16: Otra vez
Se formaron para bailar el vals. Eliot recordó que se había perdido el ensayo al irse a andar por el colegio, por no haber querido ver a nadie. Pero no sabía que sus amigos también se lo habían perdido por buscarlo.
Empezó el vals, todo iba bien pero luego los cuatro que no habían estado se perdieron un poco. Paola lo notó e intentó ayudarlo.
—Aquí hay cambio de pareja —le susurró.
—¿Qué?
—¡Chau!
Se dio vuelta y pasó al que seguía, a él llegó otra compañera, hasta que hubo otro cambio y Paola volvió. Luego de un rato de confusión de pasos, que trataron de disimular todos, acabó el vals.
Empezó de nuevo y bailaron con los padres ya sin coreografía, hasta que al fin acabó y todos fueron a sentarse. Empezaron los discursos nuevamente
—Por Dios, esto es de nunca acabar —renegaba Ditmar.
—Sí, pero ya pues, al menos de aquí viene la fiesta —le animó Eliot.
—Te equivocas, de aquí viene la comida, que es lo más importante —afirmó.
—No te me vayas a hacer gordo de aquí, ¿eh? —le advirtió María.
Rieron.
Luego de los discursos vinieron las fotos. Pasaba el fotógrafo oficial con el director, mesa por mesa tomando las fotos. Sirvieron la cena mientras conversaban.
***
Las luces se bajaron y llegó el DJ, apareció en una pantalla grande.
—Empecemos con algo suave —anunció este—, para alguna que otra pareja por ahí, como para calentar el ambiente. —Guiñó el ojo y empezó.
Puso una música suave.
—Vaya —exclamó María—. Pero qué oportuno ese tío. ¡Vamos Ditmar!
Lo jaló y se fueron, Paola miró a Eliot.
—¡Vamos! —le pidió—. ¡Vamos! No me dejarás plantada en mi fiesta de promoción…
El castaño le sonrió y se encogió de hombros, aceptando. Jadi, que vio de lejos, se puso furiosa y jaló a Gabriel de golpe.
—Oye, ¿qué haces? —le reclamó él.
—Bailemos un poco, es nuestra fiesta de promoción —le exigió.
Empezaron a bailar la música lenta. El rubio resopló incómodo.
—No voy a bailar mucho, ya sabes que no me agrada —le advirtió.
—Sólo un poco —le pidió con algo de tristeza.
—Bueno.
La chica trataba de buscar por dónde estaba Paola con Eliot, no quería perderlos de vista. Al fin logró divisarlos y disimuladamente empezó a acercarse, hasta que estuvo cerca y chocó con la pelinegra.
—¡Oye! ¡¿Qué haces tú aquí?! —le reclamó.
—¡¿Pues qué crees?! ¡Bailo!
Eliot la observó, pero no le prestó más atención ya que ella estaba con Gabriel.
Al notar que las chicas se distrajeron discutiendo, se alejó un poco, tratando de pensar en otra cosa. Gabriel también se alejó, sin prestar atención a por qué discutía Jadi, ni con quién.
—Mantente lejos, ¿sí? —renegaba Paola—. Déjame, ¡tú ya tienes con quien bailar!
—¡Más te vale que no te aproveches! —le reclamó Jadi—. ¿Pero sabes? Ya me cansé, ¡llévatelo si quieres!
Con la oscuridad Jadi no veía bien. Buscó a Gabriel, hasta que creyó verlo y lo tomó del brazo. Se sentía un poco triste. No sabía por qué, pues al fin estaba con el ojiazul pasando un rato. Sin embargo, también quería vigilar a Eliot. Se recostó tímidamente en su pecho, tratando de ver a Paola con Eliot que estaban algo lejos.
El castaño reaccionó al darse cuenta de que Jadi se había pegado a él, recostandose contra su pecho. ¿En qué momentó empezó a bailar con ella?
La desilusión vino al saber que seguro la rubia se había confundido, creía que era Gabriel. ¿Debeía decirle? No. Sólo estaría con ella un rato y luego le decía. La rodeó con sus brazos.
Jadi abrió mucho los ojos. Gabriel la estaba abrazando, había creído que no quería bailar con ella.
Se sentía bien pero seguía tratando de ver a Paola, quien supuestamente estaba con Eliot. De pronto vio que la chica lo besó, y sintió algo muy feo en su pecho. Todo un gran nudo se formó de un tirón por su estómago también. Se sentía frustrada y muy enojada.
Rabia, eso sentía. ¿Por qué? ¿Por qué lo besaba delante de ella? ¡¿Cómo se atrevía?! Y sobre todo, ¿por qué se sentía así? ¡Pues la pelinegra ya se enteraría, se las pagaría!
Un nudo se formaba en su garganta. Ella ahí, y Paola besando a Eliot. ¡¿Por qué?!
Volteó su rostro mirando a otro lado, se recostó más en el pecho de Eliot abrazándolo más fuerte.
***
—Oye —exclamó Gabriel, separándose de Paola—. ¡Ya! ¿Qué haces?
—¡¿Qué?! ¡¿Gabriel?! —exclamó ella.
—¡¿Paola?!
—¡Aaay! —renegó ella, decepcionada—. ¡Creí que había besado a Eliot!
El rubio la miró con desprecio y se fue. Paola empezó a buscar a Eliot.
***
El castaño se decidió a decirle a Jadi que no estaba con quien creía.
Jadi alzó la vista, sintiendo cómo su rostro se tornaba rojo por lo que iba a hacer. Le tomó con una mano parte del cuello de su camisa, respiró hondo. Él la miró, iba a decirle quién era. La sintió empinarse, y todos sus pensamientos se dispersaron de golpe.
Ella había pegado con timidez sus labios a los suyos. Se perdió en ese recatado beso, olvidó por un momento que no era para él.
Jadi estaba con el corazón palpitándole por la garganta. Este se aceleró y disparó al sentí que él abría sus labios contra los de ella. Hizo lo mismo enseguida, dándole paso a esa sensación aún nueva, cálida, dejándose besar, aún con miedo, sintiéndolo tan familiar de repente.
El beso, el aroma del chico. Todo le era conocido. El corazón le dio un vuelco al sentir la suave mordida en su labio inferior, pidiéndole empezar a corresponder con más intensidad.
—¡OYE! —gritó Paola mientras la separaba de golpe—. ¡¿Cómo te atreves a besar a mi pareja?!
—¡¿Te da pica?! ¡¿AH?! —la enfrentó al instante.
—¡Uch! ¡Eres una infantil, sólo mírate!
—¡Estás celosa porque él me besó!
—¡No sé por qué peleo contigo, sólo te dio un beso!
—¡Así es, me dio un beso y a ti no! ¡Animal!
—¡Cállate!
—¡Animal! —Le sacó la lengua.
—¡Basta! ¡Me voy!
La furiosa y desilusionada pelinegra se fue con sus amigas. Jadi y Eliot se miraron, ella se puso muy nerviosa, agradecía que el ambiente estuviera oscuro.
—Hola —dijo él.
—Perdón por todo eso —dijo ella avergonzada—, es que…
—Lo sé, no te preocupes, creíste que era él…
—Bueno. —Se puso más nerviosa—. Sí, pensé que eras Gabriel… Debí darme cuenta de que eras tú, pero estaba tan distraída en otra cosa que ni me percaté.
—No volverá a pasar, te lo prometo.
—Descuida… Fue mi culpa
Él le sonrió. Las músicas lentas terminaron y empezó el baile de verdad.
—Bueno —suspiró—, será mejor que vayas a buscar a Gabriel.
Fue a sentarse, dejándola ahí. Al llegar a la mesa se sentó y vio a Ditmar y María, estaban besándose, eso le incomodó.
—Ya llegué —anunció para que pararan.
—Ah —dijo Ditmar—, ya, qué bien. —Siguió en lo suyo.
—Uch —murmuró al ver que no pararon.
Se recostó en la mesa, algo pensativo y triste. A pesar de que lo había creído otro, y que no le había correspondido con intensidad, besarla le había descontrolado el corazón como nunca le había pasado antes.
Jadi vio a Gabriel tomando el licor con sus amigos.
—Gabriel, te estaba buscando —le dijo.
—Hola, nena —le interceptó Rodríguez—. ¿Me recuerdas?
—No olvido cómo lucen los animales más feos —le respondió ella con desprecio.
—¿Qué deseas? —quiso saber Gabriel mientras miraba su vaso con cerveza.
—Perdón, te perdí en el baile… ¿Quieres volver…?
—No, tengo cosas que hacer.
—Eh… Pero.
Alzó el vaso, tomando el último trago.
—Bueno, me voy. Voy a despedirme del director, nos vemos.
Luego de que se retiró, sus amigos se quedaron mirándola, ella les devolvió la vista con desprecio y se fue.
Llegó un poco triste y se sentó, desanimada. Vio a Eliot recostado en la mesa con los ojos cerrados, y a Ditmar y María hablando y dándose besos.
Le dio un fuerte golpe a la mesa.
—¡CHICOS!
—¡AH! —exclamaron todos.
Ditmar y María la miraron feo por unos segundos, Eliot sacudió la cabeza y decidió hablarle.
—¿Qué pasó? —le preguntó.
—Ya se fue, tiene cosas que hacer.
—Atorrante como siempre —susurró para sí mismo.
—¡Vamos a bailar entonces! —exclamó María.
Jaló a Ditmar y lo llevó. Eliot le sonrió a Jadi y le extendió la mano, ella también le sonrió y le dio la mano, fueron junto a sus amigos.
—¡UUUH! ¡Eso! —gritó la María.
—¡El dúo dinámico! —anunció Ditmar.
—Somos cuatro —aclaró Jadi.
—¡Lo que sea!
Jadi posó sus brazos en los hombros de Eliot, alzó la vista y él la estaba mirando también. Se ruborizó y bajó un poco las manos cerca de su cuello al recordar lo que había pasado minutos antes. Trató de dejarlo de lado, a pesar de que la sensación volvía a estar ahí como la primera vez que la besó.
Al rato, logró aflojarle la corbata.
—¿Me la prestas?
Él la miró confundido.
—Um… Claro —respondió dudando.
Se la quitó y se la puso. La miró raro pero terminó sonriéndole. Sólo bailaron un par de piezas y se fueron a sentar y conversar, tratando de no pensar en lo que había pasado. De vez en cuando alguna compañera se llevaba a Eliot a bailar y Jadi se quedaba furiosa un rato mientras María la trataba de distraer.
—Esa tipa se le está pegando mucho —renegaba Jadi mientras apretaba los puños.
—Tranquila —le dijo su amiga—, jamás había visto que alguien respetara y mantuviera su distancia como él. Además, eres tú la que tiene su corbata alrededor del cuello.
—¡Eso no me tranquiliza!
Eliot volteó a mirarla y le sonrió antes de que la chica con la que estaba se empinara y le dijera algo al oído, haciendo que él se volviera a mirarla sorprendido. Jadi sonrió pero seguía impaciente. María había observado esa escena también.
—Um, los rumores eran ciertos, le acaba de decir que le gusta —murmuró.
—¡¿Qué?! —saltó Jadi.
—Nada —la calmó María, asustada.
A eso de las cuatro de la mañana acabó la fiesta. Los padres de Jadi habían llevado uno de sus autos más espaciosos, así que los llevaron a todos a sus casas.
Eliot y su mamá entraron a su casa, su papá estaba esperándolos.
—¿Y qué tal tu fiesta? —quiso saber.
—Huy —dijo su mamá—, si lo hubieras visto. Estaba oscuro pero yo sí veía un poco… Estuvo sentado casi toda la fiesta conversando con ella, creo que la pasó bien, ¿no es así?
—Quizá —respondió Eliot, sintiéndose incómodo.
—¡Sí, ya veo! —exclamó su padre de pronto—. La has pasado genial, ¡nadie habla mejor que esa marca de lápiz labial en el cuello de tu camisa! ¡Ajá!
—¡¿Qué?!
Corrió a verse al espejo, tenía una ligera mancha de lápiz labial. ¿En qué momento pasó? Debió ser cuando se distrajo y Carolina lo abrazó. Jadi apareció de la nada y la jaló de la oreja.
—Eliot, ¿y tu corbata?
—¡AH! ¡Se la quedó Jadi!
—¡Y ahora ya sé cómo se llama! —anunció su padre, buscando molestarlo más.
Eliot se volvió a sonrojar.
—Basta.
Se despidió de ellos y subió a alistarse para dormir. Se echó en su cama mirando hacia el techo, se cubrió la frente con el antebrazo al recordar el beso.
¿Ella no se preguntaría por qué le correspondió? Esperaba que no. No quería que supiera lo que sentía, eso no pasaría. Esta sería la última vez que pasaba algo así. Ahora debía olvidarla, no era bueno que sintiera tanta chispa y se acelerara así el corazón.
Sonrió levemente aliviado de pronto. Pues ella no sabía que él sabía que era ella.
***
Jadi entró a su habitación, se sentía feliz. Su mamá la siguió.
—Jadi… ¿y esa corbata?
—¡AH! —La señora se asustó por el grito—. Eh… —Se puso nerviosa—. Es…
—Lo sé, lo sé… Felizmente tu papá no se dio cuenta.
La chica sonrió tranquila.
—Sí. Uf. —Rió un poco.
Su mamá estaba feliz también. Cuando empezó el año no se imaginaba verla reír así de fácil, creía que iba a estar siempre sola.
—Bien, descansa, te dejo. Buenas noches. —Le dio un beso en la frente.
—Buenas noches… ¡Ah! Y dile buenas noches a papá.
La señora se fue y cerró la puerta. Jadi se sacó la corbata y la colgó junto a la camisa de Eliot, que aún no había devuelto. Las miró algo pensativa y nostálgica.
—Quisiera quedármelas…
Se alistó para dormir y se aventó a su cama, cogió su ardilla de peluche y la abrazó.
Tocó sus labios. La había besado otra vez. Esa sensación en su estómago. Sus besos habían sido diferentes al de Gabriel, ¿o era por la circunstancia?
Su expresión de alegría cambió. Era verdad. Le correspondió, pero no sabía que era ella. Si la besó antes, podía besar así a otra, otra como Paola. Seguramente Eliot creyó estar con esa chica.
Se sintió más triste al deducir eso. No debía estar sintiendo ese hormigueo en su estómago. Había besado a dos chicos, no habían sido besos como los de las películas, pero los del castaño habían estado cerca. Sin embargo, Gabriel dudaba de ella y Eliot jamás la querría como algo más que amiga, para él solo era una niña inmadura y problemática.
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