24: Reaparición

Jadi bebió más yogurt y suspiró.

—Dime —dijo Eliot, espantándola.

—¡AAAH! ¡Oye! ¿A qué hora entraste?

—Hace un rato —respondió asustado también—. ¿Qué pasó? ¿Te pusiste celosa sólo porque andaba con Paola?

—CLARO QUE NO.

—¿Sí, no? Normal que de aquí esté con alguien…

—¿Eh?

—En la parte de letras hay chicas bonitas y amables —contó esperando a ver qué decía ella.

—¡Claro que no! ¡Son feas!... ¡Pero si quieres puedes estar con una fea! ¡No me importa!

Él estalló en risa y ella se quedó frustrada. Sus reacciones eran tan contradictorias.

—En serio —murmuró la rubia casi en susurro—, ¿te ha gustado alguna?

—No te dejaré sola si es que llego a estar con otra chica, ¿bien? ¿Cuándo se te meterá eso en la cabecita? —Le dio una palmada en la frente.

—Tonto —le reprochó.

Si tan solo el castaño supiera que ella no quería que estuviera de novio con nadie. Quizá eso era pedir mucho, pero la pequeña chica sabía bien que eso era lo que quería.

Escucharon que Ditmar y María seguían peleando, cambiaron de expresión.

—¿Qué podemos hacer? —preguntó Eliot, preocupado.

—No sé, ¡son unos tontos!

—Bueno… Tendrán que seguir discutiendo en la otra dimensión.

—Oh…

Salieron de la cocina, Eliot abrió el portal.

—Ya oigan —les avisó—, allá la siguen. Vamos.

Cruzaron de mala gana el portal y llegaron a la otra dimensión. Un dragón llegó volando y rugiendo feliz. María chilló espantada.

—¡Káiser! —lo llamó Jadi, feliz también.

—¡Uch! Aún no me acostumbro a que ese animal aparezca así de repente de los aires —renegó su amiga.

—Vamos, es por aquí —los guió Eliot.

—¡Hola! —habló una voz femenina desconocida.

Todos se dieron la vuelta para verla. Frente a ellos había uno de los seres humanoides blancos, era una chica de cabello largo plateado hasta la cintura, amarrado en una cola alta. Un solo vestido hasta los muslos y botas blancas hasta la rodilla

—Hasta que al fin me topo con ustedes, soy Mithril.

Mitra-¿qué? —exclamó Jadi, confundida.

—Pertenezco a la aldea del este, ¡desde hace mucho que quiero conseguir ayuda para encontrar esas piezas que sirven para destruir a Nira! Estoy harta de que ande libre por nuestro mundo. ¡Tú! —Señaló a Eliot—. ¡Tú vienes conmigo!

—¿Qué? Pero… —Lo tomó del brazo, se envolvió en una esfera de luz y se lo llevó veloz, bajo la mirada atónita de todos.

—¡Oye! ¡¿CÓMO TE ATREVES?! —gruñó Jadi.

—Se lo llevó —murmuró Ditmar, perplejo.

Jadi subió al dragón.

—¡¿VIENEN O NO?!

Sus amigos subieron asustados, el dragón alzó vuelo y fue tras la misteriosa chica.

***

—¿A dónde me llevas? —quiso saber Eliot.

—Tú puedes sentir en dónde están las piezas, quédate conmigo y ayúdame a encontrarlas.

—No puedo hacer eso, tengo que volver a mi mundo…

—Sé dónde está Nira, juntos podemos derrotarla.

—¿Qué?

***

—¡RAYOS! ¡LOS PERDI DE VISTA! —Jadi echaba humo.

—Jadi está muy alterada otra vez —susurró María.

—¡¿COMO SE ATREVE A LLEVARSELO ASI COMO ASI, QUÉ SE A CREIDOOO?! ¡KAISER! ¡SIGUE SU AROMA! —El dragón la miró serio y ofendido—. ¿Puedes?

—Él no es un perro, Jadi —le recordó Ditmar.

—¡ELIOT! —lo llamó desesperada—. ¡Uch! ¡Vamos káiser!

Siguió volando a toda velocidad. Vieron que se aproximaban a lo lejos unos espíritus largos negros. Los espíritus los empezaron a atacar, káiser hacía maniobras en el aire para esquivarlos y todos gritaban horrorizados, aferrándose lo más fuerte posible para no caer.

—¡ATERRIZAAAA!

El animal aterrizó con dificultad. Bajaron y se lanzaron a atacar a los espíritus. Mientras tanto Mithril y Eliot habían llegado a la entrada de una cueva.

—¿Segura que aquí está?

—¡Claro que sí, yo la vi! —exclamó la chica.

—Tengo que irme, tengo que estar con ellos…

—¿Qué? ¡No te harán falta! ¡De ahora en adelante estás conmigo!

—¿Qué hablas? —le reclamó molesto.

—¡Tengo visitas! —Apareció Nira.

Los atacó de frente con sus tentáculos, Eliot levantó una pared de tierra evitando el ataque.

—¡Corre! —Jaló a Mitril de la mano y corrieron—. ¡¿Estás loca?! —le reclamaba—. ¡No podemos solos!

Sin embargo la chica no le prestaba atención, su mente estaba en el hecho de que aquel muchacho castaño de otro mundo le había tomado la mano.

—¡¿A dónde van?! —gritó Nira.

Lanzó más de sus tentáculos y alcanzó darles un golpe, haciéndolos caer.

Jadi y los demás se abrían paso entre los espíritus.

—¡MALDITOS BICHOS! —gruñía la rubia.

Uno de ellos logró atacar a María y la hirió, Ditmar se asustó y se enfadó mucho.

—¡Eso no te lo perdonaré! —amenazó.

La tierra empezó a temblar y del subsuelo empezó a salir enormes cantidades de agua, que pronto formaron un gran remolino.

—¡DESAPAREZCAN, PLAGAS!

Lanzó el agua contra todos los espíritus y estos desaparecieron, algunos huyeron.

—Lo hubieras hecho desde un principio —le riñó Jadi mientras rodaba los ojos.

El ojiazul se sintió sumamente débil después de eso, giró y se acercó a su novia.

—¿Estás bien?

—Sí creo, sólo es superficial —respondió ella.

Le acarició el cabello.

—Quédense —dijo Jadi, incómoda—, yo seguiré.

—No —la detuvo su amiga—, tenemos que seguir juntos. Káiser nos puede llevar.

Subieron nuevamente al dragón y emprendieron el vuelo.

Eliot no lograba detener con eficiencia los ataques de Nira, trataba de atacarla pero se había vuelto más rápida. Un tentáculo logró herir a Mithril y Eliot corrió a verla.

—¿Te hirió mucho?

—¡Maldita bruja! ¡Ya verá! —renegó ella.

Intentó ponerse de pie pero le costó, Eliot la ayudó.

—No son competencia digna —renegó Nira—. ¡Esto no es divertido! ¡¿Dónde están los demás?! ¡Quiero acabar con la chica primero!

—¡No la tocarás! —amenazó Eliot—. ¡Ya te dije que yo mismo vendré a destruirte si te atreves!

La tierra empezó a temblar con violencia, se elevaron grandes trozos de esta y los lanzó contra Nira, pero la escurridiza mujer desapareció.

—¡Te arrepentirás! —fue lo último que dijo.

Eliot escuchó a lo lejos los llamados de sus amigos.

—Jadi…

—¡No! —lo detuvo Mitril—. ¡No permitiré que te vayas!

—¡Debes irte a tu aldea, estás herida!

—Volverás, ¿verdad?

—Siempre lo hago, tengo que acabar con Nira.

Los chicos llegaron y bajaron del dragón.

—¡TÚ! ¡¿CÓMO TE ATREVES?! —gritó Jadi hecha una furia.

—Bien. ¡Me voy! —aceptó la chica blanca al sentirse amenazada—. Y recuerda, Eliot. ¡Desde hoy ERES MI PROMETIDO!

—¡¿Qué?! —exclamaron todos.

Mithril se fue en su esfera de luz. Jadi quedó furiosa y Eliot quedó con la boca abierta.

—¡ATREVIDA! —chilló la rubia.

Hervía en rabia, Eliot se fijó en que María y Ditmar parecían ya haber hecho las paces, se dio cuenta también de que María estaba herida.

—¡¿Por qué no le dijiste nada?! —le reclamó Jadi—. ¡¿Cómo se atreve a llamarte prometido?! ¡Está loca!

—Apenas tendrá unos quince o dieciséis años, déjala —le contestó sin darle más importancia.

—¡Ni así tenga tres años!

—¡No es momento para tus celos, María está herida!

Jadi se sorprendió, guardando silencio. Eliot abrió un portal y volvieron a su casa. Recostaron a María en el sofá, y Eliot le empezó a curar con su luz blanca.

La pequeña rubia se cruzó de brazos a observar. ¿Acaso su castaño se había enojado con ella? ¿Acaso Mithril sí le importaba? Se sentó en el sillón, muy enojada y apenada a la vez. María se dio cuenta.

—Creo que ya estás —anunció Eliot.

—Sí, ¡gracias!

Se puso de pie, Ditmar corrió y la abrazó. Jadi y Eliot se sobresaltaron un poco.

—Perdóname —le dijo—, detesto estar enojado contigo.

—No, tú perdóname a mí —respondió ella.

—Al fin —exclamaron sus amigos, alzando los brazos.

—¿Estamos bien entonces?

—Claro que sí.

—Te quiero mucho…

—Yo también… Y no te preocupes, yo sólo tengo ojos para ti.

Bajó la mano y tocó al pelinegro por atrás.

—¡OYE! —se estremeció él. Los otros quedaron con la boca abierta, Ditmar se apartó—. No cambiarás —dijo entre risas.

—Ups —dijo ella.

***

Gabriel se encontraba recostado en su cama, mirando al techo. Había vuelto a la ciudad para dejar en claro las cosas con Jadi, sin embargo su mirada había cambiado, ahora era dulce. Cuando la conoció era fría, apenas confiaba en la gente. Eliot la había ayudado, le había cambiado el caracter. Si él no se hubiera ido, habría sido quien curara su corazón y ella le hubiera curado a él. El castaño tenía razón, estaba vacío.

Salió de su habitación, de camino pasó por la oficina de su papá. Retrocedió y se asomó por la puerta.

—Ya vengo, papá…

—Ajá… —contestó el hombre a medias mientras leía algo.

—Para lo que le importa —murmuró Gabriel.

Salió de su casa y partió en su auto.

***

Era hora de salida en el centro preuniversitario.

—Este fin de semana es el examen —decía Eliot.

—Ojalá podamos —dijo Ditmar, nervioso.

—¡Hay que ser positivos! —les animó María—. ¡Sí se puede!

—Sólo hay que recordar que vamos contra más de tres mil postulantes.

—¡Cállateee!

—Ustedes deberían postular —les dijo Eliot a las chicas.

—Pero yo no me siento preparada aún, además quiero ingresar junto con mi amiga —respondió María.

—Gracias —se alegró Jadi.

Gabriel apareció de repente en su auto y se estacionó en la calle de enfrente. Bajó y miró a Jadi, con un gesto le hizo entender que quería que lo siguiera y se fue hacía el parque. Jadi se quedó dudando, se dio cuenta de que Ditmar ya estaba enojado, se armó de valor y miró a Eliot esperando también una mirada enfadada, pero no la halló.

—¿Qué esperas? —dijo él—. Ve.

—S-sí. —Se alejó. Sabía que al castaño no le agradaban las actitudes de Gabriel, y por eso se preocupaba.

Eliot miró a otro lado.

—Oye —murmuró Ditmar.

—Estoy bien —le respondió.

—Si quieres voy a espiarlos —sugirió María.

—No… Mejor voy yo, por si quiere hacerle algo.

—Pero… —lo quiso detener su amigo.

—¡Estaré bien!

—Ok —dijo asustado.

Jadi le dio alcance a Gabriel, Eliot se escondió tras un árbol. El rubio se acercó a ella y la abrazó, tomándola por sorpresa.

—Me siento vacío —murmuró—. No me vas a abandonar, ¿verdad?

—Claro que no lo haré, ya te lo he dicho —aseguró ella sin poder creerlo aún.

—Entiendes que tengo conflictos interiores y no podemos estar juntos por ahora...

—Sí.

—Tú aún me perteneces, eso no va a cambiar.

—Lo sé, aún te sigo esperando…

El rubio suspiro, se inclinó y la besó. Eliot frunció el ceño y volteó, apoyando la espalda en el árbol. La pequeña chica se sintió nerviosa, hacía mucho que no sentía un beso, pero ese estaba lleno de tristeza y soledad, aunque también había cariño. Sólo se quedó posando amablemente sus labios sobre los de ella.

El castaño tragó saliva con dificultad. De Gabriel sí se dejaba abrazar sin rabiar, a él sí le decía palabras de amor con facilidad, sin dudar. Claro, no debía ni cuestionárselo, a él sí lo quería, y no iba a dejar de hacerlo.

—Cuando acabe lo de la dimensión esa… Te llevaré conmigo.

—Pero… —Jadi dudó. ¿Por qué pensaba en Eliot de repente?

—¿Qué?

—Es que… tengo a mis amigos.

—Es por él, ¿verdad? —quiso saber, ahora molesto.

—¿Ah?

—¡Es por él! ¿Acaso él es más importante que yo?

Se escuchaba el ruido de la electricidad aumentando en los cables de alta tensión.

—Gabriel… Me estás asustando —se quejó ella en voz baja.

Eliot salió muy enojado también.

—Ya relájate, ¡¿quieres?! —le riñó.

—¡¿Qué haces aquí?!

—¡Tú eres importante para ella! Cuántas veces te lo va a tener que decir, ¡idiota!

Jadi abrió mucho los ojos, Gabriel la miró con más enfado.

—Aún no me contestas, ¡¿él es más importante?!

El ruido en los cables aumentaba.

—Yo… yo…

—¡¿Cómo quieres que conteste?! —le volvió a reñir el castaño—. Le das miedo, ¡aprende a tratar a las personas!

—¡Está bien! ¡Piénsalo! Me voy, y no olvides que me perteneces —le advirtió a la asustada chica.

El ruido de la electricidad empezó a bajar. María y Ditmar vieron al rubio salir e irse en su auto, luego salió Eliot enfadado y se fue a una tienda cercana para no tener que hablar con nadie, su amigo lo siguió. Jadi llegó al rato.

—¿Qué fue lo que pasó? —le preguntó su amiga.

—Pues… Lo que tú hacías con los chicos en el colegio —respondió ella de mala gana.

—¡¿Qué?! ¡¿Cómo haces eso en público y frente a Eliot?!

—ESPERA ¡¿TÚ QUÉ HACÍAS?!

—Na… Nadaaaa, ¡mal pensada! —se excusó la chica, nerviosa.

Jadi recordó lo que había pasado. María sabía que su amiga estaba en un dilema.

—¿Y qué piensas hacer? —le preguntó—. Sabes dónde vive Gabriel, puedes ir con él, aunque también deberías hablar con Eliot, justo de eso quería hablarte…

Eliot y Ditmar salían de la tienda con helados.

—Anímate —le decía el chico—, estoy segurísimo de que un día se le pasará la tontería y dejará a Jadi sólo para ti, además tú acumulas más puntos a tu favor con ella que él.

—No digas eso, ya dije que no hay nada entre nosotros —insisitó Eliot.

Escucharon a María riñendo a Jadi.

—¡¿Y?! ¿A quién elijes? Tienes que escoger a uno, anda, dilo —le exigía.

—¡No sé! ¡No sé!... Yo… Quiero seguir viendo a los dos.

—¿Ah? ¿Quieres quedarte con los dos?… Bueno… Podrías hacer eso —dijo en tono pícaro—. Cómo escuché una vez: “¿por qué hacer feliz a uno, si puedes hacer felices a los dos?”, claro que si se enteran…

Eliot se acercó y le estampó el helado en la cabeza a Jadi.

—¡Adiós! —Se fue furioso.

Ditmar empezó a reír.

—Bueno —dijo María—. Te pasaría algo así, por “hombreriega

—¡Qué frío! —se estremeció Jadi.

***

Eliot llegó a su casa, entró a su habitación, estaba muy molesto y triste. Se acostó en su cama y su papá se asomó.

—¿Qué ocurre? —quiso saber.

—Nada. —Se volteó de costado dándole la espalda.

—No sé qué ocurre… Pero a veces cuando las personas están presionadas hablan o hacen tonteras, esas cosas pasan, sólo el tiempo dirá cómo se van solucionando las cosas.

Eliot lo miró, giró y quedó mirando al techo.

—Sí… Supongo.

Le dolía que la hubiera besado otra vez, pero no podía reclamar, ya que a las finales ella en verdad quería a Gabriel. Aunque era una tonta en decir que quería seguir viéndolo. ¿Qué le pasaba por la cabeza? No creía poder seguir viéndola cuando estuviera de novia con ese altanero. Ya debía olvidarse de ella.

Tocaron la puerta, su padre bajó y fue a abrir. Eran Jadi, Ditmar y María. Saludaron y pasaron. Dejó que la rubia subiera a ver a Eliot en silencio.

—Llevan enojados desde hace días creo —le contaba Ditmar al señor—, o a ver… um, desde que Mithril nombró a Eliot su prometido. —Rió.

—Um, ya veo —dijo el papá con diversión.

—No, desde que Paola engañó a Jadi de que estaba con Eliot —interpuso María.

—Como sea, desde entonces sólo han pasado cosas que los han hecho enojarse entre sí ¡JA!

—Qué complicados —murmuró el señor.

—Creo que mejor nos vamos —sugirió el chico.

***

Jadi entró a la habitación de Eliot.

—No tienes nada que decir, ahora váyanse, tengo que estudiar —le dijo él de forma cortante.

—¡Uch! ¡De todos modos tú empezaste estando con otras chicas y dejando que esa tonta te nombrara como su prometido!

Eliot le lanzó una mirada fulminante y Jadi se asustó, quedó en silencio.

—No quiero hablar de nada ahora, ¿sí?

—¿Estás… molesto por algo? —le preguntó con nervios.

—No, no lo estoy, ¡estoy bien!

Al verlo tan extrañamente enojado, se sentó a su lado, acompañándolo en su silencio. Lo miraba, miraba sus labios intentado recordar cómo se sentían, pero ya no podía, sólo recordaba el beso de Gabriel.

Cada uno había sido diferente, especial. Eran los únicos que la habían besado después de todo. Pensó en que quizá Jesica recordaba mejor los labios del castaño. Sacudió la cabeza ante eso, qué horrible pensamiento.

Eliot se dio cuenta de que ella tenía su vista fija en él, la miró también pero la chica volteó enseguida a mirar a otro lado. Nuevamente sus actitudes raras. Se puso de pie y fue a su escritorio a tratar de estudiar. Jadi seguía sentada en su cama, mirándolo algo triste.

—Perdón —murmuró—, quizá me porto algo inmadura a veces… No sé qué hacer… Debes tratar de entender…

—Jadi, ya te dije que no tienes nada que decirme ni explicarme, yo fui el que quiso mirar por si se quería pasar de vivo.

Ella se sorprendió un poco. Algo iba mal. ¿Por qué no se sentía tan feliz como debería? Si Gabriel le dijo todo eso y la besó, siempre había querido algo así. ¿Cómo haría al final? Lo que le dijo a María era cierto. Se recostó en la cama.

Eliot trataba de estudiar pero casi no podía por estar pensando en lo que había pasado, volteó a ver a Jadi y se dio cuenta de que se había quedado dormida. Suspiró, se acercó y la cubrió con su manta. Acarició su rostro, pensando en que así dormida parecía una dulce muñeca.

—Sé que sólo me quieres como amigo —susurró—, pero aunque esté enojado contigo siempre estaré a tu lado.

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