Capítulo 2. Encuentro mágico

—Así que, ¿nos estás diciendo que somos personajes sacados de las páginas de un libro? —preguntó Smoker con una mezcla de incredulidad y fascinación.


—¡Exactamente! —confirmó ___, con una sonrisa que desafiaba la realidad.

—Entonces, ¿no existimos realmente?

—¡No en el sentido convencional! Pero ahora mismo, vuestra existencia es tan real como este encuentro —explicó ___, extendiendo sus manos para abarcar el espacio entre ellos.

___ se dirigía a los cuatro hombres con una calma sobrenatural. Katakuri y Lucci escuchaban atentamente, mientras que Cracker, aunque presente, estaba más absorto en los mangas que la joven había mencionado antes.

—¡Maldición! No puedo creer que me retraten siendo derrotado por ese maldito de Mugiwara —masculló Cracker, su voz un gruñido bajo.

—¿Significa eso que yo...? —la voz de Katakuri se desvaneció en la incertidumbre.

—Conocemos tu secreto, Katakuri —interrumpió ___, con un brillo travieso en los ojos—. Y debo decir, que incluso en papel, tu atractivo es indiscutible —confesó, mientras pequeños corazones parecían brotar alrededor de su figura.

—Eso... no me facilita las cosas —admitió Katakuri, su tono revelando una ansiedad inusual.

—¿Y por qué estamos aquí si somos meros personajes de ficción? —Lucci lanzó la pregunta al aire, su ceño fruncido en una expresión de genuina curiosidad.

—Veréis, he realizado un hechizo —dijo ___, señalando el cuenco que reposaba sobre la mesa—. ¡Y voilà! Aquí estáis, tan vivos como cualquier ser de carne y hueso.

La incredulidad se pintaba en los rostros de los cuatro hombres. La realidad de los libros y el hecho de estar en una casa les resultaba completamente surrealista. Cracker, superado por la frustración, lanzó el libro al aire; ver su derrota a manos de Kuzan plasmada en papel era más de lo que podía soportar. Eran recuerdos vivos, inmortalizados en la tinta del libro.

—No quiero seguir leyendo; esto me ha amargado el día —admitió con un suspiro de resignación.

—Oh, pero si os detenéis ahora, os perderéis lo mejor —respondió la joven con una sonrisa alentadora—. Aunque, pensándolo bien, solo Lucci tiene un papel destacado en la saga de Egghead junto a Vegapunk.

—Eso no me suena de nada.

—Ah, entonces mejor me guardo los detalles para no arruinar la sorpresa.

—¿Arruinar? No entiendo esa palabra.

—Es mejor que no os cuente más —dijo ella, su risa nerviosa llenando la habitación.

La situación en la habitación era de tensión palpable. La joven miraba a los hombres que, hasta hace poco, solo conocía a través de las páginas de un manga. La idea de compartir su espacio personal con ellos la hacía sentirse inquieta, pero la realidad era ineludible.

—La verdad es que vuestra presencia aquí me tiene algo nerviosa —confesó, jugando con sus dedos—. No sé si sería correcto dejaros quedar o pediros que os vayáis. Pero, si alguien os ve, sabrá quiénes sois al instante. A menos que crean que sois cosplayers muy dedicados, lo cual... podría funcionar.

Tras un momento de reflexión, tomó una decisión.

—Bien, no hay más remedio. Podéis quedaros a dormir aquí, pero por favor, sin causar problemas —dijo, levantándose con determinación del suelo.

—¿Compartir techo con estos piratas? —Smoker frunció el ceño, claramente descontento con la idea.

—Así es, y te pediría encarecidamente que no fumes dentro, Smoker —la joven puso sus manos juntas en un gesto de súplica—. El humo impregnaría toda la casa con un olor desagradable.

Con un gesto de resignación, Smoker apagó sus puros y los guardó. En ese momento, Cracker comenzó a aplaudir con fuerza, como si intentara conjurar algo.

—¡Eh! ¡No puedo hacer aparecer galletas! —exclamó con frustración.

—Y yo no puedo convertirme en leopardo —Lucci observó sus manos, como si esperara verlas cambiar de forma.

—¿Acaso hemos perdido nuestros poderes en este mundo? —Katakuri miró a los demás, buscando alguna confirmación.

—Así es, aquí esos poderes no existen. Aunque la magia... eso es otro tema, depende de si crees en ella o no. Y parece que ni tú ni Cracker conserváis vuestra altura habitual —explicó ___, intentando ofrecer algo de claridad.

—¡Detesto este lugar! —Cracker no pudo contener su ira.

—¡Vamos, ánimo! Esto no es más que el inicio de una nueva aventura para todos vosotros —dijo ___, tratando de insuflar un poco de optimismo en el ambiente.

La tensión en la habitación era evidente, y la mirada fulminante de Cracker no ayudaba a calmar el ambiente. Ante esto, ___ optó por guardar silencio para no avivar el fuego. Con un gesto, les indicó que se acomodaran en el salón mientras ella iba en busca de sacos de dormir. Por suerte, tenía justo cuatro.

—El salón tiene espacio suficiente para todos. Así que os tocará compartir —anunció con una nota práctica en su voz.

—¡Estupendo! —Cracker no pudo ocultar su sarcasmo.

—Charlotte, no es momento para quejas —intervino Smoker con firmeza—. Dadas las circunstancias, esta casa es más que suficiente.

—Además, es cálida y segura —añadió ella, hinchando los mofletes en una muestra de orgullo herido—. Solo os pido que no salgáis. El exterior puede ser peligroso —su tono se tornó sombrío—, aunque dudo que sea un problema para vosotros.

Los cuatro se miraron entre sí, sus ojos reflejando una mezcla de resignación y asombro. No tenían más remedio que aceptar la extraña realidad que se les presentaba. Y ___, tras asegurarse de que todo estuviera en orden, se retiró del salón cerrando la puerta con suavidad. Un grito silencioso de emoción escapó de su interior al ver sus sueños cobrar vida.

❌❌❌❌

El estridente sonido del despertador rasgó el silencio de la habitación, y con un manotazo furioso, ___ lo apagó. Detestaba ese ruido ensordecedor. Sentándose en la cama, se estiró perezosamente, intentando recordar por qué había puesto la alarma. Entonces, como un rayo, recordó los eventos de la noche anterior.

Con un movimiento rápido, se envolvió en una bata y bajó corriendo las escaleras. Necesitaba confirmar que no había sido un sueño, que todo había sido real. Pero al llegar al último peldaño, tropezó y cayó de bruces al suelo. El dolor fue inmediato.

—¡Mierda! —exclamó, mientras el eco de su voz se perdía en el silencio de la casa.

—¡Joder! ¿Es que uno no puede dormir tranquilo? —la queja somnolienta de uno de los hombres resonó desde el salón.

___ abrió la puerta con cautela y se encontró con los cuatro hombres en un estado de somnolencia. La realidad de su presencia era innegable.

—¡Aún seguís aquí! —exclamó con una mezcla de sorpresa y alegría.

—Tienes un volumen impresionante cuando te emocionas —comentó Lucci con una ceja levantada.

—¡Lo siento! No pude contenerme —dijo ella, bajando la voz al darse cuenta de su exuberancia. Al ver los torsos desnudos de los hombres, se sonrojó—. Eh, iré a preparar algo de comer.

Katakuri, ajustándose la bufanda, declinó con un gesto.

—Prefiero pasar del desayuno.

—No hay problema, si prefieres comer en soledad, puedo... —se detuvo, pensativa—. Bueno, parece que no conozco el lugar perfecto —admitió con una risa nerviosa.

___ dio media vuelta hacia la cocina, pero antes de desaparecer, se asomó una vez más.

—Smoker, si necesitas fumar, por favor hazlo en el patio. Gracias.

Smoker, con un gesto de agradecimiento silencioso, sacó sus puros y el encendedor de su chaqueta y se dirigió al patio para disfrutar de su hábito en solitario.

Mientras tanto, ___ se afanaba en la cocina preparando un desayuno sustancioso. Era consciente de que tendría que hacer una compra considerable para satisfacer el apetito de sus inesperados huéspedes. "Al menos no comen tanto como Luffy", pensó con alivio. Recordando que tenía donuts guardados, sonrió al pensar en la alegría de Katakuri al verlos.

Pronto tuvo listo zumo de naranja fresco, frutas variadas y bocadillos. "Espero que sea suficiente", se dijo antes de llamar a todos para comer. Respetaba a esos personajes, pero no estaba dispuesta a servirles como si fuera una criada.

—¿Esto es todo lo que tienes para comer? —preguntó Cracker, mirando la mesa con cierta decepción.

—Recuerda que estás en mi casa, y yo vivo sola. Este mes voy a tener que ajustar mucho el presupuesto —respondió ella, con un atisbo de lágrimas en los ojos.

—Entonces no deberías habernos traído aquí.

—Si nos has invocado, quizás haya una forma de regresar —sugirió Smoker, tomando asiento.

—No había pensado en eso —admitió ella, sorprendida por la idea.

—¿Cómo nos trajiste a este mundo? —preguntó Lucci, su mal humor evidente en el tono de su voz.

La joven no había olvidado el libro que descansaba en el salón. Se levantó de su silla y se dirigió hacia él; su rapidez dejó a los cuatro hombres boquiabiertos. ___ comenzó a hojear el libro en busca de un hechizo que pudiera devolverlos a su mundo.

—¡Ajá! ¡Aquí está! —exclamó con entusiasmo—. Veamos, el procedimiento es el mismo. Pero para que funcione, se necesita un eclipse.

—¿Y cuándo ocurrirá eso en este mundo? —preguntó Katakuri, con un deje de envidia al ver a su hermano disfrutar de la comida.

—Lo siento, pero no estoy muy puesta en temas de astronomía —admitió ___ con una mueca.

—Entonces, estamos atrapados aquí como si fuera Impel Down —dijo Cracker con resignación.

—Considera esto un castigo divino por vuestras fechorías —Smoker no perdió la oportunidad de pinchar.

—Sería mejor que guardases silencio, Cazador Blanco —replicó Cracker, con un tono cortante.

La joven reflexionaba, consciente de que conocía a alguien con los conocimientos necesarios. Aunque preferiría evitarlo, la urgencia de la situación la obligaba a reconsiderar. Esa persona estaba perdidamente enamorada de ella, un sentimiento no correspondido que complicaba las cosas.

Con resignación, tomó su móvil y buscó el número de aquel chico. Tras marcar, esperó brevemente hasta que se estableció la conexión.

—¡Hola, caramelo lindo!

—Por favor, Kashi, te he pedido mil veces que no me llames así —respondió ella con evidente disgusto. Los hombres observaban el dispositivo con curiosidad, comparándolo con un Den Den Mushi.

—¡Pero si eres mi novia!

—¡No soy tu novia, demonios! —exclamó, y accidentalmente activó el altavoz.

—En mi mundo de fantasía, sí lo eres —dijo él con un tono alegre—. Pero dime, ¿a qué debo tu llamada?

—Necesito saber, oh sabio de las estrellas, ¿cuándo será el próximo eclipse?

La tensión en la llamada era palpable. ___ alejó el móvil, anticipando la posible reacción de Kashi.

—¡Ah! ¡Mi dulce caramelo muestra interés!

Y ahí estaba la respuesta esperada.

—Por favor, solo dime la fecha. Estoy algo apurada.

—Según mis cálculos astronómicos y el patrón de los eclipses pasados, el próximo eclipse solar debería ser en unos tres meses.

—¡¿Tres meses?! —Cracker no pudo contener su sorpresa, pero Katakuri rápidamente le cubrió la boca.

—Caramelo lindo, ¿acaso estás con otro? —la voz de Kashi temblaba ligeramente.

—Eso no viene al caso —respondió ___, evitando la pregunta.

La llamada se interrumpió abruptamente, dejando un silencio que hablaba por sí solo. A Kashi claramente no le había gustado lo que escuchó, pero para ___ era un alivio no tener que soportar más a ese pesado.

—Ya lo veis —dijo ella, intentando cambiar de tema.

—Es... incómodo —observó Lucci, frunciendo el ceño.

—Por eso no me atrae. No es mi tipo en absoluto. Demasiado... intenso y molesto —explicó ___, con una expresión de disgusto.

—Parece que tú tampoco te quedas corta —comentó Smoker, una gota de sudor marcando su incredulidad.

—¡Cambiemos de tema! Katakuri, ¿te apetecen unos donuts? —exclamó ella, intentando aligerar el ambiente.

Katakuri, el hombre de cabello granate, se encontraba atrapado entre la incomodidad de la situación y la tentación de su dulce favorito. Optó por desviar la mirada, abrumado por la vergüenza.

Lo único que deseaba era regresar a su mundo cuanto antes.

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