró confesarle.
—¿Ah? —El ruido no le dejó escuchar.
Ella se ruborizó más y se acercó a su rostro.
—Te he extrañado muchísimo —le repitió al oído.
—Yo también —respondió él—. ¿Vamos arriba? Aquí hay mucha bulla.
Ella aceptó muy nerviosa y subieron. Entraron a la habitación de él.
—Yo también te extrañé —confesó él luego de cerrar la puerta.
La abrazó y se quedaron un rato así. Jadi cerró los ojos, se sentía en el paraíso cuando estaba entre sus brazos, él le acarició suavemente el cabello pero no podía evitar tener cierta tristeza en la mirada. Jadi, por su parte, sonreía levemente pero pronto su expresión también cambió.
—Nos viste —dijo casi en susurro—. A mí y a Gabriel... antes de que Nira me llevara.
—Ah... Sí.
—Perdón —suspiró—, todo pasó muy rápido...
—Descuida, no tienes por qué pedir perdón... Si alguien debe pedir perdón aquí, es él.
—¿Peleaste con él por defenderme?
—Claro, no le perdonaré que se haya querido pasar de vivo... Eso me enferma.
La apretó más entre sus brazos mientras decía esas palabras.
—Ya... no estés enfadado, no hoy —dijo ella con tristeza—, que estamos celebrando tu cumpleaños atrasado.
Le dolía eso, le dolía darse cuenta de lo mucho que le ponía celoso saber que Gabriel la había tocado. A ella también le dolería en el alma verlo tocar o besar con pasión a otra. Todo menos eso. No quería que otra lo tocara.
Deslizó suavemente su mano por el hombro de él. La bajó, deslizándola tímidamente por su pecho.
—¿Q-qué haces? —preguntó el castaño.
Jadi reaccionó y lo miró.
—¡Nada! Nada. —Rió nerviosa.
Eliot sonrió.
—¿Me estabas acariciando? —arqueó una ceja.
—Nooo...
—Sí.
—¡Ay! ¡Bueno, sí!... —Se sonrojó—. Es que no sé, me provocó.
—¿Y por qué?
—Me gustas —confesó apenas. Volvió a acariciarlo más nerviosa que antes.
Sí quería tocarlo, le gustaba, no solo eso, le atraía su cuerpo también. ¿Qué era eso que sentía? Sus pupilas se dirigieron a sus labios, y las ganas de besarlo mucho mientras lo acariciaba la envolvió.
¡Ay, por dios! Acaso lo que estaba sintiendo era ¡¿DESEO?!
—Me gusta que hagas eso —murmuró él, con algo de nerviosismo también. En ese momento recordó que no debía dejarse llevar, ella estaba confundida y seguía queriendo a Gabriel, así que lo suyo ya no podía ser.
Ella se le empezó a acercar hasta que su nariz rozó con la suya, y cerró sus ojos. Estando tan cerca sintió que el beso era inminente pero Eliot se aclaró la garganta y ella reaccionó, lo miró algo sorprendida. Él le sonrió.
—¿Qué haces, eh? Voy a pensar que quieres abusar de mí.
—¡Oyeee! —se quejó ella, avergonzada.
—Normal ¿ah? Si quieres... —Se sentó en su cama—. Me sacrificaré por ti.
Ella rió y, tras un impulso, se sentó a horcajadas sobre él y le empezó a hacer cosquillas.
—¡Ya! ¡Ya! —pedía él entre risas intentando detenerla.
—Ya quisieras, ¿no? —le reclamó la chica, también riendo.
Se detuvo y él se hizo un poco hacia atrás, apoyándose con las manos en el colchón. Ella lo tomó el cuello de su camisa y se le acercó sonriente. No notó que a él se le borró la sonrisa al ver sus labios ya a milímetros de los suyos. Esta vez ya no pudo escapar del beso, al contrario, no pudo resistirse y la recibió con pasión.
Ella sintió su corazón acelerarse cuando creía que ya no podía hacerlo más, era un beso bastante apasionado, suave y sensual, el primero que se daban así, el primero en su vida. Cuando se dio cuenta, él se había recostado en el cochón y la apretaba contra sí.
Era débil. Se había prometido cortar todo con la rubia, pero ahí estaba, con su cuerpo encima del suyo y sin querer soltarla para dejarla ir de una vez.
La conciencia de Jadi le repetía una y otra vez que no debía besar a un hombre estando echados en una cama, eso llamaba a que ocurrieran otras situaciones. Pero era su Eliot, él no haría nada que le faltara el "respeto", ¿no? Mil veces su madre le dijo que si un chico te tocaba más de lo debido, era porque no quería "nada bueno".
Eso recordó al sentir las manos del muchacho recorrerle la espalda. Eso era malo, muy malo, por el hecho de que la hacía querer más, y besarlo con más intensidad. Sintió la fuerte mordida en su labio inferior y jadeó sin querer. Los labios de él se dirigieron a su mejilla, y empezaron a recorrerla con suaves besos.
Otro pensamiento y duda acerca de eso. ¿Si le besaba el cuello era falta? ¿Indicaba que quería algo "indebido"? Gabriel lo había hecho un poco, y eso sin duda no lo había gustado. Con el que estaba ahora era su novio, su castaño.
Movió un poco la cabeza, guiando los labios del chico hacia su mentón, a lo que él respondió besándolo. Toda una fuerte corriente la estremeció. Alzó el rostro un poco más y recibió otro intenso beso por el cuello.
Más dudas. ¿Él habría besado a otras así antes? Frunció el ceño y volvió a sus labios, para devorarselos. No pensaría en eso. Si fuera sí, no importaba mucho, ya era pasado, debía dejar de ser tan insegura, él era todo suyo ahora.
Tocaron la puerta y ambos se sobresaltaron, separándose de golpe. Quedaron mirándose. La vergüenza la atacó, se había portado como una desvergonzada al dejarlo besarle el cuello, su mamá la mataría. ¡Qué barbaridad!
—Disculpa —murmuró él, sorprendiéndola—. Esto no... —Fue silenciado con un beso.
—No. Me gustó —susurró con una tímida sonrisa.
Él había intentado decirle que no había planeado que algo así pasara, las cosas ya no eran como antes entre ellos, a pesar de que sus sentimientos sí, y más fuertes aún. Sin embargo, escucharla decir que le gustó, le hizo sonreír. Se había dejado llevar por una fuerte pasión nueva y desconocida.
Quería más de ella.
Volvieron a tocar la puerta de forma insistente y suspiró.
—Bah, ¿qué querrán? —se cuestionó.
—Qué vergüenza —murmuró Jadi—, van a ver que hemos estado solos aquí...
Eliot sonrió y aprovechó para darle un beso más.
—Estoy libre de culpa, tú eres la que quiso abusar de mí.
—¡Nooo! —exclamó ella poniéndose de pie mientras él reía.
Fue a abrir la puerta y entraron Ditmar y María.
—¡Aaay! —reclamó la chica—. Ya sabíamos que estaban aquí, ¡pero si no se pueden aguantar la calentura!
—¡¿Qué?! —exclamaron ambos, completamente ruborizados.
—Qué mal, qué mal, menos de avisar que están aquí, ¡querían estar solos solitos! —los molestó Ditmar.
—¡Heeey! Vaya forma de invadir la privacidad —renegó Jadi.
—Los hubieramos dejado hacer lo que quisieran, pero tu mamá ha ido por el pastel —le avisó María a Eliot—. Quería que bajaras.
Él asintió y salieron.
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