35: Peligros y descontrol
Eliot había llegado a casa de Jadi para terminar unos planos, cuando escucharon un auto detenerse afuera. Jadi fue a abrir pensando que eran sus padres pero al hacerlo se sorprendió.
—¡AMIGAAA! —chilló María mientras entraba de golpe.
—¡Nos han dejado de lado! —reclamó Ditmar también entrando.
—Ustedes nos han dejado de lado —contradijo Eliot.
—Bueno… ¿Y qué hacen?
—Trabajo.
—¡iuuj! Buen provecho.
—¡¿Saben qué?! Nos hemos dado cuenta de una cosa —dijo María.
—No nos hemos visto hace mucho —empezó a contar Ditmar—, lo cual supone que… si han tenido que ir a la otra dimensión… ¡No nos han avisado!
—Qué gran descubrimiento —respondió Jadi de forma sarcástica.
—No pues, ¡así no se vale!
—¡Yo también quiero pelear contra monstruitos! —reclamó el pelinegro haciendo que el resto riera un poco.
—Ojalá fuera así de sencillo como suena —se lamentó Eliot.
—A mí también me gusta chamuscar bichos.
—Bueno ya que están aquí, acompáñennos.
—¿Qué, ya?
—Sí, aparecieron más ayer pero no dije nada. —Se encogió de hombros.
Fueron a la otra dimensión y se encontraron en la aldea, al parecer había sido atacada. Había techos rotos y algunos incendios.
—Oh no —se preocupó Eliot—, quizá no debí esperar hasta hoy… Rayos.
—¡Ayúdenos, ahí vienen! —gritó uno de los seres blancos.
—¡¿Qué?!
Vieron al cielo y unas aves se venían a toda velocidad.
—¡Ya verán! —exclamó Jadi—. ¡Métanse con alguien de su tamaño!
Eliot arqueó una ceja, ya que ella era más pequeña. Jadi atacó a las aves y estas se prendieron en fuego, pero parecía no afectarles. Al estar más cerca se dieron cuenta de que eran de barro, estas continuaban avanzando y se empezaron a estrellar contra las casas y el suelo con mucha fuerza, destruyendo. Todos salían huyendo.
—¡JADI!
Un ave se venía directo a ella. Eliot le lanzó un trozo de tierra destruyéndola, cayó en pedazos. Tomó de los hombros a su impulsiva chica.
—Quédate a mi lado.
—S-sí.
—¡Ahí vienen más!
—¡Las alejaré! —avisó María.
Empezó a mover el viento, este se armó en un tornado, lo movió contra las aves y las lanzó lejos. Las que estaban cerca cayeron al suelo y se hicieron pedazos.
Oyeron una risa y voltearon a ver. En el cielo había un ave en particular, más grande que las demás.
—¿Creen poder contra mi ejército indestructible de aves?
Del suelo, las aves que habían sido destruidas empezaron a reformarse, y desde lejos se veía que venían más.
—¿Qué decías sobre luchar contra monstruitos? —preguntó Eliot mientras se preparaba para lo peor.
—¡Lo retiro! —exclamó Ditmar.
—¡Vamos!
—¡ATRAPENLOS! —ordenó el ave líder.
Las aves se formaron en un inmenso grupo, parecía una inmensa nube viva, y se lanzaron a toda velocidad contra los chicos. Eliot levantó un muro de tierra para protegerlos, las aves se empezaron a estrellar con violencia, a toda velocidad.
—¡CORRAN!
Las aves que estaban más atrás empezaron a volar sobre el muro mientras otras seguían chocando con fuerza. El muro se rompió y las aves siguieron su camino a toda velocidad, lograron alcanzar a los chicos. Los seres blancos se escondieron cuando la inmensa nube de aves pasó cerca del suelo.
Cuando el ruido cesó se asomaron y ya no había nada.
—Qué —murmuró Amir—. ¿Se los llevaron?
Mithril llegó de su otra aldea.
—Papá, ¡¿qué pasó?!
***
Eliot abrió los ojos y vio a su lado a Jadi. Más allá estaban Ditmar y María, desmayados aún. Tenían raspones y cortes en su piel.
—Jadi…
Ella despertó, los otros también empezaron a recobrar el conocimiento.
—¿Dónde estamos?
—Bienvenidos a mi guarida —anunció el ave.
—¡¿Qué es lo que quieres?!
—Sus poderes… para destruir este horrible lugar.
—Bueno, imbécil. Resulta que tú también vives aquí.
—¡Pues yo quiero gobernar! —Vino una de las aves, el ave grande armó una mini figura de esa ave con barro—. Para eso tengo una técnica simple. —Aplastó a la mini figura y el ave pequeña se destruyó, esto hizo que el ave grande creciera aún más—. Es tan sencillo con mi poder.
—Destruiste a un amigo tuyo —le reclamó Ditmar.
—Aquí nadie es amigo de nadie.
Sacó de la tierra cuatro figuras de barro.
—Se… se parecen a nosotros.
—Bien… ¿Quién será el primero?
Mithril corría buscando la guarida del ave. Recordaba a ese ser, había sido uno blanco como ellos. Fue corrompido por los espíritus negros y se convirtió en un ser maligno. Creía que ya hacía mucho que se habían deshecho de él.
***
—Ah, ya sé… ¡A la niña que se atrevió quemar a mis aves!
En ese instante cogió la figura que pertenecía a Jadi y la apretó, haciendo que ella soltara un fuerte grito de dolor y cayera al suelo.
—¡NO! —gritó Eliot mientras corría a detenerlo, pero las aves empezaron a entrar a la guarida a toda velocidad, y lo empezaron a atacar y picotear—. ¡NO! ¡LARGUENSE!
María empezó a tratar de apartarlas con el viento, les lanzaba fuertes ráfagas lanzándolas lejos.
—JA ¡Sufre! —gozaba el ave.
Jadi, inmersa en su dolor, escuchaba fuertes ruidos de las aves y de golpes, cómo caían contra al suelo. El ave grande no prestó atención y se disponía a destruir la figura de tierra.
—¡DETENTE! —advirtió Eliot—. ¡Si le haces algo no dudaré en matarte!
—¿Qué?… No, no me puedo mover —dijo el ave.
Cesó el dolor en Jadi, volteó a ver y todas las aves estaban hechas pedazos en el suelo. Eliot estaba herido y tenía su mano extendida hacia el ave grande.
—Eres de tierra —le dijo—. Así que tengo control sobre ti.
—¿Qué? ¡Maldición! ¡¿Cómo no me fije?! —Soltó la figura de Jadi—. ¡Despierten, amigos míos!
Las aves del suelo empezaron a armarse nuevamente, y empezaron a volar hacia Eliot pero él las detuvo con la otra mano, cerró el puño y todas volvieron a hacerse pedazos.
El agua del subsuelo salió y barrió con las aves.
—¡Adiós aves! —se burló Ditmar.
Mandó el agua hacia el ave grande y esta se empezó a deshacer.
—¡No!... Bien, creo que aquí acabó —dijo—, ¿qué esperas? ¡Termina conmigo!
—Eliot —dijo Ditmar—, acaba con él. Es un ser maligno, es como Nira.
—Lo sé…
Cerró los ojos mientras cerraba su mano. El ave se hizo pedazos y se volvió arena. Espíritus negros salieron huyendo de él.
—¡No tan rápido! —exclamó Jadi.
Les lanzó fuego y los espíritus se destruyeron. Aparecieron cinco piezas.
—Eso es. ¡Lo hicimos! —Se detuvo al ver que su castaño miraba al suelo, muy preocupado—. Eliot, ¿qué sucede?
—Nada, es sólo que… Esa cosa quiso matarte.
—Pero no lo logró, gracias ustedes —lo calmó.
Pero no estaba tranquilo. ¿Cómo evitar que ella corriera esa clase de peligros? ¿Qué ocurría si un día no podía evitar que le pasara algo?
Jadi notó su preocupación, sabía lo que estaba pensando.
—Vamos a casa.
—Sí —suspiró.
Mithril entró de golpe.
—¡MUERE, AVE! —Todos quedaron mirándola sorprendidos—. Qué… ¿Y el ave?
—¡Ya fue ya! —le dijo Ditmar mientras le palmeaba la espalda.
—¡Lenta como siempre! —se burló Jadi.
Mithril hizo como que nadie habló y fue directo a Eliot, le tomó de las manos.
—Eliot, ¿estás herido?
—¡¿OYE, ME ESTÁS ESCUCHANDO?! —chilló Jadi.
Eliot se separó de la chica, algo incómodo.
—¡¿No supo cuidarte nuevamente la tonta esa?!
—¿QUÉ?
—No empiecen a pelear —las detuvo.
—Aquí vamos de nuevo —suspiró María.
***
Volvieron a casa de Jadi, Eliot curó a todos con su luz.
—No, no —se negó su amigo—. Yo soy macho, no necesito que me cures, yo me curo solo.
—Bueno, como quieras, “superman” —se burló él.
—Sí, además sólo son raspones.
—Bien —dijo María—, ustedes vean qué hacen y nosotras vamos a conversar, ¡vamos Jadi!
—¡¿Ah?!
La llevó a su habitación. La sentó en su cama y la dejó ahí espantada.
—Cuéntame, ¿ya has pensando a quién eliges?
—Oye —se puso un poco roja—, eso no es tu asunto.
—¡Claro que sí! Tengo que aconsejarte. Vamos, sé que lo tienes ahí guardado, suéltalo, ¡desfógate!
—Me asustas… Bueno no sé qué hacer. Yo… —Se ruborizó más—. Eliot… me dijo que estaba enamorado de mí y…
—¡AAAAAAAAAAAAAHHH! —chilló la chica mientras brincaba.
Jadi se asustó. Los chicos escucharon el grito, Ditmar le hizo señas a Eliot de que no era nada.
—Aunque Ditmar me dijo que le parecía que él quería contigo.
—Somos novios…
—¡AAAAAAH! ¿YAAAAA?
—¡Ay! ¡Pero calla!
—OK, ok. —Respiró hondo un par de veces—. Mis felicitaciones, ¡al fin!
—El problema es… Gabriel… Vino con que también me quiere.
—¡No parecía!
—Aunque él no dijo casi nada, él nunca habla mucho tampoco… Ahora tengo que contarle y no sé qué hacer.
—Uh, ojalá tuviera algo que decirte, pero no sé qué debes hacer, aunque lo más lógico es que le digas y cortes cualquier asunto que quede con él.
—Lo sé.
***
La rubia abrió la puerta de su casa, con la sonrisa que no podía borrar, y temiendo verse tonta por eso. Se encontró con su castaño, su Eliot, sonriente. Mordió su labio inferior para lograr dejar de sonreír como boba y saludarlo, pero él se inclinó y le dio un dulce y corto beso en los labios. La abrazó fuerte, una vez que la soltó, quedaron mirándose. Arqueó una ceja y ella reaccionó.
Lo hizo pasar. Ahora otra vez se ponía nerviosa por otro asunto. Iban a estar solos un rato ahí en su sala sin nada especial para hacer. Quería reunir su valor para poder asimilar el hecho de que quizá él querría más besos.
Eliot contestó su teléfono móvil.
—¿Hola?
—¿Y qué es de tu vida, galán de la puerta? —preguntó Mili desde el otro lado de la línea.
—Ah, bien.
—No sigues enojado conmigo, ¿verdad?
—No, no creo, ya pasó.
—Bien, sin resentimientos, ¿salimos mañana?
—Perdón, ya quedé en salir…
—¿Qué? ¿Ya estás con otra, o volviste con Jadi?
Él sonrió ante eso.
—Volví. —Rió en silencio.
—Uh… bueno, entonces nos vemos en la universidad, bye. —Colgó.
Eliot le sonrió a Jadi.
—Perdón por eso…
—Es mi cumpleaños —dijo ella—, un día antes del catorce de febrero, ¡debí suponer que te pararían llamando tus fans!
—No creas que me siento cómodo con esto. —Volvió a sonar el celular—. Un segundo.
Fue a contestar, Jadi ya echaba humo.
—¡Ay! —exclamó ella—. No puedo creerlo.
—Um, no… Lo siento, ya tengo planes… sí… bien. —Colgó.
—¿Y ahora quién era?
—Eh, tú amiga… Flor.
—¡Uuuiiich! Suerte que no estamos aún en clases. ¡Porque sino…!
—Celosa —murmuró él con dulzura.
La rubia se ruborizó.
—¡Hey! No estoy celosa ¡JA! Yo celosa de esas, ¡cómo no! —Él arqueó una ceja y ella tensó los labios hasta que se relajó en un largo suspiro—. ¡Sí estoy celosa!
Él rió un poco y la abrazó.
—No culpes a tu amiga, debe creer que ya no “estamos”. —Sonrió—. Porque “estábamos”, ¿verdad?
—Ya sabes por qué lo hice —dijo casi susurrando, avergonzada. Volvió a sonar el celular. Se separó de él y cruzó los brazos, molesta—. ¿Qué esperas? —reclamó—. Contéstale a tus amiguitas. ¡Jum!
Se alejó, Eliot negó con la cabeza y vio quién era.
—Es Paola —murmuró.
—¡¿Qué?!
Contestó.
—¡Amigo! A los años.
—Sí, hola ¿qué tal?
—¿Algún plan para mañana?
—Sí… ya quedé…
Jadi se acercó a él y le quitó el teléfono.
—Paola, más vale que cortes porque me estás arruinando la tarde, ¡y lo sabes! Deja a mi novio en paz.
—Oh, ahí estás ¡Eres una plaga! Eliot creí que ya te habías deshecho de ella.
—Ya —dijo él—, ¡hasta luego! —Se lo quitó y colgó. Jadi se empezó a reír—. Qué mala eres.
—¡¿Por qué?!
Iba a darle un beso, para nervios y sorpresa de ella, cuando tocaron la puerta.
—Deben ser ellos —dijo él. Le dio un rápido beso en la frente y otro en los labios y fue a abrir, dejándola congelada otra vez.
Eran sus amigos, efectivamente. Salieron a pasear, ver tiendas, tomar, comer algo por ahí, y volvieron a casa. Ditmar y María se fueron, Eliot se disponía a irse también. Pero eso era lo que menos quería la rubia. Había gozado mucho por dentro cada vez que él a veces caminaba a su lado y le tocaba la cintura, o le tomaba la mano, o le daba alguna pequeña caricia, sus sonrisas. Los fugaces besos que a veces le robaba o le brinada en la mejilla mientras sus amigos no veían.
Quería más, pero no se lo pediría de forma directa, claro, su valor no le daba para tanto.
—Son las once —dijo nerviosa—, la noche es joven, quédate.
—Pero…
—Mis padres no están… como siempre, en reuniones de trabajo.
—Mmm… Bueno, está bien, pero un rato.
Jadi se alegró y lo jaló para adentro, él le sonrió con dulzura al verla así. Cerró la puerta.
—¡Ah! Qué paz, la casa vacía —murmuró ella.
—¿Y qué gustas hacer?
—Sólo quedarme abrazada a ti —susurró con timidez—, y evitar que más tontas te llamen a querer salir contigo.
Sí, eso quería, estar a su lado. Evitar que las tipas lo buscaran, que supieran que estaba con ella. Además, estar juntos ahí, significaba quizá la promesa de más besos de parte de él. Se sintió mal repentinamente, todo un extraño bajón en su pecho, se sentó en el sofá. Eliot se acercó.
—¿Qué sucede? —preguntó preocupado—. Tranquila, estoy aquí, si llaman no responderé…
—No… No es eso, no sé, de repente me sentí un poco rara…
Él se acercó más, se arrodilló delante de ella y le palpó la frente.
—No logro detectar fiebre…
—Yo sí me siento algo caliente.
—¿Tienes termómetro?
—Uf, dónde estará.
—Umm…
Se le acercó más y posó suavemente los labios en su frente. La pequeña chica se ruborizó, preocupada de que eso aumentara su temperatura. Él se separó y la miró mientras le sonreía con cariño.
—Con los labios es más fácil detectar si hay fiebre —explicó—, mi mamá hacía eso. Dice que si te queman o arden un poco, hay fiebre, y efectivamente, parece que tienes fiebre.
—Bueno… ya no me siento tan mal…
La miraba preocupado, su mano se iluminó con la luz blanca y la acercó a su vientre.
—Quizá sea algo que comiste…
—No creo…
La subió hacia su pecho.
—Me siento igual —dijo ella.
Él tensó los labios y subió más hacia su frente. Ella aún estaba algo ruborizada, no podía sacarle la mirada de encima hasta que él la vio y le sonrió. La chica se ruborizó aún más.
—¿Mejor?
—No sé —respondió completamente nerviosa.
Le palpó la frente y su temperatura había subido drásticamente, se puso de pie y fue a humedecer un pañuelo. Jadi se quedó esperando, de pronto sus manos se prendieron en fuego. Eliot volvió y se sorprendió al verla.
—Qué raro… no he querido que se prendan —le dijo.
—¿Tendrá algo que ver tu fiebre con el fuego?
—Vamos a la otra dimensión a preguntar.
***
Amir le echó un vistazo a Jadi.
—Sí… ¿Hoy es el día que naciste? —quiso saber.
—¿Mi cumpleaños? Sí pero… Bueno, falta menos de una hora para que acabe.
—Entonces… no tienes de qué preocuparte, tu poder está en transición… o algo así. Simplemente te estás haciendo más fuerte. El fuego te está anunciando que te respetará y ya no perderás el control tan fácilmente.
—¿Y a mí me pasará algo así? —preguntó Eliot.
—No sabría decirte, la tierra ya te respeta y cada elemento es diferente.
—Eliot siempre será más fuerte, papá —dejó en claro Mithril que estaba ahí atenta.
—Vaya buena hora —renegó Jadi—, ya casi acabamos de completar el arma y recién viene a pasarme esto.
—Por lo pronto te aconsejo que te metas al agua y permanezcas ahí, hasta que el efecto pase, a más tardar mañana en la mañana estarás normal —le sugirió Amir.
—Uch, genial —renegó más.
—Y, Eliot, te recomiendo que la vigiles. Puede que tenga alguna alteración momentánea, el fuego tomará el control por un momento, hasta podría manifestarse con otra personalidad y puede ser peligroso.
—Oh… bien —aceptó algo asustado.
—¡Yo no pierdo el control! —refutó Jadi.
—Tú siempre pierdes el control en todo —le contradijo Mithril—. ¡Eres una infantil!
—¡Claro que no, tú eres la infantil!
—¡QUE NO!
—¡QUE SÍ!
—No otra vez.
Volvieron a casa de Jadi. Ella lo llevó a la habitación de sus padres.
—¡Mis padres volverán al amanecer! Voy a meterme a su jacuzzi a relajarme un rato, me pondré este bikini que nunca uso.
—Bien, yo vigilaré en la puerta, cualquier cosa me avisas, ¿sí?
Ella se ruborizó otra vez.
—¿No quieres… pasar conmigo?
Eliot sonrió y arqueó una ceja.
—¿Me dejarías pasar?
—Si quieres.
—Bueno. —Se encogió de hombros.
Ella empezó a reír.
—¡Ah sí! ¡Ya quisieras! —dijo entre risas y él rió también. Cerró la puerta y al segundo la volvió a abrir—. Gracias por quedarte.
—No hay problema.
Sonrió y cerró la puerta otra vez.
***
Eliot estaba sentado en un sillón en la habitación, entonces a través de la rendija de la puerta del baño vio que salía una luz inusual, se puso de pie a ver qué pasaba.
—Jadi, ¿todo bien?
—Eliot, entra…
—Eh… —se había sorprendido—. ¿Segura?
—Claro… No me harías esperar ¿o sí?
Frunció el ceño con sospecha. ¿Ya habrían empezaron los efectos raros?
Abrió la puerta despacio. Vio que Jadi había salido del agua y estaba cubierta con una toalla, tenía una bola de fuego flotando entre las manos.
—Guau… Mmm, Amir dijo que te quedaras en el agua —murmuró.
—No pude evitar salir, es que… —Se mantenía mirando fijamente la bola de fuego—. El fuego me llama.
—Entra al agua…
Lo miró.
—No, no quiero.
Desapareció la bola y se colgó del cuello de Eliot.
—Hey, ¿qué pasa?
—Nada.
—Oye, no eres tú, entra al agua, ¿sí? Vamos… no estás bien, estás ardiendo, el fuego…
Jadi empezó a caminar, empujándolo fuera del baño.
—¿Qué tiene el fuego? El fuego es calor, el fuego es pasión, hay fuego cuando hay pasión, ¿sí o no?
—Yo... oye… —murmuró él, sintiendo los nervios casi de punta.
—Ven… dame eso.
Llegaron al borde de la cama. Eliot se ruborizó, no sabía qué hacer. Ella lo empujó haciéndolo caer. El chico retrocedió un poco ayudándose con los codos, pero enseguida ella se subió a horcajadas sobre él, y puso sus manos sobre su pecho deteniéndolo contra el colchón.
—Esta es una buena vista, no quiero que alguna loca vuelva a tenerte así ¡¿bien?! ¡Sólo yo!
—Contrólate, no eres tú, mi Jadi no haría esto —dijo él casi en susurro.
La rubia sonrió y se recostó en su pecho.
—¿Tú crees? ¿Soy tu Jadi? —preguntó, haciéndolo sonreír.
—Sí… lo eres.
—Dímelo de nuevo.
—Bueno, suficiente —suspiró—. Me enojaré contigo si no vuelves al agua.
—No, no te enojes —pidió haciendo puchero.
—Entonces vuelve al agua.
Ella sonrió y se puso de pie.
—Bien… vamos.
La dejó en la puerta del baño.
—¿No pasas?
—Ja, no. Entras y te metes al agua, ¿bien?
—No, yo quiero que tú entres.
—Oye, me enojo…
Sonó el celular de Eliot en la cama, Jadi corrió a contestar y él también.
—¡Espera!
Empezaron a forcejear por el aparato, al final Jadi volvió a tumbar a Eliot en el colchón y quedó sobre él. Le quitó el celular.
—Uf, ¿hola?
Eliot se puso la mano en la frente.
—No otra vez —se lamentó.
—No, soy Jadi… ¡Ah! ¿Quieres hablar con él?... No, no está lejos, está justo aquí debajo de mí, te lo paso.
—¡Oye…! —exclamó, ruborizándose por completo. Tomó el teléfono—. Ho-hola.
—Perdón si interrumpí —era Jessica—, sólo llamaba para ver que hacías, je… je… eh…
—¡No es lo que parece! —aclaró.
—Bueno… bien… normal, cuídate, bye.
Colgó.
—Ahora sí estoy molesto, ¡justo cuando llama ella haces eso!
Jadi también se puso molesta.
—¡¿Cómo es posible que te importe aún?!
—Bueno, no necesitaba todo eso, puede que le hayas lastimado.
—Me estás poniendo celosa, ¡¿verdad?!
Él aprovechó que ella estaba distraída con eso, tomándola de la cintura para hacerla a un lado, se puso de pie dejándola perpleja y la alzó.
—¡¿Qué haces?! —reclamó.
—¡Te meteré al agua quieras o no!
La llevó al baño y la metió a la tina con todo y toalla, pero no tuvo en cuenta que ella tiraría de su camisa.
—¡No! ¡No!...
Cayó al agua junto con ella. El agua se estaba por rebalsar.
—¡Eso es! —exclamó la chica—. ¡Viva el agua!
—Uuuh, ¡está fría! —se quejó él.
—Pero yo estoy caliente…
—¡¿Y?!
Lo jaló del cuello de la camisa y lo besó, casi subiéndose sobre él nuevamente, el agua cayó fuera de la tina. Él se reincorporó un poco y le correspondió el beso pero pronto recordó que esa actitud no era la de ella. Se separó.
—Espera…
La rubia se quedó mirándolo. Frunció el ceño con extrañeza.
—¿Eliot?
—Qué…
—¿Qué pasó? —preguntó confundida.
—¿Ah?
—¿Por qué… por qué estamos en la tina los dos y por qué me besaste?
—Espera, espera, tú me besaste… Ah, claro. Ya no recuerdas todo lo que me has hecho pasar ¿verdad? —reclamó, lo sabía.
—¿Pero qué hice?
—Ja, luego te contaré. Vas a dar el grito al cielo, ¿cómo vas? —Le palpó la frente, al parecer su temperatura ya estaba volviendo a la normalidad. Sonrió—. Bien, ya estás mejor. —Salió de la tina, estaba chorreando agua—. Uch, ¡gracias! Muchas gracias Jadi.
Jadi salió de la tina también.
—¿Quieres decir que yo te jalé?
—Pues claro.
—¿Qué más hice, por qué me besaste?
—¿Qué? Tú me besaste.
Ella cruzó los brazos.
—¿No te gustó? Porque puedes devolvérmelo.
Eliot se sorprendió y no pudo evitar reír.
—La clásica, quieres tentarme, ¿eh?
Eso la hizo ruborizar. Acababa de decir muchas cosas que estando ya normal no hubiera dicho, quizá los raros efectos aún no se iban.
—Perdón si te hice pasar algún mal momento o algo.
—Descuida. Bueno, vístete, ya me voy, estoy empapado.
—Perdón.
Ella no deseaba que se fuera. No había podido pasar el rato a solas que quería. Bajaron, y antes de irse, le dio otro dulce y corto beso de despedida. Ella quedó feliz y a la vez avergonzada por todo lo que había pasado. Por otro lado, ya que eran novios y se besaban, ¿qué sucedía si pasaba algo más? ¿Debería? Qué encrucijada.
***
Eliot volvió a su casa empapado, había mojado su auto también. Su padre lo recibió feliz.
—Ah —dijo al verlo—. Ya veo que la has pasado genial —se burló.
—Ya lo diría.
—No dejas de sorprendernos.
Eliot sonrió y subió a su habitación. Estaba por entrar a la ducha. No pudo evitar recordar a su pequeña chica. Había estado muy tibia y semi desnuda, apenas se había podido controlar las ganas de besarla mucho.
Mejor se bañaba con agua fría.
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