7: Trampa

Un animal negro, parecido a una serpiente, de unos veintiún metros y robusto, salió de entre las plantas. Una línea de luz naranja le brillaba en todo lo largo del lomo. Rugió amenazante y Micaela gritó asustada.

—¡Ya deja de gritar, loca! —se exasperó María.

El animal lanzó una especie de esfera de viento que botó a María lejos, y cayó sobre unas flores que soltaron un extraño polvo. Eliot corrió a sacarla.

—¡Detenlo! —le pidió a su amigo.

—¡Estoy en eso!

Ditmar puso su mano frente al animal y empezó a hacerlo retroceder, el animal rugía muy angustiado.

—¿Que tú no controlabas el agua? —preguntó Micaela, confundida.

—La sangre tiene agua, mi estimada chica —explicó. Micaela se asombró y se asustó al mismo tiempo—. Créeme, no me gusta hacerlo, además es muy doloroso, pero a ver si entendió.

Bajó el brazo y animal cayó agotado y adolorido, pronto se reincorporó y huyó con prisa. Eliot se acercó con María en brazos.

—¿Qué le pasó? —le urgió saber.

—Tranquilo, sólo está dormida —lo calmó.

—¿Saben?... Siento que no le agrado —dijo Micaela, acercándose.

—¿Tú? Nah… —ella lo miró con incredulidad— Bueno ya, sí, sólo un poco, es que ella es así, está estresada simplemente.

Le pidió a Eliot que se la diera. Micaela no quedó contenta con esa respuesta, Eliot lo notó, le sonrió y le despeinó un poco el cabello con la mano.

—¡Hey! —le reclamó mientras él reía.

Salieron de ahí y fueron a casa de María. La recostaron en su sofá.

—Estará bien, si gustas quédate a cuidarla.

—Sí, creo que lo haré —afirmó Ditmar.

Al rato María despertó y vio a Ditmar a su lado viendo algo de televisión. Éste volteó.

—¿Estás bien?

—Vaya… creí que ya había muerto.

—¿Cómo crees?

—Bueno, esas flores pudieron haber sido venenosas ¿no? 

—Sí, pero Eliot podría haberte curado también.

—Ah… Ya lo había olvidado —suspiró—. ¿Todos están bien?

—Sí.

—Metiste la pata hoy ¿no?

—Sí —suspiró—, pero con eso te das cuenta lo mucho que la ama aún, ¿ahora ya estás satisfecha?

—Bueno sí… De todos modos me daba miedo que pudiera acostarse con ella.

—Y dale con lo mismo —rengó el chico.

—Vamos, eso se puede hacer hasta por diversión.

—Ahora recuerdo por qué terminé contigo…

María lo miró ofendida.

—¡No me culpes por pensar como lo hacen los hombres!

—¡Si no mal recuerdo, yo no pienso así!

Ella se sorprendió un poco y desvió la vista, frustrada.

—Bueno… Sí pues, ni Eliot. Perdón, creo que me preocupé de más.

—Muy por demás.

Por otro lado. Iban Eliot y Micaela caminando ya a sus casas.

—¿Sabes qué creo que debemos hacer? —dijo la chica— Leí sobre los desdoblamientos, y mediante eso las personas que llegan a un cierto nivel de avance pueden ir a esas dimensiones y volver.

—Suena interesante.

Un ladrón pasó corriendo y le quitó su bolso a Micaela, haciéndola soltar un corto grito de sorpresa. Al instante un poco de tierra se levantó haciendo que el ladrón tropezara y cayera, arrastrándose dos metros sobre la vereda. Eliot se acercó y le quitó el bolso.

—¿Cuándo aprenderán?

El ladrón se puso de pie y se fue corriendo. Micaela se acercó feliz a Eliot.

—¡Eres lo máximo! —le dijo.

Él le dio su bolso y le sonrió apenas, volteó y siguió caminando. Micaela sabía que estaba triste por el descubrimiento que habían hecho sobre las dimensiones.

Después de unos días Micaela llamó a Eliot.

—Hola, ¿pasó algo?

—Lo que pasa es que una amiga me ha dicho para ir a la discoteca de aquí —se armó de valor—. Si gustas… ¿Irías?

—No lo sé —meditó él unos segundos—, no tengo muchas ganas la verdad.

—Anímate, ve a que te relajes un rato… —cerró los ojos y respiró hondo— Estaré aburrida sin ti —agregó.

—Bueno… Quizá terminando mi trabajo, dime en dónde estarás.

Le dijo dónde iba a estar y se despidieron. Ella quedó emocionada. Esperaba que así se le quitara la tristeza, además era una grandiosa oportunidad para bailar un rato con él. Y, de ser posible, seducirlo un poco…

Se sobresaltó ante esos pensamientos. Estaba pensando como una desvergonzada, qué bajo había caído.

—¿Estás bien? —quiso saber su hermana— Te veo en una lucha interna.

—¡Ah sí! ¡Estoy bien! Quizá más tarde vaya a bailar con él, ¿no es genial?

—¡Ah! ¡Aprovecha entonces!

Micaela fue a arreglarse para irse, se vio al espejo y sonrió a ver lo bien que estaba.

—Vaya, ¡genial! —la felicitó Alejandra— ¡Lo traerás loco por ti! Te ves genial, ¡y sin parecer zorra!

—¡Gracias!... Es un cumplido ¿verdad?

Alejandra se fue a su cuarto mientras reía. Micaela lo tomó como un “sí” de todos modos, y se fue feliz a encontrarse con sus amigas. Todas gritaron de emoción.

—¡Amigaaa! ¡Qué emoción, hace tiempo que no te veo!

—¡Sí! Y tienes que contarme cómo te va ¿eh? —dijo Ana.

—¡Ana ya nos contó todo! —exclamó otra chica.

—Oh cielos, ¡no esperaba más! —renegó Micaela y le lanzó una mirada asesina a Ana, quien se asustó.

—¡Bien! ¡Pasemos! ¡Vamos primero al pub!

Jalaron a Micaela, y una vez dentro, tomaron asiento y la atosigaron con preguntas.

—¡Ya! ¡Cuenta! ¡Así que andas con chicos guapos! ¡¿Por qué no has presentado?!

—Pero no las he visto, chicas…

—¡Ana dice que andas con el chico por el que todas se mueren en tu facultad!

—¡Qué exagerada eres, Ana! —se quejó.

—No seas modesta, ¡si paras con él! —se defendió la chica.

—¡Y sus amigos guapos!

Micaela se sentía diferente, no podía creer que ella había sido como esas chicas, alborotada y volada. Conocer a Eliot le había abierto los ojos a tantas cosas nuevas. Ahora todo lucía diferente, sobre todo, la idea que tenía sobre la vida y el mundo.

Eliot terminó su trabajo, vio la hora y después de pensarlo un momento decidió salir. Su mamá lo detuvo cerca de la puerta.

—Hijo, sé que andas triste, pero no quiero que te aísles y te pase algo…

—Descuida, mamá —la calmó con una sonrisa—. Estoy bien, sólo voy a salir con una amiga un rato —la señora puso cara de sorpresa y él rió—. No, tranquila, es mi amiga no más.

—Bien. Oye, sé que puedes regresar a Jadi, lo harás.

—Gracias.

Él le dio un beso en la frente y salió. Mientras conducía iba recordando los momentos que había vivido con Jadi. Los primeros días de su relación, cuando ella se sentía algo insegura, pues nunca había estado con un chico de esa forma tan “oficial”, lo que había tenido con Gabriel no fue así, eran pre adolescentes y se terminó antes de empezar bien.

*Recuerdo*

—¡Eliot! No quiero que esa amiga tuya se te acerque, ¿no ves que le gustas?

—¿Ah? No te preocupes, no me interesaría por nadie más…

—No me preocupas tú, me preocupan ellas, no se apartan, ¡son una plaga! ¡Y con lo fácil que es robarte un beso!

Eliot frunció el ceño.

—Hey, no es así…

Ella le dio un rápido beso y lo dejó un poco sorprendido.

—¿Ves? —inquirió, molesta.

—Me he dejado besar porque eres tú.

—Sí, claro —cruzó los brazos.

—Me gusta que me beses, muy rara vez lo haces por propia iniciativa… como cuando fuiste a buscarme y dijiste que querías estar conmigo y… para pedir disculpas.

Ella se sintió avergonzada y triste.

—Perdón…

Eliot la abrazó y le dio un beso en la frente.

—Ya, olvidémoslo ¿sí?

—Me encanta cómo eres —dijo ella casi en susurro—, ¿todos los novios son así de cariñosos?

—¿Todos los “novios”? —preguntó sonriente— ¿Es alguna nueva especie de hombre? —ella rió y él la abrazó más fuerte— La verdad no sé, además… nunca he sido tan cariñoso como lo soy contigo… Esto también es nuevo para mí.

*Fin del recuerdo*

Eliot sonreía, recordando aquellos momentos, pero pronto cambió su semblante. Se sintió nostálgico y muy triste, con ese vacío dentro de él que permanecía ahí desde que ella se fue.

Suspiró y decidió dejar de pensar, de nada servía deprimirse.

Conduciendo por la costa verde, empezó a buscar su celular para llamar a Micaela. Alzó la mirada y tuvo que frenar de golpe por la silueta que estaba de pie frente a su auto, el corazón le dio un vuelco al lograr distinguir a la persona, se quedó completamente pasmado.

—¿Q… Qué? ¿Jadi?

Tal y como la recordaba. Su piel blanca estaba algo pálida, en su mirada había cierta tristeza. Él bajó del auto con rapidez y se acercó lentamente a ella, pasó su mano por sus cabellos con cuidado y ella le tocó el rostro, inmediatamente aparecieron en lo que conocían como dimensión uno. 

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