17: Oscuridad y luz

Eliot volteó a verla, muy sorprendido. Casi de inmediato, uno de los seres fue a atacarla, Eliot salió tras él pero el otro ser lo embistió agarrándolo del cuello. Micaela vio horrorizada todo, y cómo el extraño se venía a ella. Se vio cegada por un rayo que cayó del cielo y disparó al ser unos cuantos metros. Abrió los ojos y Gabriel estaba delante de ella, él enseguida mandó otro rayo al otro ser que tenía a Eliot aprisionado contra el suelo.

—¡Te dije que no vinieras! —le llamó la atención.

—¡No me lo puedes prohibir! —reclamó asustada— ¡Me preocupa Eliot!

Fue corriendo a ver a Eliot, dejando a Gabriel impresionado. A los pocos segundos fue tras ella luego de reaccionar. Eliot se puso de pie con debilidad, tosiendo. Micaela se le acercó.

—Estás lastimado…

—Descuida… —Se irradió algo de luz y la herida que tenía se recuperó rápidamente.

Gabriel, muy enfadado, volteó a ver hacia donde habían caído los seres, que ya se encontraban levitando a unos metros cerca de ellos.

—¡¿Qué es lo que quieren?! —exigió saber.

—Nos enteramos de lo que pasaba con su caso —respondió uno.

—Así es —agregó el otro—. Están rompiendo las reglas de su mundo, así que hemos venido a hacerles pasar una prueba.

—¡¿Cuál prueba?! ¡No estamos haciendo nada malo!

—¡¿Y ustedes quiénes se han creído como para venir a querer probarnos?! —reclamó Micaela.

—Seres vivientes ilusos, no crean que por ser seres de oscuridad no podemos venir a verlos.

—Así como los seres a los que ustedes llaman “arcángeles” pueden juzgarlos, nosotros también tenemos tanto derecho como ellos para venir a hacerlo.

—Tal y como en su mundo lo explica, el yin y el yang, dos partes iguales de un todo, así somos nosotros, los de las dimensiones divinas.

Los tres quedaron completamente sorprendidos y pasmados. El bien y el mal, en verdad eran dos partes de un todo. Todas aquellas historias sobre ángeles y demonios, no eran más que eso, historias. Con estos seres no se podía razonar o entablar relaciones ni de amistad, eran imparciales y sin sentimiento alguno, aparte de su apariencia para nada humana.

—¡Ahora lucharán contra nosotros!

Tan rápido como un parpadeo, los seres embistieron a los dos chicos. Micaela gritó y se cubrió de la tierra que salió volando a su paso. Volteó, terriblemente asustada, a ver lo que pasaba.

Eliot había logrado zafarse del ser, y éste volvió a irse contra él pero el muchacho hizo que se estrellara, levantando un grueso muro de tierra en su enfrente. El ser lo hizo explotar con una esfera de luz oscura, y logró alcanzar a Eliot. Apenas lo tomó del brazo, él volteó y le disparó un rayo de luz blanca que lo mandó unos cuantos metros lejos.

Mientras tanto, nubes negras se habían juntado en el cielo. Micaela miró a otro lado, sólo para ver con horror que el otro ser se venía hacia ella. Gabriel corría a un par de metros atrás. Un rayo bajó del cielo y golpeó al ser, cuyo impacto levantó una gran polvareda. Gabriel llegó a Micaela.

—¡Corre! —En ese mismo instante, el ser salió de la nube de polvo a atraparla pero Gabriel se metió en su camino, empujando a Micaela hacia atrás. El ser lo agarró y lo aprisionó del cuello con el antebrazo.

—¡Deja de meterte! ¡Quiero atraparla! —reclamó, de forma inexpresiva y siniestra.

—¡No te dejare! Primero muerto ¡¿oíste?!

—Ya qué.

Micaela se desesperó y corrió a él. En la mano del ser se materializó una daga negra.

—¡Nooo! ¡Suéltalo! —exclamó la chica.

Empezó a tratar de forcejear para liberar a Gabriel, él logró zafar un brazo y la empujó, al instante le lanzó una esfera de luz que la hizo volver inmediatamente a la universidad.

Cayó sentada, completamente pasmada y atormentada por lo que había pasado.

¿Cómo se le había ocurrido mandarla ahí, en vez de dejarla ayudarlo? ¿Acaso sabía que no había salida?

Se puso de pie, desesperada. Y pensar que lo último que le había dado a entender era que solo le importaba Eliot, cuando él también le importaba muchísimo.

—Ayuda... —La voz casi no le salió.

Empezó acorrer hacia la facultad de civil. Gabriel, Eliot, ¡los iban a matar! Las lágrimas le empezaron a brotar, se detuvo a limpiárselas, tratando de convencerse de que no debía llorar, pero era inútil. Volvió a correr sin importarle que los alumnos la vieran. Llegó a un pabellón y se dirigió directamente a un chico sentado en una banca.

—¡Ditmar!

—¿Qué ocurre? —se preocupó al verla en llanto— ¡¿Qué te pasó?!

—¡Gabriel y Eliot! —sollozó— ¡Si no los ayudamos los van a matar! ¡Los van a matar!

Ditmar se puso de pie y trató de calmarla.

—Tranquila, ¿quiénes son? ¡¿Dónde están?!

—En el planeta uno, unos seres demoniacos, ¡son muy fuertes! ¡Por favor haz algo!

Trató de parar de llorar pero no podía, esas cosas hacían más que ser oscuros, intimidaban el alma. Ditmar la tomó del brazo y la llevó, pero no avanzaron ni dos pasos cuando alguien se interpuso.

—¡¿Te estás olvidando de alguien?! —reclamó María.

Ditmar siguió caminando sin hacerle caso, y María lo siguió de todos modos. Entraron a un aula vacía.

—¡Sin mí, ustedes tres no podrán! —agregó enfadada.

—¿Tres? —meditó Micaela— ¡Yo también estaré!

—¡Claro que no! —interpuso el chico— ¡Estoy seguro de que ninguno de los dos quieren que vuelvas! Y a ti, María, ¡tampoco te quiero ver allá!

—No, no puedo quedarme —balbuceó Micaela.

—¡Eres un tonto! —empezó a discutir María— ¡Soy tan fuerte como tú!

—Entiende, ¡no quiero perderte!

Ambas se sorprendieron.

—Ahora con más razón iré contigo, ¡yo tampoco quiero perderte!

Ditmar la miró profundamente y suspiró. Las tomó de las manos.

—Ya saben que hacer, concéntrense para poder ir los tres…

Cerraron los ojos. Micaela sentía que no se podía relajar, se centró en el deseo de querer estar con ellos nuevamente, y se le vino a la mente los fuertes abrazos de Eliot, las caricias, hasta que el recuerdo del beso de Gabriel hizo que su corazón le diera un vuelco.

Abrió los ojos y se encontraban ya frente a ellos. Ditmar tocó el suelo y se levantó con rapidez, alzando los brazos. Una columna de agua salió de la tierra, y la dirigió hacia los seres oscuros. Micaela logró ver a Gabriel y observó que tenía cortes en su pecho y en sus brazos. Se preocupó mucho y corrió hacia él, pero un fuerte viento la detuvo.

—Tú mantente atrás —María la había detenido con una ráfaga. Fue a pelear también.

Los seres eran bastante veloces y fuertes, en segundos volaban de un lado a otro, lanzando esferas negras, que con las justas los chicos esquivaban o detenían. Uno logró agarrar a Ditmar, pero apenas le tocó el brazo, una ráfaga de viento lo disparó lejos. El demonio se reincorporó rápidamente y fue directo a destruir el lugar en donde estaba el cuerpo de Jadi.

Eliot corrió al darse cuenta. El ser lanzó una esfera negra, y Eliot logró llegar antes de que chocara formando un escudo de luz blanca, pero el tiempo para hacerlo no fue suficiente y la explosión de la esfera negra lo lanzó contra el cerro y cayó al suelo.

—¡Eliot! —chilló Micaela y corrió hacia él.

Ditmar y María estaban intentando detener al otro ser. Gabriel se sentía cansado, respiraba agitado, estaba sangrando y no habían tenido tiempo para curarse. Corrió a ver a Eliot y a Micaela, el ser también iba hacia ellos.

—¡Micaela, corre! —pidió.

Pero ella estaba distraída intentando despertar a Eliot con sacudidas. El chico abrió los ojos y se sentó. El ser agarró a Micaela sorpresivamente y se alejó un poco. Eliot se alarmó y formó una estaca de tierra compactada del cerro, ésta flotó frente al ser.

—¡Suéltala! —exigió.

Gabriel llegó y le agarró el brazo para liberar a Micaela. Pero éste, al notarlo, despegó velozmente del suelo, aferrado a Micaela y Gabriel.

—¡Suéltala o te arrepentirás! —amenazó el rubio mientras el viento soplaba contra ellos en la rápida ascendida.

—¿Ah sí? ¡Observa!

Materializó una daga negra y se dispuso a cortar a Micaela. Gabriel le pasó corriente por el brazo y logró que la soltara, ella cayó. En segundos Gabriel la rodeó en una esfera de luz y un rayo impactó contra los dos. Micaela gritó horrorizada mientras caía, al llegar al suelo la esfera se detuvo y desapareció dejándola ilesa. Corrió al ver que Gabriel caía.

—¡Gabriel!

Eliot corrió también, y amortiguó la caída del chico, haciendo ceder a la tierra. El ser también cayó a unos metros echando humo. Micaela corrió a ver a Gabriel, que estaba inconsciente, ella pudo sentir cómo un par de lágrimas aparecieron en sus ojos.

—¿Está... Está...?

—¿Muerto? No, tranquila —la calmó Eliot.

Gabriel abrió los ojos. No se había terminado de sentar bien, cuando Micaela le dio una sacudida.

—¡¿Cómo se te ocurre hacer eso, loco?! —reclamó— ¡¿Sabes cuántos voltios tienen los rayos?!

—Tranquila, me protegí con la luz, obviamente no estaría vivo. Fue el golpe del impacto lo que me atontó.

Ditmar y María lograron debilitar al otro ser y cayó cerca también.

—Prepárate —advirtió Eliot—, no tardan en levantarse, debemos encerrarlos.

—Sí —Gabriel se puso de pie—, es el momento.

Micaela quiso preguntar a qué se referían pero se asustó mucho al ver que los seres se elevaron otra vez. Rápidamente Eliot y Gabriel los sorprendieron encerrándolos en una gran esfera de luz.

—¡Déjennos en paz ahora o acabaremos con ustedes! —amenazó el castaño.

La esfera luminosa se redujo un poco y le aparecieron líneas de luz concentrada que cortaban partes de sus trajes negros al mínimo roce.

—¡Yo también quiero cooperar! —agregó Micaela.

Sus manos se encendieron en fuego, y se alistó para dispararles. Las alas de pura oscuridad de los entes desaparecieron. Tomaron un aspecto un poco más humano, pero el amarillo de sus ojos se mantuvo. Eliot y Gabriel se sorprendieron un poco y desaparecieron la esfera de luz. Los seres se posaron en el suelo.

—No, ¿qué hacen? —dijo la chica, asustada.

—Está bien, ya no te asustes, ya no atacaremos —le anunció uno de los seres.

—Sean seres blancos o negros, todos cumplimos con nuestros tratos.

—Nos han vencido, los dejaremos en paz.

—Pero no queremos que se repita. Su mundo tiene reglas, y por algo se las impusieron.

—Lo sé —respondió Eliot—. Gracias.

Los seres desaparecieron, y con ellos, el aura maligna también. Eliot y Gabriel respiraron aliviados, y se rodearon de luz para curarse. Micaela sonrió aliviada también, aguantándose las ganas de correr y abrazarlos. Se acercaron.

—¿Ya están bien? —les preguntó.

—Sí, descuida —dijo Eliot.

—Nadie nos avisó que esto pasaría —renegó Gabriel—, estoy seguro de que los arcángeles estaban enterados.

—Quizá no.

—Claro, defiéndelos.

—Lo importante es que ya pasó —dijo María, que se acercaba con Ditmar—, sólo queda traerla de vuelta.

—Es cierto.

Micaela pensó en lo pronto que acabaría todo, y que su vida no volvería a ser la misma.

Volvieron a la universidad, ya empezando la noche. Ditmar y María se despidieron y se fueron, Gabriel también se fue sin despedidas. Micaela quedó mirándolo con ganas de detenerlo y decirle que él también le importaba.

—¿Sucede algo? —le preguntó Eliot al verla pensativa.

—No… nada. Debo irme.

—Si gustas te llevo…

Ella aceptó. En el camino reinaba el silencio. Micaela de vez en cuando miraba a Eliot mientras conducía. Ahora le recordaba a Gabriel, y se sentía mal por no haberle dicho nada.

Él notó que lo miraba, así que ella retiró la vista y vio hacia el frente, un poco ruborizada.

—¿Segura que no sucede algo?

—Sí... Es sólo que recibí una gran conmoción hoy, a parte de un gran susto —suspiró—. Tanto que creo que ya me enfermé.

—Todo está bien ahora. Debes estar agotada mentalmente o estresada.

—Sí —respondió a duras penas.

—Tranquila, ¿sí?

—Sí, gracias —asintió.

Al llegar a su casa se sentía mejor. Se despidieron, ella entró y vio a su hermana y a su mamá tomando lonche tranquilas. Sonrió feliz de estar bien, sentía un buen ambiente de paz.

—Pasa a comer, hijita —llamó su mamá—. Hay sopa y pan también.

Sonrió y fue. Después de comer se alistó para dormir. Quedó pensando en cómo estaría Gabriel, el muchacho se había ido sin mirarla. Tenía que decirle que también le importaba. Pero eso iba a ser como una declaración, y la ponía muy nerviosa.

Se le vino a la mente las cosas que habían pasado con él. La vez que cayó en su encima, cuando lo encontró en la discoteca y bailaron un poco, cuando le dio un beso en la mejilla al despedirse. Y por último, el beso que le dio aquel día. Sintió nuevamente las mariposas en el estómago.

Se ruborizaba cada vez que lo recordaba. ¿Se estaba enamorando? Se lamentó por ser tan fácil y propensa a eso. Primero Eliot, y ahora Gabriel, era un desastre, se sentía como adolescente. Pero sabía que las cosas con Eliot fueron sólo un sueño, con él nunca iba a pasar nada, y no quería dejar de ser su amiga. Quería verlo feliz al lado de Jadi.

Al día siguiente, apenas abrió los ojos, sintió que el corazón se aceleró. Vería a Gabriel y le diría.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top