First line
«Me dicen
tienes la vida por delante
pero yo miro
y no veo nada.»
Autor del poema: Alejandra Pizarnik
●❯────────「⊙」────────❮●
"—¿Drew?"
Escucha la familiar voz a través de su teléfono, la grabación es de hace no mucho tiempo, por lo que puede oír de fondo mucho ruido, estática, explosiones y gente gritando, es un caos lo que ocurre al otro lado, pero está demasiado ocupado intentando escuchar la voz de Steven como para preocuparse por lo que escucha a la distancia.
"—¿Sigues enojado?"
Hizo una mueca tras escuchar tal cosa por teléfono, de haber contestado la llamada, hubiera colgado en ese preciosa instante, obviamente ofendido ante tal pregunta.
¿Él? ¿Enojado? ¡Claro que estaba enojado! ¿Con quién creía que estaba hablando?
Respiro profundo, intentando prestar atención al mensaje mientras Flygon buscaba la mejor forma de evitar las fuertes corrientes de aire y descender finalmente a donde tiempo atrás, supuso, fue la zona principal donde se llevó a cabo la feroz batalla.
"—Mira, quiero disculparme por la mala imagen o la idea que te he dado de mi y mis acciones, en verdad, todo lo ocurrido y la forma en que la situación se fue dando... No era mi intención."
Es capaz de percibir el tono arrepentido de aquellas palabras, así como el corte dramático, con el ruido de fondo, era más que obvio que había dejado el mensaje mientras se movía de lugar, probablemente, dirigiéndose a donde todo se estaba llevando a cabo, como el campeón y protector de la región que era.
"—En verdad, lo siento mucho. Lamento mucho varias cosas que te hice, desde gritarte hasta el haberme ido sin avisar, se que esta disculpa no arreglara nada, pero me hace sentir más tranquilo saber o al menos tener la esperanza, de que lo escucharas en algún momento, si es que no decides borrarlo y mandarme al demonio tras ver el audio..."
Flygon se toma su tiempo para descender lo más lentamente posible, con cuidado para no ser empujados por alguna violenta corriente de aire, corriendo el riesgo de desestabilizarse y tirar a su entrenador, quien claramente se encontraba distraído, sosteniéndose con una sola mano mientras parece atento a lo que el mensaje grabado hace unas horas pudiera decirle. Con la mirada perdida en la destruida isla a la que intentaban llegar, una que apenas y podían ser capaces de ver entre el montón de nubes que ahí mismo se arremolinaban y dificultaba la visión de los dos.
"—Drew..."
Su nombre es básicamente un susurro, aplastado fácilmente por las batallas Pokémon de fondo y el gruñido de los Pokémon legendarios, aquellos que habían despertado de su largo letargo y regresaban, después de varios siglos, en la búsqueda de pelearse entre ellos, siendo hostigados, en el proceso, por dos personas cuyas ideas de la dominación mundial eran tan incoherentes, que casi prefería invertir en el desaparecido Team Rocket que en esos dos locos que pensaban que una tierra con o sin agua, era la mejor forma de vida para todos.
"—... Gracias por todo. He aprendido mucho de estar a tu lado, disfrutado cada uno de nuestros momentos juntos, aun cuando no pudieron ser tantos por culpa de mis tonterías, supongo que, solo me queda decirte que... Espero que podamos vernos cuando regreses de Johto, gana todos los listones y copas que deseas para tardarte lo más posible y no tengas que encontrarte con nada de esto."
Respira profundo, alejando el teléfono de su oído cuando ya no fue capaz de escuchar nada del otro lado, antes de darse cuenta que el número del mensaje seguía corriendo, por lo que acercó el aparato una vez más, con Steven nunca se sabía.
"—Te amo Drew, espero que nos veamos cuando regreses. Suerte en tus concursos."
Repentinamente sintió un vacío en el estómago cuando el mensaje finalmente se terminó, bajando el aparato y sosteniéndose de Flygon, creyendo que aquella sensación se debía al horrible vértigo por empezar a descender más rápido que antes y no por nada relacionado a las palabras de Steven, quien parecía estarse despidiendo, como quien se dirige a su batalla final sin ninguna clase de seguridad por regresar.
No, no se debía a eso.
●❯────────「⊙」────────❮●
No pudo evitar estremecerse cuando finalmente pudo bajarse de su Pokémon, observando a su alrededor con miedo y horror, admirando las ruinas de la devastada Arrecípolis, ese lugar hermoso que no muchas horas atrás, aún se alzaba gloriosa ante el mundo y era alabada por todos aquellos que vivían en el lugar. Su gloria y fama no solo se debía a la leyenda de que se había formado a partir del impacto de un meteorito, su fama en realidad, venía por el tesoro que se encontraba oculto tras dos puertas, el lugar de descanso de uno de los dos legendarios, ese que dormía tranquilamente en el volcán subterráneo.
Intentó apoyarse con cuidado en una pared, notando que el más mínimo roce hizo que las grietas se siguieran partiendo y no mucho después la parte superior de granito cayó al suelo, antes de que el resto de la estructura la siguiera. Lo único que había a su alrededor era una zona plana, una simple isla llena de edificios cayéndose como aquella estructura, piedras y escombros por todas partes, todo era simplemente irreparable, el bello cráter que una vez fue Arrecípolis, ahora era un simple recuerdo en las mentes de aquellos que lograron visitar tan hermoso lugar, una belleza irreparable, perdida para siempre.
—Flyy...
—Shhh.
Sintió la cabeza de Flygon golpearse contra su espalda, su pobre Pokémon podría estar cansando, pero permanecer ahí parecía darle alguna especie de estrés, como si el rastro de todos los Pokémon que habían estado ahí presentes le dieran alguna especie de miedo, sentir su solo olor debía de ser atemorizante para todos los Pokémon alrededor, lo que podría explicar porque no habían ninguno en el aire o en los alrededores del agua, debieron de haber escapado apenas y sintieron las diversas presencias y olores, huyendo de aquellos contra los que no podían hacer nada.
Respiro profundo, intentando buscar alguna estructura conocida para intentar ubicarse y saber que parte de la isla había quedado en la superficie, aunque obviamente su intento fue infructífero, con tan solo la primera mirada podría decir que el octavo gimnasio, la cueva del origen y el centro Pokémon, habían caído hasta hundirse en lo más profundo del mar, ya que ninguna de las tres estructuras era capaz de verse, ya ni siquiera alguna parte que recordara al techo, todo simplemente debería de haber quedado enterrado junto al resto de las cosas, esperaba al menos, que la gente hubiera tenido el tiempo suficiente para evacuar, aun si la situación de Arrecípolis era imposible de recuperarse, una vida humana dolería mucho más que los edificios y las casas perdidas.
Intento avanzar entre los escombros y las piedras, mirando bien por donde caminaba mientras su Pokémon lo seguía de cerca sin atreverse a levitar, tan lleno de miedo como él, aunque toda la batalla parecía haber pasado y los legendarios se habían retirado, aún existía ese miedo a que alguno de ellos regresará para seguir ocasionando todavía más destrozos de los que ya habían hecho.
Brinco una pared que no estaba tan destruida como las otras, sentándose un momento para tener una vista mejor tras no haber podido ver bien conforme bajaba, ahí, a la distancia, fue capaz de reconocer a la Elite Four, quienes parecían estar reunidos entorno a algo que no alcanzaba a ver bien, acompañados por una de las líderes de gimnasio, quien parecía estarlos acompañando en un tenebroso silencio.
Rápidamente se bajó de donde se encontraba sentado, seguido por su Flygon, quien parecía alzar la cabeza de forma paranoica cada cierto tiempo, como si fuera capaz de escuchar algo que él no, un recordatorio de que su oído era mucho más fino y únicamente le hacía sentir lo peor.
"—Esta cueva ha sido nuestro hogar. Lo que somos, se lo debemos a los Pokémon. Pero los encerramos para siempre. Tuvimos miedo..."
Sabe que no es el mejor momento para recordar aquella inscripción en Braille, un mensaje grabado en piedra y en libros a los que solo tenía acceso para leer, pero no para compartir, pero siente que es algo necesario cuando creyó haberlos visto a la distancia, caminando sobre el agua hacia ningún lugar en concreto, probablemente encaminándose para dirigirse hacia donde se encontraba el último de ellos y que dormía en una lejana y fría habitación. Por ahora, no pensaría en ellos, simplemente dejaría que se alejaran lentamente de lo que quedaba de Arrecípolis, consciente de que era lo mejor por el momento.
Apretó las manos con fuerza, intentando caminar lo más tranquilo posible y sin ocasionar mucho ruido con sus pisadas, temeroso de asustar a las personas que se encontraban reunidas, ignorantes de su presencia en el lugar. Por una parte, tenía curiosidad, esa que le hacía preguntar el "¿Qué estaban haciendo?" pero, por otro lado, solo podía sentir el macabro miedo expandirse lentamente por todo su cuerpo y hacerle pensar únicamente en lo peor, siendo tan pocas personas las que se encontraban reunidas.
Por un instante, podría jurar, que el aire frío que acarició su espalda, era el toque de la muerte avisándole que su peor miedo era realidad.
No sabe el momento exacto en que Steven Stone había conseguido una tabla con las legendarias escrituras, tampoco está muy seguro de cuando se dio cuenta, de que él poseía tal cosa y mucho menos sabe el momento exacto en que empezó a proveer ayuda para descifrar el texto de la tabla y de distintos dibujos de los que en su momento, solo tuvo conocimiento mediante nociones.
Recuerda entonces el viaje prometido a Johto, la vaga idea de Steven de tomarse unas vacaciones a su lado y aprender cosas en las ruinas que no sería capaz de encontrar en su región, un viaje que poco a poco le iba sabiendo peor y que el haber aceptado le hacía sentir cada vez más enfermo. "¿Qué podría pasar si le ayudo?" lo había pensado varias veces cuando lo acompaño al leer las interminables paredes de las ruinas, cuando se le permitió tocar la tablilla y como poco a poco empezó a corregir algunas de las anotaciones de su compañero, asegurándose de que todo estuviera lo mejor posible, consciente de que toda aquella información era más peligrosa de lo que parecía, mirar a su alrededor era la forma más obvia de demostrar su punto y la razón por la cual la biblioteca e información en su casa no sería compartida jamás con el mundo, la gente estúpida con poder, solo vivía para destrozar la vida de otros y su tranquilidad, cometiendo locuras.
Recuerda la desazón y el desconcierto por regresar a una habitación vacía, su mal humor tras llamar al teléfono y el coraje que hizo por varias horas, antes de aceptar seguir ayudando a su malagradecido compañero, incómodo por pensar en la clase de riesgos que se estaba involucrando, escribiendo tembloroso en un bloc de notas, mandando de vez en cuando algunas formas de seguir con la investigación incompleta que Steven se había llevado, intentando que todo saliera de lo que leía en la pared y no de sus ambiguos conocimientos.
Fue ahí, en uno de esos momentos de soledad, que el conocimiento de "Solo esta conmigo por la información" lo alcanzó finalmente, la ira por ser utilizado de aquella manera lo embargo en un instante, pero no por eso se detuvo.
Si, probablemente Steven lo estaba utilizando.
Si, había caído derechito en todas las cosas que le había dicho.
Si, la información era más importante que él.
Si, lo había abandonado tras ver que no podía sacar más provecho de él.
No había durado mucho tiempo con esos pensamientos, tras dos días sin dormía y sin ninguna respuesta en el último mensaje que envió, había cedido ante su paranoia.
Decidido no rebajarse y discutir, sabía que no serviría de nada, Steven estaba demasiado lejos como para sentir alguna clase de lastima por lo que había dejado atrás, así que simplemente salió, dejó la investigación de lado y decidido irse a hacer turismo, la supuesta razón por la cual habían ido ahí en primer lugar.
Su nuevo teléfono, tras el primero que había destruido, había sonado varias veces, aunque fue fácil ignorarlo, ningún mensaje había sido dejado en su buzón, sólo mensajes que le seguían mandando indicaciones, órdenes de lo que necesitaba.
Y el, estúpido iluso, simplemente había decidido suspirar y ceder ante todo lo que estaba escrito, ignorando por completo si era utilizado o no, a fin de cuentas, la disculpa a la distancia se iba a sentir tan vacía que era mejor no pensar en eso.
Solo por eso siguió investigando, intentando encontrar lo último que necesitaba, antes de darse cuenta que era más obvio de lo que parecía y finalmente le había gritado a Steven, una vez más, como parecía estarse haciendo costumbre cada vez que se enojaba. Recuerda haberse enojado lo suficiente como para colgar repentinamente y posteriormente, tras pensar que todo finalmente estaba hecho, empezó a guardar sus cosas e inició el camino de regreso a Hoenn.
Momentos después y tras forzar a su Flygon a volar más rápido de lo que alguna vez lo había hecho en toda su vida, hay una llamada perdida en su teléfono y poco después, un mensaje de voz.
—Tu eres...
No es capaz de darse cuenta de cuando fue el momento en que se acercó lo suficiente como para pararse alrededor del pequeño círculo, menos es capaz de prestar atención a la persona que pareció reconocerlo, mirando hacia el mismo suelo que ellos, absorto lentamente en sí mismo mientras intenta procesar lo que está ahí, a sus pies. Siente su pecho contraerse de la manera más dolorosa posible, su pecho tiembla mientras intenta seguir respirando, antes de empezar a ver todo de manera distorsionada, debido a las lágrimas que habían empezado a correr libremente por sus mejillas.
Ahí, en el suelo, acomodados uno al lado del otro, es capaz de reconocer el rostro de Norman, el reciente quinto líder de gimnasio y del cual había escuchado maravillas, con un rostro cansado y demacrado, que no parece coincidir con la edad que había escuchado que tenía. A su lado se encuentra se Wallace, lleno sangre, tierra, barro, con la capa del campeón cubriéndolo y escondiendo la débil respiración que tiene, esa de la que se darían cuenta varias horas después. Y finalmente, Steven, el tipo que había dicho que lo iba a proteger, que en alguna otra circunstancia probablemente le hubiera pedido su confianza, se encontraba también ahí, recostado en el suelo, tan tranquilo como cuando había dormido a su lado en diciembre, con el rostro casi tan demacrado como el de Norman, pero mucho más tranquilo, como si hubiera logrado hacer algo.
Siente una cálida mano posarse en su espalda cuando su cuerpo empieza a temblar, sabe que debe de dar una imagen demasiado vergonzosa, pero no puede evitarlo, lo único que puede hacer es arrodillarse y cubrirse la boca, llorar sin emitir tanto ruido para no molestar, acompañado de lamentación de gente a su alrededor.
Al menos, la horrible sensación de vacío, finalmente se había ido.
●❯────────「⊙」────────❮●
Ocupó un asiento que se encontraba frente a la cama del hospital, observando al paciente que intentaba mantenerse sentado, disimulando el dolor que sentía por la posición, probablemente con la culpa carcomiéndole el alma lentamente, incapaz de abrir la boca para decirle algunas palabras, ya sea para disculparse por algo que no estaba bajo su poder o simplemente para revelar la cantidad de culpa que tenía sobre sus hombros, de una u otra forma, ninguna de esas cosas le importaban, no mientras observaba los vendajes que cubrían la mitad de su rostro y el yeso que tenía en una piernas y el brazo diestro, tan herido como estaba, recibir una disculpa era innecesaria, casi hasta abusivo.
Decidido dejar de observar al paciente, desviando su mirada hacia la cantidad de máquinas que se encontraban conectadas a Wallace, marcando sus signos vitales y monitoreando más cosas de las que no tenía conocimiento, al otro lado y durmiendo de una manera demasiado incómoda en el sillón de la habitación, se encontraba Winona, con menos vendas que el actual campeón de Hoenn, pero igualmente recuperándose de varias contusiones, cubierta con una simple sábana para que su descanso fuera mínimamente mejor de lo que debía de estar siendo.
—Lo siento —dice finalmente Wallace en un susurro, su mirada pegada en las blancas sábanas que lo cubrían, mientras que su única mano buena las sostenía con fuerza—. Es mi culpa, yo estaba ahí, debí de haber hecho algo para impedirlo, debí de...
—No es tu culpa, Wallace —decide interrumpirlo cuando el aire lleno de fármacos comienza a darle náuseas, así como esa extraña sensación de ser una viuda a la que se le da el pésame, nunca había tenía la oportunidad de hablar con el mejor amigo de Steven y era una lástima que tuviera que hacerlo en un momento así— Creo que deberías de hacer caso al Sr. Stone y pensar primero en recuperarte. —es entonces cuando decide que ya ha molestado lo suficiente, levantándose de la silla y buscando con la mirada el único jarrón vacío de la habitación, antes de dirigirse hacia él y colocar el ramo de flores que traía consigo—. Estas, no son mías, las manda el Sr. Stone.
Duda sobre si voltear o no a ver una vez más a Wallace, pero tras pensar en lo delicado que está todo a su alrededor, decide simplemente dirigirse hacia la puerta y salir de ahí, disculpándose una vez más por molestar y encaminándose hacia la salida del hospital.
Es mientras avanza por los aglomerados pasillos, que piensa sobre el ramo de flores que acababa de entregar, las flores de romero estaban ahí para mantener el recuerdo, la zinnia, con sus tonos mezclados, son el recuerdo de los amigos ausentes, mientras que la zinnia amarilla recalcaría el recuerdo, la dalia malva era el agradecimiento y finalmente el geranio escarlata, era para transmitir el consuelo. Descifrar todos y cada uno de los significados era complicado si no se tenía el conocimiento sobre qué flor era cada una y su significado, dudaba que los involucrados pudiera entender que era cada flor que el Sr. Stone había ordenado pedir en sus ramos individuales, pero estaba casi seguro, que Wallace lo descubriría en su momento y entonces seguiría lamentándose, conforme intentaba aceptar el significado de cada una de ellas.
Justo, así como lo tenían que hacer todos, justo como lo tenía que hacer el.
●❯────────「⊙」────────❮●
Miro detenidamente el bonito ramo de flores que le había llegado por entrega, el Sr. Stone estaba siendo muy considerado con los sentimientos de aquellos que habían sido afectados por la catástrofe a otro nivel, como ejemplo, se encontraba la esposa del fallecido líder de gimnasio de Petalburg City, quien había tenido una muerte similar a la de Steven, lamentablemente, no había sido lo único que se le había arrebatado a la pobre mujer, pues su único hijo había desaparecido en medio de todo el caos junto a la única hija del Profesor Birch, perdidas que jamás se podrían recuperar y que en silencio, los rumores que corrían aseguraban que yacían muertos, en el fondo del mar, una búsqueda imposible de realizar aun con la más alta tecnología, pues con el hundimiento de casi toda Arrecípolis, la posibilidad de dar con ellos era peor que mínima.
Negó rápidamente para intentar ahuyentar aquellos tétricos pensamientos, intentando evadir el rumbo que sus pensamientos estaban tomando nuevamente, en su lugar, volvió a prestar atención a los Iris blancos que conformaban el ramo de flores que le había tocado recibir, antes de dirigir su mirada hacia el balcón del departamento donde se había estado quedando, notando como las hermosas peonias se movían con las constantes corrientes de aire.
Steven Stone no había sido ningún experto en el idioma de las flores, ni siquiera era capaz de distinguir las rosas y mucho menos podía recordar el significado de más de tres de ellas, así que obviamente debería de habérselas pedido a alguien que conociera el idioma, ya sea eso o en su ausencia se compró un libro de último momento y busco el significado que más le gustaba. Fuera una u otra cosa, ahora en su balcón había peonias blancas que habían sido cuidadas por dos o tres días, antes de que Steven hubiera tenido que abandonar el apartamento, probablemente, con la esperanza de regresar.
Sintió sus ojos llenarse de lágrimas una vez más, tras recordar el significado de las peonías; "Soy afortunado de tenerte"
Sus labios temblaron una vez más mientras empezaba a llorar nuevamente, ignorando por completo la esperanza que el Sr. Stone había intentado mandarle con los iris.
¿Por qué Steven habría comprado aquellas flores? ¿Intentaba decirle eso o deseaba expresar algo más? ¿Se las dieron de casualidad o las eligió de corazón?
Ahora, jamás sabría la respuesta. Así que simplemente lloro, en la soledad del departamento donde solo quedaba la fantasmal presencia de alguien que ya jamás regresaría.
Mañana Wallace finalmente se encontraría lo suficientemente bien como para recibir su alta, siendo el tiempo límite para velar el cuerpo del fallecido excampeón, el último adiós de una región que apenas está buscando la forma de poder superar la desgracia que le había caído repentinamente encima.
La pregunta, "¿Y ahora qué?" apareció en su mente una vez más, sinceramente, no mentía cuando decía que ya no quería hacer nada con su vida, ya no.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top