Capítulo 7. En busca de una solución
—Tanta tecnología para nada.
La joven ___ estaba frente a su ordenador buscando información sobre las anomalías que estaban sucediendo en su mundo. Había estado indagando en redes sociales sobre hechizos que pudieran revertir la situación, pero sin éxito. Se estaba desesperando.
—¿Algo? —preguntó Smoker.
___ se sobresaltó ante la voz gruesa del marine. Aún no se acostumbraba a ella.
—No. Esto es una pérdida de tiempo.
—Me estoy mareando con tantas imágenes —dijo Cracker—. Es... curioso este Den Den Mushi.
—Es un ordenador —aclaró ella, girando en su silla, casi rindiéndose—. Ay, lo único que se me ocurre es ir a una biblioteca.
—¿Crees que encontraremos algo allí?
—No lo sé, Katakuri —respondió con sinceridad la joven.
Cracker aprovechó la ocasión para mover el ratón e imitar los movimientos de ___, cerrando las ventanas. Una carpeta en particular llamó su atención y no pudo resistir la tentación de abrirla.
—No pareces tener ganas de ir a ese sitio —comentó Lucci, quien miraba por la ventana, observando la lluvia.
—Es que la biblioteca es muy grande. No soy como Robin —sollozó bajito ___.
—Pero te gusta leer libros.
—No es lo mismo un libro con dibujos que uno sin ellos.
Mientras tanto, Cracker, el de pelo morado, escuchaba la conversación mientras entraba en la carpeta. El tipo de archivo decía "imagen". Hizo doble clic y...
—¡Eh! Yo no tengo la polla así. Aunque me halaga que la hayan dibujado tan grande.
___ tardó un momento en procesar las palabras de Cracker y giró bruscamente para ver que él había abierto una imagen suya, creada por un fan, completamente desnudo. Casi le da algo al darse cuenta de que él había entrado en su carpeta más íntima.
—¡No sigas mirando! ¡Cierra eso! —le exigió, pero él la apartó con la mano para seguir viendo.
—Vaya... eres una verdadera pervertida —rio mientras seguía pasando imágenes de diferentes personajes de One Piece.
___ se sonrojó intensamente, intentando en vano alcanzar el ratón para cerrar la carpeta de imágenes comprometedoras. Katakuri, notando su incomodidad, intervino:
—Cracker, ya es suficiente. Respeta la privacidad de la chica.
Cracker, aún riendo, se apartó del ordenador.
—Vale, vale. Pero esto es oro puro.
Lucci, que hasta ahora había permanecido en silencio, se acercó al grupo.
—Dejando de lado las... aficiones de nuestra anfitriona, deberíamos centrarnos en el problema que nos ocupa.
___, agradecida por el cambio de tema, asintió enérgicamente.
—Tienes razón. La biblioteca parece ser nuestra mejor opción ahora mismo.
Smoker, cruzado de brazos, soltó un suspiro.
—Bien, ¿y dónde está esa biblioteca?
—A unas pocas calles de aquí —respondió ___, poniéndose de pie y apagando el ordenador rápidamente. —Podemos ir caminando, aunque con esta lluvia...
Katakuri se acercó a la ventana, observando el cielo gris.
—La lluvia no es un problema. Hemos enfrentado peores condiciones.
El grupo se preparó para salir. Mientras ___ buscaba paraguas para todos, Cracker no podía dejar de sonreír, lanzándole miradas divertidas que la hacían sonrojar nuevamente.
Ya en la calle, caminando bajo la lluvia, ___ no podía evitar una pregunta: ¿qué pasaría si no encontraban nada útil en la biblioteca?
Con estas preocupaciones en mente, el grupo se dirigió hacia la biblioteca, esperando encontrar alguna pista que los ayudara a resolver el misterio de su llegada a este mundo y, con suerte, la forma de devolverlos al suyo.
El grupo caminaba por las calles mojadas, sus pasos resonando en el pavimento mientras la lluvia caía persistentemente. ___ iba al frente, guiando el camino hacia la biblioteca, pero su mente estaba dividida entre la preocupación por encontrar una solución y la vergüenza por el incidente con las imágenes.
Cracker, aún divertido, no pudo evitar hacer un comentario:
—Oye, ___, ¿tienes más de esas imágenes "especiales" de todos nosotros?
___ se sonrojó intensamente, agradeciendo que la lluvia ocultara parcialmente su rostro.
—Cracker, ya basta —intervino Katakuri, su voz grave cortando el aire húmedo.
Lucci, siempre observador, notó la incomodidad de ___.
—Concentrémonos en la tarea que tenemos por delante —dijo, cambiando hábilmente de tema—. ¿Qué tipo de libros crees que deberíamos buscar, ___?
Agradecida por la intervención, ___ respondió:
—Bueno, necesitamos libros sobre magia, hechizos interdimensionales y tal vez algo sobre anomalías astronómicas.
Smoker, que había estado silencioso, habló:
—¿Estás segura de que una biblioteca normal tendrá ese tipo de información?
___ dudó por un momento.
—No estoy segura, pero es nuestra mejor opción por ahora. Además, la bibliotecaria es una vieja amiga. Tal vez ella pueda ayudarnos.
Mientras se acercaban al edificio de la biblioteca, el cielo pareció oscurecerse aún más. Un trueno retumbó en la distancia, haciendo que todos miraran hacia arriba.
—Esto no es normal —murmuró Katakuri—. La tormenta está empeorando.
___ sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío de la lluvia.
—Tenemos que darnos prisa —dijo, acelerando el paso.
Al llegar a la entrada de la biblioteca, ___ notó algo extraño. Las luces estaban apagadas y había un cartel en la puerta.
"Cerrado por renovaciones inesperadas. Volveremos pronto."
El corazón de ___ se hundió.
—No puede ser —susurró—. Estaba abierta ayer.
Lucci se acercó a la puerta, examinándola de cerca.
—Esto es reciente —dijo—. La tinta aún está fresca.
Smoker frunció el ceño.
—¿Crees que esto tenga algo que ver con las anomalías?
Antes de que alguien pudiera responder, un destello de luz iluminó el cielo, seguido inmediatamente por un trueno ensordecedor. La lluvia se intensificó, cayendo ahora en cortinas.
—Tenemos que buscar refugio —gritó Katakuri sobre el ruido de la tormenta.
___ miró a su alrededor, desesperada. Entonces, notó algo.
—¡Allí! —señaló hacia un callejón cercano—. Hay una tienda de antigüedades. Tal vez esté abierta.
Sin otra opción, el grupo corrió hacia la tienda, esperando encontrar no solo refugio, sino tal vez algunas respuestas en ese lugar inesperado.
El grupo se apresuró hacia la tienda de antigüedades, empapados por la intensa lluvia. ___ fue la primera en llegar a la puerta, girando el pomo con ansiedad. Para su alivio, la puerta se abrió con un suave tintineo de campanas.
El interior de la tienda era un contraste total con la tormenta exterior. Estaba iluminado por una luz cálida y tenue, y el aire olía a una mezcla de incienso y libros viejos. Estanterías abarrotadas de objetos curiosos y antiguos llenaban el espacio, creando un laberinto de artefactos misteriosos.
—Bienvenidos, viajeros —dijo una voz suave desde el fondo de la tienda.
Todos se sobresaltaron, girando para ver a una anciana de aspecto peculiar. Tenía el cabello blanco recogido en un moño desordenado y llevaba una túnica de colores brillantes. Sus ojos, de un azul profundo, parecían brillar con una sabiduría antigua.
—Lo siento, solo queríamos refugiarnos de la tormenta —explicó ___, sintiéndose de repente nerviosa.
La anciana sonrió, sus arrugas formando un mapa de experiencias en su rostro.
—Oh, pero no hay coincidencias, querida. Si están aquí, es porque aquí es donde deben estar.
Lucci entrecerró los ojos, su instinto de agente del CP0 en alerta.
—¿Qué quiere decir con eso?
La anciana rio suavemente.
—Quiero decir, joven felino, que ustedes buscan respuestas, ¿no es así? Sobre hechizos, mundos y estrellas fuera de lugar.
El grupo intercambió miradas de sorpresa y sospecha.
—¿Cómo lo sabe? —preguntó Smoker, su mano inconscientemente acercándose a donde normalmente llevaría su jitte.
—Las viejas como yo tenemos nuestros métodos —respondió enigmáticamente la anciana—. Vengan, siéntense. Les prepararé un té mientras hablamos de su... situación inusual.
___ miró a sus compañeros, indecisa. Katakuri fue el primero en hablar:
—No tenemos muchas opciones. Si ella sabe algo, deberíamos escucharla.
Cracker asintió, su curiosidad superando su cautela.
—Además, hace un frío de muerte con esta ropa mojada.
La anciana los guio hacia una pequeña sala en la parte trasera de la tienda, donde un fuego crepitaba alegremente en una chimenea. Mientras se acomodaban en sillones antiguos pero sorprendentemente cómodos, la mujer desapareció brevemente, regresando con una bandeja de tazas humeantes.
—Beban —dijo, ofreciéndoles el té—. Les ayudará a calentar el cuerpo y aclarar la mente.
___ tomó una taza con manos temblorosas, inhalando el aroma reconfortante. Mientras bebía, sintió una calidez extendiéndose por su cuerpo, disipando el frío y la ansiedad.
—Ahora —dijo la anciana, sentándose frente a ellos—, cuéntenme sobre este hechizo que ha traído a estos apuestos caballeros a nuestro mundo.
___ respiró hondo, preparándose para explicar su situación a esta misteriosa mujer, esperando que finalmente pudieran obtener algunas respuestas.
___ comenzó a relatar los eventos que los habían llevado hasta allí, desde el momento en que encontró el libro hasta las recientes anomalías climáticas. Mientras hablaba, notó que la expresión de la anciana cambiaba sutilmente, una mezcla de reconocimiento y preocupación en sus ojos.
Cuando ___ terminó su relato, la anciana se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con intensidad.
—Ah, el libro —dijo con un suspiro—. Sabía que tarde o temprano volvería a oír hablar de él.
___ sintió que su corazón daba un vuelco.
—¿Usted... conoce el libro?
La anciana sonrió, una sonrisa que mezclaba nostalgia y un toque de travesura.
—Por supuesto que lo conozco, querida. Después de todo, fui yo quien te lo entregó.
Un silencio atónito cayó sobre la habitación. Katakuri fue el primero en romperlo.
—¿Qué quiere decir con que usted se lo entregó? —preguntó, su voz teñida de sospecha.
La anciana se recostó en su silla, como preparándose para contar una larga historia.
—Verán, ese libro ha estado en mi familia por generaciones. Tiene el poder de conectar mundos, de hacer realidad los sueños más profundos de quien lo posee. Pero también conlleva una gran responsabilidad.
___ la miraba boquiabierta.
—Pero... ¿por qué me lo dio a mí?
—Porque vi en ti algo especial, querida —respondió la anciana con calidez—. Un corazón puro y una imaginación vívida. Sabía que harías buen uso de él.
Lucci, siempre analítico, intervino.
—Entonces, ¿usted sabía lo que pasaría?
La anciana negó con la cabeza.
—No exactamente. El libro tiene vida propia, en cierto modo. Responde a los deseos más profundos de su poseedor, pero las consecuencias... bueno, esas son siempre impredecibles.
Smoker se inclinó hacia adelante, su expresión seria.
—¿Y ahora qué? ¿Cómo detenemos estas anomalías?
La anciana miró a cada uno de ellos antes de responder.
—El hechizo no puede ser simplemente revertido. Debe ser completado.
—¿Completado? —preguntó Cracker, confundido—. ¿Qué significa eso?
La anciana se levantó lentamente, caminando hacia un estante cercano. De él, sacó un objeto envuelto en tela. Al desenvolverlo, reveló un cristal que brillaba con una luz interior pulsante.
—Este cristal —explicó—, es la clave. Debe ser activado durante el próximo eclipse, en el lugar donde el hechizo fue realizado originalmente.
___ sintió una mezcla de esperanza y temor.
—¿Y qué pasará entonces?
La anciana la miró directamente a los ojos.
—Eso, mi querida, dependerá de ti y de tus amigos. El hechizo se completará, pero el resultado final... eso lo determinarán sus corazones y sus verdaderos deseos.
El grupo intercambió miradas, conscientes de que se enfrentaban a una decisión que podría cambiar sus vidas para siempre.
—No tenemos mucho tiempo —dijo la anciana, entregando el cristal a ___—. El eclipse está cerca, y con él, el momento de la verdad.
___ sostuvo el cristal en sus manos, sintiendo su poder latente. Sabía que lo que decidieran hacer a continuación determinaría no solo su futuro, sino posiblemente el destino de dos mundos.
El grupo salió de la tienda de antigüedades con el cristal en mano y una mezcla de emociones en sus corazones. La lluvia había amainado, dejando tras de sí un aire fresco y húmedo. Caminaron en silencio por un tiempo, cada uno sumido en sus propios pensamientos sobre lo que acababan de descubrir.
Al llegar a una esquina, ___ se detuvo y miró a los demás.
—Creo que deberíamos volver a casa —dijo—. Necesitamos planear nuestro próximo paso y prepararnos para el eclipse.
Los demás asintieron en acuerdo. Katakuri, siempre atento, notó la fatiga en el rostro de ___.
—Ha sido un día largo —comentó—. Será mejor que descanses un poco cuando lleguemos.
Mientras caminaban de regreso, el silencio comenzó a volverse incómodo. Fue entonces cuando Cracker, incapaz de contener su curiosidad y su naturaleza bromista, decidió romper la tensión de la única manera que sabía: volviendo al tema incómodo.
—Oye, ___ —comenzó con una sonrisa pícara—, ahora que tenemos tiempo, ¿qué tal si nos cuentas más sobre esa carpeta especial tuya?
___ sintió que su rostro se calentaba instantáneamente.
—Cracker, por favor, no empieces con eso otra vez.
Pero Cracker no iba a dejarlo pasar tan fácilmente.
—Vamos, no seas tímida. Estoy seguro de que los demás también tienen curiosidad. ¿Verdad, chicos?
Smoker gruñó, claramente incómodo.
—No me metas en esto.
Lucci, por su parte, mantuvo su expresión neutral, aunque ___ pudo notar un brillo de diversión en sus ojos.
Katakuri intervino, su voz firme pero no enojada.
—Cracker, ya es suficiente. Respeta la privacidad de ___.
Pero Cracker estaba en racha.
—Oh, vamos, hermano. No me digas que no te interesa saber si también hay imágenes tuyas en esa carpeta.
___ quería que la tierra se la tragara. Intentó acelerar el paso, pero Cracker la alcanzó fácilmente.
—Sabes, ___, no tienes porqué avergonzarte —continuó Cracker— De hecho, me siento halagado. Aunque debo decir que algunas de esas imágenes eran bastante... creativas.
—¡Cracker! —exclamó ___, su voz una mezcla de vergüenza y exasperación.
Justo cuando parecía que la situación no podía volverse más incómoda, Lucci habló:
—Si tanto interés tienes, Cracker, tal vez deberías preguntarte por qué no hay imágenes tuyas en situaciones más... comprometedoras.
Esto tomó a Cracker por sorpresa, dejándolo momentáneamente sin palabras. ___ no sabía si agradecer a Lucci por la intervención o sentirse aún más avergonzada.
Finalmente, Katakuri puso fin a la conversación.
—Ya basta todos. Tenemos asuntos más importantes que atender.
El resto del camino transcurrió en un silencio incómodo, con ___ deseando poder desaparecer y Cracker lanzando miradas divertidas de vez en cuando. Cuando finalmente llegaron a la casa, ___ nunca se había sentido tan aliviada de ver su puerta.
—Bien —dijo, tratando de sonar firme—. Descansemos un poco y luego nos reuniremos para discutir nuestro plan para el eclipse.
Mientras entraban, ___ no pudo evitar pensar que, entre salvar dos mundos y lidiar con la curiosidad de Cracker sobre sus "aficiones", no estaba segura de cuál sería el mayor desafío.
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