Epilogo
Jadi volvió a casa y entró acompañada por Eliot. Sus padres volvieron a sentir que vivían. Su mamá los abrazó a ambos envuelta en llanto, su papá no sabía cuándo dejar de decir gracias. Mandaron a pedir una gran cena para celebrar.
Después de que todo terminó, Gabriel y Micaela agradecieron por la cena y se despidieron. Luego de un rato de conversar, Ditmar y María salieron junto con Eliot. Se dieron cuenta de que Jadi tenía a Eliot de la mano, dándole a entender que no quería que se fuera. Él sonrió, los chicos también sonrieron y se fueron.
—No era necesario que me detuvieras —le dijo Eliot—, no pensaba irme aún.
—Lo sé —murmuró Jadi—, pero igual… Quería decirte gracias…
—Ni lo menciones, que sin ti no puedo vivir….
Quedaron mirándose unos segundos, él le acarició el cabello, deslizó su mano por su rostro y sujetó suavemente su mentón.
—Te amo.
Ella sonrió, lo rodeó por el cuello con los brazos al mismo tiempo que él la abrazaba por la cintura, y pegó su frente a la suya.
—Y yo te amo tanto…
Se besaron, abrazándose con más fuerza. La puerta se abrió y ambos se asustaron.
—¡Ay! Perdón —se excusó la mamá de Jadi.
—¡Mamá!
—Perdón, perdón, me retiro. —Cerró la puerta enseguida.
Jadi miró a Eliot y se sonrieron algo avergonzados.
—Creo que a tu mamá le encanta vernos besándonos —dijo él, y ella no pudo evitar reír.
—Sí pues, siempre sabe que estoy contigo y hace eso…
—Te ha extrañado mucho —aseguró.
Ella se sintió triste de repente.
—Tranquila —la volvió a abrazar—, ya pasó.
—Perdón, les he hecho pasar tanto dolor seguramente…
—Lo importante es que ya estás aquí. —Ella sonrió— Debo irme.
—No, no te vayas.
—No quiero irme —dijo con una sonrisa—, pero debo hacer acto de presencia en mi casa.
—Bueno, al menos sé que te tengo.
—Por supuesto. —La soltó con lentitud y ella hizo puchero, él sonrió y le dio un suave pellizcon en el labio— Me voy antes de que tu mamá decida evitar que nos besemos nuevamente.
—Lo que no sabe ella es que tú has sido capaz de besarme casi toda una noche… —murmuró de forma coqueta.
Él sonrió ante el recuerdo.
—Lo admito —se encogió de hombros—, soy un goloso.
—Lo eres.
—Pero, ¿quién fue la que dijo: “mis papás no van a estar esta noche, ven a dormir conmigo”, ah?
—También admito mi culpa —rió ella.
—Que conste que yo sí planeaba dormir.
—Sí claro.
Eliot se despidió y fue a su casa a darle la noticia a su mamá, quien también lo abrazó feliz.
Esa noche. Jadi recorrió su habitación con la mirada, mientras estaba sentada en su cama. Sentía como si se hubiera ausentado por muchísimo tiempo. El lugar estaba demasiado ordenado para su gusto.
Se alistó para dormir. Después de un par de horas intentando conciliar el sueño sin éxito, tomó su celular, y justo antes de pulsar llamar, empezó a sonar. Contestó.
—Perdón, ¿te desperté? —le preguntó Eliot.
—No…
—No puedo dormir.
—Yo tampoco, ¿pero tú por qué?
—Temo despertar y que esto haya sido sólo un sueño más, de los tantos que tuve —confesó con tristeza.
—No estés triste… Oye, ven, ¿sí?
—¿Quieres que vaya?
—Sí, ven —murmuró en tono de súplica—, te quiero aquí.
—También te quiero a mi lado. Espera un poco… —Cortó la llamada.
Un destello de luz iluminó la habitación un par de segundos, Jadi se sentó sonriente.
—Hola —la saludó él, sonriendo también.
Ella se acercó y lo abrazó.
—Duerme conmigo…
—No sabes cuanta falta me has hecho —le susurró—. Por favor, no vuelvas a irte. No podía dormir, tengo miedo de que desaparezcas.
Jadi se sintió triste. Tomó su rostro, se empinó y le dio un beso. Se separó y echó seguro a la puerta. Se volvió a acercar a él y, tomándolo de la mano, lo llevó al borde su cama.
—Tranquilo, ya no iré a ningún lado.
Lo empujó, haciéndolo caer en su cama y soltar una leve risa. Ella subió a horcajadas sobre él y lo besó deforma intensa. Dejó de hacerlo de golpe y empezó a hacerle cosquillas, el chico intentó no hacer ruido con su risa.
—Espera… —le rogó entre risas silenciosas.
—Así me gusta —dijo ella, deteniéndose—, ver esa sonrisa que tanto amo.
Lo volvió a besar. Él le mordió suavemente el labio inferior y la abrazó muy fuerte, ella rio un poco.
—Me asfixiarás, amor…
—Perdón, no sabes cuánto he extrañado el calor de tu cuerpo, tus besos, tu aroma…
Ella volvió a besarlo y deslizó sus manos por debajo de su ropa, acariciando su abdomen. Él se estremeció.
—Me gusta tu pijama —susurró—, es bien fácil de quitar…
Eliot la miró de forma muy intensa y la besó. Con un rápido movimiento giró y quedó sobre ella, quedaron viéndose profundamente.
—Te he extrañado.
—Yo también —le acarició el rostro—, siento que no he estado por mucho tiempo.
—Fue una eternidad para mí.
—Gracias por no abandonarme. —Lo besó.
***
Jadi abrió los ojos, sintiéndose completamente abrigada. Sonrió al encontrarse entre los brazos de Eliot, bajo la suave manta. Él estaba recostado sobre su pecho y tenía sus piernas entrelazadas con las suyas. Le acarició el cabello, recordando los besos y carisias de la noche.
Tocaron la puerta, ella se asustó un poco pero se calmó al recordar que le había puesto seguro.
—Hija, ¿sigues ahí?
—Sí, mamá —respondió sonriente—. ¿A dónde más podría ir?
—Perdón —rió un poco—, supongo que es la emoción, de ahí bajas a desayunar.
—Sí.
Eliot abrió los ojos, la miró, y ella le sonreía. Se reacomodó en su pecho y la abrazó más fuerte, sonriendo completamente feliz.
—Cómo extrañaba despertar así… —Jadi rió apenas— Bueno… te dejo bajar a desayunar. Voy a mi casa, mi mamá quizá tocó mi puerta y se preguntará por qué no contesté.
—Dile lo de siempre, que seguías dormido.
—Verdad —la soltó con lentitud y se sentó a su lado—. Te veo más tarde.
—Claro que sí.
Se dieron un beso y él desapareció bajo un destello.
Esa tarde, todos salieron a dar un paseo. Eliot y Jadi estaban en un parque concurrido, abrazados en una banca, ella con su rostro cerca del cuello de él.
—¿A qué hora pensarán venir? —se preguntó Eliot.
—Que tarden lo que gusten —dijo Jadi—. No sé tú, pero yo estoy aquí feliz. —Le dio un suave beso en la mejilla.
—Yo también —respondió él con una sonrisa—, sólo decía.
—¿Y cómo está todo en la universidad?
—Como de costumbre…
—¿Dijeron algo sobre mí?
—No, hice que algunos lo olvidaran, los más cercanos. Así no estarían de chinchosos preguntándome qué pasó.
—Oh… ¿Es porque te harían recordar y…?
—Tener que darles falsas explicaciones a todos y hacerme sentir peor…
—Perdóname.
Eliot sonrió.
—Descuida —le dio un beso—, todo está bien. Además sólo bloqueé el recuerdo temporalmente, apenas te vean recordarán que no has estado y se preguntarán por qué. ¡Ja! Ya quiero ver sus caras de confusión.
—¿En serio?
Él le tomó el rostro y la besó.
—Ay, ¿para eso nos hacen venir? —reclamó María— Si en verdad querían estar solos.
Ambos se separaron, Ditmar y María estaban frente a ellos.
—Es bueno verlos juntos —dijo él.
Por otro lado. Gabriel y Micaela caminaban en dirección al parque, él le tomó la mano y ella lo miró.
—¿Qué? —le preguntó él con una dulce sonrisa.
—Nada —sonrió—. Me gusta que me hayas tomado de la mano.
—A mí también. Um… ¿Sabes? Usualmente no salgo con ellos, pero supongo que ya es momento.
—Sí, todos somos amigos ahora, no debes marginarte tú solo.
—Gabriel el marginado —dijo él a modo de anuncio y soltó una carcajada.
Llegaron a donde estaban todos. Sonrieron al verlos de la mano.
—Bien —dijo el rubio—, ya me hicieron venir, ¿qué planes tienen?
—Ir hacia donde apunte nuestra nariz —contestó Eliot.
—¿Ah?
Ditmar rió.
—Tranquilo —le dijo—, improvisemos. Tú dijiste una vez que te gustaría ser más espontaneo.
—Quizá. Soy impulsivo pero no espontaneo.
—Me consta —agregó Eliot—. Bien, vamos.
Eliot y Jadi se pusieron de pie, tomados de la mano. En ese momento, una voz interrumpió.
—Interesante…
Todos voltearon a ver. Un hombre, con los ojos de un extraño color verde claro, y vestido de negro, se acercó a ellos con una media sonrisa en el rostro.
—Era verdad, ahora hay más humanos que saben sobre la existencia de otros seres inteligentes… Interesante.
—¿Qué se te ofrece? —le preguntó Eliot.
—Nada, sólo estamos comprobando.
—¿”Estamos”? —resaltó Gabriel.
—Así como otras razas, los humanos son seres de luz en avatares biológicos terrestres. Deben recordarlo y cambiar, de esa manera liberarse de las limitaciones que impone este planeta… ustedes ya lo están haciendo —Miró a Jadi y Eliot apretó un poco su mano—. Creímos que esta raza no avanzaría, pero ya está empezando…
Todos se sorprendieron un poco al ver que las pupilas del hombre se sesgaron, asimilándose a las de los ojos de los lagartos.
—Llegará el día en que todos sepan de todas las razas que hay —anunció—, y entonces será muy divertido.
Gabriel frunció el ceño.
—Ya lo creo —murmuró.
Los ojos del hombre volvieron a parecerse al de los humanos y siguió su camino, desapareciendo entre la gente.
—¿Que fue eso? —susurró Micaela con un poco de miedo.
—Algún ser loco —dijo María.
—Descuiden —los calmó Eliot—. Ahora que sabemos tantas cosas… no me extraña que otros seres lo hayan notado. Según he visto, muchos pueden comunicarse telepáticamente. —Abrazó a Jadi y le dio un beso en la frente— Deben saber lo que hice.
—Oh no… —murmuró ella.
—Descuida, no dijo que fuera algo malo.
—Es verdad —habló Ditmar—. Dijo que la raza había mejorado, o algo así.
—Hemos sobrepasado sus expectativas, ¿eh? —dijo Gabriel con orgullo.
—Y al parecer eso les divierte.
Jadi sonrió.
—¿Será que un día los humanos pertenecerán a alguna sociedad interplanetaria de seres inteligentes?
Rieron y empezaron a caminar. Volvieron a relajarse y a sonreír.
—Cuando no tú y tus ideas locas —le dijo Ditmar—. ¿Y a dónde vamos?
—Caminemos no más —dijo Gabriel, sintiéndose relajado y feliz—, por ahí nos toparemos con algo, Lima es enorme.
Eliot sonrió.
—Bien dicho.
FIN
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