20: Un nuevo amigo
Jadi vio cómo la luz del sol ya se anunciaba a lo lejos. Serían quizá cerca de las cinco de la mañana. ¿Dónde estaría Eliot? ¿Su mamá estaría preocupada? ¿Qué líos se habrían armado por su culpa?
Recordó cuando Eliot exclamó diciéndole que hiciera lo que quesiera y sintió una punzada de tristeza en el pecho. Él no vendría, estaría muy ocupado con la tal Jesica.
***
Eliot gritó al ser lanzado lejos por un insecto.
Se arrastró un buen tramo sobre la tierra. Se puso de pie, adolorido y lleno de cólera. Empezó a elevar trozos de tierra y a lazarlos contra los insectos. Ya se estaba empezando a sentir muy cansado pues había luchado contra los bichos casi toda la noche mientras se abría paso por la vegetación, intentando llegar a los nidos de los dragones.
Más insectos empezaron a salir de entre las plantas.
—¡DEJEN DE ESTORBAR!
Empezó un fuerte terremoto, la tierra se hacía hondas y se abrieron grietas. Los insectos caían, otros huían.
Jadi sintió un leve temblor en donde estaba, el sol apareció en el horizonte.
—Eliot… —susurró. Se puso de pie—. ¡ELIOT!
El dragón llegó rugiendo furioso y le lanzó una llamarada de fuego, haciéndola gritar del susto.
Ella le regresó el fuego al dragón, el cual rugió más furioso. Eliot logró escuchar su grito a la distancia y empezó a correr en esa dirección. El dragón se quedó mirando a Jadi, sus ojos eran rojos, sus escamas verdes, muy oscuras. Abrió la boca, listo para volver a lanzar fuego.
—¡QUE NI SE TE OCURRA, ANIMAL HORRIBLE! —le amenazó.
Le lanzó fuego al dragón, este rugió y se fue enfurecido. Jadi vio cómo se alejaba, una vez que estaba bien lejos empezó a ver cómo salir de ahí. Salió del nido y se dio cuenta de que estaba en la cima de una montaña enorme de barro. Empezó a bajar por la ladera, resbalándose de vez en cuando, estando cerca del suelo se resbaló nuevamente y llegó.
—Au… —se quejó. Miró a su alrededor. ¿Ahora a donde tendría que ir? ¿Dónde estarán sus amigos? ¿Ese temblor habría sido causado por Eliot?
Empezó a correr, un gusano enorme salió de golpe de la tierra y la empezó a perseguir.
—¡AAAH! ¡ALEJATE! —chilló mientras corría como loca.
Corría y corría, trataba de lanzarle fuego pero era inútil, tropezó y rodó. Giró el rostro horrorizada hacia su perseguidor, temiendo lo peor, pero el dragón que la había capturado llegó sorpresivamente y aterrizó entre ella y el gusano.
Jadi corrió a esconderse entre las plantas. ¿Habría venido a comerla? No se dejaría tan fácil, apenas se descuidase el animal, lo atacaría.
El dragón quemó al gusano y este huyó bajo tierra. Jadi salió lista para atacarlo pero el dragón sólo se quedó mirándola, ella no bajaba la guardia, entonces el animal bajó la cabeza en una especie de reverencia haciendo que ella se sorprendiera.
***
—¿Halo? —respondió María a su celular.
—¿Sabes si han vuelto? —quiso saber Ditmar.
—No.
—Ya van a ser las siete, ¿qué tal si su mamá llama? Estaremos en líos.
—Lo sé —respondió angustiada—, pero eso es lo menos importante, ojalá que estén bien.
—Bueno… Nos vemos en clases, o mejor… Paso por ti.
—Ok.
Ditmar empezó a tratar de llamar a Eliot pero su celular aún aparecía fuera de servicio. Aún estaba allá, si tan solo lo hubiera esperado y no hubiera sido tan terco, le habría ayudado.
Pasaba por un hotel y vio un Mazda rojo último modelo estacionado. Era igual al de Gabriel, no había olvidado al auto, claro. No pudo evitar preguntarse si sería él ahí en ese lugar.
***
Eliot abrió los ojos y se sobresaltó. Se puso de pie. Se había desmallado por el cansancio. Rogó que no fuera tarde para Jadi, otra vez no se perdonaba su descuido, empezó a correr. A lo lejos veía una montaña de barro inmensa, vio su mapa y se dio cuenta de que era el nido de los dragones.
—¿Qué dice aquí?… —Se detuvo unos segundos e intentó leer—. Um, “vigilada por los guardianes del subsuelo”. ¡¿Qué rayos?!
La tierra tembló y varios gusanos inmensos salieron y empezaron a atacarlo. Eliot los atacaba con la tierra pero era casi inútil, ya que ellos vivían bajo ella y ataques con esta no les hacía daño. Si volvía a producir un terremoto no sabía si resistiría sin desmallarse otra vez, aún no era tan fuerte para manejar su poder y maldecía por eso. Además los bichos volverían a salir sin problemas, la tierra era su hogar después de todo.
Un gusano salió de la tierra frente a él y se lanzó a comérselo, pero una ráfaga de fuego hizo que el gusano retrocediera y se metiera nuevamente a la tierra. Las ráfagas de fuego empezaron a hacer que todos los gusanos volvieran al subsuelo. Eliot se quedó sorprendido, el dragón aterrizó y Jadi bajó de su lomo.
—¿Ja… Jadi? —murmuró perplejo.
La rubia sonrió y corrió hacia él.
—¡Eliot! ¡Viniste por mí! —exclamó feliz.
Lo abrazó fuerte y la apretó contra sí con mucho alivio, pero enseguida ella lo soltó algo avergonzada y ruborizada. Eliot la miró con dulzura.
—Qué bueno que estás bien —le dijo.
Sonrió.
—No vas a creerlo —empezó a contar con cierta emoción—. ¡El animal piensa que soy su diosa o algo así! Sólo porque también lanzo fuego. —Rió un poco.
—Ah… Así que ahora eres la dama de los dragones, ¿ya ves? Sólo una salvaje dominaría a otro salvaje. —Rió.
Ella detuvo su risa de golpe.
—Muy gracioso, Alexander.
Él sintió nuevamente la leve presencia de la pieza. Al dirigir su vista en la dirección, se encontró con la cabeza del dragón muy cerca de él, lo miraba con curiosidad.
—Jadi… Me temo que tu mascota es portadora de una pieza —le advirtió.
—¿Qué?… No. ¡No! Eso significa que… ¿Lo matarás?
—¿Ah? —Se preocupó, era verdad, tendría que matarlo.
—No, por favor —le pidió su pequeña rubia.
El dragón los miró triste. El castaño paseó su vista por ambos y negó sonriente.
—No te preocupes, no lo haré… Debe haber otra forma.
—¡Bien! —exclamó Jadi de un brinco que el dragón imitó.
La chica fue a abrazar al dragón. Eliot los miró algo asustado, Jadi lo notó y le sonrió.
—Bien, vámonos, tenemos que ir a la pre’.
—Es verdad… No quiero —renegó ella.
—Ni yo, pero no nos queda de otra. Anda vamos, apenas te des cuenta ya estaremos saliendo.
—¡Chau, káiser! —se despidió ella del animal.
Eliot arqueó una ceja.
—¿Káiser?
—Debe tener un nombre, ¿o no?
Él no pudo evitar reír con eso.
***
Ditmar y María estaban preocupados esperando en la puerta, hasta que sonó el timbre de entrada y tuvieron que ir a su aula. Después de un momento llegaron Eliot y Jadi. A la salida sus amigos se enteraron de lo sucedido. Ditmar empezó a reír.
—¡Ya veo! —dijo entre risas—. Sólo Jadi podría dominar a un animal salvaje. —Rió más—. ¡Creo que hasta los leones le tendrían miedo!
—Lo mismo dije yo —le contó Eliot.
—¡¿QUÉ DICEN?! —les riñó ella.
—Eliot se alocaba —comentó María—, no esperó a Ditmar, se fue solito por ti.
El castaño se ruborizó un poco.
—¿Qué hablan? Tenía que hacerlo —se excusó.
—Perdón por preocuparlos —murmuró Jadi, arrepentida.
—No es nada.
***
Eliot despertó con mucho ánimo. Ese sería un buen día, o algo así, quizá estaba muy positivo. Se duchó, alistó, y bajó rápido a tomar desayuno.
—Te veo más animado que de costumbre —dijo su padre mientras dejaba su taza en la mesa—. ¿Hoy le dices? ¿O ya te dijo que sí?
Eliot se ruborizó y tensó los labios.
—Papá, no…
—Oye hijo —murmuró su madre—, no sé por qué pienso que ocultas algo…
—Ah…—Se puso nervioso—. ¿A qué te refieres?
—Hay días en los que llegas normal, y otros, en los que no apareces hasta la noche… Y traes polvo a la casa.
—Déjalo —intervino su papá—, él ya es un hombre, ya puede cuidarse solo, ¿sí o no?
—No te preocupes, mamá. Estoy bien, no hago nada malo si eso piensas —le explicó.
—Lo sé, lo sé, creo que exagero —admitió ella.
—De eso también le heredaste un poco —dijo su papá—, ¿recuerdas la historia loca de que te habías ido a otra dimensión?
—¡¿QUE?! Dime qué fue lo que te dije —quiso saber con urgencia.
—Bueno, te nos perdiste en el parque y apareciste en la noche, nos contaste una rara historia.
Eliot estaba ansioso.
—¿Cuál?
—Aaah. —Se devanó lo sesos el padre—. No recuerdo muy bien, dijiste que habías estado en otra dimensión, que habías encontrado a un niño blanco medio brillante que se había perdido y tú lo ayudaste a volver, y que unos seres blancos altos te dieron las gracias. Que uno de ellos armó una esfera de luz y esta se introdujo en ti.
Eliot tuvo leves recuerdos de lo que le contó su papá, entonces se dio cuenta del porqué Amir se le había hecho conocido. Él le había dado la luz blanca, ese era su origen. Se sintió feliz de haber despejado esa duda.
—Apenas tenías cuatro años… Pero ¿por qué te interesa así de repente?
—No, por nada. Es una interesante historia, ya me voy cuídense.
Se fue corriendo, había salido más temprano que de costumbre. Iba pensando. Así que ya había estado en aquel lugar antes, eso era interesante. ¿Cómo habría obtenido la luz blanca, Gabriel? Se dio cuenta de que ya llevaba tiempo que no sabía nada del rubio altanero, quizá Jadi sí. ¿La habría llamado?
Recordó que no le había comprado nada a la chica y echó a correr en dirección opuesta. Luego de comprar se le hizo un poco tarde para clases.
Entró corriendo y en pasillo chocó contra Jesica, cayendo en su encima.
—Au… —se quejó ella.
—¡Perdón! ¡Perdón! No me fijé. —Trató de levantarse.
—Oh no —lo detuvo del cuello de su camiseta—, está bien así…
Lo empezó a acercar y él no pudo reaccionar, de pronto alguien lo jaló del brazo haciendo que se pusiera de pie enseguida.
—¡¿Ah sí?! —Era Jadi—. No te aproveches, ¡¿ok?! Hay profesores cerca.
—Ja, tranquila —la calmó Jesica mientras se ponía de pie—. No iba a hacer nada, ni que ya no lo hubiera besado antes.
Le mandó un beso volado al castaño y se fue, Jadi echaba humo.
—Jadi…
—Llegando tarde como siempre —le regañó—. ¡Entra al aula de una vez!
Los alumnos empezaron a entrar al aula. Eliot detuvo a Jadi antes de que entrara, la llevó para un lado y la abrazó fuerte. Nuevamente sus acciones descontrolaban a la rubia, se ruborizó mucho por eso.
—Feliz cumpleaños —le susurró.
—¿Eh? —Se separó avergonzada—. Gracias, pero ¿cómo te enteraste?
—Está en el anuario del colegio. —Se encogió de hombros.
—Eres el primero en saludarme… Bueno, después de mis padres, claro.
Eliot sonrió.
—¡Ah! Toma…
Le dio su regalo, una caja mediana y casi plana. Jadi se sorprendió.
—No era necesario.
—Claro que sí.
—Gracias, ¿qué es?
—No te diré —le dijo con una sonrisa—, pero ábrelo mejor cuando estés en tu casa… Porque aquí te lo vayan a quitar. —Le guiñó un ojo.
Ella le sonrió algo ruborizada aún y entraron al aula, María y Ditmar vieron el regalo. Su amiga pensó mal de forma inmediata, hasta que recordó un pequeño detalle. Era el cumpleaños de Jadi. Se sobresaltó y enseguida le dijo a Ditmar al oído. Él también se asustó, ninguno se había acordado. Se pusieron de pie y fueron a abrazar a Jadi.
—¡Feliz cumple, amiga!
—¡Hoy hay pastel! —anunció Ditmar.
—No dejas de pensar en comer.
El profesor llegó y todos corrieron a sentarse. A la hora de receso, Jesica fue al aula y le hizo la conversación a Eliot y a Ditmar, sobre qué harían al día siguiente, mientras Jadi y María salieron.
—¡Uch! —renegaba Jadi—. Si la hubieras visto en la mañana, cómo empezó a jalar a Eliot hacia ella, ¡del cuello de su camiseta!
—Relájate, no te amargues, que hoy es tu cumpleaños. Además él tiene derecho a estar con alguien, yo te lo advertí. Aunque no me parece raro que tengas problemas con la novia de él, después de todo, él es tu “agarre”.
—¡¿Qué hablas?! —exclamó indignada.
—¡Mira quién está aquí! —dijo una voz.
Las chicas voltearon y se encontraron con Rodríguez y Ramírez.
—¿Nos has extrañado, muñeca? —preguntó el otro.
—¡Mariposones! —se burló ella—. ¡¿Aquí?! ¡No puede ser! ¡Y creí que ya me había librado de ustedes!
—No te librarás de nosotros, Gabriel nos dijo que nos divirtiéramos contigo cada vez que queramos.
—Gabriel —reaccionó ella al oír su nombre—. ¿Lo han visto últimamente?
El rubio no la había llamado ni nada por el estilo, eso la hizo pensar que de seguro no se acordaba y no le importaba. Ramírez rió.
—¡Si él ni siquiera se acuerda de ti!
—Sale con muchas chicas, unas mujeres despampanantes, ¿sí o no? —dijo el otro.
—Oh sí, arma sus salidas especialmente a partir de esta noche hasta el día siguiente, después de todo, hoy es trece de febrero.
Jadi se sintió triste.
—¡No les creo! Ustedes sólo quieren molestarme.
—¡Son unos cobardes completos! —intervino María.
—¡A ver, a ver! ¡No abuses de tus palabras, niña! —le llamó la atención uno.
—¿Les molesta? —interpuso Jadi—. Como dicen por ahí, LA VERDAD DUELE.
—¡Calla!
La puso contra la pared y los alumnos se sorprendieron.
—¡¿Oye, qué te pasa?! —exclamó María, intentando defender a su amiga. Rodríguez la detuvo—. ¡Suéltame, engendro!
Mientras estaban forcejeando, golpearon un panel de madera que estaba contra la pared, y este cayó sobre Jadi y Ramírez, los alumnos se alborotaron.
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