38: Buscándola
Los rayos empezaron a caer a la tierra, el ruido era bastante fuerte. Gabriel sonrió con malicia y mandó los rayos directo a Eliot, quien logró esquivarlos por poco y cayó al suelo.
—¡De nada te sirve huir! —exclamó el rubio—. ¡Sabes que te darán en algún momento!
Eliot se puso de pie y empezó a correr. ¡Estaba loco ese tipo! ¡¿Acaso quería matarlo?!
Los rayos caían cerca, uno logró caer más cerca lanzándolo lejos nuevamente. Rodó sobre la tierra con fuerza. Se sentía muy adolorido aún, tosió por el polvo, intentó ponerse de pie pero cayó otro rayo cerca, volviéndolo a lanzar.
Intentó reincorporarse nuevamente mientras Gabriel reía.
—¡Quédate ahí! —ordenó. Mandó otro rayo cerca de él y volvió a lanzarlo contra el suelo, se arrastró varios metros en la tierra—. ¡Quédate en el suelo en donde perteneces!
—Eres… un idiota… —murmuró Eliot mientras se ponía de pie—. ¡Nunca dejarás de serlo!
Gabriel se enfureció y volvió a mandar otro rayo lanzándolo lejos nuevamente.
—¡Cállate!
Eliot tosió otro poco y se apoyó en sus manos.
—¡Lo eres! —respondió lleno de ira—. ¡¿Cómo se te ocurre tocarla?! ¡INFELIZ!
—¡QUE TE CALLES! —Juntó en el cielo tres rayos, éstos se hicieron uno y lo mandó directo al castaño.
Él enseguida abrió un hoyo en el suelo y se cubrió con tierra. El gran rayo cayó una y otra vez sobre el mismo lugar, la tierra se empezaba a calentar. Eliot se sentía cada vez más débil, sentía que la tierra empezaba a ceder. Hasta que hubo un leve destello y la tierra cedió de golpe. Gabriel dejó de mandar el rayo y sonrió satisfecho.
—Eso fue todo… Tonto.
En ese instante la tierra empezó a temblar con fuerza y Eliot salió envuelto en una esfera de luz, esta se desvaneció. Miró fijamente a Gabriel, lleno de cólera, la tierra temblaba aún más fuerte, se hacían grietas por todas partes. Elevó varios pedazos del suelo, y el rubio vio cómo éstos se formaron en enormes estacas y púas de tierra que empezaron a venir hacia él.
—¡No! —exclamó asustado.
Echó a correr pero el movimiento violento de la tierra lo hizo caer. Volvió a levantarse y correr desesperado mirando cómo las estacas se le acercaban con velocidad.
Volvió a caer, miró hacia atrás con horror y se cubrió con el brazo, en un intento inútil y decesperado por protegerse de las estacas que las vio a escasos centímetros.
La tierra dejó de temblar, al ver que no pasó nada, abrió los ojos y vio a las estacas flotando a pocos milímetros de su cuerpo.
—¿Qué? Pero…
Eliot se acercó, las púas cayeron y se destruyeron.
—Ya basta —dijo—. ¡Me estás haciendo perder el tiempo! ¡¿No ves que quiero encontrarla?!
—¿Por qué?… —Sacudió la cabeza—. Creo que bebí mucho, ¿por qué no has acabado conmigo?… Yo por poco lo hago contigo.
—¿Cuántas veces te voy a tener que decir? ¡Yo no soy como tú! —Le extendió la mano para ayudarlo a levantarse pero Gabriel miró a otro lado muy frustrado—. Como quieras…
Volvió a su auto, estaba muy agotado y adolorido.
Regresó a su casa a cambiarse de ropa, les avisó a Ditmar y a María lo que había pasado y fueron todos a casa de Jadi.
—Mi pobre niña —se lamentaba la mamá entre lágrimas.
El padre estaba muy enfadado y preocupado.
—Perdón —dijo Eliot—. Fallé, no debí dejarla sola…
—No es tu culpa, no podrías haberlo adivinado —le consoló la señora.
—Es cierto, ¿cómo saberlo? —Ditmar estaba conmocionado.
—Iré por ella —anunció el castaño mientras se ponía de pie.
—Iremos todos —dijo su amigo—, y no volveremos hasta encontrarla, ¿verdad?
—No, claro que no —aseguró María.
La madre de Jadi se puso de pie.
—Cuídense mucho… Por favor, encuéntrenla.
—Lo haremos.
Salieron, dejando a los señores muy preocupados.
—Nos encontramos en el parque abandonado en la mañana, a las ocho —les ordenó Eliot—. Tengo que hablar con mis padres y decirles que me voy.
—Bien, nosotros también. —Ditmar vio su reloj de forma apresurada—. Son las tres y tantos de la madrugada. Mary, yo creo que…
—¡Sí voy a ir! —le interrumpió—. No intentes detenerme, yo quiero buscar a mi amiga también.
—Ok, sólo decía —respondió asustado.
Ditmar le dio una palmada en el hombro a Eliot y fueron a sus casas a hablar con sus padres y alistar sus cosas para ir a la otra dimensión en búsqueda de Jadi.
***
Los padres de Eliot se sorprendieron mucho también.
—Hijo, debe haber otra forma —decía su mamá.
—Mamá, no me vas a poder detener.
Ambos lo miraban preocupados mientras él guardaba sus cosas en una mochila.
—Él puede cuidarse solo —lo excusó el padre.
Eliot sonrió.
—Tranquilos, estaré bien.
—Duerme un poco —le pidió su mamá—, yo acabaré de guardar tus cosas.
—Ambos —corrigió el papá.
—Bueno, gracias.
Fue a tratar de dormir un poco, aunque apenas pudo conciliar el sueño con la preocupación de cómo estaría su Jadi.
¿Por qué se la llevó Nira? ¿Qué era lo que planeaba? Si le hacía algo no la perdonaría, acabaría con ella. Maldijo otra vez, el tiempo seguía corriendo.
Terminó durmiéndose por el cansancio.
En la mañana todos se despidieron de sus padres y fueron a encontrarse en el parque abandonado.
—¿Cómo hiciste para que tus padres te dejaran? —le preguntó Ditmar a María.
—Ellos confían en ustedes dos, así que no fue problema, aunque sí se quedaron preocupados.
—Sí, los míos también.
—Bien, vamos.
Fueron a la otra dimensión y llegaron a la aldea de los seres blancos, les contaron lo que había pasado.
—Justamente ayer hemos descubierto que Nira tiene una guarida —informó Amir—, algo lejos de aquí, es probable que este ahí.
Fue por un mapa mientras su hija Mithril se acercaba.
—Yo voy con ustedes —dijo.
—¿Estás segura? —preguntó Eliot, algo sorprendido—. ¿Quieres ayudarnos a buscar a Jadi?
—Sí, si eso me hace pasar más tiempo contigo.
—Hija —le reprochó su padre que ya estaba de vuelta.
—Papá, ya pues, ya pues, ya pues, ya pues, ya pues…
—¡No! Vas a estorbarles.
—Está bien, puede venir con nosotros —aceptó Eliot.
—¡Sí! ¿Ya ves? ¿Ya ves? —exclamaba la chica mientras sacudía a su padre.
—Bueno, aquí está. —Se zafó de su hija y mostró el mapa—. Mis hombres han informado que está por estos lugares.
Marcó un círculo en el mapa, más allá del territorio de los dragones.
—Huy, esos bichos —se quejó Ditmar.
—Pero ahí ha de estar Káiser, seguramente no nos atacarán. ¿O sí?
—No lo sabemos. —Amir se encogió de hombros—. Esos animales son algo impredecibles a veces. Además Káiser ha desaparecido, no sabemos si ha vuelto a su territorio, ya que antes lo veíamos frecuentar por acá, esperándolos a ustedes.
***
Gabriel llegó a su casa, con tierra en la ropa y muy agotado. Vio unas extrañas maletas en la sala, de pronto una mujer, de largo cabello rubio, corrió hacia él y lo abrazó envuelta en llanto.
—Mi Gabriel —sollozó—, mi hijo.
Gabriel estaba más que sorprendido.
—Ma-mamá…
No pudo contenerse y empezó a derramar lágrimas fuera de su voluntad, la abrazó. Su padre sólo los observaba.
***
Jadi estaba amarrada a un viejo tronco en una cueva, mirando al suelo algo asustada pero tratando de disimularlo con su enojo.
—Él vendrá por mí —aseguró.
Nira apareció a su lado, con una sonrisa malvada.
—Lo sé… Sé que vendrá. Veamos cómo hace para encontrarte y recuperarte… —Empezó a pasar un tentáculo negro por su rostro, Jadi no podía evitar sentir asco—. ¿Qué es lo que te ven?… Estoy segura de que él daría su vida por ti… —Con su tentáculo movió su rostro haciendo que la mirara a los ojos—. ¿Pero tú lo harías? ¿Ah? ¡¿Darías tu vida por él?! —La rubia le plantaba su ira con la vista—. Bueno, no es necesario que contestes… Lo voy a averiguar y te concederé el deseo. —Desapareció.
Jadi se quedó mirando el suelo, con la tristeza carcomiéndola. Y pensar que estuvo toda la semana sin hablarle a su Eliot, ni siquiera pudo verlo en la noche.
*Recuerdo*
Jadi estaba en los columpios mirando al suelo mientras los niños de primaria estaban en un rincón del jardín asustados. De pronto se dio cuenta de que había alguien a su lado.
—¿Qué haces aquí? —preguntó molesta.
—No me digas que les volviste a quitar la lonchera a los niños.
—Qué te importa.
Eliot se fue, al rato volvió con emparedados y le dio a los niños, ellos celebraron felices y se fueron.
—¡Uch! —renegó Jadi—. Eres insoportable.
—No creo que ellos opinen lo mismo.
—¡Pues yo sí lo pienso! —Se bajó del columpio y se le acercó—. Eres insoportable y… ¡Y feo!
Él soltó una carcajada.
—¿Ah sí?… ¿No será que eres como los niñitos? Me dices feo pero en verdad ¿será que piensas lo contrario?
Jadi se ruborizó mucho así que volteó para que no la viera.
—N-no, no —balbuceó nerviosa—. O sea. ¿Qué hablas? ¡Pf! ¡No digas tonterías! Además... Tú ese día me dijiste: “no me pareces nada atractiva”. ¡Y apuesto a que tampoco piensas eso! ¡Y no lo niegues!
Eliot sonrió.
—Bueno, no pensaba hacerlo.
Jadi le dio frente completamente sorprendida.
—¡Oyeee! —reclamó.
Él se sorprendió también.
—¡Estás roja! —Empezó a reír.
Jadi volvió a voltear muy avergonzada.
*Fin del recuerdo*
—¿Eliot en qué piensas? —quiso saber Ditmar.
—¡¿Ah?! —reaccionó él.
—Otra vez…
—Perdón.
—Será mejor que comas, ya van como dos días que no has comido bien, siempre tenemos que forzarte, no somos tu mamá —renegó su amigo.
—Perdón, perdón… Es sólo que…
—Ya sabemos, pero si te debilitas de nada nos servirás.
—Lo sé.
Ditmar le echó un vistazo al mapa.
—Bueno. El nido de los dragones, a donde káiser llevó a Jadi, ya la pasamos hace mucho… Así que ya debemos estar cerca de su territorio.
—¿Por qué tendrían un nido fuera de su territorio? —se cuestionó María.
—No lo sé, estarán colonizando.
—¿A cuánto tiempo está?
—Quizá mañana al medio día estaremos entrando a esa zona.
—¿Y ya puedes sentirla a lo lejos o algo? —le preguntó a Eliot.
—No, nada —respondió preocupado.
—Aún estamos algo lejos de la guarida de Nira, no te preocupes. Bueno, hay que dormir… Mañana temprano seguimos.
***
Káiser volaba bajo la luz de la luna, su silueta negra y sus ojos rojos era lo único que se veía desde la tierra. Vio a lo lejos una cueva. Jadi estaba en un hoyo profundo.
—¿Por dónde estarán? —se preguntaba Nira—. Ya estarán cerca del territorio de los dragones, llegarán en la mañana… Esos animales acabarán pronto con ellos.
—¡No lo harán, Káiser está ahí! —respondió la chica—. ¡Él lo impedirá!
—¿Ah sí? ¿Y qué tal si no está? Él dejó su nido hace mucho por ir a esperarte cerca de la aldea de esos tontos seres blancos.
***
Eliot no podía lograr dormir, no podía evitar recordar a Jadi.
*Recuerdo*
Era hora de receso. Jadi estaba sentada a su lado en el jardín.
—¿Cómo se te ocurre coger la maleta del profesor para robarle el CD con el examen? Bien merecido tienes tu castigo —reclamaba él.
—¡Bah! No es el primero que me dan.
Jadi lo miró y le sonrió, Eliot también le sonrió. Ella le dio un suave pellizcon en el labio haciéndolo sorprender.
—Oye…
—Qué…
—Nada, nada… Es sólo que…
—Cuéntame, ¿cómo fue tu primer beso? —quiso saber ella.
Él se sorprendió aún más.
—Bueno… Tenía catorce años, creo, estaba en una fiesta y había una chica. —Vio de reojo a la pequeña rubia por si empezaba a ponerse celosa sin motivo como siempre pero estaba tranquila—. Se puso a bailar conmigo y me besó.
—¿Sin ser tu novia? ¡Qué mal! Zorra —renegó Jadi.
—Hey, no entremos en ese tema porque si no…
—Ok, ok —interrumpió incomoda al recordar su beso—. Sigue contando…
—Yo me ilusioné como tonto. —Se encogió de hombros—. Luego me fui por algo de tomar, y cuando volví ella estaba besando a otro. —Jadi estalló en risa—. Sabía que reirías, adelante, búrlate.
—¡Aaay! Qué zorra —continuó riendo ella.
—Claro, ya se me había hecho raro no haberte escuchado decir “zorra” tan seguido hoy.
Jadi frunció el ceño y se relajó.
—Ella no merecía tu primer beso…
Él se sorprendió nuevamente al oírla decir eso, sonrió y miró hacia el frente.
*Fin del recuerdo*
El castaño sonreía, sentado y mirando el fuego de la fogata.
—¿Por qué sonríes? —le preguntó Mithril.
—Ah, ¿que no estabas durmiendo? —quiso saber él.
—Sí, lo estaba, pero me desperté y te vi… ¿No puedes dormir?
—No —suspiró—. Pero no te preocupes, ya dormiré, sólo me distraje pesando.
***
Ya iba casi amaneciendo. Jadi estaba en un rincón del agujero en donde estaba, abrumada en sus pensamientos, casi no podía dormir. El intenso ardor de su estómago por hambre y el frío no le permitían descansar. En eso escuchó que algo rascaba la tierra por el otro lado.
Ella empezó a rascar también la tierra con una rama que había ahí, tratando de no hacer ruido. No sabía en dónde estaba Nira, y podía aparecer en cualquier momento.
***
Sus amigos ya seguían su camino.
—Mira, ¿ves ese morrito al horizonte? —preguntó Ditmar—. Debe ser la punta de este cerro enorme del territorio de los dragones —agregó mirando el mapa.
—Entonces estamos más cerca de lo que pensábamos —dijo María con entusiasmo.
***
Jadi rascaba con la rama hasta que una garra hizo un pequeño hoyo en la pared de tierra.
—Káiser —murmuró sorprendida y alegre.
Káiser emitía ligeros sonidos y olfateaba.
—¡¿Qué haces aquí?! Vete, anda ayuda a los chicos, por favor.
El dragón seguía rascando.
—No, no, luego vienes por mí, por favor anda ayúdalos. —Le echó tierra—. Vete, ¡¿que no entiendes?! Vete, yo estaré bien, evita que tu familia ataque a mis amigos.
Káiser rugió y se fue.
Los chicos ya se encontraban en el territorio de los dragones, vieron que algunos volaban en la distancia.
—Seguramente ahí estará Káiser, quizá pueda ayudarnos…
De pronto los dragones los vieron y empezaron a venir hacia ellos a toda velocidad.
—¿Vendrán en son de paz? —preguntó Ditmar.
—Mejor quédense atrás, chicas.
—Eso ni lo sueñes —reclamó María.
Los dragones llegaron a atacarlos. Eliot los recibió lanzándoles trozos de tierra, Ditmar sacó el agua del subsuelo para atacarlos también, María los alejaba lejos con fuertes ráfagas de viento.
Mithril al ver que sus esferas no eran muy útiles, intentó hacer una más grande. Sin darse cuenta, un dragón arrebató contra ella y la esfera explotó lanzando a los dos lejos.
Eliot corrió y sostuvo a la chica protegiéndola de la caída. Ella se puso de pie enseguida y lo ayudó.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! —pidió—. Me distraje como siempre…
—Descuida.
Más dragones empezaron a llegar, y los que habían sido debilitados empezaron a levantarse también.
—¡Será mejor que sigamos avanzando, estamos perdiendo tempo, no creo que dejen de llegar!
María empezó a armar un tornado, este creció y mandó lejos a los dragones.
—¡Avancemos!
Corrían mientras los dragones volvían hacia ellos. Cuando ya estaban cerca, ella volvía a mandarlos lejos con un tifón. Luego de un tiempo se empezó a sentir agotada.
—¡Ahí vienen más!
Los dragones empezaron a lanzarles fuego, de pronto Káiser llegó rugiendo furioso.
—¡Ahí está, es el único que tiene ojos rojos!
Todos los dragones se calmaron y bajaron al suelo, Káiser les rugía, hasta que finalmente se alejaron caminando. Todos quedaron aliviados.
—Káiser, ¿nos ayudarías? —intentó comunicarse Eliot sin saber si entendería.
Se acercó al dragón pero éste se alejó y alzó vuelo, marchándose nuevamente. Quedaron confundidos.
***
Estando cerca del final del territorio de los dragones les agarró la noche. Se veía en el cielo a lo lejos las llamaradas de fuego que lanzaban mientras volaban.
—Este lugar es tibio, no necesitamos hacer fogata… Además puede que eso los atraiga —dijo Eliot.
—Huy, no gracias, ¡ya no quiero verlos! —renegó María.
Por otro lado, Káiser había vuelto a donde Jadi.
—¿Los ayudaste? —le preguntó y este asintió—. Y… ¿Dónde están? —El animal empezó a mirar a otro lado y Jadi se enfadó—. ¡Tonto! ¡Si sabes en dónde estoy, los hubieras traído!
Se detuvo a escuchar a ver si de repente Nira había vuelto, pero al parecer no había nadie en la guarida, así que empezó a tratar de hacer más grande el agujero y Káiser también escarbaba para ayudar.
Logró abrir la tierra lo suficiente y logró salir, muy silenciosamente subió al lomo del dragón.
—Bien —susurró—. ¡Vamos, rápido!
El animal se la llevó. Empezó a volar con más velocidad. Jadi vio a lo lejos un lago.
—¡Espera! Bajemos ahí.
Bajaron a la orilla del lago, ella se alegró de ver el agua cristalina. Se desvistió y se metió al agua.
—Aah —suspiró—. Qué bien se siente.
***
Eliot abrió los ojos y se sentó de golpe.
—Jadi…
—Uh —murmuró Ditmar—. ¿Qué ocurre?
—Me pareció sentir a Jadi por algún lugar… cerca. —Miró a todos lados.
—¿Aún la sientes?
—No… Lo que sentí fue muy débil… o quizá fue una ilusión.
—Quizá es porque nos hemos acercado más a la guarida, mejor descansa.
Eliot suspiró.
—Sí… creo que sí.
Se volvió a acostar y miró las estrellas, aún sin saber si lo que sintió fue sólo un sueño o de verdad era porque estaban cerca.
***
Jadi abrió los ojos, había amanecido, Káiser estaba dormido a su lado y la había protegido del frío.
—Oh… Después de vestirme me quedé dormida… Rayos, ¡tengo hambre!
El dragón despertó gruñendo de golpe y se encrespó mientras miraba hacia los árboles.
—¿Qué sucede?
Káiser lanzó fuego hacia el bosque. Un tentáculo salió y lo cogió del cuello.
—¡NO! —gritó espantada. Corrió pero otro tentáculo salió y la atrapó—. ¡ELIOT! —chilló.
Káiser mordió el tentáculo y salió huyendo.
***
Eliot sintió a Jadi a lo lejos y empezó a correr.
—¡Espéranos! —pidió su amigo—. ¡¿Qué ocurre?!
Empezaron a correr tras él. Se detuvieron al borde de un acantilado.
—¿Qué ocurrió?
—La sentí, era ella, no puedo equivocarme, era ella, me llamó, ¡está en peligro!
Se lanzó y empezó a bajar deslizándose rápidamente por la ladera, la tierra le cedía el paso.
—¡Pero espéranos!
Bajaron siguiéndolo. Mithril se dio cuenta de que en verdad él apreciaba mucho a Jadi. Llegaron al suelo y continuaron corriendo.
—Mucho tiempo hemos perdido caminando, ¡debí correr desde un principio! —renegaba el castaño.
A lo lejos se veía un bosque, de pronto un montón de gusanos gigantes empezaron a salir de la tierra y a atacarlos.
—¡Animales tontos! ¡NO ESTORBEN!
Les lanzaba enormes trozos de tierra mientras trataba de abrirse paso entre ellos. Un gusano se lanzó a atacarlo por la espalda pero María lo lanzó lejos con una ráfaga de viento.
—¡Gracias!
María y los demás empezaron a lanzar lejos a los gusanos, pero más empezaron a salir de la tierra.
—¡Ya basta! ¡Ya me harté de ustedes!
Siguió corriendo y los gusanos venían a atacarlo, se elevaron más trozos de tierra y estos se volvieron enormes estacas.
—¡¿Eliot, qué vas a hacer?! —exclamó Ditmar.
—¡Tú qué crees! —Estaba por lanzar las estacas hacia los gusanos pero Ditmar corrió y lo detuvo—. ¡¿Qué pasa?!
—No lo hagas, tú no eres así. —Lo sacudió un poco.
—¡¿No ves que están haciendo perder tiempo?!
—¡Lo sé! ¡Pero tú nuca los has matado! No es su culpa, ¡y tú no eres así!
Eliot se sorprendió y las estacas se desintegraron.
—Es verdad. —Sacudió la cabeza—. ¿En qué estoy pensando?
Los gusanos estaban rodeándolos pero habían detenido el ataque. Una voz se oyó.
—¿Qué sucede? —Era Nira—. Esto se estaba poniendo divertido. Anda, Eliot, ¡mátalos! ¿Qué esperas?
—Qué… ¡¿Dónde estás, cobarde?!
—¡Ataquen, mis bestias!
Los gusanos volvieron al ataque. Los chicos empezaron a esquivarlos y a mandarlos lejos con sus ataques.
—¡Desgraciada, no te perdonaré!
Un gusano lo golpeó y lo lanzó lejos.
—Eliot…
Mithril corrió a ver cómo estaba.
—Estoy bien, no te preocupes —dijo él mientras se ponía de pie.
—¿Qué ocurre, Eliot? —retó Nira—. ¡Creí que serías más fuerte! No importa, te tengo algo mejor preparado. De todos modos, si fueras Gabriel ya habrías acabado con esos débiles gusanos.
—¡CALLATE! ¡DEJA DE COMPARARME CON ÉL!
Empezó un fuerte terremoto. Mithril protegió a los demás en una esfera de luz.
—Nira está haciéndolo enojar…
—Si él se agota ahora no podremos con la “sorpresa” que dice que tiene —agregó Ditmar con preocupación.
La tierra se empezó a abrir y agrietar, algunos gusanos caían. Algunos sectores de tierra se empezaron a elevar con todo y gusanos mandándolos lejos, los gusanos empezaron a escapar bajo tierra. El terremoto se detuvo. Nira reía.
—¿Dónde estás? ¡No te escondas!
—Veo que ya respiras algo agotado —se regocijó—. ¿Qué pasa?… Me decepcionas, si quieres encontrar a tu querida niña sigue avanzando, ¿no qué estabas perdiendo el tiempo?
—Jadi…
Empezó a correr, Mitril bajó con los chicos y siguieron a Eliot en dirección al bosque que se veía a lo lejos. A casi la mitad del recorrido se detuvieron por el agotamiento.
—Debemos seguir…
—Tenemos que descansar, yo creo que nos está tendiendo una trampa —advirtió su amigo.
—Yo sé que ella me llamó, lo sé.
—Pero, ¿qué tal si es una trampa?
—¡Sea lo que sea! —Suspiró—. Ella me llamó.
—¿Por qué otra razón Nira querría que fuéramos para allá?
—No lo sé, pero igual. La siento levemente, sé que está en esa dirección.
—Entonces no perdamos tiempo, vamos.
Continuaron el camino hacia el bosque.
***
Ya casi anochecía, ya estaban entrando al bosque, pasaron por un pequeño lago de aguas cristalinas.
—Ella estuvo aquí —murmuró Eliot.
—¿Qué? ¿Estás seguro?
—Sí, además, mira. —Señaló el suelo, se veían huellas—. Sé que es ella… y también hay las de un dragón, no cabe duda, Káiser está con ella, pero ¿dónde?
—¿No puedes sentir hacia donde se fue?
Eliot sintió la presencia de Jadi muy cerca.
—¡Por allá!
Empezó a correr y los demás lo siguieron. La sentía cada vez más cerca. Una ráfaga de fuego salió de un costado y apenas pudieron esquivarlo.
—¡¿Qué fue eso?!
—¿Acaso aquí también hay dragones? —preguntó María.
Eliot miró hacia los árboles y vio una silueta acercándose, sus ojos no podían creer lo que veía.
—Es… Jadi.
Miraron sorprendidos cuando ella salió y se dejó ver bajo la luz de la luna.
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