3: Pero qué horror
Eliot no podía moverse. No podía ser. Se sentía débil, ¿qué estaba pasando?
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Gabriel a Jadi—. ¡¿Cómo te atreves a hablarme?!
—¡Lo mismo te pregunto! —Eliot la vio completamente otra. En su mirada había dolor.
—¡Sínica! ¡Tú me traicionaste! Confiaba en ti.
—¡¿Cuantas veces te tendré que repetir que tú fuiste el que me traicionó?!
—¡Cállate! ¡Me hiciste mucho daño! ¡TE ODIO!
Ella cambió de expresión al oír esas palabras.
—… No… no, yo no te odio Gabriel.
Se le empezó a acercar pero Gabriel botó una especie de energía que la alejó de él, Eliot se sorprendió al ver eso. Ahora ya no estaba seguro de si estaba soñando o algo, o quizá de algún modo alguien le había inyectado algún alucinógeno. Pero no, ese rubio había alejado a Jadi en verdad con una especie de fuerza antinatural e invisible. La iba a lastimar.
—¡¿Qué haces?! —quiso saber.
—¡NO TE METAS!
Gabriel iba a atacar de nuevo a Jadi pero una luz los envolvió. Eliot sintió pánico por primera vez en su vida. Aparecieron en un extraño lugar, ahí había una mujer, cubierta con una capa negra.
—Hasta que al fin juntos todos, después de tantos años —dijo con una sonrisa siniestra.
—¡¿Quién eres?! —preguntó Jadi.
—Lamento decirles que deben acostumbrarse a esto, ¡ya que lo verán a menudo!
—¡¿Y si no queremos?!
—No te preocupes, para todo debe haber motivación, por eso les diré mi pequeño secreto… Yo fui quien les engañó a ustedes dos y les hice creer que se habían traicionado el uno al otro.
—¡NO, MIENTES! —exclamó Gabriel.
—¡Ingenuos!
—¡Eres una…!
Gabriel salió corriendo y desapareció.
—¡¿A dónde fue?! —se preguntó Jadi, sorprendida.
—A su mundo —respondió la mujer—, él también puede entrar y salir a voluntad de este lugar, ya que posee un don especial, ¡pero suficiente charla por hoy!
En ese momento todo desapareció. Eliot estaba impresionado, no sabía qué demonios había sido todo eso. Sin duda quizá estaba drogado y tirado en alguna calle en ese momento sin darse cuenta. Pero vio a Jadi. Su rostro lleno de ira, con sus mejillas rojas por eso. Se le acercó ya que ella estaba algo atónita mirando al suelo y apretando los puños.
—¿Estás bien?
—Rayos… ¡¿Por qué tuvo que ser así?!
Se tapó el rostro y se fue corriendo, llegó a su casa y se encerró en su habitación. Para ella, lo que había pasado tenía mucho significado. Gabriel, después de tanto tiempo lo volvía a ver. Y aunque creía que lo detestaba, volvía a sentir por él tantas emociones. Había vuelto a ver esos ojos azules que tanto le habían gustado, y ahora además había crecido también, ya era un chico muy apuesto. Creía que lo había olvidado.
Al siguiente día ella no dejaba de pensar en Gabriel, verlo nuevamente fue impactante, aparte le impactaba también verlo reflejado en el rostro de Eliot. No aguantaba tenerlo cerca, eso le molestaba. Vagaba sola por los jardines, cuando dos muchachos le cortaron el camino, antiguos amigos de Gabriel.
—¿Sabes qué hora es? —preguntó uno al otro.
—Hora de molestar a Jadi.
—¿Sabes? Acabo de enterarme de que Gabriel volvió, has de estar ansiosa por verlo, ¿no?
—Pero resulta que a él no le gustan las chicas de pelo negro.
Jadi sonrió de lado con el ceño fruncido.
—Yo no tengo el pelo negro, idiotas.
Ambos rieron.
—No aún…
***
Eliot entró al baño para lavarse la cara, después de haber estado toda la noche y toda la mañana pensando en el extraño suceso, sin saber si fue cierto o no. Escuchó un ruido, volteó y le pareció ver a Jadi entrar rápido a un cubículo, se le hizo extraño que ella estuviera ahí, así que se acercó.
—Jadi… ¿Eres tú?
—No, te has equivocado….
—Vamos, sal.
—No gracias, tengo cosas que hacer.
—¿En un cubículo en el baño de hombres? ¿Es en serio?
Ella no respondió. La puerta no estaba con seguro, así que la abrió despacio. Tal fue su sorpresa al encontrar a la pequeña rubia con múltiples manchas de pintura negra en el uniforme y todo su cabello, además, tenía signos de haber estado llorando. La punta de su pequeña nariz enrojecida, sus mejillas levemente rosadas. Eso lo dejó casi sin palabras.
—Q... Qué… ¿Qué pasó? ¿Quién te hizo esto? ¿Fue el que escondió tu uniforme?
Ella se mantenía en silencio. La cólera corrió por su cuerpo. No iba a permitir que alguien molestara a una chica indefensa, mal humorada, pero indefensa al fin y al cabo. La tomó del brazo.
—Ven, vamos a decirle al director…
—¡No! —Se alejó—. ¡No necesito tu ayuda ni la de nadie! ¡¿Escuchaste?! —Otro muchacho entró al baño y quedó pasmado—. ¡LARGO! —le gritó.
El chico se fue corriendo. Eliot la miró molesto.
—¡Esto no puede quedarse así! Serías más tonta aún si no lo acusas, anda ¡dime quién fue!
—Yo no necesito que un director mediocre haga algo por mí, yo me las arreglaré sola, siempre sola, ¡siempre ha sido así! ¡Vete!
Eliot se dio cuenta de que era verdad, ella siempre estaba sola y por eso alguien aprovechaba en molestarla. Pues ya no iba a ser así. Sin pensarlo, el deseo de rodearla le impulsó. La abrazó. Ella se quedó inmóvil de la impresión, nunca la había abrazado un chico. Su corazón se aceleró de repente, su rostro se hizo más rojo de lo que estaba. Estaba completamente entre sus brazos, no podía ni empujarlo.
—No dejaré que te sigan molestando —murmuró él—, te protegeré, sólo dime quién fue.
—No… De nada serviría, lo han hecho por años, no importa ya estoy acostumbrada, son fuertes…
—Lo que más detesto son actos cobardes como este, descubriré quienes fueron.
Jadi reaccionó y se separó casi de golpe.
—¡Bueno, como quieras! Pero nada de abrazos ¿ok?, ¡soy alérgica a ellos! Me voy a casa. Adiós.
Él se quedó algo confundido con su actitud.
***
Pasaron un par de días. Jadi ya casi no hablaba, a Eliot le pareció extraño verla tan callada y que ya no lo molestara. Sin embargo la vigilaba para ver si algún sospechoso se le acercaba.
Había olvidado llevar lápiz y el primer curso era de algebra. Nadie quería prestarle nada, y su único amigo no tenía otro como para darle. Terminó sentado en su escritorio, muy preocupado. Jadi se le acercó.
—¿Tienes saca puntas? —le preguntó.
Eliot reaccionó.
—Sí… ¿Lo quieres?
Se sorprendió mucho al verla partir su lápiz en dos y darle una parte, él lo recibió e intentó desatascar el nudo que se le había formado en la garganta de la impresión. Ella no cambió su semblante serio.
—Sácale punta para que lo uses, no tienes que dar las gracias, simplemente no me gusta ver a alguien preocupado.
—Gracias de todos modos —respondió él con una dulce sonrisa.
La chica volteó de golpe para que él no viera el rubor en su rostro, y se fue a su carpeta. No se había fijado antes en la bonita y atractiva sonrisa del castaño. Respiró hondo para aplacar sus acelerados latidos.
Una vez sonado el timbre de recreo todos salieron casi corriendo. Eliot se detuvo al ver que Jadi se quedó en el aula, para su sorpresa ella empezó a coger cartucheras, lapiceros, reglas, calculadoras y otras cosas que estaban en las carpetas de sus compañeros y a ponerlas en las carpetas y mochilas de otros, mezclándolo todo, en especial de los que no quisieron prestarle lápiz a él.
—Si te descubren te castigarán nuevamente…
Ella dio un ligero brinco del susto al escucharlo, pero se alivió al verlo.
—¡Pues tú no dirás nada! Vámonos.
Lo jaló del brazo y se fueron corriendo. A la siguiente clase todos los alumnos notaron que sus cosas estaban en las mochilas de otros, muchas cosas no se encontraron, todos terminaron perturbados preguntándose quién fue.
Pasaron varios días, la situación se estaba aligerando, era la festividad de aniversario del colegio. Ditmar se había dado cuenta de que en esos días Eliot no dejaba de mirar a Jadi, y esta vez, sus miradas ya no eran de puro odio como antes.
—Ejem… ¿Sabes? Como buen “pata” que soy, me veo obligado a darte un par de consejos.
—¿De qué hablas? —preguntó Eliot con algo de diversión.
—Olvídala hermano, esa chica es dura de roer, no se impresiona por nada.
—Pero…
—¡Escucha! Conozco historias de compañeros que la han invitado a salir. Ella usa la mejor ropa, incluso dicen que aún tiene ese toque de olor a nuevo, no habla mucho, responde con monosílabos, y por más que gastes dinerales en ella, no parece impresionarse.
—Ya, pero…
—¡Aún no acabo! Conozco otro pata que incluso le quiso regalar un duplicado de su tarjeta de crédito… bueno de su padre, ¡y aun así ella lo rechazó!... Dejándolo muy, muy triste.
Eliot arqueó una ceja.
—¿Y de casualidad no se llamaba Ditmar?
—Sí, ¡ES DECIR, NO!
El castaño soltó una carcajada.
—Me temo que ustedes han mal interpretado la situación, quizá ella no es de las que se impresionan con dinero.
Algo llamó su atención, quedó mirando fijamente. Ditmar al verlo absorto quiso saber. Eliot se había dado cuenta de que Gabriel andaba por ahí y Ditmar también lo vio. El rubio seguía como lo recordaba, con los característicos ojos azules.
—¿Eh? ¡Es él! —exclamó—. Está…diferente, como que perdió algo… Parece que alguien le robó la sonrisa… literalmente, ja.
—¿A qué te refieres?
—Que su cara no era tan de “tragedia” como ahora, antes por lo menos parecía que sonreía, también le gustaba armar pleitos, con Jadi a veces les hacían bromas a los chicos que sólo son hijos de empresarios no tan importantes, se ponían de acuerdo siempre, tú sabes, como…
—No, no sé —interrumpió Eliot, incómodo.
—Ah… Bueno, cambiando de tema… Tú vienes de colegio de puros hombres ¿no?… Y ¿no tenías amigas?
—Sí, una que otra pero….
Se acercaron dos chicas, ambas con el uniforme de animadora del colegio, se les veía muy bien con la camiseta ceñida al cuerpo y la corta falda.
—¡Hola chicos!
—Hola Katy, Ximena, ¿cómo les va? Este es Eliot, él nuevo.
—Hola.
—Ya lo conozco —dijo Ximena—. Es de nuestra aula —agregó sonriéndole ampliamente.
A lo lejos, una furiosa Jadi observaba tras un stand de comida.
—¿A quién espiamos esta vez? —preguntó María a su lado.
—¡Ssshh! —la calló.
Abrió la boca, ofendida. Esa chica se acomodaba el pelo detrás de la oreja. ¡¿Le tocó el hombro?! ¿Cómo se atrevía? ¡Y le estaba sonriendo! ¡Eliot le estaba sonriendo a esa coquetona loca!
María reaccionó al darse cuenta de que Jadi ya no estaba a su lado, quedó mirando a ver qué hacía. La rubia llegó a donde los chicos, Eliot reconoció su furia por sus mejillas levemente sonrosadas.
—El partido ya va a empezar, ¿no tienen que ir a brincar por ahí? —les preguntó de forma despectiva a las dos chicas.
—¡Es verdad! —dijo Katy sin notar el tono de voz de Jadi—. Vamos.
—Eliot, te veo luego —le murmuró Ximena—. Bueno… igual, siempre te veo de lejos…
Le ofreció otra amplia sonrisa y se despidió moviendo rápidamente los dedos de la mano. Ditmar las vio alejarse y sonrió.
—¡Uuuh! ¡Tienes una fan!
—¡No digas tonterías! —reclamó Jadi.
Eliot la miró. Le causaba gracia verla así, pero no creía que estuviera celosa. Fuese lo que fuese, la veía como una total y completa muñequita salvaje.
—… ¿No quieres ir y caminar por ahí? —se atrevió a preguntarle.
—¿Ah?... bueno yo…
Ditmar sonrió y los empujó.
—Bueno, ¿qué esperan? ¡Vayan! Relájense.
María salió de su escondite y se acercó.
—¿Qué planeas? —quiso saber.
—Nada, simplemente noté las cosas tensas, creo que necesitan hablar, aquí hay algo. —El pelinegro puso sus dedos en su mentón a modo de intelectual.
Eliot y Jadi iban caminando por los jardines. Jadi iba pensativa. No quería cruzarse con Gabriel, y a la vez sí quería. ¿Qué le pasaba? Necesitaba verlo, pero si eso ocurría, ¿qué podría decirle?
Eliot notó el conflicto en el que estaba ella.
—Es un bonito día, ¿no crees?
Jadi miraba a los costados a ver si no veía a Gabriel
—Sí —respondió.
—Jamás había estado en una festividad en donde hubiera tantas cosas…
—S…sí…
—Y en ocaciones como esta, ¿qué te gusta hacer?
Jadi miró al suelo.
—Nada… a veces no vengo… No sé por qué vine hoy.
—¡Bueno ya me cansé de esa actitud tuya! Es por ver a Gabriel ¿verdad? —El castaño no pudo evitar soltar su incomodidad.
—¿Qué? Qué te importa, no vuelvas a mencionarlo.
—Sé que quieres verlo, entonces ¿por qué no lo buscas ya y arreglan las cosas? ¿Por qué serás tan inmadura a veces? Vive tu vida, eres joven y bonita, no sé por qué te complicas amargándote por las puras.
Se fue luego de resoplar, ella se sorprendió al escuchar eso. ¿Por qué se molestaba en preocuparse por ella? ¡Era un tonto!
Al rato, Ditmar la vio sola.
—¿Qué pasó, y Eliot?
—¡Pues se fue!
—Vaya, qué extraño…
Jadi dio la vuelta para irse también.
—¡No me interesa, después de todo es muy insensible!
"Pues, mira quién habla…" —pensó él.
Durante la tarde, la gente se había conglomerado a escuchar el juego del bingo. Jadi iba caminando por el jardín y vio a Eliot nuevamente con la niña. Recordó cuando chocó contra él y cayeron. Sin poder evitarlo, otros recuerdos con él le vinieron a la mente.
—Hola “niñera” —murmuró al estar cerca.
—¡Otra vez la militar! —exclamó la niña.
—¡Ahora sí fue suficiente, enana! ¡Ven aquí!
Eliot intervino otra vez.
—¡Oye abusiva, ni te atrevas a tocarla!
Empezaron a perseguirse hasta que Jadi paró en seco, Eliot se detuvo con las justas para evitar hacerla caer y de pronto ella lo abrazó. Quedó pasmado. ¿Por qué lo abrazaba? En ese momento Jadi reaccionó, se separó y lo empujó.
—¡Oye!
—¡Ingenuo! ¡¿Te la creíste, verdad?! ¡JA, JA! —Dio media vuelta para irse, pues su rubor ya se hacía presente—. Eres un hombre muy, muy tonto.
Él quedó muy desconcertado. ¿Por qué se sentía así? ¿Qué le estaba pasando? Esa pequeña rubia salvaje jugaba a querer besarle, ¿y ahora esto? Todo por ese Gabriel. Quería saber qué había pasado entre ellos, ya que por eso ella actuaba así.
Al día siguiente Eliot fue al colegio algo desanimado y se encontró a Jadi.
—No entres a clase, hoy es el día más aburrido de todos, ven conmigo.
—¿Qué, estás chiflada? ¡JAMÁS me escaparía del colegio!
—Claro... olvidé que tú eras una niña buena.
—¡Claro que no! ¡Yo puedo ir a donde sea, cuando sea!
—Bien, entonces vamos.
Eliot quedó sorprendido. Qué más daba, lo tenía atrapado en cierto modo. Qué mala influencia era esa muñeca salvaje. Pasaron el día viendo algunas tiendas. A Jadi le gustaban especialmente las que vendían dulces, se dio cuenta de que le gustaban más los agridulces. También prefería la sección de juguetes, la molestó con que en su interior había una niña frustrada, y eso hizo que ella lo persiguiera por casi todo el centro comercial.
También aprovechó y la llevó a lugares que él conocía. Por primera vez, pasaban horas sin pelear de forma seria.
—¿Y tus papás no se molestarán si te ven por aquí? —preguntó.
—Bueno, no están, y si los ves me los saludas.
Se sorprendió un poco pero lo olvidó pronto. Ambos la pasaron muy bien, Jadi sonreía levemente, hacía mucho que no pasaba.
—Qué increíble forma que tienen los plebeyos de divertirse, ¡y sin gastar mucho! —exclamaba ella, emocionada.
Eliot se sintió indignado.
—… A veces sabes cómo arruinarlo todo. —Empezó a llover—. Rayos, empezó a llover —murmuró.
—¡Ay! Calla, cómo molestas… Pareces niña.
—Por tu culpa estoy mojándome. ¡Y deja de decirme niña!
—Pudiste decir que NO en primer lugar, y en segundo, SÍ, ¡eres una niña!
—¿Cómo rayos acepté venir contigo?
—¡Deja de quejarte! ¡Por eso caes mal, niña!
—¡Ya basta! ¡Yo también te detesto porque no dejas de molestar! ¡Ahora mismo te callaré!
La jaló y sin pensarlo dos veces, cubrió sus labios con los suyos. Ella se sorprendió mucho, quedó pasmada, jamás le había pasado eso. Se paralizó por un momento, pensó en apartarse y darle su merecido, pero sin darse cuenta ya se estaba dejando besar, sentía su corazón latiendo a mil. Estaba en una lucha interna, quería seguir, pero por otro lado, su orgullo le decía que se vería como chica fácil si seguía.
Se separó casi de golpe, muy nerviosa, y quedaron mirándose sorprendidos. El rubor en sus mejillas era evidente, así que lo único que se le ocurrió fue irse corriendo.
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