31: Segundo intento
Llegó el día de la fiesta de cachimbo. Eliot fue a ver a Jadi, tal y como habían acordado, ya que para emoción de ambos, no les habían dejado muchos trabajos. Cuando ella bajó a darle encuentro, él se quedó con la boca abierta.
—Guau… estás… —murmuró apenas. Su pequeña muñeca salvaje, nuevamente se convertía solo en una pequeña muñeca. Sus ojos recorrieron su cuerpo, el vestido azul noche estaba ceñido. Tuvo que sacudir la cabeza.
Su mamá salió de su oficina y Jadi volteó a verla, la señora sonrió y se les empezó a acercar. Eliot se inclinó un poco para decirle algo a su chica en el oído.
—Estás preciosa —le susurró.
Ella se ruborizó como un tomate y su corazón se disparó, pero intentó disimular al estar su madre acercándose.
—¡Hola! Así que ya se van, suerte entonces —dijo emocionada.
—Gracias.
—Jadi… ¿Te pasa algo? Estás roja —se burló la mujer.
—¡No! Nada, estoy bien. Vamos, toma…
Volteó y le dio su corbata a Eliot, que ya había quedado en dársela porque ella la tenía guardada. Su mamá aprovechó y les tomó una foto sorpresa. Jadi chilló avergonzada mientras el castaño solo reía.
—¡Cuídense! —exclamó.
***
Fueron en el auto y llegaron al lugar. Eliot recordó un pequeño detalle.
—Bien, ¿crees que tus amigas descubran que no somos novios? —preguntó.
—No sé… —dijo ella, nerviosa—. Quedaría en ridículo. ¿No quieres fingir un poco?
—No. —Bajó del auto dejándola con la boca abierta.
—Pero, pero…
Qué vergüenza, ¿Qué pensaría de ella? Era obvio que al muchacho no le iban los juegos de niñas como el que había armado ella al engañar. Se lamentó, tragó saliva con dificultad. ¡Encima ahora las otras descubrirían que no eran novios y se pondrían nuevamente tras él!
Suspiró, movió su mano para abrir la puerta pero esta se abrió antes de que ella lo hiciera, se sorprendió un poco al ver a Eliot.
—¿Qué sucede? —preguntó al verla así.
—Ah, nada, no sabía que me abrirías la puerta, me agarraste de sorpresa.
Él sonrió.
—Es lo mínimo que puedo hacer.
Entraron y enseguida se acercó Flor quien los jaló y los llevó a donde estaban los compañeros de Jadi. También habían compañeros de Eliot.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó confundido.
—La fiesta es para todos —se excusó Marcos—, ¡y el trago también!
Se sentaron, aún era algo temprano y luego de media hora más el local se empezó a llenar. Clara trajo gaseosa mezclada con cerveza.
—Ah no, ¡esta vez no! —renegó Jadi al verla.
—¿Pero qué tiene? Esta vez estás acompañada.
Eliot no pudo evitar sonreír y se llevó a Jadi.
—Vaya amigas que tienes, sólo quieren emborracharte —dijo entre risas.
—Ay, ¿por qué será? —se quejó ella.
—Les causará gracia lo que haces, o quizá eres sincera cuando estás mareada.
—¿Ah?...
Unos chicos los empujaron. Voltearon enfadados pero cambiaron de expresión al darse cuenta de que eran María y Ditmar.
—¡Holaaa! —chilló la chica—. Vamos a bailar.
Se llevó a Jadi.
—Qué bueno que viniste —murmuró aliviada la rubia.
—Pero ahora que lo pienso, no tanto. —Señaló.
Jadi volteó y vio que sus amigas habían jalado a los chicos a bailar. Empezó a echar humo.
—¡Ay! ¡Qué cólera que me dan! ¡Él es mío y lo saben!
—Pero ya —trató de calmarla su amiga—. En realidad tú no estás con él, déjalo que conozca más chicas. —Guardó silencio ante la mirada asesina de Jadi—. Ok, ok… pero no te enojes. —Vio que Clara puso sus brazos sobre los hombros de Ditmar, eso la enfureció finalmente—. ¡Pensándolo bien! ¡Vamos a recuperar a nuestros chicos!
Jaló a Jadi del brazo pero alguien más la jaló del otro brazo, llevándola en sentido contrario.
—¡Hola, amiga! —era Paul.
—Ah, eres tú —dijo ella con desprecio.
—Ya, ahora sí bailas conmigo —exigió.
—¡No me digas que otra vez estás mareado! —le recriminó. El chico la cogió de la cintura sin responderle—. Aléjate si no quieres morir —le advirtió.
Alguien lo detuvo tocándole el hombro, Jadi sonrió al ver que era Eliot.
—¿Me disculpas? —preguntó en tono serio, mientras le amenazaba de muerte con los ojos.
—Ok bro’, es toda tuya. —Se fue.
Jadi le sonreía a Eliot y él a ella también. Ella se ruborizó.
—Gracias. Ya me he desecho de mis fans, pero ese está difícil —se quejó haciéndolo reír.
—No quiero saber cómo los botas.
—No, no quieres saberlo.
Rieron. Su estómago hormigueaba con él. No, era más, eran escarabajos, grillos, etc. Estaba confundida. Por un lado, aún esperaba a Gabriel, y por otro...
—Vamos con los chicos.
—Sí. —Dejó de sonreír. Algo estaba mal. No le dijo nada acerca de bailar. Había ido con esa intención, estar más cerca de él, ese era un buen motivo, pero él no quería. ¿No quería? No era que le “encantara” bailar pero se había ilusionado.
Recordó el beso que le dio en su fiesta de promoción y se quedó en blanco. Quizá era eso, no quería que volviera a pasar.
No la besaría ni loco. No fingiría ser su novio. No la quería más que como una simple amiga.
Él notó el semblante triste de Jadi.
—¿Qué sucede?
—Es que… no… —murmuró casi para sí misma—. ¿No bailarás? —Sacudió la cabeza—. Olvídalo, no dije nada, si no quieres no… —Alzó la vista y él le estaba sonriendo con ternura.
—Creí que tú no querrías.
Le tomó la mano y la llevó un poco más al centro de la pista. La pequeña rubia se sintió volar, se mordió el labio inferior para aplacar su sonrisa. Pero otra vez, ¿qué rayos había hecho? ¡Ella no sabía bailar!
—Tus amigas querrán vernos besándonos, pero eso no pasará, así que mejor nos venimos más acá —le explicó él.
—Ah, je, sí.
Le tomó ambas manos, se sonrieron.
Otra parte de ella esperaba a Eliot. Él la conocía más. Quizá por ese mismo hecho jamás sería su novio. Qué ironía, era una espanta hombres, y claro, para él solo era una niña pleitista.
Él le hizo dar una vuelta haciéndola reír un poco. Tomó valor y se le pegó posando su mano en su hombro, mientras que él le sostenía aún la otra. Le gustaba estar cerca, qué importaba si pensaba que era una niña pleitista, solo quería estar cerca del castaño y respirar su aroma.
Notó que él movía un poco los labios siguiendo la letra mientras miraba de vez en cuando a los alrededores con despreocupación.
Se concentró en la canción y se ruborizó al escuchar la letra.
“Qué bonita fue esa noche, me trae recuerdos la noche, besando tu boquita de grana, bella noche…”
¿Lo haría porque recordó el beso que le dio sin querer? ¿Sería coincidencia? Quizá era sólo coincidencia. No se fijó qué decía la canción aquella vez que también lo vio siguiendo la letra, ¡rayos!
—¿Sucede algo? —preguntó sacándola de sus pensamientos—. ¿Ya te aburriste?
—¡No! Descuida.
Luego de un rato volvieron con el grupo, se sentaron juntos, concentrados sólo en ellos.
—¿Y así decías que no te gustaban las fiestas? —quiso saber él.
—Sólo me divierto contigo —confesó—. Si no estuvieras, estaría en la mesa de las marginadas. —Rieron—. Aparte, si te dejo solo, vendrán las locas a sacarte a bailar.
—¿Qué tiene de malo? Además no pasará, creen que soy tu novio.
—Igual, no confío, ninguna de ellas te conviene —dijo incómoda—. ¿Pero tú qué sabes? Si eres un seductor, seguro por eso te persiguen.
Eliot quedó sorprendido.
—¿Yo, seductor? —Soltó a reír.
Jadi sonrió al ver que podía hacerlo reír, se sentía satisfecha de que se divirtiera sólo con ella, no quería que otra robara su atención. Se perdió en su sonrisa de lado y en sus marrones ojos.
—Ya que les quieres mentir a todos y ahora me prohíbes seducir chicas, te seduciré a ti…
El corazón de la rubia dio un vuelco. Alzó una ceja, sonriente.
—Sí, claro.
—¿Crees que no puedo?
—No, señor seductor. —Mostró su collar—. Eres mi amigo y te conozco, no caería bajo tus encantos.
Otra nueva mentira, pues ya había caído, y ahora se daba cuenta de que conocía al Eliot amigo, dulce y divertido, pero no al Eliot novio. No al chico apasionado que podía abrazarla con fuerza y besarla. No al chico que podía susurrarle bonitas palabras al oído. El que le tomaría de la mano, el que podría enloquecerla con caricias. Imaginarlo así y desearlo no le era difícil.
El castaño sonrió un poco.
—Está bien, tú ganas.
Decepción. No. No conocería al Eliot novio.
Dejaría de lado ese extraño nuevo deseo que le había surgido. Siguió jalándolo a bailar cada canción que le agradaba, empezando a soltarse poco a poco, dejado la timidez a un lado, experimentando con movimientos y miradas ligeramente seductoras. Volvió a posar sus brazos sobre sus hombros, él la tomó de la cintura y ella se ruborizó bajo su intensa mirada.
—Estás coqueteando conmigo —murmuró.
—No —respondió nerviosa.
Él sonrió, pero esa sonrisa era diferente, aún mantenía su intensa mirada. Ella no pudo evitar sonreírle deslumbrada, sin darse cuenta lo volvió a mirar de forma seductora haciéndolo soltar una leve risa. Su mirada intensa se había ido pero no dejaba de mirarla y sonreírle, volvió a seguir con sus labios un poco de la letra.
Se pegaba a él cada vez que podía, y lo más que podía. Se había dado cuenta de que le encantaba sentir su cuerpo moverse al compaz pegado al suyo. Y claro, no quería que otra hiciera eso. No era malo bailando, y no quería ni imaginarse si había bailado así antes con otras. Era obvio, ¡pero igual, no quería!
Posó su mano sobre su hombro, mientras él le sostenía la otra. Su corazón se disparó otra vez porque él se inclinó y la apretó un poco contra sí. Rozó levemente los labios en su mejilla.
Jadi cerró los ojos. ¿Terminarían besándose? Una corriente la recorrió. Sí quería. Ladeó el rostro y también rozó sus labios en la mejilla de él, buscando su boca que sin duda estaba buscando a la suya. Otro beso de esos ricos y masculinos labios no estaría mal.
Él se devió y se acercó a su oído.
—Grrr —murmuró y se apartó. Jadi se quedó perpleja y él empezó a reír—. ¿Qué tal eso? ¿Serviría en mi nueva carrera como seductor? —preguntó mientras ella empezaba a reír también.
—Nada mal… para un bebé —se burló. Le rodeó el cuello con los brazos, sonriéndole.
Él le tomó las manos, separándose. Entrelazó sus dedos con los de ella y le dio media vuelta sin soltarle las manos, quedando ella de espaldas a él. La abrazó suavemente mientras seguía un poco el ritmo de la canción. Jadi sonreía al sentirse acogida y protegida. Una frase recitada a su oído la sacó de sus pensamientos.
«Eres la rosa más bella, mi alma es toda tuya»
Sintió que se derritió por dentro, sin darse cuenta ya estaba nuevamente frente a él, quien le sonreía con ternura. No pudo evitar devolverle la sonrisa.
¿Eso habría sido juego también? Seguro sí, era parte de la canción que estaba sonando. Entristeció. ¿Planearía usar esas tácticas con alguna fea suertuda?
***
Volvieron un par de horas luego, en la madrugada. Eliot apagó el motor del auto.
—Bien, sana y salva —anunció sin muchas ganas. Ya estaban afuera de su casa.
—Gracias, me divertí muchísimo, no pensé que llegara a pasar…
—La verdad, ni yo, nunca había estado cómodo bailando con alguien —confesó.
A Jadi se le iluminaron los ojos.
—¿En serio? Bueno —bajó la vista hacia sus manos—, tú fuiste el primer chico con el que bailé.
Él sonrió y miró hacia el volante, frunció levemente el ceño y suspiró.
—Quería… decirte algo…
¿Cómo se lo decía? «Jadi, me gustas mucho…» No. «Jadi, ¿quisieras estar conmigo?» ¡No! ¿“Estar”? ¡Qué simple!
Ella quedó observándolo mientras parecía estar en una especie de conflicto interno, examinó todos sus detalles. Él volteó y volvió a sonreírle haciendo que ella sonriera también al verse atrapada viéndolo. Volvió a mirar al volante y posó su mano sobre él.
No. No era el momento, nunca llegaría el momento. No hasta que encontrara a Gabriel.
—Perdón… No es nada. —La miró y sonrió—. Ya no tiene importancia.
La rubia asintió algo confundida, y sabía que, aunque insistiera, no se lo diría. Quedó preocupada por haberlo visto tan pensativo. Se le acercó y le dio un suave beso en la mejilla.
Entró feliz a su casa, su mamá seguía trabajando en la oficina.
—Te veo feliz —murmuró.
—No es nada —respondió ella fingiendo seriedad.
Subió a su habitación. Antes de dormir las dudas volvieron. Él se había dado cuenta de que le coqueteaba, fue casi sin querer. ¿Habría sido por eso que lo vio tan pensativo? No. Eran amigos, él también la sedujo. Sólo fue juego y baile, ¿no?
Entristeció. Él no sabía que le encantó.
***
Faltaban pocos días para el fin de ciclo. ¿La novedad? Examenes finales. Eliot iba con Jadi a reunirse con sus amigos para pasar el rato, hasta que fueron atajados por Flor.
—Eliot, tú que ya pasaste, ¿qué viene en el examen de realidad nacional? —preguntó la chica.
—Preguntas —respondió.
—¿Del libro?
—¿Qué? No, preguntas en una hoja en blanco.
A Jadi se le escapó la risa.
—Ya, muy chistoso, ¿viene del libro?
—Sí, del libro.
—¿Y eso no podías decirme?
Se fue mientras los dos reían. Miguel pasó por su lado.
—Oe’, mañana somos, ¿ah? En el cuarto de Marcos —le avisó.
—Bien.
—¿Qué es? —quiso saber Jadi.
—Dicen que para estudiar… eso espero. Estaré un rato de todos modos.
Más tarde, Eliot, al llegar a su casa, sintió nuevamente la ligera presencia de Gabriel y llamó a Jadi.
—Llama a los otros, y vayan al parque abandonado, espérenme ahí, sé que volveré con él esta vez. —Colgó.
Fue a la otra dimensión y volvió a la rivera del rio, esta vez no se podía haber equivocado, de verdad lo había sentido. Llegó al final del rio y vio que una parte de este ingresaba a una cueva.
Ahí estaba, podía sentirlo.
Sentía algo rara esa cueva también. Se percató de que unas piezas del arma de aproximaban y volteó a ver hacia el bosque. Un chorro de agua salió sorpresivamente y barrió con él. De entre los árboles salió el dragón de agua del lago. Eliot se puso de pie con cautela luego de toser un poco por el agua. El dragón parecía estar enfadado.
—¿Qué quieres? —renegó—. ¡Al menos considera que sigues vivo!
El animal volvió a arrojarle un chorro de agua pero Eliot se protegió con un muro de tierra. Llegó Mithril a ayudarlo. El dragón atacó, Mithril le lanzó esferas de luz, estas sí lograron hacer que el animal retrocediera.
—Bien… Sigue así —pidió él.
—¿Y tú por qué no lo haces?
—¿Yo?
—Sí, tú también puedes hacerlo, también tienes la luz. Mi papá al pasártela, te dio la mayoría de nuestras habilidades.
—Guau, no lo sabía.
—Sólo debes pensar en qué es lo que quieres y la luz lo hará. —El dragón volvió a querer echarles agua—. ¡Vamos, tú puedes! Enfócate en armar una esfera de energía.
Eliot se enfocó y entre sus manos se empezó a armar una esfera.
—¡Lánzala!
Vio que el dragón venía hacia él y se la lanzó. Esta explotó y el dragón retrocedió.
—¡Le di! ¡Eso es!
Empezaron a lanzarle más esferas de luz, el dragón empezó a alejarse hasta que finalmente se fue tranquilamente hacia el lago.
—Será mejor que vuelvas a tu aldea… de aquí en adelante voy yo solo.
—¿Qué vas a hacer?
—Hay algo en esa cueva.
—Ten cuidado —le pidió.
Eliot miró la entrada de la cueva, aún emanaba una extraña esencia, pero también sentía más fuerte la presencia de Gabriel ahí dentro.
Con el temor de que pudiera ser alguna trampa, ingresó. Al parecer era grande, siguiendo el riachuelo que ingresaba, vio un espíritu blanco de los que andaban con el rubio.
—Lo sabía.
Giró y la entrada de la cueva había desaparecido. No le tomó mucha importancia, luego movería la tierra. Siguió al espíritu blanco y vio a lo lejos que el riachuelo llegaba a una especie de manantial, este estaba brillando, empezó a correr y al llegar lo vio.
—Gabriel…
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