17: Loco fin de año

—¡¿Y?! ¿Ya son novios? —preguntaba María, ansiosa—. ¡Ahora los de la promoción lo saben!

—¿Ah? ¡No! —negó Jadi.

—Y yo te vi cómo le coqueteabas, ¡pillina! —insistió.

—¡¿Qué?!

—¡No me vas a decir que quitarle la corbata a un chico y ponértela no es coqueteo! ¡Es SUPER coqueteo! ¡Te pasas! —le recriminó.

—¡Claro que no, sólo se me ocurrió hacerlo!

María puso cara pícara.

—Por ahí me contaron también que los vieron “chapando” —contó moviendo las cejas.

—¡¿QUÉ?!

—¡Ya no te hagas!

—Bueno… Sí, lo besé pero fue…

—¡AJAAAAAAAAA! —chilló como loca la chica.

—¡Pero escucha pues! —la hizo callar—. Es que creí que era Gabriel. Vi cómo Paola besó a quien yo creía que era Eliot y entonces me dio tanta rabia que no sé. ¡Quise vengarme! Y besé a quien creía que era Gabriel… Ay no, ¿será que Gabriel ya se enteró también?

—Hablaste tanto que me confundí… ¡Pero si Gabriel se enteró pues se lo merece!

—¡Claro que no!

—Como sea, o dejas de besarte ilegalmente con ambos, o de una vez te decides por estar con uno.

—Ah… —María se acercó a rebuscar en su armario—. ¡Oye!

—¡Ajá! Aún la tienes —exclamó refiriéndose a la camisa—. Y mira ya le agregaste la corbata. —Se carcajeó—. Falta aún para completar tu colección. ¿Cuándo lo devuelves?

—Ya veré —le respondió de mala gana.

Su amiga la miró de forma sospechosa.

—Um… Bueno…

—Oye… A veces te tengo envidia —le confesó Jadi.

—¿Por qué? —preguntó sorprendida.

—Creo que besar es… —se avergonzó—, muy íntimo y bonito. Tú paras besando a Ditmar delante de nosotros… Y me da envidia, apenas he disfrutado de un beso casi real unas pocas veces… Y sigo estando tan sola como siempre.

María soltó una leve risa.

—No, eso depende —explicó—. Es muy bonito si tú quieres a esa persona… y si no… es excitante, porque sientes como si estuvieras yendo al pecado…

—¡¿Qué hablas, enferma?! —gritó.

—¡Cariño, ya encontramos película! —le avisó Ditmar.

Ambas bajaron y fueron a su sala de cine. Jadi vio a Eliot y le sonrió, se sentó a su lado. Pensó en lo que pasaba, en lo que tanto le insistía su amiga. Pero era consciente de que su ilusión con Gabriel aún estaba ahí, estuvo desde que vio por primera vez sus ojos azules.

*Recuerdo*

Primer año de secundaria, era el primer año de Jadi en ese colegio. Iba caminando por el jardín, siempre iba por ese lugar, esperando encontrar al chiquillo de mirada seria y profundo azul.

Apenas divisó su cabello rubio, se escondió entre las plantas. Era él. Sabía que siempre obtenía el primer puesto, eso le causaba envidia, siempre deseó ser más lista y que no se le dificultaran las cosas con matemáticas y sus derivados. Detestaba que su maestro particular perdiera la paciencia con ella.

—¿Qué haces escondiéndote? —preguntó él de pronto.

—¡¿Eh?! —Salió y sacudió un par de hojas de su cabello—. ¡No te estaba mirando si eso crees!

Gabriel le sonrió. Eso hizo que se quisiera ruborizar.

—Bueno —le dijo—, ¿entonces todos los días vienes a ver las plantas?

—¡SI! ¡Las plantas, son muy lindas!

Dejó de mirarla.

—Ajá…

—¿Y tú qué haces por aquí siempre solo?

—Tengo un par de amigos, pero nada importante. Ven, siéntate aquí… ¿Tú también paras sola, no?

***

Poco a poco empezaron a hacerse amigos. Le empezo a gustar además, mucho. Hasta que descubrió que él era en verdad completamente diferente y especial, no solo por lo que le hacía sentir.

Iba corriendo por el parque y se tropezó. Detuvo su caida con las manos y se hizo una herida en la palma por el roce con la tierra.

—¡Au!

Su preocupado amigo se acercó.

—¿Estás bien?

Ella negó y le mostró su herida. Gabriel se arrodilló a su lado y una extraña luz blanca le salió de la mano, con eso empezó a curarla. Jadi quedó sorprendida.

—Guau… —susurró—. Gabriel…

—Estarás bien —murmuró él.

Ambos quedaron mirándose. Gabriel se acercó y le dio un rápido y tímido beso en los labios, Jadi se ruborizó enseguida, su corazón se disparó. Su Gabriel le había dado un beso. Se puso de pie un poco avergonzado.

—Bien… Ya estás, ¿vamos?

—S-sí.

***

El rubio era bastante altanero a pesar de todo, a pesar del poder que tenía, a pesar de que podía curar y hacer el bien. Estaba corriendo en el aula con sus amigos y rompió el florero del escritorio del profesor.

—¡Niño, mira lo que has hecho! —exclamó el dueño, que justo entraba al aula.

—¿Ese viejo trasto? —respondió burlándose—. ¿Cuánto cuesta? Mi papá le comprará uno mejor, es más, ¡pronto comprará el colegio!

Jadi sólo lo miró, mientras los demás alumnos se sentían envidiosos de que él siempre hubiera sido el más inteligente del aula y el más adinerado. 

*Fin del recuerdo*

La chica extrañaba esas miradas que Gabriel le daba en esos tiempos. Y ahora las había encontrado en Eliot, lo cual se le hacía raro. Quizá le parecía, era lo más probable, claro.

—Jadi... —El castaño la sacó de sus pensamientos—. ¿En qué piensas? ¿Te aburre la película?

—¡No! Está bien.

—¿Segura? Porque a mí sí me aburrió —dijo María.

Eliot la miró incómodo.

—Claro, si paran distraídos en otra cosa, obviamente no la entienden porque no están concentrados —les reprochó.

Sintió la aparición de nuevas piezas. Ese bajón como nudo en su interior. No quiso decirlo en ese momento pero Jadi se dio cuenta que su mirada cambió y se tensó.

—¿Tenemos que ir? —preguntó.

—Sí.

Suspiró y se puso de pie con desgano bajo la confundida mirada de sus amigos, quienes pronto entendieron qué pasaba. Abrió el portal. Se encontraron en una especie de desierto.

Una malvada risa los sorprendió.

—¡Esta vez no escaparás! —la mujer apareció de la nada.

Tentáculos negros de su espalda cogieron a Jadi y se la llevó dando enormes saltos.

—¡ELIOT! —fue lo único que pudo gritar ella.

—¡DÉJALA! —Hizo que una plataforma de tierra se levantara del suelo y lo llevara a toda velocidad tras la mujer.

María y Ditmar quedaron mirando. La chica reaccionó.

—¡¿Qué esperamos?! ¡Vamos tras ellos!

Empezaron a correr, aunque ya estaban lejos, se ayudaron con el viento.

La mujer corría a gran velocidad dando enormes y largos saltos, se dio cuenta de que la estaban alcanzando.

—¡¿Tu amigo no se rinde, verdad?! —le dijo a Jadi.

—¡No! ¡No lo hace y nunca lo hará! —respondió enfadada.

—¡Eso ya lo veremos, veremos hasta dónde puede dar! —Una columna de tierra se alzó del suelo frente a ella y se chocó con fuerza soltando a Jadi, que salió casi disparada.

La rubia gritó y cerró los ojos en la espera de un fuerte golpe contra el suelo, pero no pasó nada, al contrario, fue suave.

Abrió los ojos y se dio cuenta de que la tierra se había amoldado y había amortiguado su caída. Eliot estaba a su lado.

—¡Te dije que la dejaras! —le amenazó él a la mujer.

Ella se levantó riendo.

—Debo admitir que eso no me lo esperaba…

Jadi trató de ponerse de pie pero algo le dolió y no pudo. Eliot intentó ayudarla.

—¿Todo bien?

—Sí, creo… ¡Au! —Casi cayó de nuevo pero Eliot la sostuvo.

Vio que tenía una herida al costado, estaba sangrando y se asustó mucho. Volteó a ver a la mujer.

—¡¿Qué le has hecho?!

Esta seguía riendo.

—¡No es una herida cualquiera, la medicina humana no podrá con eso!

María y Ditmar llegaron corriendo junto con una fuerte ráfaga de viento que los había impulsado, se quedaron respirando con cansancio. La mujer los miró unos segundos, arqueó una ceja y siguió hablando.

—¡Bien! No le queda mucho tiempo, ella se debilitará, el veneno llegará a todo su cuerpo y ten por seguro que morirá. ¡Adiós, tontos!

Se disponía a irse pero otra columna de tierra salió por debajo de ella, golpeándola. Se empezó a reír de forma casi enfermiza. Otra columna salió en diagonal y también la golpeó. Eliot estaba furioso. La mujer continuó riendo.

—¿Quieres pelea? ¡No puedes contra mí! —le advirtió.

Se dispuso a atacar pero fue barrida por una ola de agua que salió del subsuelo. Ditmar también estaba molesto. María estaba tratando de evitar que Jadi siguiera sangrando.

—¡TONTOS!

—¡Más te vale que no le pase nada, o juro que volveré y te haré pagar! —le amenazó el castaño.

—¿Sí? ¡No me hagas reír más!

La tierra empezó a temblar con violencia, sólo debajo de ella. Se abrieron grietas enormes y la mujer cayó.

—¡¿Cómo te atreves?! —gritó antes de desaparecer bajo los suelos.

Se perdió en la oscuridad, pero Eliot sabía que no había acabado ahí, sólo la detendría por un tiempo.

—¡Eliot! —lo llamó María.

Corrió a donde estaba Jadi. Se había desmayado. La alzó en brazos, abrió un portal y volvieron a la casa de ella. La recostó en su cama.

María estaba muy preocupada.

—¿Y ahora qué hacemos?

—Vamos a la farmacia, de repente encontramos algo —sugirió Ditmar.

Ambos se fueron con prisa. Eliot estaba muy preocupado por Jadi, su pequeña salvaje, y a la vez vulnerable. Le tocó la frente y estaba muy caliente.

¿Qué podía hacer? Solo rogar que resistiera.

Se recostó a su lado con cuidado, la abrazó despacio, mirando su rostro.

—Eliot… —susurró.

Aún estaba inconsciente pero lo llamaba, él se conmovió por eso.

—Aquí estoy, no te dejaré.

Ella continuó balbuceando.

—¿Recuerdas cuando te dije que echaste a perder mi primer beso?… Mentí.

Se sentó algo sorprendido. Observó la herida y puso su mano con suavidad sobre ella.

—Estás delirando por la inflamación —le susurró. Algo le vino a la mente al instante.

¿Y si pudiera ayudar con la luz extraña que tenía?

Tan pronto como lo pensó, la luz blanca empezó a surgir. Se sorprendió al ver que la herida empezaba a desinflamarse, siguió deseando curarla y la herida empezó a mejorar y cicatrizar.

Jadi abrió los ojos un poco y lo vio. Recordó cuando Gabriel la curaba así, y ahora no era él el que estaba a su lado. Notó su despertar y la miró.

—¿Te sientes mejor?

—Sí… Perdón…

—¿Por qué?

—Seguro los preocupé.

—No tienes por qué pedir perdón, es absurdo.

—Entonces, gracias por curarme.

—Gracias por resistir…

Quedaron mirándose, eso ya se estaba volviendo costumbre para ambos. Repasaba sus detalles. Sus ojos marrones, un poco claros, pero en su sencillez se encontraba con algo más, una dulce mirada de apoyo y protección.

Su vista viajó a sus labios, y el hormigueo en su estómago apareció, aunque pudo notar que también era por otra cosa.

—Em… Creo que ya estoy curada.

—¿Cómo sabes?

—Es que —aguantó la risa—… Ya me está dando un poco de cosquillas.

—Ja, ¿ah sí?

Dejó de emitir la luz. Vieron en donde estaba su herida y ya no había nada.

—Mira, ya no hay ni siquiera cicatriz… Guau. —Eliot también quedó asombrado—. Sabes que eres súper especial… Esa luz que tienes es muy rara.

—Quisiera saber cómo la adquirí.

Empezó a sentir el cansancio por todo lo que había hecho y se recostó en la cama.

—¿Aparecieron las piezas? —quiso saber ella.

—No… Creo que fue una especie de engaño de esa mujer.

—Um…

—Sí sentí la presencia un poco rara pero no le tomé importancia, ahora estaré más atento, si vuelve a pasar no quiero que vayas…

—¡Claro que iré! No pienso dejarte solo.

—Ya dije, no vas, esa mujer busca matarte, ¿qué no ves?

Jadi se molestó, Eliot se volvió a sentar para verla mejor.

—¿Estás molesta? —le preguntó.

—No quiero que te arriesgues demasiado por mí, este es más asunto mío que tuyo.

—No te preocupes, estaré bien.

Frunció el ceño. No quería que le pasara nada, pero sí que era terco. ¡¿Por qué no podía entender?!

Eliot se recostó de nuevo y cerró los ojos.

—Estoy cansado…

—Si quieres duerme un poco y yo te preparo algo.

—No, no, no te preocupes.

—Vamos no te hagas de rogar. Tú siempre me cuidas, ¡ahora yo quiero cuidarte!

El castaño la miró asustado. Jadi le sonrió, lo cubrió con su manta y bajó a la cocina.

Entraron María y Ditmar a la casa y la encontraron. Ambos quedaron con la boca abierta.

—¿Qué? —exclamó la chica—. Pero, pero, pero…

—¡Pero si te estabas muriendo! —exclamó Ditmar.

—No era necesario que lo dijeras tan alto —le reprochó María.

—Ya estoy bien, tonto. Eliot me curó… Ahora él es el que está cansado así que bajé a preparar algo para más tarde, el señor chef que contrata mi papá no vino hoy.

Sus amigos se quedaron sorprendidos.

—¿Cocinará en vez de ordenar algo de comida rápida? —se preguntó María.

—Nunca he intentado cocinar, sería interesante —dijo Ditmar.

—¡Te ayudamos! —exclamaron.

***

Eliot se despertó por un suave aroma. Estaba en la cama de Jadi, entonces recordó lo que había pasado. ¿Cuánto habría dormido?

Volteó y vio a su lado a la ardilla que le había regalado la noche de graduación. Sonrió. Se sentó y escuchó las voces de sus amigos abajo, el movimiento en la cocina.

***

—¡Te digo que primero se echa la papa y luego el fideo! —renegaba María.

—Pero la papa se deshace —le contradijo Ditmar—. Primero es el fideo, luego la papa que se hace en menos tiempo, ¡es papa amarilla!

—¡El que sea de color amarillo no te asegura que sea esa famosa especie de “papa amarilla”!

—¡Claro que sí!

—¿Pueden ponerse de acuerdo y terminar de una vez con la sopa? —les regañó Jadi.

—Vaya —dijo Eliot sorprendiéndolos—, ¿no saben hacer una sopa?

Jadi le sonrió.

—¿Ya estás bien?

Eliot le sonrió también.

—Claro.

—Bien, ahora ayuda, porque estamos entre un debate de papa y fideo.

Soltó una carcajada.

—Tienen suerte de que he venido a salvarlos.

—Ok súper, que sin chef no somos nada.

Más tarde llegaron los papás de Jadi y los encontraron en la mesa comiendo.

—Buenas noches —saludaron todos.

—Hola chicos —dijo la señora—, qué bueno que están aquí.

—¿Nos habrán guardado? —preguntó el padre.

—Sí, ahí en la cocina —les dijo Jadi.

Sus padres también se sentaron a comer con ellos. Eliot observaba a la pequeña rubia. La leve sonrisa se le borró, pues ahora sabía que debía tener el triple de cuidado. No sabía qué haría si le pasaba algo a su muñeca salvaje.

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