19: Al rescate
María se encontraba reprochando a Jadi.
—¿Por qué no estás con Eliot? —preguntaba—. Mira, el colegio terminó, Gabriel no se manifiesta. Creo que ahora eres oficialmente libre, ¿no?
—¡Deja de decir tonterías!
—¡Vamos! Inténtalo, ¡sé que te gusta! Díselo y verás que de repente a él también le gustas.
Se empeñaba en negarlo, y se lo repetía mil y un veces, nunca admitiría su gusto por el castaño. En realidad no tenía nada que admitir porque ese gusto no existía.
Sin embargo estuvo pensando en lo que le dijo su amiga durante todas las horas de clase, hasta que en la salida se acercó a Eliot muy nerviosa. Él le sonrió, y otra vez eso bastó para que se acelerara su corazón. El colmo.
—¿Podría hablar contigo un rato?
—Sí, ¿qué sucede? —preguntó con esa amabilidad que le caracterizaba.
—Bien yo... —Se puso más nerviosa, pero debía saber si alguien le gustaba—. Había pensado que...
Jesica apareció contenta, interrumpiendo.
—¡Amor mío! —canturreó.
Jadi se quedó muda al ver cómo ella se acercó a él y le dio un beso, le empezó a decir algo que ella no escuchaba, sólo miró atónita cómo entrelazaba sus dedos con los de él, sintiendo el nudo más enorme de su vida formarse por su estómago. Una voz insistente la sacó de su estado.
—¡Jadi, vamos! —le exigió María—. ¡Recuerda que me prometiste que me ayudarías con la cosa!
—¿Q...qué?
—¿Qué cosa? —quiso saber Eliot—. Esperen...
—¡Lo siento, me la llevo, esto es urgente!
Eliot quedó algo preocupado al ver así a su pequeña rubia, parecía haber quedado en shock, como si en verdad le hubiera afectado de un modo muy distinto. Jesica vio cómo él parecía estar bastante tenso y le tomó el rostro para hacer que la mirara a ella.
—¿Ocurre algo?
—No, no es nada.
***
—Amiga, perdón —se disculpaba María—. Me enteré hoy recién de que él está de novio con esa chica, iba a decírtelo pero no me escuchabas...
Jadi tomó una mirada molesta.
—No me interesa —murmuró—. ¡En verdad no me interesa! —Echó a correr.
María quedó algo asustada, vio que Jesica se iba y se acercó a interceptarla.
—Espera —la detuvo—, me gustaría hablar contigo.
—Sí, ¿qué es?
—Bien, como ahora eres novia de mi amigo, considérame una amiga también, ¿sí? Si algo llega a estar mal puedes venir a mi casa con toda confianza, me gusta aconsejar —contó llena de entusiasmo.
Le dio un papel con su dirección, Jesica quedó algo confundida pero sonrió y le agradeció.
***
Jadi llegó a su casa y fue de frente a subir por las escaleras, su mamá sólo la miró preocupada sin poder preguntar qué pasaba, para luego sobresaltarse con el azote de la puerta de la habitación de su hija.
Al día siguiente no miraba a Eliot, no le dirigía la palabra, él se dio cuenta de esto y se sintió muy intranquilo. A la salida, antes de poder jalar a la rubia para decirle algo, volvió a sentir piezas en la otra dimensión, así que les dijo para ir.
—Bueno no veo nada raro, ¿seguro que las sentiste? —preguntó Ditmar al ver que no encontraban nada, ya llevaban buen rato buscando la pieza.
—Sí, no puedo equivocarme...
Una bandada de dragones apareció volando con velocidad. Quedaron horrorizados viendo a aquellas bestias, las cuales solo habían sido parte de los cuentos de hadas que alguna vez escucharon. Eran negros, con ojos amarillos que saltaban a la vista por el intenso color.
Un dragón en especial arremetió contra Jadi, pero sin darse cuenta ella ya estaba a salvo gracias a Eliot que con un muro de tierra había detenido al dragón.
—¡¿Qué haces?! ¡No necesito tu ayuda! —le gritó.
Eliot se sorprendió mientras que ella se alejó a seguir deteniendo a más dragones, pero no se fijaba en la cantidad que eran así que corrió tras ella para ayudarla. María los mandaba lejos con fuertes ráfagas de viento, logró alejar a la mayoría excepto uno que estaba atacando a Jadi.
—¡ALEJATE DE MÍ, MONSTRUO, HOY NO ESTOY DE HUMOR! —chilló amenazándolo.
—¡JADI CUIDADO!
El dragón la golpeó con su cola y Eliot la sostuvo. Ella se separó enseguida, empujándolo y con una ráfaga de fuego alejó al dragón que ya venía de nuevo a atacar.
—¡¿Por qué me distraes?! —le reclamó.
—¿Qué? No te distraje, sólo quería que tuvieras cuidado.
Ditmar y María los observaban a unos metros.
—¿Por qué no aparecen las piezas aún? —se preguntó María.
—Tengo un mal presentimiento —le murmuró su novio.
—¡No necesito tu ayuda, ya te lo había dicho! —Jadi seguía discutiendo con Eliot—. ¡No necesito de nadie!
—¡No entiendo! ¡¿Cuál es tu problema?! ¡Sólo quiero protegerte!
—¡No necesito protección! ¡No veo el por qué!
—¡Lo hago porque me importas!
Jadi quedó sorprendida, miró al suelo. Se formó un silencio abrumador.
—Qué incómodo —susurró María.
La rubia respiró hondo, levantó el rostro y miró fijamente a Eliot.
—Anda dile eso a tu novia —murmuró con rencor—. Yo no te necesito.
Él se sorprendió, Jadi dio la vuelta y empezó a caminar.
—Con que eso era —dijo él—, no te entiendo en verdad... ¡Bien, haz lo que quieras!
La pequeña chica tensó los labios e hizo el esfuerzo de aguantar las lágrimas, apretó los puños y empezó a correr. En ese instante, Eliot sintió la leve aparición de la pieza nuevamente, se empezaron a oír unos rugidos. Un dragón apareció de sorpresa y tomó a Jadi con sus patas, haciéndola soltar un grito de pánico.
—¡JADI!
María intentó evitar con el viento que se fuera, pero fue inútil. El animal se la llevó, Eliot empezó a correr tras él, pero el dragón se alejó veloz.
—¡¿Qué fue eso?! —preguntó Ditmar, espantado.
Amir llegó pronto con algunos seres blancos.
—Esto está mal —dijo al haber visto la escena de lejos.
Eliot volteó a verlo.
—¡¿Qué?!
—Se la ha llevado a su nido...
—¡¿Dónde queda eso?! —exigió saber.
—Es muy peligroso llegar hasta ahí, si desean armaremos un equipo y les ayudaremos a llegar. Mañana por la mañana saldríamos...
—¡¿Qué?! ¡¿Están locos?! ¡Esto no puede esperar hasta mañana!
Los seres blancos quedaron un poco sorprendidos ante su reacción.
—Eliot —trató de calmarlo su amigo—, ya está anocheciendo.
—¡No me importa! ¡¿Qué tal si para mañana ya es muy tarde?!
—¿Y ahora qué hacemos, Eliot? —preguntó María, estaba llena de pánico—. ¿Qué le decimos a su mamá?
El castaño se preocupó más de lo que ya estaba, se alejó de ellos intentando pensar. ¿Qué haría? No, no podía esperar hasta mañana, no se perdonaría si le pasaba algo.
***
Jadi fue arrojada a un nido hecho de barro y paja, en él habían huesos de animales. Se asustó y se sacudió los restos para luego arrastrarse a rincón. Abrazó sus rodillas envuelta en terror.
***
Eliot y los demás habían vuelto al parque para llamar a la mamá de Jadi.
—Hola señora... Sí, soy Mary. Lo que pasa es que nos vamos a quedar con un grupo de amigos a hacer una amanecida de estudios aquí en mi casa...
—¿Y por qué no me ha avisado? —quiso saber la señora.
La chica se puso nerviosa.
—Es que...
Ditmar se acercó.
—Dile que está en el baño o algo —le susurró.
—Es que se ha quedado dormida —dijo al fin—, y más tarde la levantamos, sólo que me dijo que le avisara, dijo que usted no se molestaría.
—¿Y quiénes exactamente se van a quedar ahí? —cuestionó otra vez la mamá.
—Eh... Ditmar, Eliot, yo...
—Um, a ver pásame con Eliot.
María tapó el micrófono del teléfono, asustada.
—Eliot, quiere hablar contigo —susurró.
—¿Qué? ¿Conmigo?
—¡Sí! Apúrate, apúrate.
Él tomó el teléfono también nervioso.
—Hola.
—Hola. Un favor, por ahí te encargo a mi hija, fíjate esta muchacha que no avisa y encima se duerme...
—Ah. —Rió un poco—. Sí. Yo la vigilo.
—Te la encargo porque sé que eres responsable —afirmó.
—Claro —respondió sintiéndose pésimo por mentir—, no se preocupe.
—Muy bien, entonces hasta mañana.
Colgó, Eliot suspiró con pesadez.
—Tienes una buena suegra —le intentó molestar Ditmar. La no muy agraciada mirada del castaño lo asustó—. Ok, me callo. —Se alejó.
Eliot abrió un portal. Ditmar regresó alarmado.
—Espera, ¿qué haces? —preguntó.
—Voy a ir por ella.
—Es peligroso.
—Ya te dije que no me importa —respondió cortante.
—Está bien, pero espera a que deje a Mary, que ya deben estar enfadados sus padres, y vamos los dos —sugirió.
—Lo siento... No puedo dejar que pase más tiempo.
—Vaya que eres terco —le reprochó.
Eliot fue a la otra dimensión y buscó la aldea de los seres blancos. Amir lo recibió.
—Está bien —dijo—, ya veo que no puedo detenerte. Te daré un mapa. —Le dio indicaciones una especie de mapa para llegar—. En la mañana partiremos nosotros, por si acaso necesites ayuda luego... —Lo miró de reojo—. Y así no pienses que estamos algo locos...
Eliot sonrió, hizo un gesto de negación.
—Lo siento en verdad —se disculpó por su actitud.
Amir sonrió.
—Descuida.
***
Los dragones habían alzado vuelo con sus presas. Jadi horrorizada, veía cómo los demás lanzaban a sus presas al abismo y una vez que caían bajaban y se las comían. El dragón que la llevaba quiso soltarla también, pero ella se aferró a la pata del animal, este empezó a sacudirla.
—¡NOOO!
En su desesperación se envolvió en fuego y el animal logró librarse de ella. Ella empezó a caer gritando con todas sus fuerzas. Eliot escuchó a la distancia su grito.
—Oh no, ¡JADI!
Empezó a correr, pero el grito fue tan lejos que no sabía de dónde provenía. Por otro lado, el dragón volvió a coger a Jadi en el aire y ella se tranquilizó un poco. Enseguida la volvió a soltar.
—¡¿Qué?! ¡AAAAAAAAAAAAAAHHH! —chilló al caer.
Se envolvió en fuego otra vez. Eliot volvió a escuchar el grito y se desesperaba por saber de dónde venía, temiéndo los peor.
El dragón volvió a sostener a Jadi y la llevó a su nido de vuelta. Jadi estaba terriblemente asustada porque sentía que jugaba con ella como un gato jugaba con un ratón antes de comerlo, se tocó el rostro y se dio cuenta del par de lágrimas que habían soltado sus ojos.
Eliot se asustó más al ya no escuchar sus gritos, empezó a llamarla pero era inútil, ya nada se escuchaba en el horizonte. En medio de la oscuridad escuchó unos extraños sonidos, se aproximaban a él. Empezó a emitir su luz blanca para iluminar y se encontró rodeado de insectos gigantes que habían sido atraídos por sus llamados.
—Oh no...
Sintió que le bajó la presión al ver a tanto bicho horroroso y su luz se apagó.
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